Capítulo 001
Los Habitantes de las Islas Destino
No recordaba muy bien cómo había llegado hasta allí, lo único que se puede considerar un recuerdo de aquel confuso momento, fue el sonido de las olas mientras un fuerte sol trataba por todos los medios que abriera los ojos. No tenía fuerzas para bracear en el agua, ni siquiera para girarse sobre sí misma para ver si divisaba tierra firme. Simplemente se dejó llevar, y que fuera de ella lo que el destino quisiera. No podía decir con exactitud cuánto fue el tiempo que pasó en el agua, podían haber sido horas, tal vez cinco minutos; sólo podía recordar que unas manos que no sabía de dónde habían salido ni de quién eran tiraban de ella hasta notar bajo su cuerpo la calidez de la arena mojada de una orilla. Se sintió mareada por un momento; el dejar de mecerse en el agua tan de repente la había aturdido.
Oyó voces lejanas, sintió una sombra sobre su rostro, y la silueta de una cabeza sobre ella hacía que sus ojos relajaran la fuerte luz del mediodía. Apenas sí podía ver. Una mano ajena en su rostro, unas palabras de incredulidad, exclamaciones, preguntas y cuchicheos, le daban la certeza de que había mucha gente a su alrededor, pero no podía ver con claridad, sólo tratar de distinguir con las pocas fuerzas que le quedaban la persona que tenía delante de ella.
- ¿Me oyes? – habló la voz masculina de esa silueta.
Pestañeó con lentitud y gimió intentando decir "sí".
Cada vez su visión se iba limpiando y la figura se hacía más clara. Distinguió una cabellera larga de color platino, la observaban unos ojos cristalinos azulados, un rostro curioso y preocupado empapado de agua escudriñaba en sus ojos ambarinos.
- Papá… - dijo en un hilo de voz justo antes de caer inconsciente.
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No sabía si despertó y se percató del dolor que tenía en el cuerpo o fue el mismo dolor lo que la había desvelado. Intentó moverse, y el resultado fue emitir un alarido ahogado, volviendo a caer en la cama. La habitación en la que se encontraba tenía toda la pinta de ser la sala de invitados de alguna casita. Alguien la había despojado de la ropa que tenía y le habían puesto una camiseta blanca que le quedaba muy ancha y unos shorts azules. Trató de levantarse y ésta vez, al menos, consiguió incorporarse sobre la cama. Se sentó con lentitud y tocó el suelo con la punta de los dedos, siendo entonces cuando la puerta de aquella habitación ordenada y cálida, se abrió.
Entró en la habitación una muchacha de unos dieciséis o diecisiete años, su melena cobriza resplandecía en la habitación. Poseía unos grandes y preciosos ojos azulones, su piel era pálida, y su sonrisa inspiraba sosiego. Lucía un extraño vestido rosado con cremalleras doradas que la hacían parecer aún más aniñada. Llevaba en las manos una bandeja con un plato, un vaso vacío y una jarra con agua.
Depositó la bandeja en la mesita que estaba al lado de la cama, y la chica recién despierta vio que el plato contenía una sopa caliente.
- Me alegra que te hayas despertado – dijo la chica que entró. Su voz sonaba maternal y aterciopelada. La otra joven guardó silencio -. Llevas tres días inconsciente, empezábamos a pensar que no despertarías nunca – la chica sonrió, pero ella no podía hacerlo, no aún.
- ¿Quién eres? – preguntó con la voz ronca de no haberla usado en días. Era posible que la cuestión le sonara un tanto descortés a la anfitriona del lugar, sobre todo porque la había acogido sin tener de ella ninguna información. Se avergonzó al instante. Intento corregirse, sin embargo, la pelirroja siguió sonriendo como si nada.
-Mi nombre es Kairi. Tuviste suerte de que él te viese, si él no hubiera estado entrenando en ese momento, no sé cuánto más habrías durado en el mar. Ahora mismo estás en mi casa. – mientras decía todo esto, le dio tiempo a servir un vaso de agua justo antes de sentarse al borde de la cama. Se la veía una chica muy dulce -. ¿Cómo llegaste a ese estado? – su tono parecía preocupado.
- Mi barco naufragó – dijo la invitada. No tenía muchas ganas de hablar, aunque generalmente, nunca tenía ganas de hablar -, no sé cómo llegué a quedarme inconsciente.
- Tienes heridas por todo el cuerpo, y un médico nos dijo que probablemente tuvieras rota alguna costilla… ¿Seguro que naufragó tu barco? Es que vivo en la misma costa y no sé de ningún barco que haya naufragado por aquí estos últimos días…
Ella bajó la cabeza. No había pensado en esa posibilidad a la hora de mentir.
- No importa… ¿Cuál es tu nombre? – preguntó Kairi. Ella dudó antes de contestar, pero no merecía la pena desconfiar de alguien que le salvó la vida y además la había acogido en su propia casa.
- Me llamo Leara.
- Leara… Es un nombre curioso, pero al menos ya no eres una desconocida – amplió su sonrisa y Leara sintió una extraña calidez en lo más profundo de su corazón-. Bienvenida a las Islas Destino, Leara.
Islas Destino es un nombre que Leara leyó tiempo atrás en algunos documentos del despacho de su padre, pero no recordaba qué significaban estas islas para él. Un pesar la abrumó al instante de recordar el rostro de su fallecido progenitor.
Kairi le indicó que comiera, debería estar muerta de hambre, según ella. Pero había estado tan abstraída que no recordaba haber pensado en ningún momento en tomarse la sopa que había traído. Kairi levantó la bandeja con la comida y la puso en una mesa alta. Leara se levantó con la ayuda de Kairi y sintió que las plantas de los pies le quemaban un poco.
La sopa estaba deliciosa, y caliente, lo cual la adormeció un poco. Kairi estuvo sentada a su lado todo el rato, mirándola con un extraño brillo de felicidad en sus ojos.
- Kairi… ¿y mi ropa? – preguntó.
- Está raída por todas partes, tiene quemaduras y cortes, y prácticamente deja todos tus encantos al aire –ironizó -. Está completamente destrozada. No sé si usaremos la misma talla, pero puedes ponerte algo mío hasta que encontremos el modo de llevarte a tu casa.
Su mirada se ensombreció muy ligeramente.
- Daría cualquier cosa por no volver nunca a mi casa - la voz se le quebró.
- Lo siento, yo no pretendía… Lo lamento mucho… - musitó Kairi verdaderamente apenada.
- Da igual, no te preocupes – dijo Leara mostrando cierta indiferencia con el tema -. Hace tiempo que salí de mi casa para no volver, lo tengo superado.
- Bueno, entonces… ¿qué has estado haciendo durante éste tiempo? – preguntó Kairi, llena de curiosidad.
- Pensar, pensar mucho – sonrió para sí misma, recordando a mucha gente -. Conocí a ciertas personas que lucharon en la Guerra del Corazón hace unos años… Aunque yo también debería haber luchado…
- Si lo hubieras hecho, probablemente nos hubiéramos conocido antes. Los que sí tuvieron mucha relevancia con esa guerra son mis amigos, el chico que te sacó del mar, Riku, y Sora, que vive también por aquí. Él se comportó como un auténtico héroe – Leara notó como le brillaban los ojos de una manera diferente. Kairi era muy elocuente, aunque al oír el nombre de Sora se le helara el pecho.
- Sí… Corrían rumores sobre un joven portador de la llave-espada llamado Sora. Nunca tuve el gusto de conocerle, pero su nombre ha llegado lejos, incluso en el mundo que la guerra no tocó. Me gustaría conocerle.
- ¿Quieres que le llame? Está en el salón – dijo Kairi levantándose con una inmensa sonrisa en su rostro.
- ¡No! No es necesario de verdad, no le molestes – le insistió Leara.
En realidad no quería verle, aún no, no sabía cuál sería su reacción. Son tantas las cosas que le diría a Sora… A pesar de todo, la puerta en ese momento se abrió sola, y ese personaje que ella deseaba no ver en el momento, apareció tras el umbral.
-¡Así que al fin despiertas¿Cómo te encuentras? – preguntó sentándose a su lado y apurando el yogur que tenía en las manos -. Soy Sora – dijo con la cuchara en la boca y me tendió una mano que Leara chocó. Se sacó la cuchara y la dejó en recipiente vacío -. Encantado – le sonrió. Su sonrisa contenía tal cantidad de inocencia y picardía a la vez que entendió por qué Kairi se emocionaba al hablar de él. Ella jamás le hubiera imaginado así. Entonces recuperó la compostura y las palabras, reaccionando a su presentación.
- Leara… - le dijo. No tenía palabras para ese momento. Verdaderamente ese chico era un misterio para ella.
- Bonito nombre – volvió a sonreír -. No te ofendas, pero ¿qué hacías en el mar en ese estado? – preguntó Sora. Era la segunda vez que Leara se veía inmersa en la pregunta que no podía contestar. Ni diciendo lo que recordaba, ni mintiendo. Así que simplemente no contestó -. Ya… Alto Secreto¿no? – no dejaba de sonreírle y cada vez se sentía más cohibida ante él. Se sentía pequeña… insignificante.
- Ahora mismo hablábamos de ti¿verdad Leara? – dijo Kairi.
- Uy, uy¿de mí¿Qué le estabas contando a la chica? Criticona… - le dijo Sora con una sonrisa burlona. Leara levantó la mirada sorprendida por el calificativo de Sora. Kairi le sacó la lengua.
- La verdad es que era ella la que me estaba contando acerca de ti, gorrón – dijo, cogiendo el yogur vacío de Sora y dirigiéndole una mirada picarona desde el umbral de la puerta.
- ¿Dice la verdad? – le preguntó Sora a Leara que asintió con la cabeza.
- Le decía que eres conocido en lugares donde la guerra no tuvo presencia – le comentó. Él pareció sorprenderse.
Era extraño ver a Sora de esa manera, cuando ella se lo imaginaba completamente opuesto. Un héroe que sobresalía en una guerra no sería, en circunstancias normales, ni por asomo, un muchacho tan jovencísimo. No parecía haber pasado una guerra ante él, más bien… la disfrutó, vivió su aventura sin dejarle secuelas. Viendo tal rostro de felicidad y relajación cualquiera diría que había matado a miles de seres.
Kairi volvió a entrar en la habitación.
- Sora dejémosla sola para que pueda vestirse a gusto – dijo Kairi con los guantes de goma de fregar los platos, asomada en la puerta. Tenía espuma en la cara, lo cual pareció divertirle a Sora.
- Hay que ver lo poquito que me quieres… ¿No puedo quedarme mientras se viste? – preguntó Sora. La respuesta fue tajante, tanto por el "no" de Kairi, como la sartén a medio fregar que voló sobre su cabeza. Sora se levantó y dejó sola a Leara ante su expectante mirada.
Abrió el armario que Kairi le acababa de indicar, y para su sorpresa, no había más modelitos parecidos a los que ella llevaba, sino ropa normal y corriente: un uniforme de colegio, varios vaqueros, algunas camisas y blusas colgadas… Al final se decantó por unos shorts vaqueros amarillos, una camisa negra sin mangas y una blusa arremangada a cuadros rojos y amarillos. Se puso unas deportivas amarillas y rojas y con un lazo que había en un cajón se trenzó el oscuro pelo y lo dejó caer por su hombro izquierdo. Al fin, cuando vio que estaba medio decente, salió de la habitación.
- ¡Vaya¡Qué guapa! – exclamó Sora, aplaudiendo al verla. Sonrió para sus adentros – Kairi¿esa ropa es tuya?
Kairi se giró, la miró de arriba abajo y sonrió para sí.
- ¡Sí, pero hace como mil años que no me pongo ese conjunto! – dijo Kairi con una sonrisa -. Te sienta muy bien – sonrió.
- Muchas gracias… - murmuró. Se sentía un poco cohibida ante tanto halago-. Perdonad… me gustaría preguntaros algo.
- Dispara, pues – dijo Sora acomodándose en la silla mientras mordía una manzana verde.
- Es sobre la persona que me sacó del agua – dijo. Kairi no pronunció palabra, pero Sora sonrió mientras tragaba.
- Fue Riku – dijo a modo de toda respuesta.
- Bueno… me gustaría verle para poder darle las gracias personalmente – aclaró Leara.
- En estos momentos debería…
La voz de Kairi se vio interrumpida porque alguien llamó a la puerta.
- ¡Dios ha escuchado tus súplicas! –dijo Sora guiñándole un ojo a Leara.
Kairi se adelantó a abrir la puerta, mientras Leara seguía de pie en medio del pequeño salón y Sora se mordía la manzana. Al abrirla, un chico de cabellos largos y de color plata entró en el cuarto y Kairi volvió a cerrar la puerta. El individuo le echó un vistazo a la habitación, pero a Leara no la vio, y de haberlo hecho, la había ignorado. Se fijó en Sora.
- ¿Cuándo dejaras de asaltar la nevera de Kairi? – preguntó con cierto deje en su tono de voz.
- Como si eso fuera lo más importante ahora – dijo Sora sin siquiera dedicarle una mirada.
Entonces, ese muchacho que debería ser Riku, alzó la vista y observó a Leara con cierta incredulidad. No sabía qué podía estar pasándosele por la cabeza, pero en seguida, inclinó su cuerpo, haciendo una reverencia ante Riku, lo cual pareció sorprenderle.
Sora sonrió ante esa acción.
- Usted debe ser Riku. Muchas gracias por rescatarme de una muerte casi segura – dijo Leara con cierta exaltación en la voz.
- No es, ni mucho menos, una acción por la que debas inclinarte así… - respondió Riku, no sabía si avergonzado, halagado o asustado. Quizá un poco de las tres.
Sora se levantó y la hizo incorporarse ante él. Entonces Leara le miró con atención procurando no parecer descarada. Su melena plateada llegaba debajo de los hombros, y un flequillo del mismo color casi ocultaba unos hipnotizantes ojos aguamarina. Su ropa era colorida, y un tanto extraña, aunque al verle así vestido pensó que Riku tenía que estar pasando bastante calor.
- Señor Riku, acérquese usted – puntualizó Sora con un tono sarcástico.
Él se acercó y miró a la chica más de cerca.
- Soy Riku- dijo tendiéndole una mano.
La estrechó. Ambos sintieron un inmenso escalofrío recorrer sendas espinas dorsales.
- Me llamo Leara. Encantada.
Su voz sonaba algo ronca, pero incluso a través del tono áspero que empleaba, para presentarse ante Riku se añadió a sus palabras la tensión y sequedad que incluso se percató de cómo Sora dejaba de sonreír. La mirada de Riku se heló por un momento; las palabras de Leara habían sido demasiado cortantes. Había algo en él, algo que no terminaba de cuadrarle a la chica, y estaba segura de que no se trataba de nada bueno. Su mirada, hasta justo antes de presentarse había sido un tanto indiferente, ahora denotaba cierta sorpresa. Se dio cuenta de que aún estaba estrechándole la mano cuando Riku hizo un movimiento con intención de apartarla. Aflojó sus dedos y su mano se le escapó. Riku no dejaba de mirarla a los ojos, buscando en ellos algo que Leara no supo identificar. Kairi había dejado de fregar los platos y Sora permanecía inmóvil a poca distancia de la escena. Todos la miraban. Y ella no podía dejar de pensar en la persona que tenía frente a sí, ni en la sensación que le producía. Finalmente, fue el propio Riku el que rompió aquél silencio incómodo.
- ¿Nos hemos visto antes?
Leara dudó. No supo qué contestar, aunque estuviese segura de que no le había visto en la vida.
- No – le dijo tajante -. No creo que nos hayamos visto en la vida.
A pesar de todo, el tono continuaba siendo igual de cortante que al principio.
- Por un momento tuve la impresión de que… de que ya nos conocíamos. Mi intuición debe ser errónea – dijo Riku, a modo de disculpa por su pregunta.
- Sin duda alguna – respondió Leara. Ella miró a su alrededor; Kairi estaba girada sobre sí misma, aún con los guantes de goma y la escobilla de fregar en la mano, y un plato en la otra, observándoles; Sora estaba a un metro de ellos, mirándoles con expresión curiosa y, podría atreverse a decir que desconfiada, Riku seguía escudriñando en sus ojos. Entonces cayó en la cuenta de que su comportamiento había sido un tanto deshonesto con su propia conciencia. No deseaba agradecerle que la hubiera rescatado, de hecho no quería tener que agradecerle nada a alguien como Riku. Pero no la educaron como una egoísta, y siguiendo los criterios que le enseñaron, debía seguir con su máscara de protocolo.
- Sólo quería agradecerte que me sacaras del agua, mi vida estaba en un verdadero aprieto – le dijo. Procuró que su voz sonara más suave, pero en lugar de mirarle a los ojos (mentir mirando a los ojos era descarado y de mal gusto, según ella) observó sus labios como si fuera lo único que existiera. Una vez pronunció estas palabras, subió su mirada hasta los ojos del muchacho, y le dedicó una leve sonrisa -. Creo que voy a tomar aire y a estirar las piernas, tanto tiempo en la cama ha hecho que se oxiden mis articulaciones. Con permiso.
Salió de casa de Kairi sin escuchar una sola palabra, y sin embargo, aún fuera, podía sentir como los ojos de los tres martilleaban su cerebro. ¿Por qué había tenido que ir a parar allí¿Por qué precisamente al lugar donde vivía Riku? Su conclusión fue que su maestro había terminado odiándola, o tenía un magnífico plan para que no la encontraran. Era una situación muy violenta.
No sabía hacia dónde se dirigía así que se limitó a ir siempre en línea recta bordeando la orilla. Observó su mano derecha y apretó el puño con fuerza; no podía creer que le hubiera dado la mano a Riku como si nunca hubiera pasado nada. Si había miles de cosas que podría decirle a Sora sobre lo que sentía, a Riku le diría el doble.
Estaba anocheciendo, ahora el mar se veía teñido de tonos rosados y púrpura, bailando bajo una tímida luna llena reflejada en el agua. La visión era impresionante. Frente a Leara se encontraba una palmera tumbada, que seguía creciendo y que estaba a un metro del suelo, así que decidió sentarse y pensar un rato. Se recostó en uno de los lados y perdió su vista en el horizonte.
No mucho más lejos de donde ella se encontraba, se hallaban las viviendas de las personas con las que nunca debería haber mantenido contacto alguno. Como un rayo atravesó su mente la imagen lejana del rostro de su maestro. "Si por algún casual encuentran tu paradero y vienen a buscarte, no te quepa duda de que vienen a por tu vida. Cuando eso ocurra ve a las Islas Destino; ellos te protegerán". Estas palabras resonaban en la mente de Leara, su maestro ya sabía que algún día deberían separarse. Leara no salió ilesa de la lucha, ella también recibió por parte del enemigo. Tal y como predijo su maestro, la atacaron y ahora estaba en un paraje isleño, lejos de todo tipo de comunicación. Algunas nubes asomaban sobre la línea del mar, coloreando rojo el cielo y su reflejo sobre el horizonte.
- ¿No es la viva expresión de la calma? – se oyó una voz tras Leara. Ella ya sabía que Sora la había seguido.
- Es lo más hermoso que he visto nunca – respondió, igualmente apaciguada. Sintió como se sentaba a su lado, pero continuó sin mirarle; no quería que Sora viera sus ojos nublados.
- Es curioso – dijo Sora con cierta sonrisa en sus labios.
- ¿El qué? – dijo Leara.
- Sentí que alguna fuerza se inquietaba hace unos días, y apareces tú – dijo Sora-. Estoy seguro de que algo va a pasar.
A Leara se le heló la sangre. Supongo que esa era la consecuencia de estar en guerra tanto tiempo. Seguía sin mirarle, sintiéndose culpable.
- Hace frío¿eh? – dijo Sora frotándose las manos con una sonrisilla -. Volvamos a casa.
Leara le miró. Él le devolvió una mirada pícara. Ella sonrió y asintió con la cabeza. Se bajó del tronco y emprendió camino junto a Sora pensando en las palabras de su maestro.
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Notas de la Autora:
Hola!! Bienvenidos a mi fic!! Sé que hace bastante tiempo que posteé este capítulo, pero ahora que he aprendido a manejar ésto un poquíto (sí, he tenido que hacerlo sola T.TI) pues he aprendido a editar capítulos .
Sobre Leara: Es el único personaje (que aparece por ahora) que me pertenece íntegramente. Los demás que aparecen en el capítulo pertenecen a Square Soft/Enix y Disney.
Este primer capítulo es el primero de una larga saga que por ahora, corresponde a dieciocho capítulos y sigue sin terminar, así que, que no haya preocupaciones que la historia aún tiene tela. Ahora mismo, en este primer capítulo expuesto, se "habla" de la presentación del nuevo personaje incorporado en la historia, así que no hay mucho que decir. Bueno, sí: que esta historia está pensada a conciencia, y nada sucede por casualidad. Leara es un personaje que guarda muchas sorpresas, por así decirlo, un personaje spoiler.
En fin, cuando suba el segundo capítulo, podré postear algo más acerca de ella y de los hechos acaecidos.
Saludos!!
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