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*Mundo Bicolor*
Capítulo I
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Disclaimer: Todo personaje aparecido y por aparecer son propiedad intelectual de Masashi Kishimoto, la historia es creacion de la autora aquí presente.
Dedicación especial, a todo el que comparta el gusto por esta pareja.
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Se detuvo a dos pasos de la puerta y suspiró hondamente antes de entrar. Detrás del escritorio lleno de informes y pilas de demandas se encontraba sin más la godaime, Tsunade-sama. Al verla ingresar en la habitación, la rubia dejó su té y le dedicó una sonrisa sincera incitándole a acercarse.
—¿Me ha mandado llamar, Tsunade-sama? –preguntó con seriedad la joven jounnin.
—Así es, Sakura. Necesito que te dirijas al país del agua a realizar una misión. No es nada de riesgo.
La ojiverde le miró sin contestar, incitándole con ello a que continuara.
—La misión consiste en custodiar una embarcación de cobre y telas a que llegue a su destino. Nada del otro mundo. –explicó la Hokage mirando a su pupila.
Había crecido, demasiado para su gusto. Sintió un deje de melancolía al verla tan segura y serena, sin dejar de lado que se había convertido en una hermosa mujer de cabellos largos y rosáceos, de mirada fuerte y ojos verdes. En definitiva se sentía sumamente orgullosa.
—¿Eso es todo, Tsunade-sama?, ¿Cuándo he de partir? –inquirió la chica, devolviendo a la realidad a su maestra, quien seguía en sus pensamientos.
—Sí, eso es todo. Viajarás con un grupo de dos en cuanto amanezca. Lo dejo en tus manos. –concluyó con una sonrisa y volteó su silla hacia la ventana.
—"Por supuesto", fue lo único que escuchó poco antes de la puerta al cerrarse.
Salió del recinto y decidió tomar el camino largo a casa. Le gustaba pasearse por su aldea como si fuese la cosa más maravillosa del mundo, y cierto que lo era, en especial después de aquellos incidentes. No podía quejarse, la verdad apuntaba que era afortunada de saberse rodeada de personas que le estimaban y querían, que era dueña de una inteligencia suspicaz y un poder sorprendente. Además de ello, contaba ya con el rango de jounnin a la edad de sus diecisiete años. Y aunque cargaba con un estigma de culpa que la seguía a todos lados por la muerte de sus padres, había podido lograr sobrellevar aquello con la ayuda de sus amigos y mentores. Solo de esa forma comprendió que su vida estaba en ese lugar y no en otra parte como supuso alguna vez, no obstante, en lo profundo de su alma sabía que existían cosas que nunca cambiarían.
Continuó caminando a paso lento pero firme, deteniéndose por inercia en el puente que atravesaba el pequeño lago de la aldea. Sonrió al mirar su reflejo y encontrar en él innumerables recuerdos de su niñez. Una solitaria lágrima recorrió su mejilla y cayó en el agua distorsionando la imagen. Sintió una presencia a su espalda, ya conocida para ella.
—¡Sakura-Chan!, ¿estás bien? –inquirió un joven rubio y de mirada celeste.
—Claro que sí, Naruto, ¿Por qué no habría de estarlo? –respondió la chica regalándole una cálida sonrisa.
El chico no insistió, sabía que sería inútil hacerlo dado que su amiga había adoptado una forma de ser que él apenas podía descifrar, por lo que no quiso arriesgarse a incomodarla con una charla inoportuna.
—Dime, ¿vienes de ver a Tsunade Oba-Chan? –cuestionó caminando junto a ella.
—Sí, me ha encomendado una misión en el País del Agua. Nada extraordinario.
—Seguro tiene que ver con una embarcación –dijo sagaz el rubio.
—¿Cómo lo sabes? –replicó la chica.
—Bueno, es que a mí también me ha asignado una misión y era escoger entre la tuya o ir al País del Té a resolver un asunto de seguridad, y como puedes notar, he escogido el País del Té.
—Tramposo, siempre debes llevarte lo mejor –comentó propinándole un leve golpe en el brazo.
Continuaron caminando hasta llegar finalmente al Ichiraku, Naruto la invitó a comer con él, pero la joven negó con una lánguida sonrisa.
—Gracias, pero sabes bien que Kakashi-Sensei se pone como loco si no llego temprano a casa, en especial porque se irá esta noche a una misión y no quiere decirme a donde. Me gustaría despedirlo.
—De acuerdo, otro día será. Dale mis saludos al Sensei –concluyó agitando su mano en señal de despedida.
Una vez más sabia que no serviría de nada insistir, Hatake Kakashi se habia convertido para Sakura en la figura más cercana a un padre que tenia después de haber perdido a los suyos hacia poco más de medio año atrás, justo cuando regresaban de una misión que les había tomado meses fuera de Konoha.
Al mirarla marcharse se sintió un poco culpable. Él sabía perfectamente a que misión iría aquella noche su ex-mentor y el grado de peligro que existía en una misión de rango "S", sin embargo, esperaba que el mismo Kakashi se lo dijera directamente a Sakura. Suspiró en cuanto la perdió de vista y entró al Ichiraku con su habitual alegría.
Entró con prisa a casa, temía no encontrarlo. Al recorrer su mirada por el lugar notó que estaba vacío. Decidió buscar en la terraza, ese era el lugar que por excelencia disfrutaba Kakashi para leer o simplemente para pasar sus ratos libres. Tampoco lo encontró, quizá ya se había marchado. Suspiró y miró la luna: yacía redonda y brillante en el cielo estrellado.
De nuevo una presencia conocida se instaló a su espalda.
—Pensé que te habías ido Sensei. Aun no me has dicho a donde irás. –recriminó la joven volviéndose a encararlo.
—Y no te lo diré, ya te enterarás luego. Pero a cambio te tengo una sorpresa. –informó entrando a la habitación.
—¿Una sorpresa para mí?, ¿Qué es? –curioseó la joven siguiéndolo.
Se detuvo cuando él volvía con un estuche largo forrado de ante negro. Sakura frunció el ceño extrañada.
—Quizá no pueda regresar a tiempo para tu cumpleaños, así que aquí está tu regalo. Creí que esto te gustaría –finalizó entregándole el estuche.
Sakura lo tomó ansiosa y lo abrió. En su interior descansaba un magnífico violín de caoba oscura. Jamás había visto cosa tan maravillosa.
—Kakashi-Sensei esto es precioso. No debiste. –expresó emocionada sacándolo del cajón.
El peliplata sonrió por el efecto de su obsequio, ya se lo esperaba de su pequeña Sakura, aunque él muy bien sabía que ya no era una niña. Era extraño, pero desde el momento en que Sakura, Naruto y Sasuke le fueron asignados como sus pupilos supo que darían un nuevo significado a su vida. Aprendió a quererlos como sus hijos, cada uno con su carácter, cada cual con su forma de ser. Naruto siempre le sorprendía por su optimismo y su sagacidad, por su perseverancia y fortaleza. Con Sasuke tenía una conexión especial en tanto que compartían un pasado similar, y no solo eso, sino el que ambos poseían idéntico sentir y actuar. Pero Sakura, ella era un caso aparte. Ella era para él la expresión más tangible de su instinto protector. Sakura era la niña de sus ojos, la hija que hubiese querido tener alguna vez. Si en un inicio le pareció un caso perdido de ninja, hoy se mordía mil veces la lengua ante esa tonta afirmación. Se sentía totalmente orgulloso de lo que ella se había convertido: una inteligente y hermosa mujer, una excelente ninja e impecable médico.
Esa admiración e instinto protector encontró alimento aun más con los hechos que le acogieron meses atrás con la pérdida de sus padres durante el regreso de aquella larga misión, a causa de una enfermedad viral que agitó a parte de la población de la aldea. Cuando por fín llegaron a Konoha, Sakura se encontró con la fatal noticia, la cual la desmoralizó en cantidad, haciendo necesario un constante apoyo de sus amigos y allegados para devolverle el ánimo. A partir de ese suceso, él no pudo evitar sentir un cariño especial hacia ella, ese cariño que nunca había tenido la oportunidad de dar a alguien, el cariño y la protección de un padre. Así Kakashi comenzó a frecuentar mucho más a Sakura hasta que finalmente se mudó con ella. Fue indirectamente un pacto reciproco de compañía, amistad y solidaridad. Entre ambos se formó un extraño vinculo Padre-Hija, Hermano-Hermana, Maestro-Alumna, el cuál consolidó el afecto recíproco que se tenían uno al otro, lo que hacía comprensible y explicable la relación que les unía.
—¿Quieres que toque algo para ti antes de que te vayas? –preguntó Sakura con una sonrisa, colocando el violín en su hombro izquierdo.
—Por supuesto. Toca lo que tú quieras. ¿Qué te parece algo hermoso que me inspire a regresar? –sugirió Kakashi recargándose en el barandal de cara al cielo estrellado.
Sakura en la contraesquina del balcón asintió feliz y comenzó a rasgar el instrumento, arrancándole una hermosa tonada. El vaivén del arco trazaba líneas invisibles que danzaban armoniosamente en una melodía que era precisa y delicada, triste, pero alegre a la vez. Abrió ligeramente los ojos para mirar a Kakashi, sin embargo, éste mantenía los párpados cerrados, gesto de que estaba disfrutando de la música. La joven sonrió y continuó tocando hasta que la música fue languideciendo poco a poco hasta que el silencio se hizo presente de nuevo.
—Eso fue excelente, Sakura, gracias por despedirme así. Ahora, ven acá y dame un abrazo –dijo el joven maestro envolviendo a la chica en el paternal gesto-. Volveré pronto, así que pórtate bien y cuida a Naruto por mí. Eres una mujercita sin igual, Sakura. Recuerda:Añorar el pasado es correr tras el viento. Si, caes siete veces, levántate ocho; siempre recuérdalo. –concluyó al besar su frente.
Sakura sintió algo en el pecho, no supo precisar lo que era pero de momento le causo inquietud, sin embargo, lo olvido por completo cuando Kakashi le dedicó una última sonrisa y le hizo un gesto con la mano en señal de despedida y, en un instante, él desapareció. Quedó sonriendo y dirigió su mirada al cielo estrellado con su luna brillante incrustada por la mitad, y de nuevo aquel sentimiento desconocido aún, retornó palpitando con más fuerza.
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Aun no amanecía cuando llego a la entrada principal de la aldea. Allí se encontraban ya los dos jounnin asignados por la Hokage a su cargo: un hombre y una mujer. Los primeros rayos del sol los atraparon saltando arboles, ya a mitad del camino al país del agua. Llegaron ahí hacia el mediodía, encontrándose con la embarcación lista para zarpar.
Sakura se entrevistó con el capitán para conocer los detalles de la ruta y la misma embarcación en caso de alguna contingencia. Siempre procuraba ser precavida, tener un plan "B" para cada misión; eso y su extraordinaria capacidad médica le valieron el rango a su corta edad, aunque claro, no era la única puesto que la mayoría de su generación compartía su situación: Neji, Lee, Shikamaru, Naruto, en fin; todos prácticamente se habían convertido en capitanes, líderes de escuadrón o agentes ANBU.
Se dio la orden para zarpar y Sakura entonces dio indicaciones a su equipo sobre la estrategia inmediata a seguir. El viaje transcurrió de lo más tranquilo, el cielo despejado de la tarde se reflejaba en destellos luminosos por el mar. El viento se presentaba ligero y continuo, siendo de lo más favorable para la transportación del barco.
Arribaron a la aldea de la lluvia cuando el crepúsculo de la tarde llegaba a su fin. El descargue de la mercancía fue ágil, sin embargo, ya en el cielo podían apreciarse varias estrellas fulgurando. El capitán del barco llevó a su tripulación al hostal en tanto que Sakura y su equipo decidieron quedarse en el barco.
—Iré a inspeccionar los alrededores, ustedes permanezcan aquí en vigilancia. –anuncio, agregando un par de indicaciones extras.
Se escabulló por entre algunos árboles e inicio su patrullaje. La zona estaba de lo mas pacifica y no había rastro de nada anormal. Se adentro aun más en el bosque y se vio delante de un hermoso espejo de agua. Era un recóndito lugar que apenas y se podía notar a simple vista, sin embargo, al acercarse se podía apreciar una estrecha cascada y un pequeño depósito de agua, el cual resplandecía a la vista, efecto de la luz de luna.
Sonrió de placer. Pocas eran las ocasiones que se detenía a admirar algo tan bello. Las misiones siempre llenas de riesgo y peligro continuo le hacían imposible permitirse caprichos como ese. Se sentó de espaldas a uno de los arboles que se erigían en aquel espacio. Suspiro y cerró los ojos con la intención de disfrutar y deleitarse con el murmullo melódico del agua.
Paso mucho rato, durante el cual su mente brinco de un tema a otro: la misión, la aldea, su vida, sus padres, Sasuke… Y es que ese tema para ella era interminable, todavía era un asunto inconcluso al que esperaba algún dia encontrarle una respuesta. Habían pasado ya dos años desde la última vez que le había visto, en aquella misión que le había costado la vida de sus padres. Su capricho por traerle de vuelta le había llevado a ir junto con Naruto, Sai y el capitán Yamato a la captura del contacto de Sasori con Orochimaru, y dejar la aldea en un momento desafortunado. Si se hubiese quedado quizá habría sido de gran ayuda, quizá, aún tendría a sus padres.
Apretó los ojos con fuerza tratando de alejar sus fantasmas. "No fue mi culpa", se repitió varias veces como le había aconsejado Kakashi que hiciese cuando aquel sentimiento la atormentara. Se puso de pié y respiro hondamente. Ya era hora de regresar con su equipo. Dio media vuelta y se encontró con uno de sus compañeros. Le miró impasible, incitándole a hablar.
—Capitán, hemos recibido información importante. Según algunos almirantes, Orochimaru tiene alguno de sus escondites en los alrededores, puesto que ha ejercido acciones por la aldea desde hace algunas semanas. ¿Qué cree que debemos hacer? ¿Debemos seguirle el rastro? Recuerde que con él aún se encuentra el prófugo Sasuke Uchiha. –informó el joven.
Sakura se volvió de nuevo hacia el lago y mordió su labio inferior. Varias sensaciones guardadas afloraron por su cuerpo al escuchar de nuevo su nombre. Se había cuidado de no pronunciarlo más, ni escucharlo decir. Lo recordaba, lo evocaba, le soñaba; pero quiso olvidar su nombre, muestra existente de su presencia, obstáculo primigenio para el olvido.
Enarco una de sus finas cejas y se volvió a encarar al joven con su característico gesto imperturbable.
—No es necesario. Alistaremos los pendientes con la embarcación y volveremos al amanecer a la aldea. La misión que la Hokage nos encomendó ha terminado. A menos que recibamos órdenes directas de Tsunade-sama, no llevaremos a cabo nada más. Ahora, regresemos, esta por amanecer. –dijo Sakura dando un par de pasos.
Avanzó unos cuantos pasos más y de pronto se detuvo. Fue solo un momento, en el que volteó al espejo de agua y su cascada. Una sensación extraña y conocida a la vez le recorrió la piel, y una ligera opresión se apoderó de su pecho. Suspiró profundamente y movió levemente la cabeza en un intento por espantarse los absurdos presentimientos. Dio media vuelta y se perdió entre la espesura de los árboles, sin percatarse del par de negros ojos que sigilosos la contemplaban.
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La observó marcharse por donde había venido. La miró detenerse sobre sus pasos para cerciorarse de algo, quizá se había dado cuenta de su presencia, o quizá solo fue por instinto; era increíble que a pesar del tiempo transcurrido aun pudiese existir esa conexión inconsciente, ¡había pasado tanto!
La había visto desde que llegó. Se encontraba descansando un poco en la copa de uno de los árboles, cuando sintió esa presencia conocida. Advirtió como entraba a ese lugar que él consideraba de lo más escondido, notó como se sonreía ante la belleza natural con la que se deleitaba. Siguió sus pasos cuando eligió uno de los árboles para sentarse a descansar. Le miró relajarse al cerrar sus ojos y oírla cantar el fragmento de una melodía que le trajo recuerdos, puesto que ella siempre la cantaba durante los entrenamientos con Kakashi, y él fríamente le pedía que se callase.
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[Warau kao mo, okoro kao mo subete/Tu sonrisa,tu enojo
Boku wo arukaseru/ todo de ti, me ayuda a seguir caminando.
Kumo ga kireta saki wo/ Si miras al cielo, donde las nubes
Mitara kitto/ se comienzan a romper…]
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Ella había cambiado. Poso su atención en cada detalle y notó que ella había cambiado. Era un poco más alta y esbelta que la última vez que la había visto. Sus brazos eran delgados y sus piernas torneadas, sin embargo, se veían fuertes, seguramente por el trabajo físico que debía realizar cotidianamente. Su piel se había bronceado ligeramente y su rostro se había alargado con finura. Su rosada cabellera se había extendido hasta la cintura, cayendo en largas hebras brillantes que se movían en desorden ante el efecto de la suave brisa nocturna. Le gustaba su cabello largo. Sus ojos verdes se habían rasgado tenuemente y se adornaban de unas largas y espesas pestañas. Sus labios, ni qué decir de ellos, brillaban en un tono aperlado. Definitivamente era toda una mujer.
Se dio cuenta que había alcanzado un rango Jounnin y no pudo esperar menos de ella. Desde siempre había sido testaruda además de inteligente, y según había percibido antes, poseía habilidades médicas; así que no se sorprendía de su mérito.
La observó dando órdenes de retirada ante una situación emergente y que en otro tiempo había jurado que iría tras él; la madurez era otro rasgo que al parecer había desarrollado su temple en aquellos años.
Le miró partir y se vió de nuevo solo en aquel lugar, como siempre lo había estado; no obstante, ese sentimiento le calaba intensamente más ahora que cualquier otra vez. Tragó saliva y cerró los ojos tratando de olvidar los acontecimientos de aquel día. Un momento después, entornó la mirada, por primera vez cristalina en mucho tiempo, a sus manos manchadas de sangre.
—Perdóname, Sakura… Naruto. –soltó al viento como un susurro en busca de expiación.
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Gracias por la lectura. ¿Comentarios?
Editado el 10/07/2010.
