HYPE, HYPE, HYPEEEEEEE. No cabe en mí todo el hype que siento por el nuevo Zelda. Y bueno, no puedo jugar, y no me sé toda la trampa pero... PERO... necesitaba escribir esto. No creo que sea un secreto que me gusta Zelda, y que he usado algunos elementos suyos en algunas de mis historias. Me moría de ganas de hacer un crossover puro... pero es ahora... ahora... con Breath Of the Wild... con el que he dicho... Sí, ahora sí. ¡Este es el escenario que necesitaba! Espero que os guste, porque la verdad... a mí me encanta este primer capítulo.
¿?
Abre los ojos
Las palabras… atravesaron la espesa miel en que se había convertido mi cerebro. Abrí los ojos, adormecida. Mis músculos resultaban complicados de mover. Sentía que había dormido mucho tiempo, y mi cabeza estaba embotada. La sala, apenas iluminada por los resplandores azules de las paredes, resultaba un tanto siniestra. Apenas llevaba un pantalón corto y un pequeño top para cubrirme. Hacía frío. Me incorporé y trastabillé un poco, temblorosa.
Hubo un leve resplandor, y me fijé en un pequeño rincón de la habitación. Había un pequeño objeto brillante que parecía estar emitiendo pitidos. Me acerqué y cogí el pequeño dispositivo que en su pantalla me mostraba cosas que yo no terminaba de entender. Me la metí en el bolsillo del pantaloncito y, aun temblando, me adelanté.
Encontré un pequeño cofrecito justo frente a mí y, como un acto instintivo, lo abrí. Me encontré con un pantalón, unas botas y una camiseta. Algo sencillo pero que pudo cubrir mi desnudez.
Emma… es la hora.
Mis ojos, que en ese momento se encontraban adaptándose a la oscuridad, se cerraron instintivamente cuando una puerta se abrió frente a mí y la luz solar me golpeó repentinamente. Me acerqué y, finalmente, pude salir de aquel lugar. Cuando finalmente observé el exterior me quedé un par de segundos de pie. Desconocía qué habría allí antes, pero el color verde lo había conquistado todo.
Lo único que no parecía conquistado por la naturaleza era un edificio derruido que se encontraba en mi campo de visión. Algo me indicaba que fuese esa dirección. Comencé a bajar por la ladera de la montaña en la que había desembocado mi lugar de reposo, cuando escuché una voz.
_ ¡Eh! Muchacha… ¿Dónde vas tan deprisa?
Giré la vista y mis ojos se encontraron con los de un anciano que me observaba junto al fuego. Su sonrisa bonachona me inspiró confianza. Me acerque al cálido fuego y encontré una manzana a mi lado.
_ ¿Quién es usted?_ Pregunté, con curiosidad.
_ No soy más que un anciano perdido. Hace tanto que no hablo con nadie que me cuesta recordar mi nombre.
Asentí. Diría que era difícil que alguien pudiese olvidar su nombre, pero lo cierto es que la única razón por la que sabía el mío era porque una voz me lo había dicho.
_ Come un poco, estás en los huesos.
El anciano me lanzó una manzana y yo la cogí al vuelo. Me quedé observando la fruta. No sabía bien por qué, pero algo se calentó en mi corazón al mirarla.
_ Acércala al fuego._ Decía el anciano._ Verás que rica.
_ De acuerdo._ Tomé un palo y la pinché._ Oiga… ¿las manzanas tienen algún significado especial?
_ No. La verdad es que no._ Sentí una ligera decepción._ Salvo para la princesa, por supuesto.
_ ¿La princesa?_ Pregunté, poniéndome cómoda.
_ La princesa Regina tenía especial cariño hacia la fruta. Hizo plantar manzanos por todo Hyrule. La gente rumoreaba que agasajaba a su Heroína con ellas._ El anciano se encogió de hombros._ ¿Una locura, No crees?
_ Sí… toda una locura._ Susurré, observando la manzana cocerse.
Regina Mills
_ Emma… es la hora._ Fueron mis palabras.
Habían pasado cien años. Pero… finalmente, mi heroína… mi amor… estaba preparada para luchar una vez más. No pude evitar una media sonrisa.
_ Así que hoy es la fecha que tanto tiempo atrás señalaste en el calendario.
Me giré, aterrada ante la mujer que tenía frente a mí, ante la atroz hija de Ganon, la que me mantenía presa en aquel castillo. Alcé la mano en posición defensiva, intentando llamar al poder de la luz… y sin embargo, nada sucedió. El sello de la trifuerza en mi mano apenas logró iluminarse.
_ ¿Intentabas matarme?_ Se le escapó la risa._ Las dos sabemos perfectamente que todas tus fuerzas están centradas en retenerme aquí… en retenernos a ambas aquí. Con la promesa de que eso evitará que destruya lo que queda de tu precioso mundo.
_ Y así es como permaneceré… el tiempo que sea necesario.
_ Hasta que tu heroína vuelva para rescatarte._ Bajo sus ojos amarillos se antojaba una sonrisa.
El cabello pelirrojo tapó su rostro cuando su sonrisa se transformó en una mueca siniestra. Su mano, de piel oscura, se ciñó alrededor de la mía y me obligó a acercarme. Traté de resistirme, pero con una fuerza que para mí era insuperable, me retuvo contra ella, abrazándome.
_ Yo también lo he estado esperando con ganas._ Acarició mi rostro._ El momento en que por fin acabaré el trabajo de mi padre… y te rendirás.
_ Eso no pasará._ Me tomó por el mentón.
_ Pasará, Regina. Y entonces serás mi reina.
Emma Swan
El sabor de la manzana asada me traía recuerdos. O al menos… sensación de añoranza. Añoraba algo, pero no tenía del todo claro de qué se trataba. Era una sensación extraña. En cualquier caso, sabía lo que tenía que hacer. Ir al castillo… rescatar a la princesa. Eso me decía la voz.
_ ¿Cómo puedo llegar al castillo?_ Pregunté.
_ ¿Vas muy deprisa, no crees?_ Fue la respuesta del anciano.
_ Yo sólo… sé que debo ir._ Me encogí de hombros.
_ Es peligroso. Ni siquiera tienes una espada._ Me advirtió el anciano._ Además… si te lanzases sin más desde esta meseta acabarías partiéndote todos los huesos del cuerpo… Sin una paravela como la mía no…
_ Préstemela._ Le dije, rápidamente.
_ No tan deprisa, jovencita._ El anciano sonrió._ Tendrás que hacer algo por mí. Si cumples una pequeña tarea… no te la prestaré. Podrás quedártela. ¿Te parece bien?
_ De acuerdo… ¿Qué tengo que hacer?_ Pregunté.
El anciano miró arriba y lo imité, provocando que mis ojos se encontraran ante una enorme montaña nevada.
_ ¿Si llego allí arriba me darás la paravela?_ Pregunté.
El anciano asintió.
_ De acuerdo._ Dije, poniéndome en pie._ Volveré lo antes que pueda.
Yo no podía ver la mirada decidida que había en mis ojos. Pero estaba allí. El deseo de superar un reto era algo innato en mí. Tanto que me resultaba difícil no aceptar uno cuando me ofrecían una recompensa como aquella.
Y por ello comencé a andar. Con una manzana en el bolsillo y el corazón lleno de ilusión. Mis manos se aferraron a la roca y empecé a trepar. No era sencillo. La montaña estaba escarpada y hacía mucho frío. Mis dedos empezaban a temblar mientras me sujetaba. Por suerte conseguir alcanzar un pequeño resquicio en el que tumbarme. El frío era asolador, y sentía cómo me iba arrebatando las fuerzas poco a poco.
Lamentaba no haber sido más precavida y haberme puesto algo encima. Pero lo cierto es que ya era tarde para lamentarse. Me eché aire caliente en las manos y continué la ascensión. No me había parado a preguntar al anciano que esperaba que encontrase allí arriba. Cuando llegué a la cumbre, sin embargo, lo único que encontré fue un pequeño cofre.
Lo abrí, y en su interior me encontré con una pequeña bufanda azul. Me parecía muy familiar. Me la coloqué rodeando mi cuello y sentí su calor… igual que aquella vez. Sucedió. El recuerdo me golpeó como si se tratase de un mazo.
Emma Swan (Flashback)
El frío me golpeaba con una fuerza irrisoria. Tan fuerte que me costaba siquiera pensar. Regina, evidentemente, había sido precavida, e iba forrada de arriba abajo. Lo cierto es que a veces pensaba que más que la heroína de la leyenda era la estúpida. Regina, llevaba un rato observándome, con una sonrisa maliciosa entre los labios.
_ ¿Esto te divierte?_ Pregunté, con una mueca de desagrado.
_ Un poco sí._ Se acercó y besó mis labios. Por suerte… o desgracia… no se quedó pegada._ Anda toma, tonta. La he hecho para ti.
Me entregó una bufanda. La toqué con delicadeza y sonreí, colocándola alrededor de mi cuello.
_ ¿Mejor?_ Me preguntó, con dulzura.
_ Mucho mejor._ Contesté, roja como un tomate.
Emma Swan
La tela era cálida y, de algún modo, lograba calentar el resto de mi cuerpo. Quizá tuviese algo que ver con el tipo de hilo… la magia Sheikah… lo cierto es que me importaba bastante poco, a decir verdad. Escuché a alguien toser y al girarme me encontré la famosa paravela. ¿Dónde estaría el anciano? Lo cierto es que no lo sabía. Se me escapaba algún detalle.
La tomé, sujetándome bien, y me lancé al vacío. La sensación fue indescriptible. Cuando caí el vértigo hizo presa de mi estómago. Pero fue seguro. Aterricé junto a la hoguera donde se encontraba al anciano. Pero él no estaba allí.
Iba decidida a seguir con mi misión, cuando vi un leve resplandor verde, que procedía de una llama. Me acerqué, y esta empezó a moverse. Me acerqué con paso lento y traté de tocar la llama, pero esta se movió, y empezó a desplazarse por el camino.
La seguí, llevada quizá por un impulso de curiosidad, o de falta de respeto por mi propia seguridad, hasta el edificio derruido que en su momento vi nada más salir de mi reposo. Fue en ese momento en que el pequeño dispositivo que había recogido brilló. Lo tomé entre mis manos y lo observé.
_ Templo del tiempo…
Aquel nombre me era familiar, aunque no antojaba a recordar el motivo. Sin embargo, mientras me acercaba y exploraba su interior, sentía algo en mi corazón que me sobrecogía. Acaricié la pequeña tableta y la dejé de nuevo en el cinturón. El techo del edificio estaba medio derruido. La hierba había devorado el suelo por completo, y sólo una estatua, que representaba a la diosa Hylia se erguía, como testigo del paso del tiempo.
_ Emma…
Alcé la vista y observé al techo. El anciano me observaba desde allí, como esperándome. Asentí, me encaramé a una derruida columna y trepé hasta llegar a su altura. Lo vi dirigirse al torreó, envuelto en esa nube verde.
_ No estás aquí por casualidad._ Dije, en un susurro.
_ Alguien debía cuidar de ti. Esperar a tu despertar… para que pudieses estar preparada. Lista para…
_ Para salvar a tu hija…_ Dije, mirándole.
_ Eres más perspicaz de lo que recordaba._ El anciano rio._ ¿Ya la recuerdas?
_ Tan sólo… un poco._ Reconocí._ Pero sé que es importante. Para el reino… y para mí.
_ La hija de Ganon espera… atenazada por las últimas fuerzas de mi hija… intentando liberarse. Fracasamos hace un siglo buscando detenerla… y pagamos por ello con nuestras vidas… y condenando a Regina a una vida encerrada.
_ No se repetirá._ Dije, con convicción.
_ Confiamos en que no sea así._ Dijo, observándome._ Pareces decidida… pero debo recomendarte paciencia. Hay una mujer que puede ayudarte. Habita en la aldea de Kakariko. De ti depende partir, cuando estés lista.
El fantasma desapareció ante mis ojos. Ojos que instantáneamente se dirigieron hacia el castillo. Mi atención se distrajo un segundo al escuchar un sonido metálico. Observé y me encontré con una espada tirada en el suelo, junto a una nota. La recogí del suelo y la desdoblé.
Es peligroso ir sola… toma esto.
Negué con la cabeza y me coloqué la espada a la espalda. Aquella masacre… acababa ese mismo día. Tomé la paravela y me lancé, abandonado la meseta. En mi caída, me percaté de que una manada de caballos salvajes se encontraba pastando. Me dejé caer sobre uno pajizo y, al notar su resistencia, me sujeté y me aferré a sus crines. Tomé rumbo al castillo. Apretando las crines del animal.
Y entonces, sucedió. Una enorme criatura mecánica, sobre ocho patas de acero se dirigió hacia mí y disparó un rayo directamente contra mi montura. Salí despedida cuando el caballo se encabritó. Aunque no podía culpar al animal que, tras estallar en llamas, no pudo avanzar más que un par de metros.
La bestia mecánica se enfocó entonces en mí. Tragué saliva, sintiéndome bloqueada. Quizá debía haberme pensado mejor las cosas antes de ir al castillo. ¿Iba a caer de verdad nada más volver de mi letargo?
Hubo un gruñido y pude observar cómo un lobo se lanzaba contra el guardián. El animal atacaba con sus dientes la gastada superficie de la criatura. Desenvainé la espada que me había dejado el anciano. Noté calor en mi mano izquierda y sentí cómo mi valor, que por un momento había flaqueado, retornaba a mí.
Ocupada como estaba con el lobo, el guardián no se fijó en mí hasta que fue demasiada tarde. Ataqué con todas mis fuerzas a sus patas, que se rompieron una por una. Pero al intentar impactar contra la propia criatura, la hoja se rompió, desintegrándose en mis manos. El lobo me miró con sus ojos azules, y ambos entendimos al mismo tiempo qué había qué hacer.
Me aparté y corrí, huyendo de la criatura. Era demasiado pronto, no estaba preparada. Por suerte salí de su radio de acción a tiempo. El lobo bostezó y me miró. Yo le pasé la mano por el lomo y sonreí.
_ ¿Y cómo te llamas, chico?_ Pregunté, mirándolo._ Link… sí… creo que te pega.
