Se dio media vuelta, dejándola allí paralizada sin saber que hacer, al darse cuenta de que... todo había sido un plan, y que ese dolor en su pecho se hubiera alojado, también formaba parte de ello. Sus ojos castaños veían la espalda amplia de Damon alejándose de ella escaleras arriba, con las lágrimas corriéndole por las mejillas sonrojadas.

—Pudiste habérmelo dicho, ¿sabes? —Le reprochó la voz de Sthefan, siguiéndole. Se giró hacia él, recostándose del barandal de caoba fino.

—¿Cómo saber cuando no vas a ir a decirle las cosas a tu novia? —cuestionó con molestia, remarcando el hecho de que Sthefan no supiera darle prioridad a la seguridad de ella, sobre sus sentimientos.

—¿Siquiera entiendes por el momento que la hiciste pasar? —reclamó con voz ácida, frunciendo el ceño.

Damon se paró en el centro, mirándole fijamente con enojo.

—Ves, por eso no te lo conté. Y si volviera a pasar, tampoco lo haría. Porque no habrías sido capaz de hacerlo —bufó con irritación—, no me entiendas mal, Sthefan. No me importa ser el chico malo, si debo ser el que hago las decisiones de vida o muerte mientras tú estás ocupado preocupado por los daños colaterales —repuso con sarcasmo y acidez—. Incluso dejaré que me odie por ello.

Se encogió de hombros, dándole ligereza al movimiento con su elegante cuerpo, mientras se giraba para continuar su camino.

—Pero al final del día, seré yo quien la mantenga viva.

El silencio entre ambos se prolongó; Sthefan le veía con seriedad, y él sólo le dedicó una de sus fingidas sonrisas, antes de dejarle solo. Después de todo, sólo la vida de ella le importaba...