Advertencia: Esta historia contiene parejas F/F (y m/f menores) y escenas de violencia grafica. La escribi a partir del viejo Lore entrelazando ambas historias, Zed no ataco la orden y aun ninguno pertenece a la liga.

Gracias por leer y espero les guste :D!.


Capítulo 1

La primera vez que vi a un hombre morir, no pude comprender como se forjaban los ideales que debía proteger.

Mis manos actuaron por instinto, rodeando su cuello con fuerza y solo comenzaron a temblar cuando vi mi reflejo en sus ojos perdidos al desvanecerse.

Era una mera lección y la había cumplido con creces, convirtiéndose así la apertura a mi destino, "La marca del asesino".

... No había necesidad de justificar mis acciones más que como un logro aquella noche.

En mi segunda misión, me otorgaron mis propias armas. Estas no fueron forjadas en mi nombre, lejos de eso, las letales kamas habían traído equilibrio a Runaterra mucho antes de que comenzara la guerra en la que nací.

Con ellas me convertiría en la sucesora del "Puño de sombra" aún sin estar al tanto de lo que esto conllevaba todavía.

Y a pesar de la incertidumbre en mis pensamientos, no pasó mucho tiempo antes de que mi mente dejara de reaccionar ante la sangre y mi cuerpo se habituara al dolor del entrenamiento, haciendo que poco a poco descubriera cuan sencillo era robar la vida de hasta el más fuerte de los guerreros en completo silencio.

Me volví un arma destinada a mantener el equilibrio, removiendo las malas hiervas del jardín. Demostrándole a cada hombre en negación que jamás existió la inocencia de una niña en mis acciones.

Y aun así…fui demasiado joven para aquel día.

No importa cuánto entrenes o a cuantas misiones sobrevivas victorioso… nunca llegaras a estar preparado para una guerra...


- Olvídense de los civiles, el enemigo no debe abandonar el Placidium ¡Los haremos pagar!...- vocifero el líder de nuestro clan enfurecido apretando sus puños con fuerza.

Comprendía su desesperación... estábamos perdiendo y nadie se creía capaz de bajar los brazos de esa forma... sin dar pelea.

Pero los guerreros de nuestro clan habían sido enseñados para ser una sombra, llegar a los pies del objetivo en un susurro y desaparecer en el segundo que su cuerpo sin vida tocaba el suelo. No trabajábamos juntos… era imposible cumplir el trabajo cargando alguien en tus hombros y sobre todo si eras culpable de su muerte.

... Es por eso que contemplamos perplejos a ciento de hombres, hombro a o hombro, despedazando nuestro hogar a cada paso.

¿Cómo detener a miles de guerreros con un único objetivo en mente? A una potencia indestructible y despiadada… al ejercito de Noxus.

Mire a mí alrededor viendo correr a las personas con desesperación, a mi sangre, mis hermanos y mi familia. Aún sin reconocer sus rostros mi corazón se apretaba en mi pecho al ver que las llamas consumían todo sin perdonar a los inocentes.

Conscientes de su final, guerreros, compañeros e incluso campesinos sin entrenamiento alguno luchaban con su último respiro a favor de una causa que yo no podía tomar como mía.

¿Me preguntas que se sobre la muerte? Más allá de ella no hay nada, el alma deja de existir sin retorno alguno, un destino inevitable, algo que no debes pensar demasiado hasta que se posa frente a ti para llevarte. Eso es lo que siempre creí, pero ver a los cuerpos a mi alrededor, incluso saber sus nombres me paralizo trayendo lagrimas a mi rostro.

¿Que siento sobre la muerte?... es el terror más grande que eh sentido en mi corta existencia.

Dejas de pensar en el bien y el mal, en el pasado o el futuro... en el momento tus piernas tiemblan fuertemente, y tus manos son incapaces de sostener las armas que te mantienen con vida. Pero tu corazón no está ausente, al contrario... puedes sentir con claridad lo injusto que es que el humo y las lágrimas no te dejen ver hacia donde te diriges mientras le das la espalda a tu pueblo.

Me escondí cubriendo mis oídos, pero era inútil alejar de mi mente los gritos de auxilio, las explosiones y los latidos incesantes.

Temía por mis padres y mis compañeros, la culpa me carcomía a sabiendas de que no existía razón por la que yo debiera vivir en vez de ellos.

Pude ver los rostros de las personas derrotadas, sin ganas de huir o de seguir rezando, esperando la llegada de los noxianos a la ciudad. Se acercaban sin piedad, haciendo retumbar el suelo con sus pesadas armas riendo ante el festín humano que los esperaba horrorizado.

Era evidente que la esperanza había escapado de los corazones jonios y solo quedaba que las sombras cubrieran nuestro hogar.

…Hasta que sucedió.

Una lluvia de estrellas cayó a la tierra, como si acompañaran una súplica. Contuve el aliento sin animarme a pensar qué significaba.

Creí que era una broma absurda de la naturaleza, para demostrar que su belleza existía ajena a la barbarie de los hombres, pero no fue así.

Entre el pueblo y el Placidium apareció una joven erguida, mirando hacia adelante sin expresión alguna mientras su cuerpo se bañaba en energía. Vi las heridas que la cubrían, la sangre emanar de ellas y me preguntaba cómo era posible que estuviera en pie frente a un ejército con las manos vacías.

¿Quería morir? No, no era eso… a su alrededor decenas de cuchillas la seguían despedazando soldado tras soldado a su alrededor de la peor manera.

Atónita, observe como la gente de Jonia, los heridos incluso los que se encontraban en el campo de batalla se reanimaban al verla, buscando pelear a su lado con el fervor renovado de nuestro pueblo.

Los gritos de miedo se volvieron de furia y los noxianos perplejos se retiraron, alcanzando su muerte ante los gases tóxicos que habían desplegado su propia armada.

- ¡N-no no puede ser!, ¡Yo la vi morir! - grito un hombre herido entre los sobrevivientes del pueblo.

No sabía si lo que había dicho era verdad… pero mis ojos solo veían su rostro impasible como si se tratarse de un ángel de la muerte o algo fuera de este mundo, manipulando las cuchillas a su antojo, con una fuerza imparable… inmortal.

Jonia recupero lo que había perdido… y con ella ganamos la guerra, sin nada que festejar de aquel triunfo.

La cicatriz de nuestro pueblo jamás seria sanada y nada volvería a nacer de la tierra donde ahora solo quedaba muerte.

Necesitábamos crecer en comunidad, con la fuerza espiritual que nos faltaba… sin el miedo que caracterizaba a los tiempos de paz.

Sin herida alguna, sequé mis lágrimas y volví al centro en llamas de mi clan.

Dentro, mi madre cargaba a mi padre herido en sus brazos, inconsciente ante el dolor. No me anime a acercarme, sabía que tan solo al verme entendería lo que había hecho.

Pero mi rostro fue más transparente de lo que creía y sus ojos fríos se posaron en mi haciéndome sentir miserable.

Cuando su palma golpeo mi rostro ardiente, sentí las lágrimas volver a caer sin poder evitarlo. Y solo me atreví a bajar la mirada, mordiendo mis labios mientras aceptaba sus duras palabras en mis oídos.

Pero no había más que decir, más que cualquier castigo jamás perdonaría que abandonara a mi pueblo.

Me dormí sintiendo agonía en mi corazón, deseando que se repitiera todo y yo perdiera la vida luchando. Deseando no haber sentido miedo o desesperanza.

Deseando poder haber sido como aquella joven que durante años no volví a ver...