Mi primer fanfic, que emoción! Escribí esto a la una de la mañana, por favor no me juzguen.

Estados Unidos había estado quedándose en la casa del inglés por más de una semana, lo cual le irritaba de sobremanera…bueno, en realidad no, se habían estado llevando muy bien últimamente, y el rubio era de las pocas personas que soportaban sus ataques de emoción (y lágrimas, muchas lágrimas, y mocos, moquea mucho cuando esta llorando emocionado) hacia sus famosos y adictivos shows de televisión (-¡Son geniales!-Había admitido el americano, sacándole una sonrisa.); pero aquello no era algo que le fuera a confesar. Ahora estaban los dos sentados en el sillón de la acogedora sala, con un tazón ahora vacío de pochoclos; acababan de terminar de ver por quinceava vez el último capítulo de la más reciente temporada de Sherlock.

-…No murió, es imposible.- Exclamó Inglaterra, con los ojos clavados en la pantalla.

El americano suspiró, ya sin ganas de repetirle que la gente muere cuando se tira de un edificio.-Lo que tú digas.- Pasó el brazo por sobre los hombros del otro.

Ante esto, el anglosajón pestañeó confundido y lo miró.-…Oye, ¿Qué haces?-

-¿De qué hablas?- Le pregunta.

-Tu brazo.- Lo señala con un dedo.

-A sí, ¿te molesta?- Arthur notó que había algo extraño en su mirada... ¿miedo? ¿Incertidumbre?

-¡P-pues sí, obviamente, quítame las manos de encima!-Intentó apartarlo, pero solo logró que los dos cayeran al piso, Alfred encima de él.

Se sonroja.-Arthur… ¡No quiero, los héroes no hacen lo que los cejones que tienen alucinaciones les dicen!-Dice con su tono infantil característico y comenzó a hacerle cosquillas en la panza.

Arthur casi no podía hablar por las carcajadas que se escapaban de su boca.- ¡AJAJAJA! ¡ESPERAJAJAJA! ¡ALFRED! ¡DEJAJAJAME, IDIOTAJAJAJA!- Los ojos se le habían puesto llorosos y sus mejillas estaban rosas.

Alfred sonrió, encantado por las reacciones de su antes llamado 'hermano'. No lo consideraba como tal desde hace muchísimos años, para él ambos eran iguales y no compartían lasos familiares (amigos, quizás. Familia, no), pero eso no era algo que le fuera a confesar. Dejó de hacerle cosquillas y se sentó sobre él, a la altura de su cadera, lo miró a los ojos.-…Te amo.- Dijo con total sinceridad.

Una pequeña risita todavía se escapaba de los labios de Inglaterra.-Y yo a ti…-Luego de unos segundos realizó lo que significaban las palabras del otro.- Espera, ¿qué?- Fue silenciado por los dulces labios que se posaron sobre los suyos.