Puse Huddy, aunque realmente pienso que es más Cuddy... Sigo diciendo que no me he cambiado de bando, pero me he permitido escribir esto por varias razones. Primero, porque me gusta House MD y la adoración que siento por cada uno de los personajes de la serie me hace quererlos a todos. Segundo, me apasiona la relación amistosa que tienen estos dos y el respeto que se tienen. Tercero, este momento, ese capítulo, me fascina y desde que lo ví, desde hace tiempo ya, que esta idea venía rondando en mi cabeza y leer Besos me empujó a hacerlo, a decidirme. Quinto, porque el cambio horario y mi estado de ánimo influyeron para que escribiese esto entre las dos veces que dieron las dos de la mañana.

Me he decidido a publicarlo después de que mi querida Angy y Morgan le hayan dado el visto bueno. Por eso, le dedico el fic a los dos. A Angy, por ser hameron pero ver más allá de ello y saber valorarlo. A Morgan, por los buenos consejos sobre escritura y porque es capaz de opinar con la imparcialidad que siempre he necesitad.

También quiero dedicarselo a todas aquellas hameron que sepan apreciar esto y no me crucifiquen por ello. En especial a sandra, Queenie y Palm, que conocen mis opiniones y pensamientos y sabrán entender por qué he escrito esto.

A Auryl por escribir algo tan inspirador como Besos y empujar a mi sensibilidad a llegar más allá y a todas las huddies y seguidores de House, tengan o no shipperio, porque siento esto como parte de la serie y no de un shipper.

Tres Segundos.

- ¿Alguien como tú?

Es la pregunta que retumba en los recovecos de su mente. No se arrepiente de haberla hecho. Ha salido de ella sin más, sin pensarlo. Tal vez, no ha sido adecuado formularla y puede que enrarezca demasiado las cosas, pero no siente remordimientos. Tampoco se siente feliz ni aliviada. Pero en ella crece la duda, la incertidumbre. El miedo de dar un paso más y no saber volver hacia atrás a tiempo.

- Alguien que te guste.

Debía estar loca para pedirle que hiciese eso por ella. ¿Cuándo pensó que era buena idea que la ayudase con las inyecciones? Desde el minuto que aceptó, sabía que esos minutos en los que él desinfectaba cuidadosamente la zona y pinchaba con delicadeza serían insoportables. Imponiéndola una opinión que ella jamás había pedido. Él y sus interminables juicios sobre los demás. Enjuiciando su anhelo por ser madre y lo que era capaz de hacer para lograrlo. Su reloj biológico resonaba con un tic tac patético que él desconocía por completo. Jamás entendería como se sentía. No sería posible que sintiese esa angustia por ser conocedora de ese tiempo que desperdiciaba, que se la escapaba entre las manos.

Cuatro palabras que martilleaban en su cerebro. ¿Por qué tuvo que pronunciarlas¿Por qué de pronto significaban tanto? Alguien que te guste. Resultaba demasiado complejo. Totalmente relativo. El concepto era indefinible. A ella el gustaba mucha gente. Le gustaba la gente que trabajaba en el hospital. Le gustaba cómo hacían su trabajo y se desvivían por ello casi tanto como ella. Le gustaba el taconeo de sus zapatos. Le gustaba hacer las cosas correctamente. ¿Pero le gustaba él? Le gustaba como médico, como amigo, incluso como empleado. Tenía que lidiar con los tres aspectos que le gustaban de él a diario. Era divertido y reconfortante ver que era capaz de ganarle la mayoría de las veces. ¿Le gustaba como hombre? Nunca se había hecho esa pregunta. Era algo que no se había planteado y que no creyó que fuese a hacer nunca. Dudar de si misma, de su sentido común la hacía sentir culpable.

Entonces lo vio claro. No siempre ganaba. A veces, la mayoría de ellas, era él el que salía vencedor. Porque ante el mundo él era quien perdía, pero de puertas para adentro, en su despacho, era ella quien dudaba de si misma casi todo el tiempo. Ella perdía sin que él llegase a saberlo. Tal vez por eso había accedido a ayudarla con las inyecciones. Un as en la manga que podría utilizar contra ella cuando le negase alguna intervención o procedimiento descabellados. Sin embargo, lo estaba haciendo por ella. Finalmente, la estaba ayudando a conseguir su sueño. Sin preguntarla por qué quería ser madre ahora. Le debía algo.

Cuando entró en su despacho él levantó la vista hacia ella y pudo sentir un escalofrió en su espalda, como toda su piel se erizaba. ¿Desde cuándo tenía ese poder sobre ella? La asustaba. La hacía sentir débil y vulnerable. Dos cualidades que no podía permitirse.

- Gracias por las inyecciones.
- De nada.

Y su mirada se hizo más intensa. ¿Qué esperaba de él¿Qué esperaba de ella¿A qué había ido allí en realidad¿De verdad quería darle las gracias por ayudarla? Sí. Estaba haciendo algo por ella y él no era dado a las muestras de solidaridad. Era lo menos que podía hacer. Pero la forma en la que la miraba y ella le devolvía la mirada, como si tratase de comunicarlo todo con ese gesto. Demasiada insistencia. Dudó durante unos segundos. Él no era el tipo de personas pacientes que saben esperar a que uno esté preparado.

Entonces se giró porque no creía que pudiese mantener por más tiempo esa máscara de seguridad ante él, porque se derrumbaría.

- ¿Has venido solo para decirme eso?

Se clavó en ella como un puñal demasiado afilado, desgarrador, frío. Más duda, inseguridad, miedo. Miedo a lo que sentía en ese momento y que era una revelación. Era un pensamiento descompensado. Algo que hacía que vibrase todo su cuerpo. Sacó fuerzas de donde pudo porque no sentía que las tuviese, al menos las suficientes. Tan solo tres segundos que no utiliza para pensar.

- No.

No supo mentirle. No quería hacerlo. Y aquella sola palabra salió de su boca como un suspiro. Una pequeña súplica. Un simple "no" que la despojaba de la carga pero la envolvía de temores y más dudas.