I. La cena.

Hacía pocas semanas que el invierno había comenzado en la ciudad de Karakura, había entrado de golpe, alborotando tanto como una visita inesperada. La navidad estaba tan cerca que casi podía olerse, aún no habían decorado las calles, pero ya faltaba poco. Era el primer año que Rukia pasaba estas fechas en su propia casa, un pequeño apartamento que había podido alquilar gracias a un pequeño sueldo que le pasaba la Sociedad de Almas por ser el Shinigami asignado a la zona. No es habitual esa remuneración, pero por la especialidad del lugar, Rukia no podía vivir sin gigai y sin tener una "vida humana", y aunque nadie se lo hubiera dicho, también sabía que la situación era especial por ella, ya no era un shinigami normal. Al aceptar esa misión, tácitamente había aceptado no tener ningún puesto de cargo en su escuadrón, y con eso hacía feliz a su hermano. Pero lo que su nii-sama nunca soportó del todo bien, era la cercanía de su hermana pequeña al molesto shinigami sustituto pelirrojo.

Se encontraba mirando por la ventana, la gente paseaba tranquilamente. Pero ella no miraba a la calle, sino al cielo, el atardecer la tenía totalmente embelesada. Estaba pensando en lo que Ishida le había dicho esa misma mañana, le estaban explicando, más o menos, las costumbres que tenían en navidad, pero ella se quedó sólo con un punto: regalarle algo a las personas que quieres. Rukia quería a muchas personas, pero su presupuesto no le daba para todos, así que decidió hacer un solo regalo. Pero tenía un problema, tan absorta se quedó en esa idea, que no escuchó ni cómo, ni cuando debía hacerse el presente. Así que lo decidió rápido, ya tenía el regalo, estaba envuelto en una pequeña caja y bien escondido en un cajón de su escritorio, esperaba visita, y si venia solo –tal y como le había dicho- se lo daría y tendrían una larga conversación.

Por fin tocaron al timbre, debía ser él, corrió contenta a abrir la puerta. Al hacerlo no se encontró con la cara sonriente de otras veces, sino con "el muchacho del ceño fruncido", cuando estaban solos nunca estaba así. Se preguntó que razón le había puesto de mal humor. Pero sólo tuvo que esperar unos segundos y ver a Kurosaki Isshin con una gran sonrisa, aún no había estado en el apartamento de Rukia. Él sabía perfectamente la relación entre su hijo y la shinigami, por mucho que ellos intentaran ocultárselo al mundo.

-¡Hola! –Dijo alegremente la muchacha.- ¿Qué lleváis en esas cajas?

-Adornos de navidad. –Contestó el pelirrojo.- Papá deja esas cajas ahí, yo dejaré esto en el cuarto. –Tras chillarle a su padre le hizo un gesto a la chica, y ésta le siguió.

-¿Qué pasa Ichigo?

-Quisiera haber venido solo, pero se ha empeñado en venir, quería conocer tu casa. Esta noche, después de la cena hablamos ¿vale? –Rukia asintió con la cabeza.

-¿Qué son adornos de navidad? –Preguntó la chica morena, mientras salían de su habitación.

-¡Joder Rukia! Hemos estado toda la mañana contándote cosas sobre la navidad¿y ahora me preguntas eso? –Cuando estaba enfadado lo estaba con el mundo entero, eso no lo podía cambiar.

-No te preocupes pequeña. –Dijo Isshin.- Es una tradición, cuando vienen estas fechas se decoran las casas para celebrar las fiestas, y la tuya no podía ser menos. –Colocó su mano en el hombro de la chica.- ¿Te ayudamos a colocarlos?

-No podemos, por tu culpa hemos llegado tan tarde, y le dijimos a Yuzu que estaríamos pronto en casa para ayudar con la cena. –Explicó Ichigo.

-Cierto. Nos vamos. –Isshin ya estaba abriendo la puerta.- No te olvides de la cena de esta noche Rukia. ¡A las ocho!

-Luego nos vemos. –Se despidió secamente el pelirrojo.

-¡Adiós! –No le dio tiempo a despedirse cuando la puerta se cerró bruscamente. Ya se habían marchado.

Se encontraba sola en su casa con tres cajas en la entrada, y una en su cuarto. Decidió que fuera lo que fuese lo que hubiera dentro lo sabría cuando viniera Ichigo, él sabría que hacer con ellas, mientras tanto las dejaría ordenadamente aparcadas en un rincón de su pequeño salón.

La cena en casa de los Kurosaki era a las ocho, estaban todos los amigos invitados, y ella, para variar, llegaba tarde. Se había querido arreglar, pero le costó mucho trabajo decidirse. Cuando vivía en la Sociedad de Almas no tenía esos problemas, tenía muy poca ropa y siempre solía ir con el uniforme de shinigami. Además estaba medio nevando, muy poco, un aguanieve caía y con los zapatos que se quería poner no hubiesen hecho más que resbalar, parecería muy torpe para lo ágil que podía llegar a ser. Así que cambió la belleza por la necesidad, poniéndose unas buenas botas y ropa cómoda para la ocasión.

-¡Rukia! –Yuzu abrió la puerta.

-¡Hola Yuzu!

-Pasa, pasa, vas a ayudarme tú, los demás no me hacen caso. –Dijo haciendo pucheros y arrastrando a la shinigami hacia la cocina. Aún no sabe como pudo colgar el abrigo en la percha. No dijo nada, simplemente se dejo llevar por la pequeña.

Llegó a la cocina sin encontrarse a nadie de camino, ya que todos estaban en el salón, tal y como había dicho Yuzu, nadie le había ayudado. Si algo había aprendido Rukia de vivir en casa de Ichigo era que la pequeña de los Kurosaki era un ángel por las buenas, pero enfadada era temible, así que ella no sería quien la pusiera de mal humor.

-¿Quién ha llegado? –Preguntó mientras llenaba unas bandejas con pequeños canapés.

-Pues por ahora están aquí, Ishida y Chad, que desde que han llegado no paran de hablar con papá de no se que cosas.

-Los tres juntos pueden ser un peligro. –Dijo Rukia, Yuzu asintió con la cabeza.

-Tatsuki también está, y Orihime. –Continuó la pequeña.- Ambas han venido muy arregladas, sobre todo Inoue, esta muy guapa. –Rukia se miró a si misma, ella no iba muy arreglada, ni tan siquiera podía decir que fuera "guapa", le costó tanto elegir que al final escogió algo con lo que iba cómoda.- No se ha separado de Ichi-nii en todo el rato que llevan aquí.

-¿Dónde está Karin?

-Acaba de volver de un entrenamiento de fútbol, así que esta duchándose. ¡Y todavía falta más gente!

-¿Dónde los vamos a meter? –Ambas se rieron.

Una vez hubieron acabado, la pequeña Yuzu se adelantó con una bandeja que parecía mucho más grande que ella. Rukia iba detrás, con otra igual de grande. Al pasar el umbral de la puerta la pequeña se quedo parada, como petrificada. La shinigami se quedó extrañada, pero tras asomar la cabeza, entendió porqué. Aún no recuerda de donde cogió fuerzas para dejar la bandeja que llevaba en sus manos y ponerla en una mesa cercana para que no se cayera, nadie le prestaba atención, todo el mundo estaba más pendiente de la escena que se desarrollaba dentro del salón. Ichigo e Inoue besándose. Nadie vio tampoco como la pequeña del clan Kuchiki salía corriendo para que nadie advirtiera cómo se sentía. Ya daría explicaciones más tarde.

Ichigo se había levantado ese día de buen humor, había pasado toda la mañana con Rukia y sus amigos, y había tomado una determinación: tenían que contarle al mundo ya su relación, estaba cansado de andar escondiéndose. Si Kuchiki Byakuya quería matarlo podría enfrentarse otra vez con él, y si Renji ayudaba a su Capitán en la pelea, tenía a Rukia de su parte para tranquilizarlos. Eso y el ver si funcionaría una relación entre ellos dos, fueron los motivos de callar sus sentimientos. Pero ya estaba cansado, harto, no podía hacer lo que le diera la gana, como había hecho toda su vida. "Si me importara lo que dicen los demás ya me habría tintado el pelo". Se lo diría en su casa después de comer, iba a llevarle unos adornos navideños, y allí, tranquilos se lo comentaría. Pensó que un buen momento sería la cena de esa misma noche, donde estarían todos, hasta algunas personas de la Sociedad de Almas. No parecía un mal plan, hasta que su padre lo fastidió todo yendo con él a casa de Rukia.

Así que se puso en marcha "el plan B", hablar con ella tras la cena, en algún momento se podrían escaparse, y si Rukia lo veía bien, esa misma noche se lo dirían a todo el mundo, tal y como él había planeado en un primer momento. Estaba deseando que llegara ya el final de la cena, por fin se sentiría aliviado y libre. La primera vez que sonó el timbre fue corriendo a la puerta, pero para su decepción eran Ishida y Chad. La segunda vez también fue con mucho entusiasmo, pero esa vez eran Tatsuki e Inoue, y una vez hubieron entrado no se separaron de él en toda la noche, sobre todo Orihime. Él estaba nervioso y no paraban de hablarle de tonterías, de vez en cuando se hacían miraditas entre ellas y él no entendía nada, absolutamente nada ¿por qué no le dejaban ir a la cocina con Yuzu y así podría ponerse histérico si le daba la gana?. Pero no, la morena no paraba de mirar al techo, y la pelirroja no lo soltaba ni por una apuesta.

Así que la tercera vez que sonó el timbre, Ichigo ni lo escuchó lo estaban volviendo loco con tonterías, la mayoría no tenían ningún interés para él, pero tenía que estar haciendo el papel de interesado hasta que llegara Rukia y así poder hablar con ella. Pero Yuzu si escuchó el timbre, y fue a abrir, para secuestrar a quien fuese y que así le ayudara en la cocina, estaba harta de hacerlo todo sola, más que ayuda, quería algo de conversación, estaba realmente aburrida. Mientras, el muchacho, se encontraba de brazos cruzados escuchando como las dos chicas hacían parejas con sus amigos.

-¿Y tu Ichigo¿No te gusta nadie? Últimamente estas muy raro. –Dijo Tatsuki mientras le empujaba hacia una esquina.

-Eh.. ¿qué haces?

-Harías muy buena pareja con Orihime. –La pelirroja se sonrojó, y Tatsuki la cogió del brazo y la puso al lado del muchacho. Lo que él no sabía era que ambas chicas se habían auto convencido de que si él estaba raro era por Inoue, y no por otra chica, ni pensaron en Rukia. Así que la morena había urdido un plan para ayudar a sus amigos a dar un paso adelante, ya que desde luego ellos nunca lo harían.- ¡Ey chicos! –Llamó la atención de todos los presentes gritando.- ¡Ichigo y Orihime están debajo del muerdago!

-¡Y parecía tonto mi hijo!

-¿Qué coño dices papá? –No le dio tiempo a decir ni hacer nada a su padre, ya que Inoue se había enganchado a su cuello y le estaba besando, fue poco tiempo, pero suficiente, para que ella se diera cuenta de lo equivocada que estaba.

-Lo siento Kurosaki-kun.

-¿Qué dices Orihime? Es sólo un juego. –Tatsuki pensaba que le había hecho un gran favor a los dos. Y tenía una sonrisa de oreja a oreja. Ichigo no dijo nada, sólo escuchó un gran golpe en la puerta de la calle.

-¿Por qué se ha ido Rukia-chan corriendo? –Preguntó Karin que acababa de entrar en escena. No sabía que estaba pasando.

-¡Mierda! –Fue lo único que pudo decir Ichigo.

Fue corriendo a buscarla¿pero a donde?. No estaba en su casa, no estaba en la tienda de Urahara, no estaba en el parque al que les gustaba ir, no estaba en la orilla del río… Desesperado, volvió a casa. Ya sólo quedaba su familia recogiendo, parecía que al fin y al cabo, su pequeño secreto, ya no era un secreto para nadie, pero todo había salido al revés.

Rukia si se encontraba en su casa, con todas las luces apagadas, cuando se sentía mal, prefería la soledad y la oscuridad, sostenía en su mano la pequeña cajita en la que había envuelto el estúpido regalo. Decidió guardarlo, tal cual, como el recuerdo de algo que nunca debió ser.

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Hasta aquí el primer capítulo, los demás serán más entretenidos.

Gracias por pasar por aquí XD