Parte 1: Comienzos

Chapter 1: ¿Acaso es el Destino?


Aquí estoy de vuelta :3 Bueno, tenía ganas de darle un discípulo a Milo, desde hace mucho xD Siempre me ha parecido que sería un gran maestro :3

Como notarán, usé la estética del manga, por lo que la mayoría son rubios :3

Solía estar sola siempre. Los del pueblo nunca me prestaron atención. Sólo era una huérfana como tantos otros. Hasta el día en que lo conocí a él. A mi ángel guardián, mi maestro, mi protector.

Siempre me había intrigado el Santuario. Áquel lugar encerraba un aura mítica que me parecía sublime. Los llamados santos que servían a una diosa encarnada, a la diosa de la sabiduría y la guerra, Palas Athena. Pero los que más me intrigaban, eran los llamados santos de oro, cuyas armaduras brillaban tanto como el sol y representaban las doce constelaciones zodiacales. Anhelaba poder conocer a alguno algún día. ¿Se cumpliría mi anhelo?

Sí, se cumplió. De un modo que jamás conseguiré olvidar.

Aquel día, la anciana Circe me dijo que la acompañara al Santuario. Quería llevar unas ofrendas para la diosa, y necesitaba a alguien que la ayudara a llevarlas. Acepté sin pensarlo. ¡Talvez fuera hora de que mi sueño se cumpliera!

Las ofrendas consistían en un hermoso peplo bordado y un pequeño árbol de olivo. Claro, la anciana no podía llevar el arbolito, por eso necesitaba que yo la ayudara.

-¿Sabes?, te has convertido en una jovencita muy encantadora,-empezó a decirme la anciana.

"Oh, por favor no", pensé

-A tu edad yo ya estaba prometida y me casé dos años después. ¿No crees que va siendo hora de que te cases, o por lo menos vayas mostrando interés en aprender lo necesario para ser una buena esposa?

-Con todo respeto, señora, las cosas ya no son como cuando usted era joven. Además, ¿quién le daría a su hijo una esposa sin educación alguna como yo?

-Oh, eres una niña preciosa. A los hombres les basta con eso.

Me enfurecí. Uff, qué manía con eso de que la belleza bastaba. Supongo que eso explicaba que algunas mujeres del pueblo fueran unas auténticas cabezas huecas. Torcí la boca y me negué a seguir hablando del tema.

La anciana interpretó bien mi silencio y me atacó con mi punto flaco: el Santuario y los santos de oro.

-¿Supongo que quieres ser como esas jovencitas del Santuario que reniegan de su rol en la sociedad y su femineidad?

-¡Al menos ellas tienen un propósito en la vida y son inteligentes!, respondí enfadada,-no como las mujeres normales.

-¿Ah sí? ¿O es que acaso quieres traerte a uno de esos jovenzuelos a casa?

-¡Claro que no! Es sólo que no me interesa casarme, al menos no por ahora, ¿por qué no pueden entenderlo?

-Eres una chica extraña.

-No me diga, dije con sarcasmo.

-Talvez el que no tuvieras padres ha influido en esa idea loca de no casarte, siguió diciendo la mujer.

"Uy, qué mujer más necia", pensé. Pero no le dije lo que tenía en la cabeza por miedo a que me mandara de vuelta al pueblo.

Cuando llegamos al Santuario, la anciana dijo nuestro propósito y los guardias nos dejaron pasar. En los alrededores se veía gente entrenando, algunos muy jóvenes, probablemente más que yo.

Cuando llegamos a la cordillera donde estaban enclavados los doce templos, mi emoción creció. ¡Talvez viera a algún santo! Aunque no fuera a uno dorado.

La anciana refunfuñó.

-Hacer subir todas esas escaleras no es manera de tratar a una anciana

-Es la regla. Si no quiere acogerse a ella, lárguese y yo le entregaré sus ofrendas a la señorita Athena.

Cuando nos volvimos, había frente a nosotros una mujer enmascarada, ¡un santo femenino!

-¿Quién eres tú?, inquirí sin pensarlo,- es decir, me corregí,-...no quisiera parecer indiscreta.

La anciana me zurró.

-Discúlpela, no sabe ser educada.

Enrojecí de rabia. ¿QUÉ? Ahora esa mujer pensaría que era una cualquiera.

-No, está bien. Yo soy Shaina, santo plateado de Ofiuco, explicó ella.- ¿Y bien? ¿Subirán o no?

-Yo no, declaró esa vieja bruja-Vámonos, niña.

-¡NO!, grité,- yo sí subo, me corregí.

-Está bien. Deme, dijo, alargando la mano, para recibir el peplo. La vieja se lo tendió y se largó.

"Uff, menos mal", pensé.

-Vámonos, muchacha, me dijo Shaina,- no estás aquí de paseo, ¿cierto?

Enrojecí, mientras asentía torpemente con la cabeza.

Empezamos a caminar hasta llegar al principio de las escaleras.

-¿Estás segura de querer subir?, el trayecto hasta arriba es bastante largo, me preguntó.

Asentí con decisión.

Apenas habíamos subido otro escalón cuando apareció otra santa.

-¡Ah, aquí estás, Shaina! Tus alumnas te buscan, le dijo a su compañera. Ésta se encogió de hombros.

-¡Qué remedio! Acompáñala hasta arriba, tiene que ofrecerle esto a la señorita Athena. La otra asintió.

-¿Quién eres tú?, le pregunté.

-Yo soy Marin de Águila. ¿Has venido sola?

-No. Venía con la vieja Circe, pero no quiso subir las escaleras, así que debo hacerlo sola, expliqué.

-Vaya, eres una jovencita tenaz. Me recuerdas a mí cuando era joven.

A la entrada del primer templo, había un niño sentado en las escaleras.

-¡Kiki! ¿Dónde está Mu? ¿No deberías estar entrenando?, lo regañó la señorita Marin.

-Mi maestro está ahí dentro, dijo el chiquillo,-lo estoy esperando para ir a entrenar.

-De acuerdo. Vamos, me dijo.

Adentro, había un joven amarrándose las alpargatas.

-Buenos días, Marin. ¿Qué te trae por aquí?, le preguntó.

-Esta jovencita, que insiste en subir hasta arriba con estas ofrendas. ¿Puede pasar?

Me quedé de piedra. ¿Ése joven era uno de los santos de oro? Tenía que ser una broma.

-Desde luego, asintió el joven y me sonrió. Tenía las cejas depiladas de una curiosa forma y grandes ojos azules.

-Gracias Mu, sonrió ella. Es decir, creo que lo hizo, por el tono, porque no le podía ver la cara.

-Sólo por seguridad, ¿en qué consisten esas ofrendas?, preguntó él, volviéndose de repente. Su largo cabello rubio me azotó la cara.-Ay, lo siento, se disculpó.-Debería amarrármelo, siempre es lo mismo.

-Es un brote de árbol de olivo y un peplo de raso bordado, le explicó Marin a Mu.

Éste asintió.

-Muy apropiadas para la señorita Athena* Son sus atributos desde la era mitológica. Bien, pueden pasar, dijo haciéndose a un lado.

El siguiente templo, de Tauro, estaba vacío, así que pudimos pasar rápido y sin tantas ceremonias. Cuando llegamos al tercer templo había un joven en las escaleras. Éste levantó la cabeza y esbozó una sonrisa un tanto maléfica al vernos. Sentí temor.

-¿Adónde vas con esa lindura, Águila? No me digas que estás pensando en un trío con el gato, comentó.

-¡KANON! ¿Quieres callarte?, le echó una reprimenda.

"¿Qué carajos quiso decir con eso?", me pregunté desconcertada.

Él empezó a reírse con ganas.

-Era broma, era broma. Por cierto, mi hermano no está. Hablando en serio, ¿dónde vas con ella?, preguntó mientras me examinaba de pies a cabeza. Él también era rubio y de ojos verdes, como Mu.

-Arriba a dejar esto, dijo ella, mientras me señalaba, indicando el árbol en mis brazos.

-Oh, un olivo. Hasta que a algún aldeano se le prendió la bombilla. Son unos tontos.

-¡KANON!

-Ae, ae, deja de gritarme. Qué fastidio. Ustedes las santas tienen un genio del demonio. Bueno, suban. Y rápido, antes de que vuelva mi hermano. Es capaz de retenerlas aquí hasta el final de los tiempos.

-¡KANON!, se escuchó por tercera vez, esta vez salido de una garganta masculina.

-Bueno hermano, yo no hice nada. Ellas van para arriba con ofrendas.

Se levantó tranquilamente y encaró al hombre que tenía detrás. Una armadura brilló. El tercer guardián. Géminis. Retrocedí, temerosa. Los rumores sobre este santo no eran buenos.

Él se dio cuenta y me miró. En su mirada había un dejo de melancolía y tristeza que me removió algo muy adentro. Un momento...este hombre se parecía mucho a Kanon. ¿Acaso eran gemelos?

-Está bien. Pueden pasar. Tú, le dijo a Kanon.-Si te escucho decir algo así delante un niño otra vez, te arrancaré la piel a tiras.

Me estremecí.

-Saga, cállate. ¿No ves que la asustas?, le dijo su hermano, refiriéndose a mí.

El santo dorado se volvió hacia mí. Me escondí detrás de Marin.

-Lo siento. Por favor, perdona a este gamberro que es mi hermano. Suele hacer comentarios fuera de lugar. Lo siento sí te asusté con mi actitud. No era mi intención.

Marin empezó a subir las escaleras conmigo pegada a ella. Cuando pasé al lado de Saga, éste levantó una mano y me acarició la mejilla con ternura.

-No me esperaba esto, le admití a la santa que me acompañaba, mientras me tocaba la mejilla.

-Saga no es tan malo como parece, la gente del pueblo no es justa con él, me instruyó ella,-ladra más que muerde.

-Tampoco he oído cosas buenas del cuarto guardián.

-Sí, Death Mask es un caso especial. Pero no te preocupes, lo vi abajo hace poco. No creo que haya subido todavía.

Tragué saliva. Marin me apretó fuerte la mano.

-Tengo que advertirte que puedes asustarte por lo que vas a ver, me advirtió.

Entramos al templo del Cangrejo Gigante. Éste estaba rodeado por una atmósfera muy sombría y había...había...oh, por Hades... ¿eran rostros en las paredes?

-Marin, dijo una voz,-pasa rápido, así la niña no se asustará tanto.

Pegué un respingo.

-¿Qu...quién dijo eso?, murmuré temblando.

-Aiolia... ¿qué haces aquí? Deberías estar en Leo.

-Estoy aburrido de estar encerrado. La tendrán fácil, de aquí a Escorpio no hay nadie y después de eso sólo Afrodita está en su templo. ¿Qué le llevan a nuestra joven diosa?

-Un olivo y un peplo, dije con voz temblorosa.

Aiolia esbozó una gran sonrisa, más propia de un niño y me guiñó un ojo. Me revolvió el cabello.

-Ok. Tú tienes una importante misión que cumplir y este gato se debe ir a jugar con su estambre. ¡Miau!

Como resultado acabé muerta de la risa.

-¿Él es siempre tan gracioso?, le pregunté a Marin

-La mayoría de las veces. Pero sabe ser serio cuando la situación lo requiere.

-También él es rubio, dije, sorprendida.

-Sí, aquí la mayoría son rubios, suspiró ella.

Pasamos por los siguientes templos en silencio.

Conforme fuimos subiendo hacia Escorpio, mi corazón latía más y más fuerte. Por fin iba a conocer al santo que guardaba mi signo.

Cuando entramos al templo, todo estaba muy silencioso. El lugar parecía vació.

-Qué raro. Aiolia dijo que Milo estaba aquí. A no ser..., murmuró Marin.

Empezaron a oírse pasos al fondo del pasillo. Conforme se acercaban me pareció escuchar el susurro de una capa.

-Oh, oh, susurró Marin,-no me digas que está molesto.

La volví a ver.

-¿Eso es malo?, pregunté

-¿Qué quieres, Marin?, se oyó una voz grave con un inconfundible tono de enojo. Conforme los pasos se acercaban, pude ver bien al dueño de esa voz. Era alto, como los otros y, como Kanon, Saga y Aiolia, tenía un fuerte acento griego. Su cabello le caía a ambos lados del rostro y le cubría totalmente la espalda. Mira qué bien, otro rubio. Levanté la mirada para verlo a los ojos y me topé con un par de pupilas aguamarina que me miraban con dureza. Tenían una fuerza hipnótica fascinante. Cuando se dio cuenta que lo miraba, suavizó la mirada. La armadura era hermosa, magnífica, mucho más de lo que me esperaba de ella.

-Yo la llevaré con la señorita Athena, cortó el monólogo de Marin. Mi corazón dio un brinco.

-¡Pero Milo...! ¿O sea que subí hasta acá para nada?, protestó ella.

-Largo.

La santa se encogió de hombros.

-Está bien, te la dejo. No vayas a picarla con tu veneno. Se ve que estás molesto.

-Marin..., murmuró él.

-Sí, sí, ya entendí, se escuchó la voz de ella a lo lejos.

Cuando me quedé a solas con él me cogió en brazos y me sentó en un sillón. Me quitó las sandalias.

-Mira nada más, comentó, mirando mis pies enrojecidos,-Marin es una inconsciente. ¿Te duele?

-No señor. Pero sí estoy algo cansada.

-De acuerdo. Espera aquí.

Cuando volvió, llevaba un vaso de refresco y un bocadillo. Me los tendió.

-Toma, come. No falta mucho, pero es mejor que descanses antes de continuar o no aguantarás.

-No es necesario. No tengo hambre.

La mirada que me dirigió me dejó claro que sí no comía me lo haría tragar a la fuerza.

Le di un mordisco al bocadillo. Hum, estaba muy rico, pero no era griego. Consistía en una tortilla de huevo rellena de queso y jamón.

-Está muy rico. Pero no es griego. ¿Qué es?, le pregunté a Milo. Éste dejó de ver por la ventana y fijó su atención en mí.

-Es cierto, nunca debes haberlo probado. Es un platillo francés. Se llama omelette.

Un platillo francés...Recordé que uno de los dorados era galo. "Ése franchute estirado", solía decir la vieja Circe, "es un presumido, siempre anda por ahí con cara de sabelotodo y de que nada le importa"

-¿Ya terminaste?, me preguntó, viendo que me había comido la comida en dos bocados,-¿ves como sí tenías hambre?

-¿Ya podemos seguir?

-Sí. Por cierto, ¿qué te trae al Santuario?, inquirió mientras se ponía en camino hacia la puerta. Tuve que correr para alcanzarlo.

-La anciana Circe me pidió que la acompañara a dejar estas ofrendas pero no quiso subir las escaleras. ¿Alguien tenía que hacerlo, no?

Él me miró y pareció que esas orbes aguamarina me desnudaban hasta lo más hondo.

-No. Una persona normal no habría subido hasta aquí. En Géminis habrías tirado la toalla y le hubieras dicho a Marin que trajera las ofrendas ella. No, hay algo más por aquí.

-Bueno..., me atreví a decir,-siempre he sentido fascinación por éste lugar.

Me dirigió una enésima y enigmática mirada, mientras esbozaba una sonrisa de medio lado.

-Talvez haya sido el Destino.

Después de esa misteriosa respuesta cogió el árbol y se encaminó hacia la salida del templo. Me quedé parada en el sitio. ¿El Destino? ¿Realmente mi destino era formar parte del Santuario?

-¿Vienes niña?, me llamó el santo dorado. Milo.

-¡Si! ¡Voy!, dije mientras echaba a correr detrás de él.

Sí, el futuro discípulo de Milo es una chica. ¿Sorprendidos? Jajaja, siempre he visto a Milo como maestro de una mujer. Como notarán, le di un poquito más de protagonismo a Marin (pobre, sólo la usan para novia del gato) y dejé a Shaina de lado. Eso de "franchute estirado" se me ocurrió sobre la marcha. Jajaja, es que muchas personas ven así a los franceses. Pobre Camuchis, él no tiene la culpa. A todo esto, ¿cómo se llamará nuestra niña misteriosa?

*En la mitología, el olivo era el árbol consagrado a Athena. El peplo (es una especie de velo o vestido) es porque ella era la diosa de las artes manuales (tejido, bordado, etc) Se celebraba un festival anual llamado Panateneas donde se vestía una estatua de la diosa con un peplo tejido por un año por jóvenes de noble cuna.

¡Se agradecen los MP o reviews que gusten dejar!

¡Gracias por leer!