Holaa soy Yume y vine con un nuevo desafío con Natsukikocchi

Me demore siglos con este fic pero al fin lo tengo

(Siento que llorare de felicidad)

No es muy bueno pero espero que les agrade :3

N/A: Este fic es JeanxArmin pero tiene un poco de JeanxMarco)

Disifruten!


Hilo rojo

Recuerdo perfectamente la última vez que te vi. Las palabras que dijimos y las emociones que nos rodeaban. Lo recuerdo todo tan claramente, que creo ir tu voz en mi cabeza, una y otra vez, haciéndome esa pregunta que nos costó todo.

- Jean, ¿Crees en el hilo rojo del destino?

- Por su puesto que no…es solo un cuento de niños.

Era verano, y sonreías como siempre. Con esa amable y honesta expresión que mostrabas aun estando triste, y con la que siempre te recordare por el resto de mi vida.

Si tan solo te hubiera respondido "si" aquella vez, dejando de lado mi estúpido orgullo

¿Seguirías a mi lado?


Eras mi amigo, mi mejor y más preciado amigo. Nos conocíamos y comprendíamos mejor que nadie, o al menos eso creía hasta entonces.

Pero estaba completamente equivocado.

Nunca llegue a entender tus sentimientos hasta el último minuto. Esa tarde de verano, en donde me di cuenta por primera vez de la realidad que ignoraba por completo.

Te amaba Marco, pero fue demasiado tarde cuando me di cuenta.

Si no hubiera sido un cobarde. Si me hubiera percatado de mi amor por ti antes. Te habría abrazado en el mismo instante en que confesaste tus sentimientos por mí, en medio del atardecer, ignorando las miradas curiosas, e imposibilitándote cualquier intento de huir de mis brazos.

Pero lamentablemente las cosas no resultaron de ese modo. Estaba confundido, asustado. No comprendía lo que sucedía. Y antes de tratar de aclarar todo, escape como un gran cobarde.

Te deje solo y dolido en ese pequeño parque inundado de nuestras memorias de la infancia. Con esa sonrisa entristecida, y tus ojos enrojecidos por las lágrimas que forzabas a ocultar.

Hui dejándote solo. Tenía miedo de que las cosas cambiaran. Fui un idiota, sin embargo, aun así me perdonaste.

.

.

.

Te amaba.

Pero solo me percate de ello después de abandónate.

Evoque en mis memorias todos los momentos que viví junto a ti, y ahí fue cuando comprendí lo que realmente sentía.

Entendí el significado de esa sensación de molestia cada vez que eras amable con otras personas, o cuando las chicas coqueteaban contigo y te sonrojabas. O cuando dijiste que una de nuestras compañeras de clase se te confesó. Eran celos.

Ahora todo calzaba.

Pensaba que la razón por la que deseaba protegerte y estar junto a ti, era por nuestra amistad y la admiración que te tenía. Eras amable, más amable que cualquier otra persona que vaya a conocer. No importaba cuan sacrificada y dura fuera tu vida. Nunca tuviste resentimiento alguno, y eras feliz con el solo hecho de ayudar a tu familia y ver la sonrisa de tus hermanos pequeños. Tan benévolo como ningún otro.

Te quería a mi lado, ya que contigo nada me hacía falta. Ese sentimiento era un amor tan obvio que ahora me siento un imbécil por no haberlo visto antes.

Me dolió el haberte dejado ese día. Pero fue aún más desgarrador el que partieras para siempre.


Al día siguiente de la confesión, me dirigí a tu casa. Muy temprano y muy deprisa. Quería decirte lo más pronto posible mis sentimientos, que hasta tan solo la tarde anterior desconocía. Pero nadie respondió.

Llame durante horas. Toque el timbre como cien veces, y te deje muchos mensajes. Sin embargo, no hubo respuesta alguna.

Comencé a alterarme sin razón aparente. Di vueltas en círculos al frente de tu casa, y sentí que estaba apunto de atravesar la cerca de no ser por una anciana mujer que me contó todo.

Tuviste un accidente.

La noche anterior no volviste a casa. Tus padres te buscaron por horas, y llamaron a la policía desesperados. No había rastros de ti. Hasta que un hospital, cercano al parque en donde te vi por última vez, los contacto.

Un conductor ebrio te arrolló con su coche cerca de las dos de la madrugada. Nadie pudo entender la razón exacta del porque te encontrabas en ese lugar. Pero yo mismo asumí que se debía a lo ocurrido esa tarde de verano.

Corrí lo más rápido que pude, con el corazón en el puño. Quería verte, sano y con tu usual risa nerviosa, que usabas cada vez que te disculpabas por algún descuido cometido.

Pero no fue así.

Cuando llegue al hospital solo pude visualizar a tu madre en el pasillo. Llorando con un desconsuelo tan grande y desgarrador que afectaba a cualquiera que la viese. Mi pecho se sentía apretado y a punto de estallar.

Antes de poder acercarme a hablar con ella. Salieron los doctores contigo en una camilla. Estabas muy herido y apenas mantenías los ojos abiertos.

Sin pensarlo dos veces fui antes de que te llevaran al pabellón. Y grite tu nombre para que pudieras oírme claramente.

Como era de esperarse, las enfermeras y médicos me regañaron por mi actitud, incluso tu padre se molestó. No obstante, la única que logró entenderme fue esa mujer dulce y tan parecida a ti. Se acercó suavemente y me su susurró en el oído.

Dile todo lo que tienes que decir

Ella ya veía todo claro, por lo que contuve mis lágrimas y me aproxime a la camilla y acerque mi rostro.

- Es inusual verte tan agitado Jean…-musitaste con tus últimas fuerzas.

- No te esfuerces hablando idiota…solo escúchame- Conteste con desesperación- Lamento lo de ayer…en serio lo siento, ya que…también te amo.

Creo que esa fue la primera vez en mi vida que contemple semejante expresión. Tu rostro reflejaba tanta felicidad y paz, imposible de imaginar para alguien que estaba luchando con la muerte. De tus ojos corrían lágrimas, pero no de tristeza sino de placer absoluto. Y como siempre, en tus labios estaba esa sincera sonrisa que siempre me encanto, pronunciando una palabra tan simple y concisa, que me llevó a un mar de llanto.

"Gracias"

10:30 a.m. Marco murió por una hemorragia interna producto del accidente.

.

.

.

Todo era negro por donde sea que mirara. El cielo, la vestimenta de las personas, etc. No creía que llegaría el momento en que odiara tanto ese color, si es que se le podía considerar de ese modo.

Era inusual que lloviera tanto un día de verano. Por lo que parecía como si el mundo también hubiera estado triste por tu partida.

Mi querido amigo, la persona que amaba. Te fuiste sin dejarme hacer recuerdos contigo de nuestro amor.

Pienso que esa fue la época más oscura y difícil de mi vida, el tratar de superarte.

El tan solo recordar el funeral me revolvía el estómago. Acordarme de tu cuerpo sin vida dentro de ese ataúd, rodeado de personas entre las cuales se encontraban algunas que fingían sus sollozos y penuria, o de tus hermanos pequeños quienes con suerte comprendían el significado de la muerte.

Todo eso me aflige incluso hasta el día de hoy. Recordar cuando te fuiste para siempre, el llanto desgarrador de tu madre, las lágrimas hipócritas, y la impotencia y desconsuelo que me invadia.

Sin embargo fue allí cuando lo conocí.


Ya terminada la ceremonia fúnebre. Me aleje de lo más pronto posible de las personas presentes. Paseé bajo la lluvia por entre las tumbas sin rumbo alguno, hasta que llegue a una pequeña plaza en medio del cementerio, en donde me senté a meditar.

No tenía fuerzas para seguir. Sentía que sin ti toda mi vida había perdido sentido. Todo era mi culpa, y solo mía, cosa que realmente me fastidiaba. Y por más que lo pensara, me sentía culpable por haber sido de quien te enamoraste, ya que de no ser así, podrías haber sido feliz y no hundirte en la depresión que te llevó a la muerte.

De pronto, las lágrimas traicioneras que oculte con esfuerzo, escaparon de mis ojos y recorrieron mis mejillas y se mezclaron con las gotas de lluvia. Por más que trate de detenerlas, ellas caían una tras otra. Me odiaba a mi mismo, quería a Marco de vuelta, quería retroceder el tiempo y tenerlo nuevamente a mi lado, pero ya nada era posible, solo me quedaba el arrepentimiento.

- ¿Crees en el hilo rojo del destino?- fue lo que escuche de pronto

Me sobresalte. Esas palabras eran las mismas que me habías dicho una vez, pero ahora provenían de una voz completamente distinta.

Frente a mi apareció un muchacho de cabello rubio y ojos azules. Su estatura era baja y su rostro aniñado. Probablemente hubiera pensado que se trataba de un mocoso de no ser por mi propia perspicacia que me dio a entender que era alguien cercano a mi edad. Lucia tranquilo y me sonreía con compasión.

- Vete de aquí enano, no estoy de humor para responder estupideces.

- Si es tan estúpido ¿Por qué te sorprendiste tanto?- Replicó el rubio con un gesto inocente.

- No te importa.

El chico hizo una mueca de tristeza y se disculpó tímidamente con la cabeza. Se veía débil y sumiso, no obstante, algo misterioso lo rodeaba.

Probablemente, si no hubiera sido por ese chico nunca te habría superado Marco. Mi vida se habría acabado tal como la tuya. Sumergido en la desesperación y depresión del amor.

Pero él me cambió y me sedujo con solo su mirada.

Lo lamento Marco, pero debo confesar que con ese muchacho rubio, un trozo de mi corazón el cual te pertenecía, fue arrebatado.

- ¿Cómo te llamas? Mi nombre es Armin.

- Jean…y sinceramente no me interesa el tuyo.

- Mucho gusto Jean. Desde hoy estaremos unidos por el destino.


Bueno y aquí termina

¿Alguna opinión? Ojala les haya gustado :)

No es muy bueno, pero tratare de hacer el prox capitulo mejor

(P.D. Tsukiko probablemente te sentirás estafada porque no hubo casi nada de JeanxArmin, pero prometo subir el siguiente luego)

N/A: Se que hubieron muchas faltas de ortografía, repetición de palabras, etc. Pero fue porque quise subirlo lo más pronto posible y no lo corregí.

Prometo hacerlo pronto.