Una nueva mañana en el Santuario solo significaba una cosa, deben volver a sus deberes diarios. Puede que la Guerra Santa haya terminado, pero eso no significa que los daños causados en esta van a desaparecer por arte de magia. No, los Santos de Oro pueden revivir, pero el reconstruir un montón de piedras no podía hacerse —ese es el pensamiento de unos cuantos, en donde se incluyen también algunos de la Orden Dorada, especialmente esos que no preferirían estar haciendo algo diferente con esa nueva vida que se les ha dado—.
Y, mientras revisan los planos de la reconstrucción, un par de Santos de Oro sacan a relucir un tema que ninguno de los ahí presentes había considerado desde que la batalla de las doce casas se dio —claro que en ese momento solo fue un pensamiento individual, ajeno al de los demás—.
Este Santo fue Afrodita que, con poco interés, solo quería hablar de algo y, quizás, poder compartir recuerdos que sí fueran gratos, como lo eran los años antes de que Saga traicionara al Patriarca.
—¿Por qué ninguno de ustedes la ha buscado? —cuestiona con "sana" curiosidad el doceavo guardián, dirigiéndose especialmente a aquellos que eran más unidos con la persona en cuestión.
Esto son: Milo, Mu, Camus, Aioria, Kanon y Aioros —Shaka no lo está acompañando—; los cuales solo se dirigen miradas entre ellos, como si estuvieran compartiendo un pensamiento.
—Al final, ella no es una guerrera y es más seguro estar lejos del Santuario; es imposible predecir cuándo una nueva Guerra Santa puede estallar —Es Camus quien responde por todos, aunque algunos, como Milo y Kanon, no parecen estar del todo convencidos.
—También han sido muchos años; buscarla sería abrir de nuevo las heridas —Esta vez es Aioros quien habla, diciendo cada palabra con palpable nostalgia.
Saga se vuelve a verlos, dejando de lado su labor —el cual es ver cuantos materiales se necesitan para cada construcción y procurar que, si es necesario, más material sea llevado—. Un pequeño silencio se instala entre ellos.
Al final el objetivo de Afrodita no se logra y decide irse junto a Aldebarán que está trayendo lo que encargó para su templo. Lo que son unos sacos de tierra y fertilizante para hacer que su jardín renazca en todo su esplendor.
—¿No tienen curiosidad? —Kiki, que había escuchado todo y con la absoluta inocencia infantil, les pregunta. No entiende exactamente por qué se privan de saber de esa persona, es una nueva oportunidad de vivir y deberían aprovecharla.
—Yo le seguí el rastro por unos años. Volvió a Japón meses antes de la batalla de las doce casas, pero desde ahí le perdí la pista… Estuve ocupado con otros asuntos, como recordaran —Dohko responde con simpleza, dando a entender que siempre se preocupó por esa personita de la que Shion siempre le escribía.
—Creo que la envidio un poco —Milo suelta de repente, captando la atención de todos de nuevo, justo cuando estaban por continuar con sus labores respecto a los planos y materiales —; me refiero a que, ella tuvo la oportunidad de vivir una vida normal…nosotros ni revividos tenemos eso.
—No podemos quejarnos, Athena nos dio está nueva oportunidad y debemos mostrar gratitud —Aioria y Mu asienten a las palabras del Santo de Sagitario; después de todo, en un futuro podrán disfrutar de esa tranquilidad que el fin de Hades significó para ellos y el mundo.
Milo solo se encoje de hombros y se va, irá a recoger escombros para despejar zonas. Si igual se estaba aburriendo al armar los diseños de los doce templos, de los cuales todavía faltan de Libra para abajo.
Mientras, en un templo oculto entre las montañas, rodeado de cipreses y sombras, se encuentra una entrada hacia el Inframundo, el cual es ahora está por ser gobernado por Yan después de la caída de Hades. Pero hay un conflicto llevándose a cabo, entre él y la diosa Izanami. Por esa misma razón.
Los soldados de ambos solo están a la espera de lo que sucederá. Los cuatro Astros Celestes, los que comandan a los demás astros del ejército de la diosa de la creación y de la muerte, son los que observan todo. Al gobernar en una misma zona terrenal, no es de extrañar que se disputen sus cargos, pero ante la falta del dios del Inframundo… todo se ha intensificado.
—¿Qué creen que suceda? Sin el dios Hades, está la necesidad de un gobernante en el Inframundo y ellos, que desde muchos siglos lo han habito, se lo disputan… —El Tigre Blanco, portando sus blancas vestiduras, se da media vuelta después de esas palabras. No se quedará a ver el desenlace, él ya ve venir una Guerra Santa. Dirige una mirada hacia los otros tres Astros Celestes, pero ninguno se vuelve hacia él.
Antes de que este por irse, es detenido por la voz del Pájaro Rojo.
—En estas circunstancias, preguntarse algo como eso es bastante inocente. La cuestión real es: ¿contra quién lucharemos? —Sus ojos verdes reflejan frialdad y esta vez, se vuelve hacia el Tigre Blanco —. Te avisaremos si sucede algo, Arjen.
Este se vuelve y se retira, dándole la espalda a la disputa entre dioses.
Solo uno de los de los cuatro Astros Celestes parece sudar frío ante la expectativa de lo que esa disputa desencadenará; ella sabe que, por algún motivo u otro, siempre irán por quien defiende la tierra de todo mal.
Athena estará involucrada, eso es asegurado.
Y ante ese pensamiento, el Inframundo parece de nuevo oscuro y con la disposición de castigar; pero porque ahora todo se ha tornado diferente ante su nuevo gobernante, aunque todo se vea exactamente igual. Esto significa que ambos dioses han tomado una decisión.
—¿Y Tigre Blanco? —Solo Dragón Verde no aparta la mirada de su diosa, mientras los otros dos se dirigen una pequeña entre sí.
—Decidió esperarla afuera —Responde Tortuga Negra, delatando ser una muchacha que, oculta por las vestiduras de la tortuga, apenas se distingue su género, considerando que el cabello largo no es algo que delate.
—¿A qué pacto habéis llegado, mi diosa? —Dragón Verde, que también es una dama, se inclina ante la deidad, esperando no note su aflicción. Mechones de su cabello negro caen a sus costados.
—Ambos gobernaremos, yo me encargaré del "Hades" y él del "Tártaros". Los Campos Elíseos son de ambos —responde ella sin mucho interés, pero con algo perturbando su mente —. No obstante, hay catorce almas que nos fueron robadas —Dragón Verde se prepara para las siguientes palabras, ella sabe a qué catorce almas se refiere —; y vamos a recuperarlas. Athena se atrevió a robarlas con la ausencia de Hades, eso no está permitido, es romper las reglas de la vida y de la muerte. Iremos por esas almas.
Los tres Astros Celestes asienten a las palabras de su diosa.
Una nueva Guerra Santa inicia.
¿Qué les pareció? ¿Alguna opinión?
Dato: Tome de base la mitología China y la Japonesa, por eso es que ven a Izanami y a Yan-luo; además, decir que los Astros Celestes están basados en las constelaciones Chinas y que ellas tienen sus variantes en la occidental, pero esto se irá explicando conforme avance la historia.
Gracias por leer.
