El vapor era espeso, el agua de la tina debía estar realmente caliente. Suspiró al pensar en la agitada semana que habían pasado y que al fin podía tomar un baño con calma, sin esa constante presión de estar a la espera de nuevas pistas, llamadas de la policía o nuevas conclusiones de Sherlock.

Sherlock...

Seguramente nunca en su vida había conocido a una persona tan irritante y egocéntrica...

Habían pasado ya unas dos semanas desde que Sherlock cruzó la fina línea que aún podía definir su relación como amistad. Una noche, después de la taza de café para actualizar el blog, Sherlock lo había besado, y desde ese día besitos iban y besitos venían.

Ese día, antes de salir, el moreno le había besado en los labios. Quizá para Sherlock no existía problema alguno… pero para John sí lo había. Estuvo convencido toda su vida de que "él con otro hombre sería completamente imposible", estaba demasiado seguro de su sexualidad y su amor por las féminas, pero desde la primera vez que Sherlock lo tocó en forma diferente, comenzó a dudar sobre su "absoluta heterosexualidad". Lo terrible radicaba en que el detective tenía una habilidad increíble con su… Se miró al espejo empañado. Entre el vapor y colores notó sus mejillas sonrosadas. Despeinó su cabello y se metió deprisa en el agua.

Aunque intentaba ignorar sus pensamientos, no podía sacar de su mente al moreno. Sentía como si Sherlock le estuviese mirando con aquellos ojos felinos e inteligentes...

«Al menos no entrará aquí...», pensó.

A veces eran grises, a veces azulinos, pero nunca perdían aquella intensidad que le atrapaba y que de vez en cuando le producía vergüenza al mirarle directamente. Sintió como su cuerpo se estremecía bajo el agua. Sus pezones se endurecieron. «Es el agua». Un cosquilleo le recorría la espalda, brazos, piernas, manos...

«John...», escuchó en su mente el susurro grave de Sherlock.

Fue inevitable… Cualquier persona con el nivel de libido normal le hubiese ocurrido… la erección no tardó en llegar... «Todos los hombres se han excitado con un recuerdo…», pensó. «Claro que no todos los hombres se excitan con la imagen de otro hombre», pero prefería pensar que habían sido los ojos... cualquier persona dotada con ojos como esos sería el deseo de todo mortal.

Titubeante, acercó su mano a la zona comprometida. El vello estaba limpio, suave, pero igualmente grueso.

Volvió a pensar en Holmes. Se estremeció. «John», volvió a escuchar en su mente.

Agarró con firmeza su entrepierna y comenzó a frotarla. Estiraba y recogía el prepucio. Tocó con la yema de sus dedos la sensible punta. Cada vez pensaba más y más en Sherlock. Escuchaba su voz, imaginó que aquellas manos que le acariciaban no eran las propias, sino las del detective.

Comenzó a gemir. Aquello se sentía bien.

Jugó con sus testículos mientras estiraba el prepucio para poder tocar la punta de su pene.

Eran las manos de Sherlock mientras le susurraba en el oído "John... John", con esa hermosa voz grave en un tono rasposo y profundo.

Estaba a punto de lograrlo... Definitivamente estaba a punto de dejar salir la esperma blanca...

—John, hay que... —el detective había irrumpido en el cuarto de baño, y la frase quedaba inconclusa gracias a la imagen ofrecida por el rubio.

John estaba con el rostro ruborizado por el vapor y más aún por la excitación. Lo primero que hizo el detective fue reír suavemente.

—Espero que de ahora en adelante pienses en mí cada vez que hagas eso. —dijo mientras cerraba la puerta.