Pareja: Damon & Katherine.

El mayor de los jóvenes Salvatore leía con tranquilidad arrullado por el color de la chimenea, afuera el invierno soplaba con fuerza, mientras la nieve caía como una lluvia de algodón del cielo, sopló sus manos para calentarlas un poco antes de humedecer uno de sus dedos y girar la página.

—Sr. Salvatore, ¿puedo saber qué lectura le tiene tan absorto? —La dama entró en la sala con su movimiento sensual y felino, con una tenue y coqueta sonrisa en los labios—. No quiero sentir envidia de ella.

Damon levantó su mirada hacia ella, cerrando el libro en ese mismo instante, mientras sus ojos se concentraban en ella, hasta en el más mínimo detalle, devolviéndole instantáneamente la sonrisa.

—Srta. Pierce, bienvenida. Espero su noche haya sido agradable —saludó con educación—, por favor tome asiento.

—Agradable, pero solitaria —dejó escapar un suspiro suspicaz, mientras le veía de reojo con picardía.

—Lamento no haberle ayudado con eso, sabe que estoy a su disposición —comentó siguiéndole el juego.

—Entonces tal vez quiera complacerme y jugar afuera con la nieve.

—¡¿A ésta hora?! Hace demasiado frío, puede resfriarse —negó rotundamente.

—Entonces encuéntreme lo más rápido que pueda, y tráigame a casa. —Le retó poniéndose de pie, humedeciéndose los labios antes de salir con paso elegante de la habitación.

Damon rió por lo bajo, siguiendo el camino que ella había tomado, dándole unos minutos de ventaja a la dama antes de abrir la puerta. Se frotó los brazos para entrar en calor, mientras sus ojos audaces seguían las huellas frescas y claras sobre la nieve. Parpadeó sorprendido... no había nada. No más huellas, simplemente la nieve permanecía lisa y abultada como si jamás hubiera sido tocada.

—¡Srta. Pierce! —Llamó preocupado, buscando con desesperación la figura femenina en el amplio campo cubierto de árboles.

Después de más de diez minutos en su busca, decidió volver a casa y salir con una comisión a buscarle. Había que encontrarla cuanto antes.

—Te atrapé —gruñó cerca de su cuello con sensualidad, adhiriéndose a su cuello.

Él se limitó a abrazarla aliviada de verle, y tratando de darle de su calor.

—Estás pálida y fría, necesitas volver al calor.

—Sé que puede darme calor...—ronroneó—, Damon.

Sus ojos se mantuvieron fijos en los de ella, sintiendo como su corazón humano latía a mil, consumido por los sentimientos abrazadores que burbujeaban en su pecho cada vez que le veía o estaba a su lado.

... la parte de su humanidad que odiaba.

Abrió los ojos desperezándose en su amplia cama, observando a la mujer a su lado, una guapa reportera que era su nuevo juguete. Algún día su lado vampiro se despojaría por completo de esos ilusos recuerdos humanos, por más buenos que fueran. Era y es sólo una fantasía de un joven enamorado, porque ella nunca le amó. Nunca.