— ¿Habrá una segunda oportunidad? — se preguntó la nieve que se derretía cada segundo por amor, uno prohibido que si no lo controlaba la terminaría por desaparecer.
— ¿Habrá perdón a lo que te he hecho? — el viento se hacía esta pregunta en sueños que a decir verdad eran pesadillas merecidas por su deslealtad.
— ¿Y qué haré ahora? — se cuestionaba a sí mismo el pequeñísimo fuego fatuo reflexionando su actuar.
Se encontraban esparcidos, alejados… Solos.
Unidos únicamente por la sangre y la soledad que poco a poco los arrastraba al abismo en el que, si no tocaban fondo, jamás podrían salir de él.
