[Reedición 2015]
¡Feliz día de San Valentín!
Aclaraciones: La Corda y sus personajes son propiedad de Koei (juego) y Yuki Kure (manga). Ésta historia se realiza sin fines lucrativos. Gracias!
Sweet
Hino miró el calendario colgado en la pared. Dos días para San Valentín. Ésa era la fecha favorita de las chicas en todo el año… cuando tenían un enamorado o alguien que les interesase. Sonrió ampliamente, sin saber exactamente por qué.
Ése no era su caso.
Una melodía proveniente de su celular la hizo reaccionar.
— ¡Kaho-chan! —saludaron del otro lado.
—Mio —sonrió—, ¿qué pasa?
—Dime, dime —la alegre voz de su amiga sonó rápido—, ¿ya sabes a quién le vas a dar chocolate?
—Aún no —respondió ruborizándose apenas. En momentos como ése agradecía estar sola—, ¿por qué preguntas?
—Pensé que sería divertido que hagamos chocolate todas juntas.
— ¿Todas juntas?
—Nao-chan, tú, Fuyuumi-chan, Nami-chan. Ya sabes —enlistó—. Piénsalo y lueg-
—Y luego si no te apresuras llegarás tarde —intervino la severa voz de Nao.
— ¡Oh, no!
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Preparar algo con sus amigas era divertido. El olor dulce del chocolate inundó por completo sus pulmones. Sonrió con satisfacción, durante los preparativos ellos habían aparecido en su mente; eran sus amigos después de todo.
—No hay nada de malo supongo —se dijo.
— ¿Dijiste algo? —a su lado Fuyuumi preguntó.
—Nada, nada —negó divertida.
Preparar un postre de acuerdo a la personalidad de sus amigos. Sonaba divertido también.
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Un bombón era lo adecuado para Shimizu. A simple vista, el chelista se percibía como alguien suave y sencillo, como los bombones. Una vez llegado a conocer, Keiichi podía ser una suculenta compañía, a su modo, por supuesto.
—Gracias por el obsequio, Kaho-senpai —agradeció, inclinando lentamente la cabeza.
—No es nada, Shimizu-kun —sonrió alegremente.
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Los chocolates rellenos describían perfectamente a Yunoki. A veces los chocolates lucían apetecibles, pero a la hora de llevarlos a la boca, no todos disfrutaban de su relleno. Eso era Yunoki Azuma, mostrándose dulce y gentil, aunque en su interior afirmara odiar a las personas ingenuas.
— ¿Por qué me lo das, Hino? —Yunoki la acorraló contra la pared cercana—, creí que ya no confiabas en mí.
—P-pienso que si no lo hiciera los demás podrían sospechar de tu ser.
— ¿De mi ser? —repitió con burla—, cómo no.
— ¡Lo comprendo! —Kahoko frunció el entrecejo infantilmente—, te estás burlando de mí.
Antes de cruzar el umbral de la puerta de las escaleras, la voz del flautista la detuvo.
—Gracias, Kahoko.
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Tsuchiura podía ser como un chocolate con leche: dulce por un lado, agresivo por el otro. Muchas veces se había ofrecido a escuchar sus problemas y ayudarla con lo que fuera, aunque también tenía sus arranques de violencia, llegando a gritarle y arrepintiéndose después. Ella como buena amiga siempre lo perdonaba. No era para tanto.
—Thank you, Hino —sonrió.
—No ha sido nada, Tsuchiura-kun —sonrió de vuelta.
—Un día… hay algo que quiero decirte —Hino se sonrojó.
—Bien.
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El chocolate amargo le hacía honores a Tsukimori. No porque el violinista fuera amargado, para nada. Su forma de expresar las cosas era dura, realista; pero una vez pasado el trago amargo, uno podía encontrar dulzura en él.
Sus primeros encuentros fueron caóticos, pero conforme el tiempo pasó, pudieron resolverlo. Gracias a él, a su Ave María, Hino había encontrado belleza en la música.
—No tenías que molestarte, Hino —contestó él mirando con detalle y disimulada sorpresa la pequeña caja de chocolate.
—No ha sido ninguna molesta, Tsukimori-kun —negó, con un perceptible rubor en las mejillas.
Tsukimori también se ruborizó, imperceptiblemente.
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Y finalmente, Hihara, la representación del chocolate blanco. El chocolate blanco era 100% dulce, como el trompetista. Aunque los demás le habían dado lecciones en cuanto a la música, él le había ofrecido algo más que eso.
Un suspiro escapó de sus labios.
—Hihara-senpai —le llamó. Hihara volteó, antes de entrar a las lecciones con la orquesta.
— ¿Kaho-chan? —respondió acercándosele—, ¿pasa algo?
—No es nada malo —meneó la cabeza—, sólo… toma —sonrió, tendiéndole una pequeña caja.
— ¿Para mí? —se señaló incrédulo. La pelirroja asintió sonriente—, ¡whoa, muchas gracias, Kaho-chan! —agradeció abrazándola con efusividad.
Ella sólo pasó los brazos por la espalda de su compañero, riendo mientras esperaba que el momento de efusividad pasara.
— ¡Hey Hihara! —uno de los chicos de la orquesta gritó. Ambos se separaron—, ¡deja de flirtear, el ensayo está por comenzar!
— ¿Eh? ¿Flirtear? —repitió consternado—, ¡a-ah, lamento lo del abrazo!
—No te preocupes por eso —sonrió comprensiva, disimulando el ardor de su cara.
Pensándolo bien, el chocolate blanco podría ser de sus favoritos.
