::: Regina :::

Fue un miércoles en la tarde cuando me di cuenta. Casi seis meses, si no es que mas, después de que Emma Swan, se había marchado. No fue mi intención ignorarle. Ni siquiera me percate de ello. Y quiero creer que mucho menos, la de Henry, quien dicho sea de paso, ni se ha enterado de lo sucedido. Ese día, cuando Robín, el nuevo, desde hacía poco más de cuatro meses, sheriff del pueblo, me entrego unos informes de ronda sumamente atrasados que estaban firmados por su antecesora, me entro un, no tan extraño, sentimiento al cuerpo. Como de alguien que ha olvidado algo pero no está seguro del que. Nunca me había pasado aquello desde mis ocupados días de Reina Malvada.

Continúe mi rutina, dejando de lado aquel incomodo sentimiento, llenando informes, yendo a reuniones, lanzando bolas de fuego a los incompetentes trabajadores a mi cargo, quienes tenía muy buenos reflejos, y miradas de muerte a mi secretaria. Atendiendo al pueblo. Como mi hijastra jamás habría podido manejar tan eficientemente. La alcandía me había sido entregada por Mery quien, agobiada, apenas había entendió lo suficiente como para saber que no podría con el cargo. Poco después se había enterado que había estado embarazada desde hacía poco más de tres meses de su amado príncipe encantador. La fiesta duro tres días seguidos. Días en los cuales nadie supo del paradero de Emma.

La noticia del nuevo bebe había llegado poco después de que le había pedido a mi rubia amiga, madre de mi hijo, y amante a escondidas, que dejara el puesto de sherrif, para dárselo a Robin, mi supuesta alma gemela. Ella solo sonrió, se quito la placa y me la entrego en las manos. Ni siquiera me acerqué a ella, cuando se alejo de mi para tomar su almuerzo en una esquina en el restaurante, para ver como estaba o lo que opinaba al respecto. Tan solo la había visto comer silenciosamente, a solas, en medio del festejo, antes de salir por la puerta después de terminar su almuerzo. Nadie la había seguido. Nadie había visto su mirada desolada. Solo yo. Y no hice nada por seguirla.

Días y semanas fueron pasando. La presencia de Emma fue menguando en las calles de Storybrook. Nadie le llamaba por algún percance, en su lugar llamaban a Robin, nuevo sheriff del pueblo, quien gustoso abandonaba nuestro lecho para ir a resolver crímenes aun si fuera a media madrugada. Podía recordar claramente cuando le había, casi, rogado a Emma con un puchero en la cara para dejara sonar el teléfono y se quedara conmigo en la cama. Ella tan solo sonreía, me besaba la frente y prometía recompensármelo al día siguiente. Nunca falto a su promesa.

Aun recordaba nuestras escapadas. Un día a la semana, nunca el mismo día, Emma me sacaba de la oficina, anulando todas mis citas, jamás supe cómo lograba aquello, y me llevaba a alguna cita romántica. A veces diurna, otras veces nocturna. Debo admitir, que las noches se tornaban de encanto con Emma Swan de compañera. Nunca entendí su imperiosa necesidad de decirme que me amaba. La primera vez que me lo había dicho, después de un desespérate balbuceo sin sentidito, fue tan sorprendente y espontaneo, tan natural, que me asuste y quede paralizada por más de un minuto entero, sin poder decirle ni una sola palabra como respuesta y solamente alcance a besarla. Nunca le respondí. Aun pese a haber visto su mirada cargada de dolor. Ella nunca me podio ni exigió ni una respuesta.

Poco después habían sucedido un millar de sucesos que me desequilibraron. Nublándome el corazón. Emma quedo de lado y Robín apareció. Cuando ella volvió a casa, a mí, yo había encontrado a alguien más, y ella, como la maravillosa persona que es, lo entendió. No dijo nada, tan solo me miro a los ojos, y sea lo que sea que vio en ellos, me dejo sin decir ni una sola palabra, tan solo me sonrió y se fue. Así como también entendió mi necesidad de tenerla y sentirla cerca. Mi necesidad de poseer.

Pero aquello comenzó a descontrolarse fuera de mis manos por aspectos que no supe ver ni controlar y la fui replegando de mi vida, de mi cama, de mi corazón y alma.

Henry, sin darme cuenta, también se fue alejando de Emma. Mi pequeño príncipe había obtenido lo que deseaba. Una familia. Había obtenido un padre, un hermano, y ya tenia a una madre. Poco a poco fue aojándose de Emma, hasta el punto de desconocerla como su verdadera madre, y yo, inconscientemente, lo alentaba. No me importo. Tenia lo que siempre quise. Mi final feliz.

Y paso el tiempo. Hasta ese miércoles de aquella tarde, cuando me di cuenta. Emma no estaba. Pase una semana entera procesando mis recuerdos. Intente llamarla, pero el numero me mandaba a buzón, y aparentemente nadie sabía donde se había metido. Muchos decía que la habían visto con alguien hablando hace unos pocos días, y los involucrados afirmaban no habían hablado con ella en meses.

Mery y David, cuando les cuestione sobre su hija, habían balbuceado algo sobre su nueva criatura y los poderes Mágicos de Emma dañando al feto y el cómo habían sacado a su primogénita de la casa por el bienestar de su hijo no nato. Sin siquiera darle oportunidad de sacar sus cosas.

Haciendo retrospectiva, pude recordar unas semanas ¿o meses? atrás, cuando la rubia llamo a mi puerta.

No hacía mucho que le había pedido su placa y abandonar su puesto. Ahora que lo pensaba, Emma siempre fue incapaz de negarme algo y yo, simplemente, me aprovecho de ello. La rubia se encontraba sin trabajo y era su turno de tener a Henry por un tiempo, pero nuestro hijo estaba sumamente entretenido con su nuevo padre y hermano menor, jugando con la consola y había ignorado, deliberadamente, las llamadas perdidas de su madre rubia en su celular. Yo, incluso me había reído de ello a viva voz.

Cuando Emma llamo a mi puerta ese día, ni siquiera le deje hablar, tan solo le dije que Henry estaba ocupado haciendo tarea y le cerré las puertas en las narices. Me extrañe de no escuchar replicas o golpes en la puerta. Pero mi ánimo se restauro al notar como aquella rubia observaba por la ventana a nuestro hijo, feliz de la vida, jugando con Robín mientras Ronald garabateaba en la mesilla de la sala en algunas hojas blancas.

Después de esa tarde. Nadie había visto a Emma Swan. Se había esfumado. Y ahora la extrañaba como los mil demonios.

De vez en cuando, Mery preguntaba a alguien sobre su hija perdida. Nadie le daba respuesta del paradero de la rubia. En algunas ocasiones Henry preguntaba por Emma, y al no saber que decirle, mi pequeño príncipe se iba, pensando que su rubia madre estaba por algún lugar del pueblo.

Yo, en cambio, tan solo podía escabullirme a algún lugar solitario para llorar tranquila. Había perdido a Emma. Robin era un buen hombre, pero no era mi final feliz, era lo que mi hijo quería y yo, como buena madre, se lo di. Sin tapujos ni miramientos. Y ahora, Emma estaba en algún lugar, haciendo su vida o estando sola, como siempre había estado. Sufriendo por una familia que la había amado, rechazado e ignorado, y un amor que apenas había tocado con la punta de los dedos.

Todo el pueblo había infundido en lo que sea que hubiese decidido Emma. Yo, sobre todo. Nadie puede salir de StoryBrook, sobre todo quien lanzo la maldición que nos trajo principalmente a este lugar.

Soy Regina Mills, alcaldesa de Storybrook, ex–reina malvada y estoy a punto de casarme con mi alma gemela, quien lastimosamente, no es el amor de mi vida.


Un one-shot que no podía sacarme de la cabeza. Originalmente era un Long-fic, pero no estoy lista para eso. Espero les gustara. Saludos y besos. Si son muy amables, dejen sus comentarios, son bien recibidos. Solo sean educadas y procuren ser coherentes. Hasta Luego!