Luego de un exhaustivo reaserch sobre comedias románticas y Sorato… salió este regalo para mi secret friend, ¡SkuAg! Espero que este intento de Sorato cumpla tus expectativas, al ser una pareja que, por más que sea canon, jamás he escrito. ¡Esto fue muy divertido de hacer! Además de salir de mi zona de confort tanto de parejas como de género (espero no haber metido angst inconscientemente y que tampoco se me haya escapado algún error ortográfico).
Pedido del Intercambio de SkuAg:
OTP: Sorato
Curiosidad: Taiyako (Taichi x Miyako)
Crack: Miori (Mimi x Iori)
Disclaimer: Digimon no me pertenece. Sino no tendríamos que esperar hasta el 6 de Mayo para el tan anunciado Trailer.
Nota: Alguien, se lo suplico, haga algo con mi cabeza para crear mejores títulos.
Rating T por algunas palabras subidas de tono.
¡Ojalá te guste mucho mucho muuuucho! Originalmente planeé que fuera un one-shot bieeeeeen largo pero, al ver tanto entusiasmo en el topic, tuve que buscar el momento ideal para cortarlo y dividirlo por partes. Eventualmente subiré las que siguen (al todavía no tenerlo finalizado), claro que antes que acabe el intercambio.
[Este Fic forma parte del Intercambio especial II Aniversario del foro Proyecto 1-8]
Parte 1
Código Delta
—¡Todo! ¡Todo está arruinado! ¡Completamente todo!
—Sora, trata de calmarte por favor. No es el fin del mundo, vas a ver que vamos a encontrar un reemplazo y-
—¡¿Un reemplazo en menos de veinticuatro horas, Yamato?!
Esta situación era exactamente aquella que Yamato Ishida temía. Todos le habían advertido que las novias suelen perder los papeles si el más mínimo detalle escapaba de sus manos. Por esa razón, había tomado todas las precauciones, conseguido segundas, terceras e inclusive cuartas opciones para cualquier inconveniente. ¿Se derriten las esculturas de hielo? Tenían una salvación. Inclusive una máquina de hielo portátil con la que estaba dispuesto a amanecerse. ¿Gabumon se comía los bocaditos para los invitados? Toda pastelería y panadería de Odaiba se encontraba al lado del teléfono esperando la llamada de Yamato tras haberles ofrecido una buena suma a cambio de todo su stock del día. ¿Se rompe o mancha el vestido de novia? Aquella era la única sin solución. La que más temía. Sin embargo, no imaginó este escenario.
Jamás se le cruzó que Sora perdería los estribos por la falta de compromiso de la encargada de ese gran importante detalle de la boda.
El pastel.
—¡Voy a encargarme a arruinar la carrera de esa mujer! ¡De dejar con mala reputación su empresa de catering! ¡Mi boda está arruinada!
—¡Lo voy a solucionar! ¡Vas a ver que lo voy a solucionar!
Decidido, tratando de que no se le contagie la desesperación de su futura esposa, cierra los ojos para echar un largo suspiro. Tras abrirlos, intenta tomar noción de sus alrededores y así, quizás, llegar a una respuesta ante este dilema.
Observó a Sora, creyendo que con una simple mirada lograría calmarla. No obstante, volvió a ser cautivado por aquella mujer que enterneció su corazón durante su infancia. Su cabello cobre, que a veces la molestaba diciendo que le recordaba al color de una zanahoria, se encontraba perfecto. Había crecido hasta su cuello, costándole un poco acostumbrarse a no ver tan seguido aquél hermoso lugar, indicando que estaban por cruzar la línea hacia la adultez definitiva. Casarse es un gran paso pero estaba dispuesto a caminarlo con ella. Siempre lo estuvo. Por ese motivo se encontraba tranquilo ante la crisis del año. Si aquello significaba pasarse a su lado malo y ser el primero en su lista de personas a las cuales eliminar esa noche, no le importaba. Siempre quería ser el primero en su lista. Fuese de lo que fuese. Inclusive si significaba su pronta muerte ante aquél monstruo que pronto se apellidaría Ishida.
Mientras Sora murmuraba para sí sola, Yamato opta por empezar a caminar hacia el lado contrario de su nuevo departamento. Aquél donde empezarían su nueva vida. El olor a nuevo invadía sus pulmones cada vez que inhalaba algo de aire. La madera artificial que varias veces lo había hecho perder el equilibrio cuando andaba con medias en la casa. Las aventuras que había tenido con su mujer en aquél piso ocasionalmente.
Sonrió.
Se sentía mal por estar en completa felicidad mientras la elegida del Amor sufría por el pastel, pero alguien debía mantener la compostura. Debía planear, tener una perfecta estrategia para así enfrentar la primera y última crisis pre-boda. Ella se sentó en el sofá, sus manos sobre el rostro. Sacudiendo su cabeza en negación, intenta suprimir un grito de desesperación que le mataría sus cuerdas vocales. Aquellos diamantes de tonalidad canela se hallaban cristalinos, ocasionalmente dirigiendo la mirada hacia el techo, para luego volverse a hundir en sus pequeñas palmas. Yamato asintió para sí mismo, convencido.
Está en sus manos asegurar la felicidad de Sora.
Y haría de todo para lograrlo.
—¿Sora?
Acercándose con cautela hacia ella, procuró no establecer un contacto directo. Puede ser que Yamato se desviva por ella, pero deseaba conservar su vida y así no dejarla viuda antes de tiempo bajo sus propias manos.
—No ahora, Yamato. Tengo unos fuertes impulsos de ir hacia esa mujer y matarla.
—No te ensucies las manos con ella, no vale la pena—con lentitud, se sienta a su lado, formando una sonrisa torcida en la comisura de sus labios—Puedes desahogarte conmigo.
—¿Entonces puedo matarte?—los rojizos ojos de Sora, por el silencioso llanto, lo miraron ilusionada, llena de expectativas.
—…soy una especie única. Ishidatus Yamatus—balbuceó, retrocediendo un poco—Estoy en peligro de extinción.
—¡Si no logras solucionar esto vas a estar extinto!—luego de gritar, decide finalmente recostar su espalda en el sofá. Inhalando aire, imitando una meditación, da lo mejor de sí para recomponerse—Lo siento, Yamato. No sé qué me está pasando. Me estoy convirtiendo en esas típicas novias que se ven en las películas de comedia romántica.
El rubio no pudo contenerse más. Estiró sus brazos hacia ella, invadiendo su espacio personal, entregándole un cálido abrazo. Apoyando su mentón en el casi inexistente cuello de ella, su cabello empieza a darle comezón en la nariz. Oliendo su aroma a flor de cerezo gracias a su perfume favorito, descendió sus manos hacia las de ella, acariciándolas. Ella se dejó llevar, relajando la tensión de sus músculos. Entregándole un dulce beso en la mejilla, sube sus labios hasta su diminuto y encantadora oreja.
—El piso nos está extrañando.
—¡No es momento para eso!—sonrojada, se levanta de golpe dejando a Yamato intentando aguantar una risa, lo cual no resultó—No entiendo cómo puedes estar tan tranquilo y reírte.
—Es porque estás aquí, conmigo. Me voy a casar en menos de veinticuatro horas con la mujer más maravillosa. No dejaré que un pastel se interponga en mi camino.
—Eres un tonto.
La tensión había disminuido en los hombros de Sora, lo cual le proporcionó tranquilidad al corazón de Yamato. Debía creer que va a hallarle una solución, cosa que pensaba realizar en dicho instante. Sabe que puede lograrlo, solo que las horas lo limitaban. Son las seis de la tarde, lo que significaba que la gran mayoría de pastelerías o empresas de catering con servicio de pasteles se encontrarían cerrando. Ir por una guía telefónica y buscar dependiendo de los horarios de atención también significaba un riesgo a perder valiosos segundos que su vida atesoraba ya que está convencido que la muchacha sería capaz de acabar con su unicidad.
Si no hago algo pronto, Ishidatus Yamatus cesará de existir. Puedo tratar de convencerla todo lo que quiera pero, si ni yo mismo logro encontrar algo… ¡¿cómo se supone que lo solucionaré?!
Procurando no jalarse demasiados pelos rubios para no quedar calvo antes de tiempo, Yamato empieza a caminar hacia el corredor que da hacia la habitación que ambos comparten. Millares de papeles yacían en la cama, la gran mayoría rotos por Sora. Esclareciendo los pedazos que estaban esparcidos en el suelo de madera laminada, logró hacer la cara de la tan comprometida señora que originó el caos.
—Tiene las horas contadas—suspiró él, para al final estirarse sobre el colchón—Al igual que yo. ¿Qué debería hacer…?
Desploma el lado contrario del rostro, observando la mitad de la cara llena de arrugas de aquella canosa mujer. Cierra sus ojos de un azul eléctrico, para al final contener una rabieta.
—En unos momentos acabaré igual que tú. ¿Alguna recomendación para aguantar el dolor?
El papel sale volando por la repentina ráfaga.
—Ni algo así se apiada de mí.
Pero no importa, porque siempre quiero ser el primero en la lista de Sora. Estoy seguro que esto se volverá en una anécdota muy divertida. Se la contaremos a nuestros hijos, y me convence que él alterará todo y…
Una lluvia de ideas empieza a correr en la cabeza de Yamato.
Claro, ¡cómo no lo pensé antes!
La fábrica había empezado a operar, los engranes a girar. Se levanta de golpe, enderezándose para así no interrumpir la realización que acababa de tener. En estas situaciones, siempre hay alguien que apoya. Alguien que estará en buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza. Claro si es que esa persona es sincera y leal, cosa que el futuro esposo lo sabe a la perfección.
Era hora de hacer la llamada.
El elegido de la Amistad no dudó dos veces en escabullirse en el corredor, imitando a un súper espía en la misión más peligrosa que había tenido. Tarareando la temática de Misión Imposible, se apega a la pared, observando de reojo la sala en donde se encontraba Sora. No hay motivo para tanta secrecía, pero Yamato deseaba darle algo más de riesgo a su situación actual. Confirmando que la tormenta andaba a un bajo nivel, se percató que ella había tenido una idea similar. Andaba charlando por su celular, conteniendo sollozos al sobarse los ojos con su mano libre. Su corazón haciéndosele añicos, sacude el rostro para al final lanzarse al suelo y así rodar hacia la cocina, marcar el número en el teléfono de la pared, y solucionar su dilema.
No creyó calcular mal para deslizarse en todo el piso, dándose directo con la refrigeradora.
—¡¿Qué fue eso?!
Sora se levantó asustada por el estruendo que había escuchado. Despidiéndose apresuradamente de la persona al otro lado de la línea, lanzó el celular al sofá. Tambaleándose, debido a que andaba en medias y el laminado estaba recién lustrado, casi sufre el mismo destino de Yamato por la velocidad en la que acudió. La escena que presenció le causó una mistura de emociones. Iban desde preocupación hasta rendición, de gracia hacia molestia, de alegría hasta desdicha. Cerró sus ojos de tonalidad canela para tranquilizarse. Su futuro esposo estaba de cabeza, sus brazos enredados de alguna mágica e imposible manera con su cuello, para que al final sus pies estén contra la puerta de la nevera.
—Juro que no fue intencional—dijo con el aliento entrecortado—Puedes seguir con tus cosas, amor. Tengo todo bajo control.
—Es por este motivo que me da miedo dejarte solo en casa. Apuesto que has visto películas de espías o agentes secretos. Probablemente Misión Impossible. O alguna de 007.
—Lo único que entendí de esa oración es que soy apuesto.
—Yamato... ¡No es hora de juegos! No tenemos pastel y pretendes ser Matt Bond o algo así.
Cuando se retiró, él no pudo evitar soltar un suspiro de derrota, mientras intentaba desenredarse de su propio cuerpo. Sus articulaciones le dolían, la falta de ejercicio manifestándose tras el estrés acumulado de los preparativos de la boda. Poco a poco cedió, para finalmente estar de pie. Se acercó a la línea divisoria entre la sala de estar y la cocina, solo para volver a encontrar a Sora charlando por el celular. Arqueando una ceja al no comprender del todo su actitud, prosigue con su misión.
Ahora tarareando la misma melodía bajo su aliento, estira su mano para que las yemas de sus dedos alcancen el tan deseado teléfono. Al sentir su fría textura no pudo evitar formar una sonrisa triunfante en su rostro. Solo era cuestión de marcar el número para así tener completado el primer paso para la campaña que protegería su unicidad al igual que a un animal en peligro de extinción. O mejor dicho, la solución a que su futura esposa no lo asesine al no tener el famoso pastel.
Tras apretar los botones, la espera le pareció eterna. Inclusive juró que veía su vida en retrospectiva al temer que esa persona no pudiera contestar. Si se llegaba a ese punto, estaba convencido que pondría como padrino a quien originalmente planeó, antes de que el susodicho se entrometiera. Su predicamento incrementaba al pasar los segundos. Le quedaba poco tiempo y él era su salvación para convencer a los demás muchachos en ayudarlo.
El teléfono dejó de timbrar.
—¿Aló?
Cuando Yamato escuchó aquella voz no pudo evitar soltar todo el aire que había aguantado por el suspenso. Sintiéndose liberado, logró respirar con tranquilidad, cediendo su espalda en contra de una repisa y así encontrarse en una posición mucho más cómoda. Recorrió su cabello con la mano derecha, sintiendo la grasa que se formaba gracias al sudor que fue provocado por la tensión.
—¡Taichi! Gracias a Dios que contestaste.
El moreno hizo un gesto de confusión al otro lado de la línea, desconociendo el alivio de uno de sus grandes amigos. Empezó a meditar, imaginando posibles escenarios que causaran su tono de voz. Una idea surgió en su mente, sonriendo con malicia, cosa que el rubio desconocía.
—¿Sora se enteró sobre el incidente en la despedida de soltero con la stripper?
—¡Nunca hubo tal cosa!—al percatarse que había gritado, Yamato tuvo que taparse la boca—Sigues jurando que eso sucedió cuando en realidad no hubo ninguna.
—¿Cómo estás tan seguro de eso? Es cierto que entre los chicos la pasamos muy bien y terminaste en el piso luego de tanto beber pero...
—Taichi, si mal no recuerdo, fuiste tú el que acabó en el suelo gritando sobre el verdadero amor. Tanto que el manager tuvo que botarnos. Luego buscaste una pelea con un maniquí, para acabar corriendo cuando se tambaleó encima de ti y luego al pasar por una tienda de lencería para mujeres lanzaste billetes pidiendo a que te hagan un baile.
—Repito, ¿cómo estás tan seguro de eso? Sabes que esa sensual mujer era real. Solo estás en negación. Además, el verdadero amor es una ilusión, solo pocos lo encuentran. Haz tenido el privilegio, así que aprovéchalo por más que esa stripper haya malogrado tu relación.
—No tienes remedio—sacudiendo el rostro, sus ojos se llenan de determinación—Debí haberme quedado con Takeru como padrino.
No es momento de corregir las lagunas mentales de Taichi gracias a los efectos del alcohol. Es momento de solucionar el problema en mano y salvar su matrimonio. Imploró a que Sora no entrara a la cocina al estar engrosada en su conversación, para así volver a la atmósfera de complicidad que formó al salir de la habitación como Matt Bond. Bajando el volumen de su voz, coloca la palma de su mano cerca a la boca, pegando sus labios hacia el auricular.
—Tenemos un código Delta.
—¿Podrías no besar el teléfono pretendiendo que es Sora? No te entiendo.
Deseando maldecir al notar que el moreno no captaba su mundo imaginario, se separó, conteniendo las ganas de murmurar nuevamente. Enrolló su dedo en el cordón, observando por última vez, de reojo, la división entre la sala y la cocina.
—Que tenemos un código Delta.
—¿¡Código Delta!? Yamato, en vez de hablarme sobre la stripper debiste haber mencionado esto. Es muchísimo más importante que un baile frustrado.
Dándose un palmazo contra la frente, hizo una nota mental de sentar a Taichi con los demás chicos y esclarecer los hechos de su supuesta legendaria despedida de soltero. Sus ojos azules estaban por ceder a la presión de aquél hombre que se apoderó de la posición de padrino, que originalmente le pertenecía a su hermano menor.
—Necesito de tu ayuda, Taichi. Es peor de lo que imaginé.
—Me imagino. Quién hubiera pensado que en menos de veinticuatro horas te arrepentirías.
—Sí, sí, exacto—asintiendo con tan solo escuchar la palabra veinticuatro horas, Yamato no prestó atención a lo demás.
—Sora debe estar hecha un monstruo.
—No tienes idea. Temo que Ishidatus Yamatus se extinga.
—Deberías dejar esa broma, no es muy graciosa. Tienes mal sentido del humor, Yamatus. De todas formas, debo ir a salvar tu pellejo. Abandonar a Sora veinticuatro horas antes... el mágico poder de las strippers es sorprendente.
—Espera... ¿de qué estás hablando?—el futuro esposo acababa de percatarse que la conversación estaba siguiendo el divertido juego del teléfono malogrado—¿Qué tiene que ver, de nuevo, una stripper con esto?
—¿Acaso no tenemos un código Delta?—inquiere el elegido de Valor, su voz siendo el indicador de su extrañeza.
—Claro que tenemos un código Delta—Yamato retrocedió un poco, igual de confundido—¿Para ti qué es el código Delta?
—Que te pones reticente con la boda—dijo él como si fuese algo obvio—Tienes arrepentimientos, entonces debo ir a salvarte de Sora Takenouchi. ¿Para ti, qué es el código Delta?
—Alguna emergencia que ponga en peligro mi existencia. O mejor dicho, situación que se declare como un Estado de Emergencia mi casa, al tratarse de un imperfecto en la boda.
—¿No se aplicaría el código Delta entonces? El retractarte es una emergencia que pone en peligro tu existencia.
—Taichi, no me estoy retractando. No hay forma que lo haga. Amo a Sora. La amo con todo mi corazón. Palabras no son suficientes para expresar todas estas emociones que siento al saber que mañana estaré casado con ella, empezando una nueva etapa de nuestra vida. Vivir juntos, viajar juntos, cuidar a nuestros hijos...
—Yamato, te agradecería que no me arruines los votos que voy a escuchar mañana. Aunque estoy muy seguro que son muy similares a los que acabas de decir... a no ser que le hayas compuesto una canción a Sora.
... ¿por qué cuando Taichi no toma algo en serio siempre da en el blanco? Ahora me avergüenza el haberle compuesto algo a Sora como un voto.
—Creo que debimos dejar en claro lo que significaba situación de emergencia en el Código Delta. Ambos tenemos percepciones distintas.
—Sea como sea, ¿en qué puede ayudar el mejor padrino de todos los tiempos?—su carismática voz calmó a Yamato.
—Nos canceló la mujer del pastel.
Silencio se hizo presente del otro lado. De fondo, Yamato podía escuchar un par de ruidos. Eso significaba que Taichi se encontraba en casa, probablemente cenando. Estos incrementaron, indicando, también, que no limpiaba su departamento desde hace bastante tiempo. El mayor de los Yagami había decidido mudarse para intentar ser más independiente. Sus padres intentaron hacerlo desistir, argumentando que si no recordaba quitarle el plástico a una bolsa de palomitas de maíz instantánea para microondas, corría el riesgo de morir por una estupidez, o inclusive intoxicado al nunca botar los cartones de leche de la nevera, bebiéndolos sin fijarse en la fecha de vencimiento y menos si tiene un sabor agrio. La terquedad provocó que Hikari se viera comprometida de pasar ocasionalmente a revisar si todo andaba en orden. El bullicio provocado por el moreno indicaba a que la hermana menor no había hecho sus rondas por un buen tiempo.
Eso me recuerda que no veo hace tiempo a Takeru. Con todo esto de la boda la gran mayoría ha preferido ponerse al margen al temer arruinarle algo a Sora.
—Esto es la crisis del siglo. La tercera guerra mundial—ahora su tono indicaba temor, flaqueando con cada palabra que escapaba del elegido del Valor—¿Tomaste medidas preventivas?
—Tenía todo perfecto. Inclusive si es que Gabumon mañana se ponía goloso. Jamás se me cruzó esto por la mente.
—Seamos sinceros. Solo hay dos opciones, las cuales son las vías más rápidas y directas… que dudo que querrás usar—tragando saliva, Taichi se aleja de su celular.
—No. No pienso decirle a alguno de esos dos. Tengo mucho miedo de… los resultados que eso pueda tener. En especial con los invitados—el rostro de Yamato palideció.
Mientras esperaba la respuesta, agudizó sus sentidos para así poder captar la conversación que Sora tenía desde el otro lado. Desafortunadamente, nada llegó hacia él. Preocupación se cernió sobre rostro, inclusive ocasionando que frunciera el seño. Mordiéndose el labio inferior, vuelve a jugar con el cordón mientras utiliza sus uñas para tocar la madera del repostero. Sus dedos del pie derecho empiezan a subir y a bajar, cansado de la espera. No sabía la razón por la cual Taichi no contestaba, pero algo le decía que debía ser pronto. El silencio de la muchacha de cabello cobre no le gustaba para nada.
La tranquilidad emanada por la atmósfera que los rodea como un tul de luz era eterna, hasta que un delicado sollozo, tan frágil como el cristal, lo rompió.
—¡Taichi!—gritando bajo el aliento, Yamato se encontraba desesperado—Al demonio el código Delta, te necesito aquí ahora.
Debería llamar a Takeru también, solo por si las dudas. Aunque dudo que venga. Todos tratan de mantenerse al margen de esto. ¿Realmente les asusta tanto hacer molestar a la novia? Aunque viendo sus deseos asesinos de hoy, es muy probable que sea un instinto de supervivencia por parte de los demás. Sabia decisión..
—No hay necesidad de pedírmelo, estaba alistándome—dice como si fuese algo obvio, creyendo que Yamato podía ver a través de la línea telefónica—Estaré en un dos por tres.
Al escuchar que colgó, el rubio tira el teléfono sin importarle si llegó a hacer contacto con la pared y así asegurarse que la cuenta telefónica del mes no incrementara. Lo único que deseaba era acudir a la elegida del Amor, que cada día que pasa lo cautiva mucho más. Sus mejillas suaves, algo llenitas que le recordaban a un suave malvavisco rosa. Labios cereza que siempre deseaba saborear. Una tez ligeramente durazno causante de descargas eléctricas en su cuerpo. Detestaba verla ceder. Sora siempre mantiene un acto fuerte, independiente. Jamás la ha visto quebrarse, por más dilemas que la boda haya podido conllevar, lograba mantener la calma. Inclusive cuando sus opiniones no eran compartidas por su infalible dama de honor, lograba mantenerse de pie. Aun así, esta fue la cereza del pastel.
Irónico.
—Creo que acabo de cometer un grave error…
Aquél susurro que escapó de Sora lo tomó desprevenido.
Cuando ingresó a la sala, la luz artificial lo recibió, encegueciéndolo. A diferencia de aquella que se encuentra en la cocina, esta es mucho más potente al ser de foco amarillo y no blanco. Estaban en proceso de remodelar el departamento para así hacerlo mucho más acogedor. Yamato se encontraba ilusionado con el hecho de formar una familia con Sora. Inclusive piensa que anda mucho más emocionado que ella, adelantándose a un hecho futuro. De vez en cuando se ponía a buscar nombres de niño o niña.
Sacudió el rostro. No era momento de ello.
Sora se encontraba de rodillas en la alfombra, mirando el techo. Sus ojos reflejaban la luz que caía directo hacia sus pupilas, Yamato preguntándose si aquello no la enceguecía. Confundido, poco a poco se va acercando a ella, para así quedar a su mismo nivel. Con delicadeza, temiendo que Sora se rompiera en millares de pedacitos, le toca el hombro. Acerca su rostro hacia el de ella, lanzándole la temida pregunta cerca a su oreja.
—¿Todo bien, Sora?
—Acabo de cometer un grave error…—repitió como si estuviese hipnotizada, su boca tan solo vomitando la oración—No debí decir que sí… acabo de arruinar mi boda.
—Vamos, Sora. No es tu culpa lo del pastel. Sí, es cierto que aceptaste con rapidez al ver el hermoso decorado en el catálogo pero eso no significa que…
En cuestión de segundos, fue ahora Sora quién sujetaba de los hombros a Yamato. El rostro de la futura señora Ishida brillaba con una mezcla de emociones que le costaba definir. Era el reflejo mismo de la esperanza con la desesperanza. El canela que la identifica se encontraba perdido, dando a entender que había quemado hasta el último cartucho. Estirando sus brazos para tomar la rienda de la situación, él opta por abrazarla, sumiéndola en su cariño. El escuchar que los latidos de sus corazones se hicieron uno solo, la aleja para darle un dulce beso en la frente. La vida retornó a Sora, ruborizándose. Aquello hizo que el color durazno que fascina a Yamato volviese a aparecer, para verse tentado de arreglarle un mechón rebelde de su perfecta cabellera cobre.
—No es el fin del mundo, Sora.
—Tienes razón… pero aún así… haya estado cuerda o no, lo que acabo de hacer ha sido un grave error. No debí ceder.
—Amor, si no te explicas jamás podré entenderte.
—Verás… yo…
El sonido del timbre rompió la atmosfera que los iluminaba. Sora volvió a palidecer, inclusive soltando un gesto reflejando el susto. Yamato observó la puerta con curiosidad, incapaz de comprender la reacción de la chica. Ingenuamente, asintió para sí, creyendo haberle encontrado una posible respuesta al enigma.
—Creo ya saber quién es. No te preocupes, resolverá todos nuestros problemas—sonriendo como si fuera para un anuncio de pasta dental, el elegido de la Amistad logra ponerse de pie. Sora lo sostiene de la muñeca, desesperada—Voy a regresar, no te preocupes.
Taichi llegó rápido. Y eso que vivimos lejos… debe haber tomado un taxi. Espero que no quiera que se lo pague.
—Yamato, espera…—viendo que con cada paso que daba, ella estaba a punto de sufrir un paro cardíaco, cuando la ve cerca a la perilla, tuvo que gritar—¡No abras la puerta!
Cuando las palabras salieron de sus labios, ya era demasiado tarde.
Al sentir la fría textura de la perilla entre sus dedos, Yamato no contuvo más su sonrisa, ahora transformándola una vez más en un reflejo de su triunfo personal. La persona que salvaría su noche, que salvaría la boda, se encontraba detrás de aquella puerta de metal que separaba su departamento del mundo exterior. La noche recién empezaba, tenían la vitalidad de la juventud de su lado. Nada podía salir peor. Solucionaría el predicamento, imaginó que Sora se enamoraría más de lo que ya estaba de él al ser su caballero en armadura dorada, y sería la mejor boda de la historia. Se la contaría a sus hijos, el tío Taichi seguro todavía insistiendo con las strippers y cómo fue mejor padrino que Al Pacino.
Sus oídos fueron sordos ante el grito de desesperación de Sora. Un par de frases se hicieron pase a su cerebro, mas las omitió al estar sumido en la alegría de haber cumplido su cometido.
Una vez que la puerta se abrió, cerró los ojos con alivio.
—Llegaste mucho más rápido de lo que pensé. Ahora que estás aquí, estoy convencido que esta situación será algo de lo que nos reiremos horas después del día de mañana. No rompas este bello momento diciendo que debo pagarte el taxi.
—Yamato, querido. Nunca creí tan desbordante alegría de tu parte al verme llegar. Como dices, nos reiremos de esta situación cuando todos estemos disfrutando del delicioso pastel de bodas que prepararé para ustedes dos, mi hermosa pareja de esposos. Yo les dije desde un inicio que podía ofrecerme a hacerlo, pero siempre me lo negaron. No se preocupen, que no estoy tan resentida como para rechazarlos. He vivido en Nueva York, visto Cake Boss millares de veces e inclusive ido a la pastelería de Carlo. Sé que no es suficiente, pero deben confiar en mis habilidades culinarias. También el poco tiempo que estuve en Paris, recientemente, ayudará. No soy como cualquier otra chica que estudia repostería. Oh, no señor.
A lo lejos, él pudo escuchar cómo Sora soltaba un largo suspiro al su advertencia ser ignorada. Aquella voz le provocó un escalofrío en su espina dorsal, recordando, también, el breve intercambio de palabras que tuvo con Taichi en donde la mencionó sutilmente. Era de esperarse. Si él llamó al padrino, ella llamaría a la dama de honor como medida desesperada. Aquella mujer que vestía tacones altos, un abrigo que hacía resaltar sus bellos y destellantes ojos miel, junto a aquél cabello castaño claro que le sentaba de maravilla, mientras que no experimentara con el, claro está, era su perdición. La luz del exterior tan solo la hacía ver como una silueta sacada de una película de terror, hasta que ingresó al departamento sin ser invitada a pasar.
—¡Mimi Tachikawa resolverá sus problemas! Esa bitch sufrirá luego, no duden en que haré lo imposible para encontrarla por herir a mi querida Sora. Tu bridesmaid ha venido a salvar tu day… digo, night. No, espera... afternoon. ¡Está mal! Son pasadas las seis de la tarde ya, entonces serìa casi noche, pero le va bien con day. Nunca se me dieron bien las rimas.
El puchero que soltó fue la primera mala señal que Yamato sintió. Ahora comprendió a la perfección la razón del arrepentimiento de Sora. Nadie se había atrevido, hasta ahora, comer algo que Mimi ofreciera al tener gustos algo particulares. Lo mismo se aplica con otro integrante del grupo. En este momento, tenía, en sus manos, la responsabilidad de mantener los estómagos de sus invitados a salvo de una muy probable intoxicación.
—Por cierto, Yamato. ¿Me pagas el taxi?
Esta va a ser una larga noche.
