Disclaimer: Beyblade y sus personajes NO ME PERTENECEN.

Este fic contiene YAOI. Puede haber varias parejas pero la principal será BrooklynxKai. El LEMON irá más adelante y puede haber una que otra muerte y escenas varias de connotación algo cruda. Por el momento no hay de qué preocuparse porque no he comenzado con mis desvaríos propiamente tal, haha. Espero les agrade este fanfic y lo comenten.

Este capítulo es meramente la introducción al fic, por cierto. Lo mejor se viene luego, así que disculpen si este prólogo está medio flojito...

¡Saludos!

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Prólogo

Capítulo I

Llovía. Las gotas de agua caían desde el opaco cielo, estrellándose arrítmicas y melancólicas sobre el techo y capó del auto negro que, velozmente, se abría paso entre la niebla aglomerada en una solitaria carretera ese nublado día de Enero.

El sonido de la lluvia y el rugido de los truenos descompasaban los latidos del corazón del joven que manejaba aquel vehículo. Su pulso se aceleraba de súbito al escuchar el estridente ruido proveniente desde el cielo, pero no hacía nada por evitarlo. La radio seguía apagada.

Paseaba atento sus ojos de un lado a otro de la carretera, y se aferraba con fuerza al manubrio como si la vida se le fuese en ello. Sudaba a pesar del frío que hacía, pero pretendía siempre verse estoico, imperturbable, jamás admitiría que estaba nervioso, ni mucho menos asustado, porque "miedo" era una palabra que simplemente no iba con su nombre ni personalidad; Kai Hiwatari.

Tenía 23 años, el cabello azul oscuro y los ojos de un atípico color carmesí. De sangre rusa y japonesa, solía siempre ser el más callado y frío de cualquier grupo en el que se le incluyera, y no se dejaba influenciar por nada ni por nadie. Hace no mucho que había egresado de la Universidad de Osaka, estaba graduado en enfermería y ahora iba camino a su primer trabajo, a las afueras de la ciudad misma en la que se había graduado.

"-… un manicomio Kai, a las afueras de la ciudad. Van todos los hijos e integrantes de familias adineradas con problemas serios, ¿sabes? Son internados ahí para que dejen de estorbar en la sociedad. –Yuriy Ivanov, un amigo de infancia de Kai hablaba serio, como siempre, a través de la línea del teléfono. – Es algo duro, tendrías que hacerte cargo de uno o dos locos, y es un trabajo a tiempo completo prácticamente, puedes salir a la ciudad sólo una vez a la semana durante dieciséis horas.- Ivanov escuchó un suspiro de hastío desde el otro lado de la línea, a lo que añadió rápidamente más detalles.- Pero tienes todas las comodidades; tu habitación propia, TV por cable, Internet, teléfono, agua caliente, comida… y te pagarán muy bien… - Suponía que Kai rechazaría de todos modos la oferta de trabajo que le acababa de hacer. Por lo mismo su sorpresa no fue menor cuando oyó desde el otro lado de la línea…

-Bien, dime cuándo empiezo.-"

Y ahí estaba Hiwatari, conduciendo a 100 km/h por esa carretera hacia ningún lugar en medio de una tormenta de los mil demonios y maldiciendo el clima, mientras apretaba la mandíbula y aceleraba paulatinamente, malhumorado, con la esperanza de acortar más el tiempo de viaje.

Luego de cuarenta minutos, de apoco dejó de llover tan copiosamente y sólo unas repentinas gotas caían sobre el parabrisas del vehículo. La neblina se había ido y el silencio de su alrededor comenzaba a perturbarle, algo extraño en él, que siempre era tan callado.

¿Se estaba sugestionando con ideas de un manicomio lleno de fantasmas, situaciones escalofriantes, o algo así? Sí, debía ser eso, aunque no lo veía caso a sugestionarse con nada. Después de todo, el lugar era especial para sujetos ricos, por lo cual la decoración debía ser bastante elegante. Se estaba figurando un sitio acogedor, con chimeneas y tapices de colores suaves, muebles impecables, aseo que nada tenía que envidiar a una casa de gobierno.

Pero… ¿Y la tensión, el ambiente del lugar? Há, ¡qué tonterías! ¿qué clase de problemas podían tener un montón de niños ricos?. Sonrió ladino y se tranquilizó un poco al pensar en que tal vez su estadía no sería tan terrible, y se fue el resto del viaje así, imaginándose un manicomio que más bien parecía su casa soñada.

Cuando estaba en los últimos quince minutos de lo que se suponía que era el tiempo de viaje, logró divisar no muy lejos de él, al fin, un letrero que indicaba ciertas desviaciones, una de las cuales debía tomar para llegar a su destino. Suspiró cansado y condujo el vehículo durante el tiempo restante y logró divisar, no muy lejos de él, un sitio con altas paredes de color blanco. Frunció el ceño y aceleró un poco, quería ver pronto el lugar en el que estaría durante quién sabe cuánto tiempo.

Apenas estuvo cerca, no le desagradó lo que vio. Al menos el exterior no se alejaba demasiado de lo que él había imaginado. Las paredes blancas cerraban el recinto de forma rectangular, excepto en la entrada, donde había una portería pintada también de color blanco, con una puerta de rejas negras destinada al ingreso de personas a la derecha y un portón igual, para vehículos, situado a la izquierda.

Suspiró y apagó el motor, dejando el auto estacionado afuera para dirigirse a la portería. Caminó hasta llegar a la cabina del guardia del recinto, y antes de tocar la ventanilla, que estaba completamente empañada, echó un vistazo por entre los barrotes negros que cerraban su paso.

Notó que desde la reja cuyo ingreso era exclusivo para personas, se abría un camino en línea recta de cemento y piedras perfectamente circulares incrustadas en este, hacia la entrada a la casa donde tenían a los internos, y lo mismo con la entrada para vehículos, sólo que esta conducía hacia el estacionamiento, que poseía cuarenta lugares para coches, diez de los cuales estaban ocupados, uno de ellos por una ambulancia. Alrededor de los caminos de cemento y piedra, se extendían gran cantidad de áreas verdes, lugares de reposo, y, de fondo a toda la escena, un enorme edificio blanco de tres pisos, se erguía imponente ante los ojos de Kai Hiwatari.

Tragó saliva y tocó suavemente la ventanilla, la cual fue abierta casi al instante por un sujeto de unos cuarenta años, de notorios rasgos japoneses que comenzaba a quedarse calvo, cabello negro y ojos verde claro. Le sonrió amable a Kai, haciendo notar sus nacientes arrugas y se excusó por no haberle atendido antes.

-Mi nombre es Hideki Kaneshiro, y usted debe ser Kai Hiwatari, ¿no es así?, es la única persona a la que esperábamos hoy. ¡Vaya clima que hace! Espero que no haya tenido complicaciones en el viaje. –

Kai se limitaba a mirar al sujeto y a contestar con monosílabos. Nunca había sido de demasiadas palabras. Dejó que el guardia le tomara los datos, entró el vehículo, y rápidamente el hombre mayor le ayudó a cargar las cosas, que no eran muchas, al interior del recinto.

Kaneshiro no dejó de hablar hasta que llegaron al edificio, y se detuvieron en la recepción que tenía apariencia de sala de estar de la casa de una familia acomodada. Entre mullidos sillones color beige se encontraba una TV de última generación de la habitación y un mesón con un computador y otros artefactos electrónicos que le eran de utilidad a la persona que en ese momento se encontraba atendiendo al casi nulo público diario del lugar. En esta ocasión, una chica de unos 20 años, de cabello corto y castaño, que mascaba un chicle de fresa mientras hojeaba aburrida una revista de modas.

Al verlos entrar la tipa les miró desinteresada y marcó rápidamente un número en el teléfono que tenía al lado, habló escuetamente con alguien y tras cortar la comunicación, dijo maquinalmente con voz algo gangosa y hastiada.

-Kai Hiwatari, tu habitación es la 35i, en seguida te vendrán a buscar aquí para enseñártela y mostrarte el resto del recinto. -

Ante lo dicho por la muchacha Kai no sabía si agradecer o responder de la misma manera descortés en la que ella le había hablado, pero para ahorrarse problemas, prefirió guardar silencio y fruncir el ceño. El portero le sonrió amablemente y le dio un golpecito en el hombro.

-Vaya, eres nuevo y te dejan una tarea difícil, hehe. Luego nos vemos- le dijo como despido, y salió de ahí.

Kai no tuvo tiempo para asimilar su desconcierto ya que al minuto siguiente llegó un sujeto de cabello rubio, algo alborotado y de ojos azules. No parecía japonés en verdad.

-Kai Hiwatari…- comenzó a decir. Esto le molestaba bastante a Hiwatari. Todos sabían su nombre ya, pero él no tenía idea de nadie. Estúpidamente, eso le hacía sentir en desventaja.- … mi nombre es Mystel – le dijo cortés – puedes acudir a mí si necesitas ayuda en cualquier cosa. – Observó a Kai de pies a cabeza mientras tomaba su equipaje para ayudarle, pero Kai ya tenía cargando la gran mayoría de lo que había llevado al recinto. – Sígueme, te explicaré cómo son las cosas acá. –

Y comenzó a guiar al ruso-japonés por un gran pasillo de paredes blancas que conducía a la cocina, al comedor, a tres diferentes salas de estar en las cuales había muchas personas, una especie de gimnasio y una enfermería. Mientras avanzaban, Kai oía atento al rubio que hablaba tranquilamente sobre las condiciones del lugar.

En total eran 20 habitaciones para enfermeros (cinco vacantes) y 30 para pacientes (cinco vacantes también). Los pacientes ocupaban el segundo y primer piso, y los más peligrosos, que eran cinco, estaban aislados en una parte del segundo piso y tenían a su cuidado especialmente a un enfermero cada uno. Los encargados de aseo, cocina y recepción, se quedaban en una confortable casa ubicada en el patio trasero del lugar, junto con tres psicólogos y un psiquiatra que estaban ahí en caso de emergencia.

Kai apretaba con fuerza la mandíbula, evitando fruncir tan notoriamente el ceño. ¡El lugar ese era ridículamente enorme! Se notaba que era especial para ricos, ¡si cada uno de los internos era atendido casi de manera particular!

-Tu habitación- dijo finalmente Mystel- es la 35i…

- ¿Por qué "I"? – preguntó Kai, levemente confundido-

- Por cuidado Intensivo – dijo el rubio como si nada, para luego continuar- y estás encargado del paciente de la habitación 25i… El nombre de tu paciente es…

-Espera…- le interrumpió Kai- ¿estoy encargado de un paciente de cuidados intensivos?- preguntó sin disimular la molestia en su voz.-

-Este… ¿n-no te avisaron?- preguntó algo incrédulo-

-No, no me dijeron nada de eso.- Fruncía el ceño con dureza, observando al rubio como si quisiera estrangularlo con la mirada-

-B-bueno, veremos que podemos hacer, tal vez podamos cambiarte y…-

-Da igual… - dijo cruzándose de brazos y observando a algunos sujetos, mayores y menores, que iban de batas blancas paseándose por ahí- Dime ya dónde puedo dejar mis cosas.

-Este… sí, bien – se quedó de pie un momento, tratando de asimilar las cosas y luego continuó su camino.- Verás, los pacientes del área "I", que están en el segundo piso, reciben terapia 3 ó 4 veces a la semana. Tú debes encargarte de que tu paciente no descuide sus medicinas, mantenga su orden e higiene, no se haga daño y que coma bien. También debes hacerle compañía, claro… - guardó silencio por un par de segundos - Si no está muy mal pueden salir a dar una vuelta, incluso…- lo último lo había dicho tan bajo que daba la idea de que eso jamás iba a ser posible.-

Al llegar al cuarto 35i, Mystel se apresuró en abrir la puerta y dejarle el paso libre al ruso. Este entró marcando con fuerza sus pasos y observó a su alrededor, sin decir nada. La estancia tenía una cama de una plaza y media junto a una mesita de noche sobre la cual se encontraban una pequeña lámpara y un teléfono. Junto a la mesa de noche estaba una ventana que daba al patio trasero y frente a la cama, afirmada de la pared, en lo alto, una televisión por cable y bajo de ella una mesa de apoyo con una radio y un espejo. Había también un clóset donde cabía bastante ropa y junto a este un escritorio con su correspondiente silla, con un librero afirmado de la pared, sobre este. Por último, una puerta que daba hacia el baño particular que contaba con un lavamanos, el w.c. y una ducha, y al lado de la puerta, un reloj de pared. Kai no lo dijo, pero la estancia le había gustado mucho.

-¿Te agrada? – Preguntó el rubio con una leve sonrisa – es bastante cómodo. Tenemos hasta wi-fi. La contraseña, los números de recepción y todo está en un papel sobre el velador…- dejó la llave del cuarto sobre el escritorio y se preparó para salir- Bien, dejaré que acomodes tus cosas y volveré en media hora para presentarte a tu paciente antes de la cena. Estaré abajo, en una de las salas de estar. - Mystel se dispuso a salir, pero la voz de Kai lo detuvo.-

-No me dijiste cómo se llama el paciente.- dijo alzando ambas cejas-

-Ah, sí… - Dijo Mystel tornando su rostro amable en uno algo más serio.- Su nombre es Brooklyn Masefield…-