Una amistad peculiar

Advertencia: ninguno de los personajes me pertenece y la historia se basa en la película de Dreamworks "Como entrenar a tu dragón" yo solo la he modificado para que se adapte a mis ideas locas.

Capitulo 1

Tras un primer vuelo increíble en Desdentao, a pesar de las complicaciones, Hipo y su amigo se encontraban devorando unos pescados y viendo volar a los terrores terribles que se adentraban en el mar tratando de pescar su cena o robársela a Desdentao, lo cual resultaba sumamente divertido a nuestro vikingo favorito y más cuando Desdentao le prendió fuego a uno desde dentro.

-¿No cazáis nada hoy?- preguntó divertido.

En ese momento se escucho un alboroto en unas rocas cercanas. Hipo se levanto para investigar y cuando estaba junto a la roca un terror terrible emergió del agua con una perla entre sus garras, pero lo que llamo la atención del castaño fue la preciosa pelirroja que salió del agua tras el dragón.

-¡Oye, tu! ¡Devuélveme eso ahora mismo anguila con patas! –gritaba la chica mientras escalaba una roca para tratar de atrapar al travieso dragón.

Hipo estaba impactado observando el cuerpo de la chica cuyo torso apenas estaba cubierto por unas conchas moradas y cuyas muñecas eran adornadas por dos brazaletes de plata, pero lo sorprendente es que en lugar de piernas lucía una cola de pez de color verde. Sacudiendo la cabeza se centró lo suficiente para sugerir –Deberías darle algo de comer para que te de la perla.

La chica se giró en ese momento hacia el chico, de quien no se había percatado hasta el momento. –Gracias por la idea. –contestó con las mejillas enrojecidas para después zambullirse de vuelta en el agua.

-¡No! ¡Espera! –gritó Hipo pensando que le chica se había ido, pero no tardó en reaparecer con un pez entre sus manos.

-¡Mira lo que tengo! –grita la sirena llamado la atención del pequeño terror quien voló rápidamente hacia la pelirroja. –Suelta la perla y te lo doy. –al dragón le gustó el trato porque al instante soltó la perla que la sirena atrapó en el aire al tiempo que lanzaba el pescado.

-Gracias- dijo subiendo a una roca girándose hacia Hipo quien admiró los hermosos ojos azules verdosos y la sonrisa sincera que le dedicaba. –no sabía qué hacer para que me la devolviera.

-Son unos dragones muy juguetones- contestó Hipo. –Me alegro de haberte ayudado. Esto… soy Hipo ¿y tú?.

-Yo soy Ariel. ¿Vives por aquí cerca?

-Sí. En un pueblo vikingo en lo alto de aquel acantilado.

-Entonces conoces a la gente que viajaba en los barcos que ví hace unos tres días entrando en una zona nublosa. No me gustó mucho aquella zona.

-Ya, no iban a una fiesta precisamente. Oye, tu… esto… ¿De dónde vienes?

-De un reino submarino a varias semanas al sur de aquí nadando.

-Si bueno, ya me dí cuenta de que eres una… ehhh..

-¿Sirena? No tengas problema en decirlo. Por cierto, ¿quien es tu amigo? –preguntó señalando a Desdentao quien se había acercado sigilosamente y comenzaba a olisquear a Ariel con curiosidad.

-Perdona, el es Desdentao –respondió al tiempo que su amigo golpeaba cariñosamente la mejilla de la chica –Parece que le gustas. Oye ¿Y qué haces aquí?

El semblante de Ariel se ensombreció repentinamente.

-Me han desterrado de mi reino. Desobedecí al rey y me expulsó del palacio por saltarme una norma bastante importante.

-¿Qué paso?

Pareció meditarlo un segundo, pero finalmente Ariel contestó. –Me enamoré de un humano e intenté irme a vivir con él a tierra, pero cuando descubrió lo que era en realidad le dí asco y me repudio. Cuando quise volver a casa no me lo permitieron.

Hipo le miro asombrado -¿y tu familia no intercedió para que te perdonaran?

Una sonrisa amarga se extendió por el rostro femenino –El rey es mi padre.

El vikingo le miro comprensivo. –A mi me pasa algo parecido. –le confió. Al instante la chica volvió a mirarle. –Mi padre es el jefe de mi pueblo y si descubriera que somos amigos… bueno, no sé lo que pasaría. –explicó señalando a Desdentao. –Posiblemente intentaría matarle.

-¡Eso es horrible!

-Yo también lo creo. –se quedó mirándola un rato acariciar cariñosamente a Desdentado. –¿Tienes donde quedarte?

-Pues la verdad es que no.

-No puedo llevarte a la aldea, son muy desconfiados y querrían saber de dónde vienes, pero podrías quedarte con Desdentao, parece que le gustas y seguro que quiere compañía.

Al oir esa idea el dragón se puso a saltar de roca en roca emocionado. Le gustaba su laguna, pero cuando Hipo no estaba se sentía solo y la chica rara parecía cariñosa.

-Parece que le gusta la idea –comentó el chico sonriendo –podrías vivir en la laguna, es agua dulce, pero si no te importa, estaría bien.

-Me encanta idea, pero si pudieras conseguirme algo de ropa preferiría vivir en tierra con Desdentao.

-¿Puedes vivir en tierra?

-Cuando me seco por completo la cola desaparece. Ya te he dicho que he vivido con humanos. –respondió divertida. –pero necesitaría que me consiguieras ropa.

-¡Eso es genial! Puedo dejaros en la laguna y volver a la aldea. Creo que hay ropa de mi madre en casa.

-¿No notará que le han desaparecido cosas? –cuestionó Ariel.

-Mi madre murió cuando era un bebé, así que no creo que le importe. –contestó el vikingo.

-Lo siento mucho Hipo, se lo que se siente al crecer sin madre.

-¿Tu también?

-Si, siendo niña.

-Parece que tenemos varias cosas en común.

Se miraron comprensivamente unos segundos. Hasta que la sirenita se planteo la obvia cuestión.

-¿Cómo llegaré hasta allí?

-Te ayudaré a subir a Desdentao y el nos llevará hasta allí ¿verdad campeón? Pero tendrás que agarrarte a mí para no caerte, no tengo más arneses para que te sujetes.

-¿No te dará asco si te toco con la cola? –preguntó apenada.

Hipo recordó su historia. El chico que amaba la despreció por sus escamas y ahora se sentía insegura. Pero él acariciaba a Desdentado sin mayor problema, no debía ser muy diferente, por lo que acercó la mano al final de la cola de la muchacha y la toco cariñosamente sorprendiéndose al momento.

-Parece una perla. –dijo sorprendido. –no da asco en absoluto Ariel.

-Gracias Hipo. –contestó al tiempo que una pequeña lagrima resbalaba por su mejilla.

Hipo no tiene mucha fuerza, pero Ariel era muy ligera y Desdentao se arrimó a ellos para hacer las cosas más sencillas a sus amigos. Cuando ambos jinetes estabas acomodados se elevó en el aire. Ariel estaba tan fascinada como la primera vez que pisó tierra firme, pero esto era mejor. Se sentí libre, como si todos sus problemas y malos recuerdos se hubieran quedado entre esas rocas. Tras un corto vuelo aterrizaron en un gran agujero con varios árboles y un lago en medio.

-Bienvenida a tu nuevo hogar. No es la gran cosa, pero Desdentado te cuidará. –dijo Hipo al tiempo que bajaba del lomo de su amigo.

-Nos haremos compañía mutuamente ¿verdad precioso? –dijo Ariel al tiempo que rascaba al dragón tras las orejas, cosa que le encantaba. –¿podrías acercarme al agua? No quiero terminar de secarme delante de tu amigo –le dijo a Desdentao.

-¿Por qué no? –preguntó un poco enfadado.

-Porque las sirenas cuando pasamos a nuestra forma humana no tenemos ropa, a menos que la lleváramos cuando nos volvimos a nuestra forma original.

-Eso quiere decir…

-Que si me seco estaría desnuda y no creo que eso resultase cómodo para ninguno de los dos.

-¡Tírala al agua Desdentao! –fue la angustiada respuesta del chico, cuyas mejillas eran en ese momento tan rojas como el pelo de la sirena. Su amigo le obedeció al instante alarmado, lanzando a Ariel al centro del lago pensando que algo le ocurría a su nueva amiga, quien a los pocos segundos emergió, partiéndose de risa.

-Aun me quedaba un rato, tranquilo. Hay que hacerlo más veces Desdentao, ha sido muy divertido.

-Bueno, voy a la aldea. Volveré en una hora o dos con ropa.

-De acuerdo. ¡Gracias Hipo! –respondió feliz.

De camino al pueblo, Hipo iba pensando en lo gracioso que resultaba que su mejor amigo fuese un dragón y una sirena a la que acababa de conocer fuese más digna de confianza que muchos de los vikingos que conocía desde niño. Sentía una fuerte conexión con ella y presentía que iban a ser muy unidos.

Al llegar al pueblo se dirigió a su casa, apenas la pisaba porque ahora con los entrenamientos dormía fuera, pero nada más entrar se dirigió al cubículo de su padre que rara vez pisaba. En una esquina se encontraba un baúl que atesoraba ropas y objetos de su madre. Había algunas joyas de hueso y plata, vestidos, faldas, camisas, botas y cintos. Cogió varias prendas al azar, algunas pieles junto con comida para sus amigos, metió todo en una bolsa de cuero y salió de ahí. No le gustaba ver las cosas de su madre, le recordaban lo avergonzado que estaba su padre de él y se preguntaba si ella sentiría lo mismo.

Desde que encontró a Desdentao había aprendido varias cosas de los dragones y ahora todos le admiraban en la villa, pero él sabía que sería incapaz de matar a un dragón. Sus ánimos estaban decayendo cuando chocó con alguien cayendo al suelo.

-Lo siento no miraba por donde iba. –dijo levantando la vista para encontrarse de frente con la vikinga más guapa, cabezota y ruda de todo Isla Mema.

-Ya, me pregunto porque. –pregunto la chica rubia de ojos azules. –No importa. Venía a recordarte que Bocón quiere hacer una fogata esta noche. Con tu vida de famoso puede que se te haya olvidado. –la chica celaba a Hipo. Ella era la mejor guerrera de su edad, aunque siempre le había gustado el carácter de Hipo, a pesar de sus meteduras de pata. Tenía un mente imaginativa y dulce que le gustaba, pero jamás lo admitiría en público, y mucho menos diría lo celosa que estaba de que le estuviera arrebatando el título de campeona en el entrenamiento de dragones.

-Hola Astrid, hola Astrid,… esto no te preocupes, iré en cuanto termine de hacer un par de tareas pendientes. –dijo Hipo mientras se alejaba de la vikinga.

-Más te vale. –le respondió la chica de manera ruda.

-Si, eee claro, voy a… hasta luego. –hablo hipo incoherentemente para después salir corriendo. Cuando ya se internaba en el bosque una sonrisa bobalicona adornaba su cara. Amaba a esa vikinga, aunque ella apenas le miraba antes y ahora, a pesar de su reciente fama, continuaba sin casi saludarle. Sabía que no le gustaba un pelo que él fuese por delante de ella en la arena, pero era más cuestión de supervivencia que de destacar.

Sin darse cuenta había llegado al claro que sería el hogar de sus dos amigos. Cuando estaba próximo a entrar oyó un chapoteo y se aproximo a ver qué hacían sus amigos. Al cruzar el agujero que comunicaba el lugar observo que en la hora y algo que había faltado, sus amigos habían levantado una pequeña construcción parecida a un establo junto a una de las paredes del claro.

-¿Cómo habéis hecho esto? –preguntó asombrado mientras se acercaba a la construcción a todo correr. El tronco había sido derribado obviamente, por Desdentao, y se encontraba haciendo de tope para sujetar las ramas que conformaban la estructura, lo gracioso es que estaban perfectamente cortadas. -¿Cómo rayos habéis podado el árbol?

-¡Hola Hipo! ¿Te gusta? No es la gran cosa, pero se me ha ocurrido que podría ayudarme a entrar en calor por la noche y si Desdentao quiere dormir conmigo mejor.

-Pero. Pero… ¿Cómo has cortado las ramas?

-Con mis espadas (sai).

-¿Tienes espadas? ¿Dónde? –pregunto el chico. Se giró en dirección al lago donde estaban sus amigos viéndoles claramente desde que entró en el lago. Desdentao estaba jugando a perseguir agua que volaba por el aire obviamente controlada por Ariel. Hipo estaba atónito, parece ser que su nueva amiga era más especial de lo que imaginaba.

-Ahora te las enseño, espera a ver quién gana esta partida. –Hipo observaba el líquido petrificado en el aire, cuando de repente, Desdentao arremetió contra él de una dentellada, pero con un movimiento de las manos de la sirena el agua realizo un giro en el aire esquivando el mordisco e impactando en la cara de su amigo.

-¡Vuelvo a ganar! ¡Cinco de siete Desdentao! –exclamo la pelirroja riendo mientras el dragón realizaba un puchero, a lo que Ariel hizo ojitos tiernos. –No te piques, todo es practicar, además tú eres el que hace acrobacias aéreas, dame algo de crédito.

-Tienes espadas escondidas, controlas el agua… ¿Qué más secretos guardas? –preguntó Hipo curioso.

-Bueno, lo del agua sólo lo hacemos los miembros de la familia real, aunque es mi padre es el que causa maremotos, tormentas, crea icebergs y todo eso, pero aun no se sabe quien de nosotras tendrá ese poder de controlar gran cantidad de agua.

-¿Por qué no? ¿Tenéis que tener todas una edad, tienes que pasar una prueba o algo así?

Ariel mostro una sonrisa entristecida en su dirección –Algo así. Tienes que morir. –Hipo le miraba con claro desconcierto en su cara por lo que especifico –Tienes que morir salvando a alguien a quien quieras sin importarte lo que a ti te suceda y un hermano tuyo tiene que llorar sobre tu cadáver en la primera hora de tu muerte. Así que esas situaciones es complicado que se den.

-Vaya. Un poco drástico ¿No? –comentó el muchacho quitando hierro al asunto. –¡Oye! Sigo esperando a que me digas como diablos has cortado eso –dijo apuntando al refugio.

-A sí. Con esto. –y realizó un giro con sus manos al tiempo que se tocaba los brazaletes de sus muñecas que se desprendieron y crecieron durante el giro dando lugar a unas hojas afiladas, más pequeñas que una espada pero mayores que las dagas. Se aproximo y vio un elaborado diseño de filigrana en las empuñaduras asemejando a la espuma de la olas del mar en un extremo había una gran perla y en el otro un zafiro, de este ultimo salía una banda con tres hojas una central larga y muy afilada y dos más cortas y no tan afiladas. Pero al fijarse bien vio que una no tenía la perla.

-¡Un momento! La perla de antes es la que le falta a una de tus espadas.

El rostro de Ariel se puso tan rojo como su cabello. –Bueno, son mías, y un guardia del palacio de mi padre me las intento arrebatar al echarme. Él muy idiota no sabía que son legalmente mías y que nadie puede tocarlas sin mi permiso sin electrocutarse.

-¿Cómo?

–Mi madre me dio las espadas antes de morir. Si la anterior propietaria no las deja en herencia cualquiera puede usarlas, pero si las da a alguien, nadie más podrá tocarlas a menos que esa persona lo autorice. Cuando el imbécil se estaba electrocutando se ha caído.

-Puedo arreglártela si quieres.

-¿Podrías?

-Eso creo. Trabajo haciendo armas y objetos metálicos así que no debería ser muy difícil.

-Gracias Hipo eres el mejor. –exclamo feliz abrazando al chico. Ahora era su turno de ponerse colorado.

-Bueno y ¿de verdad puede cortar cualquier cosa? –preguntó aun alborozado.

-¡Claro! Mira. –con un movimiento hizo que la hoja traspasara un pedazo del solido saliente que se desprendió al instante en un corte limpio.

-Vaya. En la aldea matarían por una espada así.

-Bueno, pues ten cuidado de que no intenten cogerla porque el primer chispazo solo es molesto, pero si no la sueltan creo que se van a retorcer de dolor. Te la confío.

El muchacho tomo la pieza en sus manos con delicadeza.

-Espera. Toma la ropa. Voy a usar la mochila para llevarme esto sin que nadie lo vea.

-Vale. A ver que me has traído.

-Te lo dejo aquí a la orilla y yo voy a revisar la construcción en lo que te secas y te vistes.

Con esas palabras se dirigió nuevamente a ver la construcción y pensó que podría recoger brezo que crecía junto a una de las paredes rocosas para hacerle a su amiga una cama confortable para que pasara las noches. Cuando llevaba la tercera brazada de la planta escucho una voz junto a él.

-¿Para qué es eso?

-Te estoy haciendo una cama para que estés más cómoda por las noches. –contesto dejando su carga en el suelo y girándose para ver a su sirena sin cola, de su altura y con una bonita falda de piel suave larga hasta los tobillos un cinto marrón oscuro a la cintura y una camisa blanca con mangas hasta el codo que le quedaba un poco suelta. No era Astrid, pero había que reconocer que Ariel era preciosa. Lástima que todos los que la hubiesen conocido fuesen descerebrados incapaces de apreciarla. –estas preciosa.

-Gracias Hipo, eres muy amable –comentó ruborizándose. –La ropa es preciosa, tu madre debió ser una mujer muy guapa.

-Eso dice mi padre.

-Bueno, si tenía unos ojos verdes como los tuyos, desde luego tenía algunos rasgos bonitos.

-Esto… bueno, sí, mi padre dice que tengo los ojos como los de mi madre –respondió nervioso.

-Me recuerdan a los de mi madre, algunas de mis hermanas también los tienen. Los míos son una mezcla de los de ella y mi padre. –comento al notar el nerviosismo de su amigo. –si tuvieras cola podrías pasar por mi hermano.

Ese comentario arranco una sonrisa al muchacho que presto contesto –Bueno, puedo ser tu hermano de tierra. –dijo guiñándole el ojo. –nunca tuve a nadie más que mi padre y como no somos muy cercanos puede ser divertido tener una hermana.

-Acepto un hermano de tierra. –dijo Ariel extendiendo su mano, la cual Hipo tomo presto para sellar el pacto. –Además me sentiré más cerca de mi madre.

-¿Por qué?

-Mi madre era humana, hasta que mi padre la transformó. ¿Curioso que alguien que odia a los humanos se enamorase de una no crees?

Pasaron el resto de la tarde entretenidos en terminar el refugio que sería el hogar del dragón y la sirena. Juntaron brezo y leña, extendieron mantas y recolectaron algunas frutas de los alrededores.

-Podrían servir para la cena de hoy –comentó Ariel recogiendo varias manzanas de un árbol cercano.

-¿Cena? ¡Demonios se me olvido que tenemos cena todos los aprendices!

-¿Aprendices? ¿De qué?

-Se supone que aprendemos a… matar dragones –susurró Hipo para que Desdentado no le oyese.

-¡¿Cómo?!

-Tranquila, tranquila. Me pasa como a ti con los seres humanos. He descubierto que no son tan crueles ni mortíferos como me han hecho creer toda la vida pero ahora no sé como demostrárselo.

-Encontraras la manera Hipo. Y ahora verte, no se te haga más tarde y sospechen.

-Os veo mañana por la tarde. Sed buenos. –exclamo mientras enfilaba corriendo hacia la salida.

-¡Lo mismo digo! –exclamó su hermanita quien sonreía junto a su amigo alado.

Es la primera historia que me atrevo a publicar y será larga, pero mi tiempo libre es limitado, así que tenedme paciencia. Siempre me pareció que Hipo y Ariel se llevarían genial, pero por lo que he visto en internet soy de las pocas a las que se le ha ocurrido. Acepto comentarios positivos y críticas, siempre y cuando sean constructivas.

prometo que tendrá acción, pero al principio vamos a ir con un poco de calma

Gracias y nos leemos pronto.

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