Dos figuras caminaban hacia un prado de flores, Zack adelante con la guadaña a su espalda mientras que Ray intentaba alcanzarlo. Siendo iluminados por la enorme luna azul.
En el medio del camino, él se detuvo varias veces para esperarla. Hasta que se detuvo por completo.
Habían llegado. Zack no se giró para mirarla, pero esas usuales palabras hechas por ella, le hizo darse la vuelta; Su voz se escuchaba tan débil, ella misma se sentía sin fuerzas.
"Por favor... mátame"
Zack sonrió como usualmente lo hacía.
—Sera un placer —respondió. Bien, sabía que si no la mataba ahora, el tiempo capaz sea el primero que lo haga.
A cada segundo, parecía que se la estaba llevando un poco más.
Su rostro sereno estaba lleno de arrugas, había estado posponiendo demasiado, pero lo suficiente para ser feliz y que ella también lo sea. En el trascurso de los años habían creado a la familia perfecta.
¿Tenía que hacerlo?
—Por favor...
Ella suplicó, de nuevo mientras la brisa movía sus largos y canosos cabellos.
—¡Bien! —exclamo sin desanimarse— Pero hazme un favor... ¡Y sonríe!
Y ella, así lo hizo. Cerró los ojos por un segundo y cuando los abrió, había realizado la más hermosa sonrisa que jamás haya visto. Sus ojos azules brillando como estrellas.
Aguardando por ese esperado momento, ese que tenía que llegar por las manos de Zack antes que la mismísima muerte lo impida. Así que se puso en posición.
—¡Felicitaciones! Ya no apestas como en el principio ¿Preparada? —esbozando una sonrisa alegre, en un intento de ser fuerte. Viendo gracias a la luz de la luna, esa expresión.
—Sí.
Entretanto, ella seguía manteniendo esa sonrisa, preparada para el final que ella mismo eligió. Porque Zack era el único que podía matarla. El único, nadie más.
Solo él.
—A la cuenta de tres... —comenzó Zack.
"Tres..."
"Dos..."
"Un..."
—Te amo... —pronunció Ray.
En el justo momento que el conteo finalizó y el filo de la guadaña rasgara su fino, delgado y arrugado cuello. De inmediato, la sangre salpicó y comenzó a escurrirse en el filo de la hoja. Él la tomó antes de que se desplomara en el césped plagado de flores, en cambio, dulcemente la dejó sobre allí.
Y cerró los ojos. Tuvo que hacerlo por unos momentos, al sentirlos ardientes por la imagen que veía, para luego volverlos abrirlos con valor.
—Fue la sonrisa más hermosa y genuina que haya visto... —dijo sinceramente, su voz oyéndose rasposa— Tanto... como para matarme.
Sin esperar ni un segundo más, la guadaña que asesino a Ray se incrusto en su propio estómago. La sangre caliente, comenzó a escurrirse en sus dedos y al rato sus rodillas chocaron contra el pasto, quien al estar en esa posición se arrastró hasta llegar al cuerpo sin vida de Rachel. No era un jodido masoquista para lastimarse el estomago, cuando podía matarse mas rápidamente, pero quería tener un momento mas con ella y aunque tampoco era un jodido enfermo para estar hablando con un muerto. Tenia que decirselo...
—¿Ves? —repuso mientras sangre salía de su boca— Te dije que lo cumpliría.
Ella no lo escucho, tampoco sintió el tacto que produjo la unión de sus manos, ni la caricia que hizo Zack al correrle un mecho de su pelo que cubría su cara y esa sonrisa que seguía dibujada en su cara.
—La amo... —pronunció, mientras se hundía con más fuerza la punta de la hoja en su piel— Te amo.
Entretanto el olor apestoso de las flores inundaba sus fosas nasales y aunque el detestaba el aroma, a Ray le gustaban; como había notado en el camino.
Por eso la llevo allí y por eso quiso finalizarlo ahí.
—¿Te gustó, Ray?
Zack siguió con su mirada fija en ella, únicamente, dejando de observarla cuando sus ojos comenzaron a apagarse.
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La luna azul en el cielo, presencio el cumplimiento de su juramento.
