The reason

Este fic está escrito con motivo del Intercambio Especial Aniversario II.

Está dedicado a Sirelo. Espero que te guste :)


Los personajes no me pertenecen, solo la trama del fic. La canción en la que está basado es The reason del grupo Hoobastank


"I've found a reason for me
To change who I used to be
A reason to start over new
And the reason is you"


─Al final has accedido a venir – dijo Taichi con una media sonrisa burlona en su rostro mirando a su mejor amigo sentado en el asiento del copiloto de la maltrecha furgoneta que habían alquilado. Yamato se deslizó las gafas de sol para posarlas sobre su cabeza, alborotando su pelo rubio y miró al castaño con una ceja enarcada. Se maldijo a sí mismo por haberse dejado convencer de ir a un camping con el resto de sus compañeros y todavía se arrepentía más de haber dejado que Taichi condujera porque si lo estrangulaba en ese preciso momento podrían acabar todos en la estrecha cuneta de la carretera.

─Cállate – le dijo en tono amenazante. Taichi lanzó una sonora carcajada que hizo que Yamato lanzase un suspiro y girase la cabeza para contemplar el paisaje. El rubio entrecerró los ojos e iba a cerrarlos cuando se percató de que a través del retrovisor podía ver a Sora en el asiento de atrás, sentada junto a Mimi, con los cascos puestos escuchando a saber qué y, al igual que él, con la mirada perdida a través de la ventana. La contempló durante unos instantes, todavía estaba medio dormida porque se habían tenido que levantar muy temprano para salir pronto de sus casas. Había que aprovechar al máximo los tres días que iban a pasar fuera de sus casas y del control parental. No pudo evitar sonreír levemente al ver como ella se mordía el labio mientras seguía distraída viendo pasar los arbustos y árboles a toda velocidad.

En el asiento trasero, Mimi tecleaba a gran velocidad en su teléfono móvil de última generación, sentada entre Sora y Takeru. En los últimos dos asientos del vehículo se habían aposentado Miyako y Hikari. En la otra furgoneta, que circulaba con un poco más de precaución comandada por Joe, viajaban el resto de chicos: Koushiro, Iori, Davis y Ken.

Aquella idea de pasar unos días juntos ahora que empezaba el buen tiempo había surgido de una conversación entre Mimi y Taichi y habían arrastrado a todos sus compañeros con su ilusión y su insistencia. Yamato se había mostrado un tanto reticente pero al final por influencia de cierta pelirroja había aceptado, siempre y cuando Tai le dejase dormir en la litera de arriba en la cabaña que habían alquilado en el camping. Tai dio su brazo a torcer, aunque un poco a regañadientes.

Tras un viaje más o menos largo, en el que tuvieron que parar a comer, el letrero del camping y las adorables cabañas de madera recibieron al abultado grupo. Mimi saltó de la furgoneta casi antes de que Tai apagase al motor y pasando por encima de Takeru, que no tuvo ni tiempo de apartarse del "huracán Mimi".

─¿No os parece genial? – repuso Tai, le guiñó un ojo a la castaña que lo observaba todo con ojos brillantes. Le hacía mucha ilusión hacer un viaje todos juntos. Yamato cerró la puerta con fuerza, resopló pero detuvo el resoplido a la mitad al cruzar la mirada con Sora que estaba apeándose en ese momento y le estaba sonriendo con dulzura. El rubio se puso las gafas de sol para ocultar su mirada y pasó junto a la pelirroja en dirección al maletero para empezar a bajar todo su equipaje. En especial, el ingente equipaje de Mimi.

─¿Has pensado que solo vamos a estar tres días aquí? – repuso el rubio de mala gana al ver las dos maletas, las bolsas de mano, algo parecido a una sombrera y alguna que otra bolsa más mientras que los demás llevaban una maleta pequeña o en el caso de Taichi o el mismo una de las bolsas de hacer deporte en las que cabe de todo.

─No te pongas así, he cogido solo lo necesario – dijo ella arrebatándole de las manos la caja con forma de sombrera que después Yamato descubrió que era el set de maquillaje de su amiga. Los demás acudieron a coger sus bolsas. El rubio fue pasándoles las bolsas y mochilas y la última fue la de Sora. En cuanto se la dio a la chica, sus dedos se rozaron.

Las cabañas eran muy espaciosas y despedían un olor fantástico a madera. Taichi encabezó a los chicos hacia la suya mientras que Mimi lideró a las chicas hacia una más pequeña situada justo al lado. Una vez instalados, decidieron dividirse para ir a visitar las instalaciones del camping. Taichi entró a la cabaña de las chicas.

─Sora, saca las botas – dijo a su amiga pelirroja. La muchacha alzó la cabeza de su maleta que justo había empezado a deshacer y lo miró, interrogante – Vamos, sé que las has traído contigo.

─Todavía no he deshecho las maletas, Tai.

─Ya lo harás luego, hay campo de fútbol – Sora miró su ropa desperdigada sobre la cama y luego posó la mirada en los ojos brillantes de su mejor amigo.

─Sal un segundo, me cambio y me reúno contigo – concedió con una sonrisa.

En la cabaña de los chicos, todo era mochilas dejadas de cualquier forma encima de las literas. Joe se fue a comprobar en primer lugar que el campamento cumplía todas las normas de seguridad y salubridad. Todos lo miraron pero lo dejaron marchar porque hasta que no lo comprobase no podría estar tranquilo. T.K., Davis y Ken secundaron a su impetuoso líder, que no dejaba de instarles a que se cambiasen más rápido porque estaba impaciente por jugar al fútbol. Izzy los miró e intentó escapar de allí, pegado a la pared, pasando desapercibido con su portátil bajo el brazo. Cuando salió de la cabaña, fue a buscar un lugar donde poder sentarse y probar el nuevo USB que le proporcionaría conexión inalámbrica a Internet.

Mimi frunció el ceño al ver que Sora aceptaba ir a jugar con los chicos mientras que ella, Miyako y Hikari simplemente se iban a dedicar a pasear y mirar a los chicos del campamento, que seguro que había muchos. Sora se disculpó y salió con las botas colgadas del cuello.

En cuanto salió se encontró con Yamato, apoyado tranquilamente en la fachada de la cabaña. Mirándolo todo con el ceño fruncido, con sus grandes ojos azules ocultos tras las gafas de sol. No tardó en percatarse de la presencia de Sora y se movió. La pelirroja observó como los músculos de sus brazos se tensaban y destensaban al desperezarse, cómo se movía su pecho bajo la camiseta negra de tirantes al separarse de la pared.

─¿Te vas con Tai? – ella asintió y estuvo tentada de preguntarle por qué quería saberlo pero cambió de idea.

─Sí. ¿Qué vas a hacer? – él simplemente se encogió de hombros. Sora pensó en pedirle que la acompañara y se uniera a ellos pero Yamato no parecía muy dispuesto a empezar a correr nada más llegar. El muchacho se encogió de hombros ante la pregunta de ella, no tenía ni puñetera idea de lo que iba a hacer. Le hubiera gustado hablar con ella un rato. Ya llevaban unos tres meses hablando todos los días, al menos una media hora por teléfono antes de acostarse. En ocasiones, ella se quedaba dormida mientras hablaban y él disfrutaba escuchando su tranquila respiración. No sabía cuando había empezado aquella costumbre pero no podía decir que le desagradase – Luego nos vemos – dijo ella, despidiéndose con la mano.

"Idiota" se maldijo Matt. Las chicas salieron poco después de la cabaña y se perdieron entre las cabañas. Estaba solo, sin nada que hacer, de lujo. Se giró para cerrar la puerta de la caseta cuando se percató de que sentado en el umbral estaba Iori, leyendo un libro tan tranquilo. Dio un brinco, no sabía que estaba ahí. El chico alzó los ojos hacia él antes de volver a centrarse en la lectura.

Sora se reunió con los demás y disfrutó como en los viejos tiempos haciendo bailar el balón entre los pies aunque durante el juego no pudo dejar de pensar que le hubiera gustado que Yamato también estuviera allí.


Miyako se separó de Mimi y Kari sin que aquellas se dieran apenas cuenta, se colocó bien el bolso que no había dejado en la habitación. Fue a sentarse bajo un árbol, necesitaba encontrar conexión a internet, se le había ocurrido una idea fantástica para mejorar el puente entre el Mundo Digimon y el Mundo real y no podía esperar más para probarla. En cuanto se sentó se percató de que podía oír las teclas de otro portátil y giró el cuerpo para poder ver al otro lado del árbol.

─¡Kou! – exclamó con una sonrisa. El chico se sobresaltó y casi tiró el portátil que tenía apoyado en las piernas.

─Miyako, qué susto me has dado. Pensaba que eras Mimi y que ya me había pillado – dijo sonriendo.

─¿Qué estás haciendo? – replicó la chica, gateando sobre la hierba alrededor del árbol para observar la pantalla del pelirrojo.

─¿Te acuerdas de lo que estuvimos hablando la otra noche? – la chica asintió y un mechón de pelo cayó de su cola de cabello sobre el brazo de Koushiro – Sigo sin encontrar qué es lo que estamos haciendo mal para mejorar el puente. He intentado… – se detuvo al ver la sonrisa que estaba empezando a surgir en el rostro de la joven – ¿Qué ocurre?

─Si tú me dejas tu conexión a Internet, te cuento mi idea para el puente.

Él sonrió de oreja a oreja mientras volvía a teclear afanosamente.


Hikari y Mimi volvieron a la cabaña en busca de Yolei pero no la encontraron, solo vieron a Iori sentado con el libro en las manos, en la misma posición en la que estaba cuando se habían marchado. Mientras Mimi susurraba que todos la habían abandonado, Hikari se aproximó al chico para ver qué era lo que estaba leyendo. Iori levantó la cabeza y sonrió tímidamente ante la atenta mirada de la pequeña Yagami.

─Creo que Mimi no esperaba que todos nos desperdigásemos, ¿no?

─Supongo que no – concedió Kari, observando a su amiga - ¿Puedo sentarme? Seguramente tardará un rato en que se le pase.

Iori se hizo a un lado y dejó el libro a un lado, poniéndole un marca páginas para no perderse y poder continuar más tarde.

─¿Os podéis crees esto? Ha sido poner un pie en este sitio y cada uno por su lado. Esto es increíble – la castaña colocó los brazos en jarras. Hikari e Iori perdieron la cuenta de los minutos que Mimi empleó en quejarse de sus amigos, uno por uno.

─¿Qué era lo que estabas leyendo? – preguntó Hikari a Iori mientras se abrazaba las rodillas y apoyaba la barbilla en ellas.

─Es un libro sobre el kendo, de donde proviene y todo eso. Me lo recomendó mi abuelo.

─Parece interesante. Seguro que T.K. también se interesa en cuanto lo vea.

─Ya me ha preguntado y me ha pedido que se lo deje leer en cuanto lo termine porque dice que se le ha ocurrido una idea para presentar a un concurso y cree leerlo le vendrá bien para documentarse sobre el tema – dijo Iori.

─Lo sabía, al final se ha decidido por el tema del kendo. Desde que le enseñaste como entrenas no ha dejado de querer escribir algo sobre el tema. Ahora tiene la oportunidad. Mira que es testarudo – Iori observó como la piel clara de las mejillas de ella adquiría un leve tono rosado al mencionar al menor de los hermanos Ishida.

─Se nota que le conoces bien – dijo Iori.

─Supongo que sí – dijo ella, girándose a mirarlo. Aquella sonrisa le pareció a Iori la más hermosa que había visto en su vida.

Sora y los chicos volvieron de jugar a media tarde, sudados y agotados pero contentos. Hacía muchísimo tiempo que no pasaban tanto tiempo juntos. Mimi los observó, con los brazos cruzados. Sora caminaba junto a Tai, éste le había pasado el brazo por los hombros mientras le deshacía el pelo que ya estaba hecho un desastre. Reían. Davis todavía llevaba el balón de los pies e iba unos pasos por delante de Ken y Takeru.

─Vamos, Mimi, cambia esa mirada – pidió Tai con una sonrisa de oreja a oreja. Mimi intentó fulminarlo con la mirada pero Tai le dijo que habían conocido a un grupo de chicos muy simpáticos y, dicho de paso, guapos, que seguramente querrían conocerla al día siguiente. La castaña estuvo a punto de arrastrar a su amigo de nuevo hacia el campo de fútbol para que se lo presentase en ese mismo instante pero, por suerte, entre todos consiguieron apaciguarla.

Se ducharon y fueron a cenar a una gran cabaña central donde había buffet libre todas las noches y un montón de mesas para sentarse cómodamente. Sora comió, tenía tanta hambre que se hubiera comido un buey. Sin embargo, al mirar a sus compañeros, la pelirroja cayó en la cuenta de que Yamato no estaba entre ellos así que terminó lo que tenía en el plato y salió de la cantina para ir a buscar al chico. Iba caminando decidida a buscarle pero tuvo que detenerse al darse cuenta de que no tenía ni idea de dónde se podría haber metido. Se mordió el labio inferior y contempló el cartel informativo. En el centro, un punto rojo le indicaba su posición actual. La chica recorrió con la mirada todas las instalaciones del camping que aparecían allí señaladas y, como si alguien se lo hubiese dicho, determinó que Matt podría estar cerca de la pequeña laguna situada en el extremo más alejado del camping.


Caminó lentamente por el sendero que se dirigía hacia la pequeña laguna junto a la que se habían instalado las cabañas. Una serie de árboles rodeaban el camino, cercándolo por los dos costados. Algunos de ellos tenían las ramas tan largas que le acariciaban el rostro suavemente con las hojas al pasar junto a ellos. Ya prácticamente había anochecido y una suave brisa movía su pelo, rozándole las mejillas. No hizo falta siquiera llegar a ver el agua para saber que Matt estaba allí porque podía escuchar con toda claridad el sonido de su armónica. Sora no pudo contener una risita al recordar como Tai le había prohibido a Matt coger la guitarra para evitar que su amigo empezase a trabajar de cabeza en el nuevo disco. Los productores le presionaban a él y al resto de los componentes de su grupo pero tres días sin nada que pensar no le harían daño alguno.

Sora cruzó la última fila de árboles y casi estalló en risas al ver que la famosa laguna no era más que un charco un poco grande y profundo pero en el que el agua no le llegaría ni a las rodillas. La música cesó y Sora se giró hacia la derecha. Matt estaba sentado en la orilla, llevaba las gafas de sol puestas sobre la cabeza y un mechón de pelo rebelde le caía justo entre los ojos, aunque él no parecía darse cuenta de ello. La luna iluminaba tenuemente sus rasgos y Sora sonrió.

─No has venido a cenar – dijo ella, tomando asiento a su lado. Alzó las piernas y apoyó la barbilla sobre las rodillas. Yamato permaneció en silencio, observándola mientras se acomodaba. Jugueteó con la armónica entre sus finos y largos dedos, Sora siguió el movimiento de su mano, viendo como la luna se reflejaba en la superficie metálica del instrumento.

─He estado ocupado, supongo.

─¿Ocupado? – preguntó ella con curiosidad, no tenía ni idea de en qué podría haberse mantenido Matt ocupado durante toda la tarde desde su llegada.

─He estado… pensando – dijo él, estirando los brazos hacia atrás para apoyarse sobre ellos. Mantuvo la mirada unos segundos en la superficie acuosa del "Gran Charco" como él había apodado mentalmente a la laguna para luego posar sus ojos azul escarcha sobre la pelirroja que lo miraba directamente con sus ojos rubíes.

─¿En qué has estado pensando? Si puede saberse.

Matt la estudió con la mirada, había pensado en muchísimas cosas. Una de ellas y, tal vez, la que más tiempo le había llevado era lo que sentía por ella. A su lado se sentía extraño, pero, en el buen sentido. Sabía que a ella podía contarle sus preocupaciones y celebrar las alegrías. Era como un lugar seguro y tranquilo en el que refugiarse lejos de los problemas de la Universidad y de la discográfica. Sin embargo, ¿cómo decirle todo aquello? Optó por mencionar uno de sus problemas: la presión de la compañía discográfica sobre el nuevo disco.

─Solo esperaba que nos concedieran más tiempo porque no hace ni seis meses que terminamos la gira anterior. Espero que se me ocurra alguna canción pronto o, de lo contrario, se empeñarán en contratar a alguien para que las escriba por nosotros. Seremos unos simples títeres que cantan aquello que componen otros – dijo soltando un bufido hacia el final de la frase.

─Sois buenos músicos, estoy segura de que en poco tiempo volverá la inspiración. Como dijiste una vez, en cuanto os reencontréis con vuestra música, todo irá rodado.

─¿Cómo puedes recordar frases textuales que te dije hace tanto tiempo? – preguntó el chico, un tanto asombrado. No pensaba que ella también recordara las conversaciones que mantenían, pensaba que eso era solo cosa suya a causa de esos sentimientos confusos que estaba experimentando hacia ella.

─Siempre recuerdo las cosas importantes – dijo con una tímida sonrisa que hizo que Matt lanzase un pequeño suspiro.

─Siento que siempre tengas que aguantar mis constantes quejas y bufidos – dijo él en voz baja.

─¿A qué viene eso ahora? – replicó ella, con el ceño fruncido.

─Llevamos meses hablando y nunca te he dicho que siento que siempre tengas que escuchar todos mis problemas.

─No digas tonterías, para eso están los amigos. Para apoyarnos y ayudarnos, en cualquier momento – él ladeó la cabeza y esbozó una media sonrisa. La miró y sintió ganas de acariciarle el pelo e incluso, tal vez, rozarle la mejilla con los dedos – Matt…

─¿Hmm?

─Me gustaría que intentaras disfrutar de este viaje. Quedan dos días y pueden ser realmente maravillosos.

─Me siento como un pulpo en un garaje – Sora rió ante la comparación y Matt sonrió al ver como las mejillas de ella se volvían rosadas.

─No digas tonterías, solo tienes que dejarte llevar un poco – Sora se levantó y empezó a quitarse los zapatos ante la mirada interrogante del chico. Se acercó al agua de puntillas y un escalofrío la recorrió. Estaba fría pero estaba tan limpia y cristalina que podía verse los pies. Se giró hacia él y tendió la mano hacia él. Al ver que no reaccionaba levantó una pierna como si fuera a chutar un balón y le lanzó unas gotas de agua que le mojaron los brazos. Sora lanzó una risita al ver la cara de indignación del chico ante su provocación y corrió unos pasos hacia el centro antes de que él la cogiese por la muñeca. El agua empapaba los vaqueros largos de Matt y mientras que los shorts de Sora todavía estaban a salvo. El agua les llegaba a las rodillas. Ella le cogió las manos y le obligó a dar un par de vueltas, echando la cabeza hacia atrás. Él la miró con atención y la atrajo hacia sí cuando ella cesó su baile. La chica apoyó las manos en su pecho, alzó la cabeza y lo miró a los ojos. Sora se atrevió a alzar la mano y apartarle aquel de mechón de cabello rubio rebelde. Matt también se armó de valor y apartó el cabello de Sora, colocándoselo detrás de la oreja, rozando con sus dedos la mejilla de la chica. Ella entrecerró los ojos ante la caricia. Matt se inclinó lentamente hacia ella, hipnotizado por la ternura de su mirada. Sin embargo, su cerebro empezó a trabajar de nuevo y lo hizo apartarse con cierta brusquedad de su amiga.

─Matt... – susurró Sora, sin entender el cambio de actitud de él.

─Será mejor que volvamos con los demás – dio medio vuelta y salió de la laguna, con los bajos de los pantalones chorreando. Sora se abrazó el cuerpo. De repente, era como si el agua hubiese bajado bruscamente de temperatura. Como si el calor sentido hace unos instantes ante la caricia de Matt nunca hubiese estado allí. Entrecerró los ojos. Tal vez, Matt no sentía lo mismo que ella.


Mañana tendrás un nuevo capítulo. Espero que te guste el inicio :)