Hola a todo el mundo. Ha pasado bastante tiempo desde la última vez que me aventuré a escribir un Fanfiction de "The Loud House". Aprovechando el fin de semana largo de Halloween, me dediqué a comenzar a escribir sobre esta idea que tenía en mi cabeza desde hace mucho tiempo. Espero que la disfruten, y recuerden, cualquier comentario, sugerencia o crítica será bien recibido.


Capítulo 1: "Primer día".

Lily Loud se prepara para ir a su primer día de clases en la Primaria Royal Woods. Está muy emocionada por todas las aventuras que podrá vivir allá, y por los nuevos amigos que podrá hacer. ¿Qué grandes aventuras le tocará vivir?


El primer día de clases siempre es especial para todo niño. Es el momento en que los más pequeños comienzan a descubrir el mundo que va más allá de las cuatro paredes de su hogar. Es el momento en que empiezan a despegarse de la seguridad de sus padres. Es el inicio de una nueva aventura, aventura que durará por el resto de su vida.

Eso no era una novedad para Lily Loud. Desde que tenía memoria, siempre ha estado rodeada por gente, ya sea por su numerosa familia, como por otros niños de la guardería a la que iba, o al jardín de niños que hasta julio pasado visitaba. Para ella no era problema socializar, de hecho, para sus cortos seis años, ella era bastante independiente. Eso es algo lógico considerando que al ser la menor de once hermanos, no tenía toda la atención del mundo de parte de sus padres. Cosa que la obligó varias veces a valérselas por sí misma.

–Te verás hermosa para tu grandioso primer día –Lily le daba una gran sonrisa al espejo del cuarto de su madre mientras Lola peinaba cuidadosamente su cabellera rubia, hasta dejarle el pelo lo más liso que podía. Todos sus hermanos mayores que aún vivían en la casa Loud se encontraban allí observando aquel ritual que se había convertido en una tradición en la familia, y que sería la última vez que se volvería a repetir.

–Ya no puedo esperar a lo que me espera en mi primer día en la escuela –Lily se encontraba bastante emocionada. Para ella cada nueva experiencia era una nueva aventura. Su emoción incluso superaba a la de todos sus hermanos.

–La escuela no es la gran cosa –intervino Lisa, quien se encontraba sobre la cama de sus padres con los brazos cruzados y una mirada despectiva, como si todo lo que viera fuera una completa pérdida de tiempo–. Es un lugar que no ofrece ningún tipo de desafío intelectual, y si intentas ir a buscarlos, superando al propio sistema educativo, te terminan reprimiendo y castigando.

–Además te mandan mucha tarea –se quejó Lana, quien se encontraba echada sobre la cama matrimonial al lado de Lisa.

–No la escuches, Lily –la animó Lola–, no es su culpa que el Gobierno la haya obligado a ir a la escuela sin saltarse ningún grado.

–Es más un castigo que un premio –agregó la joven genio ajustando sus anteojos–. En ese sitio jamás podré conseguir mis objetivos científicos.

–Pero de seguro podrás encontrar muchos nuevos amigos –la animó Lincoln, quien se encontraba de brazos cruzados sosteniéndose del marco de la puerta con su hombro–. ¿Sabías tú que conocí a Clyde en mi primer día de clases?

– ¡Uy sí! –exclamó Lola fantaseando detrás de Lily – Puede que incluso conozcas a tu príncipe azul.

– ¡Puaj! –intervino su gemela despreciando su idea – ¡Seis años no es edad de cursilería! ¡Es edad de aventuras! Mira Lily –se acercó a la pequeña–, te puedo enseñar algunos trucos para que sobrevivas en la escuela, como los rincones de dónde te tienes que escapar para evitar ser golpeada por bravucones, los lavados que están malos, los mejores juegos, los maestros de los que te tienes que cuidar…

– ¡Basta Lana! –la interrumpió su gemela– Lily, yo te podría ayudar a ser la chica más hermosa y popular de la escuela. Claro, nunca como yo ¡Pero sé que llegarás lejos!

–Por favor, no me hagas vomitar –le recriminó Lana.

– ¡Cállate! –le gritó Lola furiosa.

– ¡Cállate tú! –le respondió su hermana en el mismo tono.

Estaba de armarse una de las tantas peleas entre las gemelas, cuando Lincoln intervino.

– ¡Basta! –les ordenó– Lo que importa es que hoy Lily tendrá su primer día de clases, y debemos darle ánimos para la nueva etapa que está por comenzar.

–Chicos, les agradezco a todos su apoyo –la pequeña se volteó, y les dio una sonrisa a todos–. ¡Estoy muy ansiosa por mi primer día de clases! ¡Quién sabe qué clases de aventuras viviré en este día! ¡Ya no puedo esperar!

–Ya te dije que no es algo de qué alegrarse –le respondió Lisa intentando apagar la emoción de su hermana, misión en la que fracasó rotundamente al ver que la sonrisa de Lily no diezmaba.

–No importa hermana, haré que la escuela sea digna de alegría –le respondió.

– ¡Esa es mi hermana! –exclamó Lana dándole unas palmadas en la espalda. Desde la partida de las hermanas mayores de la familia, Lily ha conseguido una estrecha relación con Lana, ya que ambas adoran jugar en el exterior, inmersas en la naturaleza. La pequeña muchas veces la acompañó a cazar lagartijas en el parque, y a capturar insectos que se movían en el patio.

–Es hora de irnos –la tétrica voz de Lucy interrumpió la celebración de los hermanos Loud, y de paso les dio un gran susto.

Luego de eso, todos subieron a la vieja y confiable "Vanzila". Sus padres habían salido temprano a sus respectivos trabajos, y Lincoln debió hacerse cargo. El muchacho ya de diecisiete años, tenía licencia de conducir, y por ende subió en el asiento del conductor, introdujo la llave, encendió el motor de la furgoneta, y comenzaron a viajar rumbo a la primaria de Royal Woods.

Tras la partida de sus cinco hermanas mayores, Lincoln quedó como el hermano mayor, a cargo de cuidar y apoyar a sus cinco hermanas menores, que al igual que él, aún no terminaban la escuela.

Las cuatro chicas Loud menores conversaban alegremente en los asientos traseros del vehículo, mientras que Lucy se encontraba tranquilamente instalada en el asiento del copiloto, y Lincoln estaba concentrado en el camino. El ruido de la música de la radio de mezclaba con el del motor, la conversación de las chicas y el ruido del tránsito.

De pronto el teléfono de Lincoln comenzó a sonar. El muchacho a tientas comenzó a buscarlo abriendo la guantera.

–Yo contesto –se ofreció Lucy sacando el celular antes que su hermano–. ¿Aló? Sí… Vamos de camino… ¿Con ella? Sí. Le voy a decir.

Acto seguido, la joven se volteó hacia los asientos traseros y estiró su brazo con el teléfono en su mano.

–Lily, es para ti –anunció–. Es de Lori.

Al oír eso, la menor, quien se encontraba en el asiento del fondo, pasó por sobre los asientos y las gemelas hasta llegar junto al celular.

– ¿Aló? ¡Lori! ¿Cómo estás? –contestó con alegría– Yo estoy bien... Sí… Sí… Voy camino a la escuela… Sé que llegaremos a tiempo… Sí, estamos todos reunidos… ¡Gracias Lori! ¿Cuándo vas a venir?... ¡Genial! ¡Estaré contando los días!... Está bien… Un abrazo para ti también. ¡Adiós!

–Dice que vendrá para Navidad. ¡Les mandó saludos a todos! –agregó dirigiéndose a sus hermanos mientras le entregaba el teléfono a Lucy.

– ¿No crees que falta mucho tiempo? –preguntó Lana.

–Ya saben que Lori es una persona ocupada –intervino Lincoln sin dejar de mirar al frente.

–Lo sé –respondió Lily sin perder su entusiasmo–. ¡Ya no puedo esperar hasta Navidad! ¡Cuando estemos todos los hermanos Loud reunidos!

–Ehm ¿Recuerdas que hace cinco minutos estabas emocionada por tu primer día de clases? –le recordó Lana.

– ¡Es verdad! ¡Lo estaba olvidando! –respondió la pequeña un tanto avergonzada– ¡Pero sé que este día será lo máximo!

–Cielos. ¿Es que nunca se te apagará ese entusiasmo? –se quejó Lola un tanto aburrida por la actitud de Lily mientras se miraba las uñas.

–Y eso que no la han visto después de consumir altas dosis de sacarosa –agregó Lisa, quien estaba oculta detrás de un grueso libro de anatomía–. De azúcar –agregó al recibir tantas miradas de extrañeza.

El viaje a la Primaria Royal Woods se hizo corto. En menos de cinco minutos, "Vanzila" estaba estacionado en la entrada del recinto.

–Y… llegamos –anunció Lincoln mientras jalaba el freno de manos–. Bueno Lily, te deseo un grandioso primer día de clases. Y para las demás les pido que cuiden de su hermanita, y que se porten bien. ¡Y no quiero problemas al regreso!

Las gemelas bajaron rezongando del furgón, seguidas por Lisa, quien no despegaba su rostro del libro, y Lily, quien con un rostro lleno de sed de aventuras, observaba hasta el más mínimo detalle del entorno que le rodeaba.

Atrás quedó la furgoneta, que luego de cerrar sus puertas, se alejó rumbo a la secundaria con Lucy y Lincoln. En la entrada del edificio había mucha gente. La mayoría eran niños. Algunos lloraban aferrándose a las piernas de sus madres, otros se abrazaban entre ellos en un emotivo reencuentro tras las aventuras del verano, y otros simplemente se reunían a conversar estorbando el paso.

–Camina –le dijo Lola a su hermanita mientras la empujaba para que se moviera.

Lily no dejaba de observar todo, sin querer perderse ni el más mínimo detalle de su entorno. La emoción por esta nueva etapa que estaba comenzando la dominaban completamente. Tal vez tenía demasiada emoción por su primer día de clases para el común de la gente. Incluso no era algo común para alguien de su edad. Se esperaba verla llorando asustada por esta desconocido aventura. Pero Lily Loud nunca le temió a lo desconocido. Para ella era una nueva y grandiosa aventura, como si los doce años de escuela que le esperaban fueran pan comido.

Se adentraron por los pasillos cubiertos de casilleros. La pequeña se acercó a uno de ellos, y comenzó a girar la rueda de este, riéndose por el ruido que provocaba al hacerla girar.

–Vamos Lily –Lana la sacó de allí sujetándola de la mano.

– ¿Qué era eso? –le preguntó la pequeña con curiosidad.

–Es un casillero –respondió mientras la guiaba por el laberinto de pasillos.

– ¿Podré tener un casillero?

– Si, te asignarán uno.

Las cuatro hermanas Loud siguieron recorriendo los pasillos de la escuela. Había mucha gente, dándole vida al lugar. Lily estaba emocionada dándose vuelta para no perderse detalle alguno, y en más de una ocasión estuvo a punto de tropezarse.

–Contrólate niña –le ordenó Lola. Orden que Lily decidió obedecer. Ella al igual que el resto sabía de lo que podía ser capaz chica.

Así siguieron las cuatro juntas hasta el final de ese pasillo.

–Bien, hasta aquí las acompañamos –anunció Lana–. Lola y yo debemos irnos a nuestro salón. Lisa. ¿Podrías ir a dejar a Lily a su salón? ¿Lisa?

La aludida estaba tan inmersa en su enorme libro que ni siquiera se había percatado que su hermana le estaba hablando.

– ¡Lisa! –Lana le gritó mientras le arrancaba el libro de entre sus manos– Ve a dejar a Lily a su clase –le ordenó.

–Está bien –respondió con fastidio mientras recuperaba su libro.

–Lily, te deseo lo mejor para tu primer día –le dijo Lola dándole un abrazo–. Y recuerda, si hay un bravucón que te moleste, no dudes en llamarme –agregó terminando el abrazo con una sonrisa maliciosa.

–Y también a mí –agregó su gemela con la misma mirada, golpeando su palma izquierda con su puño derecho.

Las chicas se despidieron. Lana y Lola se fueron por el pasillo de la izquierda, mientras que Lisa y Lily se fueron por el de la derecha. Lily nuevamente comenzó su actividad de inspección de todo lo su entorno mientras que su hermana nuevamente se enfrascó en su enorme libro.

–Señorita Loud –Lisa terminó chocando frente a frente con una señora con cara de muy pocos amigos–. Ni siquiera toca la campana del primer día de clases y ya está metida en uno de esos libros que no le corresponden.

Era una mujer alta y delgada. Con un traje de dos piezas azul marino y una blusa perfectamente blanca, daba a entender que era una importante autoridad en la escuela. Pero su mirada llena de furia tras sus anteojos con un marco delgado y dorado fácilmente atemorizaría a cualquier niño. Pero Lily la miraba con curiosidad, desde su moño de tomate en la cabeza, su nariz alargada casi como de bruja, hasta sus zapatos de taco alto y tan delgado que amenazaba con quebrarse de solo mirarlo.

–Señora Springler–respondió Lisa sin inmutarse–, es solo un libro de anatomía básica. Cualquier estudiante de medicina debería sabérselo de memoria.

–Pero usted no es una estudiante de medicina –le refutó la señora.

–Lo sería si no tuviera que venir a esta prisión de adiestramiento mental –contestó la pequeña molesta–. Le recuerdo que tengo un doctorado en ciencias de la Universidad de Michigan –agregó sacando a luz sus credenciales.

–Sus títulos no sirven de nada en esta escuela –respondió la mujer ajustándose los lentes–. Mientras venga a esta escuela, usted le seguirá el ritmo de sus compañeros. Y para asegurarme de eso, me llevaré esto conmigo –dicho esto último, la señora le arrancó el libro de las manos a Lisa y se lo colocó debajo del brazo. En eso el timbre retumbó por toda la escuela.

–Será mejor que se dirija a clases antes que sea demasiado tarde y –recién en ese minuto la señora Springler se fijó en la presencia de Lily, quien no la dejaba de mirar sus ojos completamente abiertos–… y esta jovencita. ¿Quién es?

–Es Lily, mi hermana. Viene por su primer día de clases –Lisa se adelantó presentándola. La señora Springler la analizó de arriba abajo mientras ella le daba una inocente sonrisa.

–Bien, será mejor que se apresuren –dictaminó finalmente.

–Guau… qué aguafiestas –opinó Lily mientras se alejaban.

–Sí. Ese es solo el comienzo –le advirtió Lisa mientras comenzaban a caminar junto al resto de los estudiantes.

–Pero eso no es justo ¡Debemos recuperar tu libro! –exclamó Lily con decisión.

– ¡No! –exclamó Lisa deteniéndose en seco– Ehm… ya debes entrar a clases. Además, tengo varios libros de esos en casa. Y… no quiero que te metas en problemas en tu primer día de clases –insistió rogándole.

–Pero Lisa… –insistió Lily.

– ¡Pero nada! –exclamó– Ahora te vas derecho a tu clase. Después veremos el asunto del libro.

A regañadientes, Lily se dirigió a su sala de clases. Hubiera encontrado mucho más entretenido –y justo– ir en búsqueda del libro de Lisa. Esa sí que sería una aventura digna de contar, además de poder ayudar a su hermana.

Mientras se instalaba en un puesto vacío en el medio del salón, entró la maestra de la clase. Era de aspecto similar a la señora Springler salvo que llevaba un traje color beige y no usaba lentes. Entró junto con la señora Springler, quien le susurraba algo al oído mientras aún tenía el preciado libro bajo el brazo. Aquella escena hacía ver a la futura maestra de primer grado como un plagio barato de la señora Springler.

Lily no se percató que ambos buitres tenían los ojos fijos en ella mientras se pasaban por lo bajo el dato de tener ante ellas a una Loud más. La pequeña tenía los ojos fijos en el grueso libro de anatomía, mientras pensaba en miles de fantasiosas estrategias para arrebatárselo de sus esqueléticas manos.

–Buenos días niños –se presentó la maestra mientras que la señora Springler abandonaba el salón. Lily sintió la necesidad de seguirla, pero una aguda mirada de la profesora la dejaron petrificada–, soy Doroty Lorentz, para ustedes señorita Lorentz.

Al ver la nula reacción de sus estudiantes, la profesora se sintió satisfecha y continuó con su discurso:

–Sé que para muchos de ustedes, este es su primer día fuera de casa, para otros, ya habrán pasado por el jardín de niños. Pero para todos –continuó mientras comenzaba a pasearse por entre los asientos–, debo informarles que la escuela es un lugar completamente diferente. Ya no se dedicarán a jugar como lo hacían en sus casas o en el preescolar. Este es el minuto en el que ustedes deberán aprender a tomar responsabilidades, a estudiar con consciencia, y a buscar el aprendizaje. ¿No es cierto, señorita Loud?

Al minuto de formular la pregunta, se encontraba frente al pupitre de la aludida. Con todo su porte, la maestra proyectaba una enorme sombra sobre la pequeña, mientras que Lily la observaba con los ojos totalmente abiertos.

La niña no se había percatado que al pronunciar su apellido, toda la clase se volteó a verla. Más de algunos comenzaron a cuchichear entre sí. Lily aún no tenía conciencia de la fama que sus diez hermanos mayores le habían dejado en la escuela.

–Mi hermana Lisa hace todo eso, y le quitaron su libro –respondió valientemente. El libro de Lisa era lo único que tenía en mente.

– ¡Pero miren qué tenemos aquí! ¡Una pequeña rebelde! –respondió con burla la profesora mientras caminaba al frente– Llevo veinticinco años en esta escuela y he visto desfilar a todos tus hermanos por este salón. Menos mal que tú eres la última. ¿No es verdad?

La pequeña asintió con la cabeza, mientras que la profesora continuó.

–No sé quién de tus diez hermanos fue el más adorable. Si fue Luan con aquella graciosa broma de las estacas con las que casi acaba con mi vida. O las gemelas con sus bulliciosas peleas que me tuvieron un mes sin hacer clases con las dos piernas fracturadas. O ¡Ya sé! ¡Leni! Jamás en mis treinta años de carrera me había costado tanto enseñarle a alguien a leer. ¡Y ni hablar de Lisa! Tuvimos que reconstruir cinco veces el laboratorio de ciencias por culpa de sus peligrosos experimentos. ¡Y cómo no recordar a Lynn! Siempre queriendo jugar adentro del salón. No había clase en la que no terminara inconsciente por culpa de sus pelotazos.

– ¿Y qué hay del resto? –preguntó la pequeña con inocencia tras un incómodo silencio del que no se percató.

– ¿Acaso quieres más? –gritó la profesora comenzando a perder la paciencia– El punto es que este años usted no se me va a pasar de lista –dijo eso apuntando con su huesudo índice a Lily–. Ni nadie aquí va a hacer lo que se le antoje. No quiero bromas, berrinches, lloriqueos, pereza, juegos ni disturbios. En este salón venimos a estudiar, y es lo que vamos a hacer. ¡¿Está claro?!

El curso quedó en un gélido silencio.

– ¿No los escucho? –insistió la maestra.

– ¡Sí, profesora! –exclamó el curso a coro.

–Muy bien –la profesora, una vez satisfecha, se sentó en su escritorio, y se agachó en búsqueda del libro de literatura en el cajón de más al fondo.

En ese minuto Lily se volteó, y se encontró con un chico que no había visto cuando se sentó. De tez blanca, el pelo corto y negro, ojos negros y pequeños, la miraban con una sonrisa maliciosa.

De su chaqueta negra sacó un tubo de lápiz de pasta, y arrancó una hoja de su pequeña libreta sin hacer ruido. De la hoja que había sacado, le sacó varios pedacitos los cuales él apuñó formando al menos una docena de pequeñas bolitas de papel que luego se metió en la boca. Tras masticarlas un rato y llenarlas de baba, puso el tubo en su boca y comenzó a dispararlas contra la profesora.

Con terror, Lily vio la excelente puntería del muchacho. La docena completa de proyectiles cayeron todos directo al rostro de la maestra, quien con una mueca de asco cayó de la silla, y retrocedió hasta que su espalda chocó con la pared. Gritaba como si un perro le hubiera vomitado encima, revolcándose asqueada mientras se quitaba los proyectiles de la cara con brusquedad.

Tras el duro discurso de la maestra, ninguno se atrevió a reír ante la escena, a pesar que la mayoría se habría muerto de la risa en otro contexto. Incluso Lily se tragó su risa y su ánimo al ver a la maestra con una mirada furiosa acercarse a su puesto.

– ¡Tú! –le gritó hasta casi romperle los tímpanos– ¡A la sala de castigo! ¡Ahora!

– ¿Yo? –a Lily le costó reaccionar. No se había percatado que el muchacho del puesto del lado había colocado sutilmente el tubo de lápiz sobre su mesa.

– ¿Es broma? –gritó la profesora Lorentz perdiendo los estribos– No llevamos ni cinco minutos de clases y ya comenzaron las travesuras de la familia Loud. ¡Estás castigada! ¡Ve a la sala de castigo!

–Pero yo no fui… –insistió la pequeña inútilmente.

– ¡Ahora! –la orden final de la maestra fue tan fuerte y dura, que ni Lily pudo seguir replicando. Tomó su mochila, y a paso lento la pequeña abandonó el salón. Mientras el verdadero culpable sonreía sínicamente.

Mientras buscaba la sala de castigo. Lily sentía un peso en su corazón, y un nudo en la garganta. Todo su ánimo y esperanza la habían abandonado. Nunca la habían inculpado injustamente, ni siquiera sus hermanos, y eso le dolía. Le dolía más que cualquier cosa que haya vivido en sus seis cortos años.

Luego de media hora de paseo por entre los pasillos de la escuela, finalmente y sin saber cómo, llegó ante una puerta con un letrero que anunciaba la sala de castigos.

Entró y se sentó en un puesto vacío sin hacer ruido. Luego sintió el silencio reinante del lugar. No había nadie vigilándolos, y con ella solo se encontraba…

– ¡Lana! –exclamó sorprendida al verla.

– ¿Lily? ¿Qué haces aquí? –preguntó extrañada.

–Me inculparon de algo que no hice –respondió con tristeza agachando la mirada.

–Eso ya lo sé –una voz detrás de ella obligó a ambas chicas mirar hacia el fondo del salón. Allí se encontraba el mismo muchacho que la había inculpado, con aires de grandeza, y los pies sobre el pupitre–. Para haber sido castigada hace más de media hora, te diste un largo paseo.

– ¡Tú! –exclamó enojada– ¡Tú hiciste que me castigaran!

–Ya te dije que lo sé –respondió con tranquilidad–. Pero gracias a eso ahora podrás recuperar el libro de tu hermana –dicho esto, el chico apuntó con su dedo hacia un estante que había junto a la ventana. Era un estante con puertas de madera y cerrado con llave.

Lily aún no lograba comprender todo lo que acababa de suceder. Lentamente se acercó al enorme estante, que parecía estar herméticamente sellado.

– ¿Estás seguro que el libro está aquí? –le preguntó.

–Es el estante de los objetos requisados –le explicó mientras se acercaba a su lado–. Si la señorita Springler le quitó ese libro, sin duda está aquí. Por cierto, soy Jim –tras su presentación, el muchacho estiró su mano.

–Hola, soy Lily –respondió la pequeña estrechando su mano y olvidando por completo el enojo que tenía con el chico hasta hace solo un instante–. Por cierto ¿Qué haces aquí? ¿También te castigaron?

–Hacer enojar a la señorita Lorentz es demasiado fácil –respondió el muchacho mientas inspeccionaba meticulosamente el estante.

–Veo que ya conocieron a la señorita Lorentz –intervino Lana–. Esa vieja es muy enojona.

– ¿Y por qué no me lo advertiste antes? –exclamó Lily indignada por la falta de aviso.

– ¡Te lo dijimos como veinte veces durante el fin de semana! –exclamó Lana– Pero creo que estabas en Narnia o algo por el estilo porque parece que nunca nos escuchaste.

–Bueno… quizás estaba un poco… demasiado ilusionada por mi primer día que… al final creo que… no escuché –respondió avergonzada por su propia actitud.

–No tiene nada de malo eso –la animó Lana con un par de palmadas por la espalda–. Pero para la próxima vez presta más atención a lo que te decimos.

–Creo tener una idea sobre cómo abrir esto –interrumpió Jim–. ¡Esperen aquí!

Acto seguido el chico salió corriendo del lugar. Las hermanas lo vieron irse extrañadas, sin sospechar siquiera en el plan que tenía en mente.

Inmediatamente después se escuchó una alarma. Era diferente al timbre que se escuchó cuando comenzaron las clases.

– ¿La alarma contra incendios? –preguntó extrañada Lana. Ella conocía perfectamente ese sonido. Ya fuera por falsa alarma, o una real, se encontraba familiarizada con aquel sonido.

En eso Jim regresó con un hacha en sus manos. Era casi de su estatura. Con el mango de madera barnizada, y el fierro pintado de un rojo brillante.

– ¡Claro! Al sacar el hacha contra incendios de su sitio, activaste la alarma. ¿Verdad? –concluyó Lana al ver el hacha. Mientras Jim se abalanzó contra el estante, y le dio un hachazo a la puerta.

– ¡Jim! ¡¿Qué rayos haces?! –preguntó Lily sorprendida al ver que preparaba el segundo golpe.

– ¿Quieres abrir este mueble? –respondió mientras le daba otro golpe, rompiendo aún más la puerta.

– ¡Tienes que darle a la cerradura! –le aconsejó Lana.

Tras aquel consejo, Jim apuntó su tercer golpe directo a la cerradura, la cual cedió con facilidad. La puerta se abrió, dejando ver un montón de cosas diferentes confiscadas en su interior. Lily de inmediato encontró el grueso libro de anatomía de Lisa sobre una de las repisas más altas.

– ¡Allí! –exclamó la pequeña al ver el libro.

–Está muy alto –concluyó Jim.

De inmediato Lana levantó a su hermanita y la instaló sobre sus hombros. Ambas juntas tenían suficiente altura como para alcanzar aquella repisa tan alta. De inmediato Lily tomó el libro, y luego Lana la bajó hasta el suelo.

– ¡Rápido! –gritó Jim al ver desde la entrada como el caos se había apoderado de los pasillos. Cientos de estudiantes desesperados corriendo hacia la salida, mientras que la alarma no pensaba en tranquilizar los ánimos.

Lily guardó con rapidez el libro en su mochila y se apresuró a salir junto con Lana y Jim, mezclándose con el barullo. El libro le pesaba de sobre manera. "¿Cómo rayos Lisa podía sostenerlo por tanto rato?" pensaba mientras escapaba.

Toda la escuela se reunió en la entrada de la escuela, mientras que los bomberos se estacionaban y bajaban en busca de la emergencia. Lily y Lana se reunieron junto con el resto de sus hermanas, mientras que Jim las seguía a cierta distancia.

–Muy bien, es hora de descubrir al culpable de esta emergencia. ¿No es cierto, señorita Loud? –la señora Springler se acercó a Lily por detrás. La chica se asustó al verla, y al voltearse con rapidez, el peso de su mochica provocó que se cayera de espaldas.

–Y estoy segura que usted está detrás de todo esto –continuó lanzando su acusación frente a la pequeña.

– ¡No es verdad! –Lana saltó a defenderla.

– ¡No puede acusarla sin pruebas! –agregó Lola.

–Pues si quieren pruebas. ¿Tendrían el favor de entregarme la mochila de la acusada? –preguntó la mujer estirando su huesuda mano.

Ante esto Lily se sentía atrapada. Comenzó a sudar frío, en especial ante la mirada inquisidora de aquella bruja. Casi sin darse cuenta, la señora Springler le arrebató la mochila, la abrió, y de su interior sacó la prueba que según ella necesitaba: el libro de anatomía.

–Creo que ante una fechoría de este nivel, la jovencita merece la expulsión de esta escuela –prosiguió la señora Springler con aires de triunfo–. Hablaré con el director para tramitar su castigo.

– ¡Expulsión! –Lily gritó aterrada. Jamás pensó que su primer día de clases iba a terminar de forma tan nefasta. No podía imaginarse que pudiera ocurrir algo peor.

– ¡Esperen! –intervino Jim acercándose a ellas a toda velocidad– Lily es inocente. Yo encendí la alarma contra incendios. Y yo saqué el hacha contra incendios para abrir el estante de la sala de castigos y sacar el libro.

– ¡Qué hiciste qué! –gritó la mujer superando su propio record de furia– ¡Jovencito, esto es imperdonable!

– ¡Chicas! ¿Qué sucede? –Lincoln llegó corriendo a más no poder. Apenas se enteró del incendio, de inmediato salió de clases en su escuela secundaria, y llegó en la furgoneta familiar hasta la primaria Royal Woods, preocupado por el bienestar de sus hermanas.

–Señor Loud, qué bueno que vino –le dijo la señora Springler con tranquilidad–. Justo necesitaba hablar con usted acerca de la última travesura de sus hermanas. ¿Me puede acompañar hasta mi oficina?

– ¡Señora Springler! –exclamó sorprendido ante la repentina presencia de ella– ¿Qué hicieron esta vez?

–Pues la señorita Lily Loud fue sorprendida robando este libro del estante de objetos requisados de la escuela –respondió mostrándole el libro.

El muchacho sorprendido, observó el título de la portada, y luego miró a sus hermanas. Lily no se atrevió a responderle la mirada. La señora Springler explicaba las cosas de manera tan acusativa que ella ya se estaba creyendo que había cometido un pecado mortal.

–Está bien –respondió nervioso el chico. Desde que había asumido el mando de hermano mayor tras la partida de Lynn, se había hecho cargo de hablar con los maestros de sus hermanas menores, y casi siempre lo llamaban por alguna travesura grave que habían cometido. Aunque hasta él se había sorprendido lo rápido que Lily había conseguido caer en eso.

–Bien chicas, iré a hablar con la señora Springler. Ustedes vayan a la van ¡Ahora! –le ordenó a sus hermanas con voz de mando.

Sin chistar, las cuatro hermanas menores se dirigieron a paso lento hasta Vanzila, mientras que la señora Springler llevaba a la rastra a Jim acompañada de Lincoln. Lily más que nadie se encontraba deprimida. Solo quería una nueva y grandiosa aventura, y sin darse cuenta, la escuela había quedado de cabeza en menos de una hora. Y lo que más le pesaba, era que aun así no había podido conseguir el libro de Lisa.

–Te dije que no te metieras en problemas por culpa de ese libro –le recriminó Lisa una vez todas a bordo del vehículo–. Simplemente no vale la pena tu expulsión por eso.

–Lo sé –respondió Lily a punto de llorar. A Lisa no le importó mayormente, y siguió de brazos cruzados dándole una mirada muy severa.

–Por el lado bueno, las clases terminaron temprano –comentó Lola.

–Y me alcanzaron a castigar por ese lagarto –agregó Lana con pesar–. Lástima que se escapó. Quería llamarlo Gilberto.

–Lana ¡Era horrendo! –replicó Lola.

–Qué a ti te parezca horrendo no significa que lo sea –refutó su hermana.

– ¿A sí? Y si era tan bello. ¿Por qué te castigaron?

–Ya basta las dos –intervino Lucy, quien se encontraba tan tranquila en el asiento del copiloto, que nadie se había percatado de su presencia hasta entonces, llevándose un enorme susto–. Tenemos que esperar a que Lincoln regrese.

Tras media hora de espera, las chicas finalmente vieron salir a su hermano mayor de la escuela. Llegó hasta la furgoneta y se sentó tras el volante. Todas sus hermanas se encontraban expectantes ante lo que tenía que decir.

–La señora Springler no ha cambiado su actitud en todos estos años –dijo tras un suspiro.

–Y… ¿Aún sigo expulsada? –a Lily le costó formular esa pregunta.

–Ya no –respondió mirándola a través del espejo retrovisor–. Ese niño confesó ser el culpable de lanzarle los proyectiles a la señorita Lorentz. Y yo la convencí de que si no te hubieran enviado a la sala de castigo, no habrían activado la alarma contra incendio, y nada de esto habría ocurrido.

– ¿Entonces expulsarán a Jim? –volvió a preguntar la pequeña con preocupación.

–Hablarán primero con sus padres –respondió Lincoln–, pero dudo que lo expulsen. Las gemelas han hecho cosas peores y nunca fueron expulsadas.

Lily se sintió aliviada. Al final las cosas no habían salido tan mal para ser el primer día de clases.

–Ah, y una cosa más –el muchacho abrió su mochila, y de entre sus cosas sacó un grueso libro.

– ¡Mi libro de anatomía básica! –exclamó Lisa emocionada mientras se lo arrebataba de las manos.

–Para la próxima trata de traer libros más pequeños –le aconsejó su hermano.

–O léelos desde un celular –agregó Lola mostrándole su Smartphone último modelo.

–Sabes que las pantallas luminosas pueden acortar mi visión en un ochenta y cinco por ciento –respondió Lisa ajustando sus anteojos. Dato que provocó la risa de todos los presentes.

Lincoln arrancó la furgoneta, y Lily veía desde el asiento de atrás cómo se alejaban de la escuela. Para haber sido el primer día, había sido una gran aventura. Y nuevamente la emoción se apoderó de ella, esperando con ansias el segundo día.


No tengo ni fruta idea sobre cuando volveré a actualizar. Trataré que sea lo más pronto posible. Aprovecho de enviarles un saludo para esta noche de brujas, y espero que coman muchos dulces y se diviertan. El próximo episodio estará relativamente relacionado sobre el tema, aunque no creo que sea tanto de terror. Bueno, depende de lo que escriba. ¡Hasta entonces!

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