Los caballeros del Zodiaco
Una Batalla de sentimientos:
La Saga de Afrodita
Capítulo 1:
Era un atardecer sin igual. Una fina línea oscura se divisaba en el horizonte, mezclándose con el oscuro mar Jónico mientras en el resto del cielo se difuminaban diversos tonos rosas y anaranjados. Llevaba tres meses desde que había vuelto a la vida y sin duda era la mejor puesta de sol que había visto hasta los momentos. Kanon se encontraba sentado en la playa, bajo la sombra de una palmera mientras el viento movía con pereza su cabello haciendo un ritmo con el vaivén de las olas; no apartaba sus ojos de la espuma que se formaba a la orilla de la playa, debido al choque de las olas, pero sus pensamientos se encontraban a kilómetros de distancia.
Hacía tres meses su cuerpo se encontraba en el santuario de Atenea, junto con el resto de los caballeros dorados. Aun no estaba seguro de cómo había vuelto a la vida pero sin duda era otro capricho más de los dioses. Poco a poco logro incorporarse, cada célula de su cuerpo le dolía, no tenía muchas energías y ni siquiera el mismo podía sentir su cosmos. Sabiendo que era un blanco fácil decido echar un vistazo al lugar, para al menos saber si estaba con enemigos o aliados; no tardo más que un par de segundos en reconocer el santuario, lo conocía como la palma de su mano y aun sin haber estado por más de una década podía presumir que conocía cada salón, camino y pasadizo del lugar. A un par de metros de él, pudo distinguir varios cuerpos, miro a todos lados y estaban esparcidos por todo el lugar. Con un gran esfuerzo se puso de pie apoyándose en una columna, los identifico a cada uno de ellos. Sus compañeros de batalla se encontraban a sus pies, todos inconscientes pero esperaba que estuvieran vivos, después de todo ¿si él lo estaba, porque ellos no? Sus ojos verdes recorrieron nuevamente el lugar y sin proponérselo, su mirada se detuvo al ver una persona idéntica a él. Su rostro dormido reflejaba paz, la misma que lo había destacado cuando eran unos niños, ni un dejo de culpa ocupaba sus facciones. Y a unos cuantos metros de él, cerca de la escalinata que daba comienzo al recorrido de las doce casas, observo las doce armaduras doradas. No las contemplo todas, como lo había hecho con sus compañeros, sino que su vista se fijó exclusivamente en la armadura del tercer templo.
Después de un momento se dio la vuelta y comenzó a caminar.
-¿A dónde vas? – la voz ronca de Milo resonó en el lugar. Kanon lo miro sobre su hombro, con una expresión impasible. – mejor dicho, ¿Por qué te vas?
-Son doce armaduras, son doce caballeros. – contesto, al mismo tiempo que seguía su camino.
Milo no pregunto nada más y Kanon lo agradeció internamente. A los pocos minutos ya había dejado atrás el coliseo, sentía como todo su cuerpo volvía a responder.
Un sonido bastante melodioso llego a sus oídos, devolviéndolo a la realidad. Cerró sus ojos escuchando la canción y una sonrisa de medio lado se formó en su rostro.
Después de todo lo habían encontrado.
-Di lo que tengas que decir, dudo que te mandaran solo a tocar una canción. - Espeto. La música ceso al instante.
-Siempre tan intuitivo. – se burló Sorrento, dejando a un lado su flauta. – Me ha costado mucho trabajo encontrarte. Tu cosmos no se ha recuperado ni en un diez por ciento, por lo que supongo que no has tenido el cuidado adecuado.
-No soy una princesa que necesite de eso. – reclamo, ofendido por las palabras del marina. – pero vuelvo a tocar el primer punto… ¿Qué quieres? – esta vez Kanon volteo a ver a Sorrento, quien llevaba puesta sus escamas, con una mirada amenazante esperando que entendiera que no estaba para bromas.
-El señor Poseidón desea hablar contigo – Sorrento se acercó y le extendió una mano. – Sabes que te llevare quieras o no.
Aun con una mueca de fastidio, Kanon tomo la mano del general marino y con ese simple contacto el cosmos del chico lo envolvió y una luz lo rodeo. Tan rápido como comenzó, termino. Y ahora Kanon ya no estaba más en la playa disfrutando del atardecer, ahora se encontraba en la Atlantis, en los dominios del dios del mar. El pilar principal, se alzaba imponente frente a él. Sorrento lo encamino, cruzando los diferentes salones que se encontraban en el Santuario de Poseidón. Hasta detenerse al lado de una puerta, con un elaborado tridente como decoración, Kanon abrió la puerta y siguió caminando. Sus pasos resonaban en el lugar, y miraba firmemente a Julián, al llegar al inicio de la escalinata se detuvo y se inclinó apoyándose en una rodilla y bajo levemente su rostro, en forma de respeto, esperando que él hablara.
-Kanon, que interesante vida la tuya. – comento Julián con mucha tranquilidad, como si retomara una conversación anterior. – Eres tan poco predecible, realmente no pensé que vinieras hasta aquí sin oponer un poco de resistencia, aunque claro, el hecho de que estés tan débil puede influir. – Kanon apretó fuertemente su puño para intentar contenerse, al parecer todos disfrutaban recalcarle ese pequeño detalle. Aun así no era tonto y sabía que un movimiento en falso alertaría a Sorrento, si le podía dar un par de puñetazos pero con esa flauta maldita, no tenía oportunidad. – pero eso no es lo importante en estos momentos. – el gemelo levanto el rostro sin comprender. – Siempre pensé que solamente le eras fiel a tus propios intereses, pero moriste por una diosa a la que no tenías necesidad de proteger.
-No me gusta deberle favores a nadie. – comento con una sonrisa altanera y Julián no pudo evitar soltar una suave risa. – y tampoco pienso dar explicaciones de mis actos.
-¿Y esa favor incluía redimirte ante toda la orden de Santos de Atena? – pregunto ignorando la mitad del comentario del peli azul. Aunque en su tono había burla, rápidamente cambio y su rostro volvió a ser serio. Entrelazo sus manos a la altura del mentón. – y aun así no te quedaste con ellos.
-El caballero de Géminis ha regresado, no hay necesidad que siga ocupando su lugar.
-Tienes razón, tal vez tu destino no era portar esa armadura. –Julián suspiro con pesadez y Kanon lo miraba intrigado. – yo aún tengo una armadura sin dueño. – dijo de pronto Julián, analizando cada reacción de Kanon.
El guerrero se sobresaltó ante tal anuncio, ciertamente el ofrecimiento de las escamas del Dragón Marino no estaba ni remotamente cerca de las opciones que tenía para ese encuentro, aun así no dijo nada y después del primer sobresalto, su rostro se volvió tan estoico como al principio. – He revivido a mis guerreros y reconstruiré los pilares, y aparte de ti, nadie más ha reclamado las escamas que protegen al Atlántico norte.
-¿Sabes que puedo volverte a traicionar? – declaro Kanon.
-No lo creo, ahora estoy completamente despierto y lo que dice por Atena dice mucho de ti. – El dejo de burla, irrito a Kanon en sobremanera, pero aun así rio ante el comentario, poniéndose de pie, decidió que no tenía nada más que hacer ahí.
-Estas creyendo lo que quieres; solo aceptando la armadura me volvería a convertir en traidor.
-Tengo una idea para solucionar eso. – Poseidón se acomodó de una manera relajada, la falta al protocolo por parte de Kanon en lugar de molestarle, le parecía interesante. – Sorrento te acompañara hasta tu pilar y mañana temprano partiremos.
Kanon alzo una ceja, mirando incrédulo a Poseidón. Ya no era aquel chico dócil y predecible. Sin decir nada se dio la vuelta y se dirigió a la salida.
-Y antes que se me olvide, tu castigo… - Kanon se paró en seco; no voltio, no movió ni un musculo, no dijo nada. Si el alma de Poseidón era tan tempestuosa como los mitos decían, él se había resignado a sentir esa ira desde el momento que Sorrento lo encontró. – me parece que la manera en la que moriste fue un precio justo.
Julián rio y Kanon lo imito. Aunque el tono de burla de nuevo lo había irritado.
-Deberías ser más respetuoso – dijo Sorrento, cuando salieron del pilar principal, caminando uno al lado del otro.
-A alguien que se divierte a costillas mías… no lo creo.
-Te confías solo porque le agradas.
-Dudo mucho que eso sea cierto. – lo contradijo, mirando de soslayó como su compañero contraía el ceño, evitándolo mirar en toda ocasión. – aunque no me hubiera molestado saber de antemano el hecho de que no pensaba matarme.
-Y perderme tu cara al mencionar tu castigo… - rio Sorrento. Detuvo su andar al divisar la entrada al pilar del océano atlántico norte. – Thetis vendrá en un momento.
El mayor de todos observo el que había sido su "hogar" durante los últimos trece años; estaba totalmente reconstruido. Entro, inspeccionando el lugar con minuciosidad. Nada había cambiado. Instintivamente, voltio hacia el pedestal donde usualmente descansaba sus escamas y ahí las encontró, con aquel poder tan atrayente como la primera vez que la miro. Se acercó y la toco. Estaba muy fría, nunca la había sentido así y de inmediato lo asocio a su bajo cosmos. Apretó los puños, mientras se preguntaba si ocurriría lo mismo con el resto de los caballeros dorados.
-1-
Sorrento regreso al pilar principal en busca del dios del mar, encontrándolo frente a un estanque que se ubicaba detrás de la recamara del dios, adornando el jardín marino.
-Mi señor, ya he informado a Thetis de la llegada de Kanon, las sirenas no tardaran en ayudarlo.
Julián no aparto sus ojos de las profundas aguas de aquel estanque ante el anuncio.
-¿Sigues cuestionando mis decisiones? – pregunto luego de unos segundos, con voz apacible.
-Simplemente no las comprendo, pero si es su deseo no tengo nada que cuestionar. – Respondió el general marino sin apartar su mirada de la espalda del dios.
-Creo que lo mejor es decirte toda la situación. – aunque su voz era fuerte y firme, Sorrento supuso que hablaba para sí mismo. – Has visto como paulatinamente cada dios ha ido despertando en sus reencarnaciones actuales. No debemos ser ingenuos y pensar que Atena, Hades, Ares y yo, somos los únicos que poseemos un cuerpo mortal en esta época. El final de la guerra santa solo ha conseguido incrementar la ambición del resto del olimpo y temo que el regreso de los guerreros ha empeorado la situación.
-Creí que el resto del olimpo estaba de acuerdo con la decisión.
-No tenían mucho que decir en contra de Zeus y su hija favorita – respondió con sorna ante la ingenuidad de su marina. – de todos modos, buscaran la manera de sacar el provecho de esta situación. Nosotros no nos hemos quedado atrás en ese aspecto. - Julián se volteo y emprendió la marcha invitando a Sorrento a seguirle. – si muchos han sido los dioses que ha ambicionado poseer la tierra, ¿Cómo crees que se tornara todo ahora que los responsables de muchas humillaciones aún se encuentran vivos, y derrotando al santuario, no solo vencen a Atena sino también castigan a aquellos que han burlado a los dioses?
-No es un panorama agradable – concedió Sorrento – pero ciertamente es un problema de Atena y sus caballeros.
-Con la última guerra santa comprobamos todo lo contrario. Atena necesitaba nuestra ayuda para vencer así como de nosotros de ella, para evitar que Hades gobernara. Con todos los acontecimientos anterior Hades estuvo muy cerca de lograr su objetivo. Pensar que estamos solos ha sido el mayor error de los dioses, seria cuestión de tiempo para que el dios que gobernara la tierra, intentara hacerse del mar.
-Para eso nos tiene a nosotros. Los generales marinos, sirenas y cuanta criatura existen en las profundidades, para defender sus dominios, su integridad y sus intereses. Kanon es completamente reemplazable. – Afirmo con determinación.
-Entonces dime donde está el guerrero destinado a proteger ese pilar… - Espero pacientemente por una respuesta que el sabia, no la tendría, para luego sonreír con satisfacción ante el frustrado rostro del peliazul. – no dejare una brecha tan grande en mi ejército, por lo ocurrido en el pasado.
-¿Pero no es demasiado arriesgado?
-Claro que lo sé. Pero prefiero tenerlo en mis líneas que como la mano derecha de otro dios, si fue capaz de reorganizar mi ejército marino sin mi presencia, no quiero ver lo que es capaz de hacer con el apoyo de algún dios.
Se detuvo a observar el frustrado rostro de su súbdito. Los tormentos de Sorrento no le eran ajenos, y podía imaginar que la reacción seria la misma cuando anunciara al resto de marinas que aquel que los utilizo había vuelto.
-Sorrento. – hablo, captando la atención del chico. – eres mi general más fiel, por ello te confío la vigilancia de Kanon, cuando yo no me encuentre.
-Por supuesto. – accedió el peliazul sin dudar un segundo, un brillo de esperanza resplandeció en los ojos
-2-
Todo había vuelto a la normalidad en el santuario, las remodelaciones y reconstrucciones continuaban y había muchos cambios a nivel estructural, pero el estilo de vida era el mismo. Todos los días el coliseo estaba abarrotado de personas para entrenar o ver la exposición de poder que cada caballero era capaz de hacer, los guerreros salían y venían de misiones, mientras alternaban con los deberes de la reconstrucción. La vida era ocupada y los momentos de diversión eran menos cuando más alto en la jerarquía se estaba. Shion había vuelto como Patriarca y todos habían respondido de manera positiva ante su manera de dirigir. La verdad, era dimensionalmente distinta a la manera en la que Ares había regido los anteriores trece años, pero muchos comportamientos entre los caballeros aun prevalecían. La intriga y la desconfianza que Ares había alimentado durante tanto tiempo era difícil de quitar, más aun cuando tantos rumores se caían sobre el patriarca anterior y Saga de Géminis.
Los santos dorados recibían un régimen especial, que introducía poco a poco sus tareas cotidianas, hasta que recuperaran completamente su cosmos energía. Había sido lamentable ver como ninguno de ellos era capaz de invocar su cosmos, inclusive el patriarca, así que todos los esfuerzos del patriarca residían es su pronta recuperación.
Milo, sentado en las gradas de su templo, miraba con cierto aburrimiento el movimiento de personas en los campos de entrenamiento. La vista que le proporcionaba la posición de su templo no era menos que esplendida, podía ver todos los lugares de normal concurrencia hasta el empedrado camino que llevaba a Rodorio. Prácticamente toda la vida cotidiana de los guerreros de Atena, pasaba frente a sus ojos; pero desde su regreso, se volvió algo fastidioso. Privado del uso de su cosmos, se le impedía hacer casi cualquier actividad normal en el santuario, sus obligaciones se limitaban a supervisar cuando Shion lo ordenara, dejándolo con más tiempo libre del que deseara. Para él no tenía sentido que en ese estado siguiera cuidando la casa de escorpio y es que ciertamente no había razón para hacerlo. Las guerras santas habían terminado.
Rodorio se convirtió en su refugio para eso días, arrastrando a Camus consigo, pero el ahora el acuariano se encontraba en Siberia, en un entrenamiento con el caballero del Cisne. Hyoga. Envidiaba su suerte.
Dio un suspiro y se puso de pie, había pedido permiso para bajar a Rodorio y no lo iba a desperdiciar. Bajo cada una de las casas, muchas de ellas desocupadas y no se detuvo hasta estar frente a la tercera casa. Con un suspiro se adentró, estaba seguro que su ocupante se encontraba en ella. Ni una tan sola antorcha estaba iluminaba el lugar, dejándolo más oscuro que el resto de los otros templo y el resonar de sus pasos solo incrementaba la sensación de abandono en la que se sumía Géminis.
-¿Saga? – llamo, dudoso que el chico respondiera. – Saga, te tengo una propuesta. – agrego con un tono más jovial.
Otros pasos resonaron en el lugar y a los pocos segundos pudo ver como la armadura de Géminis brillaba por si misma frente a él.
-A Shion no le va a gustar saber que utilizas tu cosmos para atender invitados. – rio Milo con malicia, aunque frente a él se erguía impotente la armadura de Géminis, sabía que no era envestida por nadie.
-Si hay intrusos, mi deber es proteger esta casa.
-Pero yo no soy un intruso –alego Milo, frunciendo el ceño ante la hiriente respuesta. – no morirás por tener un poco de contacto con otras personas.
-Si quieres mi permiso para pasar, adelante. – la armadura se dio la vuelta en un vano intento por regresar de nuevo a la oscuridad ya que Milo se interpuso en su camino, haciendo gala de la velocidad que un caballero Dorado poseía. Se había dado cuenta en ese momento, que solo él, pesa a todo pronóstico, había acatado la regla de no utilizar ni cosmos ni habilidades.
-No necesito tu permiso para pasar. – aclaro, con una sonrisa de autosuficiencia. – y te dije que te tenía una propuesta. – La armadura permaneció inmóvil, en una muda respuesta para que continuara. – Voy hacia Rodorio y sé que tienes esta semana sin obligaciones ¿Vamos?
-Aioros bajo hace un par de horas, si quieres compañía te puedes encontrar con él. – respondió con el mismo tono carente de emoción que había utilizado en toda la conversación.
-No me gusta rogar y no pienso hacerlo, - dijo Milo, adoptando un tono repentinamente serio. El geminiano estaba empezando a exasperarlo. – Te esperare en el camino hacia Tauro y si no bajas, iré a tu habitación y te mandare de una patada al pueblo.
Saga soltó un bufido, cortando la comunicación entre él y su armadura. Aunque era poco probable que Milo cumpliera su amenaza, no se le antojaba en lo más mínimo que estuviera todo el día molestándolo, una vez en Rodorio podría escaparse. Se levantó del mullido sofá de su sala, dejando el libro que hasta hace un momento leía, a un lado; dirigiéndose a la salida del área privada de su templo.
Milo se recargo en una de las primeras columnas de la tercera casa, su pie golpeaba el piso insistentemente, sin poder alejar su mente de Saga. Intentaba entenderlo, por razones más allá del compañerismo, Saga había sido en su niñez su modelo a seguir, el caballero perfecto; regio, fuerte, amable, inteligente, misterioso… Era la figura de los héroes antiguos materializada, admirado y envidiado. Hasta conocer la gran mentira ocultada por 13 años.
El bondadoso Saga, que siempre estaba ahí para ayudarlo, darle aliento en seguir adelante y que lo hacía sentir ignorante ante sus palabras; había quedado en resquicio de su propio cuerpo, doblegado por el alma del sanguinario dios Ares, del cual era la reencarnación. Su primera reacción fue de una decepción que rayaba en el aborrecimiento y cuando al fin logro escuchar toda la historia detrás del geminiano, sus sentimientos se dirigieron a hacia una única persona: Kanon.
Era un intento desesperado por guardar de la manera menos dañina el respeto, cariño y admiración que aun sentía por Saga; culpar al menor de los gemelos siempre era más fácil. Rebelde desde que tenía memoria, tan terco como inteligente y de un carácter indomable por lo que casi siempre estaba metido en un problema de cualquier tipo; pero no por ello era menos doloroso. El menor de los gemelos, también fue considerado por el como un hermano mayor digno de admiración. Cómplices en travesuras, le había enseñado muchas cosas para salirse con la suya. Saber que él era la mente malvada detrás de todas las desgracias, lo hizo agradecer por el destino que el gemelo menor tuvo. No consideraba nada más propio para Kanon que una muerte deshonrosa en cabo Sunion. Pero al verlo con vida, en el santuario de Atena, el enojo consigo mismo creció diametralmente, se odiaba por haber admirado ese par de hombres.
Cada vez que conocía más de la historia detrás de los Géminis, sus recuerdos se mancillaban más, amenazando con desaparecer su afecto.
Por suerte ambos habían tenido la oportunidad de redimirse la misma noche, Kanon como caballero de Géminis y Saga como espectro, pero al fin y por primera vez ambos combatiendo por una misma causa.
No podía negar que la partida de Kanon en el mismo momento que llegaron a la vida, lo desconcertó. "Son doce armaduras, son doce caballeros"
Esas palabras no lo habían dejado en paz desde ese día. Aun aturdido por despertar a la vida, un escalofrió lo recorrió cuando las escucho. Cuantas cosas estaban implícitas en seis palabras, cuando quiso reaccionar ya no podía hacer nada; Kanon había desaparecido.
El resto de la orden dorada despertó en los siguientes minutos, ver a Saga despertar fue su condena personal. El peliazul observo con cuidado a su compañero más cercano; el caballero de Sagitario estaba visiblemente consternado, miraba incrédulo sus manos, ajeno a todos los sonidos que hacia el resto de la orden. Volteo al sentir la penetrante mirada de Saga, pero antes que sus miradas se encontraran, Saga bajo el rostro.
Aioros llego hasta él y le tendió la mano, siempre mostrando una cálida sonrisa para su primer amigo. Saga se rehusó a aceptarla pero ante tanta insistencia cedió.
Solo al levantarse, su mirada recorrió los rostros de cada uno de los presentes. La pequeña sonrisa que le había dedicado a Aioros, se borraban a medida que sus ojos verdes descartaban a los caballeros que se encontraban. El dolor fue evidente en su rostro por un par de segundos antes de volverse apacible y sin emociones, y Milo no pudo hacer nada más que sentirse culpable de esa miseria.
Aun después de tres meses, de haber participado en la búsqueda del menor de los gemelos, en la cual aparte de ellos solo participaron Shion, el Anciano Maestro, Mu, Shaka y Aioros; no encontró el valor para decirle que él lo había dejado ir. Saga, después de escuchar que ni Atena, ni Poseidón sentían el cosmos de su hermano, se resignó a que este no había vuelto.
-¡Por Atena! ¿Qué tanto hacías? – exclamo muy irritado Milo al ver caminar tranquilamente a Saga.
-No te pedí que me esperaras – alego Saga pasando a su lado e iniciando el descenso al próximo templo.
-Pero hare que valga la pena. – murmuró a espaldas del Santo de Géminis, el cual lo escucho perfectamente.
