"Aburrimiento, caos y otras yerbas (alucinógenas)"
NOTA IMPORTANTE: éste es un fic escrito a medias con mi muy sufrida betatester y amiga SeventhDevil juntando nuestros personajes de Oblivion, que pertenecen a realidades paralelas. Está escrito en plan coña, así que ya os podéis ir esperando situaciones fuera de contexto y un poco extrañas xDDD
Así pues, con todos ustedes, Lal y Tempest... y Sheogorath, el causante de todo el embolado.
Prólogo: De la locura y sus consecuencias.
Sheogorath en ocasiones se adolecía de la recurrente aflicción que, más tarde o más temprano y de forma más o menos intermitente, padecían a la larga todos los inmortales de su especie: el aburrimiento.
Poderoso, absorbente y requemado aburrimiento supino.
Cuando eres eterno y tu mera existencia implica formar parte de algunos rasgos presentes en una humanidad en constante cambio, la falta de novedad y el mismo hastío pueden llegar a darse peligrosamente de la mano con una facilidad cuanto menos pasmosa.
Y el Dios Loco ODIABA aburrirse.
En aquel instante Haskill, su bretón Camarlengo de impecable gusto y pésimo sentido del humor, le observaba desde una posición varios peldaños más abajo del trono con ojos suspicaces. En lo más profundo de su subconsciente intuía una ligera perturbación en el ánimo de su Señor, ya acostumbrado como estaba a sus súbitos e imprevistos giros de humor en todas las... eh... Eternidades que llevaba a su servicio.
Y de aquella sensación no es que pudiera decir precisamente que algo bueno fuera a salir. Más bien todo lo contrario.
- ¡Haskill! - saltó de pronto el Daedra dando un sonoro golpe con su bastón en el suelo - ¡Tengo hambre y no sé qué comer!, ¡sugiéreme algo, rápido! - bisbiseó impaciente, sus ojos dispares bailando enloquecidos de un lado a otro rápidamente, a veces proyectando cada iris en direcciones totalmente opuestas.
- ¿Puedo sugeriros, Lord Sheogorath, una pierna de baliwog ahumada salteada de especias picantes y acompañada de una suculenta y espesa guarnición de puré de sesos con patata? Todo ésto regado, por supuesto, con una botella de vino de sangre argoniano. – respondió tranquilamente el hombre con un gesto ceremonioso de la mano - Con un toque de belladama, si es de vuestro agrado.
Sheogorath se lo pensó un momento.
- Oh, bien... – asintió con aire derrotista, ondeando una mano – Éso servirá, creo... ¡Espera! - gritó alterado - ¿Has dicho una pierna de baliwog ahumada? ¿Desde cuándo nos comemos a ésos reptiles gordos y feos?, ¿quién lo puso de moda?
- Vos, mi Señor. – replicó Haskill impasiblemente.
- Ton-te-rías. – silabeó el Daedra, primero enarcando una ceja, luego la otra – Creé a ésos bichos un día en que andaba algo despistado. Cosas relacionadas con hoyos y payeses, ya me entiendes... ¿o eran payasos...? Es igual. – resopló, alzando una mano enguantada como si espantara moscas – No creo que tenga mucho que ver con el tema que estamos tratando... que, por cierto, ¿cuál era? - inquirió, despistado.
- Deseabais comer algo, Lord Sheogorath. – le recordó Haskill con su habitual estoicismo.
- Cierto, muy cierto, ¡terriblemente cierto! - asintió entusiastamente el barbudo Daedra haciendo una pirueta con el bastón en el aire - ¡Tan cierto como el día y la noche! ¡Tan cierto como que Malacath es un aguafiestas! - prosiguió, alzando el timbre de su voz de cadencias desequilibradas cada vez más - ¡Tan cierto como que hoy ME ABURRO SOBERANAMENTE!, y comer ¡TAMBIÉN ME ABURRE, ABURRE, ABURRE! - chilló como un niño malcriado al que se le acaba de denegar un capricho tonto.
Haskill permaneció en su sitio, quieto como una estatua y con el rostro hierático.
- ¿Os aburrís, Lord Sheogorath? - aventuró cortésmente.
- Vaya, ¿tanto se me nota? - replicó el Príncipe Daédrico, súbitamente cansado - Supongo que debe de ser la edad... voy perdiendo la facultad de divertirme a la par que voy ganando la pesadez que me supone el aburrirme.
- Os sucede cada ciclo vital, mi Señor. - apuntó el Camarlengo como si aquello no fuera ninguna novedad - Y he de señalaros que siempre halláis el modo de entretener vuestra ágil mente.
El Daedra animó su apagada expresión con una exagerada mueca sonriente mientras uno de sus ojos temblaba ligeramente, Haskill no sabría decir si de alegría o de impaciencia, ante la evidente travesura que se estaba comenzando a gestar en su inmortal cabeza.
Porque otra cosa no, pero el Príncipe de la Locura siempre hallaba una nueva manera de distraerse, a cada cual más imposible, grotesca o estrambótica, pero sus ideas refrescaban cada Ciclo Vital de formación, vida, muerte y desaparición. Los Aedra y los Daedra habían hecho y deshecho a placer las razas mortales incontables veces y era su pasatiempo manipularlas a su antojo.
A veces tenían creaciones brillantes, otras un poco menos afortunadas, otras aberrantes... pero todo conformaba un emocionante tablero de juego con infinidad de posibilidades.
Y Sheogorath era un asiduo a ése tablero, donde generaba caos siempre que podía.
- ¿Sabes, Haskill?, siempre me he preguntado...
El bretón no varió su estoico semblante.
- ¿Sí, Lord Sheogorath?
- … Cómo sería juntar dos partidas en una. - terminó el Daedra.
El sirviente, pese a no demostrarlo exteriormente, en su interior comenzó a enumerar las cosas que debería disponer para ponerse a cubierto de la nueva excentricidad de su amo.
Más trabajo y más dolores de cabeza para él. Su labor nunca terminaba...
- Porque, ya sabes... he tenido en mis manos varias criaturillas encantadoras con las que me he echado unas cuantas risas... - seguía diciendo el Gran Lunático como si le acabaran de dar cuerda – Como mi entrañable elfa oscura de pelo corto, ¡qué carácter! - exclamó, jovial como un muchacho - ¡Encajaba todos los asaltos!, ¡pateaba traseros a diestro y siniestro! Oh, me encantaba la manera que tenía de insultar a la ridícula triada de dioses de segunda categoría que conformaban el Tribunal de Morrowind cada vez que se le presentaba la oportunidad... - suspiró extasiado, símbolo evidente de que aquello le traía muy buenos recuerdos a la cabeza - ¡Por todos los palitos de pescado!, ¿cómo se llamaba? Lo tengo en la punta de la lengua...
Haskill apenas pestañeó.
- Os referís a Lal sin duda, mi Señor. De la Casa Telvanni.
- Ah, sí. - confirmó Sheogorath - La tierna damisela dunmer de los berridos estridentes acompañada de su amplio muestrario de atronach. Una buena chica, sí señor.
- Trajo muchos problemas cuando llegó aquí. - opinó Haskill.
- ¡Era una chica estupenda!
- Estuvisteis a punto de reencarnaros en ella, Lord Sheogorath. - recordó el bretón con un suspiro de agotamiento. Aquella joven les había supuesto muchos quebraderos de cabeza durante una de las Marchas Grises.
El Daedra se echó a reír estruendosamente.
- ¡Me encanta cuando se resisten! - cacareó - Cuesta mucho encontrar un Héroe de Kvatch que no acabe de receptáculo para mi augusta persona. Lo cual me hace pensar en la peque imperial... ¡el inquieto pájaro verde! ¡Mi gamberra preferida! - chilló con voz de pito, como una colegiala el primer día de curso.
- ¿Habláis de Tempest, mi Señor?
- ¡Ah, la Hija de la Tempestad...!, tan insegura... ¡tan entretenida! - rió Sheogorath - Lástima que el otro melón de huerto viniera con ella incluido en el lote... Tendré que pensar cómo deshacerme de él en la siguiente ronda...
- Fuisteis vos quien le aceptasteis en Shivering Isles, Lord Sheogorath. – mencionó el Camarlengo como si lo dejara caer de casualidad.
El Gran Lunático resopló.
- Suponía un receptáculo mucho más apto para mis poderes. – explicó – Además, me daba pena usar a la chiquilla...
Haskill entonces tomó aire, consciente de lo arriesgado pero completamente necesario de la pregunta que iba a formular.
- ¿Por qué os han venido ellas dos a la mente, mi Señor?
Sheogorath manejó una maliciosa mueca sonriente al tiempo que juntaba los dedos de las manos como si estuviera hablando de un importantísimo negocio.
- Siempre me ha dado rabia que unas chicas tan majas no se llegasen nunca a conocer. - dijo simplemente.
- Pertenecen a realidades distintas, Lord Sheogorath.
- Lo sé, ¡lo sé! - clamó éste - ¡Qué idiotez!, ¿verdad? Las dimensiones, sus encantadores mortales repetidos y sus carismáticos avatares separados... - divagó ausentemente - ¡Deberíamos inaugurar un Club de Héroes Paralelos y dar pie a varios foros de debate! ¡Ésos mortales DEBERÍAN conocerse entre sí!, ¡intercambiar impresiones entre ellos!, ¡pesadillas, amoríos, sacrificios, asesinatos, robos, hechizos estúpidos, consejos de belleza, prostituciones, enfermedades venéreas...!
Al oír ésto, Haskill, en una de sus raras demostraciones de variedad facial, abrió desmesuradamente los ojos y tuvo que recurrir a todo el dominio de sí mismo para reprimir las súbitas ganas de girarse bruscamente hacia su Señor y tratar de disuadirle de que no pensase más cencerradas.
El problema era que, aún habiéndolo intentado, cuando al Dios Loco se le metía algo en la cabeza, no había elemento viviente que se lo borrara.
Así pues, hubo de oír lo que el Daedra iba entretejiendo en su peligrosamente desbordada imaginación al tiempo que hacía piruetas cada vez más rápidas con el bastón, de tal manera que el pobre sirviente hubo de permanecer quieto en su sitio con la amenaza de que, de un momento a otro, podría lloverle una bastonazo en toda la calva.
- ¡Considera las opciones, Haskill! - exclamaba el inmortal entusiasmado - ¿Te imaginas? ¿Qué se dirían los unos a los otros? ¡Hay tantas personalidades fascinantes, tantas historias diferentes, tantas meteduras de pata monumentales...! Bueno, siempre y cuando no contemos a la cándida y terroríficamente perfecta Mary Sue... - en ésto que se llevó una mano a la sien como si tratara de reprimir un fuerte dolor de cabeza - Aquella chica fue una muy mala idea... creo que jamás volveré a apostar contra Clavicus Vile en el terreno de los grandes azotes de la humanidad... hasta Peryite se mostró horrorizado por la monstruosidad aquella, peor que la más repugnante de sus plagas... recuerdo que incluso Vaermina pactó con la tal Mary Sue para que no durmiera y así no tener que aguantarla en el ámbito de los sueños...
Haskill también recordaba a aquel ser... y el sólo pensarlo le dio escalofríos.
- En fin. - dijo Sheogorath desechando de sus pensamientos aquello con un gesto de una de sus manos enguantadas - La cuestión es que ésas dos chicas en particular... ¡me gustaría volver a verlas!, ¡meterlas en otro lío!, ¡ver cómo se las apañan sin referencias de ninguna clase! Quiero verlas actuar en conjunto, Haskill, sincronizadas... como cuando tocaban las cinco de la tarde y el dunmer Aldos Othran se ponía de cerveza hasta las cejas en mitad del puente de Cheydinhal para cantar "Cliffracer". ¡Aquello era entrega, precisión...! antes de que le mataran, por supuesto, pero éso no viene al caso... - terminado de decir lo cual, hizo un complicado movimiento de muñeca y golpeó el suelo con su bastón.
El ojo de la visionaria Ciirta que descansaba en la empuñadura comenzó a moverse frenético de un lado a otro.
En aquellos instantes, Shivering Isles experimentó en toda su extensión un nuevo cambio (uno de tantos millones a lo largo de las Eternidades, ya que Sheogorath tenía un temperamento altamente voluble), un cambio destinado tanto a la Manía como a la Demencia.
Los Seductores Oscuros lo notaron, los Santos Dorados se percataron inmediatamente.
El Reino de la Locura por entero se preparaba para la nueva decisión de su amo y Señor. Una decisión nunca antes tomada por un inmortal.
Y el Gran Lunático se sonrió para sus adentros cuando percibió su territorio listo para abarcar la magnitud de sus nuevos designios.
- Está decidido. - sentenció con voz desdoblada, producto de su presente estatus de grandeza - ¡Que se apaguen las luces!, ¡que se levante el telón...! … y todas ésas cosas que se dicen... - divagó por un instante - ¡Que mis chicas se conozcan!, ¡que causen desperfectos!, ¡que manden a Mundus al borde del Caos! He dicho.
En aquel instante, las imágenes de ambas jóvenes, cada una inconsciente en su sueño, paralelas en sus respectivas realidades, se atrajeron como dos imanes suspendidos en mitad de la nada y se fundieron en una sola entidad durante apenas un segundo.
Mundus colisionó contra sí mismo en un choque dimensional que sobrecargó el aire de electricidad, y la de los cabellos verdes se escindió de la noble Telvanni; distintas en sus comienzos, distintas en sus escalafones sociales, distintas en sus ideas y sentimientos... pero unidas por un mismo destino.
"Cierra las Fauces del Oblivion".
Tras aquello, hubo un instante de eterna oscuridad... de silencio absoluto... y Sheogorath se regodeó en su obra.
Los Aedra no se iban a alegrar nada de aquello.
Dudaba incluso que sus camaradas Daedra lo hicieran...
