Disclaimer: Bleach pertenece a Tite Kubo
1. Trato
Irritación.
Eso es lo que pasaba por la cabeza de un joven estudiante shinigami, el cual se encontraba caminado en las calles del Rukongai, después de terminar las clases del día en la Academia. Simulando unos diecinueve años humanos, de estatura media, aproximadamente un metro y sesenta centímetros, delgado, tez clara, pelo negro, lacio y corto, y ojos marrones y pequeños, que en esos momentos chispeaban enojo. Su nombre Dayu Yoshida.
El motivo de que Dayu estuviera de mal humor ese día era que era miércoles. Ese espacio de la semana en el que tenía una clase un poco especial para él: Historia. No es que le desagradara el acontecer de hechos pasados, sino el adulto que intentaba mostrárselos. Ya que a él le gustaba aprender de la forma más completa posible, y esa asignatura dejaba mucho que desear para su gusto, en especial en la sesión de hoy.
―Maestra Fujiwara, este libro se brinca mucho en el tiempo ¿por qué omite bastantes sucesos de hace veinte mil años? ―preguntó Dayu a una mujer de aparentes cincuenta años humanos.
―Porque son demasiado desagradables como para volverlos a repasar ―contestó la profesora con voz tranquila.
―Pero sólo mencionan que Ichigo Kurosaki terminó con uno de los episodios más terribles de la Sociedad de Almas. Después dice todo el culebrón que tuvo que pasar para recuperar sus poderes. ¿Qué fue lo que pasó exactamente antes de que los perdiera? ―volvió a cuestionar Dayu.
―Mire Yoshida, deje de estar insistiendo con ese tema de qué pasó hace veinte mil años. Lleva dos clases con lo mismo, y no creo que a sus compañeros les interese. Sólo le diré que hubo un tipo llamado Sosuke Aizen que hizo intentó conseguir la Oken por medios bastante violentos y asquerosos, falló y punto ―dijo la profesora, con un poco de enfado.
Ante la mención de ese nombre su curiosidad creció un poco y le preguntó a su maestra más cosas de ese hombre. Su pequeño atrevimiento le costó un poco caro, ya que su profesora le dejó un trabajo en el cual debía de poner el pasado de hace veinte mil años, con especial atención en el tal Aizen, para dentro de dos semanas. Por si fuera poco, el dichoso trabajo contaba como el setenta y cinco porciento de su calificación final. Además, se llevó un chasco terrible al saber, después de clase, que los libros de la biblioteca estaban como su libro de texto: sin ninguna clase de información acerca de Aizen
"Maldita vieja" pensó Dayu "Y ahora como le voy a hacer para este trabajo". Suspirando un poco resignado, siguió caminando hasta llegar a su casa. Una vivienda sencilla, de un piso, que tenía suficiente espacio como para albergar a otras tres personas más, su padre, madre y hermana. Entrando a su hogar, dejó sus cosas de la Academia, se cambió de ropa y se encaminó al restaurante de su familia, a pocas cuadras de allí.
Legó a un local de tamaño mediano, con cupo suficiente para treinta mesas. Al fondo del establecimiento se encontraba la cocina, con su ventana para pasar la comida. Al lado de la ventana, estaba la caja, y en medio de la pared izquierda el baño. Dayu, al entrar, se asombró por la cantidad de clientes que tenían ese día, ya que todas las mesas estaban ocupadas.
Un hombre robusto, de pelo castaño oscuro, le dio la bienvenida un poco enfadado.
―¿Dónde estabas? ―se quejó el hombre―. Sabes muy bien que esta es la hora más concurrida. Estos dos últimos miércoles has llegado tarde, ¿volviste a tener un desacuerdo con la profesora de Historia?
―Si papá ―contestó Dayu ―, además me dejó un trabajo en el cual tengo que mencionar lo acontecido hace veinte mil años, mencionando especialmente a un tal Sosuke Aizen. Por si fuera poco no encontré nada en la biblioteca y cuenta como parte de mi calificación final.
―Ya ves lo que te sacas por hacer muchas preguntas ―dijo su padre. Dayu asintió con fastidio―. Ahora ponte el delantal y hazte cargo de las órdenes. Hay mucha clientela.
Dayu obedeció y, por el lapso de una hora, estuvo capturando y entregando los pedidos de los comensales. Al ser el único mesero tuvo que darse prisa en lo que hacía, yendo y viniendo lo más rápido que podía entre las mesas abarrotadas de almas hambrientas.
―Vaya, papá tenía razón ―suspiró Dayu, un poco cansado―, había mucha gente hoy. ¿Qué acaso les dio por no cocinar este día? Bueno, ahora hay que levantar los platos sucios, y después pensar como obtendré información del trabajo. Al fin y al cabo, ya no hay tanta clientela―. Y comenzó a recoger y limpiar las mesas
El joven tenía razón en cuanto a la gente. Después de una hora ya sólo quedaban tres mesas, dos de ellas ocupadas por estudiantes shinigami, de aproximadamente su misma edad o menores que él, y la otra por un anciano tuerto, flaco y de pelo blanco y corto, de aparentes noventa o más años humanos, que degustaba un plato de ramen. Dayu se detuvo un poco a pensar en su trabajo, sentándose en una mesa.
―A ver, empezaré así "Hace vente mil años había un tipo, Sosuke Aizen, que intentó conseguir la Oken para asesinar al Rey Shinigami y…" ―se detuvo. No era el mejor comienzo para un trabajo que representa la mayor parte de la calificación final de una materia, además de que sólo tenía esos pocos datos, qué quería Aizen y para qué. La frustración empezó, debido a su escasez de información, y, sumado a su enojo con la profesora, lo mejor que pudo hacer Dayu en ese momento fue golpear la mesa.
―¡Maldita materia! ¡Maldita Fujiwara! ¡Maldito Aizen, cabrón mal nacido! ―bramó. De inmediato escuchó a su padre gritar "¡Contrólate, no seas majadero!", las risas de los estudiantes debido a su dilema y una tos bastante fuerte, proveniente de la mesa del anciano.
Dayu fue a socorrer en seguida al viejo, ya que se estaba ahogando con el caldo del ramen. Tras unos cuantos golpes en la espalda, el hombre se recuperó.
―¿Se encuentra bien, señor? ―preguntó Dayu―. No era mi intención asustarlo de esa manera, lo siento.
―Descuida ―dijo el viejo. Tenía una voz un poco grave, áspera y cansada, como si no hubiera hablado en bastante tiempo―. No fue nada serio, no te preocupes. El caldo se fue para el lado equivocado ―agregó, dándose unos golpecitos en el pecho.
―Bueno, con su permiso ―Dayu iba a continuar levantando platos sucios y limpiando mesas, pero la voz del anciano acaparó su atención de nuevo, volteando a verlo.
―¿Alguien te dejó un trabajo sobre Sosuke Aizen, verdad? ―preguntó, mirando su cuenco de ramen.
―¿Cómo lo sabe? ―interrogó Dayu.
―Tal vez por tus protestas, chico ―contestó el viejo, viendo al joven
―Bueno, quizás exagere un poco con lo que pasó, pero sí. Me dejaron un trabajo en el cual tengo que mencionar lo ocurrido hace veinte mil años, con especial mención de ese tipo ―comentó Dayu
―Yo te podría ayudar un poco ―sugirió el hombre.
―¿Qué dijo? ―cuestionó Dayu, un poco escéptico.
―Que te podría decir muchas cosas acerca de Sosuke Aizen, ¿qué opinas? ―aclaró el anciano.
Una pequeña esperanza, pero Dayu lo pensó. Optar por los relatos de un viejo, que seguramente serían mentiras en su mayor parte (ya que el hombre lucía bastante acabado), a no hacer nada, repetir Historia y volverle a ver la cara a Fujiwara un año más. Definitivamente la opción correcta era la primera.
Dayu estaba a punto de emitir una respuesta al viejo, cuando la cara de una joven, de pelo largo y castaño oscuro, se asomó por la ventana de la entrega de comida.
―¡DAYU! ―gritó su hermana, enfadada ―¡Dónde están los demás platos! Sabes que no se lavan solos, así que tráelos de una buena vez―. Y se retiró de la ventana, hacia la cocina.
Dayu replicó molesto: ―¡Ten paciencia! Estoy arreglando un asunto muy importante, así que espera un poco ―. Se tranquilizó un poco para hablar con el anciano―. Lo siento, mi hermana es impaciente lavando platos. Y sí, quiero que me cuente lo que sepa de Sosuke Aizen.
El viejo esbozó una sonrisa: ―De acuerdo, pero no creas que te va a salir gratis.
―¿Eh?
―Estos relatos tendrán su precio
"Puta madre" pensó Dayu "Ahora que tengo una pequeña solución, otro obstáculo surge. ¿Qué querrá? Si es dinero, le puedo decir adiós a esta salvación y hola al extraordinario de Historia".
―Quiero, durante los días en que te cuente lo que sé, gratuitamente una taza de té y tofu asado en salsa de soya en la cena ―dijo el anciano.
Dayu estaba sin palabras. Nunca pensó que el viejo le haría una petición de ese tipo. Estaba acostumbrado a que la gente normalmente pidiera dinero o cosas valiosas a cambio de favores, pero este hombre rompía con ese esquema. Tal vez a su padre no le guste la idea de regalar la comida y quizá se llevaría un buen regaño, pero valdría la pena. Como dice el dicho "el fin justifica los medios"
―¿Qué dices chaval? ¿Aceptas mi sugerencia? ―cuestionó el anciano, sacando a Dayu de sus pensamientos.
―¿Eh? Ah, si. Claro que acepto, pero no vaya a salir con que quiere otra cosa ―le advirtió el joven.
El viejo soltó una pequeña risa: ―No te preocupes, ya no exigiré más cosas. O que pensabas que te iba a pedir, ¿eh? ¿Dinero? ¿Alhajas? ¿Los cascabeles de Kempachi Zaraki? ¿La zanpakuto de Rukia Kurosaki? ―le sonrió burlón.
Dayu esbozó una media sonrisa: ―Pues algo por el estilo, pero nunca creí que fuera a pedir la cena gratis.
―Cada quien tiene distintas prioridades ― dijo el anciano. Haciendo un esfuerzo enorme y con ayuda de un bastón, se levantó de la mesa. Dayu quiso ayudarle, pero el hombre le negó con la mano. Cuando estuvo de pie volvió a hablar. ―Muy bien chaval, entonces ¿es un trato? ―preguntó y le extendió la mano.
Dayu le estrechó la mano: ―Trato hecho, señor. Mañana podemos comenzar.
―Perfecto ―le respondió el viejo. El joven iba a seguir con sus tareas del restaurante, pero el anciano lo interrumpió―. Ten chaval, se te olvidó este ―y le mostró el cuenco vacío.
Dayu lo tomó y apiló junto con los demás trastes sucios. El hombre dio media vuelta y comenzó a retirarse del lugar, con pasos que, al parecer, le costaban muchísimo esfuerzo. El joven, al observarlo, recordó que había pasado por alto un pequeño detalle y se acercó al viejo.
―Disculpe señor, ¿cómo se llama? ―cuestionó Dayu
El anciano, sin voltear a verlo, le respondió: ―Llámame Tastuán, chaval ―y continuó su camino hacia el exterior.
Dayu lo miró un rato más hasta que salió del restaurante y desapareció por el lado izquierdo. Después dijo para si mismo: ―Tastuán, que raro nombre ―y prosiguió con sus quehaceres.
Continuará...
Este es mi primer fic, así que se aceptan críticas y sugerencias para poder mejorar.
Gracias por leer.
