07/09/09
Los personajes de Naruto pertenecen a Masashi Kishimoto.
Tan sólo es una introducción, pero espero que os guste. De cualquier modo, espero vuestros comentarios a ver qué os parece...
PD. Actualizaré un capítulo por día.
1
A veces se sentía como un niño que estuviese aprendiendo a andar y al que obligasen a estar sentado. Tal vez por eso, aquella tarde abrió el cajón del escritorio de su habitación, sacó una pequeña caja azul de lata y cogió varias pastillas de su interior. Bajó las escaleras hasta la cocina y llenó un vaso de agua. Antes de hacer nada, se quedó mirando aquellas pastillas en la palma de su mano y después de haberlo pensado, o tal vez sin pensarlo, se metió un par en la boca y se bebió el vaso de agua casi de inmediato. Entonces, se dio cuenta de que eso lo había visto cientos y cientos de veces en el cine y de que todas esas veces le habían parecido más reales que ésta.
En ese momento sonó el teléfono. Una vez... no pensaba cogerlo... dos veces... no iba a moverse de allí... tres veces... se quedaría en la cocina para siempre... cuatro veces... de pie... cinco veces... Al parecer no pensaban colgar. Se giró y anduvo despacio hasta la sala de estar.
–¿Sí? ¿Diga?
Nadie contestaba, tan sólo se oía la respiración de alguien al otro lado, pero no era una respiración como la de esos cerdos que se dedican a llamar mientras se la menean. Aquella era una respiración tranquila, suave y relajada, como de alguien que se sintiera muy destrozado, demasiado hecho polvo.
Por eso esperó un momento más en silencio escuchando la respiración aquella.
–Oye, mira, esto es muy interesante, pero no puedo perder el tiempo contigo. Tengo que suicidarme, ¿vale?
–¿Qué estás haciendo? –preguntó una voz rasgada al otro lado del teléfono.
–¿Ahora mismo?
–Sí.
–Estoy hablando contigo.
–¿Y antes?
–¿Antes? –"no creo que se lo cuentes a nadie..."–. Estaba pensando en la forma de acabar con mi vida. No sabía si tomar pastillas y alcohol o pasar directamente a la cuchilla y las venas, ya sabes.
–No, no lo sé.
–Supongo que no.
–¿Y qué has decidido al final?
–Creo que lo primero. Es más cómodo y no hace falta tanta fuerza de voluntad... Por cierto, ¿con quién hablo?
–Soy Sasuke, ¿y tú?
–Naruto.
–Entonces te has decidido por las pastillas, ¿no?
–Sí.
–Creo que es la mejor elección.
"¿Hay alguna buena elección para esto?"
–¿Tú has tomado alguna vez pastillas?
–¿Qué pastillas?
–No sé. Anfetaminas... o tranquilizantes, supongo.
–Sí, alguna vez. Bueno, anfetas y otras por el estilo.
Naruto se quedó en silencio durante un rato. Por alguna razón estaba contestando a todas las preguntas que le hacía un desconocido por teléfono, no podía evitarlo. Aquello era raro, pero tal vez...
–¿Sigues ahí?
–Sí.
–Oye, Sasuke, me gustaría conocerte.
–¿A mí?
–Sí. Dime, ¿te gustaría?
–No lo sé. Creo que sí.
–Vale, ¿qué te parece a las seis en el pub Akatsuki? ¿Sabes dónde está?
–Claro, me parece bien. Hasta ahora.
–Sí.
Colgó el teléfono y se tumbó en el sofá. Aún quedaba una hora para las seis y no pensaba arreglarse. No era una cita. Tan sólo iba a tomar algo con un desconocido. "¿Qué has hecho?", pensó cerrando los ojos pesadamente. "Al menos él no me sermonea". A las seis menos cinco se despertó de golpe. Se había quedado dormido sin darse cuenta y ya era tarde. Se levantó del sofá y fue al cuarto de baño. Al mirarse al espejo, vio que tenía un aspecto horrible, como si hubiese estado una semana sin dormir. Abrió el grifo del lavabo y se mojó la cara para despejarse, tratando de arreglar con el agua que le quedó en las manos ese pelo rubio y alborotado que jamás conseguiría domar. No tenía tiempo de hacer nada más, así que salió corriendo hacia el Akatsuki.
Al entrar allí, vio a un chico algo mayor que él sentado solo en una mesa y se acercó hasta él. Antes de decirle nada, se quedó un momento mirándolo con curiosidad. Era un chico delgado, con el pelo moreno, lacio y acabado en punta por la parte de atrás. Tenía los ojos de color negro y un aspecto desaliñado. Le estaba dando vueltas a una taza de café con la mirada perdida, como si no estuviese viendo nada o lo estuviese viendo todo, quién sabe. Entonces, sus ojos se detuvieron en los azules del rubio, que se sintió descubierto en su inspección.
–¿Eres Sasuke?
El chico asintió. Naruto se sentó y se quedó callado. Aquella situación era increíblemente incómoda.
–Tú también piensas que todo esto es muy raro, ¿verdad? –dijo el moreno de repente evitando que aquello se volviera más insoportable.
–Sí.
–¿Te apetece un café?
–Sí. Con leche, por favor.
Sasuke se levantó y pidió el café, y Naruto pensó una vez más que todo había sido una estupidez. ¿Cómo se le había ocurrido contarle todo aquello a un desconocido y, más aún, quedar con él?
–Toma. Ten cuidado, está caliente.
–Gracias –abrió el sobrecito de azúcar y lo echó de golpe. Movió el café y le dio un sorbo.
El otro sonrió ligeramente al ver la cara que puso y le ofreció su azucarillo.
–Ten, yo lo tomo sin azúcar.
–Gracias.
–¿Era verdad lo que me dijiste por teléfono?
"¡Vaya, qué directo!"
–¿El qué? –seguía removiendo el café a pesar de que el azúcar estaba más que disuelta.
–Ya sabes, lo de las pastillas y demás.
–¿Tú qué crees? ¿Te parezco el tipo de persona capaz de hacerlo? –sonrió sin ganas.
–¿Y yo, te lo parezco? –también sonrió, con una media sonrisa totalmente cínica, pero Naruto dejó de hacerlo en ese momento.
Le dio un vuelco el corazón. Quería decir muchas cosas, muchas; desahogarse con ese desconocido al que quizá no volvería a ver. Sin embargo, no se atrevió a contar nada de sí mismo, le daba demasiada vergüenza hacerlo y tan solo se atrevió a preguntar.
–¿Y por qué lo hiciste?
–¿Por qué lo pensaste tú?
–No lo sé –sí lo sabía, pero no podía decirlo–. No lo sé.
–Ya.
–¿Y tú? –Naruto no se atrevía a mirarlo a los ojos.
Sasuke sonrió, esta vez de verdad. ¡Claro que aquel chico lo sabía! Era imposible no saber por qué uno quiere suicidarse.
–Creo que por nada en especial y por todo. Por el pasado, el presente y el futuro. Por la vida, quiero decir, por lo que todos esperan que hagas de ella. Por el trabajo, los estudios, la familia, los coches caros y las casas en las afueras, y por sentirte obligado a querer todo eso.
–Exacto –sus palabras lo reconfortaban–. Sasuke, ¿por qué has llamado a mi número?
–Me equivoqué.
–Me alegro –fue lo único que pudo decir.
Él bajó la cabeza y se terminó el café. Naruto miró cómo lo hacía. Le gustaba mirar a la gente haciendo cosas y pensar que todo el mundo era demasiado normal, pero no pudo pensar eso de Sasuke. Aquel muchacho era de todo menos normal.
Cogió su café y se lo acercó a los labios. No quemaba. Miró el reloj. Las siete. Ya no le apetecía seguir hablando, demasiado para un sólo día.
–Tengo que irme –dijo mientras el otro sacaba una cartera pequeña del bolsillo de sus vaqueros.
–Si tú lo dices...
–Bueno, hasta pronto –iba a dejar un par de monedas encima de la mesa pero él las cogió y se las devolvió.
–Déjalo. A éste invito yo.
–Me alegro de haberte conocido.
–Lo mismo digo. Adiós.
–Adiós.
Se levantó y se dirigió hacia la puerta. Al abrirla, pudo ver a Sasuke reflejado en el cristal. Se estaba liando un porro.
Aquella noche, Naruto no pudo dejar de pensar en él y en lo que le había dicho. Le resultaba extraño que alguien pudiera pensar en suicidarse, es decir, alguien que no fuera él mismo. Siempre tenía soluciones para los problemas de los demás. Siempre tenía la palabra adecuada en cada momento para animar a alguien y, sin embargo, él había intentado suicidarse; o al menos había pensado en hacerlo. ¡Qué irónico! Y los motivos eran exactamente los que había dicho aquel chico. No le pasaba a menudo eso de sentirse tan bien con una persona, por muy incómoda que fuera la situación. Sasuke era... era tan... y lo peor es que no iba a volver a verlo jamás. Mierda, tendría que haberle pedido su teléfono, o quedar para otro día, o... o mejor no hacer nada de nada y dejar que todo siguiera como siempre, con la misma apatía de siempre, con nadie con quien hablar como siempre. "¡Joder, duérmete ya!"
Cogió una pastilla de la cajita azul y se la metió en la boca.
