Disclaimer: Nada de esto me pertenece, simplemente uso los personajes de Jotaká por diversión.
Morfeo me dio un bebé.
El sol entra despacio por un gran ventanal que se encuentra detrás de ella, hace reflejo en el espejo y le molesta. De a poco abre los ojos, piensa que es un sueño y los vuelve a cerrar. Dos segundos después, los abre nuevamente. No es un sueño, o por lo menos, parece real. Se levanta de la cama, y se descubre en camisón, un camisón blanco con transparencias demasiado lindo para su gusto. Tiene las uñas de las manos y de los pies pintadas de un único color. Bien, eso era raro. Se mira al espejo, y una hermosísima joven de cabellos rubios le devuelve una mirada algo asustada.
¿Qué es lo que ocurre?
Se oyen las olas romper contra la costa, y ese sonido es otra cosa que le asusta. En Hogwarts no hay semejante cosa, y en su casa en medio del campo, aún menos. La paz y la tranquilidad abundan en ese lugar desconocido, donde parece que el tiempo pasa cinco veces más lento que lo que es normal. Detrás de su imagen en el espejo, se refleja la luz de la ventana que le molesta a los ojos, pero en una esquina ve algo que la sorprende aún más. Flores, flores comunes, normales, flores muggles. ¿Qué mago plantaría flores muggles en su jardín? Espera que no sean de su padre.
Y de pronto, otro ruido corrompe la tranquilidad de la joven rubia. Un llanto de bebé. ¿Es que en verdad era eso, un bebé? Aunque ella jamás tuvo hermanos menores, ni primos, ni conoció un bebé, está segura de poder reconocer el llanto de uno. Por lo menos, sabe que no es el llanto de una persona adulta. Gira sobre sus talones, y a un par de metros de la cama de la cual se acaba de levantar, ve una cuna. No hay dudas, allí hay un bebé.
No sabe bien a qué le tiene miedo, pero aún así camina temblando hacia ese hermoso mueble blanco en el cual acostumbran a dormir los pequeños. Ella no es una Gryffindor, y está sola, por lo cual no tiene por qué mostrarse valiente en situaciones en las que no siente valor; ese pensamiento la alivia. Sigue caminando a paso lento, con una tranquilidad tan propia, y a la vez tan desconocida en ella, pero con su corazón latiendo con fuerza, y con el miedo apoderándose de su ser.
Se detiene frente a la cuna, y al mismo tiempo, el llanto deja de oírse.
Un bebé rubio y de grandes ojos grises la mira fijo. Y de repente, le sonríe. Ella se da la vuelta, buscando al causante de la sonrisa en el niño, pero no ve a nadie. Sorprendida, se percata de que es a ella a la que le sonríe, y devuelve la sonrisa con gusto. El chico ríe, una risita como de mil campanillas que la dejan en un estado de estupor del cual le cuesta salir.
Siente unas manos colocarse sobre su cintura, y aún más temerosa se da la vuelta; no tiene idea de quién puede ser. Nota su cabello rubio y sus ojos grises, tal como el bebé, antes de que el chico la agarre aún más fuerte, y la bese. Es fresco, húmedo, hasta se podría decir tierno. Pero cuando se separan, deja de sentir las olas, la risa, la paz... y nota quién es el joven de sus sueños.
Aunque, ¿es posible que sea...?
—¡¿Draco?!
—¡Lovegood, por Merlín! La próxima vez que grites a las 4 de la mañana le pido a Flitwick que te mande a dormir a la sala común —pidió una compañera de habitación, habiéndose despertado de golpe con el grito.
—Lo siento —murmuró, y se dio la vuelta para intentar dormirse. Quizá Morfeo le regale otro momento con su gran amor antes de comenzar el día. Quizá...
