Los personajes de este fic pertenecen a S. Meyer. Otros son mios propios. Aviso que en este fic hay escenas +18. Es mi segundo Fic aqui... Asesino a sueldo ha tenido bastante aceptación, esperemos que estetambien se haga un huequito entre las lectoras. Nos vemos.
Sangre o castigo. Prólogo.
La monotonía, era parte de mi vida, el ser un vampiro vegetariano, me permitía poder acudir al instituto todos los días.
Realmente era una parte de mi, que ya me había acostumbrado a ocultar, bajo los ojos de los frágiles y débiles humanos.
El ardor de mi garganta, formaba parte de mi ser, aún que a veces era algo mas complicado con algunos humanos.
Entrar en un instituto, con puros adolescentes hormonados era una locura, pero aún así había conseguido graduarme incontables veces.
Tenía que soportar las miradas de miedo de algunos alumnos hacía nuestra persona. Mis hermanos y yo, provocábamos algo en los adolescentes, que evitaban acercarse a nosotros.
Sin embargo, algunas de ellas nos miraban a mis hermanos y a mí con ojos demasiado abiertos, soñando en tenernos entre sus sabanas.
Otros, los chicos hormonados deseaban tener a Rosalie o a Alice debajo de ellos durante horas.
Realmente el sexo lo había practicado incontables veces con mi antigua pareja Tanya Denali, otra vampira. Lo nuestro nunca funcionó, así que lo dejamos hace poco mas de dos años.
Siempre evitaba ir al instituto, escuchar los pensamientos obscenos de aquellas personas, me volvía loco, pero aquel día mas que nunca deseé no haber acudido al instituto.
Leí en la mente de muchos adolescentes que había una nueva chica en el instituto. Su nombre era Isabella Swan, hija del jefe de policía de Forks Charlie Swan.
Pude ver reflejos de su rostro, en la mente de aquellos que la habían mirado por un instante o habían llegado ha hablar con ella.
Me llamó la atención sus ojos chocolate, pero pasé de la curiosidad, como pasaba de cualquier humano.
Había llegado la hora de comer y como todos los días, mis hermanos y yo, acudimos a la cafetería a fingir que comíamos algo, para no levantar sospechas.
Al entrar en aquel lugar, un aire extraño azoto mi cara, como si de unas buenas ostias bien dadas me hubiesen golpeado en ese instante, de la mano de Emmett o Jasper.
Me senté en mi sitio y pude observar a aquella nueva humana sentada con las frikis.
Jessica era una salida mental, siempre pensaba en como se lo podía montar con el estúpido de Mike Newton.
Había otra muchacha allí, que siempre me había llamado la atención sus pensamientos, por ser puros y sin ningún tipo de malicia.
Me concentré en su mente, podía oír la voz de la nueva alumna pero no su mente. Aquello me atrapó. Un escalofrío recorrió mi cuerpo ¿Cómo era posible aquello? Escuché su voz con atención para lograr captar sus pensamientos, pero era imposible.
Escuché como mi hermana Alice, me llamó insistentemente. Ella tenía visiones subjetivas del futuro proximo.
No se que pudo ver, pero me sacó de mis pensamientos con una mirada negra y penetrante.
-Edward Cullen, deja a la nueva muchacha he podido ver que seremos grandes amigas, así que ni se te ocurra acercarte a ella.
Procuré pasar de ella aprovechando que sonó el timbre para volver a clase.
Cuando entré en la clase de biología, nunca imaginé que fuera a ser mi sentencia de muerte.
No habían pasado ni dos minutos, cuando Bella, así la habían llamado sus nuevas amigas, entró en clase acercándose al profesor para darle el papel de asistencia y con ello, pasar por delante del ventilador, provocando que el aire llegara a mí trayéndome su dulce aroma.
Mi cuerpo se tensó al oler aquella fragancia. Mi boca se llenó de ponzoña y mis ojos se tornaron oscuros. Era el mejor olor que hubiese soñado jamás.
Esa fragancia exquisita, que un catador de vinos encuentra en el mejor de ellos, o el mejor sabor, en la mejor comida humana preparada por el mejor cocinero del mundo.
El único asiento libre que quedaba, era a mi lado. Así que cuando la vi caminar hasta mi posición, mi cuerpo se volvió a tensar y mis manos se agarraron fuertemente a la silla. Me alejé todo lo posible cayéndome casi de la silla por el otro lado.
No. No podía pasarme aquello ¿Por qué a mi? Su dulce olor volvió a azotarme en mi cara.
Mi boca, cada vez producía mas y mas ponzoña y deseaba probar aquella sangre, que recorría su cuello poco a poco.
La vena sobresaliente de este, me llamaba a gritos. Un pequeño mordisco allí y todo habría acabado.
Durante esa hora, ideé millones de formas de hacerla mía. De poder beber su sangre y que no saliera de aquella sala.
Ideé matar primero a toda la clase y luego a ella deleitándome de ese exquisito olor y sabor que me llamaba.
Después el salir de allí y atraerla conmigo, para no llamar la atención, o simplemente comérmela a ella y luego huir de allí como alma lleva al diablo.
Sonó el timbre y aún que muy dolorosamente, conseguí levantarme de aquella silla y salir de allí.
Me acerqué a recepción y hable con la vieja pervertida del mostrador.
Mientras hablaba con ella para un posible cambio de asignatura, se imaginaba entre mis brazos. Puajjj, maldita vieja.
No pude hacer nada, no habían vacantes en otras clases, así que tendría que soportar estar con aquella humana.
Justo cuando pensé que me había librado de ella, entró en recepción y pude captar su olor.
Salí de allí dando un portazo, o me alejaba corriendo, o habría un accidente que lamentar.
Cuando estuve en mi preciado volvo, imaginé que la seguía hasta su casa y allí en el silencio de la noche, al fin su sangre era mía.
Pero cuando me disponía a arrancar, pude observar a Bella salir del instituto llorando a lágrima viva y a alguien detrás de ella intentando retenerla.
La giró de golpe y beso su labios. No supe por que, la bestia que llevaba dentro, soltó un gruñido voraz y salí de aquel coche.
Me acerqué hasta allí y la puse detrás mía. Otro gruñido salió de mi garganta y el estúpido de Mike realejo de ella observándome.
Entonces me giré hacía ella. En la clase de Biología, debió pensar que la odiaba, y ahora que estaba loco.
No sabía por que había actuado de esa manera, no era nada mío. Solo que su sangre me llamaba a gritos y mas ahora que se había puesto colorada.
La ponzoña invadió de nuevo mi boca y mis ojos los sentí de nuevo tornarse negros aquella chica extraña, me estaba sacando el monstruo que habitaba en mi.
Se puso a llorar y salió corriendo de nuevo dentro del instituto, aún no entendí por que, pero mi cuerpo la siguió.
Intenté ir al paso humano menos tortuoso para mí y pude observar como entraba en el vestuario de las chicas. El instituto estaba apunto de cerrar sus puertas y si nadie la avisaba, se quedaría allí encerrada.
Mis hermanos, se habían ido con Rosalie así que no tenía prisa. Cuando se quedara sola en el instituto, sería mi oportunidad para probar su deliciosa sangre que tanto me llamaba.
Procuré no pensar en ello, Alice podría verme en cualquier momento y fastidiar mis planes, así que me puse a pensar en que iría a cazar un gran puma, mientras mi cuerpo temblaba de ansias por ella y me escondía en el cuarto de la limpieza, siempre con un ojo vigilando la puerta del vestuario para que no saliera.
Pronto escuché como cerraban las puertas y el instituto quedaba en absoluto silencio. Salí del cuartito apestoso, para acercarme a la puerta y escucharla llorar.
Cuando la abrí, pude observar que allí a la vista no estaba, así que me adentré esperando verla en alguna parte acurrucada y llorando. Pero de pronto, escuché el ruido del agua y un olor a fressias llegó a mis fosas nasales.
Aspiré profundamente aquel olor y me acerqué sigilosamente a las duchas. No es que me hiciera falta caminar despacio, gracias a mi condición vampírica podía acercarme a ella en un abrir y cerrar de ojos sin que se enterara y tirarme a su yugular.
Pero en el instante en que me acerqué al muro y asome mi cabezota por allí, pensé que era un pecado matar aquella chica. Su cuerpo era puro pecado. Tenía unas curvas bien definidas y unos pechos impresionantes.
Decidí separarme de aquella pared, no podía ser, su sangre me llamaba a gritos, pero su cuerpo perfecto ahora me invitaba a hacerla mía.
No entendía bien por que, pero me sentí excitado. Mi miembro empezó a crecer dentro de mis pantalones como dos o tres tallas mas, provocando que me quedaran pequeños y estrechos.
Escuché como el sonido del agua dejaba de repiquetear en mi cabeza y una dulce melodía entraba en ella.
Su voz era dulce, atrayente. Salió de las duchas envuelta en una toalla y con lágrimas en sus ojos. Me separé de los bancos y me escondí para que no me viera.
Dejó caer la toalla al suelo y pude observar como las gotas descendían por su perfecto cuerpo, dejándome deseo en ellas, lamerlas una a una y secar su piel.
No resistí mas, ella tenía que saber que estaba encerrada y conmigo en aquel instituto.
-Bella, venía a decirte que nos han encerrado aquí, pero no te asustes, no te estoy mirando.
Pude escuchar perfectamente un grito salir de sus preciosos y carnosos labios, para después coger de nuevo la toalla he intentar tapar su cuerpazo.
-Yo, no sabía que había alguien aquí… perdona. Además, no me importa quedarme aquí, en casa tampoco es que se preocupen por mí.
Vi aquellos ojos tristes mirar a todas partes esperando verme y me decidí a salir de allí. Mi paso fue ligero, pero lo bastante retenido, para que no notara nada extraño en mi.
Cuando al fin sus ojos se posaron en mi, pude observarla mirándome de una forma extraña.
Se mordía levemente su labio inferior y aquello provocó un gruñido en mi garganta, no sabía como había llegado hasta esta situación, pero claramente no podía morderla. Su cuerpo me llamaba y debía probarlo.
-Hola.- Me dijo en un susurro avergonzado y mirando el suelo.- Eres Edward Cullen ¿no?, Jess me hablo de ti y de tus hermanos, lo extraños que sois ¿Por qué te has quedado aquí conmigo?
No podía decirle que por que era un vampiro y quería matarla, así que lo primero que me pasó por la cabeza disparé por mi boca.
-Bueno, después de lo que te hizo ese, me sentí extraño y pensé que necesitarías ayuda, pero nunca imaginé que nos encerrarían aquí a los dos.- Mentiroso compulsivo.
De pronto ella se acercó a mi y poso sus manos calientes en mi pecho, aquel contacto me estremeció, nunca ninguna humana me había tocado descaradamente.
La miré a su rostro y pude ver mas de cerca como se mordía su labio y me llamaba.
-Edward, no se por que hay algo que me atrae de ti.
¿Qué soy un vampiro y son mis armas de seducción, para hacerte mi presa?
Bella me miró con ojos extraños y acto seguido dejó caer de nuevo su toalla. Mi respiración se agitó aún que no lo necesitara, pero mi mente en ese instante no podía pensar en nada, solo en sus preciosas curvas. Mordió de nuevo su labio y se acercó a mi. Mi cuerpo no podía reaccionar, lo único que sentía era mi miembro palpitar de nuevo entre mis pantalones cada vez mas pequeños.
Cuando al fin reaccioné, era demasiado tarde su mano estaba posada en mi pecho y la otra iba por el mismo camino. Cada vez acercándose mas a los botones y lamiendo mi cuello.
-Con el calor que hace y lo frío que estas…
-Bueno si, mi temperatura nunca… asciende.
Una risa salió de mis labios y acto seguido no pude evitarlo, me lancé a tocar sus pechos. Me estaban llamado como si de una buena presa se tratase. Aun que… realmente era una presa maravillosa.
Cuando sintió el tacto frío de mis manos, sentí su cuerpo temblar de frío y como cada poro de su piel se abría ente mis ojos. Sentir su piel caliente era algo muy excitante. Mi lengua no pudo soportarlo mas y buscó la suya. Cuando me adentré en su boca, sentí la ponzoña claramente en mi garganta. Me separé de ella he intente tragar, primero debía hacerla mía.
Descendí con mi lengua por su mandíbula y ella suspiró mi nombre ¿Por qué era tan sumamente perfecta?
Sentí su lengua chupar mi oreja, aquello era brutal, nunca había probado acercarme así a una humana y menos todavía una que oliera tan sumamente bien para mi.
Sentí sus manos quitarme la camisa y su lengua caliente bajar hasta mi pecho. Un suspiro salió de mi boca. Su lengua ardiente recorrió cada rincon de mi pecho, hasta descender al borde de mis pantalones. Su sonrisa era picara y llamativa. No pude evitar el desabrocharlos y dejarlos caer hasta mis rodillas. Pero ella se adelantó a mis movimientos y bajo también mis boxers. Esa noche, estaba por una vez en el cielo.
Mi miembro erguido, salió al descubierto y sentí el aire caliente de su aliento azotarlo de golpe.
Otro gruñido salió de mi boca en el momento en que lo cogía con su templada mano y lo acariciaba de arriba abajo ¿de donde había salido esta humana? Era impresionante lo bien que se envolvía en este tema.
No pude evitarlo y cogí su cabeza, acercándola hasta mi miembro y pronto lo sentí mojado y caliente, parecía que ardía entero, ese cambio de temperatura, provocó que mi excitación creciera mas si eso era posible.
Un gemido salió de su boca, cuando entendí que con mi fuerza sobrehumana le estaba haciendo daño. Ella lamió mi miembro larga y tendidamente, para después mordisquear y succionar mi glande.
Jadeos escandalosos salían de mi garganta, pero me importaba poco ya que nadie podía oírnos.
Cuando estaba apunto de llegar al máximo placer, ella freno sus movimientos y se levantó del suelo. Acto seguido, sin pensármelo la tumbé en el banco del vestuario y acerque mi lengua a su sexo, húmedo y excitado. Aquel olor era la gloria, estaba así por mí, mi temperatura no la había echo huir.
Cuando mi lengua probó su sabor, fue como una droga para mí. No podía separar mi boca de su centro de calor. Mis dedos entraron dentro de ella, estaba tan excitada, que dos dedos de golpe la hicieron gemir alto y fuerte. Mientras succionaba su clítoris, adentraba y sacaba mis dedos de su interior, provocando en mi excitación, grandes dosis de necesidad.
Cuando su cuerpo se arqueó provocando un jadeo desde su pecho y sus manos se aferraron a mi pelo, me levanté y la coloqué contra la pared. Sin pensármelo dos veces, la embestí salvajemente y aquello a ella parecía gustarle.
Cada momento, aceleraba mas y mas mi cuerpo. Sus caderas eran perfectas para mis manos. Sus gritos música para mis oídos y su olor, era algo indescriptible. Ahora con su excitación, su sangre corría mas rápido por su cuerpo, bombeaba su corazón salvajemente y su vena del cuello palpitaba peligrosamente.
La cogí por sus costillas y la volteé, posándola sobre el suelo. Me coloqué rápidamente sobre ella y lamí su boca. Entré en ella haciéndola gemir y provocando otro gemido en mi garganta.
Me moví rápidamente y sentí sus uñas sobre mi piel fría y petrea. No me hacía daño pero aquello era mas excitante. Cuando al fin sentí un placer recorrer mi cuerpo, pude ver miedo en sus ojos. Mis manos se aferraron fuertemente a su pecho y mordí su garganta. El placer máximo era esto. Mientras me corría en su interior, su sangre saciaba poco a poco mi garganta.
Tendría que hacerlo mas a menudo, era un éxtasis, un placer enorme. Pero sobretodo, había sacado la bestia que habitaba en mí. La sangre, la gloría. La muerte, mi castigo.
