Era un jueves por la mañana, el clima era fresco, grisáceo, un cielo totalmente nublado que parecía al borde de echar una nevada histórica por sobre toda la ciudad. El ambiente parecía londinesco, había una fina niebla visible solo desde los pisos más altos de los edificios, un vaho apenas perceptible escapaba de los labios de todo animal que hablara, y muchos de estos tiritaban levemente por el clima.
En este escenario, el Koala dueño del ya aclamado Teatro Moon, Buster Moon, tomaba su café matutino mirando por la ventana. Con una sonrisa, miró el reloj que había puesto en su pared.
8:57 AM
Faltaban solo unos minutos para abrir las puertas del teatro (Usualmente lo hacía a las 9:00 AM) y dejar entrar a los muchachos, y esperaba ese momento con ansias. Ya iba un mes desde la última gran presentación, y necesitaba algo grande pronto. Afortunadamente, no tenía tanta prisa. Las cosas parecían ir más que bien con el teatro regalado por su padre hace lo que parecía ya una eternidad. Tanto había cambiado desde entonces, sin embargo lo recordaba como si hubiera sido ayer...
En un principio, Buster tuvo un moderado éxito (Por no decir nulo). Sin embargo, las obras presentadas en el teatro cada vez eran más... Criticadas. Y negativamente, obvio. Pero cuando el futuro lucía progresivamente más oscuro, un rayo de luz y esperanza llegó en forma de una idea. Una última gran apuesta, el todo o nada... Una competencia de canto.
Esta no solo salvó su amado teatro, después de destruirlo, sino que además le dio seis grandes estrellas, con un gran talento y futuro brillante. No podía creer su suerte. Deseaba que tan solo su padre estuviera ahí para ver ello. Y todo gracias a Ash, Johnny, Meena, Gunter, Rosita y Mike. Que impresionaron tanto a Nana Noodlenan como para comprar, y financiar la reconstrucción del Teatro Moon.
Sus penamientos fueron intrrumpidos, por él mismo, al escuchar unos pasos con dirección a la puerta de su oficina.
"Buenos días Sr. Moon" Saludó la asistente de Buster, con su voz levemente temblorosa de siempre.
"Buenos días Srta Crawley!"
"Ya casi es hora, ¿voy a abrir las puertas?
Con un suspiro y una sonrisa, Moon solo dijo "Por supuesto".
Ahora, todo parecía ir sobre ruedas para Buster. Sin embargo, las cosas no eran de color de rosas para todos...
El televisor sonaba con un alto volumen, ya más de una vez un vecino se había quejado de eso, pero a ella no le importaba. Tenía otras cosas de las que preocuparse. La soledad se apoderaba de ella, y ya no distinguía si es que realmente el día era deprimente o era solo ella.
Desde que abandonó a ese esperpento infiel llamado Lance, casi todos los días se sentían así. Solitarios, grises, decaídos. Felíz en un principio, pues había al fin hecho terminar años de abusos verbales, de sentirse cortada y disminuida por él, como si solo fuera una niña atrapada bajo su pulgar, poco a poco fue cayendo en cuenta de que se había acostumbrado a su presencia, a tener a alguien junto a ella todas las mañanas, y con quien dormir todas las noches. Acaso lo... ¿Extrañaba?
No puede ser. Ash sabía muy bien que lo que Lance había hecho era imperdonable. Después de salir por tres años con ella, después de todo lo que ella había hecho por él (De lo cual muy poco o nada había sido devuelto en alguna forma), y bajo la simple escusa de "Ya no te apareces por aquí", la engañó con una tal estúpida con pandereta llamada Becky. Le enfurecía pensar en eso. Pero a pesar de todo eso, a pesar de estar conciente de las acciones del bastardo de Lance, aún lo extrañaba. Pensar en esto solía deprimirle el día entero.
Lo único que lograba alegrar su día eran las horas que pasaba en el teatro Moon, cumpliendo su sueño de ser una rockera de verdad que tanto había anhelado y que la había hecho escapar de casa. El estar ahí ensayando para las próximas presentaciones, ver a todos sus amigos, Meena, Rosita, Gunter, Johnny...
Suspiró, dejando el tazón a un lado del sillón, y musitando para si misma "Mejor me visto". Fue a su habitación (Dejando la TV encendida, claro), y buscó en su armario un rato. Realmente tenía la mente en cualquier lugar excepto su armario, mientras tiraba tras su espalda varias prendas de ropa, hasta simplemente decidir ponerse lo usual. Su camiseta blanca, encima su sueter negro a rayas, leggins azules, su falda roja y algo de maquillaje. Ash no se preocupaba excesivamente por "verse linda", como otras chicas. Sencillamente se ponía un poco en los ojos, nada muy complejo.
Lista para irse, tomó su guitarra y caminó hasta la puerta. Justo antes de abrir esta, se puso su toque final. Dos púas insertadas en su sueter, y unos pins en su pecho. "Casi lo olvido" se dijo para sus adentros, antes de salir y dirigirse al teatro.
Johnny golpeaba el saco que colgaba de su techo, intentando distraerse un poco. El garage estaba desierto, y prácticamente en silencio salvo por el ruido de los golpes del gorila. El lugar parecía formar parte de una ciudad fantasma, parecía no haber un alma en kilómetros (Salvo por Johnny), y no era primera vez. Desde el arresto de su padre, el lugar siempre estaba así. Desolado, solitario...
Golpeaba cada vez más fuerte el saco, mientras intentaba no pensar en eso para evitar deprimirse, hasta que ya no le quedaron fuerzas para seguir. Suspiró, agotado, para posteriormente ir a vestirse y desayunar para salir rumbo al teatro, como hacía todos los días. Despertar solo, comer solo, y dormir solo. Esa era su rutina.
Solo habían dos cosas que podían alegrarlo. Una era ver a su padre en prisión. Desde que este se escapó y fue a verlo después de su primer presentación, las cosas habían mejorado mucho entre los dos. Johnny al fin se sentía verdaderamente apoyado por este, pues no dejaba de repetir lo orgulloso que se sentía de su hijo.
La otra, era todo el tiempo en que estaba en el Teatro Moon. Amaba estar ahí, cumplir su sueño de ser cantante, ensayar para las próximas presentaciones, ver y charlar con sus amigos, Meena, Rosita, Gunter, Ash...
Fue a prepararse su desayuno, mientras sacaba las cosas del refrigerador, pensó para si mismo "Debo ir a la tienda...", para después sentarse a ver televisión mientras lo comía. Una vez terminado, se terminó de alistar, tomo sus llaves, cerró la puerta y se subió a su camioneta para conducir rumbo al teatro.
6:00 AM
"Si no me levanto ahora, no me dará el tiempo para hacerle el almuerzo a los niños"
6:15 AM
"Si no me levanto ahora, entonces sí que no tendré tiempo"
6:30 AM
"Levántate Rosita, ahora"
Eso se decía Rosita a sí misma casi todas las mañanas, y hoy no era la excepción. Ser madre de 25 hijos es un trabajo extenuante y que siempre exige horas extra, aún más teniendo un esposo que trabaja en demasía y nunca ayuda en casa. A veces sentía que su vida ya carecía de propósito, y que no logaría hacer más que quedarse en la cocina por siempre. Esos días de depresión afortunadamente ya parecían lejanos, todo gracias a Moon y su teatro, en el que ahora ella vivía de su sueño, cantar.
Sin embargo, por felices que fueran esas dulces horas que pasaba dentro del recinto, cada tarde (O noche incluso, si Moon le pedía quedarse horas extra) que salía por la puerta principal, agotada después de un extenso y productivo día de trabajo, sentía que la realidad la golpeaba, pues debía ir a hacer las compras, y al llegar a casa preparar la cena para sus hijos, para Norman, y al final para ella.
Así se sentía... Ella siempre al final, sin tiempo. Ni para ella misma.
Por todo esto, Rosita exprimía al máximo cada minuto que tenía para sí misma (Y últimamente se despertaba unos minutos más tarde, solo para descansar un poquito más). Sin embargo, ocasionalmente le salía el tiro por la culata, pues al hacer eso al final tenía menos tiempo para hacer sus "tareas hogareñas", y al estas tomar más tiempo, su tiempo en el teatro se veía afectado, pues acababa llegando tarde muchas veces.
En todo eso pensaba Rosita mientras terminaba de servir el desayuno en la mesa a la espera de que sus ruidosos y caóticos 25 cerditos bajaran a comer, y su cansado esposo preguntara por enésima vez donde fue que dejó sus llaves, pues esa seguía siendo la rutina de todas sus mañanas...
"... Bye Carla, bye Gayle, bye Rory, bye Micky, bye Moe, bye, Nelson, bye Hannah, bye Tess, y bye-bye Caspar!"
Después de cerrar la puerta tras sus hijos, Rosita se dejó caer contra esta dejando salir un suspiro de cansancio. Aún le quedaba todo un día de ensayos junto a Gunter, y ya se sentía agotada. Reuniendo las pocas fuerzas que le quedaban, tomó sus llaves y salió de su casa con dirección al teatro.
"Adiós Meena, ten un buen día!"
Meena salía tranquilamente de su casa, escuchando música con sus audifonos, a paso lento y relajado con las manos en sus bolsillos, tras despedirse con un gran abrazo de su madre y sus abuelos. Mientras cruzaba la calle en direccón al paradero de buses de la acera de en frente, pensaba en todo lo que había cambiado desde aquel día. Aquel bello día...
Ese día en que al fin pudo vencer su pánico escénico y dejar salir toda su pasión por el canto frente a la gente, sin temor. Sin inhibiciones, sin más barreras. Todo gracias al Sr. Moon y a su teatro (Que por accidente hizo caer durante su canción), gracias a ese koala que la alentó a cumplir su sueño.
Ahora, era precisamente eso lo que hacía todos los días al cruzar esas puertas. Vivir su anhelado sueño de poder cantar. Sin embargo, a pesar de haberlo erradicado casi en su totalidad, aún sufría de esporádicos pero intensos ataques de pánico en el escenario, y ya una vez tuvo que cancelar una presentación porque literalmente no podía moverse, afortunadamente Ash no tuvo problema en reemplazarla para que el público no se fuera sin haber visto a nadie, y Moon no se preocupara por reembolsos. Durante toda la presentación los muchachos intentaron animarla y hacer que relaje un poco, pero no consiguieron nada hasta que el último de los miembros de la audiencia se hubo retirado del recinto. Ella lloraba de dolor, pues creía haber superado todo eso, mientras Buster la animaba con sus palabras amables.
"... No importa, tranquila Meena. A todos les puede pasar algo así una que otra vez, lo importante es no dejar que esto te logre vencer, y no rendirte jamás. Como mi padre decía, 'no dejes que el miedo te impida hacer lo que amas.' ¿Ok?"
Meena estaba ya sentada en el paradero esperando que el bus que la llevaba al teatro todas las mañanas apareciera, mientras jugaba con su teléfono para matar el tiempo. Finalmente, el bus apareció. Meena se subió, fue a un asiento que estaba desocupado, y cerró los ojos al mismo tiempo que el vehículo emprendía la marcha rumbo al teatro.
"Che, no hay nadie 'sospechoso', verdad?"
"No, Mike. Ya relájate amor, no han aparecido en meses, ¿por qué lo harían ahora?"
"Eso es lo que quieren que piense, nena..."
No era primera vez que Mike revisaba exhaustivamente la calle antes de salir de su departamento, poco a poco se había vuelto una costumbre. No quería sonar paranóico, pero sentía que era una medida de seguridad necesaria, pues no quería encontrarse con aquellos osos de nuevo. A pesar que desde la gran presentación no los había vuelto a ver, le gustaba ser precavido, pues no quería toparse con ellos de nuevo. Acaso... ¿Les temía?
"Nada de eso Mike, vos no le temés a nadie" se decía para sí mismo, probablemente para intentar consolarse, pues sabía que la realidad podía ser muy diferente.
Una vez se hubo asegurado que no había nadie de aspecto "sospechoso" en las cercanías, se dio la vuelta y le dio un beso apasionado a su novia.
"Te amo, preciosa" Dijo, antes de salir del edificio y se subió a su Lamborghini. Sonriéndole a la bella chica que lo miraba desde la ventana, encendió el motor del auto, y este emprendió la marcha con dirección al teatro de Moon.
¡Hola querido/a! :3
Este es el primer fanfic que he escrito que decido publicar. Este capítulo es más bien una suerte de introducción, para poner en contexto a los personajes en la historia. Como advertencia, probablemente acabe shipeando a Ash y Johnny (¿Ashy?, ¿Jash?), pero en caso de hacerlo intentaré no enfocarme de manera excesiva en ellos, para no quitarle protagonismo a los otros. Espero que al que lea esto le guste, y publicaré el segundo capítulo apenas lo termine.
