Buenas tardes lectores :3

El día de hoy por fin les traigo un nuevo fic, en el cual relatare que sucedió exactamente después de la muerte de InuTaisho. Siempre me pregunte como Izayoi logro salir adelante con InuYasha recién nacido, seguramente fue difícil para ella, así que este relato cuenta mi versión de la historia, con algo de tensión y drama. Espero que sea de su agrado.

Gracias por su tiempo de lectura y por los comentarios que gusten dejarme ;)

Atención: InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Yo solo escribí la historia por gusto y diversión, además de que me encanta este anime.


LA FUERZA DE UNA PRINCESA

Capitulo 1: Después del Dolor

Mi corazón se desgarra al verte morir, mi alma sangra al sentir que ya te perdí. El fuego consume todo lo que fue y ya no podrá ser, el humo se lleva mi felicidad y los escombros entierran mis sueños ya. Nadie jamás entenderá cuanto te ame, nadie jamás comprenderá tu proceder, InuTaisho estés donde estés, siempre te recordare.

El cielo se estremece, los truenos amenazan con partir el firmamento y los relámpagos iluminan tenuemente la obscuridad. La lluvia cae sin parar y se mezcla con el llanto de una mujer que camina con paso tembloroso a través de un bosque. Las criaturas se resguardan, no piensan en cazar, porque saben que esta noche es de luto. El gran InuTaisho ha muerto y parece que la naturaleza y todos sus habitantes se han dado cuenta. Algunos lloran, otros agachan la cabeza en silencio y otros más sonríen con burla, sin embargo, mantienen el gesto de respeto.

La mujer sigue caminando sin importar el lodo, las piedras y el sufrimiento. Sostiene entre sus brazos a un cachorro que ha dejado de llorar y que duerme sin sentir el peso del destino que ha caído sobre sus frágiles hombros. Ella está cubierta por la tela roja que le dejo InuTaisho, sin saber que esto no sería suficiente para protegerlos de todo y de todos. El llanto sigue en silencio, sus ojos no han podido detener las lágrimas desde que se alejo de los restos de su palacio, de sus conocidos, de su vida y de sus sueños rotos.

El dolor de su cuerpo recién parido no parece importarle, restos de su propia sangre van quedando en el camino después de recorrer sus piernas y manchar su vestimenta. El agua diluye todo, limpia poco a poco y borra el rastro de sus pasos… nadie podrá seguirla por ahora.

La ultima lagrima cae sobre el rostro del bebe, quien sin inmutarse, abre lentamente sus ojos. Ella mira con ternura las hermosas pupilas doradas y descubre que a través de su inocente mirada se refleja la pureza de su alma. Es una criatura hermosa e inocente que tiene todo el derecho de vivir como lo tendría cualquier cría de otra especie. El pequeño bosteza y vuelve a dormir, acurrucado en los brazos de su madre.

Izayoi sigue caminando sin parar, no le importa el cansancio ni el daño en sus pies desnudos. Un poco más adelante, encuentra un cobertizo natural, producto de las rocas y un frondoso árbol cuya copa forma un techo adecuado. Se acerca con cautela, revisa en todas direcciones y después se acurruca en el hueco que forma el tronco y la pared rocosa. La lluvia continua, ahora es más ligera, pero no se detiene, el cielo va dando una tregua lenta, después del estruendo inicial.

Hace frío, parte de su atuendo sigue húmedo y la tela roja no es suficiente para brindar calor. No le importa, solo se preocupa de mantener abrazado a su bebe, cerca de su pecho para que su propio calor corporal lo proteja. Se envuelve un poco más y se queda quieta, mirando a la oscuridad.

InuTaisho, ¿Porque tuvo que ser así?– se cuestiono en sus pensamientos. –Te avise con tiempo… te pedí que vinieras por mi… pero fue demasiado tarde…– se lamento.

Volteo a ver al cachorro y sus ojos se humedecieron una vez más al recordar.

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Izayoi no estaba muy consciente de lo que sucedía, sabía que Takemaru la había asesinado y de pronto, de un momento a otro, InuTaisho estaba a su lado, cubriéndola con un manto rojo. En ese momento él la miro y sonrió ligeramente, acerco su mano al pequeño bulto que ella sostenía con fuerza, retiro la tela que cubría el rostro del bebe y nuevamente sonrió.

Se escucharon pasos rápidos, no había tiempo. InuTaisho busco algo entre su ropaje y lo acerco al recién nacido, que comenzaba a llorar, Izayoi pudo verlo, era un pequeña perla, negra y resplandeciente. Con cuidado abrió ligeramente el parpado derecho del cachorro y dejo caer la esferita sobre el ojo, ésta brillo hasta desaparecer en su interior. Ella quiso preguntar, pero el grito de Takemaru se lo impidió.

–Vete de aquí– dijo el gran demonio, al tiempo que desenfundaba su katana para pelear.

"InuYasha, el nombre del niño es InuYasha…"

"Debes seguir viviendo, eso es lo que tienes que hacer, junto con InuYasha…"

Esas palabras resonaban una y otra vez en su cabeza, las últimas que pronuncio el hombre que la amo. Tan pronto como abandono el palacio, éste cayó devorado por el fuego. Ella permaneció en la colina observando en silencio, con el corazón destrozado, esperando un milagro que sabía, nunca llegaría… comenzó a llover. El cielo parecía burlarse de ella y de su hijo, quien seguía llorando, como si supiera que su padre había muerto.

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Izayoi suspiro, seco sus lagrimas y beso a su bebe en la mejilla.

–No permitiré que nada te suceda– le dijo.

La noche siguió avanzando y poco a poco la lluvia fue disminuyendo. El bosque se mantenía tranquilo con sus sonidos habituales y para suerte de ambos, nada los amenazo esa noche.

El día comenzó fresco y radiante, las aves cantaban recibiendo al sol.

La mujer abrió los ojos, no había podido dormir adecuadamente, su sueño fue muy ligero y lleno de sobresaltos, todo el tiempo estuvo vigilando a InuYasha, pero éste permanecía durmiendo plácidamente. Ella se levanto con calma, pero la incomodidad de su cuerpo aun persistía. Lentamente comenzó a caminar, resistiendo el dolor de sus lastimados pies. Llego a una pequeña caída de agua y se acerco a la orilla del riachuelo que formaba. Después coloco al bebe sobre el manto rojo, previamente doblado. Rasgó la parte inferior de su vestimenta y comenzó a lavar el pedazo de tela en el agua. Poco después limpiaba a InuYasha, quien se revolvía inquietamente, era necesario hacerlo ya que no había tenido tiempo de asearlo después de huir.

Era una situación complicada, tenia los sentimientos a flor de piel, el temor la asechaba y al estar sola con su bebe, se dio cuenta de que estaba completamente desvalida en ese momento. No sabía qué hacer, ni a dónde dirigirse, tenía temor por el futuro y lo que vendría, pero lo que más le aterraba era la posibilidad de no poder proteger al cachorro, quien al ser un mestizo, tendría una vida muy diferente a la de una cría humana o demonio.

Rato después termino de asearse ella también y ahora alimentaba a InuYasha. Por fortuna, tuvo a su servicio a una vieja comadrona que la puso al tanto de lo que debería hacer cuando naciera su hijo. Desafortunadamente no pudo estar presente cuando ella estaba dando a luz, los conflictos con Takeramu y la falta de sus padres impidieron que ella tuviera la asistencia necesaria.

Paso un par de horas más, ella permanecía vigilante al tiempo que arrullaba al recién nacido. Seguía sentada a la orilla del riachuelo sin saber qué hacer. De pronto sintió que la miraban, pero no sabía desde donde.

Una voz se escucho de la nada. –Buenos días princesa Izayoi– dijo el misterioso visitante.

– ¡¿Quién es, donde estas?!– cuestiono ella, sobresaltada y mirando en todas direcciones.

–No se asuste por favor, soy sirviente del gran InuTaisho– contesto en tono conciliador. –Soy un demonio pulga y me encuentro en su hombro derecho– aclaro rápidamente.

Izayoi seguía asustada, pero al escuchar el nombre de InuTaisho, logro tranquilizarse. Lentamente volteo a su hombro y vio a la pequeña pulga, que inmediatamente le hizo una reverencia.

–Mi nombre es Myoga y solamente quiero ayudarla, princesa Izayoi– comento el pequeño demonio, incorporándose y saltando a una piedra que se encontraba frente a la mujer.

Ella lo observo detenidamente antes de pronunciar palabra. – ¿Eres su sirviente?– pregunto finalmente.

–Fui más que su sirviente… siempre lo admire y respete, por muchos años le serví y aunque ha muerto, mi lealtad jamás desaparecerá– dijo Myoga con gesto solemne. –El gran InuTaisho me confió la misión de protegerla y ayudarla con su bebe. –

La mujer agacho la cara y un par de lágrimas cruzaron sus mejillas. –Él está muerto… ahora estamos solos. –

–Princesa, si me lo permite, usted no puede dejarse caer, es madre del hijo del gran InuTaisho… tiene un gran camino por delante– expreso la pulga, tratando de consolarla.

– ¡No sé qué hacer, ni a quién recurrir!... mi familia está muerta y mi corte me desprecia por haberme enamorado de un demonio y peor aún, por haber parido a un mestizo– dijo Izayoi con dolor en la voz.

–Por favor, princesa, aun no es el fin. Yo voy a ayudarla– contesto Myoga al tiempo que saltaba a su hombro nuevamente. –Vaya en esa dirección, tenemos que salir de este bosque– dijo, señalando un sendero.

Izayoi limpio sus lagrimas y abrazo con más fuerza a InuYasha, comenzó a caminar, siguiendo la indicaciones de la pulga. Avanzo por un rato, haciendo plática con el pequeño demonio, quien con sus palabras, consiguió tranquilizarla.

– ¡Qué lindo bebe!, tiene los ojos de mi señor– expreso con mueca de ternura, el sirviente.

–Así es, sus ojos son hermosos y su cabello también– contesto ella. –Sin embargo… sus orejas…– se quedo en silencio.

–No se preocupe princesa Izayoi, su aspecto no será un impedimento para que se convierta en un digno heredero del gran InuTaisho… solamente necesita la fuerza de su madre– comento Myoga, al tiempo que la miraba.

La joven madre sonrió, ese pequeño demonio era un aliciente para no rendirse. Caminaron un poco más y a lo lejos comenzó a distinguirse el final de los árboles y el inicio de una pradera. Había un grupo de personas, tres hombres y tres mujeres, con una modesta carreta y otros equipamientos para iniciar un viaje.

Izayoi dudo por un momento y detuvo sus pasos. Podía reconocer a varios de sus sirvientes, los más fieles, pero ahora no estaba segura si podía confiar en ellos. Myoga le dio la respuesta.

–No tenga miedo, ellos siguen siendo fieles a usted y están preparados para acompañarla a otro lugar donde podrá criar al pequeño InuYasha– le explico el sirviente. Ella asintió y caminaron hasta llegar al grupo de personas.

– ¡Princesa Izayoi, está usted bien gracias al cielo!– grito una mujer mayor al verla llegar. Todos los demás sirvientes hicieron una reverencia.

–Gracias, no saben cuánto les agradezco que estén aquí– comento Izayoi con los ojos húmedos.

–Princesa, nosotros siempre seremos sus fieles sirvientes, puede contar con ello y la protegemos hasta el final de nuestras vidas– dijo un hombre de gesto serio que portaba armadura, arco y katana.

– ¡Así es princesa, cuente con nosotros!– dijeron al unisonó los demás.

Este grupo de personas, las más leales y allegadas a la princesa, tuvieron el honor de conocer al gran señor del Oeste y supieron de la historia de amor que se dio entre él y su joven ama. Por eso, un mes atrás, el poderoso demonio se reunió con ellos en el anonimato total. Él les encomendó que protegieran a Izayoi y que se prepararan para lo que sucedería. Como fieles sirvientes, juraron hacer todo lo que estuviera en sus manos, pues en verdad respetaban y comprendían los sentimientos de esa pareja y sabían que sería imposible que su relación prosperara en tiempos tan turbulentos. Es por esto mismo que, horas antes del nacimiento de InuYasha y la llegada del gran demonio, ellos se escabulleron entre las sombras, con todo listo para esperar a su princesa y huir lejos.

Un soldado, que había formado parte de la guardia real y que jamás estuvo de acuerdo con las ideas de su comandante. Dos campesinos, expertos en el cultivo de la tierra y la recolección de frutos y plantas comestibles. Tres mujeres, la primera era una señora madura, que había sido la nana de Izayoi y después se convirtió en su dama de compañía más fiel. Las otras dos jóvenes eran cocineras y las mejores asistentes que jamás tuvo la princesa. Estas personas serian los acompañantes de Izayoi y se encargarían de escoltarla a otro lugar, donde podría estar a salvo junto con su hijo.

–Gracias nuevamente– dijo la princesa, al tiempo que subía a la carreta. Myoga salto al hombro del soldado.

–Señor Myoga, todo está listo, debemos partir inmediatamente tal y como lo ordeno el gran InuTaisho– comento el hombre, al tiempo que montaba su caballo y se posicionaba al frente del grupo.

La pulga asintió. –Vámonos, debemos alejarnos de aquí, el padre de la princesa murió hace poco y muchos de sus enemigos querrán tomar estas tierras, ya que no consideran a la heredera como un obstáculo– comento Myoga. Sin embargo, había algo que le preocupaba aun más al fiel sirviente. –Los humanos no son tanto problema… el verdadero peligro son los demonios. Ahora que mi señor ha muerto, intentaran alzarse no solo con el poder, sino que también buscaran derramar la sangre del pequeño InuYasha– pensó con inquietud.

El grupo inicio su marcha rumbo a las tierras del Este, buscarían refugio con un pariente del padre de Izayoi.


Continuara...