Digimon NO me pertenece.
Historia hecha sin ánimo lucrativo.
Taichi algún día me bailará el caño, yo lo sé.
Eat you up
Two-Shot
Mimi Tachikawa dejó caer su maleta, ajustó sus lentes de sol y apretó del gancho de su cartera de mano, mirando a su alrededor. Vestía unos shorts amarillos, con una camisa rosa escotada y que dejaba ver un tanto de su estómago. Unas hermosas botas cortas la acompañaban, y el pelo con una larga cola, amarrado. Como toda una diva.
—¡AAAAAAAAAAH! —gritó Taichi, quien se sobaba el pie de manera eufórica— ¡Mimi fíjate donde tiras las cosas! —se quejó, sentándose en el suelo y acariciando el pie herido. La castaña había tirado con mucha fuerza su gran y pesada maleta sobre el pie del moreno, quien sólo subía el equipaje al auto— Mi pobre pie —lloriqueó como un niño pequeño.
—Ups, lo siento —dijo Mimi, pasando por su lado sin darle mucha importancia. Taichi frunció el ceño e hizo un puchero.
—¡Mira lo que hace tu amiga, Sora! —chilló a la pelirroja. La aludida se apoyó en el plateado auto y sonrió lentamente.
—Vamos, fue de casualidad Tai —expresó mirándole, aguantando la risa. El chico tan sólo meneó la cabeza disgustado.
«Maldita complicidad de mejores amigas» Pensó levantándose del suelo y sacudiendo sus manos. Se acercó a la pelirroja y depositó un suave beso en sus labios, haciendo que ella arrugara la nariz ante el acto tierno del chico.
—Hay que irnos, se nos hace tarde —la voz de Yamato Ishida se hizo presente en el lugar. Salía de las puertas del edificio donde vivía, con las llaves en mano y con una pequeña maleta en la otra. Se puso sus gafas y apretó un pequeño botón que el picote de las llaves tenía. El techo del auto comenzó a abrirse, hasta llegar al final.
—¡Woooou! —exclamó Taichi. Sora y Mimi se embobaron con el auto. Comenzaron hacia él todas emocionadas, tocándolo como si fuese la octava maravilla del mundo— ¿De dónde lo sacaste? —preguntó enseguida el moreno al ver alejadas a las chicas.
—Es del hermano de mi mamá, me lo paso en cuanto se lo pedí —articuló el rubio, mostrando una sonrisa de medio lado. Tai alzó una ceja, incrédulo ante la sonrisa arrogante de Matt.
—¿Con cuánto lo sobornaste? —terminó por decir el moreno.
—Con mucho dinero —respondió él borrando todo rastro de su sonrisa. El castaño silbó haciendo un claro gesto de "a mí no me engañas" y comenzó a caminar hacia el auto. Las chicas ya estaban instaladas, hablando de cuán hermoso era el automóvil.
Matt tan sólo pensaba que debía trabajar todo un año para poder pagarla la renta a su Tío. Pero lo valía. Esos tres días iban a ser impresionantes. Tres días para disfrutar de un hotel, con piscina, un bar, karaokes, y muchas cosas que harían de un fin de semana perfecto. De Viernes a Domingo. Tres días perfectos.
—¿Todos arriba? —preguntó emocionado Tai, alzando los brazos y sonriendo de lado a lado. Las chicas asintieron y se dieron los cinco entre las dos, igual o incluso más emocionadas que el moreno.
—Idiota, ponte el cinturón y partimos —el aludido frunció los labios e hizo exactamente lo que el rubio le pidió. Tras eso, el auto arrancó y con ello, su tan esperado fin de semana.
Todo había comenzado con el canjeo de un cupón que se había ganado Tachikawa; cupón que según Matt, no servía de nada. Mimi no era una chica con suerte, por lo tanto nadie creyó en que ese cupón iba a ser algo grandioso. Pero la castaña se tenía fe y como nunca, el cupón venía con un fin de semana con los gastos pagados a un Hotel a las afueras de la ciudad.
El viaje al hotel había sido tranquilo, el recorrido no duraba más allá de tres horas y a la velocidad a la que iba el rubio, más de dos horas no se tardaron. Mimi y Sora se dedicaron todo el rato a sacar fotografías como locas, pero no precisamente al paisaje, sino a ellas mismas. Cada tanto la castaña le podía posar a su amiga, y Sora a ella.
Los chicos no se llevaron ninguna fotografía, por más que Taichi llorase, ninguna prestó le prestó atención.
—¿Hemos llegado? —preguntó la pelirroja al ver que Matt entraba hacia un costado de la carretera.
—Al parecer, el mapa dice que aquí es —explicó él. Siguió por el camino de tierra y gradualmente comenzaron a aparecer los árboles y con ello todo lo verde del paisaje. Al final de aquél camino se encontraba el Hotel, un gran y hermoso Hotel que llevaba por nombre Loubrel.
Mimi levantó los lentes de sol, impresionada. Realmente el hotel era precioso. ¿Quién iba a creer que ella se hubiese ganado con un simple cupón algo por el estilo?
—Lo único que lamento… —habló ella cuando el rubio estacionó el auto. Los chicos dirigieron su vista hacia ella— es que los chicos no hayan podido venir, pero sólo pagaban por cuatro —terminó por decir. Todos asintieron. Y era la verdad, los chicos habían quedado con las ganas de acompañarlos—. Bien, ya terminé de lamentarlo. ¡Ahora a disfrutar! —volvió a ponerse sus lentes y chilló emocionada. Sora rió, Tai meneó la cabeza y Matt tan sólo le asintió.
Mimi nunca cambiaría. Y es que, ¿cómo no disfrutarlo? Si el escenario era perfecto: Sora con su novio Tai, y ella con su hermoso novio Yamato. ¡Todo perfecto! Un fin de semana de novios era lo mejor sin duda. Con su mejor amiga y con sus dos preciados amigos, todo iría viento en popa.
—Nosotros bajaremos las maletas, ustedes por mientras pueden ir a recepción a pedir las habitaciones —pidió Matt, abriendo el maletero del auto.
Las chicas sonrieron y partieron felices de la vida a recepción.
—Deja —comentó el moreno quitando la mano de Matt. El rubio había tratado de tomar la maleta de Sora—, yo la llevaré.
—Celoso —carraspeó él, frunciendo el ceño. El moreno rió y luego negó.
—No, yo la llevaré porque la maleta irá a mi habitación, hermano —una sonrisa pícara se dibujó en el rostro del chico.
—Oh, no, no, no —elevó sus manos negando con ellas. Taichi solía tener ideas MUY malas, porque era en palabras simples: un idiota, que cuando se le ocurría algo las cosas no salían de la mejor forma «para Matt, claro estaba»—. Sé lo que piensas Taichi Yagami y créeme no resultará. Tú sabes que Sora y Mimi son quisquillosas, ellas ya habían planeado dormir juntas y hacer sus pijamadas y esas mierdas de chicas.
—¿Qué pasa Mattie? —comentó picándole con el dedo en el pecho. El rubio arqueó una ceja y ladeó sus labios hacia un lado— ¿Te da miedo dormir con Mimi Tachikawa? —preguntó casi desafiándolo.
—C-claro que no —respondió él tratando de mantener su postura. Nunca había dormido en una misma cama con Mimi, jamás. Eran novios con más de nueve meses juntos, pero jamás se habían atrevido a dormir juntos. La razón era simple, cada vez que estaban solos en alguna de las dos casas, las situaciones se salían de control. Iban mucho más allá de un simple juego, el coqueteo y las tiernas tomadas de mano. Y Mimi era una chica que si no se sentía que estaba preparada simplemente no lo hacía. Claro, él la respetaba, porque tampoco quería apresurar las cosas.
Pero la sola idea de compartir dos noches con Mimi en una misma cama, ya le revolucionaban las hormonas.
—Apuesto que no eres capaz de dormir con ella —siguió Taichi. Matt deseó pegarle una patada en los testículos, mas se contuvo—. Y es más, apostaría mis Googles que no eres capaz de dormir con ella y contener tus hormonas con ella a tu lado —rió, echándose en la espalda su maleta y tomando con la otra la de Sora.
A Yamato se le inflamó una vena gracias a las calumnias del moreno. Sinceramente era la primera vez que el moreno tenía la razón, pero él no se iba a dejar ganar por el chico idiota que tenía como mejor amigo.
—Acepto tu apuesta. Esos Googles serán míos y los venderé en Mercadolibre, a ver qué te parece la idea, hermano —alzó su mano y la encerró en un puño. El moreno lo miró desafiante, imitando el gesto del rubio y golpeó despacio puño con puño, cerrando la apuesta.
La castaña alzó una ceja incrédula. ¿Su novio era estúpido o qué? La sonrisa de Taichi lo decía todo, él le había tendido una trampa, y como era de esperarse, Matt había caído en ella. Había sido tentado. El moreno podía ser mucho o más inteligente que todos cuando quería lograr su objetivo, y el claro objetivo de él era conseguir pasar dos noches con su mejor amiga Sora.
Lo peor de todo, era que ella, Mimi Tachikawa había escuchado absolutamente todo. TODO. Toda la estúpida e infantil apuesta.
Oh, pero ella no se lo iba a ser fácil a Yamato Ishida. ¿Apostar tal cosa? ¡A ella nadie le jugaba así!
Lamió sus labios y sonrió de manera gradual. Su querido novio no iba a ganar tan fácil. Claro que no.
—Oh Mimi, estabas aquí —exclamó asustado Tai al momento de caminar tan sólo unos pasos hacia el hotel, sonriendo nervioso. Matt miró sorprendido a la chica, rogándole a todos los dioses para que ella no hubiese escuchado todo aquello.
—Oh no, acabo de salir. Les venía a avisar que las habitaciones ya están pedidas —informó ella con su suave voz. Los chicos suspiraron tranquilos, caminando con las maletas tanto de ellos como las de las chicas.
Entraron al gran salón del Hotel. Allí los esperaba Sora con las llaves en la mano.
—Con Mimi nos hemos dejado la habitación que está al final del pasillo, la de ustedes está un poco más cerca del ascensor así que estaremos un poco separados —dijo la chica, extendiendo una llave a los hombres.
—Nop —cortó de repente Mimi. La pelirroja la miró extrañada—. Yo dormiré con Matt y tú querida amiga, dormirás con Tai —anunció.
«Esto fue más fácil de lo que pensé» Formuló el moreno en su mente.
—¿Eh? Pero me habías dicho que…
—¡Nada! —interrumpió la castaña, guiñándole un ojo. Sora rió y suspiró. Luego tendría tiempo de escuchar la excusa de su amiga.
—Y bien, ¿qué habitación quieren ustedes? —siguió la chica. Mimi se llevó un dedo a la boca y comenzó a indagar. Sin duda la habitación que estaba al final del pasillo tendría una vista mucho más hermosa que la que daba al ascensor y eso la iba a ayudar con su plan.
—Quiero la del final —terminó por decir. Matt no podía procesar información de manera tan rápida. ¿Estaba pasando eso realmente? No lo podía creer, simplemente no lo podía creer.
—Bien.
~o~
El chico dejó las maletas con delicadeza en el suelo una vez entraron a la gran habitación. Observó cómo Mimi se desataba el nudo y dejaba caer su larga cabellera a sus espaldas. De por sí la vestimenta de la chica era insinuante, pero verla realizar ese tipo de acciones, como desenredarse el cabello con una mano, con los ojos cerrados y meneando de vez en cuando el cuerpo… Lo descomponía. Así de sencillo.
Ladeó su cabeza con fuerza para deshacerse de esos pensamientos pecaminosos. Pecaminosos para él en esos momentos.
—¿Puedo saber porqué cambiaste de opinión y decidiste dormir conmigo? —preguntó cuando se halló en un estado estable. La chica se giró y sonrió cálidamente, como solía hacerlo. Se acercó a él y rodeó con sus brazos el cuello del rubio.
Todo normal. Como siempre lo hacía. Tan inocente.
—Porque sé que Sora se moría de ganas con dormir con Tai. Tú sabes que están en esa etapa de no separarse y tal —comentó ella moviendo su cabeza de lado a lado. Él asintió.
—Ya veo… —murmuró un poco decepcionado. Dándose cuenta de las únicas intenciones de su chica.
Mimi apegó su cuerpo lentamente al de Matt, haciendo que éste reaccionara y la mirara lleno de sorpresa. La chica abrió su boca y sopló lentamente en los labios del chico.
—Y claro está, porque quiero dormir con mi «hombre» —susurró haciendo un especial énfasis en la palabra 'hombre'. Un susurro tenue, con una voz mucho más grave de la que solía tener y mirándole de manera especial.
El sólo contacto de sus cuerpos había hecho estragos en Yamato. La castaña se apegaba a él fuertemente, y le hablaba de una manera muy insinuante. Los nerviosismos y las enormes ganas de lanzársele como un mono se vinieron de repente a su cabeza. Y a su cuerpo.
Había pasado en menos de cinco segundos de un comportamiento completamente normal a uno completamente diferente. No era que no le gustaba, porque de hecho, le «encantaba»; pero él tenía la misión de controlarse para ganarle a su amigo. ¡Él debía hacerlo!
Con sus manos separó a Mimi lentamente y muy suave. Trató de sonreír lo más normal posible, mas pensó que al momento de hacerlo parecía un retrasado, pues la sonrisa había sido torcida y muy forzada.
Él quería besarla. No sonreírle.
—¿Vamos a la piscina? —sugirió. Necesitaba refrescarse, y no precisamente por el calor que hacia.
—¡Sí! —respondió emocionada. Dio media vuelta para abrir su maleta. Una gran y pícara sonrisa se dibujó en el rostro de la chica, y en realidad, quería estallar en carcajadas ante la reacción reacia de su novio. Había notado cuán nervioso se había puesto y cuán incómodo estaba. Estaba más que claro que se moría por besarla— Iré al baño a cambiarme, tú puedes cambiarte aquí y así no perdemos el tiempo, ¿vale? —se dirigió al baño y cerró de un tirón la puerta, sin dejar que él le contestase.
Matt se sentó en la cama, apoyó los codos en las rodillas y despeinó sus cabellos aceleradamente. ¡Iba a morir! No podía controlarse si ella se comportaba de esa manera. De una manera tan sensual y tan pícara. ¿A caso quería matarlo de un paro? ¿Eso quería? Sabía perfectamente que si llegaba a tocar sus labios, no iba a poder parar. Se descontrolaría.
¿Cómo mierda iba a hacer eso?
Tratando de olvidar los pensamientos, sacó su traje de baño y comenzó a cambiarse, rápidamente. Unos eternos diez minutos habían pasado desde que su novia se había encerrado en el baño.
—¿Te vas a hospedar allí adentro, Mimi? —comentó irritado. ¿Cómo demonios se demoraba tanto en ponerse una prenda tan simple como un traje de baño? Él había tardado menos de tres minutos. Estaba listo y hasta había arreglado un pequeño maletín con las cosas necesarias como toallas, bronceadores y cremas.
—¡Ya voy! —gritó ella desde adentro. Abrió la puerta rápidamente y salió de allí con sus grandes lentes de sol puestos. Llevaba amarrado a la cintura una pequeña tela —según Matt— de color turquesa. Un sostén del mismo color, con detalles de flores en blanco.
—Eso es pequeñísimo —apuntó con el dedo la parte baja de la chica. En esos momentos sólo le importaba que ella se cubriera y que nadie más la viera vestida de esa forma.
—Es un pareo —señaló ella como si fuese lo más normal del mundo—. ¿No me digas que te pondrás celoso?
—No te cubre absolutamente nada —gruñó.
—Bien, me cambiaré —sonrió triunfal. Él sólo la miró confundido ante su sonrisa. La chica deslizó de sus caderas lentamente el pareo, ladeando su cuerpo de un lado a otro. Yamato vio todo en cámara lenta, recorriendo con sus ojos las largas, blancas y delicadas piernas de la chica. Unas hermosas piernas. El calzón no era tan pequeño como él pensaba, pero sí dejaba al descubierto el sorprendente cuerpo que la chica se gastaba. Muy acorde a su edad, unas caderas anchas y un buen trasero, no lo podía negar. Mimi caminó hasta su valija, y sacó una mini-falda.
—¿Feliz? —preguntó mientras se ponía la prenda que le llegaba a cuatro dedos sobre la rodilla. El chico guardaba silencio, aún mirando las piernas de la chica, embobado— ¿Matt? —lo llamó divertida, ahogando una sonora irsa.
—Eh… claro, s-sí —respondió espabilando. Se levantó de la cama y caminó hacia la puerta. De repente cayó en la cuenta: no llevaba nada arriba—. ¿Y en la parte de arriba? —preguntó dándole la espalda. Estaba seguro que la veía una vez más y su «querido amigo de toda la vida» lo traicionaría. Qué vergonzoso sonaba eso para él.
—¡Es una piscina! —reprochó ella infantilmente. El chico suspiró y siguió su camino, sin mirarla— Por cierto, ¿llamaste a los chicos y les dijiste que iríamos a la piscina? —preguntó una vez lo hubo alcanzado. Enganchó su brazo al de Matt y se apegó a él.
—Sí, Sora me dijo que nos alcanzarían en un rato porque Tai estaba comiendo los postres que había en la mini-nevera —respondió meneando la cabeza de lado a lado.
—¡¿Habían postres? —chilló sorprendida. Bajó la cabeza y torció los labios— Hubiese comido unos cuantos —murmuró decepcionada. Matt dirigió su vista hacia ella y sonrió ante la reacción infantil de su chica. Mimi lo enamoraba cada día más, con cada una de sus personalidades, desde esa chica dulce, inocente y niña hasta esa mujer sensual, pícara y madura.
Iba a volverse loco estando con ella en la misma habitación, porque fuese como fuese Mimi, lo derretía de igual forma.
Llegaron a la piscina que se encontraba en la primera planta del Hotel. Estaba casi llena, sin embargo eso no impedía que ellos pasasen una buena tarde allí. Taichi y Sora se les habían unido unos cuantos minutos después de que ellos hubiesen llegado.
Mimi estiró la toalla en el pasto, pues las camas de sol estaban todas ocupadas. Sora hizo exactamente lo mismo, y se recostó en ella. Los chicos habían partido al agua en cuestiones de segundos.
—Necesito un bronceado —articuló la muchacha. La castaña la miró de reojo y rió.
—Eres morena mujer, ¿para qué quieres broncearte? Tu piel está muy bien como está, no querrás parecer un carbón, toda negra —comentó divertida.
—Racista —recriminó la pelirroja—. Nada, sólo quiero tomar sol, he perdido mi color natural eh.
—Te ves bien en bikini, ¿por qué en la piscina de la ciudad nunca usas? Siempre con ese traje de baño entero, color azul marino —se acostó a su lado de guata, apoyando sus codos en la toalla y dejando el peso de la cabeza en sus manos.
—Porque en ese tiempo no estabas con la obsesión de verme en bikini.
—Vamos, no me vas a decir que no te gusta.
—Al menos a Tai sí —rió pícaramente. Mimi se sentó en la toalla y movió a Sora con la mano, indicándole que se sentara. La chica protestó, mas lo hizo de igual forma—. Dime, ¿qué es tan importante como para interrumpir mi bronceado? —preguntó mirándola.
—No me vas a creer lo inteligente que es tu novio —argumentó. Se acomodó hasta quedar frente a frente con Sora y miró por el rabillo del ojo a los chicos, asegurándose que no escucharan nada.
—¡Hey! Mi chico es muy inteligente, no es sólo una cara bonita y un cuerpazo…
—¡Ya, ya! —la cortó. No quería oír cómo su querida amiga deliraba por el cuerpo escultural que Taichi tenía, porque había que aceptar que el moreno no era moreno, sino un «morenazo». Sin embargo su rubio pálido no se quedaba atrás, los dos tenían un cuerpo de Dios Griego— Te contaré la apuesta y mi plan —levantó el dedo índice, alzando las cejas. Sora asintió, ansiosa por escuchar la historia de Mimi.
Con la ayuda de Sora, todo debía salir bien. Más que bien.
~o~
Tai le había advertido que tomar sol de tal manera no ayudaría a que su piel se tostase. Odiaba cuando el moreno hacía los comentarios certeros, odiaba que él le advirtiese de cosas que le sucederían, porque cuando Taichi Yagami menciona «te lo dije» sólo significa una cosa: has caído bajo.
—¡Aaaauch! —chilló. Entrecerró los ojos y miró a Mimi quien estaba frente a ella— Eso dolió.
—Lo siento —se disculpó—, pero debo hacerlo. La mucama me dijo que era una buena crema para las quemaduras. Sabes… —siguió ella mientras untaba sus dedos en la crema y se lo esparcía a Matt en los brazos— parece una bronceada de camionera —estalló en carcajadas sin contenerse.
Él gruñó desviando su mirada de la de la chica. Y es que ponerse la camisa para luego quedarse dormido en el sol no era un buen acontecimiento. ¡Pero nadie lo había despertado! Ahora estaba con los brazos rojos, pareciendo camarón y con un ardor de los mil demonios.
—Bien pequeña ampolleta rojiza —articuló Mimi, cerrando el frasco de crema—, estás listo.
—Claro, búrlate de mí —comentó recostándose en la cama de espaldas—, dormirás en el sofá por reírte a costa de mi persona.
Yamato había pensado en una excusa para mantener a Mimi alejada esa noche, la primera noche. La chica aún vestía el bikini provocador, y además había adquirido un color más intenso debido al sol. El cabello lo tenía despeinado y se veía realmente hermosa. Sin maquillaje, tan sólo con las mejillas coloradas por los rayos del sol. Se veía naturalmente bella. Y eso no era bueno para su salud mental ni tampoco para su apuesta.
—Ya dije que lo sentía —expresó Mimi, acercándose más a la cama—. ¿Cómo puedo reivindicarme, señor Yamato Ishida? —preguntó suavemente. Él mantenía los ojos cerrados, llevó el brazo hasta su cabeza y se cubrió los ojos con el antebrazo.
—No lo sé, busque una manera Señorita Mimi Tachikawa —quiso golpearse mentalmente. Realmente quería hacerlo. Le había seguido el juego a la chica, e inconscientemente su voz había sido más ronca de lo normal, hasta provocadora. Sintió la pequeña risa que Mimi había emitido.
Se imaginó que si abría los ojos podía encontrarse con ella desnuda…
«Dios Matt, estás pareciendo un Taichi cualquiera» Se renegó. Sacó todos esos pensamientos pervertidos de su mente, porque simplemente esos pensamientos NO eran suyos. No podían ser suyos.
Decidió terminar con aquello de una vez. Se sentó lentamente en la cama y abrió los ojos para mirar a Mimi, quien estaba de pie a unos cuántos centímetros de él.
—Entonces yo dormiré en el sofá…
Pero ella lo interrumpió. Se acercó lentamente a su rostro, mirándolo con deseo, y mucha pasión. Posó sus labios a los de Matt, hundiéndolos lentamente en los de él. Sus suaves, rosados y cálidos labios rosas rodeaban los de él. Yamato sintió morir en esos momentos, no había besado en casi todo el día a su chica, y a esas alturas donde la noche estaba por caer, lo único que deseaba era hacerlo. Llevó sus manos rápidamente hacia las caderas de Mimi, guiándola para que se sentase sobre su regazo.
Al diablo la apuesta.
La castaña rodeó la cintura de Matt con sus largas piernas, acomodándose en él rápidamente. Profundizó el beso con ahínco, llevando sus manos hacia la nuca del rubio, apretándolo con fuerzas. Las grandes manos del chico recorrían con sutileza las piernas de Mimi, haciendo que ésta se moviera de forma lenta, tensionando sus muslos.
Oh mierda. Matt no sabía si esa pose era un castigo o un regalo del Señor. ¡Lo estaba matando!
La chica alejó sus labios rápidamente de los de él, para poder respirar. Sus pulmones no daban más, tanto su respiración como la de su chico estaban aceleradas, tratando de conseguir oxígeno rápidamente. Movió su cabeza y se hundió en el cuello de Yamato, besándolo cada tanto; mientras él seguía recorriendo el cuerpo de Mimi, esta vez llevando sus manos a la espalda, subiendo y bajando hasta la cola. Paró en seco cuando se dio cuenta que una de sus traviesas manos acariciaba lentamente parte del trasero de su chica, pero ella no se inmutaba.
Sabía que si seguía, la apuesta definitivamente se iría a la mierda. El trato era simple y él estaba al borde de romperlo. Quería alejarse, pero no podía, porque sabía que en su interior sólo quería seguir besándola, sintiéndola cerca de su cuerpo, su aliento golpear su cuello, sentirla gemir…
De repente, como si Mimi hubiese escuchado sus pensamientos, comenzó a alejarse lentamente. Besó por última vez sus labios, se paró y caminó hasta el baño, dejándolo completamente en silencio, con la respiración entrecortada. Entró al baño casi muerta de la verguenza, ella no hacia ese tipo de cosas, mas lo estaba haciendo sólo para jugarle una broma a su novio y para indicarle, que no debía porqué hacer apuestas estúpidas siendo que ella debería ser la más importante. No cabía duda que había encontrado bajo que su querido novio aceptó la maldita apuesta. Ya tenía planeado seducirlo, por lo tanto, seguiría el plan le gustase o no. Nadie se metía con Mimi Tachikawa de esa forma. Nadie.
Yamato mentalmente se lo agradeció y casi, pero casi, le rogó para que se quedara con él.
Ahora necesitaba una ducha fría. MUY fría.
Y pensar que era sólo la primera noche.
Matt quería morir.
¡Holaaaaaaa! Yo sé que debería estar actualizando Fruto Prohibido y todo eso, pero la señorita RowDarcy, Rowwmon, Rowssie aka Pateadora, me retó a hacer un One Shot y bueno, ¡aquí estoy! Yo sé que es flojilda para leer, así que acorté el fanfic en dos One Shots para que no quedase largo. ¡Espero que te guste! Sino, ya sabes que me dices y te sabes la segunda parte xDDDDDDDDDDDD! Te quiero mongiii (l)
¿Ustedes ven OoC? Pues bueeee, la verdad, no lo sé (?) Creo que lo de la apuesta fue tonto, pero verán que Matt es orgulloso y bueee -w-! Eso salió (?). Aún falta redactar parte de la primera noche y el segundo día y con eso acaba, a ver si Mimi conigue su objetivo.
Atte; Vaaan~~
