No podía creerlo, la sangre brotaba del cuerpo inmóvil de Zaraki Kenpachi, jamás pensó que el pudiera perder, jamás pensó que podría morir. Se acercó y lo sacudió un poco.

–¡Ken-chan! ¡Ken-chan! –Los ojos de la pelirrosa se llenaron de lágrimas–. Ken-chan –se apoyó sobre su pecho tratando de pensar que era mentira, pero no sentía nada, sus latidos, respiración, ni siquiera un poco de su reiatsu. La misma silueta que sostenía la zampakuto llena de la sangre de Kenpachi se alzaba detrás de ella. Trató de voltear y responder al ataque pero era muy tarde, lo ultimo que alcanzó a ver fue su sangre revoloteando en el aire antes de caer al suelo inconsciente.

Yachiru despertó de un salto, la habitación estaba completamente a oscuras, todo había sido un sueño. Miró a su alrededor y vio a Kenny a no más de medio metro.

–Ken-chan.

–…

–¡Ken-chan!

–¿Eh?. Yachiru que sucede, me despertaste.

–Tuve una pesadilla.

–¿Tú? ¿Desde cuándo tienes pesadillas?

–…

–Está bien, puedes dormir conmigo esta noche –tomó a la chica en sus brazos y la acomodó a su lado– pero solo por hoy.

–Claro, buenas noches Ken-chan.

–Buenas noches –fue lo ultimo que escuchó antes de quedarse dormida junto a su gigantesco padre, que sabía, jamás la dejaría sola.