Ella poso sus brazos sobré mi tierna-mente, sentí el calor de su respiración, sentí su aroma, ese hermoso olor a rosas que impregnaban mis pulmones, todo el Santuario era hermoso, sus ojos verdes se posaban sobré mi de tal forma, que sentía que traspasaban mi alma
-Maestra- susurre suavemente, el murmullo de mi voz, pareció sacarla de un trance en el que se encontraba sumergida, observe como sus rizos castaños, danzaban alegremente sobre sus hombros
-Albadita perdona, es que Te veo y no puedo dejar de pensar que eres una belleza de niña, aún recuerdo el día en que te encontré- Se irguió con toda su altura y el porte que poseía, Para mí. Mi Maestra, Era como esas mujeres que describían en el pueblo, una Reina, cuyo porte Majestuoso y piadoso, No Lucrecia no era como una reina, Era como una Santa, una bella Santa que rezaba por todos, a mi Maestra, la sola idea de la batalla le repugnaba, odiaba con toda su alma el hecho de que los inocentes sufrieran las consecuencias de las guerras, y mantenía una fe inquebrantable sobre Atenea, Decía que Atenea era la esperanza de la humanidad "la piedad Encarnada" la llamaba si Atenea Era una Diosa piadosa que se dedicaba a reencarnar cada 200 años para luchar y salvar a la humanidad, esa guerra se llamaba "Guerra Santa".
-Albadita ven aquí- me había quedado prendada en mis propios pensamientos y desperté con el sonido de su voz, un escalofrió recorrió todo mi cuerpo, me abrace y trate de espantar de mi pequeño cuerpo esa sensación tan extraña que de repente me inundo, incluso mi alma se sentía inquieta, Estaba allí parada justo frente a mi, el jardín de Rosas era hermoso tras de ella, tan hermoso como continua siendo, el silencio del templo era ahora sobrecogedor, y la sonrisa de mi maestra quitaba toda sensación que antes hubiera yo tenido
-Recuerdo cuando te encontré, entre estas rosas venenosas, Eras tan solo un bebe de cabellos celestes, que lloraba a todo pulmón- me dedico una sonrisa, una sonrisa maternal, dulce y triste y mi corazón se estremeció- Te tome entre mis brazos y dejaste de llorar y me miraste con esos hermosos ojos que posees y no pude resistirme mi corazón te perteneció desde ese mismo momento, así que pensé en cuidarte como mi hija, como mi sucesora, aquella que portaría con honor la Armadura de piscis..
-Nada me haría más feliz, maestra- Yo apenas soy una niña pero de verdad estaba emocionada, Si yo quiero ser una amazona como usted maestra, quiero Luchar a su lado , quiero defender a Atenea, al igual que usted, por eso pongo siempre todo mi corazón en el entrenamiento, seguí observándola, viendo como su cabello danzaba con la suave briza
-Pero no quiero condenarte a esta Vida mi preciosa hija- pronuncio esas palabras con tal seriedad que en mi cara mi sonrisa se desvaneció de inmediato ¿Condenarme?, No si ella y yo estábamos juntas, Jamas estaríamos solas, para mi no era una condena era por fin tener una familia y así mi maestra jamas estaría sola y yo tampoco -Albadita, ¿Estas segura de que ese es el camino que quieres Seguir?, ¿ No prefieres Ser.. una niña normal?...-quise responder le de inmediato, pero ella siguió sonriendo tan angelical como siempre y volvió a dirigirse a mi- Tomate tú tiempo, aún eres muy joven.. ¿por que no vas a jugar un poco?- me quede de pie allí frente a ella, sentía que me derrumbaría en cualquier momento, mis ojos comenzaron a humedecerse, limpie mis lagrimas con la manga de mi prenda de vestir, no puede hacer otra cosa que darme la vuelta, no sabia muy bien el porque me estaba yendo, pero por el comentario de mi Maestra, pensaba que ya no me quería más, sentía mi corazón realmente sumergido en el dolor, seguí caminando dando le la espalda. Baje los escalones del templo apresurada, tenía que encontrar un sitio donde esconderme de ojos que pudieran ver mis lagrimas, o al menos encontrar algo con que distraer mi corazón y mi mente
mis Pasos me dirigieron con rapidez hacía el campo de entrenamiento, estaba vacío, al igual que mi corazón, no sentía más que pena y dolor, Tan sola estaba mi maestra, que prefería seguir así.. ¿prefería Su soledad?
Entonces escuche unos leves quejidos y jadeos de lucha, no muy lejos de donde estaba yo, algunas jóvenes amazonas practicaban, eran tan niñas como yo, desde edad muy temprana nos enseñan a luchar y a poseer un control sobre nuestros cuerpos que ningún otro niño podría poseer, las lagrimas que habían empapado el suelo en sollozos, ahora discurrían por mis mejillas en silencio, Observaba a las niñas luchando, si luchaban como guerreras, sus cabellos sueltos enmarañándose en el viento, sus cuerpos tan pequeños como el mío mostrando una agilidad sin igual, ambas impactaron con fuerza sus puños y cayeron al suelo exhausta y las escuche reír, ambas niñas reían sin control alguno se levantaron con esfuerzo y se dieron la mano en señal de respeto
No me percate de que Ambas me miraban, sus ojos eran tan transparentes y cálidos, me sonrieron yo no sabia que decir, sentí un par de brazos empujándome por la espalda, y las vi otras dos chicas que sonreía y reían, sus rostros eran la viva imagen de la alegría y yo me sentía muy vaciá dentro de mi, incomoda con sus gestos
-Hola- dijo una con ternura- Me llamo Rukishi ¡Yorushiku-ne!
-H...Hola..- respondí con voz queda- Soy Albadita
-Encantada- su cabello rubio era el reflejo del propio sol, podía oler en ella las flores de loto-Ellas son Mukary, Ariel, Zafiro y Lucy- su voz era tan cálida como su viva presencia
-¡Hola!-exclamaron todas a la vez, solo una permanecía apartada, Tenía esa misma imagen que seguramente yo también mostraba una incomodidad por tratar con personas tan distintas a nosotras mismas
-llamame Misao- se dirigió a mi de forma Hosca, no pude evitar Sonreír.. supongo que yo también actuaria así
Supe, que en ese mismo instante mi vida, había Cambiado..
