Titulo:
Encuentro Fortuito
Personajes:
Kurosaki Ichigo/Kuchiki Rukia
Resumen:
Remarcado a ser la oveja negra de su familia Ichigo Kurosaki marcha de casa a sus dieciocho años con la alusión de recorrer el mundo. Para su infortunio se ve obligado a regresar a Karakura tras saber las malversaciones ocasionadas por su hermano mayor Kaien, regresara a recuperar la fortuna de su familia. Pero necesitara ayuda y se la iba a proporcionar quien menos se imaginó.
AU/Romance/Ooc/
Bleach propiedad de Kubo Tite.
Basado en la novela Un hombre bueno de Kristin Hardy.
0-o-0- Encuentro Fortuito -0-o-0
Capítulo Primero:
-Creo que deberíamos cancelar la boda, Kaien. Lo siento, pero creo que es lo mejor- en tono sereno, impávido y decisivo. Hizo un brusco gesto de asentimiento. Aunque era una lástima que se lo estuviera diciendo para sí misma Rukia Kuchiki dentro de un ascensor vacio en vez de a la cara del que, pronto se convertiría en su ex prometido. Pensaba decírselo esa misma noche, cenando. Había elegido un restaurante íntimo y tranquilo en el que podrían hablar y en el que no era probable que se pusiera a protestar. El truco era hacerlo en un lugar público. Entretanto pasaría por el apartamento de Kaien en Tokio para recoger sus cosas y evitar así tener que hacerlo después de haber cortado, o que pudiera rajarse en su decisión, puesto que en cuanto Kaien viera que sus cosas habían desaparecido le haría preguntas. Kaien siempre se percataba de las cosas. Sacudió la cabeza con gesto impaciente y se apartó de los ojos un mechón de cabello negro. Tenía veintitrés años, por el amor de dios. Tenía una vida, su propio apartamento, una carrera. Si se estaba replanteando su inminente boda era por algo. Era lo bastante mayor para saber lo que quería. O eso esperaba.
Rukia avanzó por el pasillo hasta la puerta del lujoso piso de Kaien y busco en el bolso las llaves. Se había encaprichado de él a los quince años, cuando ambos vivían en la sencilla pero prospera ciudad de Karakura y él era el niño bonito y carismático del club de campo. Antes de que ocupara su puesto como alto ejecutivo en K.C.C. la empresa que fundara su bisabuelo. Y sí, puede que se hubiera enamorado de él en serio cuando sus vidas volvieran a cruzarse, a la edad de diecinueve, pero en cualquier caso el encaprichamiento no podía constituir base suficiente sobre la cual sostener un matrimonio. Había empezado a tener la sensación de que las cosas no iban bien. No sabría decir qué era exactamente; se trataba más bien de un presentimiento que le decía que si continuaban con la boda, se arrepentiría.
La llave se deslizó dentro de la cerradura con suavidad. Y entonces lo oyó. Un ruido. Un sonoro golpazo dentro de lo que debería ser un piso vacío. Se le erizó la piel. Se inclinó sobre la puerta tratando de centrar la atención. Pasaron los segundos y volvió a oírlo. Esta vez no fue el mismo golpazo de antes, sino que percibió sonido humano. Sin palabras, inarticulado. Un gemido. Kaien. El corazón empezó a latirle con fuerza. ¿Se habría caído? Rápidamente abrió la puerta y entró en el recibidor. Justo cuando estaba abriendo la boca para pronunciar su nombre, el sonido se repitió, más fuerte. Y Rukia se paró en seco. No era un gemido de dolor. Eran más bien jadeos de placer. Y lo emitían dos personas. La conmoción la dejó paralizada.
-Así cariño, así, así, justo ahí- exclamaba una mujer al ritmo de los golpes.
Rukia avanzó despacio por el suelo de mármol del vestíbulo con cuidado de no hacer ruido. Aunque poco importaba. Era muy probable que ellos no oyeran nada. Estaban inmersos el uno en el otro. Giró el recodo que formaba el pasillo y avanzó en dirección al dormitorio que estaba con la puerta abierta. Allí, de pie junto a la cama con el tobillo de una mujer presionándole el cuello, estaba Kaien, con los hombros desnudos relucientes de sudor. Esta mujer es ágil. Parecía haber perfeccionado una postura que Rukia no habría creído posible en un cuerpo humano. Y Kaien parecía estar llegando al clímax con sonidos que ella nunca le había oído.
La vio de pie en el umbral.
-¡RUKIA!- exclamó, parando y soltando a la mujer. Que lanzó un grito en protesta.
Con la cara roja de vergüenza y el martilleo de la sangre en los oídos, Rukia salió de espaldas de la habitación. Lo único que deseaba era salir de allí. Con movimientos frenéticos se llevó la mano derecha a la izquierda, con la intención de sacarse el anillo de compromiso que, de pronto, parecía arder. No quería estar en contacto con nada que tuviera que ver con aquel hombre. Quería largarse.
-¡Rukia espera!- cubriéndose con la bata.
-¡¿Qué?! ¡¿A qué termines?!
-No es lo que crees, puedo explicártelo.
-¿Qué puedes explicarme según tu?- se giró sobre sus talones y lo miró- ¿Este es el proyecto tan especial con el que has estado tan ocupado últimamente?
-Rukia. No lo hagas. Te quiero.
-Ya lo veo claramente- replicó con amargura, mirando por encima del hombro a la mujer que estaba de pie en el umbral de la habitación, envuelta en la bata de seda verde esmeralda que Kaien le obsequio como recuerdo de Singapur.
-Escucha he cometido un error.
-¡No! La que cometió un error aquí soy yo- la sangre le recorría el cuerpo quemándole como acido de batería. El frio metálico al fin salió de su dedo, con un golpe fuerte lo dejó sobre la consola de la entrada- Me has ahorrado el sufrimiento.
-¿Estas rompiendo conmigo?- la miraba con incredulidad- Nos casamos dentro de un mes.
-No Kaien.
-Rukia no seas así- insistió tendiéndole la mano.
-¿Así como?- mirándolo con descarriamiento la mano que le tendía- ¡No me toques!- al verlo aproximarse. No sabría decir cuál era la expresión de su rostro, pero Kaien retrocedió.
-Rukia, venga, piénsalo un momento. Te arrepentirás si sales así de aquí.
-Lamento informante que estás equivocado. Lo que si lamento es haberme liado contigo.
Mareada como si estuviera dentro de un sueño, o más bien una pesadilla, se giró y se dirigió a la puerta del piso. No sentía los pies sobre el suelo. Tenía un incomodo pitido en los oídos que no cesó ni siquiera mientras bajaba en el ascensor, ni cuando salió al gris y frio día de diciembre. Era media mañana y la vida parecía seguir su curso en la calle. Los coches circulaban con normalidad, había restos de nieve de una tormenta reciente, solo un puñado de peatones poblaba la calle. La mayor parte de la gente estaba trabajando, donde debería de estar ella. Donde debería haber estado Kaien. Rukia caminó acera abajo, no en dirección al metro que la llevaría de vuelta al trabajo, si no en dirección a su casa, su santuario.
Cierto que tenía la intención de romper con él. Pero eso no suavizaba el golpe emocional de la traición, el dolor y humillación de saber que había estado viéndole la cara de pendeja. Engañándola. Verlo con otra mujer. Sintió una leve picazón en los ojos e inspiró hondo. No iba a llorar por ese malnacido en medio de la calle. Tenía que llegar a casa. Solo ahí estaría a salvo. Recordó que había insistido buscarse un apartamento nada mas graduarse y aceptar el trabajo en el departamento de contabilidad de Yamamoto Financial, en la ciudad. Quería libertad e independencia. En ese entonces se encontró con él, de nuevo y empezaron a salir. Lo amaba, estaba segura, pero por alguna razón no había querido a irse a vivir con él en ese entonces, pese a que estaban juntos todo el tiempo. Había preferido algo independiente. Y entonces Kaien le pidió casarse con él.
-¿Por qué seguir gastando en taxis?- con su voz de seductor- Quiero que seas mía- deslizando el anillo de oro sobre su anular izquierdo.
Que ilusa se sintió al pensar que serian locamente felices el resto de sus vidas, pese a que, casi un año y medio después seguía teniendo la creciente sensación de que casarse con él sería un error absoluto. Aun no conseguía suavizar el golpe de entrar a la casa y verlo en plena pose de Kamasutra con otra mujer. Un pinchazo a su orgullo. Sobre todo porque ellos nunca habían tenido una sesión de sexo tan ardiente y salvaje como la que había visto con aquella mujer. Su sexo siempre había sido tranquilo y rutinario, sin embargo parecía que Kaien lo disfrutaba y ella también lo había hecho. Más o menos. No había sido algo supremo. Tal vez no era mujer de sexo salvaje. No le había parecido tan importante como el resto del tiempo que pasaba con él. No todo podía ser solo follar y nada más. Pero en ese momento, viendo la escena cada vez que cerraba los ojos, no estaba tan segura. Tal vez lo que faltaba con ellos no tuviera nada que ver con Kaien. Tal vez fuera ella. ¿Es que no lo excitaba? ¿No era lo bastante mujer para él?
Pestañeo muy rápido y aceleró el paso. Tal vez no tenía un cuerpo fenomenal. Sin dejar de acelerar su paso metió las manos a su abrigo. Como quería llegar a su casa, llamar a la oficina para decir que se encontraba mal y ponerse a llorar largo y a moco tendido. Solo así se repondría y saldría de nuevo a la calle completamente renovada. Pero cuando subió los escalones del cuadriculado edificio de piedra en el que vivía de alquiler se encontró con un montón de policías uniformados y algunas personas más sin uniforme, aunque con gesto igualmente profesional en el vestíbulo. Lo que faltaba. Que alguien hubiera entrado a robar en el edificio. Buscó las llaves en el bolso mientras subía en el ascensor. Al llegar a su planta se abrieron las puertas rebelando un caos a sus ojos; la puerta de su apartamento estaba abierta de par en par. Rukia sintió que se mareaba otra vez. Un terrible peso le oprimía el pecho impidiéndole respirar, recorrió a la carrera los pocos metros que la separaban de la entrada.
-¿Qué ha ocurrido?- preguntó acercándose- ¡Pero qué demonios!- exclamo en pasmo.
Su apartamento estaba patas arriba, libros, DVD Y CD´S, por todo el salón. Las macetas volcadas dejando la tierra revuelta aplastando sus preciadas plantas carnívoras. Se enfocó a otro punto donde miró el televisor tirado sobre el tapete decorativo de la sala. Desde donde estaba se podía vislumbrar la cocina, donde los armarios abiertos, los botes de harina y azúcar estaban volcados en la encimera.
-¿Han entrado a robar?- cuestionó, haciendo ademan de entrar en al apartamento.
El hombre que estaba en la puerta le bloqueó el paso con un brazo.
-No puede entrar ahí.
-¿Qué quiere decir con que no puedo? Vivo aquí- espetó.
-Ah- respondió él, observándola con gesto meditabundo- ¿Podría esperar aquí un momento…?
Deseó no ser de las que esperaban, y haber sido capaz de entrar como un torbellino en su casa. Pero simplemente no era así, su educación no lo permitía frente a descocidos, aunque fue diferente con Kaien, lo conocía de años y aun así no fue capaz de tirarle el anillo de compromiso a la cara. Ya que ganas no le faltaron. De modo que se quedó allí esperando, con la angustia en su cuerpo y la cabeza hecha un lío, mirando horrorizada el desastre en que estaba su casa.
-¿Es usted Rukia Kuchiki?- le preguntó un hombre de tez moreno claro y mirada gélida.
-Sí, así es.
-¿Puedo ver algún documento que acredite su identidad?
Con la sensación cada vez más potente de no estar en un mundo real, Rukia obedeció y sacó de la cartera el permiso de conducir que apenas utilizaba.
-¿Va a decirme alguien qué está pasando aquí?
-Venga conmigo y tome asiento- dijo el hombre en vez de contestar, invitándola a pasar a su propia casa.
Dentro el desastre era mucho peor.
-¡Demonios! ¿Quién ha hecho esto? ¿Cuándo ha sucedido? Todo estaba en su sitio cuando salí de aquí.- avanzó por el pasillo que llevaba hacia su dormitorio en estado de entumecimiento total. Allí el contenido del armario en el que guardaba la ropa estaba apilado en el suelo, prácticamente como si hubiera vomitado las prendas.
-Señorita, siéntese por favor.
-¿Sentarme?- repitió elevando la voz- Está es mi casa- se dirigió hacia el hombre sentado en el sofá, lo miró a los ojos- Si usted o alguien de los presentes aquí no me dice que rayos está pasando en los próximos segundos, se atendrán a las consecuencias- amenazó- Sufriré un maldito ataque y no me hare responsable de lo que pueda ocurrir ¿Qué ha ocurrido? ¿Quién ha entrado en mi casa?
-Nosotros- respondió tranquilamente el hombre.
Le temblaron las piernas.
-¿Nosotros? ¿Quiénes son exactamente nosotros-?- cediendo involuntariamente a sus piernas para caer sobre el sofá.
-Agentes, estamos investigando a Kaien Kurosaki y tenemos razones para creer que ha podido dejar aquí ciertos artículos vinculados a nuestro caso.- expuso el agente.
-¿Kaien?- nombró llena de sorpresa e incredulidad.
El hombre sacó su placa y una orden de cateo.
-Hisagi Shuhei, FBI. Tenemos pruebas de que Kaien Kurosaki no solo ha estado malversando fondos de K.C.C., sino que además ha estado blanqueando el dinero a través de una red de sociedades de responsabilidad limitada- explicó.
-Soy contable- dijo lacónicamente- Se lo que es una sociedad de responsabilidad limitada.
-Apuesto a que si- repuso él, sin dejar de mirarla, calibrándola.
-¿Qué se supone que quiere decir con eso?- arrugando el seño.
-Si usted sabe algo de la operación, señorita Kuchiki, será mejor que coopere con nosotros. El señor Kurosaki se enfrenta a cargos muy graves.
Al fondo del pasillo algo se cayó y partió en añicos.
-¿Cooperar? ¿Estoy bajo sospecha?
-Digamos que usted es una persona con intereses en el asunto. Es su prometida después de todo. Es contable y él está sumergido en un plan bastante complicado. Aunque no haya hecho más que asesorarlo, tiene que decírnoslo.
-¿Asesorar?, pero de qué diablos está usted hablando. Me resulta difícil de creer. ¿Por qué demonios haría de malversar fondos Kaien? Es rico, su familia lo es, tienen acciones mayoritarias, salario bien pagado… es el director de una de las mayores empresas de telecomunicaciones del país ¿Qué necesidad tendría de hacerlo? Es completamente ridículo.
-Dígamelo usted.
-¡No lo sé!- explotó.
-Extraño, su corredor de apuestas si lo sabe. Igual que sus colegas de póquer.
-¿Póquer? Solo son partidas caseras, para divertirse.
-A diez mil dólares la apuesta para entrar en la partida. Entre eso, el corredor de apuestas y las grandes salas de juegos de Soul City, su prometido ha perdido millones en los últimos cinco años. Su prometido tiene un agujero financiero tremendo.
Su prometido. Sin pensar Rukia alzo su mano izquierda y mostró su anular despojado del anillo.
-Ex- dijo en voz alta y clara.
Hisagi enarcó su ceja.
-Ex prometido.
La miró con gesto escéptico -Se supone que se van a casar el mes que viene, en Green Garden, según mis informes.
-Ya no. He roto el compromiso, puede preguntarle al propio Kaien.
-Lo haría si pudiéramos dar con él. Su… ex prometido parece haberse esfumado de la ciudad.
Imposible, ahora qué diablos haría ella, al verse envuelta en toda esa patraña de mierda. Saco su móvil y marcó directamente al número del aludido. Uno, dos, tres. Nada. Uno dos tres. Nada. Maldito. El muy sin vergüenza se había esfumado de la faz de la tierra. Con la sorpresa e ira en el rostro dejo caer su cabeza en el mullido sofá rojo pasión de su pequeña estancia. Ahora como mierda salía de esa. Juró, con toda benevolencia que si llegaba a verlo una vez mas lo golpearía hasta dejarlo irreconocible para sus ancestros. Pero de algo estaba completamente segura y lograba traerle una pizca de paz a su cabeza. Era que había roto el compromiso a tiempo sin ningún arrepentimiento.
Rukia había visto esos rostros en las noticias, los de las víctimas de un desastre. Personas abrumadas por una montaña de calamidades, incapaces de reaccionar, sus expresiones vacías por efecto de la conmoción. Sabía lo que sentían. Primero Kaien, después el registro a su apartamento y, por último, la realidad de lo que había hecho. El delito que había cometido y cómo se lo había endilgado a ella. No sabría decir cuánto tiempo había pasado en la sala de interrogatorios, asegurando una y otra vez que no sabía absolutamente nada. Sintiendo como la marea la arrastraba y ahogaba. Suponía que tendría que buscar un abogado, pero hacerlo sería como admitir que de verdad estaba ocurriendo aquello y visto involucrada. No había hecho nada. No como Kaien. El había robado montones de millones, según las autoridades, que después se ocupaba de blanquear a través de una red de empresas. Empresas que la habían incluido a ella en sus consejos de administración. Que ilusa.
-Le digo que no sé nada- protestó hace unos momentos.
-Sera mejor para usted cooperar con nosotros, señorita Kuchiki.
-Lo estoy haciendo- incapaz de seguir soportando la frustración tras varias horas de interrogatorio.
-¿Cómo consiguió el sus datos personales?
-Era mi prometido. ¡Con un demonio! Estaba en mi apartamento todo el tiempo. No lo vigilaba las veinticuatro horas del día.
Lo único que tenía a su favor era que no podían demostrar que tuviera el dinero o parte. Principalmente porque no lo tenía. No había tenido nada que ver, en esa maldita mierda, pero el único que podía desmentir lo apuntado por las transparentes pruebas, era Kaien. Y en algún momento en el tiempo transcurrido entre que saliera de su casa y en el momento en que la policía y el FBI habían irrumpido en su apartamento, él había desaparecido. Entretanto ella recorría las calles de la ciudad inmersas en sus reflexiones, tras haberlo encontrado en tremendo follón.
La puerta se abrió. Siendo Hisagi en escena.
-Señorita Kuchiki, hemos terminado con el interrogatorio por el momento.
-¿No estoy bajo arresto?- bajo la intriga.
-Puede marcharse, pero nos gustaría que nos mantuviera informados de su paradero. No salga de la ciudad sin avisarnos.- sintió un pequeño alivio al verse libre por el momento, aunque eso no dejaba que la mantuvieran bajo sospecha. La vigilarían para ver si se ponía en contacto con Kaien.
Tomo su bolso y se levantó.
-Señorita Kuchiki- Hisagi le tendió una tarjeta- Si se entera de algo, si se le ocurre cualquier cosa que pueda sernos de ayuda, llámeme o mándeme un correo electrónico. Es por su propio interés- la observó fijamente sin vacilar.
-Si me entero de cualquier cosa será una noticia para mí también, señor Shuhei.- contestó- Pero será un gran honor poder infórmale- salió sin mirar atrás.
Estaba sentada en su mesa mirando fijamente el paralelogramo de luz formado por el sol que se colaba por la ventana mientras escuchaba el tono de llamada del teléfono que tenia pegado a la oreja.
-¿Si?- contestó una risueña voz de mujer.
Nanao- dijo Rukia en un ataque de alegría- Soy Rukia.
Se hizo el silencio momentáneo.
-Oh hola, Rukia- respondió Nanao. El tono risueño había desaparecido de su voz.
Nanao Ise su mejor amiga en la cuidad. Se veían casual una o dos veces por semana en comidas para recaudar fondos. A Rukia no le pasó inadvertido que Nanao no le había preguntado sobre qué noticias había. No era necesario, para eso estaban los periódicos y los noticieros.
-El baile para recaudar fondos contra el cáncer se acerca y tenemos que organizar una reunión del comité.
- Ah sí…Tenía intención de llamarte. El comité lo ha estado discutiendo y…
-Ah- en susurro- ¿No se supone que yo soy la presidenta?
-Si bueno, de eso se trata. Piensan que como tú… te has visto involucrada en lo sucedido con Kaien, pensamos que era mejor que alguien te sustituyera.
-Entiendo- mostrando la voz firme- ¿Cuándo se tomó esa decisión?
-Antes de ayer- dijo Nanao tras una breve vacilación.
-¿Y cuando exactamente tenias la intención de decírmelo?
-Pronto, lo siento. Es una situación extraña.
Se sintió dolida.
-Escucha Rukia, por si sirve de algo, no creo que jamás te hubieras involucrado en eso, si no fuera por Kaien- se aclaró la garganta.
Se mordió la lengua para no contestar como quería realmente. Una segunda llamada le cayó de maravilla.
-Escucha Nanao tengo que colgar.
-Yo también- con cierto alivio- Te llamare Rukia.
Se tragó las maldiciones hacia la hiena de su ¨amiga.¨
-Rukia.
-Si Rukia soy yo Jushiro. ¿Puedes venir a mi despacho?
Jushiro Ukitake, su jefe. Normalmente cuando quería hablar con ella asomaba la cabeza en su despacho de camino al suyo. Esta vez, la estaba citando por teléfono. Rukia se levantó con un mal presentimiento. Desde el día que mandara al cuerno a Kaien, su vida laboral era la única que funcionaba con aparente normalidad. Si se descontaba, claro, el rebaño de paparazzi que habían acampado a las puertas y no la dejaban de acosar con sus flashes y sus micrófonos. ¿Acaso podía ir más en picada?
-Toma asiento Rukia- dijo Jushiro, un hombre con gran carisma y tranquilo. Con cabellera larga y blanca. Había sido su jefe desde que llegara a Yamamoto Financial- ¿Cómo estás?
-Bien, en lo que cabe- respondió automáticamente.
-Lamento mucho lo que estas teniendo que pasar. No debe de ser fácil- regalándole una mirada de comprensión, desprovista de lastima.
-Sobreviviré.
-¿Has visto esto?- dejó sobre la mesa un ejemplar doblado del Maki Post. El cual mostraba en primera plana la foto de Rukia entrando al edificio con la cabeza baja, envuelta en su abrigo, siendo rodeada por la bola de lobos que eran los paparazzi. Y en la pared a sus espaldas claramente elegible el nombre de Yamamoto Financial.
-Lo siento. He tratado de llegar más temprano y salir más tarde. Pero parecen que no tiene más nada que hacer, más que estar merodeándome a cualquier hora.
-Es difícil escapar, es así como funciona la prensa amarillista.
Le dirigió una mirada de agradecimiento.
-Si no fuera por estar aquí no se qué haría. Creo que me volvería loca.
-Rukia- suspiro pesadamente- Las altas cabezas, sienten cierta preocupación. Hemos empezado a recibir llamadas de clientes que han leído tu nombre en los periódicos. De las cuentas que tú llevas.
Sintiendo como el corazón le daba un vuelco. Rukia Kuchiki contable en Yamamoto Financial, centro del plan de malversación monetaria. No es exactamente lo que un cliente querría escuchar.
-Tu trabajo ha sido impecable. Has pasado todas las evaluaciones con excelente puntuación, a pesar de la presión de algunas de las cuentas. Sin embargo, no podemos enfadar a nuestros clientes y permitir que se dude de nuestra empresa. Y tus apariciones en la prensa sólo empeoran las cosas. He tratado de mantener la calma, pero los que mandan me están exigiendo que haga algo. Comprendes mi posición.
-¿Quieres qué renuncie?
-No exactamente, tomate una baja temporal.
-Ukitake…-sin fuerzas en su palabras.
-¿Tienes familia en Karakura verdad?- la miró asentir- Bien. Ve allí entonces. Tomate el resto del mes. Vete a casa- le sonrió condescendiente- Después de todo es Navidad.
N/A: Maldita bastarda como te atreves a publicar esto, es lo que han de pensar de mi ¿Cómo tengo el puto descaro de hacerlo?, lo siento pero es algo que simplemente llegó a mi cabeza hueca y mi terrible impaciencia no me dejo de joder.
Surgió mientras mi querida madre aprovechó que ando de vaca en la casa y me mando a desempolvar el estudio, al hacerlo me encontré con una novela llamada (busca arduamente…) Un hombre bueno de Kristin Hardy tras leer dos capítulos, esto es lo que surgió. ¿Quiénes me apoyan? :D
Eso si no le meteré mas jaleo, para terminarla a su tiempo y no meterle tanta pinche pendejada. Aunque lo que si anexare será un lemon o tal vez dos… no lo sé…ya veré :)
