El tema de este fic no es una excusa para meter detalles adultos (aunque sí los habrá y no creo que sean pocos). Va a ser un fic serio y lo estoy cambiando bastante respecto a como estaba, ya que me parecía bastante infantil. Prometo que los capítulos serán más largos, este solo es un pequeño prólogo. Que disfrutéis la lectura.

Maldición

I. Maldita

Kagome Higurashi había aprendido a no mostrarse débil, a ocultar sus temores. Aquello la reforzaba y la hacía parecer una chica adulta y fuerte a los ojos de sus compañeros. Pero esa situación superaba su resistencia con creces. ¿Acaso Naraku sabía bromear?. ¿Era ese su fatídico destino, morir por vergüenza?. ¿Inu-Yasha la dejaría fallecer? No, claro que no, se decía a sí misma, aunque las dudas y el miedo la abrumaban.

Allí se encontraba, llorando como una magdalena – era consciente de ello –, arrodillada en el suelo verde. Las piedrecillas se le clavaban en las piernas dobladas y se le metían dentro de los zapatos. La falda verde, manchada de barro, presentaba un aspecto más deplorable que nunca. La camisa blanca, teñida de algo de sangre oscura que no era suya; con el final de las mangas apretado entre sus puños, los nudillos pálidos y crispados.

Escuchaba las voces de sus amigos deliberando, asustados, sin atisbo de esperanza. Intentaban hablar en voz baja para que ella no les oyese, pero no importaba: Kagome no prestaba atención a sus palabras. Se sentía rota por dentro, maldita, desgarrada. Hacía rato que los hipidos habían dejado paso a los sollozos. Reprimió las ganas de gritar y sendas lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Quería desaparecer, que la dejarán sola y poder ahogarse en su propia pena, mas aun aparecían en ella pensamientos de apoyo que la obligaban a recuperar su fortaleza.

Agradeció mentalmente que el más pequeño del grupo, Shippo, hubiera sido enviado – en contra de su voluntad – con Kaede, ya que no hubiese sido capaz de explicarle el problema. Era tan inocente…

La voz de Inu-Yasha fue apagándose forzadamente mientras Sango y Miroku continuaban hablando, alejándose, y ella casi pudo verlo girarse aunque no lo estuviera mirando. Vio la sombra de él avanzar hasta taparle la luz. Kagome esperó, disminuyendo los lloros. Observó los pies desnudos de él situarse frente a ella y el medio demonio se agachó velozmente. El flequillo le cubría los ojos y se mantenía cabizbajo. Probablemente había olido la sal de sus lágrimas, o la había escuchado lloriquear, no lo sabía.

- No te preocupes, estoy bien – aseguró, haciendo un gesto con la mano. Su voz sonó más aguda de lo normal.

- Kagome – casi interrumpió él, con un tono muy bajo –. Yo… lo siento. Lo siento mucho, Kagome… Si tú no estuvieses aquí, nada de esto te hubiera pasado y…

- ¡No! – espetó la chica indignada – ¡Tu no tienes la culpa, Inu-Yasha!

Ambos se miraron largamente durante unos segundos. Kagome notó su labio temblar, y luego echó a llorar con más ímpetu que antes.

- Kagome…

Ella apretó los labios, avergonzada. Sintió como los brazos de Inu-Yasha la rodeaban, abrazándola. Una suave brisa les revolvió el cabello y las ropas agradablemente, pero aumentó la potencia de forma considerable al cabo de poco. Kagome escuchó un gruñido provinente de Inu-Yasha y levantó la cabeza. Se turbó al verlo tan cerca, con los orbes dorados resplandeciendo… ¿de furia? Percatándose de que no la miraba, giró la cabeza en la dirección que había captado la atención de Inu-Yasha y vio como un torbellino se acercaba a velocidades inconmensurables. Se dispersó – provocando una oleada de aire rabioso – y de entre el todavía poderoso viento salió un chico moreno. Éste se acercó sin vacilar a la chica del futuro y el hanyou.

- Chucho asqueroso. ¿Qué le pasa a Kagome? – No hubo respuesta, solo una mirada ámbar cargada de tensión - Pasaba cerca de aquí y he podido oler su aroma… Apártate de ella – añadió, en un rictus enfadado –.

Inu-Yasha lo miró desdeñosamente, conteniéndose, pues sabía que no era un buen momento para discutir con Kagome en tal estado. Deslizó una mano por la espalda de ella, torpemente, en un dulce gesto inconsciente.

- Koga… - Kagome tragó saliva. Tenía la garganta seca.

- Kagome. ¿Por qué lloras?

Ella fue a contestar, insegura, mas Inu-Yasha la interrumpió.

- No tienes por qué explicarle nada, Kagome…

- No… yo… lo… lo contaré – tembló ligeramente e Inu-Yasha se levantó como un resorte. Cruzó los brazos y se echó a un lado, mirando a Koga amenazadoramente -. Naraku me obligó a tomarme una poción…

- ¿Dejaste qué raptara a Kagome?. ¡Eres un inútil, perro estúpido!

- Déjame acabar, Koga – interrumpió ella frunciendo el ceño -. Naraku… yo… moriré en… en menos de cuarenta y ocho horas sino…

El medio demonio bajó mucho la cabeza, hasta tenerla casi pegada a su propio pecho. A leguas podía verse su desdicha.

- ¿¡Qué!? – Escupió Koga, apretando los dientes - ¡¿Y qué esperamos?!. ¡¿A quién hay que vencer?!. ¿Por qué no haces nada? – casi aulló en su última pregunta, dirigida a Inu-Yasha.

- Por que no hay nadie a quien vencer – respondió Kagome con la voz quebrada -. Moriré si no pierdo… la virginidad.

- La virginidad – repitió Koga, estupefacto -.

Hubo otro extenso silencio en el que todos asimilaron de nuevo la información. El demonio lobo gruñía, quien sabe si murmurando algo que no se llegaba a entender. Finalmente se pasó la mano por la frente, palideciendo. Necesitaba algo de tiempo para comprender.

Kagome temblaba, acurrucada en el suelo, abrazándose las rodillas.

Ella ya no lloraba, sus ojos chocolate presos de una determinación que ni siquiera ella entendía. Sin embargo, tuvo la firme convicción de que su inocencia y su infancia habían acabado justo ese día.