Estaba sola en la oscura habitación sin ninguna otra compañía que mi buena arma de fuego, mi fiel metralleta. Estaba alerta, me puse a pensar en todo lo que había hecho para llegar hasta allí. El flashback vino a mi mente como un fuerte relámpago y un trueno sonó en mi memoria.

Me había ofrecido voluntaria para la nueva misión secreta propuesta por nuestro nuevo presidente del gobierno el buen Mosquetierre. La misión consistía en asesinar al grupo rebelde que se asentaba en las montañas escarpadas. Estos insurrectos pretendían realizar un golpe de estado contra el gobierno. Probablemente pretendían establecer un sistema de gobierno basado en la igualdad ante la ley y la no violencia. Dos valores completamente impensables.

Desde pequeña a mi me habían enseñado a enfrentarme a las adversidades mediante la fuerza, el miedo y la violencia. A tratar a las personas según su rango en el ejército. Realmente en este país llamado Pentagon, la adorada violencia reinaba y no había cabida para la esperanza y la humildad en nuestros oscuros corazones.