Parejas: A lo largo de la historia se iran revelando varias... pero la principal sera "Draco Malfoy y Hermione Granger"

Genero: Romántico.

Rating: K+

Libro: Saga Harry Potter.

Autor: Ali Rohan...

Aviso: AU y con personajes un poco OCC.

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de J. K. Rowlling excepto por algunos personajes de relleno creados por mí para la trama.


—Capitulo 1. Hermione.

Dio un trago más a su vaso de whisky, lo hizo girar y observó el ligero movimiento de hielos. Había perdido la cuenta de las noches que llevaba asistiendo a aquel bar, tal vez un par de días, ¿una semana quizás? o lo más probable poco más de dos meses, si, casi tres meses para ser exactos.

«Tres meses desde que ella le había abandonado... Tres meses desde que escuchó su último adiós.»

Y sin embargo ahí estaba él, tal y como la primera vez que la vio, sentado entre el público de aquel viejo bar, admirando su belleza, su oscuro cabello, ese que tantas noches había tocado, sintiendo que lo quemaba como el mismo fuego, rememoró todas y cada una de las noches en que la tuvo entre sus brazos, cada centímetro de piel que sus dedos tocaron, cada sabor que su boca había descubierto.

Escuchaba su voz, ella era una magnifica cantante, ella se adueñaba por completo del escenario, lo tomaba, lo hacía suyo, tal y como había hecho con él, se había metido bajo su piel, absorbiendo cada poro y molécula de su ser, y sin embargo, una vez que se cierra el telón, una vez que ella bajaba, dudaba que el escenario sufriera como lo hacia él, dudaba que se sintiera vacío tal como lo hacia él.

Pero ahí estaba, tras su cuarto trago de whisky, escondido entre el público, porque... por los Dioses Estrella, no podía permitir que ella lo viera en esa versión tan patética de su esencia.

Se suponía que él era uno de los hombres más importantes de Boston, uno de los abogados más imponentes que existían y al contrario de lo que una vez fue, ahora se parecía a cualquier hijo de vecino, había perdido su porte, su confianza, su seguridad y más importante aún, se había perdido a sí mismo.

Esa mujer había destrozado todo en él, había tomado a un hombre perfecto y había regresado a un patético intento de mierda, porque ni siquiera eso llegaba a ser, no creía llegar a ser una mierda decente.

Observó su vaso vacío, tan vacío como él mismo y su alma, no, él ya no tenía alma, tal vez nunca la tuvo, pero cuando estuvo con ella se permitió soñar con una.

Echó una rápida mirada al lugar, lleno de borrachos que ahogaban su soledad en alcohol, y que lamentaban una noche más sin compañía, y aunque al parecer ya debían estar acostumbrados, el catorceavo día del mes de Febrero les gritaba a la cara lo miserables que eran.

Le hizo un gesto con la mano al mesero, y este de inmediato se acercó a él y le relleno el vaso, él chico lo miro con pesar, tal y como hacia cada noche que lo observaba venir y admirar a su tortura personal.

—Buena noche Mr. Malfoy. —llamó el tío tratando de ser amable, pero lo sintió casi como un insulto, antes aquel pobre diablo temblaba con el solo hecho de verle, y ahora trataba de subirle el ánimo. Patético. Simplemente patético. ¿Tan bajo había caído ya?

Salió de aquel lugar tambaleándose al caminar, era la primera vez desde sus años en instituto que se ponía ebrio, caminó como pudo calle arriba, su piso no quedaba lejos y no se sentía en condiciones de conducir, podía estar ebrio, pero no era estúpido, aunque aquello se ponía a discusión últimamente.

Llegó a la esquina y se tomó de uno de los postes de luz, tal vez lo mejor era parar un taxi, el aire fresco lo estaba mareando más de lo que estaba, tan solo había bebido cuatro tragos, ¿o acaso fueron más? ¿no había llevado la cuenta correcta? y mientras estaba ahí parado, lamentado su existencia más de lo que había hecho estos últimos días, «La vio», estaba ahí, frente a él, en todo su esplendor, con sus largos cabellos, y su figura de bailarina, y lo mejor de todo, estaba tan solo a un metro de distancia. ¿Estaría soñando? ¿Acaso era un maldito espejismo? estiro su mano para comprobarlo.

—Pansy... —su nombre le supo a gloria en su boca, tenía tanto que no lo decía en voz alta, cada noche lo repetía como un mantra, en su mente y en su corazón, pero había olvidado la sensación de paz que le provocaba pronunciarlo. Ella sonrió, no una de esas sonrisas que ocupaban la mitad de su cara, esas que le devolvían la vida, sino una sonrisa más sutil, de esas cómplices que le dedicas a tu pareja en medio de un salón lleno de gente.

—Para ti puedo ser quien tu desees, incluso podría ser la reina de Francia. —ella volvió a sonreír divertida ante su mirada de incredulidad, dejando salir unas risas cortas de entre sus labios.

—Yo no quiero a la reina de Francia, te quiero a ti, Pansy... —se alejó del poste con la intención de caminar hacia ella, debía tocarla, aunque solo fuera un poco, debía comprobar que ella estaba ahí con él, pero su estado de embriaguez no colaboró con su equilibrio obligando a trasversar sus propios pasos, pero «Ella» lo sostuvo, no la reina de Francia, ni la madre de su abuela, si no ella, «SU» Pansy.

—Y dime cariño, ¿cuánto me darás por ser tu Pansy esta noche? —la miro a los ojos, ella le tenía rodeado el torso con uno de sus delicados brazos, podía sentir el calor de su piel a través de la chaqueta, si era alguna alucinación provocada por el exceso de bebida, o si era algún milagro de los Dioses, fuera lo que fuera, no quería que terminara. —Pareciera que has visto un fantasma, guapo.

—Un Ángel. —aclaró él, ella era un ángel. Pansy detuvo un taxi y lo ayudó a subir en él, no podía parar de mirarla. —Me vas a desgastar cariño, y yo vivo de mis encantos, no puedo perderlos, —sonrió divertida por su ocurrencia, ella era tan perfectamente imperfecta, la manera en que pestañeaba repetidas veces antes de hablar, como mordía el interior de su labio para tratar de pensar algo ingenioso que decir, y como se le arrugaban los ojos al sonreír. — ¿A dónde vamos?

—A casa. —Eso lo sé cariño, vamos a tu casa, pero, ¿dónde exactamente queda eso? —frunció el ceño y ladeó un poco la cabeza, se suponía que ella sabía eso, habían vivido ahí por dos años, tal vez solo quería asegurarse que siguiera habitando el mismo apartamento, pero ¿cómo iba a poder cambiarse? todo lo que había ahí le recordaba a ella, y él aún tenía la esperanza de que ella volviera a buscarlo. Le dio la dirección al taxista y cerro un poco los ojos, no quería hacerlo, sentía que al abrirlos ella ya se habría ido, pero necesitaba poner en orden sus ideas.

«Ella estaba ahí con él.» y eso era todo lo que debía importarle ahora. «Ella había vuelto a él.»

—Llegamos guapo. —sintió el susurro de su voz, el suave aliento golpear en su oído, y la sintió en todo él, en todo su ser, lo volvía a tomar, lo estaba volviendo a la vida.

—Pansy... —Sí, sí, dale cariño que no tenemos toda la noche. —lo ayudó a salir del taxi y lo colocó con cuidado sobre la acera. —Guapo, creo que debes darme la plata para pagar. —se sostuvo de un teléfono público para mantener el equilibrio, la ebriedad estaba bajando un poco, pero aún se sentía mareado por la dulce presencia de Pansy, buscó en el bolsillo trasero de su pantalón canela y le tendió la billetera.

—Muy bien mi querido Mr. Draco, creo que es hora de entrar.


—No, no hagas nada, déjame amarte yo. —Levantó del suelo a Pansy, estaba arrodillada tratando de quitarle los pantalones, pero esa noche era él quien deseaba darle placer, deseaba demostrarle todo su amor, deseaba mostrarle todo lo que la había extrañado durante todos estos meses, quería que ella comprendiera que su vida sin ella no era nada. No podía volver a perderla.

Y fue ahí cuando Hermione comprendió que aquello no era un simple juego, «Él» no era otro borracho más en sus noches de trabajo, él de verdad amaba a esa tal Pansy, y por alguna razón creía que era ella, y aunque no lo era, podía sentir el amor que él le dedicaba, el amor que él le tenía, y por primera vez, en sus más de diez años en aquél ofició, se sintió vacía, echó de menos la compañía, y deseo ser «SU» Pansy, cerró los ojos y disfrutó de aquél amor robado, y se permitió recordar todos aquéllos sueños de niña, que creía haber enterrado hace ya tantos años.

— ¡Oh Pansy! Te amo, Te amo tanto. Por favor, no vuelvas a abandonarme nunca, quédate conmigo. —sintió sus mejillas arder, y sus ojos escocer, ¿cómo una mujer podía haber dejado y despreciado a aquel hombre? ¿Cómo había sido capaz de rechazar todo ese amor? un amor que hasta ahora, ella caía en cuenta que deseaba tanto.

—Sh, sh, tranquiló cariño, ya estoy aquí, y yo no voy a abandonarte nunca. —tomó su cara entre sus manos y clavó su mirada en aquellos atormentados ojos hielo mientras sentía como era penetrada, arqueó la espalda buscado más contacto con el cuerpo masculino sobre ella, y entendió que de alguna manera ya no podría vivir sin él. —Yo no soy Pansy, pero yo no voy a abandonarte como lo hizo ella.

Él se detuvo, y Hermione sintió un dolor en el pecho, aún estaban unidos y ella le rodeo la cadera con sus largas piernas para mantenerlo dentro de ella, no quería que la dejara vacía. —Yo estoy aquí Draco, yo no voy a dejarte. —la observó por varios minutos, tratando de encontrarle algún sentido a aquéllas palabras, ella se llevó una de sus manos a los labios y la besó con ternura. —Yo no voy a dejarte. Nunca. —repitió y recalcó, tratando de darle a entender que ella curaría su corazón herido, que ella lo rescataría del olvido.

— ¿Quién eres? —susurró mirándole a los ojos. —Soy Hermione. — ¿Hermione? —probó el sabor de su nombre en el paladar, tan diferentes el uno del otro, y sin embargó le gustó, comenzó a mover las caderas mientras lo repetía una y otra vez, «Hermione, Hermione, Hermione» ella se retorcía bajo él, sentía su pequeño cuerpo curvarse y contraerse, acompasándose a su ritmó, haciéndolo más rápido.

— ¡Más! —gritó ella, instándole, más rápido, más fuerte, más profundo, mas todo, lo estaba volviendo loco, y cuando sintió sus uñas enterrarse en su espalda, fue el fin para él, se detuvo y con un grito desgarrador terminó dentro de ella. — ¡Hermione! — se echó sobre su espalda para no aplastarla, y la contempló, su cuerpo perlado en sudor, sus rizos castaños pegándose a su rostro, eran tan parecidas, tan parecidas y a la vez tan distintas, la forma de sus labios entre abiertos, la curvatura de sus cejas, sus espesas pestañas, sus pequeñas orejas, y esas pecas que salipaban tanto su cara como sus hombros, acarició la línea de su clavícula y se detuvo en el nacimiento de uno de sus pechos. —Quédate. —no sabía porque lo pedía, solo sabía que de verdad quería que ella se quedara, observó cómo sus ojos se abrían, primero uno y luego el otro, como volvía a la realidad después del clímax, como si despertara de un sueño de mil años, y admiró como nacía una sonrisa en su rostro.

—Todo el tiempo que desees. —Toda la vida. —y se inclinó a besarla, no quería pasar otro día sin ella, otro día llorando por ella, no quería continuar solo, no quería otro San Valentín, o cualquier otra fecha sin ella a su lado, y cuando la sintió acurrucarse y relajarse entre sus brazos lo entendió, entendió que ella tampoco quería seguir sola, y tal vez eso era lo que los había unido aquélla noche, tal vez la soledad los había perdonado, y ahora sus corazones no podrían separarse. «Ahora ella era suya, y esta vez sí era para siempre.»