Disclaimer: Danganronpa no me pertenece.
Aclaraciones: AU. OoC —no intencional—.
I
—Es aquí.
Shuichi observó el número de la puerta y luego bajó la mirada al papel que sostenía sobre sus dedos. En el papel tenía escrito el número de habitación junto al nombre de la residencia a la que había sido asignado. Asintió para sí mismo al cerciorarse de que sí, que estaba en lo correcto, y acomodando bien la mochila tras su espalda, tocó la puerta de la habitación 262.
Bajó la gorra de su cabeza, sintiendo un poco la ansiedad crecer dentro de él cuando sintió los pesados pasos aproximarse desde dentro del cuarto. Si Shuichi tenía que ser honesto, él nunca fue bueno para socializar. Incluso consideraba un milagro que haya podido sobrevivir la escuela preparatoria. Y ahora, no se veía realmente compartiendo cuarto con alguien a quién no conocía.
Pero —se dice a sí mismo— no era algo de lo que podría arrepentirse ahora.
Su tío estaba abajo, esperando con las cajas de sus pertenencias dentro de su auto estacionado frente al edificio. Y su tía ya se había despedido de él las suficientes veces como para decirle que, después de todo, no podía hacerlo y prefería volver a la comodidad de su casa. Él no se lo permitiría. Esto era algo que Shuichi había decidido por su cuenta después de mucho debatir consigo mismo. Dejar de depender tanto de sus tíos y comenzar algo nuevo. Algo que estuviera fuera de su zona de confort por mucho que eso lo asustara.
La puerta se abrió finalmente, dejando ver a un chico un poco más alto que él. Su cabello verde desordenado y sus ojos entrecerrados, tratando de enfocar la mirada en él, le daban la clara impresión de que estaba apenas despertando. Shuichi apretó los labios ligeramente. Por las ojeras bajo sus cansados ojos y la forma en la que acomodaba su cabello con movimientos lentos, se dio cuenta de que había interrumpido sus horas de sueño.
Esa no era la mejor forma de comenzar una relación con su futuro compañero de cuarto. Pero ya era demasiado tarde para cambiar las cosas.
—¿Sí? —preguntó él, ahogando un bostezo—. ¿Se te ofrece algo?
—Yo, um… —Shuichi musitó, tratando de encontrar las palabras. Observó al chico alzar una ceja y la ansiedad se hizo presente casi al instante. Él debe pensar que soy raro, pensó, y se mordió ligeramente el labio inferior antes de continuar—. Soy Saihara Shuichi. Me asignaron como tu compañero de cuarto…
Hubo silencio entre los dos. El chico frente a él parpadeó un par de veces, tratando de despertarse y pensar en lo que significaban las palabras de Shuichi. Mientras tanto, él solo podía jugar con el borde de su gorra, esperando que reaccionara y lo dejara entrar en la habitación que compartirían, con suerte, solo el resto de este segundo semestre.
—Creo que ha habido un error —suelta entonces. Shuichi solo puede encogerse en su sitio en el pasillo. Pero eso no podía ser. Vi el número de la puerta, piensa, coincide con el número que me dieron. Está a punto de abrir la boca cuando el chico continua—. ¿Estás seguro que te asignaron aquí? Porque yo ya tengo un compañero de habitación.
—Estoy seguro —sin embargo, su tono de voz suena dudoso y su seguridad parecía ser una mentira bastante obvia—. Es la habitación 262, estoy seguro de eso.
Y le enseña el papel para demostrarlo, donde tenía anotado el número y la residencia. El chico de cabello verde frunce el ceño al ver el arrugado papel blanco, y Shuichi se ve obligado a retroceder cuando el dueño de la habitación sale al pasillo, sin preocuparse de ser visto en pijamas por los otros estudiantes de la residencia. Le da una mirada al número la puerta, y suelta un largo suspiro.
Shuichi suele ser rápido sacando conclusiones mediante pequeñas observaciones. Y comprende, con esas pocas señales, lo que sucede ahora.
—Esta es la habitación 292 —y el chico confirma su error, mientras intenta acomodar el número. Pero chasquea la lengua al ver que había sido completamente atornillado en esa nueva posición, y no se molesta en seguir intentando.
Shuichi por su parte siente que le arden las mejillas. Apenas es su primer día en su nueva residencia universitaria y ya acaba de pasar vergüenza frente a alguien. Dios. Quiere que la tierra se lo trague, que un meteorito caiga sobre él en este preciso instante. Pero sabe que nada de eso sucederá —porque es ilógico que la tierra se lo trague de la nada, y es improbable que un meteorito caiga sobre ellos, Shuichi lo sabe—, y trata de cubrirse con su gorra, agachando un poco la cabeza para comenzar a disculparse.
—Hey, hey, no te disculpes —dice, levantando las palmas de las manos como señal de alto—. No es tu culpa, estoy seguro de que él solo quiso jugarte una broma. Pero no te lo tomes a mal, es solo algo que él hace a menudo.
—¿Él…?
Shuichi no termina por comprenderlo. Este era su primer día en la residencia, por lo que no debería haber una razón para que alguien quisiera jugarle una broma, especialmente cuando aún no conocía a nadie de ese lugar. Como sea, si esa era la forma de darle la bienvenida, entonces Shuichi tenía más ganas de volver por donde vino.
—Estás en la 262, ¿no? — fue una pregunta retórica, pero Shuichi asintió casi por inercia. El chico frente a él se encogió de hombros, con un intento de sonrisa asomándose por su rostro—. Entonces no tardarás en averiguarlo.
No sé si realmente quiera averígualo. Aprieta el tirante de su mochila, y observa el largo del pasillo. Ahora que se da cuenta, los números de las otras habitaciones no habían sido cambiados, esto fue un error —y un momento bochornoso— que pudo haber evitado si hubiera mirado la puerta vecina. Pero la habitación 292 era la primera que entraba en el campo de visión luego de subir el ascensor, y él nunca habría imaginado que alguien se hubiera tomado la molestia de cambiarle los números. Se había confiado demasiado.
Soltó un suspiro, y volvió su vista al chico que seguía en el marco de la puerta, soltando otro bostezo.
—Lamento haberte despertado —dijo, bajando la mirada.
—No te disculpes —Shuichi da un paso atrás para permitirle cerrar la puerta, pero él se detiene un momento, una sonrisa que Shuichi no puede interpretar cruza su rostro—. Y buena suerte con tu compañero. La vas a necesitar.
Y la puerta se cierra frente a él.
A pesar de que fue despertado y su número de habitación fue cambiado, el chico de esta habitación no parecía molesto por eso. En realidad, Shuichi podía decir que estaba acostumbrado a esa clase de cosas —y no estaba seguro si era algo bueno o era todo lo contrario—.
Caminando a lo largo del pasillo, Shuichi intenta no pensar en sus últimas palabras. Si antes no se sentía preparado para conocer a su compañero de habitación, entonces después de esto no encontraba las fuerzas para hacerle frente. Dicen que la primera impresión es importante —especialmente en nivel de relaciones sociales—, y Shuichi no creía que podría tener una buena impresión de alguien que, sin siquiera conocerlo, se había atrevido a jugarle una broma su primer día.
Tal vez lo estoy pensando demasiado. Tal vez no debería sentirse molesto solo por haberse equivocado de habitación, ¿verdad? Otra persona se reiría de esto, otra persona podría bromear más al respecto. Pero Shuichi solo puede sentirse ansioso y preocupado por la clase de impresión que le ha dado a la primera persona de su edad con la que ha hablado en lo que se convertirá en su nuevo hogar por los siguientes meses.
Cuando llega finalmente a la puerta 262, se asegura de que sea la correcta mirando las puertas vecinas. Los números coinciden y Shuichi puede suspirar aliviado al encontrar la que será su habitación. Acomoda su gorra sobre su cabeza, y antes de que golpee la puerta, se da cuenta del pequeño espacio que deja la puerta entre abierta, él puede ver el genkan y poco más.
¿Dejó abierto…?
Shuichi vuelve su vista al número de la puerta, y nuevamente observa el espacio entre abierto de la puerta. Cierra los ojos, mientras se debate si empujar la puerta o simplemente tocar hasta que alguien lo atendiera. Pero, nadie le aseguraba que su futuro compañero de cuarto estuviera dentro, ¿verdad? Y además, está sería —era— su habitación también, por lo que incluso si entraba, no podrían recriminarle por eso.
Con un suspiro contenido, y el corazón palpitando rápidamente, Shuichi empuja la puerta de lo que será su nueva habitación por el resto del semestre.
Sin embargo, su primera vista a lo que será su dormitorio no es lo que Shuichi pensó que vería. Él se sorprende sinceramente al ver que, lo que pensó sería solo una habitación con dos camas y un baño compartido, era en realidad un pequeño piso de apartamento bastante bien preparado. Shuichi recuerda que el folleto de la residencia hablaba sobre darle la mejor experiencia para hacerlo sentir como en casa. Y no parecía ser un mal inicio —era un lugar espacioso y el alquiler tampoco estaba tan mal. ¿Era esto lo que conseguía por estudiar en una universidad privada? Shuichi se sintió de verdad afortunado—.
Observó las cajas de mudanza repartidas en la sala común, la pequeña mesa de centro y el sofá frente a un mueble donde estaba el televisor. Su compañero de piso se había adelantado en decorar, por lo que veía. Junto a las cajas repartidas en la sala, había una montaña de libros desorganizados y cajas amontonadas frente a —Shuichi casi boqueó por la impresión— la pequeña cocina con la que estaban equipados.
Y entonces—
Entonces lo vio. A un lado del sofá, con libros repartidos alrededor. Había un cuerpo en el suelo.
Estaba boca abajo, y Shuichi solo podía observar el blanco uniforme que llevaba y su cabello púrpura regado sobre el suelo. Y antes de que pudiera poner en orden sus pensamientos, se apresuró dentro del cuarto, sin siquiera sacarse los zapatos en el genkan como correspondía. La ansiedad de Shuichi aumentó al darse cuenta de que no sabía que hacer incluso si estaba frente al cuerpo. Pero intentó calmarse, dio unas cuantas respiraciones y se puso cuclillas para tomar —con su mano temblorosa— la pálida muñeca del chico frente a él.
Sintió ligeras palpitaciones, tenía pulso. Shuichi pudo sentir el alivio casi inmediato que lo invadió.
Se arrodilló a su lado y lo tomó de sus hombros para voltearlo lento y con mucho cuidado. El chico soltó un quejido y sus ojos se apretaron, probablemente por el dolor que le causaba el golpe que se había dado contra el suelo. Shuichi roza ligeramente con sus dedos el rojo que comienza a nacer en su frente, tratando de suponer el tipo de lesión que esta podría significar —espera que solo sea una concusión, pero tiene el móvil en el bolsillo en caso de que necesite llamar a emergencias—.
El chico comienza a abrir los ojos, y Shuichi no puede evitar apretar un poco la herida reciente ante el repentino contacto visual.
—O-Ouch, ¿e-esa es la forma de saludar a tu compañero de cuarto…? —él murmura, apartando la mano de Shuichi de su herida. Vuelve a cerrar los ojos para abrirlos no mucho después, se intenta adecuar a la luz y al repentino ardor y dolor de cabeza, supone Shuichi—. Ugh. Eso es todo, hablaré con el encargado para cambiar de compañero, tú…
—No deberías levantarte —Shuichi no está seguro de donde ha salido tanta seguridad para atreverse a interrumpir sus palabras, pero aprieta los hombros de su compañero de cuarto, obligándolo a mantenerse recostado un momento—. Acabas de golpearte la cabeza, es peligroso que te levantes tan pronto, um…
Solo ahora es consciente de que no sabe su nombre.
Shuichi lo observa cerrar los ojos nuevamente, mientras se recuesta más sobre su agarre. Sus pestañas largas y oscuras le da un lindo contraste a la piel pálida, su compañero de cuarto era un chico con un lindo rostro a pesar de la naciente herida sobre su frente —y Shuichi sacude suavemente la cabeza cuando el pensamiento cruza su cabeza. Él no debería estar pensando en un chico que recién conoce como lindo—.
El chico cubre sus ojos, con una sonrisa expandiéndose en sus labios.
—Soy Saihara —responde—, Saihara Shuichi.
—Pero… ese es mi nombre.
Los ojos del chico se entrecierran divertidos, y suelta un ligero "nishishi". Shuichi intenta no pensar en lo peculiar que era la risa de su compañero.
—Lo sé. Por supuesto que ese no es mi nombre. ¡Eso fue una mentira! —y en el momento que alza la voz, la expresión le tiembla por el dolor de cabeza que debe estar sintiendo. Él continua, con una voz moderadamente más baja—. Ow… soy Ouma Kokichi, estudiante de ciencias políticas... —se presenta, pero añade antes de que Shuichi pueda decir algo—. Pero eso es una mentira. En realidad odio las ciencias políticas —Shuichi frunce el ceño, sin entender entonces que está estudiando Ouma realmente—. Ah, también soy un mentiroso, ya sabes.
Shuichi asiente. Puede decirlo ahora después de escucharlo.
—Entonces, ¿cómo supiste mi nombre, Ouma-kun?
—Lo tienes escrito en tu gorra —señaló, pero Shuichi alzó una ceja dejando en claro que no caería esta vez—. Está bien, está bien. Simplemente lo supe —se encogió de hombros—. Lo escuché del encargado hace unos días. O tal vez te seguí cuando estabas hablando con Amami-chan en la otra habitación. O me escabullí dentro de la oficina del encargado de la residencia para leer a quién habían asignado como mi compañero. De todos modos, ¿importa?
Lo pensó unos segundos. No importaba cuál de esas respuestas fuera la verdadera razón por la que Kokichi sabía su nombre, no cambiaba el hecho de que lo sabía.
—Supongo que no —dijo en respuesta, bajó un poco su gorra para evitar la atenta mirada que Kokichi le dirigía desde su regazo—. Aun así, soy Saihara Shuichi, estudiante de criminología. Es… un placer conocerte, Ouma-kun.
Shuichi se mordió un poco el labio, no era su intención sonar tan dudoso al final. Ouma por su lado no pareció notar la duda de su voz, y si lo hizo, entonces decidió ignorarlo, dibujando una sonrisa en lugar de molestarse.
—Así que eres un futuro detective, uh. Eso es interesante —pese a sus palabras, Shuichi no pudo evitar pensar que estaba queriendo decir todo lo contrario. Ouma se presentó a sí mismo como un mentiroso después de todo, era natural que dudara—. Los demás que vinieron aquí antes fueron realmente aburridos y no duraron demasiado en este lugar… ¡Así que cuento contigo para entretenerme el resto del semestre, Saihara-chan!
Saihara no está seguro si comentar sobre la sutil advertencia o sobre el confiado honorifico que acaba de añadir a su nombre. Como alguien que no está acostumbrado a socializar demasiado, esa forma cariñosa que tiene Ouma para referirse a él no es algo que le acomode, especialmente cuando se están recién conociendo. Pero está bien, puedo acostumbrarme, Shuichi asiente para sí mismo ante el pensamiento.
Ouma se levanta con un poco de dificultad, y aunque haya mentido bastante hace un rato, no puede mentir sobre el ligero mareo que siente al caminar y lo obliga a tambalear un poco —bueno, incluso si hubiera mentido sobre eso, habría sido bastante obvio—. Shuichi también se levanta, sus ojos no pueden evitar fijarse en lo pequeño que es Kokichi realmente —él no pasa del metro sesenta, eso seguro—. Se veía muy joven. Demasiado joven para estar en la universidad.
Lo ve recostarse sobre el sofá, apoyando su cabeza donde deberían ir sus brazos. Shuichi solo lo observa en silencio, sin saber qué decir ahora que las presentaciones fueron hechas y ya habían asumido que compartirían ese pequeño espacio hasta diciembre —y con suerte un poco más, aunque Shuichi no podía evitar ponerlo en duda—. ¿Debería avisarle a su tío para que suba el resto de cajas o…?
Entonces un ruido interrumpe sus pensamientos. Escucha un ligero gruñido venir desde el estómago de Kokichi en el sofá. Shuichi frunce el ceño, extrañado.
—Ugh…
—¿Es por eso que te desmayaste? —pregunta, suponiendo la respuesta. Shuichi deja su mochila a un lado del sofá, intentando no prestar atención a la mirada de Kokichi sobre él—. ¿No has estado comiendo, Ouma-kun?
Bueno, lo que faltaba agregar a la lista de Shuichi en su primer —y caótico— día dentro de la residencia era que su compañero asignado tuviera algún tipo de trastorno alimenticio —su cuerpo pequeño y delgado no ayudaba a desmentir el pensamiento—, además de que era un auto proclamado mentiroso y no parecía tener arrepentimientos por jugarle una broma.
Esto no era como lo había imaginado, en lo absoluto.
—¿Uh? ¿Qué te hace pensar que me desmayé, Saihara-chan? —Kokichi pregunta, alzando una ceja suavemente—. Con lo que a ti respecta, pude golpearme a mí mismo en la cabeza y caer a propósito en el suelo, solo para que cuando me encontraras no tuviera que escuchar reprimendas sobre haber cambiado el número de habitación…
Shuichi lo piensa, lo medita unos segundos antes de responder.
—Es una probabilidad —admite, sin embargo, no está convencido—. Pero dudo que haya sido eso lo que hiciste, Ouma-kun.
Él da una mirada rápida y objetiva a lo que será su nuevo hogar. Es una pequeña sala que se conecta a un pequeño pasillo con tres puertas —por lógica, supone que dos serán las habitaciones y una de las puertas lo lleva al baño compartido— y también, la pequeña sala común se conecta directamente con la cocina —separada apenas por el mesón de cocina. Donde Ouma tenía algunas cajas acumuladas sobre el mueble. Ninguna de ellas ha sido abierta todavía—. La cocina está limpia, sin señales de que alguien la haya pisado esos días o haya usado algo para servir comida.
Un rápido vistazo a las paredes, al suelo donde Ouma había estado antes, y a los libros repartidos terminan por darle una idea completa de la escena. Shuichi confirma sus sospechas, no tiene dudas de que Ouma se desmayó mientras hacía esfuerzo cargando esos libros, probablemente debido a la falta de alimento.
—Yo… no soy un gran cocinero —dice en voz baja, tratando de ocultar su mirada con el borde de su gorra. Las mejillas se le tiñen un poco al sentir la mirada curiosa de Ouma por su repentino cambio de tema—. Pero… puedo intentar hacer algo con lo que tengas en las despensas y-
—¿Eh? —Ouma soltó, alargando la expresión en un tono más infantil—. ¿Pero cómo sé que no tratarás de envenenarme, Saihara-chan?
—Puedes verme mientras cocino —dijo, y aclara rápidamente—, solo si quieres. No voy a obligarte, Ouma-kun.
—¡Okay!
Kokichi se levanta de un pequeño salto, parecía una mentira pensar que este chico estaba en el suelo hace un rato —desmayado por la falta de alimento—. Shuichi lo observa arrugar el ceño por el rabillo del ojo, pero su expresión cambia bastante rápido y sonríe como si nada hubiera pasado. Por un momento, Shuichi cree que se lo ha imaginado.
—¡Me encargaré de juzgar las habilidades culinarias de Saihara-chan entonces! Pero si no consigues satisfacer mi exigente paladar… oh, bueno, supongo que tendré que matarte… —Shuichi apretó los labios, la sonrisa maliciosa de Kokichi se extendió por sus labios, antes de volverla una sonrisa traviesa—. Nishishi~ pero eso es una mentira. ¡No tienes de que preocuparte! ¡No te mataré todavía, Saihara-chan!
—Todavía, uh…
Shuichi suspiró, tratando de ignorar la incomodidad que sentía ante esos comentarios de su compañero de cuarto.
Se dirigió a la cocina, con un Kokichi despreocupado siguiendo sus pasos con sus manos detrás de la cabeza —a Shuichi le preocupaba un poco que no hiciera nada para bajar la inflamación de su golpe en la frente, pero ya tendría tiempo para hablarle de eso—.
Abrió la nevera y la despensa para observar lo que tenían a mano. No era mucho, y lo que tenía estaba claramente sellado, señal de que Kokichi ni siquiera había intentado cocinar por su cuenta en lo que llevaba en ese lugar —y por el polvo acumulado en las cajas de la cocina, Shuichi podría darle una semana. Aunque, Kokichi había insinuado haber tenido otros compañeros de cuarto antes. Si eso no era una mentira, significaba que él llevaba más tiempo en ese lugar. Pero la sala era un desastre de cajas y libros, ¿será que Ouma no ha ordenado desde que volvió de las vacaciones?—.
Bueno, lo que sea, no era relevante. Shuichi debía dejar de pensar en detalles que no le conciernen.
Una vez terminó de ver lo que tenían, hizo nota de todos los platillos que podría preparar. Sin embargo, Shuichi no era muy bueno cocinando, y lo último que quería era darle algo que no pudiera comer a su compañero de cuarto. Así que al final se decidió por algo simple.
—¿Está bien omurice?
Kokichi asintió, y Shuichi comenzó a cocinar de inmediato. Comenzó calentando el aceite, cortando la única cebolla que Ouma tenía guardada junto con la carne. Observó a Kokichi de reojo arrugar la nariz y secarse los ojos, pero no le despegó la mirada de encima mientras cocinaba. ¿Realmente creía que podría envenenarlo? ¿O solo era la forma que tenía de ponerle un poco de presión? Shuichi no podía estar seguro, pero no le molestó la presencia de Kokichi mientras cocinaba.
Sin embargo, estaba preocupado por la forma en la que su estómago exigía alimentos una vez comenzó a freír el arroz. Por mucho que se auto proclamara un mentiroso, no podía hacer nada para callar a su estómago hambriento. Kokichi debió darse cuenta de eso, porque tenía el ceño ligeramente fruncido y se mordía el interior de la mejilla, impaciente.
Después de veinticinco minutos aproximadamente, Shuichi sirvió el omelette de arroz en un plato y tomó el envase de kétchup del mesón. Kokichi se lo arrebató antes de que pudiera voltearlo sobre el omelette.
—¡Ah, déjame hacer esto, Saihara-chan!
Ouma dibujó con el kétchup un simple emoticono, bastante entusiasmado al ver el platillo sonriente y aún humeante frente a él. Shuichi le alcanzó un tenedor para que pudiera comenzar a comer. Se sintió un poco ansioso al ver como Kokichi le daba una rápida probada, se estaba tomando su tiempo al disgustar, saboreando y masticando más lento de lo que debería. Shuichi se dio cuenta que era solo para provocarle más ansias.
Finalmente, Ouma sonrío.
—Nada mal, detective —Shuichi bajó la gorra ante el nuevo apodo. Ouma por su lado solo cortó un pedacito más del omelette para llevárselo a la boca, saboreando el kétchup que quedaba sobre sus labios—. ¡Muy bien! ¡Has pasado la prueba!
—¿Qué prueba…?
—La prueba para ser mi compañero de habitación, obviamente.
—No recuerdo nada sobre una prueba…
Está mintiendo de nuevo sobre eso, ¿verdad? Y suspiró, después de todo, aún le estaba costando seguir la misma línea de pensamientos de Ouma. Sin embargo, escuchar su risa mientras disfrutaba de su comida le sentó mejor de lo que le gustaría admitir. Él no era una persona muy segura de sí mismo —todo lo contrario—, así que ver que Ouma disfrutaba de su comida podía darle un poco de confianza en ese aspecto.
Shuichi hizo nota de contarle más tarde a su tío sobre su caótico primer día en la residencia. Debía decirle sobre Ouma Kokichi, su nuevo compañero. Un autoproclamado mentiroso, alguien que no dudaría en jugarle una broma a alguien que ni siquiera conocía. En ese momento, Shuichi pensó que podría acostumbrarse a sus mentiras —y tratar de no caer en todas sus bromas—, y que podría llevarse bien con él a partir de ahora.
Tenía tiempo para hacerlo. Aún faltaba mucho para que finalizara el semestre.
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II
Cuando a Saihara Shuichi le preguntaron qué era lo más difícil de asistir a una universidad privada, él no tardaría dos segundos en decir que Ouma Kokichi era, de lejos, lo más difícil de todo. Incluso si esa no era la respuesta que los demás querían escuchar, o si no tenía una relación directa con la universidad —pero eso también venía siendo parte de la respuesta a la pregunta de cómo se sentía al vivir ahora en la residencia, Saihara siente que debe mencionar a Ouma para dejar en claro que las cosas iban bien, excepto por el bromista y mentiroso que tenía de compañero—.
Pero es que, comparado con él, sus asignaturas y trabajos eran bastante sencillos. Y relacionarse tampoco estaba siendo tan horrible como imaginaba. Él pudo hacer un amigo en su clase de psicología y conducta criminal, y se había reencontrado con una amiga de la secundaria, así que todo estaba bien en su vida como un universitario común. Además, desde que vivía en la residencia podía dormir un poco más, y podía ahorrar bastante dinero que antes tenía que gastarse en los buses y trenes. Así que por ese lado, Shuichi aplaude su decisión de irse a vivir dentro del campus.
Excepto porque su compañero de cuarto se esforzaba en hacer su vida un poco más difícil de lo normal.
Si el primer día de conocerlo no le dejó claro la naturaleza bromista y mentirosa de Ouma, entonces dos semanas siendo su compañero de cuarto definitivamente lo hizo. Y se lo dejó demasiado claro. Porque Ouma Kokichi se convirtió en lo que él podría llamar una constante variable que no podía predecir por mucho que lo intentara —y realmente lo estaba intentando. Porque dejando de lado las bromas pesadas, Ouma era alguien bastante interesante para conocer—. Sin embargo, Shuichi sentía que en cualquier momento sufriría un colapso mental si su compañero de cuarto no ponía algo de orden a sí mismo.
Saihara siempre fue un hombre de rutina. La rutina siempre lo había ayudado a mantener las cosas bajo control y lo ayudaban a no ponerse demasiado ansioso ante situaciones inesperadas. Pero Kokichi decidió cambiar toda su rutina sin siquiera darle un aviso de ello, él simplemente se forzó a entrar en toda lo rutinario de Shuichi y decidió echarlo abajo sin una razón más que molestarlo.
Odia admitir que ha tenido que volver a esos días de cerrar la puerta de su habitación con llave —como si fuera un niño asustado de ser visitado por una entidad maligna o algo tan tonto como eso—. Pero es que si llegaba a olvidarse, probablemente pasaría otra mañana tratando de borrar la tinta permanente de su frente, con los nervios en la garganta porque la tinta no salía y él tenía una clase a la que asistir.
—¡Vamos, Shumai, te estás tardando mucho en el baño!
Y Saihara respondería entre gruñidos —¿y de quién crees que es la culpa?— mientras seguiría borrando la tinta púrpura donde Ouma habría escrito variables de su nombre mal escrito. Fue ingenuo de su parte creer que Ouma se aburriría de esa broma después de la segunda vez, pero su frente roja y adolorida por todo lo que tuvo que frotar fueron el recordatorio suficiente de que no debía subestimar a Ouma.
Por supuesto, si no había tinta sobre su rostro durante las mañanas —o alarmas sorpresivas a una hora que no le correspondía—, tenía que sufrir de los cortes de agua caliente durante sus baños, solo para escuchar a Ouma divertido por sus quejas por el agua fría.
Shuichi también se ha vuelto más cuidadoso en donde se deja las cosas. No quiere tener que volver a perderse una clase por buscar sus llaves por el resto del pequeño apartamento solo porque a Ouma le ha dado por jugar a frío o caliente, teniendo que identificar si estaba o no mintiendo cuando le decía que estaba cerca —y Shuichi odia admitir que después de un rato de exasperación, empezó a caer en el juego y le pareció más divertido que al principio; al punto de olvidarse de su clase de medicina criminalística—.
El colmo fue cuando Ouma tomó sus libretas y las dejó con algunos dibujos infantiles y mensajes de ánimo bastante dudosos —seriamente, él no sabía cómo debía tomarse un "tienes bonita letra, pero apestas tomando apuntes. Aunque eso podría ser una mentira"—.
Y… y además, nunca pensó que llegaría el día en el que debería tener miedo de abrir la nevera. Es decir, la gente normal no debería temer ese tipo de cosas. Pero desde que Ouma dejó una cabeza de caballo entre los vegetales, a Shuichi casi le dio un ataque. Y mientras escuchaba las risas de aquel bromista —que apenas podía respirar por el ataque de risa que le dio después de escuchar el grito de Shuichi—, se dijo a sí mismo que algo como eso no debía repetirse —y dios mío, ¿de dónde sacó Ouma una cabeza de caballo de todas formas?—.
Era en momentos así, donde Shuichi se preguntaba si llegaría el día en que podría acostumbrarse a él.
—Oh, dios —caminando a su lado, Kaede suelta unas risitas que no intenta disimular. Shuichi baja un poco más su gorra mientras sigue escuchando a su amiga—. Una cabeza de caballo en la nevera suena divertido.
—Lo es, solo cuando lo ves en perspectiva —señaló, encogiéndose de hombros. Una pequeña sonrisa se asomó en el rostro de Shuichi mientras observaba el suelo por el que caminaban—. Te aseguro que no fue divertido la primera vez.
Akamatsu se mordió un poquito los labios para aguantar la carcajada, y al final sacudió la cabeza.
—Tienes razón, no debería haberme burlado —dijo, intentando calmarse un poco. Sin embargo, la sonrisa no desapareció tan fácilmente. Shuichi lo dejó pasar, porque sabía que Akamatsu no lo hacía con una mala intención—. ¿Y a qué se dedica tu compañero, Saihara-kun? —preguntó, ella añadió antes de que Saihara pudiera responder—. Además de tener un título de hacer tu vida un desastre.
Shuichi rodó los ojos ante el comentario tan acertado. Si hubiera una carrera sobre eso, seguramente Ouma sacaría su doctorado y se graduaría con honores. Él puede imaginar a Ouma perfectamente dando un falso discurso sobre lo honrado que se siente. Pero Shuichi sacudió la imagen mental para enfocarse en lo que su amiga le preguntaba.
—Él se dedica… —Shuichi quedó pensativo unos segundos, se detuvo a mitad del pasillo del edificio B, mientras repetía la pregunta de Kaede en su cabeza. ¿A qué se dedicaba Ouma Kokichi? Entendía porque Kaede tenía esa duda—. Yo… no lo sé.
Él también lleva un tiempo curioso sobre eso. Sobre muchas cosas, en realidad.
—¿No sabes a lo que se dedica? Pero… —Kaede infló las mejillas, y se cruzó de brazos. Una expresión molesta que Shuichi no observaba directamente debido a su gorra, pero sabía que era porque estaba planeando regañarlo o algo como eso—. Llevas un tiempo viviendo con… um…
—Ouma-kun.
—Ouma-kun —repitió con su tono paciente, elevado unos cuantos tonos para expresar su descontento—. ¿Y no se te ha ocurrido preguntarle a qué se dedica, Saihara-kun? Están viviendo juntos, deberías interesarte un poco más en-
—No tiene sentido que se lo pregunte —respondió, cortando el regaño de Kaede. Le molestaba un poco que dijera las cosas como si supiera todo lo que hacía, como si no hubiera intentado lo que ella está diciendo—. Ouma-kun siempre está mintiendo. Así que podría mentir sobre eso cuando le pregunte.
Ouma Kokichi era todo un enigma después de todo. Saihara nunca podía estar seguro al cien por ciento de cuando estaba mintiendo o cuando estaba diciendo la verdad, él podría mentir sobre muchas cosas, pero había ocasiones que podía contar con los dedos de sus manos donde Kokichi, en efecto, estaba siendo honesto. Había veces donde sus mentiras podían ser muy obvias, como la vez que mintió sobre no comerse las galletas con forma de animales mientras su boca estaba llena de azúcar. Pero cuando se trataba de preguntas personales —desde dónde terminó sus estudios en preparatoria, si vivía con sus padres antes o intereses personales—, si Kokichi no esquivaba sus preguntas entonces respondería con mentiras.
Cuando le preguntó a qué se dedicaba, la primera vez dijo que estudiaba ciencias políticas. No fue mucho después que mencionó estudiar gastronomía —lo que habría sido bastante irónico, considerando que Shuichi tuvo que llegar a cocinarle después de que se hubiera desmayado por falta de alimentación—. Shuichi admite que, después de la cuarta vez que le preguntó, intentó descubrirlo por su cuenta —no por nada soñaba con ser un detective—. Pero Kokichi era bastante precavido al cerrar la puerta de su cuarto, y Shuichi nunca lo veía salir para sus clases, así que tampoco podría intentar adivinar en base a sus horarios.
Él era un absoluto misterio. Y Shuichi estaría feliz de resolverlo si no fuera por lo frustrante que resultaba no obtener una respuesta honesta por mucho que lo intentara. Porque siempre que siente que está cerca de obtener una respuesta, Kokichi lo vuelve a alejar de la verdad —pero está convencido de seguir intentando, porque algo en él le dice que Ouma podría ser más que solo mentiras y bromas de mal gusto—.
Shuichi suspiró. Odiaba que Kaede le recordara la curiosidad innegable que aún sentía por su compañero de cuarto. Pero, ¿quién podría culparlo? Después de todo era un detective —o iba a serlo. Esperaba. No era tiempo para sentirse inseguro sobre sus elecciones de vida—. Entonces, querer resolver el misterio que era su compañero de cuarto era probablemente lo más normal del mundo. Querer conocer la verdad escondida entre todas esas mentiras era una reacción natural.
Sí. Sigue diciéndote eso, Shuichi, pensó.
Porque una parte de su sentido común le decía que, si estaba tan cansado de recibir las bromas y las mentiras de Ouma Kokichi, entonces debería simplemente cambiarse de compañero de cuarto. Aún estaba a tiempo, debería haber habitaciones libres en otros pisos de la residencia. Ouma se lo había insinuado un par de veces también.
—Saihara-chan, si estás tan enojado porque cambié la hora de todos tus relojes, ¿por qué simplemente no pides un cambio de compañero? ¡No es que me importe lo que Saihara-chan piense después de todo!
Ouma parecía bastante acostumbrado a que sus compañeros no duraran demasiado compartiendo piso con él. Y podía entenderlos. Porque vivir con Ouma era realmente difícil. Sin embargo, su curiosidad era más grande.
—Ah, Saihara-kun, ¿te importa si pasamos por la cafetería antes?
Se detuvieron frente a la salida del edificio. Saihara ajustaba la mochila sobre su hombro cuando volteó a ver a Kaede, siguió su mirada a lo largo del pasillo, donde una multitud de gente no dejaba de entrar y salir por las grandes puertas del comedor común. Él se mordió ligeramente el interior de su mejilla. Eran las tres de la tarde, ya había terminado sus clases y tenía cosas que hacer. Realmente no quería acompañarla a ese lugar tan lleno de gente.
—Uh… pero —Shuichi musitó, con una sonrisa ligera—, ¿no íbamos a ir a la biblioteca? Realmente necesito este libro para-
—Lo sé, lo sé —Kaede lo interrumpió, suspirando suavemente. Shuichi apretó un poco los labios al ver que no tenía sentido insistir—. ¡Pero realmente tengo hambre, Saihara-kun! Estuve todo el tiempo practicando en el piano que olvidé desayunar.
Eso no es mi culpa, Akamatsu-san, Shuichi apartó el pensamiento de inmediato. No debería responderle así, no a su mejor amiga. Kaede junto sus manos mientras continuaba con repetidos "por favor", probablemente, también estuviera bateando sus pestañas para darle una mejor apariencia. Pero Shuichi no podía verle los ojos por culpa (gracias a) su gorra —de todas formas, tampoco hacía falta que hiciera eso para que él se terminara resignando a los pedidos de Kaede—.
—Está bien —respondió finalmente, se encogió de hombros cuando Kaede brinco de alegría y lo tomó del brazo para arrastrarlo a la cafetería.
Podía tomarse su tiempo. No tenía prisas por ir a estudiar e incluso si tenía un informe pendiente, podía esperar un poco. Además, Ouma no llegaba a almorzar hoy, así que Shuichi no tendría que llegar temprano para preparar la comida —si alguien le hubiera dicho que pasaría a ser el cocinero de su compañero de cuarto, él habría aprendido a hacer más platillos—.
Shuichi siguió los apresurados pasos de Kaede, con cuidado de no tropezar mientras asentía a todo lo que ella decía sobre sus prácticas de piano. Lo que no era novedad, la mayoría del tiempo hablaba sobre eso, como si nada más le pasara durante el resto del día. A veces, Shuichi piensa que sus largas charlas sobre piano, música clásica, y entones más piano, le daban a Kaede su merecido apodo de "friki del piano". Era su apodo desde que fueron juntos en la secundaria. E incluso ahora, los amigos cercanos de Kaede aún la llaman con ese nombre —y tienen sus razones—.
Al entrar a la cafetería se sorprendió al ver que había más gente de la que pensó que habría —¿de dónde salían tantas personas? Incluso cuando paseaba por el campus o en la residencia, no veía tanta gente—. Ah. Solo bastaba con ver a su alrededor para notar que sería difícil para ellos conseguir una mesa vacía —y no estaba seguro de si podía hablar con alguien y pedirle usar un espacio de la mesa. No podría hablar (escuchar) tranquilamente con Kaede sin pensar que los demás estaban hablando de ellos en voz baja. Sin sentir sus miradas y sin sentir que lo juzgaban en silencio. Lo sabía, ir a la cafetería había sido una mala idea—.
Bajó su gorra, agradeciendo que las personas que pasaban por su lado pasaran de él y de su amiga. Siguió a Kaede hasta la fila, pero él solo se quedó a su lado sin pensar en comprar nada. No sentía hambre al estar tan rodeado de gente. Él podría comer más tarde y con más tranquilidad en la habitación compartida. Aún quedaba un poco de la cena de anoche, Ouma no comía demasiado después de todo.
Tardaron unos diez minutos en llegar al frente, pero para Kaede valió totalmente la pena esperar tanto. Ella tomó la bandeja con su comida recién servida, su sonrisa se extendía por su rostro y parecía bastante ansiosa de sentarse y comer algo después de un largo día de prácticas tras prácticas. Aun así, no parecía haber sitio por donde fuera que buscara. Todas las mesas estaban ocupadas con algún grupo de estudiantes, tal vez deberían esperar un poco a que se desocupara una mesa y…
—¡Oh-ho! ¡Pero si es Saihara-chan!
Ah…
A Shuichi no le hizo falta mirar a la persona que le estaba llamando para saber quién era. Había convivido con él lo suficiente para reconocer su voz entre los murmullos de la multitud. Sentía la mirada de Kaede a su lado, lo miraba con curiosidad, expectante por una respuesta de su parte ante la persona que no dejaba de gritarle.
—¡Saihara-chan te estoy hablando! ¡Sí, me refiero a ti! ¡Al chico oscuro de la gorra! —continuaba, su voz se quebró al no obtener respuesta—. ¿¡M-me estás ignorando!? ¡S-Saihara-chan es tan cruel!
Y las lágrimas comenzaron a salir de los brillantes ojos de Ouma, desbordándose sobre sus mejillas. Y aunque sabía que eran falsas, porque las lágrimas de cocodrilo de Ouma eran demasiado exageradas, Shuichi se sintió mal. Y también se sintió avergonzado al ver que ahora más gente lo miraba, como si lo juzgara en silencio por hacer llorar a alguien. Bueno, no era su culpa que Ouma fuera tan dramático…
Kaede pareció entender quién era ese chico no mucho después, porque no tardó en darle a Saihara una palmadita para avanzar a la mesa donde Ouma Kokichi lo estaba llamando con tanta insistencia. Sus lágrimas desaparecieron tan rápido como llegó frente a la mesa.
Fue al acercarse que se dio cuenta de que Ouma no estaba solo. Había dos personas más que él nunca había visto antes, sentados a cada lado de Ouma. Así que incluso Ouma-kun tiene gente con quien hablar de esta forma, pensó, descartando aquel pensamiento inicial que tuvo alguna vez sobre que Ouma no parecía ser alguien de tener muchos amigos.
Observó la sonrisa traviesa de Ouma un instante, y bajó la mirada. Y aunque la mesa era como las demás, le llamó la atención ver solo dos bandejas. ¿Ouma-kun no está comiendo? Él quiere preguntar por qué, pero sabe que no es el mejor lugar para tener ese tipo de discusiones.
—¿Él es tu compañero de cuarto, Ouma-kun? —preguntó un chico al lado de Ouma. Su cabello albino estaba cubierto por una gorra pero, a diferencia de Shuichi, él parecía usarla solo porque era su estilo. No es como si tuviera problemas con los ojos como Saihara. Kokichi se encogió de hombros ante la pregunta—. ¿Qué significa eso? ¿Es un sí o un no?
—Oh, dios, yo sé quién eres —señaló la rubia, inclinándose frente a él. Shuichi tuvo que desviar la mirada al ver lo mucho que resaltaba su escote. ¿No podía ser un poco más cuidadosa?—. Eres el que el shota dijo que gritaba como niña —soltó, riendo bastante alto mientras golpeaba la mesa. Los ojos de las personas alrededor volvieron a fijarse en ellos.
Y Shuichi sintió las mejillas enrojecer, y ni siquiera podía ocultarlo al bajar su gorra. Miró a Ouma en busca de una explicación, pero él solo le dio una sonrisita en forma de respuesta. Han vivido junto solo dos semanas, pero esa sonrisa fue suficiente para aclararle que, en efecto, Ouma les había contado la broma de la cabeza de caballo a sus amigos.
Apretó los labios, su estómago se retorció con cierta molestia. No se sentía muy animado al darse cuenta que Ouma había descrito su grito como un grito de niña. Siempre se había sentido acomplejado por lo suave y femenina que sonaba su voz, en comparación con otros chicos de su edad. Y no se sentía muy agradecido por el recordatorio —menos al saber que precisamente Ouma era el que pensaba eso—.
—Lamento eso —dijo el otro chico, con un tono nervioso. Agachó su cabeza mientras imitaba su gesto de ocultarse con la gorra.
—¿Uh? —soltó Kokichi—. ¿Por qué te disculpas, Kiiboy?
—¡P-porque fui yo quien te regaló esa cabeza de caballo! —respondió avergonzado. Bueno, eso respondía a su pregunta de cómo Ouma había conseguido tal cosa. Aunque Shuichi no sabía qué pensar ahora, ¿Ouma tenía gustos extraños para los regalos? ¿O su amigo era increíblemente malo escogiendo regalos?—. Ah. Pero ciertamente, tuve que esperar que lo usaras para sabotear a otro compañero de cuarto.
Kokichi ladeó su cabeza, fingiendo que no entendía a lo que se estaba refiriendo. Si no lo conociera, Shuichi pensaría en lo inocente que él se veía, con sus ojos grandes y brillantes de curiosidad y su sonrisa pequeña e interesada. Se veía como un niño que no rompería un plato en toda su vida. Pero… lo conocía. Así que sabía que su apariencia de niño inocente era también una mentira Él rompería todos los platos, y mentiría sobre ello aprovechando lo lindo de su apariencia.
Por otro lado… Shuichi piensa en las palabras que el llamado Kiiboy acababa de decir. Sabotear a otro compañero de cuarto, uh. Esa fue la primera vez que consideraba esa idea. Y no puede evitar enlazar todo tipo de ideas, de las pequeñas pistas que ha reunido en esos días viviendo juntos, entonces el pensamiento se hace un poco más claro; Ouma le jugaba bromas pesadas todo el tiempo, porque no lo quería como su compañero de cuarto.
Bueno, eso podría tener sentido ahora. Pero, ¿por qué?
Shuichi se sintió más y más interesado en Ouma ahora, pensar en sus razones ocultas, en la razón por la que no lo querría de compañero de cuarto. Todo eso, despertó un poco más esa curiosidad que se había estado apagando esos últimos días. Pero no podía llamarse un detective si dejaba ese misterio así, quería resolver a Ouma, aunque fuera un poco…
—Oye, oye, no me estarás mirando los pechos, ¿o sí?
La pregunta de la rubia lo tomó por sorpresa, y tal vez fueran ideas suyas, pero ella definitivamente se pasó un brazo por debajo de sus pechos para hacerlos ver más grandes. A Shuichi se le calentaron las orejas al ser tomado como un pervertido —¿fue por la gorra? Era la gorra, ¿verdad?—. Odiaba que esto lo hiciera sentir tan alterado.
—¿¡Qué!? ¡No! —dijo, más alto de lo que esperaba. La rubia amiga de Ouma se echó para atrás por el grito tan sorpresivo—. Quiero decir, yo no estaba…
—No seas tonta, Iruma-chan —interrumpió Ouma, observó sus uñas con un gesto de desinterés mientras pateaba disimuladamente la pierna de la chica sentada a su lado. Shuichi notó que estaba haciendo demasiado énfasis en el insulto—. Realmente eres una perra desesperada si crees que Saihara-chan te miraría los pechos. Él es un chico decente, ¿sabes? no hay forma de que mire a una cerda como tú. Así que no lo confundas con el resto, perra estúpida.
—O-Ouma-kun, no hacía falta ir tan lejos…
—¡Oh, no la defiendas, Kiibs! ¡A ella le gusta que le hablen así! —señaló, Iruma a su lado dio un saltito, y comenzó a enredar su cabello rubio en uno de sus dedos, su rostro estaba rojo—. ¡Y eso no es una mentira!
—¿Es eso cierto, Iruma-san?
—M-me gusta…
Iruma se retorció en su asiento una vez lo admitió, su rostro sonrojado estaba contorsionado en una mueca realmente extraña, como si en cualquier momento algo de saliva comenzara a salir desde su boca. Ella estaba… ¿excitada? ¿Por los insultos de Ouma? Kiibo suspiró, y sacudió la cabeza —se decía a sí mismo que tuvo que haberlo visto venir, a pesar de que algo en su sentido común le decía que esto no debería ser así—. Shuichi pensó que Kiibo era la persona más normal en ese grupo, pero descartó el pensamiento tan rápido como llegó.
Si fuera realmente normal, se dijo, entonces no estaría con este tipo de gente. No a propósito, al menos.
Él desvió la mirada, y se estremeció un poco cuando hizo contacto visual con los ojos púrpura de Kokichi. Pero antes de que pudiera evitarlo, el más bajito le guiñó un ojo. Y Shuichi frunció el ceño ligeramente ante eso, ¿por qué —diablos— le guiñaba el ojo? ¿Fue porque Kokichi pensaba que lo estaba encubriendo de algo? ¿Lo estaba tomando por un pervertido cuando él fue el primero en defenderlo?
Parecía que Kokichi estaba a punto de molestar, cuando una voz se alzó entre ellos.
—Saihara-kun, ¿no vas a presentarnos?
Por supuesto. Kaede. Por un momento se había olvidado de ella con todo lo que hablaban los amigos de Ouma.
Soltó un suspiro cuando su amiga se sentó finalmente en la mesa, con su sonrisa amigable de siempre. Él hubiera preferido irse de ahí, irse a la biblioteca para terminar lo que tenía pendiente y hablar con Ouma solo en el piso que compartían, mientras comían algo como acostumbraban —porque al parecer, Ouma no comía nada más que su comida. Era halagador y preocupante al mismo tiempo—. Pero —como sea— ya era tarde para eso.
Shuichi también se había sentado junto a Kaede, intentando ignorar la sonrisa divertida que le dirigía su compañero de cuarto.
—Um, Akamatsu-san, él es Ouma-kun… mi compañero de cuarto —el entrecerró los ojos, y continuó en dirección a Ouma—. Y Ouma-kun… Ella es Akamatsu-san, una amiga mía desde la secundaria. Está en el departamento de música... y um…
Su amiga soltó una risita, probablemente haciendo caso omiso de la pésima presentación que le acababa de hacer. Bueno, tampoco es que pudiera hacerlo mejor, de todos modos.
—Es un placer conocerte finalmente, Ouma-kun.
—¿Finalmente? —Ouma parpadea, antes de voltear a Shuichi con sus ojos brillando con curiosidad.
De nuevo, hubo contacto visual entre ellos. En momentos así, odiaba que Kokichi fuera más bajito que él, porque no podía esquivar el contacto visual cuando Kokichi lo miraba desde su posición.
—Nishishi~ bueno, por supuesto, soy bastante famoso por el campus por todas mis contribuciones a los estudiantes. Dudo que haya alguien que no haya escuchado de mi estos días —Kokichi expandió su sonrisa, poniendo sus puños emocionados frente a su rostro—. ¡Pero, woah! ¡Incluso Akamatsu-chan me conoce! ¡Me siento muy halagado!
—¿Uh…? —Kaede sonrió de nuevo, un poco más incómoda—. No estoy segura de que has hecho en realidad, Ouma-kun…
—Oh, por supuesto que no. Eso fue una mentira después de todo —y picó su mejilla, ladeando ligeramente su cabeza—. No soy famoso ni nada. Así que no puedo evitar pensar que la única razón por la que me conoces, Akamatsu-chan, es porque Saihara-chan te ha hablado sobre mí.
Ah. Incluso si eso era cierto, no era algo que Kokichi tuviera que saber. Soy un idiota. Se sentía realmente avergonzado ahora que Ouma sabía que él era un tema habitual de conversación. ¿Qué cara debería hacer ahora que él sabía que hablaba de él? Akamatsu-san no tuvo que haber dicho eso, se dijo a sí mismo. Incluso si era consciente que era su culpa.
Dios. Se sentía tan incómodo.
—Yo solo…
—Se puede decir que Saihara-kun me ha contado algunas cosas —interrumpió Kaede. Y eso no lo hacía sentir mejor.
Iruma resopló, divertida.
—Seguramente solo dice mierdas sobre tu jodida actitud. Por eso reaccionas así, ¿eh, Shyhara? —solo por ir a la cafetería y acompañar a Kaede se había ganado un nuevo apodo. Shuichi intentó defenderse, pero la chica no parecía interesada mientras le daba un sorbido a su caja de jugo. Un poco de ese jugó salió de su boca a chorros cuando Ouma la pateó por debajo de la mesa—. O-oye, solo estoy siendo honesta… joder.
Ouma pasó de ella y sus quejas —todos lo hicieron, incluso Kiibo había pasado de defenderla esta vez—.
—Oh… ¡entonces, Saihara-chan realmente habla sobre mí! ¡Eso es verdaderamente halagador!
Eso sonaba a una mentira. Shuichi entrecerró los ojos, mientras trataba de discernir inconscientemente lo que él estaba tratando de decir.
—Sin embargo, Ouma-kun —continuó Kaede, luego de darle una probada a su comida—, hay algo que no me ha quedado claro. A decir verdad, Saihara-kun no quiso decirme sobre tu especialidad.
Shuichi frunció los labios ante lo último, estás mintiendo, Akamatsu-san, no es que no quisiera. Es porque yo tampoco lo sé.
—Oh, eso es porque Saihara-chan no sabe cuál es mi especialidad. Oh, pero si Akamatsu-chan quiere saberlo, está bien. —suspiró, y observó sus uñas con desinterés. A Shuichi le sentó mal por un momento que Ouma decidiera ser honesto con su amiga antes que con él, pero entonces escuchó su respuesta—. Estudio biología marina. Siempre he admirado a los peces payasos y sus circos bajo el agua.
Shuichi apretó los labios para aguantar la risa que le causó el último comentario —Ouma-kun seguro tiene una gran imaginación, pensó—. Kaede a su lado parpadeó, y por un momento, parecía feliz de obtener una respuesta tan fácil.
—Biología marina, eso suena increíble…
—Eso fue una mentira, Akamatsu-san —dice Shuichi, finalmente. Biología marina, eso fue lo que le había dicho hace cinco días, sin incluir los peces payasos o los circos marinos, pero era una mentira que ya había usado. En ese momento, Shuichi no necesitó más de dos minutos para recordar que biología marina no era algo que impartieran en esa universidad.
—Nishishi, ¡eso fue en efecto una mentira! Como era de esperar de Saihara-chan —pero a pesar de la felicitación, Saihara solo se encogió en su sitio—. Pero que Akamatsu-chan haya caído tan fácilmente seguro que fue decepcionante. ¿Realmente le hablaste de mí, Saihara-chan?
Saihara estaba a punto de abrir la boca, pero Akamatsu le interrumpió. Ya se estaba volviendo una especie de costumbre dejar que ella hablara por él —no tenía que dejar que eso lo molestara. Sabe que Akamatsu no lo hace con la intención de molestarlo—.
—Ya te dije, Saihara-kun me contó algunas cosas —aclaró, cruzándose de brazos—. Solo olvidé que eras un mentiroso, Ouma-kun.
A pesar de que lo repetí tantas veces, Shuichi suspira, y desvía la mirada. Se pregunta cuánto tiempo deberá quedarse ahí antes de ir a la biblioteca.
—Uh… así que solo lo olvidaste… —Saihara entrecerró los ojos al ver la expresión en blanco de Kokichi, la que rápidamente desapareció para mostrar una sonrisa llena de (fingido) alivio—. Oh, vaya, solo lo olvidaste. Pero lo que sea, ¡Saihara-chan! —rápidamente, la atención de Kokichi se volvió hacía él—, no puedo evitar preguntarme por qué no estás comiendo, ¿estás a dieta o algo así, Saihara-chan? Me preocupo por ti, ¿sabes? ¡S-si algo le pasara a mi compañero de cuarto yo…!
Saihara podría preguntar exactamente lo mismo. Incluso, podría admitir que se preocupaba un poco más por él, porque Kokichi no había comido en todo el día y eso significaba que cuando él le decía que ya había comido fuera, le había estado mintiendo. Pero no dijo nada, porque los ojos de Ouma brillaron por las lágrimas que comenzaban a asomarse. Shuichi se apresuró a responder, con una sonrisa paciente en sus labios.
—Ah, no es eso, Ouma-kun. Solo…
—Saihara-kun no tenía hambre —respondió Kaede en su lugar, y Shuichi apretó los labios. Quería decirle que podía hablar por sí mismo, que hablar con Ouma no le ponía ansioso ni nada. Tal vez hablar demasiado con él podría exasperarlo un poquito, pero solo era debido a la frecuencia con la que él mentía. Pero suspiró, sin decir nada cuando Kaede frunció los labios y continuó, con un tono maternal—. Pero aun así deberías comer algo, Saihara-kun, no está bien que te salte las comidas.
Iruma rodó los ojos al ver la escena.
—Oh, diablos. ¿Qué eres? ¿Su madre? —y soltó un bufido, aplastando la caja de jugo. Shuichi se encogió avergonzado por eso—. ¿Qué? ¿También lo acompañas al baño? ¿Eres de esos, Shyhara?
—¡Iruma-san! —Kiibo la reprendió, haciéndola saltar en su sitio. Probablemente, ella estaba más encantada que asustada al ver que alguien le alzaba la voz—. Por favor, sé un poco más delicada.
—Nishishi~ Es gracioso que hables de delicadeza siendo un robot, Kiibs.
—Ouma-kun —Kiibo comenzó, apretando los dientes—. ¡Hay tantas cosas mal en tu comentario que ni siquiera sé por dónde empezar a…!
—Entonces, pasando de Kiiboy —Ouma hizo un gesto con la mano, como si estuviera borrando a Kiibo de la conversación—. ¿Qué te trae por aquí, Saihara-chan? No eres de los que vienen muy seguido por este lado, ya sabes —señaló al lugar rodeado de gente. Shuichi se preguntó si Kokichi sabía sobre sus problemas de ansiedad, aunque él no se lo había mencionado—. ¡Fue toda una sorpresa cuando te vi entre la multitud! Dije "Hey, yo conozco esa fea gorra de alguna parte" —Kokichi soltó una risita—. Desde que dijiste que no te juntabas con los plebeyos como nosotros, asumí que nunca te vería por la cafetería.
—Ah, pero yo nunca dije…
—Saihara-kun nunca diría algo como eso, Ouma-kun —Kaede infló las mejillas—, estás mintiendo ahora. La única razón por la que vinimos aquí fue…
—¡Muy bien, ya he tenido suficiente! ¡Para ahora mismo, Akamatsu-chan!
Por un instante, solo por un instante, Shuichi pensó que su voz se había escapado antes de poder controlarlo. Pero no había sido él, porque los demás no lo estaban mirando a él. Entonces vio a Kokichi frunciendo el ceño y señalándola con un dedo, se había puesto de pie y no dudó en alzar la voz cuando tuvo la atención de Kaede.
—Okay. Lo dejé pasar al principio pero esto ya está siendo lamentable de ver. ¿Por qué no dejas a Saihara-chan responder por una vez? Él no te ha pedido que hables por él —Kaede iba a responder, pero Kokichi no había terminado—. Escucha, si crees que le estás haciendo un favor, ¡entonces eres más tonta de lo que creí, Akamatsu-chan!
—¡Ouma-kun! —Shuichi se levantó, con la irritación deslizándose en su voz—. ¡No hacía falta decirlo de esa forma!
No estás equivocado, dijo, pero hay mejores formas de decirlo.
—¡Bueno, alguien tenía que atreverse a decirlo! ¿O quieres decírselo tú, Saihara-chan? —apartó la mirada tan pronto escuchó la sugerencia. No. Él no podría hacerlo. Kokichi lo señaló, alzando una de sus cejas—. Y de nuevo te quedas callado. Sabes que la gente no entenderá si no les dices lo que quieres, ¿verdad? Geez… es por eso que la gente nunca te toma en serio y pasa siempre de ti, Saihara-chan.
Ah…
Ouma-kun tiene razón. Es por eso que los demás se quedaron en silencio. Ouma-kun tiene razón, él sabía que tenía problemas para decirles las cosas a los demás. Ouma tenía razón. Y Shuichi odiaba que la tuviera.
Bajó su gorra lo más posible, cubriendo gran parte de su rostro, y mordió ligeramente el interior de su mejilla.
—Saihara-kun…
—Tengo que ir a preparar un informe para mi clase. Si me disculpan.
Shuichi ignoró el llamado de Kaede, y apretando el tirante de su mochila sobre su espalda, se retiró de la cafetería lo más rápido que pudo.
.
Se mantuvo ocupado en la biblioteca el resto del día.
Leyendo y escribiendo en intervalos el informe, apenas anotando pequeños datos poco relevantes sobre el sistema criminológico actual en Japón. Llevaba así unas horas, aún le estaba costando trabajo concentrarse, y no podía decir que al menos había avanzado, porque solo se había dedicado a anotar solo ideas sueltas y no llevaba siquiera la introducción. Shuichi evitó soltar un resoplido, y golpeteó la pantalla de su móvil para mirar la hora. Ya eran las siete de la tarde. Se había pasado cuatro horas sentado en la biblioteca —y agradecía que el encargado de turno no le hubiera dicho nada por verlo ahí, tan disperso en sus pensamientos si trabajar realmente—.
Debería irse a la residencia. Tomar un baño y comer un poco antes de seguir con el informe para mañana.
Decidido a hacerlo, se fue a dejar los libros que había sacado a las estanterías que correspondían. Al volver al escritorio, Shuichi guardó el archivo que había escrito en la nube para luego abrirlo directamente en su propia computadora. Cogió su mochila luego de dejar todo como estaba, y se fue de la biblioteca.
Ya estaba oscureciendo. Y aún tenía unos veinte minutos de caminata, debía cruzar el campus vacío y llegar al edificio de la residencia, probablemente usaría las escaleras para llegar al sexto piso, y tardaría un poco más en llegar a la habitación 262. El lugar que compartía con Ouma.
Una sensación amarga se instaló en su estómago y fue subiendo hasta su pecho. Ah. Después de todo lo que ocurrió esa tarde, él todavía no quiere ver a Ouma. No está preparado para escucharlo hablar de nuevo sobre lo que sucedió en la cafetería. Realmente no quiere escuchar a Ouma recordándole que huyó de ahí con tal de no responderle —era como un niño patético que ni siquiera podía defenderse por su cuenta. Y era probable que Akamatsu, quien se habrá quedado a sermonear a Ouma por sus palabras, haga que su imagen de niño patético solo sea más fuerte—. Pero Shuichi sigue sin querer hablar de eso. No quiere admitir en voz alta que Ouma tiene razón y él tiene un problema por ser, tal vez, demasiado permisivo con las personas.
Es por eso que la gente nunca te toma en serio y pasa siempre de ti.
Shuichi se muerde el interior de la mejilla. E ignorando sus pensamientos, se apresura a llegar al pequeño lugar que los dos comparten.
Cuando está frente a su puerta, él suspira antes de meter la llave en la cerradura. Se prepara mentalmente para un incómodo silencio, antes de que las burlas o palabras de Ouma llenen ese lugar. Como siempre. Sin embargo, solo es recibido por el salón oscuro y todo silencioso. Shuichi se asoma un poco al pasillo, no parece haber luz en el cuarto de Ouma.
Tal vez Ouma-kun no ha llegado aún, pensó, y le sienta bien saber que no habrá conversaciones incomodas esa noche —tal vez mañana, pero no esa noche—. Se volvió para ordenar sus zapatos en el genkan y cerrar la puerta como correspondía. Ouma siempre solía recordarle sobre cerrar la puerta —o un asesino podría entrar, pero eso es obviamente una mentira. Kokichi se reía mientras hablaba de lo interesante que sería que ocurriera un caso, pero Shuichi no estuvo seguro de si iba en serio o no—.
Fue a su habitación para dejar el móvil cargando, tomó su computadora sobre el escritorio y la taza que usó para su café esa mañana. Dejó las dos sobre la mesa de la sala común, y dando un rápido vistazo a la hora, pensó que podría darse un baño tranquilo ahora que Ouma no estaba en casa.
Una vez salió del baño, Shuichi se sentía mucho más ligero, más tranquilo, incluso más relajado. Era uno de esos breves momentos donde podía pensar con más claridad y no fijarse tanto en los problemas que solían atormentarlo todo el día. Pensó por un momento que podría hacerle frente a Ouma, sin dejar que sus palabras causaran algo en él.
Y ahora que pensaba en él, Ouma seguía sin llegar. ¿No vendrá a cenar hoy? Pensó, y se sintió un poco preocupado al recordar que él no ha comido nada en todo el día. Se dirigió a su habitación, esperando ver un nuevo mensaje de Ouma en su móvil. Y frunció un poco el entrecejo al ver que no, que no había enviado nada desde su mensaje de ayer, donde le decía que había intentado cocinar y terminó quemando la residencia —lo que fue bastante preocupante, aunque haya sido una mentira al final—. Ouma podría enviarle mensajes solo para molestarlo, pero el resto del tiempo, parecía pasar de él.
Es por eso que la gente nunca te toma en serio y pasa siempre de ti, Saihara-chan.
Shuichi se detuvo a pensar en sus palabras nuevamente.
Porque, a pesar de las severas palabras de Ouma, a pesar de que fue cruel con Akamatsu y fue bastante directo —y sorprendentemente honesto— con él, ¿no fue debido a él que Ouma parecía tan irritado con Akamatsu? Debido a que ella no le dejó hablar por su cuenta, debido a que él mismo parecía hasta indignado por el trato que le daba Kaede, Kokichi se molestó. ¿Se molestó por mí? Eso no sonaba a algo que Kokichi haría, pero era una posibilidad. Aunque muy pequeña —y sin demasiado sentido—.
Me preocupo por ti, ¿sabes?
Shuichi llevó una mano sobre su barbilla. Realmente, las intenciones de Ouma seguían siendo un misterio. Dependiendo de cómo lo viera, podía ser alguien lleno de malicia, alguien que solo buscaba molestarlo dando golpes directos donde más dolía. Pero por otro lado, ¿podría ser que Ouma solo se preocupaba y trataba de ayudar? A su manera, claro.
El móvil vibró en sus manos antes de que Saihara pudiera llegar a una línea de pensamientos más profunda. Encendió la pantalla, tenía un montón de mensajes de Akamatsu —pero honestamente, no quería hablar con ella ahora—. Ningún mensaje de su compañero de cuarto —lo que a este punto, ya empezaba a ser preocupante. Ouma no solía llegar después de las ocho—. Su lista de mensajes era encabezado por uno de sus compañeros de la clase de criminología.
Shuichi pulsó el primer mensaje.
De: Atsushi M.
Entonces, ¿te enteraste de que cambiaron la hora de entrega del jodido informe?
Ese profesor me tiene hasta los cojones con sus cambios de último momento. ¡Ya es la puta tercera vez!
¿Qué?
Shuichi revisó rápidamente su correo, el mensaje más reciente había llegado hace dos horas. Era el nombre de su profesor, junto a un aviso sobre adelantar la entrega de un informe del cual Shuichi no ha escrito absolutamente nada coherente. Y solo tiene tres horas para hacerlo.
Mierda, mierda, mierda…
Se apresuró en sentarse frente a la computadora portátil, abrió la nube y comenzó a descargar el archivo reciente de Word. Shuichi golpeó la mesita con sus dedos, un golpeteo impaciente y constante, mientras veía el archivo descargarse con una horrible lentitud. Chasqueó la lengua, nunca había tardado tanto en descargar algo y justo ahora le estaba dando problemas.
Tienes que estar bromeando, Shuichi casi suelta un gruñido cuando después de tres minutos de esperar, el archivo le mandó a error. No tenía tiempo para reintentar y, de todos modos, solo había hecho una introducción bastante pobre junto a un esquema de ideas generales. Podía… tenía que empezar de nuevo. Saihara abrió el archivo de Word y le dio a nuevo documento; ajustó la fuente, el tamaño de las letras y el espaciado entre líneas y comenzó a escribir.
Su cabeza estaba tan saturada de todo tipo de información que no sabía cómo ponerlo en orden. Incluso si sabía lo que tenía que escribir, no podía darle un orden lógico a todo esto. ¿Debería empezar por esto… o por lo otro? ¿Qué es lo que debería detallar, en qué se tiene que enfocar? No le ayudaba saber que tenía un límite de tiempo. Tres horas no son suficientes. No para él.
No. No puede excusarse. Tuvo el mismo tiempo que todos los demás para hacer esto. A él también lo había tomado por sorpresa todo ese cambio de planes, porque se suponía que tendría más horas para prepararlo. Se suponía.
Ah. Shuichi se muerde el labio cuando se da cuenta que ese desarrollo de sus párrafos no está funcionando, se ve obligado a borrar la mitad de las páginas.
Escribir un informe con la presión del tiempo es un constante teclear y borrar y volver a teclear lo mismo. Pero de alguna u otra forma, Shuichi se las ha arreglado para llegar a la conclusión. Él intenta releer los primeros párrafos del desarrollo, solo para descubrir que lo que está escrito no tiene ningún sentido para él. Incluso si está gramaticalmente correcto, incluso si tiene toda la terminología que él ha repasado una y otra vez, la cabeza de Shuichi no podía darle ningún sentido.
Estaba exhausto. Su mente se había quedado en blanco. Shuichi se muerde el labio con fuerza al notar que ya solo le faltaba una hora para terminar, revisar y enviar. Sus dedos se congelaron frente al teclado al comenzar a pensar que no tenía sentido continuar. De todas formas voy a fracasar en esto, se dijo, no tiene sentido intentarlo. Este informe tampoco tiene sentido.
Él no podría lograrlo. Shuichi no sentía que sería capaz de lograrlo.
Soy un inútil.
Sintió que le picaban los ojos, y antes de darse cuenta ya estaba llorando frente a la computadora. Frente a su informe a medio terminar. Se sentía tan patético ahora mismo. Por ser incapaz de escribir una conclusión adecuada para su informe de criminología. Se sentía patético por no ser capaz de hablar con Akamatsu sobre lo molesto que podía ser que siempre respondiera por él, como si estuviera obligada a cuidar de él o algo, como si ella fuera su madre y no su mejor amiga. Y se siente patético por haber huido de la cafetería, por haber huido de las palabras de Ouma en lugar de enfrentarlo.
Se siente patético por dejar que cada pequeña cosa le afectara, al punto de hacerlo sentir ahogado.
Inútil, inútil, inútil.
Un sollozo escapó de sus labios antes de que pudiera evitarlo. Dios. Realmente era patético. Es por eso que la gente pasaba siempre de relacionarse con él. Porque se veía débil, porque no se tenía confianza, porque era un inseguro que pasaba de los demás pero odiaba que pasaran de él. Shuichi lo sabía. Pero no dejaba de dolerle el ser consciente de eso.
—¿Saihara-chan?
La voz que vino del pequeño pasillo lo sobresaltó, el salón estaba oscuro, y estaba tan ocupado llorando sobre sus tontos problemas que no se dio cuenta de que Ouma estaba ahí. Le sorprendió no haber escuchado la puerta, pero un rápido vistazo a Ouma le dio a entender porque. Ouma estuvo en casa todo ese tiempo, encerrado a oscuras en su habitación, se da cuenta por su cabello despeinado y sus pantalones holgados de pijama con motivo de uvas, su camisa rosa cubierta por el suéter púrpura que le queda demasiado grande a su cuerpo.
Saihara se limpió los ojos, pero las lágrimas no se detenían.
—Hey, Saihara-chan, ¿estás...?
Apretó los dientes, porque —joder— lo que menos necesitaba ahora era que Ouma se metiera.
—¡Déjame solo, Ouma-kun!
Kokichi se detuvo un segundo, sorprendido por su repentino arrebato —incluso si no fue la primera vez que le gritaba, se sintió diferente para él—. Y por un momento, Shuichi pensó que él volvería por sobre sus pasos y se encerraría en su habitación. Que pasaría de él. Y podría volver a llorar, a oscuras, por su patético e inútil yo que gustaba hacer demasiado grande sus pequeños problemas. Sin embargo, Ouma fue a su lado, arrastrando sus pies descalzos con lentitud.
Enterró su rostro sobre su antebrazo, no necesitaba que Kokichi le dijera lo patético que era por llorar por tonterías —él sabía que lo era—. La sola idea de escuchar la risa de Ouma le hicieron sentir sin aliento, su estómago se revolvió y pensó que en cualquier momento comenzaría a hiperventilar. Su sorpresa fue cuando Ouma tomó sus manos, y las apartó con suavidad.
—Saihara-chan —dijo, un poco más bajo que su habitual tono ruidoso. Sus manos parecieron temblar unos segundos, como si esto fuera difícil para él también, pero se detuvo al tiempo que sus pulgares hacían círculos sobre sus manos mientras se ponía de cuclillas frente a él—. Hey, vamos a hacer unas cuantas respiraciones, ¿está bien?
Shuichi se atragantó por un momento, pero asintió. Las manos de Ouma eran extrañamente cálidas. Se sentía bien, especialmente contra sus manos frías.
—Muy bien, primero inhala. No sueltes el aire todavía, Saihara-chan. Aguanta un poco… y ahora suelta, despacio. Bien, así. ¿Crees que puedas hacerlo de nuevo?
Asintió pese al temblor de su cuerpo. Él continuó de esa forma hasta que su cuerpo dejó de estremecerse, su corazón dejó de latir acelerado y las lágrimas finalmente se detuvieron.
—Hey, Saihara-chan, ¿sabes cuál es la constante más importante de las matemáticas? —Ouma preguntó, con una sonrisa más suave que las que solía darle siempre—. No lo pienses demasiado, solo necesito ayuda con una tarea. Aunque eso podría ser una mentira.
Shuichi suspiró.
—Eso… sería Pi, ¿verdad?
—Correcto, Saihara-chan. Ahora, ¿crees que puedas ayudarme a recordarlos? —Kokichi ladeó el rostro—. Quiero distraerte de esa cabecita tuya, pero contar de uno en uno suena muy aburrido. Así que vamos a hacerlo con la máxima dificultad, ¿sí? —él no entendió muy bien a lo que se refería, pero no tuvo tiempo de preguntar cuando Ouma continuó—. ¡Yo empiezo! Tres coma…
Parpadeó unos segundos, sorprendido de que Ouma estuviera realmente intentando ayudarlo de alguna manera —a su manera—. Y también le dio gracia su forma de ayudarlo —nadie lo había intentado calmar de esa forma. Lo común eran palmaditas en la espalda y falsas promesas de todo estará bien, ¿no?—, realmente no esperaba que Ouma sacara una constante matemática para distraerlo. Pero… lo agradecía. Eso era mejor que seguir llorando como hace un rato.
Shuichi musitó, luego de unos segundos:
—Catorce…
—Quince~.
—Noventa y dos…
Shuichi se perdió después del segundo setenta y nueve, pero estaba genuinamente sorprendido de ver que Ouma, de no ser por su error, podría haber seguido contando los decimales de dicha constante. Su memoria era increíble, de eso estaba seguro.
—¿Estás mejor ahora, Saihara-chan?
—Sí, me siento más tranquilo ahora. Gracias, Ouma-kun.
Kokichi soltó sus manos apenas terminó de agradecerle. Y él solo puede pensar en que le hubiera gustado sostener sus manos un poco más. Era cálido, más cálido de lo que Saihara habría esperado de Ouma.
—No tienes que agradecerme —soltó entonces, entre pequeñas y fingidas risitas—. Después de todo, ¡es mi culpa que estés así, Saihara-chan!
—¿Uh…?
Antes de que pudiera preguntar, Ouma lo cortó con un desinteresado gesto de sus manos. Lo observó tomar uno de sus mechones de cabello, enredándolo entre sus dedos mientras miraba otro punto de la habitación. Si no fuera porque lo conocía —aunque no demasiado bien— Shuichi habría tratado de indagar más en ese gesto.
—Ah. No tienes que hacerte el desentendido conmigo, Saihara-chan. Mira, admito que me pase —dijo Kokichi, haciendo un puchero con los labios, sus ojos brillantes volvieron a enfocarse en Shuichi—. Lo de la cafetería estuvo fatal. Y sabes, usualmente no me siento así —Shuichi lo miró sin entender por un instante. El más bajo continuó: —Culpable, me refiero. ¡Aunque eso podría ser una mentira! —Ouma volvió a sonreír, con sus labios delgados y traviesos—. Insulto a Iruma-chan y a Kiibo todo el tiempo, con Saihara-chan no debería ser diferente...
Pero a pesar de sus palabras, Saihara pensó que él estaba mintiendo sobre estar mintiendo. Y la idea de un Ouma que se sentía culpable, al punto de encerrarse en su habitación con tal de no incomodarlo, calentó un poco su corazón. Siempre había visto a su compañero de cuarto como alguien malicioso y probablemente más como un mocoso molesto al que no debía quitarle la mirada de encima. Pero estaba equivocado. Esa era probablemente una de las facetas que Ouma le estaba mostrando.
Había más de Ouma de lo que habría pensado en un principio.
—Creo… que lo entiendo —murmuró Saihara, sonriendo un poco al ver que Ouma no pasaba de él. Todo lo contrario—. Pero no estoy molesto contigo, Ouma-kun. Es más bien, es conmigo que estoy molesto —Shuichi respiró profundamente, antes de continuar—. Porque… tenías razón. Incluso si me molestaba lo que Akamatsu-san hacía, nunca hablé con ella. Y estaba molesto porque sabía que tenías razón sobre mí y… —suspiró, notablemente cansado—. Supongo que todo se desbordó cuando me estrese más de la cuenta intentando terminar este informe…
Kokichi asintió, al principio con su expresión en blanco, observando y analizando la figura de Shuichi sentado frente a la computadora ligeramente iluminada. Su expresión cambió repentinamente, a una sonrisa un poco más grande —casi aliviada— mientras se dejaba caer sentado a su lado. Sus piernas rozaron las de Shuichi al estirarse, pero a ninguno pareció molestarle.
—Ah~ —dijo, se recostó sobre la mesa a medida que alargaba su suspiro—. Bueno, ¡es un alivio escuchar que no fue del todo mi culpa! Nishishi~ creo que podré dormir tranquilo esta noche. Gracias por liberarme de la culpa, Saihara-chan.
Shuichi le devolvió una sonrisa. Un poco extrañado por la forma en la que su estómago se retorció al ver la sonrisa que le dirigía Ouma.
—Sin embargo, sigue siendo mayormente tu culpa…
—O-ouch, no podías dejarlo así, uh —Ouma sonó herido, pero era claramente una mentira. Él estaba divertido al ver que Shuichi estaba recuperando algo de su confianza con él. Era agradable ver que Shuichi podía tener esos momentos de seguridad sin ocultarse con su sombrero. La pantalla de la computadora se iluminó, y una idea se cruzó en la mente de Ouma—. ¡Entonces, déjame compensarte por el mal rato, Saihara-chan!
—Eso suena como una mentira.
—Oh, ¡pero estoy siendo completamente honesto ahora! —Shuichi alzó una ceja, incluso si lo decía, no dejaba de sonar como una mentira—. ¡Vamos! Dijiste que estabas teniendo problemas con tu informe, ¿verdad? —él asintió en respuesta—. Pues soy especialista en entregar informes a última hora que obtienen toda la calificación. Puedes contar conmigo para revisar al menos la parte superficial de tu informe, Saihara-chan.
Shuichi estaba a punto de declarar eso como una de sus mentiras más grande de los últimos minutos pero, por alguna razón, eso no era algo tan imposible de creer. Sí algo había quedado claro en esas dos semanas de convivencia, era que Kokichi era una persona extremadamente inteligente —él lo veía por la forma que tenía para analizar a ciertas personas, o porque lo había escuchado hablar cuatro idiomas distintos solo para rebatirle un argumento—. Pero podía decir, en base a sus observaciones más recientes, que Kokichi solo era un poco denso para las relaciones sociales —pero quién era Shuichi para juzgar ese aspecto precisamente—.
Al final, le mostró lo que llevaba de su informe, girando un poco la computadora para iluminar el rostro de Ouma.
—Aún me falta la conclusión… —dijo.
—Bueno, puedes pensar en eso mientras te sirves algo de café —Kokichi se encogió de hombros, y lo apartó con pequeños empujones para quedar frente a la computadora—. Ah, y trae una panta para mí, es mi recompensa por ser el mejor compañero de cuarto que nunca tendrás.
Shuichi quería debatir eso último. Pero no quería entrar en una discusión que terminaría en ocuparles más tiempo. Especialmente cuando tiempo era lo que menos tenía si de verdad quería terminar este informe.
—No tienes que hacer eso…
—Saihara-chan —cortó Ouma, mientras lo señalaba con el ceño fruncido—, ¿de verdad crees que me iré a mí habitación ahora y te dejaré llorando como un bebé por quién-sabe-cuánto-tiempo solo porque me lo pides? —Kokichi da un rápido resoplido. A Shuichi le parecía innecesario especificar que estaba llorando como un bebé. Lo hizo sentir un poco avergonzado de su propia escena—. Porque si de verdad piensas eso, ¡seguro eres más tonto que Akamatsu-chan!
—No tienes que llamarla tonta, Ouma-kun —Shuichi suspiró, al tiempo que escuchaba un nishishi de parte de Ouma. Incluso si no le gustaba que insultaran a su amiga, lo dejó pasar solo esta vez—. Te lo encargo entonces…
—Nishishi~ ¡déjamelo a mí!
Pero Saihara realmente no quería dejárselo a él.
Si bien confiaba en que Ouma podría encontrar todos los errores de coherencia y cohesión a lo largo de lo que había escrito, nada le aseguraba que no volviera a burlarse de él —y la ansiedad se hizo presente ante la idea—. Después de todo, así era Ouma, ¿verdad? Él siempre encontraría la forma de burlarse de él, de hacerlo sentir inseguro y...
No, eso está mal. Shuichi se dice a sí mismo, esperando que la ansiedad disminuyera de su cuerpo. Si eso fuera cierto, entonces no habría un ambiente tan cómodo entre ellos ahora mismo —con Ouma jugando con los dedos de sus pies mientras lee cuidadosamente cada línea de su informe, borrando detallitos y tecleando puntos. En silencio, sin juzgarlo—. Ouma tampoco se había burlado de él por encontrarlo patéticamente llorando por no terminar un informe. Por el contrario, terminó por ofrecerse a ayudarlo.
Entonces… ¿Ouma-kun realmente se sentía culpable por lo que dijo? Eso era improbable, pero Shuichi no tenía que olvidar que Ouma también era humano. Él también podía sentir esa clase de cosas, aun cuando se esforzaba tanto en disimularlo. Y si hablaba en serio sobre compensarlo, ¿por qué se tomaría la molestia de hacerlo?
Shuichi lo observa de reojo.
Él realmente no puede entender lo que está pensando Ouma. Y no cree que alguna vez sea capaz de hacerlo. Sus ojos reflejan las palabras de su documento, parece estar bastante concentrado. Así que se lo está tomando en serio, pensó, Ouma-kun no busca molestarme ahora. Eso era inesperado. Pero… agradable.
Entonces él también puede verse serio en ocasiones.
Y ahora que lo veía en perspectiva, ¿acaso no era Ouma quien siempre lo sacaba de su aburrida rutina? El que lo hacía despertar un poco más interesado al preguntarse qué tipo de bromas Ouma estará preparando para él. El que le hacía olvidar el estrés de sus clases con conversaciones sin sentido mientras era obligado a jugar cartas en la sala común.
Ouma era un mentiroso y un bromista, pero ¿quién fue el que dijo que eso era algo malo? Sus bromas y mentiras nunca fueron con la intención de lastimarlo en ningún sentido —¿y no era la verdad lo que había herido a Shuichi esa misma tarde? No las mentiras de Ouma—.
Ah, realmente…
No puede evitar sonreír un poco al pensar que está conociendo un poco más a Ouma. Incluso si no tiene verdaderas pruebas sobre él.
—Saihara-chan, si te quedas observándome no puedo concentrarme —la forma en la que Ouma frunció los labios y arqueó las cejas hicieron que Saihara se sobresaltara. Oh, dios, ¿se había quedado observándolo? Shuichi se avergonzó al tiempo que Ouma soltó un gimoteo—. ¿T-tienes alguna queja de cómo hago mi trabajo? ¿Es por eso que estás tratando de matarme con la mirada, Saihara-chan…?
Las lágrimas se asomaron por los ojos de Ouma, y Saihara sintió que su pecho dio un salto alarmado. Levantó ambas manos en señal de calmarlo, sus nervios se deslizaron por sus palabras a medida que hablaba:
—¡No, no es eso! ¡Lo siento si se vio como si estuviera quejándome de tu trabajo, Ouma-kun!
Las lágrimas desaparecieron tan pronto como llegaron, y Shuichi aún se preguntaba cómo Kokichi tenía tal control sobre sus reacciones. Pero no tuvo tiempo para detenerse a pensar en eso, Kokichi ladeó el rostro, divertido.
—¿Entonces? ¿Por qué la mirada tan intensa, detective? —Kokichi se burló, y Shuichi fingió que el apodo no le hacía sentir un poco nervioso—. Sabes, no es común en ti mirar a los ojos por mucho tiempo, Saihara-chan.
¿Lo estaba mirando a los ojos…?
—No, supongo que no —Saihara musitó, llevando una mano a su cabeza para bajar una gorra que no tenía. Ah, se la habrá dejado en la habitación después del baño. Pero por alguna razón, no se sentía incómodo con Ouma. Se preguntaba por qué era así, cuando hasta hace un rato no quería siquiera hablar con él—. Lo siento, estaba distraído.
—Eh… —Ouma sonrió, presionando su mejilla. Sus ojos brillaron divertidos al añadir: —¿Estabas distraído pensando en lo adorable que soy, Saihara-chan? ¡Que atrevido de tu parte!
—Ah, sí. Supongo que adorable es lo que se ajusta bien a ti.
Kokichi parpadeó, sorprendido por un momento.
—¿Qué?
—¿Uh?
Entonces, reaccionó. Acabo de llamar adorable a Ouma-kun, pensó. Y ahora sí, las mejillas de Shuichi se pusieron completamente rojas. Se levantó rápidamente, tropezando un poco con sus pies adormilados al permanecer sentado tanto tiempo.
—¡Nada, no dije nada, Ouma-kun! Yo- ¡Voy por algo de café!
Y a pesar de que se apresuró a la cocina, él todavía podía sentir la mirada de Kokichi en su espalda. Ah, eso fue vergonzoso. Shuichi llegó a la cocina, con el estómago cosquilleando de la incomodidad. Y su mente se felicitaba mentalmente por haber arruinado el ambiente que tenían. Se arrepiente de haber hablado sin pensar —no porque haya mentido, pero sentía que ese tipo de cosas no deberían decirse con tanta tranquilidad. Especialmente no a un chico, siendo un chico—.
Puso a calentar el café, y abrió la nevera para sacar una de las bebidas azucaradas de Kokichi. Con la panta sobre su mano, volteó para observarlo de reojo una vez más —y tal vez sea la iluminación de la pantalla, pero pudo jurar que vio que sus mejillas tenían un color distinto al pálido habitual. Más rosa. Más como el color que toma al estar avergonzado—.
Mierda, incluso Ouma Kokichi podía ser lindo cuando podía, uh.
Shuichi volvió a mirar dentro de la nevera, descartando el pensamiento. Se dio cuenta de que aún quedaba algo de la cena de ayer; él no había comido nada desde el desayuno. Y le preocupa que Kokichi tampoco haya comido algo desde el día anterior.
—Sé que es algo tarde pero, ¿quieres cenar algo, Ouma-kun?
—¡Por supuesto que no! La comida de Saihara-chan es asquerosa y estoy bastante ocupado ahora —Shuichi rodó los ojos, esperando—. ¡Pero eso es una mentira! ¡El curry de Saihara-chan no es tan asqueroso!
—¿Puedo tomar eso como un cumplido?
—Bueno, ¡definitivamente no fue un insulto!
—Lo pondré a calentar entonces —dijo, mientras encendía la cocina. Un pensamiento fácilmente descartable cruzó su cabeza en esos momentos, y decidió tomar el riesgo y expresarlo en voz alta—. Por cierto, Ouma-kun, ¿estudias algo relacionado con la psicología?
Kokichi detuvo su trabajo, y levantó la mirada.
—¿Uh? ¿Qué te hizo creer algo tan tonto? Sabes que la psicología es súper aburrida, Saihara-chan.
—Solo… ¿se me ocurrió?, ¿podrías llámalo intuición? —musitó, ¿qué clase de detective decía cosas en base al instinto? Él. Él lo hacía—. Pensé que podría ser una posibilidad… porque, bueno, parecías saber muy bien como calmarme hace un rato.
—¡Para nada! Estaba muy nervioso y no sabía qué hacer para calmarte —Shuichi de inmediato supo que estaba mintiendo. Kokichi soltó un resoplido, mientras volvía su atención a la pantalla de la computadora—. De todas formas, ¿por qué el interés de saber a qué dedicaré el resto de mi pequeña existencia, Saihara-chan? Realmente, no es tu asunto.
Shuichi no podía discutir eso
—No, tienes razón —Saihara asintió, más para sí mismo que para Kokichi. Es cierto que la única razón por la que quería saber más era solo por curiosidad. ¿Era eso tan malo?—. Pero aun así estoy interesado en saber qué estudia mi compañero de cuarto.
Ouma parpadeó, su expresión en blanco seguía pendiente de las palabras en la pantalla. Shuichi retuvo un suspiro, pensando en que de nuevo no obtendría respuesta. Solo… pensó que se había acercado a Kokichi un momento, y que eso sería suficiente para obtener alguna respuesta honesta, pero al final-
—Psicología forense —Kokichi soltó de repente. Shuichi parpadeó, boquiabierto por unos segundos. Sabía que no estaba mintiendo ahora, pero no esperaba que Ouma se lo dijera finalmente. El más bajo resopló desde la sala—. Geez, bueno, ahora ya lo sabes, así que se acabó el misterio, ¡qué mal, Saihara-chan! Ahora que lo sabes… tendré que matarte —dijo, soltando una risita maliciosa—. Oh, bueno, eso podría ser una mentira. ¿O estoy mintiendo sobre estar mintiendo?
Shuichi suspiró, y a pesar de lo cansado que podría ser hablar con Ouma, sonrió.
—Entonces tenía razón, era algo relacionado con la psicología.
—¡Síp! ¡Buen trabajo, Sherlock! ¿Estas feliz ahora que se ha desvelado el misterio?
—¡Sí, mucho!
Kokichi se quedó en silencio unos segundos.
Entonces, resopló —tal vez avergonzado o tal vez solo demasiado perplejo de la sonrisa que le devolvió Shuichi—. Como sea. Shuichi se concentró en el curry, se sentía mucho más tranquilo ahora.
Sentía que conocía un poco más a Ouma, y eso, por alguna razón, lo hacía sentir feliz.
.
Shuichi terminó de abotonar la camisa blanca hasta su cuello, y una vez listo, cogió la chaqueta negra sobre la cama. Cuando terminó de arreglar su ropa, Shuichi se miró en el pequeño espejo que tenía en la puerta de su armario. Intentó aplastar el ahoge de su cabello, como de costumbre, pero seguía siendo inútil —ese cabello se levantaría siempre—. Y aunque no era muy notorio, las ojeras bajo sus ojos estaban ahí. Como un recordatorio de que anoche se había ido a dormir más tarde de lo acostumbrado, luego de pasar el tiempo restante terminando su informe con Ouma, y otras hora entre la cena y jugando juegos de mesa porque Ouma no tenía sueño —y ya que Saihara fue el causante de que se haya despertado, tendría que hacerse responsable entreteniéndolo un poco—.
Él suspiró, a pesar de eso, no se sentía demasiado cansado. Y tampoco se sentía molesto, no cuando la noche anterior fue divertida y le sirvió para no pensar tanto en lo que había pasado. Saihara miró la hora en su despertador, tomó su mochila y la puso sobre su espalda. Antes de salir, buscó la gorra con su mano sobre el escritorio. Pero no estaba ahí.
—¿Dónde…?
Shuichi la buscó sobre y debajo de su cama, tampoco estaba en su armario. Él habría jurado que la había dejado en el escritorio, siempre la dejaba en el escritorio, ¿por qué sería distinto esta vez? Shuichi recordó que ayer se dio un baño luego de llegar, tal vez la había dejado ahí. Con eso en mente, se dirigió a la puerta.
Shuichi tomo la manilla de la puerta, y se sorprendió cuando giró sin haberla desbloqueado antes.
—¿Dejé la puerta abierta…?
Eso era extraño. Él había jurado que la había cerrado antes de meterse a la cama a dormir. Shuichi frunció el ceño, por un momento pensó que Ouma le habría jugado una de sus bromas. Pero recordó que, cuando se vio en el espejo hace unos segundos, no tenía nada ridículo escrito en su cara. Que extraño. ¿Tal vez Ouma todavía no se despertaba? De otra forma, él no dejaría pasar ese descuido.
Saihara se apresuró al baño, pero aparte de la ropa sucia acumulada de Ouma —Shuichi intentó no prestarle atención a la ropa interior tan llamativa que resaltaba de entre todo su desastre—, no había nada como una gorra que llamase su atención.
No podía irse a clases sin su gorra, no estaba listo para eso. Reprimió un suspiro y fue a buscar a la pequeña sala común. Solo dio unos cuantos pasos, y escuchó el ruido de la televisión con la voz de la mujer que anunciaba el clima. Así que Ouma estaba despierto después de todo.
—Ouma-kun, ¿has visto mi gorra? No la encuentro por ninguna…
Ah.
Realmente…
—¿Eh? —Kokichi frunció el ceño, y se mordió la uña de su dedo pulgar mientras le daba una irritada mirada a la puerta del piso que compartían—. ¿Alguien le entró a robar a Saihara-chan? ¡Rayos! ¡Estos malditos chicos de la residencia seguro que no aprenden!
Por el tono de su voz, y la forma en la que frustración se filtraba en sus palabras, él podría haberle creído. Saihara sin embargo solo suspiró. Y observó su gorra sobre la cabeza de Ouma.
—Ouma-kun —Shuichi suspiró, con un deje irritado en su voz. Comenzó a acercarse, pero se detuvo al ver que Ouma retrocedía a cada paso que daba—. ¿Podrías devolverme mi gorra?
—Nishishi~ ¿es así como se piden las cosas ahora?
Oh, dios, él no tenía para estos juegos ahora. Paciencia, se dijo a sí mismo.
—Devuélveme mi gorra —repitió, Kokichi ensanchó su sonrisa cuando Shuichi continuó—, por favor, Ouma-kun.
—Oh, bueno, si me lo pides así —Kokichi se acercó, con la mano sobre su gorra y haciendo un gesto de sacarla de su cabeza—. ¡No me dan ganas de devolvértela, Saihara-chan!
Y se echó a correr, rápidamente, lejos de él. Lo siguiente que alcanzó a ver Shuichi al reaccionar fue que Ouma estaba fuera del pequeño apartamento compartido. La puerta abierta le estaba dando una invitación que él tomó sin dudarlo. Y comenzó a correr tras él, olvidando sus zapatos y sus nervios al ver que mucha gente los veía corretear en el pasillo. La gente lo estaba viendo. Pero Shuichi solo podía observar la figura del pequeño bromista que corría con su gorra por todo el piso.
—¡Ouma-kun, esto no es gracioso!
—¿¡Y por qué te ríes entonces, Saihara-chan!?
—¡Yo no…!
Ah, mierda. ¿Él de verdad estaba riendo?
Shuichi se vio obligado a perseguirlo el resto de la mañana. Disculpándose con la gente con la que chocaba en los pasillos cada vez que trataba de arrinconar a Ouma en una de sus tantas vueltas. Y aunque perdió su primera clase por todo ese rodeo, al menos pudo obtener su gorra de vuelta —junto a la promesa de que seguiría insistiendo en robar su gorra—. Shuichi aprendió un par de cosas ese día que más tarde agregaría a su lista mental de cosas que hacían a Ouma tan misterioso.
Por alguna razón, Ouma sabía cómo abrir puertas sin necesidad de una llave. Lo que significaba, que ya no tenía sentido cerrar la puerta, y que Ouma podría invadir su privacidad cuando le diera la gana.
Ouma tenía un amigo en la habitación 292. El chico de cabellos verdes que no dudaría en llamar la atención de Ouma para que dejara de correr en el pasillo y dejara dormir a los que tenían que estudiar durante la noche. Amami Rantaro, se llamaba. Parecía ser más cercano a Ouma de lo que había visto de sus anteriores amigos.
Ouma tenía un buen sentido de la moda y ropa interior colorida —Shuichi tachó esto un segundo después de haberlo pensado—.
Definitivamente, vivir con Ouma era bastante difícil.
Pero Shuichi pensó que quería seguir conociendo a Ouma Kokichi. Su compañero de cuarto era más de lo que mostraba, él no era solo mentiras y bromas, risas y lágrimas de cocodrilo. No era solo mentiras y mentiras e intenciones fácilmente mal interpretadas.
Quiero conocer al verdadero Ouma-kun.
Y junto a ese pensamiento, Shuichi pensó que cambiar su rutina un poco, tampoco era el fin del mundo.
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.
.
III
—Cuando dijiste que estabas ocupado, pensé que lo decías en serio.
—¡Eso fue una mentira, por supuesto! Ya pasaba por aquí cuando enviaste el mensaje.
Kokichi frente a él solo suelta un ligero nishishi, mientras le extiende la libreta de sociología que había olvidado en su escritorio esa mañana. Acomoda un mechón de su cabello tras su oreja, y Shuichi finge que no se da cuenta de la ligera mueca de sus labios que contiene un suspiro, ni del sudor que nace desde su frente. Tal vez Kokichi no lo admita —porque es un mentiroso—, pero Shuichi es bueno observando. No por nada espera convertirse en un buen detective. Él se da cuenta de que su apariencia dice más —y es más honesta— que lo que se desliza por sus labios.
—Entonces, ¿tengo que fingir que no me estás mintiendo ahora y que definitivamente no viniste corriendo a dejarme la libreta que olvidé?
Kokichi soltó un resoplido, obviamente no muy divertido por ser leído con tanta facilidad. Shuichi dibujó una media sonrisa al ver que no se equivocaba, y tener razón en algo como eso, le hizo sentir bastante bien en el interior. Cuando recibió la libreta en sus manos, Shuichi fingió que el roce de los dedos de Kokichi no le distrajo en lo absoluto —a pesar de que le gustaba pensar en lo cálida que eran sus manos, a pesar del frío que está haciendo durante el otoño, Kokichi siempre mantenía un calor corporal estable. Sus manos solían ser cálidas la mayor parte del tiempo, y Shuichi odia pensar en eso más de lo que debería—.
Pero ciertamente, Ouma puede mentir sobre todo. Pero no podría mentir sobre la calidez de sus manos.
—¡Saihara-chan ya no eres divertido! —soltó Kokichi, sus labios se fruncieron con fingido disgusto. Hundió sus manos en los bolsillos de su chamarra al sentir un poco de frío. La holgada chamarra universitaria púrpura con las mangas blancas era bastante holgada para Kokichi, pero él sabía cómo lucirla bien sin problemas.
Shuichi sonrío divertido al ver que Kokichi no negó su pregunta. Entonces, él realmente vino corriendo después de ver su mensaje. Y eso que había escrito específicamente que no debía molestarse si estaba muy ocupado, y aunque Kokichi dijo que lo estaba, aun así había venido por él. Eso era un gesto bastante lindo. Considerando lo lejos que estaba la residencia del actual salón de clases.
—Ah, por cierto —Ouma interrumpe sus pensamientos, sus dedos juegan con su cabello inconscientemente—, hoy llegaré un poco más tarde, así que no tienes que preocuparte por hacer la cena hoy.
Shuichi alzó una ceja.
—¿Has comido algo hoy?
—¿Has bebido algo que no sea café hoy? —Kokichi le respondió con otra pregunta, y Shuichi desvió la mirada. El más bajo extendió su sonrisa burlona—. Eres un adicto al café, Saihara-chan, ¡y eso no es una mentira! De hecho, eso es hasta preocupante, deberías dejar de beber tanta cafeína. ¡Vas a morir antes de que pueda matarte, Saihara-chan!
—No trates de cambiar el tema, Ouma-kun —Shuichi dijo, con su tono exasperado al notar las intenciones de Ouma—. Te esperaré para cenar. De todas formas, yo también llegaré un poco más tarde, así que no hay problema.
—¿Eh? ¿Saihara-chan llegará tarde? —Ouma parpadeó con curiosidad—. ¡Eso en realidad me interesa! ¿Tienes algo qué hacer hoy después de tu clase, Saihara-chan? ¿Tal vez una cita? ¿Saihara-chan tiene una cita?
Shuichi observó el brillo en los ojos de Ouma y la emoción de su rostro y de su voz. Fuera real o no, era una expresión que Ouma solía hacer muy a menudo, pero no dejaba de hacerle un nudo en el estómago y que se sintiera un poco culpable de no estar a sus expectativas.
—No es nada como una cita. Nada muy interesante en realidad, Ouma-kun —explicó Shuichi, con una sonrisa calmada—. Solo iré a hacer algunas compras al supermercado… es bastante aburrido, en realidad.
Ouma entrecierra los ojos, como si analizara sus palabras —y aunque Shuichi está incómodo con el contacto visual, no despega la mirada—. Al final, solo suspira.
—Eh, solo eso, vaya. Que inesperado y decepcionante —Ouma observó sus manos con desinterés, mientras continuaba—. Ah, pero mentí sobre algo, no es inesperado en lo absoluto. Supuse que hoy pasarías por ahí, ya que se acabó el café esta mañana.
Shuichi aprieta los labios ligeramente, bueno, sabía que era decepcionante pero tampoco había que decirlo sonando tan mal.
—Si estabas tan seguro, entonces ¿por qué preguntaste?
—¡Para hacerte perder el tiempo, por supuesto! Ya que vine hasta aquí al menos debía poder molestarte un poco —Ouma llevó sus manos detrás de su cabeza, sonriente—. Ah, aunque no sea mucho, me conformaré solo con eso por ahora. Entonces, ¡nos vemos más tarde, Saihara-chan!
—Nos vemos, Ouma-kun —dijo, cayendo nuevamente en cuenta de su libreta, exclamó—. ¡Ah, y gracias por traerme esto, Ouma-kun!
Ouma solo le devolvió la sonrisa, mientras agitaba su mano.
Cuando le dio la espalda, Shuichi no dejó de observarlo —y si le preguntaban por qué, él no sabría cómo responder—. Tal vez fuera porque Ouma llevaba el cabello recogido en una pequeña coleta y podía observar su pálida nuca desde la distancia. Él solo llevaba el cabello así cuando estaba en casa, probablemente estudiando o limpiando o distrayéndose con lo que sea que Kokichi considerara digno para divertirse. Después de todo, él odiaba estar aburrido —y él podía aburrirse realmente rápido—.
Kokichi probablemente estaba en lo suyo cuando decidió enviarle ese mensaje, preguntando si acaso tenía un momento para dejarle la libreta de sociología aplicada al delito porque se había dejado los apuntes sobre su escritorio y no tendría tiempo para ir a buscarla antes de que empezara la siguiente clase —y aunque han pasado cuatro meses y medio desde el inicio del segundo semestre, Shuichi aún puede llegar a sentirse un poco ansioso ante la idea de llegar tarde a una clase—.
Él no pudo evitar sonreír. Ouma lo había salvado otra vez. Tal vez debería agradecerle de alguna forma.
—Hey, ¿a quién estamos mirando, Saihara?
Shuichi se sobresalta por la pregunta, y mira a su lado a su compañero —y la única persona de la clase con la que actualmente hablaba— del curso de sociología. Atsushi entrecierra los ojos, confundido, mientras mira al pasillo vacío, y Shuichi al ver que Ouma ya ha desaparecido de su vista, solo niega con la cabeza.
—A nadie...
Saihara se pasa el resto de su clase preguntándose en qué momento Ouma llenó sus hojas de apuntes con algunos dibujos y notitas sin sentido —algunas cosas no cambiaban. Ouma seguía teniendo esas actitudes que lo harían ver como un mocoso molesto a los ojos de cualquiera—. Y en la última hoja, un simple recordatorio sobre comprar más panta con un dibujo de Ouma enseñando la lengua.
Shuichi no quiere admitir que ese recordatorio era innecesario, porque ya llevaba la lista de las compras y —oh, sorpresa— la bebida azucarada de Ouma estaba en primer lugar.
Cuando llegó al dormitorio por primera vez, pensó que sería muy difícil acostumbrarse a vivir con alguien como Ouma. Pero ahora, cuatro meses después, Shuichi se pregunta en qué momento fue que se había acostumbrado tanto a Ouma, al punto de pensar en él incluso cuando no estaba presente.
Sacudió la cabeza. No debería pensar en eso.
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Akamatsu lee la lista de las compras en voz alta, esa que Shuichi le pasó personalmente cuando vio que estaban tardando demasiado tiempo escogiendo un solo tipo de galleta. Si ella estaba sorprendida por la cantidad de dulces que estaban escritos en la lista, entonces no lo expresó en voz alta. Kaede termina de leer, y se relame los labios mientras balancea su cuerpo de una pierna a otra, cambiando el peso de su canasta de compras a la mano izquierda. Shuichi parece tan enfocado leyendo las etiquetas de las galletas que no se atreve a decirle nada.
Suspira, entre divertida y preocupada, y le da un pequeño vistazo a su reloj de muñeca.
—Lo siento por retrasarte —dijo Shuichi, con una sonrisita nerviosa. Kaede se sobresalta ante su repentino comentario. Pensó que estaba tan concentrado que no habría notado sus movimientos. Shuichi la mira de reojo, mientras lleva dos paquetes de galletas azucaradas con sabor a chocolate y vainilla, después de pasarse al menos tres minutos mirando los distintos paquetes de la estantería. Si eso no era ser dedicado, Kaede no sabía lo que era—. Sabes que no tienes que acompañarme todo el camino, ¿verdad? Quiero decir, si ya terminaste tus compras, puedes adelantarte, Akamatsu-san.
Shuichi señaló la canasta de Akamatsu. Y ella también le dio una rápida mirada.
Akamatsu solo llevaba lo que ahora encontraba necesario, sobres de sopa de distintos sabores y gelatina, junto a varias botellas de agua. Ella le devolvió una sonrisa, una que a pesar de cargar con una preocupación innegable, intenta ser optimista para Shuichi.
—Está bien, Shirogane-san probablemente siga dormida ahora —Shuichi quiere preguntar si estaba segura de eso, pero no quiere que su pesimismo arruine la sonrisa de Kaede—. No te preocupes. Mientras no tarde más de dos horas, puedo acompañarte, Saihara-kun.
Musitó una disculpa, llevando su mano sobre su cabeza para bajar una gorra que ya no usaba —han pasado meses desde que ha decidido dejar de usar su gorra, y aún tiene ese gesto involuntario de querer cubrirse con ella—. Y a pesar de que fue Kaede quien le invitó a hacer las compras ese día, él la estaba retrasando. Esperaba que Kaede tuviera razón y su compañera de cuarto siguiera dormida, sino se sentiría verdaderamente culpable por retrasarla.
—¡Bueno, finalmente terminamos con las galletas! —Kaede interrumpió, sonriente. Levantó la lista para seguir leyendo—. ¿Qué sigue ahora? Veamos…
—A decir verdad, quería comprar algo de pasta para la cena de hoy —dijo Shuichi, comenzando a arrastrar su carrito por el pasillo. Kaede comenzó a seguirlo, balanceando pequeña canasta—. A Ouma-kun le gustan los fideos largos, pero se nos acabaron hace unos días. Y lleva estos días comiendo solo ramen instantáneo porque no he tenido tiempo para cocinarle algo más —Shuichi frunce los labios ante el recuerdo—. Me preocupa que eso no sea suficiente. Ouma-kun sigue estando bajo el peso que le corresponde…
Shuichi se detuvo frente a la estantería de pastas después de girar en uno de los pasillos. Y buscó con la mirada la que era la marca preferida de Ouma —porque su compañero de cuarto tenía gustos realmente específicos cuando se trataba de la comida—, echó tres paquetes al carrito, sin poder evitar soltar una risita en el proceso.
—Creo que Ouma-kun se reiría si se entera que sé cuál es su marca de fideos favorita —dijo, más para sí mismo que para Kaede—. La gente normalmente no se fija en eso.
Kaede le devolvió la sonrisa, pensando en que la gente normal tampoco se fijaba tanto en lo que consumía.
Cuando pararon frente a los vegetales, Shuichi se quedó unos largos momentos meditando sobre cuales debería llevar. Se veían fresquitos y maduros, pero no podía darse el lujo de comprar demasiados. Además, Ouma no era muy bueno con los vegetales. En realidad, se podía decir que Ouma era todo un niño cuando se trataba de algo que no le gustaba. Él podría pasarse toda la tarde quejándose cuando encontraba algo que no le gustaba en su plato. Shuichi ya había pasado por eso un par de veces, y tuvo que soportar todo tipo de acusaciones; desde sus "¿estás tratando de matarme?" hasta sus llantos con lágrimas de cocodrilo con sus "Saihara-chan me odia" que se prolongaban más de lo que debería.
Shuichi tuvo que aprender a picar y a camuflar el sabor de algunos ingredientes para que Ouma pudiera comerlos sin problemas —y agradece ese consejo que le dio su tía, si no fuera por ella, probablemente todavía estaría en la etapa de "no comeré nada donde vea un vegetal, Saihara-chan"—.
Continuando con las compras, Shuichi llevó las mejores frutas que había encontrado. Pensando en que podría hacer un batido con ellas y darle de desayunar a Ouma antes de que tuviera que irse a su clase de peritajes psicológicos en víctimas. Compró botellas de agua y no tantas bebidas carbonatadas, porque pensaba que Ouma debía comenzar a moderarse un poco con el azúcar. Aun así, Shuichi compra cereales azucarados, de esos con colores que a Kokichi le gusta sacar de vez en cuando mientras espera que esté lista la cena.
Y la cantidad de cosas en el carrito solo va aumentando. Kétchup de la marca preferida de Ouma. Masa para tortitas para cuando Ouma tuviera ganas de comer algo dulce y ya no hubiera galletas. Algo de carne porque Ouma necesitaba comer más grasas y subir un poco de peso.
—Ah, tal vez también debería comprar algo de sopa. Por si Ouma-kun está solo y quiere preparar algo…
Solo entonces se da cuenta de la mirada de Kaede. Sus ojos entrecerrados lo observan con falsa discreción, y sus risitas escapan de sus labios.
Y no hace falta que Kaede le diga porque se está riendo.
Shuichi lo sabe. Porque no es tonto. Tal vez un poco ansioso y un poco serio, pero nunca un tonto. Él sabe lo que está diciendo. Es más que consciente que en los últimos quince minutos, mientras dan vueltas y vueltas en el súper mercado, se la ha pasado diciendo: Ouma-kun esto, Ouma-kun aquello. Demasiadas veces como para ignorarlo —y Kaede solo quiere decirle que es la primera vez que lo escuchaba hablando de alguien con una sonrisa como la que tenía—.
A Saihara le gustaría decir que es algo normal pero cuando piensa más en eso, se da cuenta que tal vez no lo es tanto. Kaede no habla tanto de su compañera de cuarto como él lo hace con Ouma. A Shuichi se le calientan las mejillas, y lleva su mano para cubrirse con una gorra que ya no está ahí. Aprieta sus labios, pensando en que sería adecuado decir en esta situación.
—Lo siento…
—¡No te disculpes, Saihara-kun! —dijo, dándole una suave palmadita en su hombro—. Pienso que es bastante lindo.
Saihara no pregunta a qué se refiere, porque cree que lo entiende.
Y realmente no es algo de lo que quiera hablar abiertamente con su mejor amiga en medio del pasillo de un supermercado. Así que cuando Kaede le recuerda que aún tienen que ir por su café, Shuichi agradece que dejen el tema así. Kaede no hace preguntas, y lo agradece. Porque él tampoco sabe cómo explicar lo que sucede.
Shuichi se mantiene un poco más silencioso el resto del camino. Ya había hablado demasiado de Kokichi por su propio bien.
.
Shuichi deja las llaves colgando en la puerta, justo al lado de las de Kokichi, que resultan tan llamativas por su llavero de oso blanco y negro. Se saca los zapatos usando sus propios pies para no tener que soltar las bolsas, y trata de ordenar —como puede— los zapatos en el genkan. Las zapatillas de marca de Kokichi están ordenadas a su lado, así que supone que ya ha llegado. Él estaba en casa más pronto de lo que había pensado.
Cuando entra a la sala, escucha el correr de la ducha y una melodía de fondo. Kokichi no lo hace muy a menudo, pero canta en la ducha cuando cree que Shuichi no lo está escuchando. Y para ser honestos, Shuichi no se siente capaz de decirle que en realidad sí que lo escucha cantar en la ducha. Porque eso implicaría admitir que lo escucha… bueno, en la ducha. Siente su rostro un poco más encendido de solo considerar lo que se podría mal interpretar de eso.
Deja las bolsas sobre el mueble de la cocina, y con la voz de Kokichi de fondo, se dedica a ordenar las cosas en la despensa. Se pregunta si Kokichi llegó hace mucho, dijo que llegaría tarde y sin embargo, ahí estaba. Pero ahora que piensa en eso, el comentario de Ouma pudo ser solo una mentira. O tal vez, solo se había desocupado antes de lo planeado. Lo que fuera, significaba que podía empezar a hacer la cena ahora.
Shuichi puso el agua a calentar, y volvió a la sala mientras se sacaba la chaqueta negra y la dejaba sobre el sofá, arregló las mangas de su camisa, subiéndola hasta sus codos, con tal de no ensuciarlas mientras cocinaba.
Observó el nuevo reloj que compartía mueble con el televisor. Era uno que Ouma había comprado el mes anterior en su visita a una tienda de antigüedades con Amami —el chico de la habitación 292, que comparte piso con un rarito de la antropología—. Calculó el tiempo en que tardaría el agua en hervir dentro de la olla.
Bueno, él aún podía desperdiciar unos minutos. Era viernes por la tarde, e incluso alguien como Shuichi quiere relajarse de vez en cuando —aunque no está seguro de si eso sea posible, considerando que Ouma Kokichi es su compañero de cuarto—.
Así que se sienta sobre el sofá, y enciende la televisión. En momentos así es que agradece que Ouma haya insistido tanto en contratar Netflix y dividir los gastos. Era mejor y más rápido que buscar en la televisión abierta y llenarse de todo tipo de publicidad cada cinco o seis minutos de programa. Usa el control para buscar en lo más reciente, pero a primera vista no hay nada que le llame la atención para ver.
Entonces decide que cualquier cosa está bien mientras pueda mirar algo mientras cocina la cena.
—¿Qué estamos viendo, Saihara-chan?
—Ah, Ouma-kun —dijo, se encogió de hombros al mirar la pantalla—, a decir verdad no estoy seguro de que…
Y a Shuichi se le corta la respiración.
Kokichi ladea la cabeza justo a su lado, parpadeando curioso y divertido por lo repentina que ha sido su reacción. Está inclinado junto a él, y Shuichi observa las gotitas de su húmedo cabello deslizarse por su frente, por sus mejillas, hasta su cuello y más abajo. Él tampoco entiende porque sigue el rumbo de esas gotitas, cuando debería apartar la mirada de él. Pero, la piel del torso desnudo de Ouma está un poco rojizo por el agua caliente, y Shuichi observa las gotitas que se deslizan desde su cuello hasta su pecho. Por un momento piensa en que le gustaría lamerlo. Pero aparta rápidamente el pensamiento a medida que su rostro se enrojece, se golpea mentalmente y retrocede al ver que Ouma espera qué diga algo.
¿Él dijo algo? Shuichi no lo sabe, sus ojos siguen desviándose hacía su cuerpo y él tiene que obligarse a mantener la mirada fija en su rostro.
Él no podía haber pensado en lamerlo realmente… —se muerde el interior de la mejilla, tratando de enfocar pensamientos coherentes—.
Mierda, mierda, mierda. ¿Qué estás pensando, Shuichi? ¡Pensar en lamer el pecho de tu compañero de cuarto no es nada adecuado!
Sabía que había estado pensando mucho en Ouma desde hace un tiempo, ¿pero pensar en él de esta forma? Eso era completamente diferente. Estaba a otro nivel. Un nivel que Shuichi no podría manejar ahora.
—O… Ouma-kun —dice, su voz suena más baja de lo que le gustaría. Traga saliva al sentir la garganta seca, y aparta la mirada—. ¿No puedes ir a ponerte algo?
—¿Oh-ho? ¿Te pone nervioso tenerme así, Saihara-chan?
Shuichi siente que le arden las orejas y el cuello. No es que lo ponga nervioso, precisamente. Pero definitivamente, tener a Ouma tan cerca con solo una toalla alrededor de su cuello y su colorida ropa interior cubriendo su cuerpo, lo estaba afectando de alguna forma.
—No —miente, Kokichi alza una ceja. Es consciente de su mentira—. Pero… no es bueno para tu salud que…
—¡Que aburrido! Esperaba una mejor reacción de ti, Saihara-chan —dijo Ouma, pero a pesar de sus palabras, su sonrisa permanecía intacta. Una sonrisa traviesa que solo hizo que Shuichi se estremeciera al saber que no podía ser algo bueno—. Después de todo lo que pasé para prepararme para ti…
—U-uh…
Saihara sintió a Kokichi moverse detrás de él, colocando sus pequeñas manos sobre sus hombros e inclinándose sobre él. Shuichi sintió el ligero peso de su cuerpo mojado apoyándose en su espalda, y con esa posición, él podía aspirar fácilmente el aroma de su champú. Si antes ya estaba nervioso, ahora sentía que su corazón en cualquier momento explotaría —esto no era bueno para su ansiedad—.
—¿¡O-Ouma-kun!?
Su espalda se sentía mojada, y podía sentir lo cálida que era la piel de Ouma. Cuando él comenzó a hablar, Shuichi sintió que su rostro no podía estar más rojo.
—Saihara-chan siempre está cuidando de mí, así que pensé en algo que podría hacer para él —Ouma murmuró, presionando los hombros de Shuichi—. Fue entonces que me di cuenta… que no me importaría si Saihara-chan hace lo que quiera conmigo.
¿Lo que quiera…?
Shuichi sacudió sus pensamientos. Aún podía sentir las gotitas húmedas cayendo sobre su camisa, y el aroma del champú de Ouma no lo estaban ayudando mucho a calmarse. Shuichi mordió el interior de su mejilla, para dejar de abrir y cerrar la boca como un idiota que no acababa de entender la situación actual.
Incluso si era un idiota porque no acababa de comprender la situación actual.
Lo peor era que, tener a Ouma apoyado sobre su espalda declarando que podía hacer lo que quisiera, justo después de que él tuviera pensamientos demasiado cuestionables sobre lamerlo y quién-sabe-cuanta-guarrada más hubiera pensado si no le hubiera puesto un alto, no lo estaban ayudando a calmarse.
Como, en lo absoluto.
Entonces Kokichi se apartó de él, y se alejó lo suficiente —como si algo de pronto le hubiera dicho que estaba muy cerca—. Llevó sus manos a sostener la toalla que sostenía alrededor de su cuello y soltó un nishishi bastante alto.
—¡Solo bromeaba! ¡Eso fue una mentira, Saihara-chan! —dijo, su voz estaba cargada de diversión—. ¡Ah, no puedo creer que realmente hayas caído en eso! ¡Eres todo un virgen, Saihara-chan!
Y Ouma se alejó entre risitas de su posición, volviendo al pasillo.
—¡Voy a cambiarme entonces, Saihara-chan!
Kokichi cerró la puerta de su habitación, justo en el momento que Shuichi se cubrió el rostro con las dos manos. Un grito interno invadió su cabeza mientras se llenaba de todo tipo de pensamientos frustrados. ¡Él solo estaba jugando conmigo! ¡Pero por supuesto que lo estaba! ¡Ugh! ¡Qué más estabas esperando! El corazón de Shuichi todavía estaba acelerado.
Shuichi suspiró, al momento en que llevó una mano sobre su pecho. Estaba demasiado exaltado.
Mierda.
Me voy a morir. Y el culpable será Ouma-kun.
Saihara sacudió la cabeza, y se levantó. Lo que sea que haya puesto en Netflix, comenzó a escucharse en toda la sala mientras el volvía para cocinar, concentrarse en eso le ayudaría a distraerse de lo que acababa de pasar.
Sin embargo, incluso si no quería pensar en eso, no podía negar lo que había sucedido.
No cuando había pensado tan seriamente sobre hacer algo tan inadecuado sobre Ouma. Si lo pensaba fríamente —lo que era algo difícil de hacer ahora— en realidad no debería sorprenderse. Siempre supo que Ouma era un chico con atractivo. Era pequeño y tenía un lindo rostro, era delgado y tenía una linda piel pálida que se enrojecía fácilmente. Shuichi lo sabe ahora que vio lo rojizo de sus hombros y de su torso debido al agua tan caliente. Era bastante lindo, y sus ojos púrpura podían brillar con tal inocencia que podías olvidar por un momento que ese niño era Ouma Kokichi, un mentiroso e insolente chico que le gustaba jugar bromas a cuesta de los demás.
Lo lindo de Kokichi se acababa cuando comenzaba a hablar. Porque de la boca de Kokichi solo salían mentiras tras mentiras tras mentiras, y comentarios que estarían mejor sin decir. Con una personalidad atrevida que no dudaría en aprovechar su apariencia para molestar a alguien. Como lo que acababa de suceder. Su espalda aún se siente húmeda por la presión del cuerpo de Kokichi, y aún siente su respiración caliente en su nuca mientras habla con un doble sentido demasiado obvio.
Shuichi toma en sus manos uno de los tomates, cuando cae en consideración de lo rápido que se aceleró su corazón en ese momento. Él no era lo suficientemente idiota para ignorarlo. Tenía problemas de ansiedad —y eso era obvio—, pero no tenía problemas al corazón y no había forma de que lo hubiera desarrollado ahora.
Entonces, la conclusión a la que llega es instantánea.
Le atrae su compañero de cuarto. Al menos físicamente. Y eso no es algo que Ouma tenga que saber.
—¿Necesitas ayuda con la cena, Saihara-chan?
Shuichi se sobresalta, los redondos y grandes ojos de Ouma lo observan desde abajo, y él no puede evitar hundirse en ese mar de púrpura y en esa sonrisa de labios delgados. No está muy seguro desde cuando no se incómoda al mirar a los ojos a Ouma, lo único que sabe es que podría pasarse más tiempo del que debería solo mirando sus ojos. Tratando de descifrarlo.
—Ah, puedes pelar las cebollas por mí…
—¡Okie-Dokie!
Él continúa pelando el tomate en su mano, observándolo de reojo. Las pequeñas manos de Ouma giran sobre la cebolla y quitan la cáscara a su alrededor. Su rostro concentrado y divertido mientras hace algo tan sencillo como ayudar —por primera vez— en la cocina realmente le parece adorable. Shuichi se muerde el labio inferior, mientras intenta concentrarse en algo más.
Sí. Definitivamente me siento atraído por él. Pero solo es eso.
Solo es eso…
Y se lo sigue repitiendo, aun así ¿por qué no se siente convencido?
—Entonces, Ouma-kun —Shuichi comienza para hacer algo de conversación, pelar cosas en silencio no le ayudaba si quería dejar de pensar en tonterías—. Dijiste que no llegarías a cenar hoy…
—Nishishi, bueno, ¡eso fue una mentira! ¿O no lo fue? —Kokichi dejó la cebolla en el mesón de cocina, y tomó otra de la bolsa—. Fui con Amami-chan y Kiibo a buscar un regalo para la perra de Iruma-chan, pero no tardamos demasiado —dijo, encogiéndose de hombros. Saihara asiente, un poco familiarizado con las caras de los amigos de Ouma. Él los ha traído algunas veces, pero Shuichi no habla mucho con ellos—. El cumpleaños de la puta es mañana y habrá una fiesta en la casa de Amami-chan. ¡Puedes ir si quieres, Saihara-chan! Amami-chan tiene una casa muy grande así que no le molestará una persona más.
Shuichi apretó los labios. Las fiestas universitarias siempre fueron algo ajeno a él, porque no solía salir mucho con las personas. Siempre se dijo a sí mismo que era por su apariencia aburrida y porque era de los que prefería quedarse estudiando en la biblioteca antes que socializar, pero a decir verdad es porque nadie se tomaba la molestia de invitarlo y Shuichi ya había perdido el interés.
La única fiesta a la que fue en toda su vida fue a sus quince años. Fue la primera vez que alguien que no fuera Kaede lo había invitado a un cumpleaños, y se pasó toda la fiesta sentado en un rincón preguntándose cuando volvería su madre para recogerlo.
Pensar en eso hizo que se sintiera un poco ansioso. La idea de ir a una fiesta con Ouma y terminar sentado en cualquier parte, rodeado de gente que no conocía, lo hizo sentir realmente mal. Y tampoco quería que Ouma pensara que era un chico aburrido —no, es probable que él ya piense eso—.
—Ah, no, gracias —Shuichi musitó, soltando un ligero resoplido—. No soy mucho de fiestas, Ouma-kun.
—Nishishi~ ¡Por supuesto que no! Saihara-chan probablemente se quede en casa a leer un libro y terminar alguna tarea pendiente.
Shuichi se sonrojó un poco. Eso era justamente lo que planeaba hacer. Ouma lo leía con tanta facilidad que llegaba a ser un poco preocupante.
—Bueno, la invitación está hecha de todas formas — Kokichi se encogió de hombros, ensanchando una sonrisa—. Ya sabes, por si te aburres de estar solo contigo mismo y decides ir a divertirte por una vez en tu vida. O puedes invitar a alguien aquí, Saihara-chan, ¡no te contengas! —y le guiñó un ojo, con un tono travieso ante su clara insinuación—. Aunque si vas a traer a alguien debes avisarme, así puedo prepararme un poco para cuando decida interrumpirlos, ¿o es eso una mentira?
Shuichi decidió ignorar eso último. No es como si él pudiera invitar a alguien para hacer lo que sea que Ouma este insinuando —él no era esa clase chico. Pero también acababa de darse cuenta de que le atraía su compañero de cuarto cuando él nunca pensó que eso pasaría, así que, ¿qué sabía él sobre la clase de chico que era?—.
Al final, solo suspiró.
—Lo tendré en cuenta, Ouma-kun.
—¿Lo de ir a la fiesta o lo de traer a alguien a pasar la noche?
—Lo primero —dijo, ignorando el resoplido de Ouma mientras le decía que era un aburrido—. Ah, Ouma-kun, con dos cebollas está bien, gracias.
—Okay —tarareó Ouma—. ¿Ahora qué, Saihara-chan?
—Puedes lavarlas y comenzar a cortarlas —dijo, esperando que no se notara la duda de su voz. ¿Ouma-kun sabe cómo cortar? Han vivido cuatro meses juntos, y aún no sabe si Kokichi es bueno para usar un cuchillo. La última vez que lo vio usando uno, fue para jugar un tonto y peligroso juego del cuchillo que no terminó muy bien para el dedo de Ouma. Recordar eso hacía que se preocupara más ahora, sobre todo al ver a Ouma silbando mientras balanceaba el cuchillo con una mano—. ¡Ah, Ouma-kun, ten cuidado con eso!
—¡Nishishi! ¡No te pongas tan nervioso por un cuchillo, Saihara-chan! ¡No voy a matarte! —y sonrió con malicia—, a menos que me des una razón para hacerlo. Nishishi~ ¡solo bromeaba!
—¡Ouma-kun! —Shuichi sintió que la ansiedad le comenzaba a subir desde la boca del estómago. Siempre le han enseñado que jugar con cuchillos es peligroso, es de sentido común. Porque Kokichi se aleja de todo sentido común. No deja de balancearlo y de hacerlo girar entre sus dedos peligrosamente—. ¡Ya es suficiente, Ouma-kun!
Lo que sucede después, es algo que Shuichi no comprende demasiado bien.
Al principio, Kokichi se estremece, su sonrisa se borra de inmediato al tiempo que suelta el cuchillo. La mano de Shuichi está manchada con jugo de tomate y se aferra a su delgada muñeca, apretando un poco por la preocupación causada anteriormente. Kokichi se aparta de él tan bruscamente que Shuichi no reacciona por un momento.
Solo sabe que Ouma parece asustado por un instante, y su expresión en blanco se hace presente al tiempo que observa su ropa blanca manchada con jugo de tomate. Shuichi espera en silencio a que Ouma diga algo, que haga un puchero con sus labios y diga con su voz infantil que Shuichi es un aguafiestas o algo por el estilo.
Pero Kokichi pasa de él. Lo siguiente que escucha, es la puerta de su habitación cerrarse.
Y Shuichi siente una punzada en el pecho, el tomate esta aplastado sobre su mano y Shuichi sabe que algo hizo mal.
Pero no acaba de comprender muy bien lo que sucede.
.
—Espera, espera, no puedo entenderte si no me explicas las cosas en orden, Ouma-kun.
Amami suelta un suspiro, mientras ve a Ouma frente a él dándole un sorbo demasiado grande a su té de boba, masticando los pequeños arándanos y las burbujas de tapioca. Él espera pacientemente, golpeteando la mesa con sus dedos, Ouma se toma su tiempo en beber, probablemente buscando las palabras para comenzar hablar de lo que le preocupa.
Eso era curioso. Considerando que Ouma no era el tipo de personas que buscaba a alguien más para hablar de las cosas que lo afligían. Él era más de solucionar todo por su cuenta o dejar las cosas pasar. Pero esta vez, Ouma fue a buscarlo para invitarlo a desayunar, diciendo que hacía un tiempo que no hablaban y que deberían ponerse al día —una mentira si Amami alguna vez había escuchado alguna—, y lo llevó a una cafetería no muy lejos de la residencia donde actualmente se quedaban. Ouma le había comprado un café y había empezado a hablar, llegó un momento en el que ni siquiera entendió lo que estaba tratando de decirle.
Tenía una idea, sin embargo. Pero necesitaba estar seguro.
Ouma se relame con gusto los labios, y balancea uno de sus pies mientras juega con la pajilla de su té de boba.
—¡Sabes que odio explicar las cosas dos veces! —dice, con un pequeño mohín en los labios. Amami suelta una risa mientras levanta las manos a modo de disculpa—. Ah, pero supongo que no tengo otra opción. Geez, Amami-chan, ¿por qué tienes que ser tan lento?
—Lo siento —dijo de nuevo, con risita que no parecía sentirlo en lo absoluto—. Entonces, ¿qué pasó entre Saihara-kun y tú?
Ouma frunció los labios, y entrecierra los ojos al ver que Amami sí lo había escuchado. Solo que quería que fuera más claro.
Pero si Ouma tenía que ser honesto, él también tiene la misma duda que Amami en estos momentos, ¿qué fue lo que pasó?
Ouma se debate entre decir que no pasó nada realmente, que con Saihara está todo bien. Como siempre. O decirle que algo pasó, que Saihara se enojó porque él estaba actuando como un crío —de nuevo— y a Ouma le frustró por un momento que su ropa hubiera quedado manchada con jugo de tomate. Pero ambas respuestas eran una mentira y una media mentira.
Pero en estos momentos, a Kokichi no podría importarle menos. Decir la verdad sería incluso más patético frente a Amami.
—Saihara-chan estaba actuando como un crío — soltó finalmente, inflando las mejillas infantilmente—. ¡Y sabes que no me gustan esos juegos, Amami-chan! ¡Tuve que darle una advertencia!
Amami rueda los ojos, y le da un toquecito con la punta del zapato en el pie para llamar su atención.
—Vale. Ahora, ¿Qué pasó realmente?
—¡Acabo de decírtelo, Amami-chan!
El más alto se encogió de hombros, y lo señaló:
—Mientes —declaró, y negó con la cabeza al tiempo que daba un resoplido—. ¿En serio pensaste, por un momento, que caería ante una mentira como esa? ¿Después de todos estos años?
Supongo que no, Ouma frunció los labios y se recargó contra la palma de su mano. Eso era lo malo de conocer a Amami desde hace tantos años. Y aunque él fuera su mejor amigo, aún le molestaba un poco que él pudiera leerlo como un libro abierto. Pero intenta convencerse de que eso no era algo malo, porque Rantaro nunca haría algo para incomodarlo o aprovecharse de él debido a su amistad.
—Amami-chan ya no eres divertido —masculló. Una sonrisa maliciosa se expandió por sus labios a medida que ladeaba un poco su cabeza—. Si sigues aburriéndome... no tengo otra opción más que matarte, Amami-chan.
Y Rantaro suelta una risa, mientras bebe un poco de su propio café, estaba más frío de lo que esperaba. Y a Ouma le irrita un poco lo calmado que luce pese a la amenaza de acabar con su vida, ni siquiera parecía nervioso, más bien acostumbrado. Eso era otra desventaja de ser amigo desde hace tanto tiempo. Las bromas sobre matarlo dejaban de tener sentido si no obtenía una reacción que valiera la pena.
Finalmente, Amami suelta:
—Es una lástima que pienses eso —dijo—. Pero, si es lo que quieres, entonces buena suerte hablando de estas cosas con Iruma-san y Kiibo-kun.
Kokichi boqueó por unos segundos, antes de inflar sus mejillas y agitar sus puños sobre la mesa infantilmente. ¿Hablar de cosas tan delicadas con esos dos inconscientes de robótica? ¡De ninguna manera! Y si no fuera porque Amami se escucha tan serio, Ouma se estaría riendo de la broma que acababa de soltar Amami.
—¡Dios! ¡Amami-chan eso fue una mentira! ¿¡C-cómo puedes pensar que yo podría atentar contra tú vida!?
Y antes de que las lágrimas de cocodrilo —obviamente falsas— se asomaran en sus ojos, Amami interrumpió.
—Ouma-kun, deja de intentar cambiar el tema —suspiró, ya un poco irritado de no llegar a ninguna parte—. Aún tenemos que preparar todo para la fiesta de Iruma-san esta noche. Así que, mientras antes terminemos, más rápido podrás distraerte de todo esto.
Bueno, en eso tenía un punto.
—Lo preguntaré de nuevo. ¿Qué pasó entre tú y tu compañero de cuarto? —y luego de pensarlo unos segundos, agregó un poco más serio—. ¿Saihara-kun hizo o te hizo algo?
¿Qué si hizo algo? Kokichi piensa que sí, que le hizo algo. Porque Saihara Shuichi es un compañero de cuarto increíble comparado con otros que Kokichi ha tenido anteriormente. Y no es que tenga mucho por donde elegir.
Kokichi es honesto consigo mismo y acepta que no es muy bueno para relacionarse con las personas.
A la mayoría de la gente se le hace tan fácil relacionarse con otros, abrirse a ellos con sus verdaderos pensamientos y emociones. Pero Kokichi no puede hacer eso —porque relacionarse con las personas era peligroso, y era más fácil mentir a todo el mundo y ser todo menos él mismo—. Sus mentiras constantes y bromas podrían ser un buen reflejo de eso, para mantener sus verdaderos pensamientos ocultos a la vista de cualquiera, y mantener a la gente alejada de su verdadero yo. De esa forma, nadie podría aprovecharse o chantajearle, estaría seguro. Sin embargo, Ouma miente con tanta frecuencia que incluso él mismo desconfía de sí mismo.
Así que, la idea de que alguien pueda ver a través de él realmente le aterra. Porque la verdad es que a Kokichi le cuesta demasiado trabajo confiar en la gente —incluso con Rantaro, quien era su mejor amigo, le costaba abrirse y dejar de mentir—.
Entonces, considerando la forma en la que era y trataba siempre de alejarse de los demás, no era de sorprender que sus anteriores compañeros de cuarto abandonarán tan rápido.
Su primer compañero fue un estudiante de astronomía. Alguien con unos cuantos problemas para contener la ira cuando recibía una de sus bromas, y alguien lo bastante ingenuo al creer en la mitad de sus mentiras aun cuando Kokichi se presentó a sí mismo como un mentiroso. Hasta el día de hoy, Kokichi piensa que si no fuera por lo rápido que escapaba y se escondía de él después de molestarlo, habría recibido un puñetazo en toda la cara. El estudiante de astronomía no pasó de las dos semanas.
Los siguientes tres no fueron demasiado diferentes. Caían en sus bromas y en sus mentiras, pero pasaban la mitad del tiempo encerrados en su habitación y fuera del apartamento, así que Kokichi no tenía muchas oportunidades para intercambiar palabras con ellos. Tampoco es que le interesara hacerlo. Eran aburridos. Personas predecibles y fáciles de leer. Kokichi hizo lo posible para que no durarán otro mes con él.
Y entonces…
Entonces llegó Saihara Shuichi a ser su nuevo compañero de cuarto.
Kokichi aún recuerda la primera vez que lo vio. En el momento que abrió los ojos, no mucho después de haber sufrido una de sus caídas por la falta de alimento. Y Kokichi se sorprendió por despertar en los brazos de un chico con bonitos ojos —pero su apariencia era tan aburrida, que si no fuera porque Saihara dijo ser estudiante de criminología, habría perdido todo el interés desde el inicio. Kokichi admiraba a los detectives. Así que tener cerca a alguien que aspiraba ser uno era, por lo menos, algo interesante—, y aunque las cosas no fueron del todo como lo había planeado, aún le sorprendía que Shuichi nunca le haya mencionado la broma del cambio de número, y que tampoco lo haya juzgado en voz alta cuando descubrió que la razón de su desmayo era por la falta de alimento.
Él solo se preocupó.
Se preocupó incluso después de que Kokichi bromeara con él de muchas formas posibles —y Kokichi odia admitirlo, pero le sentó bien que alguien se preocupara por él—. Shuichi fue el único que encontró sus bromas divertidas después de un tiempo. Y lo más impredecible de todo, fue como Shuichi intentaba siempre ver a través de sus mentiras. Ouma se presentó a sí mismo como un enigma, un libro cerrado para que nadie pudiera ver en él tan fácilmente, y Shuichi quería descifrarlo.
Y Ouma pensó, que si había alguien en el mundo que podría ver claramente a través de él, ese definitivamente sería Shuichi.
Cuando Kokichi quiso darse cuenta, ya habían pasado cuatro meses junto a Shuichi.
Al principio no podía entenderlo. Y siempre que veía a Saihara salir del dormitorio y volver por la tarde, con las bolsas de la cena, no podía evitar preguntarse: ¿Por qué Saihara-chan sigue aquí? ¿Por qué cuida de mí? ¿Qué está buscando Saihara-chan? La gente comúnmente se aleja después de un tiempo —a menos que estuviera buscando algo de Kokichi, pero Saihara no era esa clase de chicos, quiso pensar—. Pero incluso sus amigos más frecuentes no quieren pasar todo el tiempo con él porque Kokichi es alguien difícil de llevar.
Saihara-chan es inteligente, pero está haciendo algo estúpido si cree que podrá llegar a conocerme.
Pero ahora que se estaba comenzando a acostumbrar al ansioso chico de bonitos ojos —el que había tomado algo más de seguridad en sí mismo, el que dejó su gorra porque decidió que era el momento de hacerlo—, comenzó a sentirse más cómodo a su lado.
Pero eso no significaba que debía bajar la guardia.
Incluso si una parte de él quería que Shuichi lo conociera un poco más, no dejaba de ser peligroso. Saihara podía ser un mejor mentiroso que él, después de todo. Cayó en cuenta de que estaba tanteando un terreno desconocido para él durante la tarde del día anterior. Cuando vio el sonrojo que llegaba hasta las orejas de Shuichi, y sintió la tensión de sus hombros sobre la palma de sus manos. La boca del futuro detective se abría y se cerraba con nerviosismo, y sus ojos trataban de desviarse pero volvían a caer sobre su cuerpo, sobre las líneas de su cuello, de su torso, y las gotas que caían de su cabello.
Y entonces, Kokichi se vio reflejado en esos ojos dorados. Y tuvo que apartarse, porque sintió que se le quemaban las palmas de las manos y que algo no estaba bien con esa cercanía. No esperaba que Shuichi reaccionará de esa forma.
Él esperaba un grito nervioso, un ceño fruncido y que le tirara la chaqueta para cubrirse. Eso sería lo normal, lo más lógico de hacer. Pero el silencio que cayó entre ellos, por un momento le hizo pensar que Shuichi estaba revelando sus pensamientos más privados y los sentimientos que mantenía ocultos de sí mismo.
Ouma se sintió desnudo. Y no en el sentido literal de la palabra —y eso lo decía a pesar de que solo llevaba su ropa interior en esos momentos—.
Intentó que ese momento solo fuera algo de una vez, intentó no darle demasiada importancia y decidió fingir —como siempre— que Shuichi no lo hacía sentir como un desastre incapaz de poner en orden sus ideas. Quería que Shuichi lo descifrara. Pero tenía miedo de que Shuichi conociera más de él y no fuera capaz de manejarlo.
Y entonces, Shuichi tomó su muñeca, de un momento a otro y sin previo aviso. Y le hizo notar que había bajado la guardia a su alrededor, porque había permitido que el contacto físico se volviera aceptable y totalmente natural. Le hizo darse cuenta que se había vuelto más cercano a Shuichi. Lo suficiente para hacerle saber a Shuichi que estaba bien con su compañía, con su tacto y con sus palabras.
Ouma se sintió vulnerable por un momento. Y lo odiaba. Lo odiaba tanto.
—Bajé la guardia —dijo finalmente, y encogiéndose en su asiento, añadió—. Y odio a Saihara-chan por eso.
—¿Realmente lo odias, Ouma-kun? —Kokichi sorbió fuertemente el resto de su té de boba, fingiendo no escuchar las palabras de su amigo—. ¿Tienes miedo de que Saihara-kun te lastime?
Amami-chan es increíblemente perceptivo, pensó. En realidad, por mucho que Ouma lo pensara y diera vueltas sobre el tema, es justamente lo que Amami había dicho.
La idea de dejar que alguien más viera su verdadero yo y mostrarse vulnerable ante alguien más lo aterraba. Y Shuichi, quién era capaz de identificar sus mentiras y derribar cada muro que construía alrededor de él con sus mentiras, realmente lo asustaba. La idea de que decidiera abrirse a Shuichi y él lo terminara traicionando, era algo que no dejaba de picar en el pensamiento de Ouma.
Nada que Amami tenga que saber de todos modos.
—¿Uh? Por supuesto que no Amami-chan —Ouma hace un puchero con sus labios, y ladea su cabeza confundido—. ¿Por qué tendría miedo de algo como eso? ¡Saihara-chan es incapaz de lastimar a alguien!
—Bien, bien —Amami asintió, con una sonrisa. Si se dio cuenta de que estaba mintiendo, entonces no dijo nada sobre eso—. Entonces, cambiaré la pregunta. ¿Tienes miedo de lastimar a Saihara-kun?
Kokichi observó las gotitas que resbalaban en el vaso plástico de lo que era su té, tratando de pensar en una respuesta para Amami. ¿Miedo de lastimar a Saihara? Kokichi se mordió el labio. Quería fingir que eso no lo había hecho ya, que meses atrás no había hecho llorar a Saihara por culpa de sus palabras. Entonces, cambiando un poco la pregunta de Amami, ¿acaso no tenía miedo de lastimarlo de nuevo? Algo le decía que sí.
En realidad…
Tenía miedo de lastimar a Saihara tanto como temía que Saihara lo lastimara a él.
—Amami-chan estás haciendo demasiadas preguntas —Kokichi resopla un poco, los cabellos de su frente se desordenan un poco cuando vuelven a caer sobre su rostro. Aburrido, Ouma desvía su atención al resto de la cafetería—. Ah, ¿sabes qué? lo de antes fue una mentira. ¡No odio a Saihara-chan! ¡Pero estoy comenzando a odiarte, Amami-chan!
Rantaro alza una ceja por el comentario, y se encoge de hombros mientras oprime sus labios en una fina línea.
—Ah… eso sería un problema —declaró, sonando un poco decepcionado—. No me gustaría ser odiado por mi hermano pequeño.
El brillo en los ojos de Kokichi se hace presente en el momento que dejó escapar ese último comentario. Lo tengo.
—¡Entonces ya no más preguntas, Amami-chan!
—Está bien, está bien. Solo ten cuidado, ¿sí? —Ouma parpadea, un segundo después, puede sentir la mano de Rantaro sacudiendo su cabello—. Solo dime si te lástima, hablaré seriamente con él de ser el caso.
—No es lo tuyo sonar tan serio, Amami-chan —y aunque se ríe y trata de bromear, Ouma siente algo cálido bombardeando su corazón cuando la mano de Amami se aparta de su cabello. Puede sentir la preocupación de Amami. Sabe que habla en serio sobre enfrentar a Saihara si algo llega a pasar. Y aunque espera que algo así no suceda, aprecia el sentimiento—. Nishishi~ pero eso está bien, ¡me aseguraré de enviarte cuando quiera darle una golpiza a Saihara-chan!
Amami alza una ceja.
—No dije nada sobre una golpiza. Solo que iba a hablar con…
—¡Aburrido! —Ouma interrumpió, y aunque llamó la atención de varios en la cafetería, él no le dio importancia. Mordió la pajilla de su té, y sorbió un poco. Nada sala salió del vaso. Lo había olvidado. Él extendió el vaso plástico frente a Amami, y ensanchó su sonrisa—. Ah, Amami-chan, ¡quiero otro!
—Ni hablar —respondió, cruzándose de brazos—. No voy a consentir que sigas consumiendo azúcar por la mañana.
—¿Eh? ¡Por favor! —Amami estaba a punto de negarse una vez más, pero Ouma tenía un as bajo la manga. Hizo un puchero con sus labios, ladeó ligeramente su cabeza y miró a Amami a los ojos—. Por favor, hermano Rantaro.
Amami cerró los ojos y suspiró, un tanto exasperado mientras se desordenaba el verde cabello. Ouma sonrío cuando su amigo lo volvió a mirar de reojo y se levantó de la mesa para ir por otro té de boba. Él podía ser tan fácil de convencer a veces.
Kokichi sonríe para sí mismo cuando siente el móvil vibrar desde el bolsillo de su chamarra. Lo coge con desinterés, revisando los mensajes que ha estado ignorando desde hace un rato. Saihara le ha enviado tres mensajes en lo que lleva de la mañana, cada uno donde se mostraba más preocupado que en el anterior. Kokichi siente que el corazón se le encoge de culpa.
Y también, piensa que olvidó mencionarle a Amami lo que recientemente estaba sintiendo con respecto a Saihara.
Eso no es importante, Kokichi solo guarda el móvil, ignorando la mentira que se acaba de decir a sí mismo.
Cuando ve a Amami llegar con su segundo té de boba, Ouma decide que ya es momento de dejar de pensar en Saihara esto y Saihara lo otro. Y pensar en divertirse por un momento. Después de todo, él tenía una fiesta que tenía que ayudar a planear.
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Saihara se pasa el resto del día pensando en Ouma. Literalmente.
Y el libro que tiene sobre su cabeza, el que pidió ayer en la biblioteca antes de encontrarse con Akamatsu fuera del supermercado, parece decirle a Saihara que podría estar haciendo otras cosas. Como terminar de leer ese libro en específico como se lo había propuesto, avanzar con sus tareas pendientes de su clase de criminalística, o simplemente buscar algo que hacer en lugar de quedarse el resto de un día sábado pensando en su compañero de cuarto.
Pero incluso si lo intenta, Shuichi no puede evitarlo.
La noche anterior no pudo dormir bien. Preocupado porque Ouma no quiso cenar después de lo que sucedió, y le preocupaba que se fuera a dormir sin nada en el estómago. Pero cuando intentó disculparse desde el otro lado de la puerta, Ouma no respondió. Shuichi dejó de insistir después de cinco minutos sin respuesta. Pensó que se había quedado dormido.
No ha podido disculparse desde entonces. Y él quiere decirle que lo siente si lo hizo sentir incómodo o si fue demasiado brusco. Su intención nunca ha sido lastimarlo, y duda que alguna vez piense en lastimar a Ouma Kokichi a propósito. Sabe que Ouma usa sus mentiras para protegerse a sí mismo, y lo último que quiere hacer es darle la razón para que continúe haciéndolo.
Suelta un suspiro. Sobre la mesita frente al sofá, observa la pantalla de su móvil. Kokichi tampoco responde los mensajes —pero al menos sabe que está bien, porque los marca como leídos—. Así que incluso si sabe que está siendo ignorado a propósito, al menos Ouma sabe que lo siente por lo que sea que haya hecho para molestarlo. Shuichi decidió dejar de insistir. Él solo era su compañero de cuarto, no tenía derecho a exigirle una respuesta. No eres su padre para exigir nada, Shuichi, se dijo, además, Ouma-kun probablemente solo está divirtiéndose en la casa de Amami-kun.
Ahora, Shuichi se pregunta por qué no puede dejar de preocuparse por Ouma cuando ya sabe que él está bien. Tal vez porque sabe que Ouma tiene algunos problemas de alimentación pero, si estaba con Amami no debería preocuparse. Amami siempre parecía cuidar de él. De hecho, Ouma había salido con Amami esa misma mañana. Él era la persona más cercana a Ouma, más cercana de lo que era él, así que no tenía de qué preocuparse.
Pero en lugar de sentirse aliviado por eso, Shuichi siente que se le oprime un poco el pecho por una molestia que no debería sentir. No tiene que sentirse molesto por pensar en lo cercano que es Amami de Ouma. No debería sentirse celoso de Amami por estar cerca de Ouma.
—Ugh, ¡esto es ridículo!
Shuichi levanta el libro de su rostro, y se obliga a sí mismo a concentrarse.
Trata de ignorar el malestar y lo extrañamente solo que se siente en ese sofá sin su compañero de cuarto a su alrededor. Ouma se había vuelto una presencia constante en su vida; siempre escuchando sus berrinches infantiles o sus comentarios mordaces o sus mentiras frecuentes. Y piensa, seriamente, que ningún momento era aburrido con Ouma cerca.
Saihara podría decir que lo extrañaba un poco. Tal vez al punto de querer jugar una vez más cien rondas de piedra, papel y tijeras aunque sabía que Ouma tenía una forma para empatar siempre. A él no le gustaba perder el tiempo de esa forma, y si el juego fuera con cualquier otro, probablemente lo rechazaría. Entonces, ¿por qué Ouma hacía que no se sintiera como una perdida en lo absoluto?
—Deja de pensar en eso, Shuichi —se mordió el labio—. Deja de pensar en él.
Y ahora estaba hablando consigo mismo. Que lamentable.
Shuichi no podía evitarlo. Se preguntaba a qué hora llegaría Ouma esa noche.
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Cuando Shuichi abre los ojos, se siente desorientado por lo oscuro que está todo. El libro está en el suelo y su cuello duele horrores; no tarda mucho en darse cuenta de que se ha quedado dormido, y en el peor lugar posible —ese sofá era muy cómodo para muchas cosas, pero dormir definitivamente no era una de ellas—. Saihara hace crujir los músculos de su cuello, sus hombros y espalda. Le da un rápido vistazo a la hora en su móvil, y mira a su alrededor solo para notar que Ouma no ha llegado aún.
Y basándose en lo que ha visto sobre fiestas de adolescentes universitarios, tal vez no vea a Ouma hasta después de la una de la madrugada —y no sabe por qué eso le causa una sensación tan amarga—.
Shuichi suspira, y se levanta del sofá. El libro en el suelo tiene algunas páginas dobladas, y Shuichi lo levanta para dejarlo sobre la mesa, esperando que dejar el libro cerrado ayude a dejar las páginas como deberían estar. Suelta un pequeño bostezo, y se va a la cocina para preparar un poco de café, lo necesita para despejarse.
Eres un adicto al café, Saihara-chan.
Y Shuichi sonríe un poco, porque Ouma tiene razón —y casi siempre la tiene—.
La cafetera no tarda más de tres minutos en calentar, y Shuichi se sirve el líquido caliente sobre su taza. El aroma a café envuelve todo, y se siente un poco extraño no ver la mueca de Ouma mientras habla de lo mal que huele el café. Saihara se ríe de lo tonto que es. No ha visto a Ouma por un día y ya lo extraña. ¿Qué tan mal le hacía Ouma si no pasaba un día sin verlo y ya lo hacía sentir tan vacío?
Eso no está bien, Shuichi, se dice, mientras bebe un poco de café. Algo no está bien.
Que Ouma le atraiga físicamente no debería significar pensar en él todo el día. Pero no es solo eso. Ouma también lo atrae con sus mentiras, y lo invita a resolverlo. Y cuando Shuichi cree que está cerca de descubrir algo de Ouma, se escapa de sus manos. Como si fuera un criminal que no quiere darle las respuestas que está buscando. Como un detective, Shuichi quiere conocer al verdadero Ouma, quiere entenderlo, sin importar qué.
Shuichi vuelve a sentarse en el sofá, ahora en una posición cómoda pero no lo suficiente para caer dormido, sostiene su taza de café y toma el libro con su mano libre. Decide a volver a intentar leer el libro.
La novela lo sumerge lo suficiente para distraerse el resto del tiempo. El café hace unas horas que se ha acabado, y sus pies están fríos, pero no lo suficiente para querer ir por una manta. Solo cuando escucha el sonido de las llaves tratando de entrar en la puerta, es que Shuichi finalmente deja ese mundo escrito en páginas. Observa de reojo la puerta, escucha pequeños chasquidos desde el otro lado, y después de tres torpes intentos, la manilla de la puerta comienza a girar y Ouma entra felicitándose a sí mismo.
Su ceño se frunce un poco ante la luz del interior, y mira a Shuichi con ojos cansados y desenfocados, pero le dirige una sonrisa bastante torpe y pegajosa. Su apariencia tambaleante hace que Shuichi se levante rápidamente del sofá y se acerque a él. Ouma se está quitando los zapatos, pero apenas se puede sostener en pie.
—¿Ouma-kun? ¿Estás…? —y antes de que pudiera continuar, Kokichi suelta un pequeño hipido. Su rostro luce un poco más acalorado de cerca, y tendría que ser un tonto si ignorara el aroma impregnado en Kokichi ahora. El frunce los labios unos segundos, y decide preguntar finalmente—. ¿Estás ebrio?
—Síp. ¡Muy ebrio, Saihara-chan!
Sorprendentemente, eso no sonaba como una mentira. La forma en la que alargaba las letras de forma innecesaria y se reía hacía que le diera la razón fácilmente. Y se sintió un poco enojado por eso, ¿había venido a casa el solo en ese estado? Shuichi no puede evitar que la amargura burbujee en su estómago y el pesimismo revolotee en su cabeza. ¿Qué habría hecho si algo le hubiera pasado en su camino a casa?
Trata de sacudir esos pensamientos de su cabeza. No tiene sentido imaginar situaciones hipotéticas. Ouma estaba ahí —ebrio, luchando con sus zapatos y soltando quejas sobre eso—, y estaba bien.
—Pero, son menores de edad… —Shuichi explicó, negando con la cabeza—. ¡No es correcto que…!
—¡Geez, Saihara-chan! —interrumpió Ouma, señalándolo con el ceño fruncido—. ¿Qué importa si es correcto o no cuando ya lo hicimos?
Bueno, en eso tenía un punto. Shuichi se muerde el interior de la mejilla. Incluso si Ouma tiene razón, Shuichi no puede entender a los adultos irresponsables que dejaron a menores bebiendo solos. ¿Había adultos siquiera en esa fiesta llena de jóvenes universitarios? ¿O las fiestas era tal cual como las pintaban en las películas? Donde siempre hubo alcohol, tensiones sexuales no resueltas, peleas, apuestas y un momento incómodo gratuito para avanzar en la trama. De ser ese el caso, Shuichi esperaba que Ouma no saliera de la primera categoría.
Kokichi finalmente termina de quitarse los zapatos, y los deja en el genkan más ordenado de lo que Shuichi esperaría dado su estado.
—Nishishi~ de todas formas —comienza una vez más, sus palabras se deslizan con lentitud a medida que crece su sonrisa—. ¿Me estabas esperando despierto…? ¡Eso es tan lindo de tu parte, Saihara-chan!
—Ah, no realmente —dijo, las mejillas se le encendieron un poco al ver que sus acciones se pudieron mal interpretar un poco—. Estaba leyendo una novela y- ¡Ouma-kun!
Shuichi casi se muerde la lengua cuando se apresura en atrapar a Ouma. El genkan nunca había sido tan peligroso hasta ese momento —o bien Ouma era un descuidado por tropezar tan repentinamente—. Suelta un suspiro cuando lo sostiene, y sus pies se deslizan hasta el suelo para que Kokichi deje de moverse de una vez. Kokichi no tarda mucho en estirar las piernas y dejar su cabeza apoyada en su regazo.
—Nishishi~ —Ouma comenzó a reírse, eso le sacó un ceño fruncido al más alto—. ¡Buena atrapada, Saihara-chan! ¡Sabía que me atraparías!
—¡Deberías tener más cuidado, eso pudo ser peli…!
—¡Ya, ya! —interrumpió, levantando su brazo para darle palmaditas en la cabeza—. Nishishi~ buen chico, Saihara-chan.
Shuichi suspiró, avergonzado por las caricias de Ouma. Tomó su mano para apartarla de su cabeza, pero no se atrevió a soltarla —su mano estaba realmente cálida a pesar de que estuvo fuera gran parte de la noche—. Ouma entrecerró los ojos, luciendo más serio que antes.
—Saihara-chan —dijo, apretando los labios—. El mundo está girando.
—Estoy seguro de que lo hace —respondió, un poco más serio que de costumbre—. ¿Cuánto bebiste, Ouma-kun?
El más bajo arrugó la nariz ante la pregunta, y soltó un resoplido para apartar el cabello de sus ojos. Shuichi frunció los labios al sentir el olor del alcohol salir de sus labios.
—Solo agua, ya sabes, como los buenos chicos —dijo—. No deberías desconfiar de mí, Saihara-chan.
—No desconfío, pero eso definitivamente fue una mentira.
—¿Uh? ¿No sabías que los ebrios siempre dicen la verdad, Saihara-chan?
—Entonces, eres la excepción a la regla. Además… —Shuichi entrecerró los ojos—, si realmente solo bebiste agua no estarías ebrio en primer lugar.
Kokichi parpadeó unos segundos, y soltó una risita, una que desbordaba azúcar para sus oídos. Dios. Algo no estaba bien con eso. Shuichi se muerde los labios al encontrar esa risita tan encantadora.
—¡Ah, me descubriste! —soltó Ouma, relamiéndose los labios. Saihara esperaba que no se notara el sonrojo que eso provocó en su rostro. Como si no hubiera tenido suficiente con la risita de antes—. Eres muy inteligente, Saihara-chan. ¡Es por eso que eres mi favorito!
—¿Soy tu favorito?
—¡No lo sé! ¿Tal vez? —Kokichi río, girando un poco su rostro—. Pero definitivamente no te odio.
Es bueno saber eso, pensó, no quisiera que me odiaras, Ouma-kun.
Kokichi cerró los ojos, y soltó una respiración que había estado conteniendo. Por un momento, Saihara pensó que estaba quedándose dormido, lo que parecía ser una pésima idea —dormir en el suelo era mil veces peor que el sofá—. Observó a Ouma relamerse los labios de nuevo, y lo que antes le pareció solo una forma de molestarlo, ahora era distinto. Porque notó la pequeña herida en el labio inferior de Ouma.
No pudo evitar sentir curiosidad sobre eso.
—Ouma-kun, ¿qué le pasó a tu labio?
—Uh… —Ouma ladeó la cabeza, y abrió los ojos lentamente. Saihara repitió la pregunta al ver que no lo había entendido—. Oh, eso… mi amado novio lo hizo.
Shuichi frunció el ceño, y no pudo evitar sentir un extraño frío envolver todo su cuerpo. Él no entiende porque las palabras de Ouma hacen que su corazón se congele de esa forma, la decepción y la amargura se hacen presentes antes de que pueda pensar en una razón lógica para tal reacción.
Se le seca la garganta, pero aun así se atreve a preguntar.
—¿Novio…?
—Nishishi~ ¡Solo bromeaba! ¡Eso es una mentira! —por supuesto que lo era, pero eso no quitaba el hecho de que se sintió asustado por unos segundos. ¿Asustado por qué? Shuichi se repitió esa pregunta, tenía una respuesta, pero no estaba seguro de si fuera la correcta. Kokichi le dio un apretón involuntario a la mano que aún no soltaba—. Ah, no puedo creer que caíste por eso, Saihara-chan. ¡Vamos, piénsalo! ¿Quién querría salir conmigo?
—Yo querría hacerlo.
—… ¿Uh?
La respuesta fue inmediata, y Shuichi se sorprendió a sí mismo cuando se dio cuenta de que estaba hablando en serio.
—Es así, uh… —musitó Kokichi, ensanchando una sonrisa—. ¿Y qué? ¿También querrías besarme, Saihara-chan?
—Sí.
Ouma parpadeó, y entrecerró los ojos para ver el rostro tan serio de Saihara. No parecía avergonzado, ni mucho menos arrepentido. Ouma no tenía idea de donde se filtraba tanta seguridad en sus palabras, pero no le gustaba. Que Saihara dijera esas cosas calentaban su corazón y eso era algo que no podía permitirse.
Era más fácil simplemente fingir que no hablaba en serio.
—Saihara-chan no necesitas decir eso para hacerme sentir mejor —dijo Ouma, haciendo un puchero con los labios—. ¡Eres tan cruel! ¡Y eres un terrible mentiroso! Geez, ¿acaso no has aprendido nada sobre mentir estos últimos cuatro meses? Eso es lamentable, Saihara-chan, ¿¡para qué me he esforzado tanto entonces!?
Shuichi apretó los labios en una fina línea, pero no dijo nada. No iba insistir y hablar sobre eso. Menos cuando Ouma no estaba precisamente en su mejor momento.
Ouma se levantó un minuto después de no obtener respuesta, soltando su mano en el proceso, sus pies lo mantuvieron tambaleante unos segundos. Hizo una extraña mueca mientras se dirigía al baño.
Shuichi lo acompañó con tal asegurarse de que no tendría problemas con sus propios pies. Ya lo vio tropezar una vez, y no iba a arriesgarse de nuevo. Cuando llegó al baño, solo le bastó con asomarse al umbral para ver a Kokichi hundirse en el inodoro. Shuichi suspiró y se acercó a él, se puso de cuclillas y comenzó a sobarle la espalda, tratando de no mirar directamente o sentía que él también acabaría vomitando su estómago.
Honestamente, Ouma se veía como la mierda en esos momentos. Con el sudor frío sobre su frente, el olor a alcohol y a vómito de su boca, su cabello que estaba más desordenado que de costumbre, todo eso le daba realmente mal aspecto. A cualquiera se le habría quitado el encanto por este chico al verlo tan jodidamente lamentable. Pero no a Shuichi —y tal vez es porque finalmente notó que su atracción por Ouma no era solo por su físico—.
Y mientras se limpiaba la saliva de la boca, Ouma aún tuvo el descaro de sonreírle.
—Nishishi~ Saihara-chan, estoy seguro que con esto ya se han ido todas esas ganas que tenías de besarme.
Y parpadea, lo observa detenidamente, y le devuelve una sonrisa. Kokichi se ve como la mierda. Pero Shuichi sigue sintiendo una tibia sensación que se esparce por todo su cuerpo cuando piensa en él.
A Shuichi le sigue pareciendo la persona más brillante en toda su vida.
—Sorprendentemente, aún quiero hacerlo, Ouma-kun.
Y Shuichi no puede evitar apreciar ese sonrojo que se esparce en las mejillas de Ouma —el que desaparece tan rápido como aparecen sus risas burlonas, que lo acusan de ser realmente asqueroso por querer besar a alguien en esas condiciones—. Y mientras discuten sobre eso, lo entiende.
Finalmente lo entiende. La verdad que había tratado de evitar desde hace un tiempo, la que era tan obvia pero él no quería ver. Shuichi no era lo suficientemente estúpido para seguir negándolo. Él sabía cómo llamar a esos sentimientos.
Dios, pensó, divertido consigo mismo, ¿cómo no me di cuenta antes? Ouma-kun realmente me gusta mucho.
Y esa es la verdad.
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IV
Saihara Shuichi no podía concentrarse.
Y no es porque no lo estuviera intentando arduamente —llevaba toda la mañana sentado frente a su escritorio, tratando de concentrarse en sus apuntes y los libros—. Él aún tenía que dar los exámenes finales de sus asignaturas, así que dedicarse a estudiar arduamente era lo único que podía hacer. Incluso si la asignatura que estaba estudiando actualmente no se le complicaba en lo absoluto, Shuichi no podría sentirse tranquilo a menos que no estudiara lo suficiente. Lo hacía calmar un poco sus ansías —la idea de fallar sus exámenes acosaba su cabeza al punto de no dejarle dormir tranquilo—.
En cierto sentido, envidiaba a Ouma por eso. Él no parecía sentir en lo absoluto las ansías de tener exámenes el resto de esa semana, y en realidad, Shuichi no recuerda alguna vez donde lo haya visto actuar preocupado por sus exámenes —aunque tal vez mostraba esa preocupación cuando no podía verlo. Cuando se encerraba en su habitación más temprano de lo habitual, pero amanecía con ojeras más pesadas que las del día anterior—. Sin embargo, ahora que estaban en finales, Ouma estaba bastante tranquilo. Lo suficiente para estar riendo en la sala, mientras jugaba videojuegos con sus dos amigos.
Kiibo e Iruma comenzaron a venir bastante seguido desde inicios de Diciembre. Y Ouma tuvo el descaro de decirle que sus visitas se debían a que estaban en una cita de estudio, pero lo único que hacían el resto de la tarde era sentarse a jugar videojuegos y llenar de migajas la alfombra de la sala. Shuichi quiso decirle que no tenía sentido que dos estudiantes de robótica vinieran a estudiar con un estudiante de psicología forense, pero al final, decidió no hacerlo. No porque no tuviera sentido discutir con Ouma; pero estaba seguro de que la razón de que algo sin sentido le molestara, era porque quería ser él quien estudiara con Ouma.
Él tenía la idea de llenar la mesa de la sala con libros y libretas de apuntes, dos tazas de algo caliente, y pasarse el resto del estudio apreciando la sonrisa de Ouma mientras trata de confundirlo con los contenidos. Pero, ahora que piensa en ello, tal vez eso habría sido contraproducente. Su corazón no habría aguantado esa cercanía, y dudaba que su cabeza pudiera pensar en lo que debía estudiar si tenía a Ouma a su lado.
Shuichi suspiró, con una ligera tos. Su lápiz apretado entre los dedos había dejado de escribir, y honestamente, su mente estaba demasiado dispersa para recordar lo que estaba leyendo. Iba a empezar de nuevo, cuando escuchó la risa burlona de Ouma venir desde la sala.
—¡Ah, Kiibo, eres realmente inútil! —dijo, haciendo que el mencionado soltara un chillido frustrado. Ouma continuó, con la decepción en su voz—. Vaya, de verdad pensé que un robot daría más guerra que esto.
—¡Para empezar ni siquiera soy un robot! —exclamó, completamente indignado. Ouma soltó una risita al ver que no importaba cuantas veces tratara a Kiibo como una máquina, él seguiría reaccionando completamente indignado—. ¡Y, Ouma-kun, es robofóbico asumir que todos los robots son máquinas de guerra! No todos tienen las mismas funcionalidades.
—Sí, puedo notar eso —Ouma ensanchó su sonrisa—. ¡Porque para ser un robot, Kiiboy eres bastante inútil!
—¡Geh! ¡No tiene sentido discutir contigo, Ouma-kun!
Shuichi escuchó el nishishi de Ouma, junto a los gritos indignados de Kiibo y los insultos tan comunes de Iruma cuando trataba de defender a Kiibo —lo que, generalmente, terminaba empeorando las cosas—. No pudo evitar sonreír también, escuchar a Ouma divertirse siempre fue un alivio para él —lo tranquilizaba y hacía desaparecer sus ansias, lo que era bastante bueno—. Incluso si Ouma no dejaba de distraerlo con sus palabras, sus burlas y sus pequeñas risas, Shuichi no podría molestarse.
Realmente me tiene que gustar mucho si lo encuentro lindo y no molesto, pensó, al escuchar de nuevo las burlas de Kokichi viniendo desde la sala. Shuichi volvió a toser, sentía la garganta un poco más irritada desde esa mañana. Bajó su mascarilla dando un ligero suspiro, y bebió el resto del agua que quedaba en su botella —esa que Ouma amablemente le trajo cuando despertó, aun cuando Shuichi no dijo nada sobre necesitar agua para su garganta—. Se sintió más aliviado cuando dejo de beber, y volvió a levantar su mascarilla blanca.
El miró su libreta, aún le quedaba por estudiar algunos temas. Lo haría antes de ir por otra botella de agua, su garganta podría soportar una hora.
—Por cierto, Kiibo, tengo una pregunta sobre robots —interrumpió Ouma desde la sala. Shuichi apretó los labios al darse cuenta de que incluso si quería concentrarse, no podría hacerlo si no dejaba de prestar atención cada vez que Ouma hablaba.
—Sea lo que sea que vayas a preguntar me temo que no será adecuado, Ouma-kun.
Kokichi gimió, fingiendo estar herido por el comentario de Kiibo. Shuichi no podía verlo, pero en su mente, tenía perfectamente guardada la imagen del rostro indignado de Ouma.
—¡Que grosero! ¡Mis preguntas son lo suficientemente importantes para la robótica actual, Kiiboy!
—Eso suena como una mentira —señaló Kiibo, poniendo los ojos en blanco. Eso se ganó otro chillido de Ouma, y si no fuera porque Iruma estaba lo suficientemente concentrada en la pantalla del juego, habría soltado uno que otro insulto para callar a Ouma—. Pero supongo que está bien, pregunta.
—¿Los robots tienen pene?
Shuichi se atragantó con su propia tos; así que cuando Kiibo dijo que su pregunta sería inadecuada, tenía toda la razón para pensarlo. No acababa de entender como Ouma podía hacer preguntas tan inadecuadas con un tono de voz tan inocente. Kiibo tampoco tardó mucho en alterarse, pero la risa de Iruma fue lo suficientemente ruidosa para acallar el balbuceo de Kiibo.
—¿¡Q-qué clase de pregunta sin sentido es esa!? ¡Por supuesto que-!
—El mío sí que tiene —interrumpió Iruma, sonando más orgullosa de lo que debería—. ¡Y uno muy grande para-!
—¿¡I-Iruma-san!?
Ouma silbó, divertido, mientras hablaba con voz monótona.
—Ah, y ahí está. El comentario sucio y sin sentido de Iruma-chan —dijo, y continuó, haciendo énfasis en sus malas palabras—. ¿Por qué no cierras esa sucia boca tuya? Nadie quiere escucharte, puta, ni siquiera mi amado Saihara-chan quiere escucharte.
Él no esperaba ser mencionado. Y Shuichi sintió que el rostro se le calentó por aquel apodo. Mi amado, uh… no podía negar que ese apodo le hacía sentir bien, incluso si Ouma no lo decía en serio. Shuichi no era lo suficientemente tonto para ilusionarse, pero admite que se sintió feliz cuando Ouma comenzó a llamarlo de esa forma.
—¡Ja! ¡Shyhara sería muy afortunado de escuchar a hablar a una hermosa rubia genio como yo! —declaró, irritada. Luego de unos segundos, Iruma volvió a abrir la boca—. Hey, ¿dónde está él?
—Saihara-chan dijo que no quería ver a una perra tan sucia y se encerró en su habitación —dijo, completamente divertido. Iruma soltó un quejido, pero Shuichi no puede estar seguro si es porque eso le sentó mal o todo lo contrario—. ¡Pero eso es una mentira! Saihara-chan nunca diría algo como eso. ¿O sí podría? Nishishi~ ¡supongo que no es algo que la puta de Iruma-chan deba saber!
—¡Maldito mocoso de mierda! Tú-
Shuichi suspiró, él no podría concentrarse después de todo.
Cerró su libreta y soltó su lápiz, lo observó girar unos segundos hasta que se detuvo al lado de su lapicera. Los insultos de Iruma sonaban tan fuertes que hacía que su cabeza doliera, pero eso tal vez se debiera a su resfriado. Tomó la botella vacía, y se levantó. Su garganta estaba seca, y sentía que debía tomar algo para el dolor de cabeza —aunque no tenía nada, y tampoco se sentía con los ánimos de ir a comprar—. Abrió la puerta de su habitación, y sintió que las miradas curiosas enseguida se dirigieron a él.
Su corazón dio un salto cuando observó la sonrisa de Ouma dirigirse hacia él.
Cálmate, Shuichi, él solo te está sonriendo, se dijo, nada que no hubiera hecho antes de todos modos.
Desde que se dio cuenta de que tenía un gusto demasiado grande por su compañero de cuarto hace unas semanas, no podía evitar sentir que su corazón reaccionaba demasiado ante pequeños gestos que antes podría haber ignorado. Era curioso, siempre pensó que lo observaba porque sentía curiosidad hacia él. No se dio cuenta cuando comenzó a desarrollar esa clase de sentimientos.
Pero si tuviera que decir si se arrepentía o no, él solo diría que no hay forma de que se arrepienta por sentir esa clase de cosas por Ouma.
—¡Ah, Saihara-chan! —exclamó, sonriendo como de costumbre—. ¡No estábamos hablando de ti, en lo absoluto!
—Eso es una mentira —dijo, devolviendo el gesto tras la mascarilla. Soltó una tos a medida que avanzaba por el pequeño pasillo—. Pude escuchar desde mi habitación todo lo que decían, Ouma-kun.
Ouma parpadeó, fingiendo sorpresa.
—¿Es así, uh? Así que, mientras yo me preocupaba por mi amado Saihara-chan, él estaba escuchando conversaciones ajenas. ¡Que maleducado! —Ouma hizo un puchero, y frunció los labios, indignado. De todas formas, a él se le hizo adorable de ver. El gesto de Ouma cambió rápidamente, a una sonrisa traviesa—. ¿Está bien que digas eso, Saihara-chan? Podría matarte por esto, ya sabes.
Shuichi asintió—. Tomaré el riesgo.
Kiibo dejó el control de la consola sobre su regazo, mientras le dirigía una mirada curiosa a Shuichi.
—¿Estás enfermo, Saihara-kun?
—¿No puedes decirlo por la mascarilla, Kiibs? —Iruma chasqueó la lengua, mientras buscaba algunas papitas que llevarse a la boca. Shuichi frunció un poco el entrecejo al ver el desastre que tenían en la mesa. Con bolsas de bocadillos y botellas plástica de bebidas azucaradas. Él no iba a limpiar eso—. Es eso, o tiene fetiche por las-
—Solo estoy un poco resfriado —respondió, cortando lo que sea que Miu haya pensado—. No es la gran cosa.
Shuichi siguió su camino hacia la nevera para sacar otra botella de agua, solo para encontrar que no quedaba ninguna. Se mordió un poco el labio, y dejó la botella vacía que traía consigo sobre el mesón —junto a las botellas vacías de panta que llevarían a reciclar más tarde—. Sacó una taza de la despensa, y sirvió un poco de agua de la llave en ella. Tosió un poco antes de bajarse la mascarilla y beber el contenido. Tenía un sabor distinto, y no le gustaba.
Dejó la taza luego de lavarla, y se devolvió a su habitación. Ouma lo detuvo en medio del pasillo.
—¡Ah, Saihara-chan! ¿Porque no te quedas con nosotros? —preguntó Ouma, sin mirarlo del todo. Él seguía pendiente de la pantalla de su juego. Shuichi reconocía al dinosaurio verde que estaba usando Ouma en ese juego de carreras. Así que la razón para no estudiar era para jugar Mario Kart, pensó, sin saber cómo sentirse. Kokichi frunció un poco los labios al ver que estaba perdiendo, pero continuó hablando—. ¡Está bien que estudies, y todo eso, pero no es bueno para ti que te estreses demasiado!
Shuichi parpadeó unos segundos, y apretó los labios. La sonrisa en su rostro se extendió un poquito ¿Ouma-kun estás preocupado por mí? Eso hizo que su corazón se calentara, más de lo que le gustaría.
—Odio admitirlo, pero Ouma-kun tiene razón —siguió Kiibo, sonriendo por estar ganando finalmente—. Deberías jugar con nosotros para distraerte un poco, Saihara-kun.
Shuichi estaba a punto de agradecer la invitación y responder que aun así no podía quedarse, porque tenía mucho que estudiar y no quería arriesgarse a fallar en su examen porque no estudió lo suficiente —y sabía que Ouma ante eso solo se reiría, porque si estudiar una semana no era suficiente, entonces no sabía lo que era—. Pero cuando estuvo a punto de hablar, se detuvo.
En su lugar, los observó jugando sobre el sofá. Ouma estaba concentrado en su videojuego, ahora más que antes al ver que Kiibo le estaba tomando un poco la delantera. Y Kiibo por su lado parecía bastante ansioso, con su sonrisa a punto de extenderse por su rostro al ver su victoria tan cerca. Sus piernas se movían constantemente, y sus rodillas se rozaban deliberadamente al tiempo que sus brazos permanecían juntos.
Ah. Eso no le gustó a Shuichi. Y aunque se sentía como un tonto por molestarse por eso, no dejaba de afectarle. Es decir, ¡el sofá era bastante amplio! Lo suficiente para tres personas. E Iruma estaba sentada en la alfombra, con sus pies estirados bajo la mesa. Así que Kiibo no tenía excusa para quedarse tan cerca. ¿No podía alejarse un poco?
Shuichi se mordió el labio inferior. Pensando que lo mejor sería volver a su cuarto y tratar de no sentirse celoso por una tontería como esa.
—¡Ah, Kiiboy, no hagas trampa! —dijo Ouma, mientras se inclinaba más sobre Kiibo para hacerle perder la concentración. Kiibo se puso un poco nervioso, y Shuichi se irritó más al ver como respiraba sobre el cabello de Ouma.
—O-Ouma-kun, estás demasiado cerca —musitó Kiibo, tratando de apartarlo. No se dio cuenta de que había soltado el control y Ouma tomó la delantera en la carrera hasta que fue tarde. El personaje de Ouma se quedó con el primer lugar—. ¡Ah! Espera- ¡Eso es trampa, Ouma-kun!
La risita de Ouma hizo que las quejas de Kiibo fueran inútiles. Ellos seguían cerca. Sus rodillas seguían rozándose.
Shuichi se odio a sí mismo en esos momentos por dejar que la molestia fuera lo mejor de él, pero se acercó a ellos con tal de ahogar esa punzada en su cabeza que le decía que hiciera algo —aunque bien podía ser solo el resfriado—.
—¡Ah, Saihara-chan va a unirse a nosotros!
Shuichi se paró frente a ellos, y esperó. Ninguno pareció entender porque no se sentaba, hasta que Kiibo se apartó —un poco confundido— para dejar un espacio entre él y Ouma. Shuichi se sentó entonces, rozando el hombro de Ouma a propósito. Sentía las mejillas rojas —pero no sabía si era por su vergonzoso actuar o si era por el inicio de una fiebre—. Aun así, le sentó bien cuando Kokichi se inclinó un poco sobre su hombro, sin hacer ningún comentario.
—Oh, demonios. Tienen que estar bromeando —Iruma masculló con disgusto, y desvío la mirada a la pantalla cuando Ouma entrecerró los ojos y pareció advertirle sobre no decir nada.
Quedar entre Kiibo y Ouma parecía calmar sus celos sin sentido. Odiaba ser de esa forma. Pero también odiaba la forma en la que su corazón se apretaba cuando veía a Ouma sonreír traviesamente a alguien más, cuando acosaba el espacio personal de alguien más. Cuando Ouma no se daba cuenta de que estaba actuando lindo y encantador, en lugar de ser un mentiroso y espeluznante —aunque muchos asegurarían, que eso solo era la perspectiva de Saihara—.
Observó la pantalla con tal de no pensar en eso —no pensar en lo cálido que era tener el cuerpo de Ouma a su lado, en lugar de estar en su fría habitación estudiando algo tan aburrido sociología aplicada al delito—. El personaje de Iruma estaba compitiendo contra el de Kiibo en una pista de carrera, la princesa Peach era casi parecida a Iruma —solo por los colores, no por la personalidad—.
Ouma desvió su atención cuando se acomodó a su lado luego de estirarse por su botella, Shuichi lo observó por el rabillo del ojo beber de su panta. La forma en la que sus delgados labios rodeaban la botella y su lengua saboreaba sus labios con sabor a uva, hizo que Shuichi se estremeciera un poco. ¿Ouma-kun se da cuenta de lo lindo que es? Y algo le decía que tal vez lo hacía. Que Ouma se aprovechaba de esa dulce apariencia suya para engañar a los demás.
Y Shuichi tuvo que admitir que se dejaría engañar si eso le permitía estar a su lado por más tiempo. Soltó una risa interna ante su pensamiento. Que gracioso. El detective que siempre está buscando la verdad, cae enamorado ante el mentiroso. Cuando Shuichi empezó a vivir en la residencia, esto fue lo último que se le hubiera ocurrido.
—Saihara-chan, me está observando tanto, que vergonzoso —dijo, con una voz tímida y avergonzada que no era común en él.
—¡A-ah, lo siento, Ouma-kun!
—¡Eso fue una mentira! ¡No es vergonzoso en lo absoluto! Estoy acostumbrado a que me miren —Shuichi no sabe si eso último fue una mentira o no, pero no le terminó por gustar mucho la idea—. Aquí, Saihara-chan —Ouma ofreció su botella—. Si querías probar solo tenías que decirlo. Sabes que no entiendo si no me dices las cosas. Nishishi~ ¡pero eso es una mentira! Eres tan fácil de leer, Saihara-chan.
Saihara miró la botella, y luego a Ouma. No era realmente un libro abierto si Ouma pensó que quería probar la panta y no, bueno, a él. Pero eso fue un alivio. Shuichi ha pensado en confesarse, pero ese no habría sido el momento adecuado para hacerlo.
Se bajó la mascarilla, y rozó deliberadamente los cálidos dedos de Ouma. A Shuichi le gustaba sentir esas manos cálidas contra su piel, y a veces, imagina lo que sería salir con él y poder tomarlo de las manos cuando quisiera —no puede evitar pensar en esas cosas, por mucho que su cabeza le grite que se concentre—. Shuichi llevó la botella a sus labios, y sintió a Ouma estremecerse un poquito, trató de disimularlo con una sonrisa traviesa, pero el tinte rosa en sus mejillas fue algo que no disimuló lo suficientemente rápido.
—¡Oh, mierda! Eso fue un beso indirecto.
Shuichi tosió fuertemente al atragantarse con la bebida. Se cubrió con el antebrazo, y trató de calmar el rojo de su rostro. Las palabras de Iruma le hicieron darse cuenta de lo que hizo, y se mordió el labio al pensar en que lo hubiera disfrutado más de darse cuenta.
Kokichi apretó los dientes un poco, antes de sonreír burlonamente.
—Oh, cállate sucia perra, ¿tienes envidia porque Kiibo no hace eso contigo? —y ensanchó su sonrisa, cuando Iruma reaccionó avergonzada y Kiibo bajó la cabeza—. Nishishi~ además, ¡Saihara-chan y yo podemos hacerlo más directo si quisiéramos!
Shuichi se congeló, increíblemente nervioso. Ouma no podía estar hablando en serio, ¿verdad?
—Yo… —comenzó, desviando la mirada—. No estaría en contra de intentarlo.
—Nishishi~ por supuesto que no estás en contra —Ouma sonríe, sin embargo, Shuichi puede ver detrás de esa mascara. Kokichi está nervioso de hacia dónde van con este coqueteo. Y él se siente aliviado de no ser el único que ha notado ese ambiente entre ellos—. Tendrías mucha suerte de besarme, Saihara-chan.
—La tendría.
Shuichi no sabe de dónde viene toda esa confianza. Tal vez es porque se siente afiebrado y no se siente en todos sus sentidos, tal vez es porque siente el hombro de Ouma rozar el suyo y sus rodillas juntas.
Pero a Saihara le gusta cuando Kokichi parpadea con asombro, y desvía la mirada mientras intenta cubrir ese sonrojo que se hace presente en sus mejillas. Ama tomarlo por sorpresa, y que Ouma no sepa cómo responder por un instante.
.
—Saihara-kun se quedó dormido…
A Kokichi le gustaría hacer un comentario sarcástico ante la obviedad de lo que Kiibo acaba de decir pero, por alguna razón, se reprime a sí mismo. Tal vez porque Shuichi duerme sobre su hombro y él realmente no quiere despertarlo. Él lo mira de reojo, escucha su respiración suave y observa su rostro tan relajado —totalmente diferente a lo tenso que se veía hace unos momentos—. A Ouma siempre le han gustado los ojos de Shuichi, pero admite que él tiene un lindo rostro. Sus pestañas largas y oscuras hacen un buen contraste con su piel, y los mechones de su cabello oscuro le dan una apariencia que, en lo personal, le agradaba.
Saihara tal vez no fuera demasiado alto o demasiado fuerte, y tampoco podía decir que lucía genial cuando la mayor parte del tiempo pensaba que Saihara se veía como un desastre demasiado ansioso por su propio bien. Pero era una de las pocas personas que se molestaron en conocer a Ouma, y era lo bastante listo para ver a través de sus mentiras, y eso fue suficiente para que él pensara que Saihara Shuichi podía ser un chico con cierto atractivo.
—Probablemente se quedó estudiando hasta tarde —murmuró Kokichi, apartando un poco los mechones de la frente de Shuichi mientras le da una sonrisa burlona—. Nishishi~ no tienes remedio, Saihara-chan.
Y aunque él no se percata, Iruma sí que lo hace. Conoce a Ouma desde tercero de preparatoria, y aunque no puede decir que sean los mejores amigos, al menos puede asegurar que mal no se llevaban. Y aunque ella pudiera confiar en él con algunas cosas, estaba segura que Ouma nunca confiaría de la misma forma —y tampoco es que lo quisiera, Ouma era jodidamente complicado de llevar, después de todo—. Pero a pesar de los años que llevaban tratando con el otro, esa era la primera vez que ella podía ver en Ouma una mirada amorosa y una sonrisa cariñosa, todo lo contrario a sus miradas burlonas y su sonrisa maliciosa.
Shuichi de verdad era algo si podía sacar la mejor versión de Ouma —y comparado con la primera vez que conoció a Shuichi, también podía decir que Ouma sacó lo mejor del inseguro y desconfiado chico que cruzó alguna vez la cafetería de la universidad—. Kokichi comenzaba a salir de su caparazón en presencia de Saihara. Y estaba agradecida de que así fuera.
Nada que fuera admitir de todos modos.
—¿Qué pasa con esa cara? —se burló Miu, mientras se levantaba. Kokichi alzó una ceja en respuesta, ella continuó—. Ah, ¿¡no me digas que te gusta Shyhara!?
—Iruma-san —interrumpió Kiibo—, no grites, por favor.
—Sería bueno que lo escuches, Iruma-chan —dijo Ouma, más serio de lo que esperaban—. Métete en tus asuntos.
Iruma parpadeó, confundida. De cierto modo esperaba que lo negara. Pero eso fue una respuesta más honesta de lo que estaba acostumbrada. Aun así, no cree que tenga que preocuparse sobre eso. Especialmente luego de ver la forma en la que se miraban y coqueteaban con el otro como si fuera lo más natural del mundo. Si ellos no se dan cuenta, es porque no quieren verlo o simplemente son más tontos de lo que parecen.
Lo que sea. No es un asunto en el que quiera meter sus narices.
—Nos vamos, Kiibo.
—¿Uh? —Kiibo parece confundido por un momento. Probablemente, porque él esperaba los clásicos gritos y las burlas de Iruma que terminarían molestando a todos en el piso—. Ah, seguro. Será mejor que dejemos a Saihara-kun descansar.
—Oh-ho~ —sonríe Kokichi, alzando una ceja—. Vaya, vaya. Para ser un robot al menos puedes leer el ambiente, Kiiboy.
Kiibo lo mira con los ojos entrecerrados, y con el ceño ligeramente fruncido. Ouma amplía su sonrisa cuando la mirada de Kiibo se desvía a Saihara sobre su hombro, y solo suspira en resignación.
—Dejaré eso pasar solo porque Saihara-kun está dormido —aclaró, acariciando el puente de su nariz—. Entonces, nos vemos luego, Ouma-kun.
El más bajo asintió en respuesta, y los observó recoger sus cosas antes de dirigirse hacia la puerta. Shuichi seguro tenía el sueño pesado si no despertaba con el lío que era Iruma poniéndose los zapatos. Ouma tenía ganas de sacarlos a patadas por no poder ser un poco más silenciosos —y luego él era el que era maleducado. Lo que hay que soportar—. Luego de unos minutos, finalmente abrieron la puerta, Iruma se volteó antes de salir.
—No lo montes mientras este dormido, pequeña mierda —se burló Iruma.
—Solo tú harías algo como eso, estúpida cerda —comentó Kokichi, ladeando una sonrisa al escuchar el jadeo de Miu—. ¡Y eso no es una mentira! ¡Seguro te montarías a Kiibo de tener la oportunidad de hacerlo!
—B-bueno, ¡por supuesto que lo haría! —dijo—. ¡Kiibo está jodidamente caliente!
—Iruma-san —Kiibo susurró, con el rojo subiéndole a las mejillas—. Por favor, no digas esa clase de cosas como si yo no estuviera aquí.
La rubia se volteó para reclamarle a Kiibo que debería estar feliz y no avergonzado de sus insinuaciones. Pero esas no eran conversaciones para tener en el pasillo —ni en un lugar público—, y aunque Ouma solía disfrutar de sus raras conversaciones donde parecía que Miu estaba corrompiendo al chico, no podía darse el lujo de escucharlos ahora.
No cuando quería atender al detective.
—¡Oh, diablos! ¡Váyanse de una vez!
Los dos cierran la puerta manteniéndose en silencio, pero Kokichi aún puede escuchar sus murmullos cuando se alejan en el pasillo. Él se relaja un poco ahora que nadie puede verlo, y se permite apreciar al chico lindo que tiene dormido sobre su hombro. También piensa en un montón de bromas que puede hacerle —y tiene muchas frases ingeniosas que quiere escribir sobre su rostro—, pero una parte de él solo quiere dedicarse a apreciar ese momento de cercanía.
Si ellos podían compartir instantes así más seguido, tal vez Kokichi piense que no era del todo malo comenzar a ser más honesto con Shuichi —aunque la idea de ser honesto le causaba estragos en el estómago, al menos podría intentarlo—.
Él observa un poco más a su compañero de cuarto, la mascarilla cubre el resto de su rostro y no puede observar más, es una lástima. Las mejillas de Shuichi lucen un poco acaloradas, y nota las pequeñas perlas de sudor que están naciendo sobre su frente. Aparta un poco sus cabellos, y toca la frente de Shuichi con la palma de su mano. Ah, Kokichi reconoce ese calor.
Él está durmiendo bastante calmado pese a la fiebre.
Kokichi suspira y busca el móvil en su bolsillo, intenta no moverse mucho para no inquietar a Shuichi. Busca entre sus mensajes, y abre el segundo chat de su lista. Teclea un rápido mensaje a Amami.
De: Kokichi O.
¿Tienes algo de medicina para la fiebre?
La respuesta es inmediata —lo que es curioso. Amami no solía estar despierto tan pronto en las tardes—.
De: Amami R.
Tengo. ¿Quieres que vaya a dejarla?
Kokichi le lanza una rápida mirada a Shuichi, y suelta un suspiro mientras teclea un rápido "yo voy" antes de guardar el móvil. Se le ocurrió bastante tarde sacar una foto del rostro durmiente de Saihara sobre su hombro, tendría que asegurarse de recordar bien ese momento. Ouma aprieta ligeramente la nariz de Shuichi a través de su mascarilla, y sonríe consigue lo que quiere. Shuichi abre los ojos de golpe y suelta una pequeña tos antes de recuperar el aire, Ouma aparta sus manos como si no hubiera hecho nada.
—¿Qué-?
—Oh, lo siento, Saihara-chan —dice, sonriente—, no quería despertarte.
Saihara parpadea, y lo mira con ojos desenfocados.
—No mientas tan mal, Ouma-kun. Es obvio que querías hacerlo —Shuichi se apartó, un poco avergonzado al notar donde había estado durmiendo. Una parte de él habría desea poder permanecer así más tiempo. Sacudió la cabeza, esperando espantar así sus pensamientos egoístas y su dolor de cabeza—. U-uh… ¿Iruma-san y Kiibo-kun…?
—Están cogiendo en tu habitación —soltó haciendo un puchero con los labios—. Intenté detenerlos, Saihara-chan, pero amenazaron con usar mi habitación en su lugar…
Shuichi se quedó en silencio unos segundos, como si estuviera esperando algo más. Su mirada se desvió vagamente hacía el pasillo, y suspiró cuando después de todo no escuchó nada.
—Estás mintiendo de nuevo.
Ouma soltó una risita.
—¡Sorprendente, Saihara-chan! ¡Realmente lo creíste por un segundo!, ¿verdad?
—B-bueno… —dijo, encogiéndose de hombros—, con Iruma-san nunca se sabe.
—Le diré eso.
—Por favor no lo hagas —Shuichi suspiró, llevando una mano a su cabeza.
Ouma quería continuar bromeando solo un poco más, pero decidió detenerse al ver que Shuichi fruncía el ceño debido a las punzadas de su cabeza. Si se sentía tan mal debió decírselo e irse a su habitación hace un rato. Ah. Ahora se sentía un poco culpable por haberlo invitado a jugar con ellos en lugar de dejarlo volver a su habitación —pero conociendo a Shuichi, era probable que se hubiera dedicado a estudiar incluso teniendo fiebre y dolor de cabeza—.
—Deberías ir a la cama y seguir durmiendo, Saihara-chan —dijo Kokichi, mientras se levantaba del sofá—. ¿Quieres que te cargue hasta la cama?
Shuichi sonrió, y negó con la cabeza.
—No, está bien. No llegaríamos a ningún lado si me cargas.
—¿Uh? ¿Me estás llamando débil, Saihara-chan? Eso es un insulto a mi fuerza, ¿sabes? —Ouma lo miró, alzando una ceja—. ¿No sabes que tengo el récord mundial en levantamiento de pesas? No deberías juzgar a alguien por su apariencia. Especialmente si vas a ser un detective.
—Supongo que tienes algo de razón en eso —musitó, mientras se levantaba. No pudo evitar sonreír cuando Ouma ni siquiera intentó disimular la mueca preocupada al verlo tambalearse un poco—. Pero está bien, puedo caminar por mi cuenta, Ouma-kun.
Pero a pesar de sus palabras, Ouma siguió sus pasos con las manos detrás de su cabeza —tal vez porque creyó que estaba mintiendo, tal vez solo porque estaba preocupado porque tropezara—.
Al llegar a su habitación, vio a Shuichi meterse en la cama, y Ouma se apresuró a su lado, soltando una risita mientras apartaba las manos de Shuichi para cubrirlo con las mantas. Saihara se dejó hacer, probablemente porque no encontraba las ganas de discutir ante la atención de Ouma —¿qué debía discutir de todos modos? A Shuichi siempre le gustó la atención de Ouma, solo que no lo habría querido admitir hasta ahora—.
—¡Muy bien, puedes dormir un poco ahora, Saihara-chan! Iré a buscar algo de medicina ahora, así que no te preocupes.
Mientras hablaba, se encargó de tomar los libros y apuntes dispersos en el escritorio, y aunque no fueron muchos, se le hicieron un poco pesados —ah, tal vez Shuichi tenía un punto en juzgar su fuerza después de todo—.
—¿Qué vas a hacer con eso? —preguntó Shuichi, tosiendo suavemente.
—Dejaré esto confiscado hasta que mejores, Saihara-chan —soltó, encogiéndose de hombros—. Si lo dejo aquí, es probable que empieces a preocuparte de nuevo por estudiar —Shuichi abrió la boca para decir algo, pero Ouma lo cortó antes de que algo saliera de su boca—. Ah, no aceptaré peros, así que ni lo intentes.
Saihara soltó un chillido entre dientes, parecía querer discutir algo, pero al final, solo apretó los labios.
—Dios. Saihara-chan te estás portando como un niño ahora —se burló, apreciando el sonrojo que cubrió su rostro—. Y eso no es una mentira~.
—No necesito que Ouma-kun me lo diga.
Ouma soltó una risa al ver como Shuichi se daba la vuelta en la cama y se cubría con las frazadas por sobre la cabeza. Por un momento se le pasó por la cabeza molestarlo por hacer una rabieta como un niño pequeño, pero decidió dejarlo con su momento de tranquilidad. Fue a su propia habitación y dejó los cuadernos y libros sobre su propio escritorio —el que estaba peor o más desordenado que el resto de su habitación—, cerró su habitación con llave antes de volver. Observó de reojo dentro del cuarto de Shuichi; él estaba intentando dormir nuevamente.
Sinceramente quería cuidar de él ahora. Saihara lo había hecho por él todo el tiempo, desde el día en el que se conocieron, tal vez era hora de devolver un poco ese favor. Aunque estaba seguro que si se lo expresaba a Shuichi, le diría que no tiene que devolverle nada, porque él nunca lo cuidó esperando algo a cambio —Saihara era demasiado amable por su propio bien. Era algo que le gustaba de él—.
No se molestó en ponerse los zapatos para ir donde Amami, no sería la primera vez que sale solo usando sus calcetines de todas formas —lo hacía muy a menudo, lo que explicaba porque la mayoría de sus calcetines estaban junto a su ropa sucia—. Y no le hizo falta llegar hasta la puerta de su mejor amigo. Lo encontró caminando hacia él, no mucho después de salir de su habitación, con una expresión demasiado seria por su propio bien.
Ah, debe estar molesto por algo.
—Amami-chan que casualidad.
—Ni casualidad ni que nada, Ouma-kun —suspiró, exasperado. Estaba molesto, pero sonó un poco más aliviado ahora—. Me tenías preocupado. Pensé que tendrías fiebre y tardaste tanto en venir que pensé que te habías desmayado en el pasillo… otra vez —Amami se revolvió el cabello, irritado al ver la despreocupada risa que le dirigió Ouma a pesar del recordatorio. Bueno, era de esperar. Él nunca se preocupaba lo suficiente de sí mismo. Le dio una mirada de arriba abajo, y asintió más para sí mismo que para Ouma—. Pero te ves bien. Supongo que es Saihara-kun entonces.
—Síp. Él está muriendo ahora mismo, sabes —Kokichi tomó un mechón de cabello entre sus dedos, y comenzó a jugar con él, indiferente—. Pensé en darle una oportunidad de recuperarse antes de ponerle fin a su sufrimiento…
—O puedes admitir que estás preocupado por él y solo quieres hacer algo lindo por alguien.
Kokichi entrecerró los ojos, y Amami soltó una risa al ver que su comentario no era tan bien recibido.
—Lo siento —dijo, sin sentirlo realmente. Entonces le extendió una pequeña bolsa a Kokichi, la que sostenía en sus manos cuando llegó allí—. Aquí tienes algo de medicina para la fiebre. También hay agua y un sobre para preparar sopa. Si necesitas ayuda para prepararla solo tienes que avisarme.
—Ahora solo me estás molestando —resopló, su cabello se corrió unos centímetros hacía sus ojos y tuvo que apartarlo para ver al más alto con claridad—. Incluso yo sé preparar algo tan básico como eso, Amami-chan.
Amami sonrió, y le revolvió el cabello.
—No te distraigo más entonces.
Ouma se devolvió a su cuarto, tratando de ignorar la sonrisa de Amami a sus espaldas. Al entrar nuevamente, dejó la bolsa sobre el mesón de la cocina, y fue rápidamente a la habitación. Observó a Saihara ya dormido, y a pesar de que no había una razón para hacerlo, se acercó a él. Saihara se veía tan relajado cuando dormía —le gustaba esa expresión en su rostro—, en el mundo de los sueños no tenía que preocuparse por sus estudios, ni por sus mentiras. Era el único lugar donde no se agotaba a sí mismo tratando de descifrarlo.
No pudo evitar dibujar una sonrisa, sus dedos jugaron un poco con el cabello de Shuichi, hasta que se dijo a sí mismo que ya era suficiente. Descansa un poco, detective, pensó. Debería irse a preparar las cosas para cuando Shuichi despertara.
Ah. Quién lo diría. Ouma Kokichi cuidando a alguien más cuando todavía era incapaz de cuidarse a sí mismo —hilarante—.
Realmente… su gusto (enamoramiento) por el detective lo estaba afectando más de lo que Kokichi había pensado en un principio.
.
—¿Ouma-kun?
Shuichi gimió al sentir la compresa fría ser retirada de su frente. Sentía el rostro un poco caliente, así que fue un alivio para él que Ouma no haya tardado mucho en remojar la compresa y volver a ponerla sobre su frente. Sintió el peso de Kokichi retirarse del colchón, y no pudo evitar preguntarse cuánto tiempo habría estado durmiendo.
—Buenos días, bello durmiente~.
Kokichi sonrió, mientras tomaba la bandeja que había dejado sobre el escritorio. Retiró la tapa que mantenía caliente el contenido del plato de sopa, y el aroma de inmediato hizo que a Shuichi se le apeteciera probar un poco. Debió notársele en la cara, porque Ouma soltó un pequeño nishishi y se acercó a él, tratando de no derramar nada.
—Debes tener hambre, Saihara-chan. Así que me tomé la molestia de preparar algo —dijo, y esperó a que Shuichi se levantara, mientras se retiraba la mascarilla de su rostro. Ouma se sentó en la silla de escritorio y dejó la bandeja sobre su regazo—. Deberías estar agradecido, usualmente no hago este tipo de cosas por cualquiera, ¿o eso es una mentira?
Saihara lo observó revolver el contenido, realmente la sopa no tenía mal aspecto, tenía un buen aroma y se veía comestible. Siempre pensó que la razón por la que Ouma no se acercaba a la cocina era porque no sabía cocinar, ¿tal vez se equivocó al pensarlo? —tal vez Ouma-kun solo no le encuentra sentido a cocinar para él mismo—.
—¿Qué me dices de ti? —preguntó, Ouma ladeó la cabeza al no entender a lo que se refería—. ¿Has comido algo desde esta mañana, Ouma…? —Shuichi se interrumpió a sí mismo cuando sintió la cuchara dentro de su boca. Tragó rápidamente, y tosió cubriéndose la boca con las manos. Kokichi soltó una risita mientras retiraba la cuchara, y seguía revolviendo la sopa—. Ah, ¡no vuelvas a hacer eso!
—Nishishi~ Saihara-chan, deberías estar preocupado por ti ahora mismo —dijo, tratando de ignorar esa sensación agradable que se instaló en él. Como siempre, Saihara era demasiado amable por su propio bien. Vertió algo de sopa en la cuchara y sopló un poco, si bien quería molestarlo, no era su idea quemarle la lengua. Una vez pensó que estaba en la temperatura adecuada, volvió a empujar en los labios de Saihara. Él los mantuvo firmemente apretados—. ¡Oh, no me hagas decirlo! —la sonrisa burlona de Kokichi se extendió—. Di ah, Saihara-chan.
Shuichi se mordió el interior de la mejilla, y trató de contar hasta diez para evitar que el rojo invadiera todo su rostro, para que Ouma no se diera cuenta de su repentino nerviosismo, y para que pudiera controlar el repentino y acelerado ritmo de su corazón. Se mordió el labio y frunció el ceño al ver que ninguno fue posible.
—P-puedo comer por mí mismo —respondió, desviando la mirada—. Ouma-kun, deberías ir a comer algo —y Kokichi estaba a punto de empujar la cuchara una vez más, cuando Shuichi interrumpió—. Sé que no te gusta escuchar esto, pero me preocupo por ti, Ouma-kun.
Es contradictorio, en realidad. Le gustaba escucharlo, y al mismo tiempo, se odiaba a sí mismo por preocupar a Shuichi. Él era demasiado bueno, no debería estar preocupado por un mentiroso como él —pero se muerde el labio cuando piensa en que también le gustaría que se preocupara un poco más, que lo persiguiera un poco más. Odiaba ser así de contradictorio—.
—¡Comeré algo después de encargarme apropiadamente de ti, Saihara-chan!
—Eso suena como una mentira…
Kokichi parpadeó, pero antes de que pueda responder sintió el choque metálico de la cuchara con los dientes de Shuichi. Se estremeció de la sorpresa cuando lo vio tomar el contenido de la cuchara, los ojos de Shuichi estaban demasiado cerca. Ouma decidió no pensar en eso, y le dio otra cucharada —y Shuichi volvió a tomarlo, estaba lo suficientemente avergonzado, pero no era tan tonto para desperdiciar una oportunidad como esta—.
—¿Uh? Entonces, ¿no crees que pueda cuidar de ti apropiadamente? —Kokichi hizo un puchero con los labios, sonando bastante dolido—. Ouch. Eso realmente ofende, detective.
—No me refería a eso —aclaró, saboreando el resto de la sopa que quedaba en sus labios y paladar—. Sé que puedes cuidar de mí, Ouma-kun.
Kokichi se congeló ante eso. Tal vez Shuichi no lo haya dicho directamente —y era probable que tampoco se dio cuenta de lo que acababa de insinuar— pero, básicamente, le dijo que confiaba en él.
Confiar en un mentiroso como él, Shuichi seguro era hilarante —y lo decía tan a la ligera, como si no se diera cuenta del peso que tenían sus palabras— ¿Me confiarías tu vida, Saihara-chan? Lo más probable es que no.
—Nishishi~ ¿cómo puedes estar tan seguro ahora, Saihara-chan? Con lo que a ti respecta, podría haber envenenado esto —señaló, en lo que Shuichi aceptaba otra cucharada a la boca. Es veneno, se dijo, pero Shuichi tragó sin problemas, la confianza no trae cosas buenas, Saihara-chan.
—Eso es una mentira —y por un momento, Ouma pensó que se refería a sus pensamientos. Pero eso era imposible. Saihara no podía ser tan bueno leyéndolo—. Hay muchas razones para decir que esto no tiene veneno, pero lo principal es porque Ouma-kun no es ese tipo de persona —dijo, y lo miro. A los ojos. Saihara no habría hecho eso hace cinco o seis meses—. Y tengo mis razones para creerlo.
Kokichi apretó los labios. Tratando de no demostrar que las palabras de Shuichi calentaban su corazón.
Shuichi saborea lo que le está dando de comer, él no piensa que sus intenciones sean malas, en lo absoluto —esos pensamientos quedaron atrás, totalmente olvidados. Tal vez desde la noche en que Kokichi se mantuvo despierto para ayudarlo con un tonto informe, en el que obtuvo la mejor calificación—. Así que confía en que Kokichi dice la verdad sobre querer cuidarlo. Y algo le dice a Kokichi que debería escapar, que debería alejarse de Shuichi con todo lo que tiene, que no debería confiar de vuelta solo porque se ha ganado su confianza. Pero… él todavía quiere que el futuro detective conozca más de él.
Porque Shuichi ha sido capaz de conocer un poco de Kokichi, y todavía quiere permanecer junto a él. Shuichi no se ha alejado —y no parece tener las intenciones de hacerlo—. Eso debería significar algo.
Ellos se mantienen en un cómodo silencio, uno que es roto por los comentarios y las burlas sutiles de Kokichi con respecto a Shuichi siendo alimentado como un niño. Uno bastante mimado además —y aunque Shuichi tiene las mejillas rojas y el ceño fruncido, tampoco hace nada para acallar sus burlas—.
No necesitan decirlo en voz alta para entender que los dos se sienten cómodos con el otro.
Cuando Shuichi termina su sopa después de unos minutos, Kokichi le extiende la tableta con las pastillas para ayudar a reducir la fiebre. El deja el cuenco vacío de sopa sobre el escritorio, y se dice a sí mismo que podrá lavarlo más tarde. Está por volver a sentarse en la silla cuando Shuichi lo detiene.
—Ah, Ouma-kun, ¿puedes pasarme el agua?
El más bajo extiende una sonrisa, una idea divertida cruza por su mente y no duda en llevarla a cabo. Es solo una forma de pasar el tiempo —más tiempo con Saihara Shuichi—.
—Por supuesto —dice, mientras le extiende la botella. Shuichi lo observa con curiosidad, él conoce esa sonrisa, y abre la botella en lo que espera que Ouma continúe hablando—. ¡Esa es tu primera petición egoísta del día, Saihara-chan! —el mencionado alza una ceja, sin comprender—. Ya que estas enfermo, solo cumpliré tres de tus caprichos. Es una oferta bondadosa, ¿no crees?
Shuichi entrecerró los ojos, no vio una mentira en sus palabras. ¿Era esto otra clase de juegos de último momento Ouma? Como lo fue jugar dos mentiras y una verdad, o frío – caliente donde tenía que averiguar si decía la verdad o no sobre si era frío o todo lo contrario. Pero esto parecía diferente.
Tal vez solo era Ouma tratando de cuidarlo porque estaba enfermo —lo que era… bastante lindo si Shuichi tuviera que decirlo—.
—¿Solo tres? —musitó, mientras bebía algo de agua junto a su medicina. Soltó un suspiro al dejar de beber, y le entregó la botella antes de volverse a acostar—. Me lo hubieras dicho antes, Ouma-kun. Ahora siento que desperdicié una oportunidad.
—¿Oh-ho? ¿Qué tenías en mente, Saihara-chan?
—No mucho en realidad, solo unas cuantas preguntas. Pero supongo que lo puedo dejar para otro día.
—¿Seguro? —Kokichi alzó una ceja, curioso—. Aún tienes la oportunidad de pedirme algo, ya sabes. Soy un mentiroso, pero soy un hombre de palabra también, Saihara-chan. Así que se libre de pedirme lo que quieras~ —dijo—. Ah, pero podría mentir sobre lo que sea que preguntes…
Sí, él había considerado eso. Entonces, tenía la opción de pedirle que no mintiera, y luego preguntar cualquier cosa que quisiera que Ouma respondiera honestamente. Pero tampoco había algo que quisiera saber con muchas ganas en esos momentos. Nada que no pudiera saber eventualmente, de todos modos.
Pedirle lo que quiera, uh… y entonces, se da cuenta de que hay algo que le gustaría. Algo en lo que Ouma no podría mentir y Shuichi podría ser feliz, porque es algo que siempre le ha gustado. Y se muerde el labio, esperando no sonar demasiado egoísta. Se cubre el rostro con una de sus manos, pero Kokichi puede ver como las orejas se le ponen rojas —y espera que no sea culpa de la fiebre—. Shuichi comienza a hablar antes de que pregunte si se siente mal.
—Hay… hay algo que me gustaría —admite, y Ouma lo mira, bastante curioso—. ¿Puedo… podemos…? —Shuichi se muerde el labio, antes de continuar—. Ugh, quiero… tomarte de la mano, Ouma-kun. Solo si no te hace sentir demasiado incómodo…
Ah.
De todas las cosas que Shuichi pudo pedirle, eso era algo que estaba fuera de sus predicciones. Y quiere reírse, pero el estómago le cosquillea horrible.
—¿Solo eso? —pregunta, intentando hacer parecer que es poca cosa. Pero sabe que es difícil para ambos. Kokichi busca la mano de Shuichi bajo las mantas y entrelaza sus dedos. Shuichi le devuelve un apretón su mano, y se muerde los labios debajo de la mascarilla. Kokichi suspira, tratando de ahogar el nerviosismo—. Seguro te conformas con poco, Saihara-chan.
—Sí, esto es suficiente para mí —vaya, que honesto es cuando está enfermo—. Gracias, Ouma-kun. Sé que esto es difícil para ti…
Kokichi no quiere admitir que solo tomarse de las manos lo hace sentir nervioso. ¿No estaba dejando a Saihara acercarse demasiado a él? ¿Estaría eso bien? Él puede sentir los largos dedos de Saihara envolviendo su mano, acariciando suavemente la piel, es más grande que su mano, y se siente calentito al tenerla bajo las mantas. Y no quiere admitirlo, pero Saihara lo hace sentir seguro.
—Está bien —admite—, no es del todo desagradable.
Shuichi suelta una risita, al tiempo que una pequeña tos lo interrumpe.
—Eso es… increíblemente honesto viniendo de ti, Ouma-kun.
—¡Hey! ¡Incluso yo puedo ser honesto a veces! —ríe, mientras le da un apretón y una sonrisa. Kokichi se recarga en su asiento, y deja caer su cabeza en el respaldo de la silla—. Saihara-chan debería saberlo mejor que nadie.
—Lo sé. Eso es algo que me gusta de ti, Ouma-kun.
Y aunque Kokichi sabe que es físicamente imposible, siente que el mundo se detiene —su mundo, al menos, ha dejado de girar—. Su corazón se acelera dentro de su pecho y una parte de él, espera que haya escuchado mal, que Shuichi no quiere decir lo que él cree que quiere decir. Se muerde el interior de la mejilla, y fuerza una risa —una que suena más como una carcajada quebrada que su habitual risa—
—Bueno, me siento halagado —señala, sin atreverse a mirar a Saihara—. Que haya algo de mí que le guste al futuro detective…
—Te equivocas, Ouma-kun —interrumpe, sus labios se fruncen suavemente—. No quería decirlo de esa forma. No es solo algo lo que me gusta de ti. Quiero decir que me gustas —dijo, todavía no parecía procesar sus propias palabras. Pero cuando se da cuenta, ya es tarde para detenerse. De todas formas, solo está diciendo la verdad—. Ouma-kun, todo tú me gusta.
Kokichi aprieta los labios y se tensa, Shuichi puede saberlo por la forma en la que sus manos se quedan quietas y sus hombros caen suavemente. Y se arrepiente de haberse declarado de esa forma tan abrupta. No porque no fuera cierto —le gustaba Ouma, eso era perfectamente obvio. Es más, podría decir que tal vez no era que solo le gustaba. Pero eso solo lo asustaría más—, pero no quería arruinar lo que habían construido. No cuando a Ouma le había costado tanto llegar a lo que tenían.
Pero Kokichi interrumpe antes de que algo salga de sus labios.
—Impresionante, Saihara-chan, no te veía como un mentiroso.
Shuichi le devuelve un ceño fruncido.
—No estoy mintiendo. No mentiría sobre algo como…
—No, definitivamente lo harías —contrarresta Kokichi, alzando un poco la voz—. Estás drogado hasta la medula con medicamentos y estás diciendo tonterías por la fiebre. No estás en todos tus sentidos, Saihara-chan.
Shuichi se muerde un poco el labio, y se cubre los ojos. Kokichi no quiere admitir que se le aprieta un poco el corazón ante la idea de haber lastimado a Saihara una vez más. Pero de nuevo, ¿no era Kokichi extremadamente bueno en eso? Lastimar a los demás para alejarlos era algo que él hacía siempre. Y siempre funcionaba.
Saihara no será distinto.
—Creo… creo que entiendo lo que estás haciendo, Ouma-kun —soltó entonces, después de unos segundos de silencio—. Pero, no me harás cambiar de opinión tan fácilmente. Por mucho que me intentes convencer con mentiras, la verdad sigue siendo una sola.
Y las caricias en su mano continuaron, Shuichi no la soltó en ningún momento —y Ouma tampoco quiere soltarlo—. Kokichi se volvió a recargar sobre el respaldo de la silla, y piensa en lo impredecible que es Saihara. ¿No cambiaría de opinión por mucho que insistiera? ¿Hablaba en serio al decir que le gustaba? Pero eso era una tontería. ¿Qué podría gustarle de él?
Tienes un terrible gusto para las personas, Saihara-chan.
—Uh… interesante, Saihara-chan —respondió Ouma, su voz hizo eco en las paredes—. ¿De dónde has sacado tanta confianza?
—No creo que se pueda llamar confianza —Saihara sonrío suavemente—. En el fondo estoy aterrado —dijo, y Ouma le dio un apretón involuntario ante sus palabras—. Es la primera vez que me siento así y no quiero arruinarlo por ser demasiado ansioso —Shuichi entonces se detuvo, y lo miró a los ojos un momento para añadir—. Ah, pero confío en lo que siento. No tengo dudas sobre eso, Ouma-kun.
Kokichi entrecerró los ojos. Y suspiró. Ya ni siquiera sentía la necesidad de mentir.
—¿Está bien para ti sentirte así, Saihara-chan? Ni siquiera nos conocemos muy bien.
—Está bien —aseguró—. De todas formas, aún quiero conocer más de ti, Ouma-kun.
Kokichi dudó por un momento. ¿No era eso lo que siempre había querido? Alguien en quien confiar, en quien apoyarse, alguien que lo acepte con todo y las mentiras que lo conforman. Alguien que no lo odie por mentir, que no quiera cambiarlo. Alguien como Saihara…
Que lo quería y confiaba en él porque lo conocía.
—Si Saihara-chan quiere conocerme —comenzó, captando su interés—, solo tienes que quedarte a mi lado.
Shuichi sonrió como respuesta.
—Me gusta cómo suena eso.
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.
.
V
—¡Cambia esa cara, Saihara-chan! ¡Nos hicimos con un gran botín el día de hoy!
—Pero… no estoy haciendo ninguna cara.
¿O si lo estaba? No podía estar seguro. Él no veía su propio rostro al fin y al cabo. Pero con lo que a él respecta, no estaba haciendo ninguna cara. No a propósito.
Shuichi suspiró, observando las bolsas de las compras en sus manos —el sonido del plástico y las pisadas eran un buen ambiente. Se sentía tranquilo caminar rodeado de nieve, incluso si sus manos quedan marcadas por los tirantes de las bolsas debido al peso que tenían—. Realmente… tenía que esperar que salir de compras con Ouma sería aumentar considerablemente la cantidad de caramelos y gaseosas dulces —y pensó que era la única razón por la que él había insistido tanto en acompañarlo—, pero no esperó que eso lo llevara a cambiar tres veces el menú de la cena solo porque Ouma quería comprar más galletas navideñas y menos vegetales.
Lo estoy consintiendo demasiado, pensó, frunciendo ligeramente el ceño. Aunque, para ser justos, Ouma lo ayudó a pagar la mitad al final, así que no podía quejarse —al menos, no en voz alta—.
Kokichi camina frente a él, balanceando la bolsa menos pesada y dando pasos largos y descuidados. La larga bufanda blanca que rodea su cuello está mal atada, pero a él no parece importarle que un poco de frío haga contacto con su piel —Saihara se asegura de recordar esto, en caso de que Ouma enferme y él tenga que recriminarle por ser tan descuidado—. Lo ve rebuscar dentro de su bolsa, y sus manos enguantadas sacan una cajita de chicles. ¿Va a seguir comiendo? Acababa de comer unas galletas glaseadas, e incluso se detuvieron para comprar helado solo porque Kokichi insistió que era el clima para hacerlo, y sin contar la vergüenza que pasaron cuando intentaron jugar con los pockys —intentar. Porque Ouma se arrepintió de seguir con el juego al ver que Shuichi no parecía en contra de hacerlo—.
Y a pesar de eso, seguía consumiendo azúcar. Shuichi no podía entender dónde iba todo lo que consumía —¿tal vez se debía a que Ouma solo comía mucho dependiendo de la ocasión? Si estaba de muy buen humor, él podría comer todo un pastel de chocolate por sí mismo. Pero si no lo estaba, el no comería algo a menos que lo obligaran—.
Él nunca parecía aburrirse de las cosas dulces. Pero con la cantidad que llevaban en sus bolsas, estaba seguro que estaría harto en poco tiempo.
—¿Sabes que tendrás que comerte esto tu solo, verdad?
—Wow, ¡Saihara-chan no deberías dudar de mi de esa forma! —Kokichi se giró, señalándolo indignado—. ¡Ya sabes que tengo un estómago extra para todas esas galletas glaseadas!
Eso no es una mentira, se dijo.
—Solo no vayas a llenarte con dulces antes de que tenga lista la cena —dijo, el contrario rodó los ojos antes de volver a girarse. Hizo una burbuja con su chicle, y Shuichi se vio en la necesidad de añadir: —Lo digo en serio.
—Saihara-chan actúas como mi padre —dijo, y Shuichi se detuvo por un instante. Ouma realmente no creía que sus sentimientos protectores se debieran a algo meramente paternal, ¿verdad? Esperaba que no. Ouma ladeó una sonrisa—. ¡Eso fue una mentira! ¿Más bien actúas como mi madre? Nishishi~ Saihara-chan tal vez nunca lo sepa realmente.
Shuichi rodó los ojos, dividido entre el alivio y la exasperación que le provocaban las burlas constantes de Ouma. A este punto, ya estaba acostumbrado.
—Y realmente no quiero saberlo —respondió, escuchando la risita burlona de Kokichi. Sus pasos se entorpecieron un momento al pisar la vereda descubierta. Shuichi notó como en este punto de la calle, ya habían quitado toda la nieve de encima y el suelo estaba casi congelado. Eso es peligroso, pensó—. Ouma-kun deberías ir con más cuidado. Está un poco resbaloso en algunas partes y…
—Geez, Saihara-chan, ¡deja de preocuparte por todo! —interrumpió—. Incluso si resbalo, estoy seguro de que Saihara-chan tiraría las bolsas con tal de ayudarme —y soltó una risita. Miró por sobre su hombro, y se enterneció al ver el rostro avergonzado de Shuichi, con su mirada perdida en el otro lado de la calle—. Oh-ho~ ¿Estaba en lo cierto?
—Bueno, sí —admitió, un poco avergonzado al ver que su declaración hizo que las risas aumentaran—. ¡E-es lo normal! No me gustaría que te lastimaras.
Kokichi apretó los labios en una sonrisa, si tenía que decirlo, encontraba realmente adorable como Shuichi admitía tan fácilmente que estaba preocupado por él —siempre lo hacía, y aunque fuera agradable saberlo, también le parecía que Shuichi se preocupa demasiado. Era parte de su naturaleza ansiosa, supuso—.
—Nishishi~ solo admite que quieres salvarme y ser recompensado adecuadamente por tu valentía —comentó, admirando la mueca de Shuichi cuando le guiñó el ojo. Las reacciones del detective eran tan honestas—. Ah, Saihara-chan es un travieso.
—Admito que me preocupo por ti. Y tampoco quiero que resbales —dijo, Ouma estaba a punto de decir algo cuando Shuichi continuó, con una sonrisa ladeada—, porque no quiero escuchar tus quejas y cargarte hasta nuestro piso —aclaró, Ouma frunció los labios, su rostro estaba listo para hacer uno de sus tantos berrinches—. Aunque… no me molestaría ser recompensado si se trata de ti, Ouma-kun…
Y a pesar del frío, las mejillas de Ouma tomaron un poco de color —al igual que las mejillas de Shuichi, quien se avergüenza a pesar de ser el único en decir tales palabras—. Intenta disimularlo con una risita divertida, pero por la sonrisa satisfecha de Shuichi —la que esconde debajo de la bufanda grisácea— sabe que no tiene sentido hacerlo.
Si así quiere jugar…
—Bueno, tal vez te recompense si te ofreces a cargarme, Saihara-chan —Ouma hizo una burbuja con su chicle, y la explotó antes de continuar—. No sabes lo que podrías ganar, detective~.
—De todas formas, eso no va a pasar —dijo. Se quedó en silencio por un momento, y añadió—. Pero dependiendo de la recompensa podría pensármelo. ¿Qué tienes en mente, Ouma-kun?
—Geez, Saihara-chan seguro eres un-
—¡Ouma-kun!
Ah.
Que conveniente.
Como si fuera para darle una razón más para preocupar a Shuichi, Ouma perdió el equilibrio un instante. Cerró los ojos, esperando sentir el frío suelo en su trasero y con suerte, sin ganarse un golpe en la cabeza. Pero luego de unos segundos sin sentir nada, abrió los ojos. Las bolsas estaban dispersas en el suelo —y agradecía no haber comprado nada que fuera fácil de romper—, y sintió la mano de Shuichi sostener fuertemente la suya. Parpadeó una vez y hasta cuatro veces más, antes de mirar mejor el rostro nervioso y asustado de Shuichi.
Bueno, ahora solo se sentía culpable. Le sentaba bien preocuparlo en ocasiones. Pero no le gustaba cuando hacía ese tipo de expresiones. No por él.
—Eso fue a propósito —declaró Ouma, para ver si eso era suficiente para aliviar a Saihara. Ladeó una sonrisa, que intentaba ser divertida—. Solo quería comprobar si Saihara-chan tiraría las bolsas para ayudarme de una muerte trágica.
Shuichi se mordió los labios y arrugó el ceño. Eso no había funcionado muy bien.
—Eso suena como una mentira —Shuichi suspiró, tratando de recuperar el aliento. Su mano tembló un instante, y Ouma le dio un apretón involuntario, esperando que eso sirviera. Saihara se lo devolvió, mientras fruncía los labios—. Por un momento me asustaste. A propósito o no, no vuelvas a hacer eso… por favor, Ouma-kun.
El corazón de Ouma se calentó por un instante. La expresión con la que lo miraba Saihara era algo común en él —una expresión suave, paciente, pero con ojos preocupados y amorosos—, pero no dejaba de ser extraño. Él nunca fue visto con tanto cariño antes, y sería un tonto si lo negaba.
Sus mejillas se estaban calentando, pero el cambió su expresión rápidamente para que Shuichi no notara eso.
—Nishishi~ hice que el corazón de Saihara-chan muriera de preocupación —señaló, dando un toque en el pecho de Saihara, cerca de su corazón—. Con eso estoy satisfecho, así que ya no tengo que tomar tu vida.
Y para sorpresa de Kokichi, sintió las manos envolver sus mejillas. El color se acumuló en su rostro mucho más rápido a medida que el pulgar de Shuichi acariciaba su rostro con una sonrisa llena de afecto. Ah, eso no se lo esperaba. Realmente Shuichi podía ser muy impredecible. Sin embargo, a pesar de que se sentía nervioso y avergonzado, no había forma de que se lo dejara tan fácil.
Kokichi ladeó una sonrisa, divertido.
—Oh-ho~ ¿Vas a besarme, Saihara-chan?
Shuichi le devolvió una sonrisa.
—En realidad, quisiera hacerlo.
Ouma se tensa unos segundos, pero sabe que Shuichi no haría nada que lo hiciera sentir incómodo.
Y él todavía se siente sofocado por sus propios sentimientos como para incluir ahora un contacto físico mucho más íntimo —él podría bromear sobre besarse, pero no espera que Shuichi lo haga realmente…—. Y Saihara lo entiende, por lo que solo le sonríe, le aprieta suavemente el rostro, y se aleja de él.
Se separan sin decir nada y recogen las cosas de las compras para volver a casa. Y a pesar de que el resto del camino es más silencioso; no deja de ser un silencio cómodo para ellos.
.
—¡Ah, frío, frío!
Ouma se apresura en entrar a casa, se quita los zapatos y el abrigo, y los deja tirados en la entrada sin pensárselo dos veces, a su desorden se unen su bufanda y sus guantes. Se apresura en dejar la bolsa con sus dulces restantes en el mesón de la cocina, y se lanza al sofá para envolverse en la manta que Shuichi había traído para ellos esa mañana —una manta realmente calentita que no iba a cuestionar de dónde había salido—. Enciende el televisor, y suspira aliviado al ver que su cuerpo empieza a entrar en calor finalmente.
Shuichi se aguanta un suspiro resignado en lo que entra también al lugar que comparten. Deja sus llaves a un lado, y se inclina para levantar las cosas de Ouma —un quejido se le escapa de igual forma, cuando se inclina en su apretado abrigo y casi deja caer las cosas de la bolsa por segunda vez—. Una vez en sus manos, se asegura de dejarlas más ordenadas en el sofá.
La sonrisa divertida que le lanza Ouma lo hace fruncir el ceño momentáneamente.
—Agradecería que no tiraras todo en la entrada, Ouma-kun.
—¡Iba a recogerlo más tarde! —aseguró, apretando los labios en una sonrisa imposible de disimular—. Probablemente.
—Ah, por supuesto que sí —respondió Shuichi, rodando los ojos. El sarcasmo en su voz estaba demasiado cargado cuando continuó—. Porque eres increíblemente ordenado, ¿verdad?
Kokichi soltó un resoplido, divertido.
—¿Sabes? Últimamente estás demasiado seguro de ti mismo —señaló, frunciendo los labios. Shuichi se estremeció un poco ante la fingida tristeza en el rostro de Ouma—. Ugh… ahora no dejas de molestarme, ¿dónde quedó mi amado y ansioso Saihara-chan que no podía ver a la gente sin su gorra?
El contrario se encogió de hombros, apartando la mirada sutilmente.
—Sigue aquí, en realidad —dijo, y luego musitó—. Pero tuvo que dejar su gorra porque no dejabas de tomarla.
—¿Es así? —Kokichi se hizo el desentendido, ladeó su cabeza con fingida inocencia. Pero luego soltó una risa al ver que Shuichi le devolvía un ceño ligeramente fruncido. Como si le dijera que no fingiera o algo de ese estilo—. Nishishi~ bueno, eso suena como algo que yo haría —dijo—. Pero eso está bien. ¡Saihara-chan se ve mucho mejor sin esa fea gorra!
Eso suena como una mentira, se dijo, pero me gustaría que lo dijese en serio.
Pero, incluso si Kokichi lo decía y no podría asegurar que lo decía completamente en serio, aún sentía un poco de vergüenza. Intentó cubrir su rostro, solo para recordar que no había una gorra que pudiera ayudarlo. Apretó los labios y bajó la mirada, el color blanco del plástico de las bolsas le dio la excusa perfecta para retirarse.
—Iré… a dejar las bolsas.
—¿Eh? ¿Te vas a poner a cocinar ahora? —exclamó, con un puchero en sus labios—. ¡Pero yo quería acurrucarme con Saihara-chan!
—E-eso…
—¡Eso fue una mentira, por supuesto!
Shuichi sintió que se le calentaba el rostro. Ah, por supuesto que lo era. Ouma podía hacer ese tipo de bromas tan fácilmente.
Soltó un pequeño y ahogado gruñido, y se fue a la cocina —intentando contenerse y no mostrar la decepción que sentía ahora por tener a Kokichi jugando con él de esa forma—. Dejó las bolsas en el mesón, junto a la bolsa que Kokichi había dejado, y se puso a calentar un poco de chocolate caliente.
¿Qué estoy haciendo? Shuichi apretó los labios, y se cubrió el rostro con una de sus manos, apretando las cienes ligeramente. Ya han pasado dos semanas desde que se ha confesado, y no han hablado —todavía— del tema. Pero se dijo a sí mismo que no insistiría. No quería presionar a Ouma sobre sus sentimientos, ni quería hacerle creer que le debía una respuesta —aunque sí. Quería escuchar una respuesta. Sobre todo cuando tenía a Kokichi bromeando sobre besarse o quedarse simplemente juntitos acurrucados y viendo la televisión. Ouma nunca haría eso con cualquiera, y Shuichi no sabe cómo interpretarlo. ¿Era su manera de corresponder sus sentimientos… o bromear sobre ellos?
Honestamente, tenía miedo de preguntarle. Si Ouma mentía —otra vez— para alejarlo no sabría cómo manejarlo.
Y tampoco sabía exactamente lo que Ouma estaba pensando —nunca lo sabía. Pero esto era un tema en el que le gustaría tener algo más de conocimiento—. ¿Acaso Ouma estaba pasando de su confesión? No —se respondió, casi inmediatamente luego de surgir esa pregunta—, él estaba seguro de que Ouma tenía en consideración sus sentimientos. Como siempre. Incluso si no sabía muy bien lo que pasara por la cabeza de Ouma, era seguro que no ignoraba sus sentimientos.
Pero al mismo tiempo Shuichi piensa que es una forma de darle esperanzas, y sinceramente no cree que debería sentirse de esa forma.
Porque si Ouma al final lo rechaza, él perdería toda la seguridad que ha reunido esos días. Los días de convivencia se volverían absolutamente incomodos, y temía que esto arruinara esa amistad que habían forjado a lo largo del semestre y se viera en la obligación de mudarse.
Shuichi sacude la cabeza, intentando no pensar en el peor de los escenarios. Al ver el chocolate listo, lo sirve en ambas tazas —y añade solo una cucharada de azúcar en una de ellas—. Vuelve a dirigirse al sofá, con los chocolates en mano, donde Ouma está viendo una película envuelto en mantas.
Adorable. El corazón de Shuichi se hincha de amor al verlo, y desearía de verdad poder ser correspondido por este chico. Para poder besarlo en esos momentos, y conocer más de esas facetas que solo él podría conocer hasta ahora.
—¿Saihara-chan?
—A-ah, sí —Shuichi responde en modo automático. Siente el rostro acalorado por el giro repentino de sus pensamientos, y le ofrece a Kokichi su taza de chocolate caliente. La forma en la que el más bajo aspira el aroma dulce del chocolate solo hace que los sentimientos de Shuichi por él solo crezcan un poco más—. Si… si le hace falta azúcar puedo ir por más, Ouma-kun.
Kokichi le da una probada a su chocolate, y se llena de calidez y alivio. Es un buen tiempo para tomar chocolate caliente. Saborea sus labios con su lengua, para quitar el resto de chocolate, pero eso solo hace que Shuichi se estremezca. Siente que el corazón se le va a salir del cuerpo en cualquier momento. Y piensa que, es probable, que Kokichi lo esté haciendo a propósito.
—Nada mal, Saihara-chan —sonríe, sin poder dejar escapar ese tono condescendiente—. Ah, chocolate caliente en un día tan frío como este, Saihara-chan seguro cuida bien de mí —Kokichi cierra los ojos, divertido deja caer su cabeza sobre el respaldo del sofá—. Si sigues así, podría enamorarme de ti…
Y entonces, Kokichi se calló. Eso… eso no fue lo que quería decir ahora.
Le dio una mirada a Shuichi, quien torció los labios y dejó la taza de chocolate en la mesita mientras se sentaba en el sofá. Por supuesto que no se lo tomaría demasiado bien. Acababa de insinuar que no sentía lo mismo pero que podría llegar a hacerlo. Vaya.
Soy un idiota.
—¿Saihara-chan…?
—Está bien, Ouma-kun —Shuichi suspiró, su cuerpo tembló ligeramente, y no sabía si era por los nervios o por el frío—. Solo me tomaste por sorpresa.
Kokichi asintió, sin saber qué agregar. Le dio otro sorbo a su chocolate caliente, y miró de reojo la pantalla del televisor. Esperaba que su error quedara solo como una tontería del momento, y que podrían seguir bromeando dentro de unos minutos o una hora. Pero Shuichi tenía otros planes.
—Ouma-kun… ¿puedo preguntarte algo? —Shuichi se mordió el labio, desviando un poco la mirada. Él no quería sacar el tema de esa forma, en realidad esperaba que Ouma le hablara voluntariamente, pero no podía dejar ir la oportunidad ahora que había surgido. Al final, suspiró—. ¿Y si… y sí quiero que te enamores de mí?
Kokichi abrió la boca, pero la cerró inmediatamente. ¿Qué estaba a punto de decirle? ¿Qué ya estaba enamorado de él?
… ¿Lo estaba realmente?
—Te amo, Ouma-kun —Shuichi musitó, y aunque su voz sonó como un susurro, fue lo suficientemente alto para que Ouma lo escuchara. Lo supo por la forma en la que se estremecía—. De verdad te amo. S-sé que probablemente pienses que es demasiado pronto para decirlo, o que solo soy un tonto por sentirme así… y probablemente tienes razón…
Shuichi estaba nervioso, no dejaba de hablar. Y no lo culpaba —la taza de chocolate entre sus manos tampoco dejaba de temblar, era difícil disimularlo—.
—Pero… te amo —dijo, y se mordió el labio—. Y realmente me gusta lo que tenemos… pero…
Se quedó un momento en silencio, buscando las palabras adecuadas. Ouma lo ánimo a continuar cuando vio que estaba dudando demasiado tiempo.
—¿Pero?
—¡Pero no sé qué es lo que sientes, Ouma-kun! —chasqueó los labios, su voz sonó más alta de lo que había esperado. Bajó la mirada, decidió enfocarse en sus propias manos antes que mirar a Ouma a los ojos—. Pero… pero tampoco quiero que te sientas presionado a darme una respuesta…
Ouma estaba a punto de decirle que si no quería hacerlo sentir presionado, decirle que no se sintiera presionado era lo peor que le podría decir —eso solo lograba hacerlo sentir incluso más presionado—. Estuvo temiendo por esa pregunta. Por supuesto, él quería a Saihara. No era lo suficientemente tonto para seguir negándose eso —lo ha tenido claro por un tiempo, su gusto por el detective siempre fue uno de sus problemas—.
Pero…
No estaba seguro de si lo quería lo suficiente para hacer feliz a Saihara. O para permitirse entrar en una relación, sea lo que sea que significara eso —¿y que le aseguraba que sus sentimientos fueran reales? Kokichi ha llegado a un punto en el que ni siquiera sabe si confiar en sí mismo—.
Ouma sabía que estaba siendo cruel por hacerlo esperar tanto, por haber dejado pasar su confesión hace dos semanas solo porque le parecía que Saihara no podía hablar en serio. Y ahora, parecía que Saihara lo había convencido de que lo decía en serio cuando decía que lo amaba. Shuichi nunca bromearía sobre algo como eso —él nunca fue ese tipo de personas—.
Él realmente se siente así sobre un mentiroso como yo…
—Saihara-chan…
Me siento de la misma forma. Y quiero confiar en ti.
—El chocolate se enfría…
Cuando Shuichi levantó la mirada, Kokichi pudo ver esa sonrisa triste asomada en su rostro mientras tomaba su taza de chocolate sin decir una palabra.
Soy un idiota.
.
Kokichi golpeteó con los dedos la superficie de la mesa, y fingió no darse cuenta cuando Amami llegó, dejando su café y el chocolate caliente frente a él. Se sentó del otro lado de la mesa, y tomó un sorbo de su café, disfrutando de la bebida caliente y lo amargo que se sentía. Su nariz estaba roja por el frío, y Kokichi se preguntó si Amami tenía una bufanda, porque no estaba usando nada.
Luego recuerda que es su culpa, por haberlo sacado de su cuarto a empujones, por no haberlo dejado coger un abrigo o algo para cubrirse del frío. Es bueno que esa cafetería tenía calefactor, así evitaba que su amigo cogiera un resfriado o algo peor por exponerse al frío a tan tempranas horas.
—Ouma-kun —comenzó Amami, y por el tono de su voz, Ouma supo de inmediato que se veía un regaño de su parte—. Escucha, sabes que te respeto y también que te tengo mucho aprecio —y paciencia, Kokichi pensó—. Pero, la próxima vez que me vuelvas a despertar a las siete de la mañana en vacaciones de invierno por un problema tuyo, te cerraré la puerta en la cara.
Kokichi le dio un sorbo al chocolate, y frunció el ceño, fingiendo estar herido.
—Wow, realmente me tienes tan poca consideración, Amami-chan —frunció los labios, haciendo un silencioso mohín—. Además, ¿quién dijo que tenía un problema con Saihara-chan? —Rantaro alzó una ceja, pero Kokichi le cortó antes de dejarlo continuar—. ¿No puedes pensar que solo te estoy invitando a desayunar porque soy increíblemente buen amigo? ¿Tanto así me odias?
—En ningún momento mencioné a Saihara-kun, ¿o sí?
Él frunció el ceño. ¿No lo hizo? ¿O está mintiendo sobre no haberlo hecho? —Kokichi se sorprende de no poder estar seguro sobre algo como eso—.
—Así que, ¿qué pasó? ¿Saihara-kun te hizo algo?
Kokichi se mordió el labio. Sin saber muy bien cómo sacar el tema tan temprano.
Bueno, aquí va todo o nada.
—Saihara-chan se me confesó —dijo, y añadió un momento después—, por segunda vez.
Amami se atragantó un segundo, y tosió un poco su café. Frente a él, Ouma solo le dirigió una sonrisa divertida, mientras le daba un sorbo o dos a su propia bebida caliente. Intentaba mantener la compostura. No mostrarse nervioso en lo absoluto. Estaba tratando de ser lo más honesto posible aquí después de todo.
—Bueno, eso es… —Amami hizo una pausa, buscando la palabra adecuada—, inesperado. Entonces, ¿de eso se trata todo esto? —alzó una ceja, como si acabara de darse cuenta de todo el significado oculto en las acciones de Ouma—. ¿Desde cuándo me ves como un consejero en el amor, Ouma-kun?
Ouma se encogió de hombros.
—Tienes muchas hermanas, Amami-chan, algo bueno debe salir de todo eso —señaló, dibujando una sonrisa—. Además, llevo dos días sin dormir desde que Saihara-chan se confesó de nuevo. Si esto es una mala idea, entonces estoy lo suficientemente cansado para no darme cuenta.
Amami entrecerró los ojos. Ahora que Ouma lo decía, podía notar algo de maquillaje bajo sus ojos, tratando de ocultar aunque fuera un poco las ojeras. Debe estar realmente cansado, pensó, era la única explicación que se le ocurría para no escuchar las habituales mentiras de Ouma. Tal vez su conversación con Saihara iba a ocurrir antes de lo planeado.
—No estás mintiendo —declaró, con cuidado. Su preocupación se hizo presente en sus palabras, sin poder disimularlo—. Bueno, no soy el mejor dando consejos, pero puedo intentarlo para ayudarte. Aunque sea un poco.
—¡Yay! Gracias hermano Rantaro~.
Amami suspiró, negando las nacientes ganas de revolverle el cabello a Ouma. Lo ve dudar unos segundos, y Amami entiende lo difícil que es para Ouma hablar de sentimientos —especialmente cuando se trata de sus propios sentimientos—. Y se siente feliz, de verdad, de ser uno de los pocos en los que confía para hablar de estos temas tan delicados.
El Ouma que conoció hace años nunca hubiera aceptado hablar de estas cosas con nadie. Shuichi seguro era algo si estaba ayudando a Ouma a salir de su caparazón de desconfianza.
—Entonces… —animó Rantaro—. ¿Qué ocurrió después de que se confesara por segunda vez?
Y aunque tenía que admitir que sentía curiosidad de la primera vez, prefirió no preguntar. Lo mejor era ir al punto desde el comienzo. Mientras más rápido hablaban de esto, más rápido su amigo dejaría sus preocupaciones y podría arreglar sus asuntos con Shuichi —y él podría volver a dormir, calentito entre sus mantas—.
—Nos quedamos acurrucados, bebiendo chocolate caliente y viendo la nueva temporada de Black Mirror en Netflix. Después nos fuimos a dormir —Kokichi se encogió de hombros, recordando a rasgos generales lo que había ocurrido después de su comentario idiota días atrás. Pensándolo fríamente, pudo ser peor—. Saihara-chan no ha vuelto a tocar el tema desde entonces.
Amami frunció el ceño.
—¿Acurrucados y bebiendo chocolate caliente? —preguntó, sin entender—. ¿Entonces qué? ¿Están saliendo juntos?
—Estamos y no estamos saliendo juntos —dijo, frunciendo un poco los labios—. Coqueteamos un poco y hablamos de besarnos. Pero al final no lo hacemos y seguimos con lo nuestro. ¿Cómo le llamas a eso?
—Ser jodidamente estúpido.
Ah, que directo.
—O-Ouch, Amami-chan es tan cruel —Kokichi se mordió el labio, forzando una sonrisa. Estaba demasiado cansado para intentarlo más que eso—. Pero sí, supongo que no estas mintiendo.
El otro asintió, y tenía que admitir que esto era nuevo. Kokichi siempre había sido increíblemente inteligente. Lo conoce desde hace años —puede decir que es el único amigo de Kokichi que ha durado hasta ahora—, y es consciente de lo listo que puede ser su amigo. Siempre obteniendo mejores calificaciones, siempre siendo el mejor en su club de ajedrez en preparatoria, e incluso sus análisis o informes eran increíbles. Amami siempre calificó a Kokichi como un genio —uno que estaba a un accidente de laboratorio para convertirse en un súper villano—.
Pero en el amor es un tonto sin remedio. Amami tiene que contener la risa y la frustración. Después de todo, no se podía tener todo en la vida.
—¿No le has dicho a Saihara-kun como te sientes? —Kokichi sorbió su chocolate. Bueno, ese silencio era suficiente como respuesta. ¿Qué más iba a esperar? Si Kokichi estaba ahí era porque no sabía cómo hablar de eso con Shuichi—. ¿No crees que pueda entenderlo?
—Oh, claro que lo entendería, Saihara-chan es muy listo —dijo.
—¿Y a qué le temes, Ouma-kun?
A todo.
A no poder corresponder todos los sentimientos de Saihara. O que Saihara haya confundido sus sentimientos y no sea amor lo que de verdad siente —quizás solo sea gratitud, aprecio por todo el tiempo que han convivido juntos—. Tiene miedo de mostrarle un lado de él que no sea del agrado de Shuichi y así arruinar toda la confianza que construyeron esos meses de vivir juntos. Y Kokichi no quiere decir que a lo que más le teme, es que no sea suficiente para alguien como Saihara.
Es por eso que era más fácil mentirle, y mentirse a sí mismo. Incluso si eso significaba que podría volver a quedarse solo.
—¡No le temo a nada, Amami-chan! ¡Que grosero eres al pensar que tengo algo a lo que temerle!
Amami suelta una risita, completamente fingida, por supuesto.
—Bien, bien, como tú digas entonces —él no está convencido, era fácil de notar. Rantaro le da un sorbo a su café, y se cruza de brazos—. Solo diré esto: mientras más tiempo lo haces esperar, más lo vas a lastimar —señaló. Aunque eso era algo que Kokichi ya sabía. No hacía falta que se lo recordara—. Pero también te diré algo más: deja de pensar en todas las posibilidades sobre lo que sucederá si le dices a Saihara-kun que lo amas.
Ouma interrumpió antes de que él continuara.
—¡Espera, Amami-chan! Nunca dije que yo lo…
—No eres sutil, hermanito —suspiró, exasperado. Kokichi alzó una ceja ante ese gesto, y Amami negó con la cabeza, como si se preguntara cuantas veces se iba a decir esa mentira—. Escucha, sé la forma en la que lo miras y cuidas de él —a tu manera—. Y sé que te preocupas lo suficiente por él, como para levantarme temprano y preguntarme sobre qué hacer con respecto a Saihara-kun. Si eso no es porque lo amas, entonces estás mintiéndote a ti mismo. Como siempre.
Kokichi arrugó el ceño. Su mejor amigo era demasiado perceptivo. Y eso era bueno, sin embargo, él odiaba cuando alguien lo leía tan fácilmente —como si fuera un libro abierto y las personas solo necesitaran verlo para saber lo que está sintiendo—. Abrió la boca para discutir, pero Amami levanto su mano para detenerlo.
—Déjame continuar. Como te decía, deja de pensar en las posibilidades como siempre haces. Debes aceptar que no siempre tienes la razón, Ouma-kun.
—Wow —respondió, sinceramente sorprendido—. Que atrevido de tu parte sugerir que no-
—Sueles acertar muchas veces, lo acepto —interrumpió Amami, Kokichi hizo un puchero al ver que su amigo no le iba a dejar hablar. ¿Qué sentido tenía una conversación si no lo dejaban participar en ella? Tonto Amami-chan. Rantaro ladeó una sonrisa, y señaló: —Pero con Saihara-kun ha sido distinto, ¿no?
Apretó los labios. Él no podía discutir ese punto.
Ciertamente, Saihara podía ser alguien impredecible. No solo había convivido más con él que con cualquier otro compañero de cuarto, también estaba el hecho de que Shuichi se había enamorado de él. Se había enamorado de un mentiroso como él.
Y aún quería seguir conociendo a Ouma. Después de todo ese tiempo, después de haber visto a través de él más que cualquier otro. Y Ouma nunca había esperado eso como resultado. Para él no tenía sentido que Saihara Shuichi se quedara a su lado después de tanto.
Saihara-chan es demasiado impredecible, pensó, pero eso no es aburrido en lo absoluto.
—Sabes que tengo razón —Amami sonrió al ver al otro tan pensativo—. Así que no digas que las cosas saldrán mal solo porque así lo piensas.
Confía.
Inténtalo.
No pensar en todas las posibilidades que podrían surgir, no pensar en lo absoluto en lo que podría salir mal si toma una de las rutas equivocadas. Solo… tendría que confiar en sus sentimientos. En sus sentimientos por Saihara. Confiar en que algo entre ellos dos podría funcionar si lo intentan.
Amami le revuelve el cabello, para distraerlo un poco.
—Solo date la oportunidad de ser feliz con alguien.
Y Kokichi piensa que Amami no es tan malo dando consejos después de todo. Y también se dice a sí mismo que hablara con Saihara de lo que siente cuando llegue al lugar que comparten. Le dirá la verdad por una vez sobre cómo se siente realmente —y eso lo pone lo suficientemente nervioso para querer devolver todo el chocolate caliente que ha consumido esos días—.
Da un resoplido y le sonríe burlonamente a su amigo.
—¡Eres un mentiroso, Amami-chan! ¡Dijiste que eras malo dando consejos!
—Bueno, tal vez no sea tan malo después de todo —y le devuelve la sonrisa—. Tal vez incluso podría abrir una página de consejos y cobrar por ello, ¿qué te parece?
—Me parece que eso ya es pasarse —le da un sorbo a su chocolate, y al ver la sonrisa de Rantaro, lo entiende—. Espera, no estas mintiendo —entrecierra los ojos, haciendo un puchero con los labios—. Oh, dios, ¿vas a cobrarme, Amami-chan? ¿T-todo eso fue solo para conseguir algo a cambio?
Amami suelta una risa.
—¡E-eso es… tan cruel! —y empiezan las lágrimas de cocodrilo. La cafetería entera los mira, los clientes miran preocupados el llanto del que luce como un niño en apariencia, pero ninguno le da importancia—. ¡Pensé que éramos amigos! No, ¡pensé que éramos hermanos!
—Ouma-kun —Amami suspira, interrumpiendo cuando ve que una de las empleadas estaba pensando en acercarse—, deja de llorar y solo ve por otro café.
Ouma hace desaparecer sus lágrimas tan rápido como aparecieron y se levanta de mala gana, sacando el dinero de su bolsillo para dirigirse a la barra y pedir algo para Amami.
Rantaro se arrepiente no mucho después. Cuando Ouma le entrega su cartera, el recibo de la compra y el café. Amami no sabe en qué momento Kokichi le robó la cartera y el dinero que llevaba. Pero está lo suficientemente cansado para no molestarse por eso.
.
Ouma considera sus opciones mientras camina a casa.
Piensa en cómo sería la forma más adecuada de decirle a Saihara que le ha correspondido todo ese tiempo. Que lo dice en serio. Y que definitivamente no está mintiendo —no lo hace para hacerlo sentir bien, ni para burlarse de él. Lo dice porque de verdad lo siente, o al menos, está convencido de que así es—. Piensa en sí debería buscar el momento adecuado, o sí debería preparar algo —¿algo cómo qué? él no está seguro. Si Saihara era del tipo romántico entonces debía prepararse para ser decepcionado—. O piensa si estaría bien soltarlo al llegar a su cuarto —con un casual "estoy en casa" y añadir un "Ah, y Saihara-chan, también me gustas"—. O tal vez hacerlo más como él, planear una broma adecuada y antes de que Saihara vaya a reclamarle, soltarle sus sentimientos para que Shuichi pase de estar enojado a feliz en un segundo —eso no sonaba tan mal. Pero no dejaba de parecerle que no era lo mejor que podía hacer—.
Ouma se mordió el labio ante su falta de ideas. Esta era la primera vez que consideraba que —tal vez— había algo en lo que no era tan bueno como pensaba.
Tampoco sabía muy bien cómo reaccionaría Saihara ante esto. Él ha estado evitando el asunto durante un tiempo. ¿Estaría enojado con él por haberlo lastimado? Por haber tardado tanto en darse cuenta de que no debía pensar demasiado las cosas, porque no siempre estas saldrían como lo esperaba, y por lo tanto no tenía sentido preocuparse demasiado por ello.
Kokichi no lo sabía.
Soltó un suspiro. La residencia estaba justo frente a él. Podía ver la habitación que ha compartido con Shuichi todos esos meses, y se pregunta si podrán seguir siendo compañeros de cuarto después de esto. Él espera que sí. Nunca podría encontrar otro compañero como Shuichi —y tampoco quiere hacerlo. Saihara Shuichi no es alguien que podría ser reemplazado fácilmente—. Kokichi se detiene unos segundos al ver un auto estacionado frente al edificio, pero no le da importancia. Supone que alguien se irá por las vacaciones de invierno.
Sacude la nieve de sus zapatos en la alfombra antes de entrar al edificio. Y lentamente se dirige a las escaleras, pasando de los estudiantes que se pasean por la entrada principal. Incluso si puede usar el ascensor perfectamente, quiere tardar todo lo que sea posible. Kokichi no quiere admitir que a pesar de haber tomado su decisión, él todavía quiere evitar el momento.
Está nervioso. Pero eso se quedaba corto.
Está increíblemente nervioso. Y él no está seguro del por qué. Sabe que Shuichi no lo rechazaría, porque él se siente de la misma forma. Entonces, ¿está nervioso porque va a confesar algo que solo hará que se muestre vulnerable ante alguien? Maldición, sí.
Kokichi siente las piernas temblar, pero el pisa fuerte y se dice a sí mismo que es por las escaleras hasta el sexto piso. Eso debe ser. Sí, definitivamente es eso.
Y se ríe. Porque su mentira es tan mala y aun así él quiere creerlo. Necesita creerlo. Necesita darse un poco de seguridad ahora que ha llegado al piso que le corresponde, ahora que camina por el pasillo rodeado de estudiantes hasta la puerta 262.
Kokichi se para frente a la puerta, y cambia su expresión nerviosa de inmediato. De ninguna forma dejaría que Shuichi lo viera nervioso apenas llegara. Así que suelta un suspiro, y forma una sonrisa en sus labios. Shuichi debe estar sentado en el sofá, bebiendo café y viendo la televisión, está preparado para verlo y traer la conversación al tema.
Abre la puerta, y cuando está preparado para saludarlo, se detiene.
Porque hay cajas amontonadas en la sala. No son demasiadas, pero son las suficientes para desconcertarlo. Saihara no le habló de traer cajas a la sala —pero en su defensa, tampoco es que hayan hablado mucho los últimos días—. ¿Qué estaba haciendo Shuichi con eso? Hay muchas opciones para eso, pero las que más palpitan en la cabeza de Kokichi son las que menos les gustan.
—¿Saihara-chan…?
Kokichi esperó una respuesta, pero no fue la voz de Shuichi lo que le recibió de vuelta.
En su lugar, escuchó la voz de un hombre mayor —más ronco, más seco. La voz de un hombre en sus cuarentas— Lo observó salir del cuarto de Shuichi con una caja. Kokichi nunca había visto a ese hombre en su vida, pero parecía tener cierta familiaridad con su compañero de cuarto. No se atrevería a decir que se parecen físicamente, pero Ouma no dudaría si ese tipo le dijera que Shuichi y él son familia.
—Oye, Shuichi, no esperes que yo cargue todo hasta… —y se detiene, parpadea un poco, antes de dejar la caja en el suelo. Junto a las demás cajas de la sala—. Oh, hey —saludó—. ¿Eres el compañero de cuarto de Shuichi? Él me ha hablado mucho sobre ti —él está a punto de extenderle la mano, cuando la retiene, y chasquea un poco los labios—. Espera, lo siento, es la costumbre. Los japoneses suelen inclinarse, ¿no?
Y Ouma lo corta antes de que el adulto pueda inclinarse para continuar —su japonés suena extraño, ¿estuvo en el extranjero?—.
—¿Es el tío de Saihara-chan?
—Correcto. Que buen ojo tienes, chico. Shuichi tenía razón —comentó—. Él dijo-
—¿Qué son todas estas cajas?
El hombre torció los labios, y Kokichi al menos podía suponer de dónde Shuichi había sacado esa mueca de torcer los labios cuando algo no es de su agrado o es tomado por sorpresa. Bueno, sabía que estaba siendo mal educado, pero no podía evitarlo. Cuando las cosas no salían como él las pensaba, no podía evitar sentirse un poco preocupado.
—A mí también me sorprendió —dijo el hombre—. Shuichi de repente me llamó y me pidió ayuda para llevar todas estas cajas.
—¿Dónde está Saihara-chan?
—No se fue hace mucho —respondió—. Debería estar subiendo las cosas al auto y…
Kokichi se volvió a ir, ignorando el llamado del tío de Shuichi. Corrió por el pasillo hasta las escaleras, no tenía que perder tiempo esperando el —maldito— ascensor.
Shuichi no podía estar haciéndole esto.
No podía irse así como así. No sin decirle nada. ¿Se iba de vacaciones? ¿O se iba para siempre? ¿Se había cansado de esperar una respuesta? ¿Por eso se marchaba? Lo que sea que esté haciendo, debió decírselo. Kokichi confió en él. No podía pensar en irse sin decirle nada.
Se mordió el labio, ¿esto era lo que conseguía por alejar siempre a la gente? Él pensó que Shuichi sería diferente. Que él se quedaría. Que él no lo dejaría volver a estar solo.
Kokichi jadeó cuando lo vio. Estaba fuera, junto al auto estacionado, dejando una caja dentro del auto, acomodando sus cosas en el asiento trasero. Estaba tan dedicado a eso, ¿de verdad planeaba irse?
Se apresuró, y tomó a Shuichi por sorpresa cuando lo abrazó. Apenas lo dejó voltear, y Kokichi se encargó de hundir su rostro en el pecho del otro.
—¿O-Ouma-kun?
—Que injusto eres, Saihara-chan.
Kokichi intentó reír, pero solo salió una carcajada quebrada y silenciosa —no vayas a llorar, se dijo. Pero fue más fácil decirlo que hacerlo—. Él apretó más el abrazo cuando sintió las manos de Shuichi sobre sus hombros, pero no estaba seguro si trataba de apartarlo o tranquilizarlo.
—No puedes irte de esta forma —dijo, y Shuichi estuvo a punto de interrumpirlo cuando Kokichi apretó el abrazo—. No puedes llegar aquí, hacer que me enamore de ti, y simplemente irte de esta forma.
Shuichi se tensó. Kokichi bajó los ojos al suelo, odiaba lo vulnerable que estaba sonando pero, estaba bien.
Estaría bien.
—Soy un idiota —murmuró—. No quería arriesgarme porque no quería arruinar las cosas contigo. Siempre es más fácil mentir en esas situaciones, ¿sabes? y alejarte como a todos los demás. Pero Saihara-chan puede ser muy insistente, con todo eso de que le gusto también y que quiere seguir conociéndome… he llegado a un punto en el que ya no puedo mentirme sobre todo lo que me haces sentir.
—Ouma-kun…
Y tiembla ligeramente, sus piernas se han hecho gelatina. Dios, por eso odiaba decir la verdad. Lo hacía ver tan patético. Tan —malditamente— vulnerable. Apretó los puños, y enterró su cara en el abrigo de Shuichi, esperando que fuera suficiente para ahogar sus palabras.
—Te amo tanto que me asusta, Saihara-chan…
Ah. Finalmente se lo dije.
Se mantiene así unos segundos, apretando el cuerpo de Saihara contra el suyo. Temiendo que pueda irse si lo suelta. Pero él no tiene esos planes —ni siquiera podría pensar en dejarlo ahora—. Shuichi lo aprieta contra su cuerpo sin dudarlo, y Ouma se ve obligado a ponerse de puntitas para que él no tenga que inclinarse tanto. Siente como el más alto hunde su cabeza en el hueco que hay entre su cuello y su hombro, y Kokichi se estremece al escuchar su risita tan cerca de su oído, junto a un sollozo bastante obvio.
Ouma acarició el cabello de Saihara, y trató de tragarse el nudo que sentía en la garganta.
—Geez, Saihara-chan, ¿en serio mi confesión te puso tan sensible?
—No eres quién para hablar, Ouma-kun —Shuichi dijo, soltando una risita—. Es solo… estoy tan feliz que las lágrimas vienen solas.
—Oye, no te limpies con mi abrigo, detective. Que grosero.
Shuichi se ríe, y se reincorpora un poco para tomar el rostro de Ouma con sus manos frías. Él puede apreciar el rojo de sus orejas y el de sus mejillas, sus ojos brillantes parecían advertir la posibilidad de un llanto. Shuichi acarició sus mejillas con sus pulgares, y sonrió un poco al ver como el más bajo se estremecía ante su toque. Adorable.
—¿Estás nervioso?
Kokichi desvió la mirada y soltó una risa, era evidente que se sentía incómodo.
—P-por supuesto que no estoy nervioso. ¡Eres tan tonto, Saihara-chan, aún te falta-!
—Mentiroso —Shuichi soltó, mientras juntaba suavemente sus frentes. Observó a Ouma morderse el labio, tratando de mantenerle la mirada—. Te tiemblan las piernas, Ouma-kun.
—Es porque hace frío, detective.
Shuichi soltó una risita. Y Ouma podría morir ahí mismo al sentir su respiración caliente tan cerca de él, suspirando en sus labios, en sus ojos y cabello. Tenía cierto aroma a café difícil de disimular, y se preguntó si Shuichi podría sentir el ligero aroma de chocolate caliente que quedó en él desde esa mañana.
—Por cierto, Ouma-kun, ¿qué querías decir con que no podía irme?
Kokichi frunció un poco el ceño, y trató de enfocarse en los ojos de Shuichi —ah, le seguían gustando el color de sus ojos—.
—¿Qué más querría decir con eso? Eres mi compañero de cuarto —dijo, sosteniendo las manos frías del otro contra sus mejillas—. No puedes irte sin hablarme sobre eso…
—Pero no voy a ninguna parte…
Solo le bastó una mirada al rostro confundido de Shuichi para entenderlo. Pero aun así, no era posible que se hubiera equivocado, ¿verdad? Eso sería lo más estúpido y cliché que pudo haber hecho. Incluso si fue lo que necesitó para ser honesto con Saihara por una vez en la vida.
—Pero las cajas —insistió Kokichi—. Tu tío dijo que lo llamaste de sorpresa para llevar esas cajas.
—Sí. Le pedí ayuda para deshacerme de algo de mi ropa y de algunos libros, y para que me trajera algo más de mi ropa de invierno… y también… algunos adornos para navidad —Shuichi desvió la mirada, avergonzado—. E-esperaba que pasáramos las vacaciones de navidad juntos… um… a decir verdad, pensaba confesarme de nuevo entonces —suspiró, y apretó un poco las mejillas de Ouma—. Pero supongo que ya no es necesario…
Kokichi tenía su expresión en blanco habitual. La que solía poner cuando no sabía muy bien cómo reaccionar. Y esto fue un momento donde definitivamente no sabía cómo reaccionar. Se preguntaba si no era muy tarde para lanzarse desde la ventana de la habitación.
—Ah… Saihara-chan —dijo finalmente, con su voz indiferente—. Lo que dije fue una mentira.
Shuichi soltó una risa, mientras se separaba y volvía a tomar una de las cajas dentro del auto.
—Estás mintiendo sobre estar mintiendo —señaló. Shuichi lo observó, su ceño fruncido solo lo hacía lucir más adorable a sus ojos—. Ouma-kun, ¿puedes ayudarme a llevar estas cajas?
Y Kokichi suelta un resoplido mientras levanta una de las cajas pequeñas, una que fuera bastante ligera, y se apresuró en entrar al edificio —e ignoró, a propósito, la mirada curiosa de algunos estudiantes—. Shuichi camina a su lado, sin poder borrar la sonrisa pegajosa.
Cuando entran al ascensor, Kokichi suelta un suspiro exagerado.
—Bueno, esto sí que es decepcionante —soltó Kokichi, frunciendo los labios—. Esperaba que al menos Saihara-chan me besara o algo más emocionante.
Shuichi apretó los labios, apartando la mirada al ver la sonrisa burlona del más pequeño.
—Tuve que contenerme…
—Nishishi~ ¡por supuesto que tuviste que contenerte! —sonrió burlesco—. Si Saihara-chan me besaba no podría conformarse con solo un poco.
—Es por eso que planeo hacerlo mucho desde ahora —musitó, observando a Ouma por el rabillo del ojo, esperando una reacción que no tardó en llegar—. Solo si estás de acuerdo con eso.
Ah. No esperaba una respuesta tan sincera.
Sintió que el estómago le cosquilleaba, nervioso —¿estaba hablando en serio? ¿O lo decía para molestarlo?—. ¿Y acaso eso no significaba que tenían algún tipo de relación? Tendrían que hablar de eso también, y Kokichi no estaba seguro de si podría soportar todo eso. Aun así, no iba a dejar que Shuichi se diera cuenta.
—Bueno, supongo que eso dependerá de que tan bueno seas besando, mi amado.
—Ah, haré lo que mejor pueda.
Kokichi soltó una risa. Sí, estaba seguro de que Shuichi lo haría. Y a pesar de lo nervioso y extraño que se sentía, también estaba expectante ante la idea.
—Por cierto, Ouma-kun.
—¿Qué sucede, Sai-?
Y al sentir los labios de Saihara sobre su frente él no sabe cómo reaccionar —ese fue un movimiento inesperado, un movimiento demasiado arriesgado que Shuichi usualmente no haría a menos… a menos que quisiera tomarme por sorpresa, pensó, sintiendo que como el sonrojo nacía desde su cuello y crecía hasta sus orejas—. Los labios de Saihara se sienten suaves y agradables contra su frente.
Saihara se separa cuando el ascensor se detiene, y le sonríe.
—No sucede nada. Solo olvidé decirte que también te amo.
Y las puertas del ascensor se abren, y Saihara camina frente a él tan calmado —aunque en el fondo, está tan nervioso como él—. Ouma no necesita ver su cara para saber que Shuichi está sonriendo. Saihara-chan es tan injusto…
Siente que se le quema el rostro y el estómago. Aprieta los dientes, y por mucho que se esfuerce, no hay forma de disimular el rojo de su cara. Ni siquiera él es tan buen mentiroso para controlar las reacciones de su cuerpo.
Y odia que Saihara Shuichi tenga ese poder en él. Aunque eso es una mentira.
Porque la verdad es que ama a Saihara Shuichi. Y esa es la única verdad que realmente le importa.
