1. Becas y malas caras

Una joven morena de pelo enmarañado caminó con un gesto feliz plasmado en la cara, recibiendo felicitaciones por todos lados de los pasillos, y respondiendo a cada una de ellas. Portaba unos libros entre sus brazos, a los que se asía con excitación.

Hoy era un bonito día, se dijo interiormente.

Se aproximó a dos figuras que parecían no haberse percatado de su presencia, ya envueltos en otra apasionante conversación del deporte estrella en aquel mágico colegio.

Se mantuvo a la espera, mientras seguían sin darse cuenta de que su amiga se hallaba a un paso de ellos dos, hasta que tosió.

Un muchacho moreno de ojos verdes, y otro pelirrojo de ojos azules alzaron su vista hacia ella, y fueron contagiados por su felicidad.

-¿Y bien? -Harry se levantó de un salto, comprendiendo la positiva actitud de su amiga, y cogió sus manos cariñosamente.

Hermione se hizo la remolona, entre miradas que dirigía a Harry y Ron cada dos segundos.

-¿Y bien…? –repitió Ron, ya impaciente por el silencio de su compañera.

La chica se lamió el labio inferior para soltar lo que ambos estaban esperando y tomó aire mirando emocionada a sus dos confidentes.

-¡¡¡Me han concedido la beca!!! –gritó con euforia.

-¡Enhorabuena¡sabíamos que lo conseguirías! –dijo Harry entre abrazos y saltos de Hermione.

-¡Estamos orgullosos de ti! –añadió Ron tras unirse a la pareja.

-¿Y adonde te vas?- preguntó Harry tras calmarse un poco, pero aún con la sonrisa sin borrar de sus labios.

-¡A Italia! –exclamó, de nuevo alocada.

-¡Italia, eso es genial! –saltó Ron-. Nos traerás algo¿no?

-¡Por supuesto, como no iba a…¡Ahhh, Dios santo¡¡¡Italia!!! Podré visitar Venecia, y Roma, y Nápoles… -murmuró entre sueños en voz alta, mientras se alejaba dando pasitos saltarines hacia el comedor.

-Voy a echar de menos sus ataques de histeria cuando no comprendíamos los deberes –susurró Harry apesadumbrado y cabizbajo.

-Dirás tú. Yo ya he terminado las lecciones de Transformaciones que me iban mal…

-Claaaaaro… -Harry clavó en Ron una mirada penetrante e irónica.

A Ron se le pusieron las orejas como tomates, pero corrió tras Hermione para alcanzarla y perder de vista la acusadora mirada de su amigo, mientras este también iba tras ellos dos.

-¿Y… cuando… cuando te vas? –trató de averiguar el pelirrojo tras la insistente y perturbadora mirada de Harry, que sonreía cruelmente viendo como se las apañaba Ron para no volverse tartaja por segundos.

-Esa es la pega –dijo Hermione con el morro fruncido hacia un lado, y con cara de molestia-. Aún tienen que asignarme un compañero de viaje; no quieren que vaya sola, así que tengo que esperar a que hagan pruebas a los demás, persona tras persona. En fin, que no me puedo ir hasta que no aprueben a otro alumno o alumna.

-¿Y porqué no hacen varias pruebas a la vez? –interrogó Harry, curioso.

-Por que todos los profesores quieren fijarse hasta en el más mínimo detalle del alumno, puesto que sólo le pueden conceder esta beca a dos de ellos. Además, cada profesor abarca una rama de la magia, y prefieren hacer pruebas prácticas, por miedo a que se copien en el examen; anteayer pillaron a un Hufflepuff cambiando una pluma por la suya para poder copiar…

-Vaya… - Harry parpadeó perplejo ante tal información. En su colegio muggle hacían pruebas orales, también para evitar la copia, o colocaban varios profesores en una sola sala con la misma intención.

-Sólo me queda esperar a que elijan a otro alumno en estos últimos diez días y por fin me iré a Italia durante dos semanas –añadió con una enorme sonrisa.


El profesor Dumbledore se levantó de su silla centrada y rodeada por otros tutores en una mesa alargada.

-… así que, tras varias dudas y pequeñas discusiones –en esto se cruzó la mirada de la profesora McGonagall con la del profesor Snape- hemos decidido que sea usted el segundo y último alumno al que sea entregado la beca para residir durante dos semanas en Italia.

Draco Malfoy se irguió de su silla con una reverencia a todos los profesores.

-Mi más sincera enhorabuena –el hombre bajó la cabeza en señal de respeto.

Sonó una tos seca en la estancia y la mirada de un orgulloso Snape mutiló la mirada de una furiosa profesora McGonagall.

-Gracias por todo y a todos –dijo con un tono seguro y un tanto superior.

Se levantó de su silla, cuando recordó un detalle… y se volvió un instante.

-¿Quién es mi compañero de viaje?

Los profesores comenzaron a mirarse apurados unos a otros, en especial los tutores de Gryffindor y Slytherin.

-Errr… aún no está seguro. Digamos que aún tenemos nuestros titubeos… -rió el director con una bondadosa sonrisa.

Draco enarcó una ceja, pensativo. Juraría haber escuchado por el colegio que ya se había escogido a otro alumno y que tan sólo quedaba una última plaza… pero por lo visto no eran más que falsos rumores. Pero no le importaba, su lechuza haría su trabajo…

-Ya veo… -dijo, un tanto desconfiado. Hizo una renovada reverencia.

Un aleteo silencioso abandonó la ventana desde el exterior, volando en dirección a la lechucería.

Enderezó sus pasos hacia la salida de la sala iluminada tan sólo por las ventanas sin cristales, mientras su pedante sonrisa se ensanchaba cada vez más conforme iba descendiendo por los pasillos y la gente le preguntaba acerca de los resultados de sus pruebas.

Pronto llegó hacia su Sala Común y cruzó el cuadro guardián cuando un montón de luces y gritos de gente con confeti, matasuegras, espumillón y serpentina le cegaron y ensordecieron.

Sonrió, esta vez con naturalidad. Ya se encontraba en casa, con los suyos.

La multitud comenzó a envolverle como una plaga, sedienta de detalles de la reciente beca.

Trató de tranquilizar a todos sus compañeros.

Sí que era cierto que las noticias circulaban más rápido que la misma pólvora, sí…


Una mano palpó la superficie de una mesilla de noche, en busca de un cepillo para el cabello.

Hermione contrajo su cara de dolor al cepillarse el pelo una vez más.

-Deberías comprarte la mascarilla que te recomendé; tienes el pelo demasiado enmarañado –comentó Parvati desde la cama de dosel, sentada con las piernas cruzadas sobre ella.

-Prefiero gastarme mi dinero en otras cosas, como libr…

-Como libros, pergamino, plumas u otros útiles que me sirvan para algo en la vida real –terminó la frase por ella Parvati.

-Apenas… apenas due… -una mueca de sufrimiento trató de cubrir su cara-… ¡duele! –exclamó cuando por fin deslizó el cepillo hasta la puntas- ¿Y cómo sabías que iba a decir eso? –interrogó Hermione algo molesta.

-Lo repites cada vez que te recomiendo la mascarilla. ¡Además, no es cara!

-Bueno, ya lo miraré… y hablando de dinero, tengo que ir a mandar la nota a mis padres para que me envíen más dinero de lo normal para el viaje, sino no podré comprarles ningún recuerdo. ¿Me acompañas? –preguntó, mientras escudriñaba en el cajón en busca de tinta y pergamino.

-No, tengo mucho sueño –dijo Parvati desperezándose parsimoniosamente.

-Tú misma –se encogió de hombros-. Vaga.

Pero antes de que su compañera de dormitorio pudiera contestarle, ya había cerrado de un portazo.

Se encaminó hacia la lechucería, con la sonrisa aún contenida de todo el día, con pasos enérgicos y alegres.

A esas horas de la noche, la luna iluminaba con su tenue luz la cámara en la que se encontraba, y la lechuza de Harry ululaba débilmente en señal de saludo, ya ansiosa de emprender su vuelo de nuevo. Se acercó a ella y se agachó para poder escribir en una banqueta la nota para sus padres.

-Hedwig, no sabes lo contenta que estoy de haber conseguido esa beca¡por fin voy a visitar Italia!

Unas leves pisadas y unos ruidos apenas distinguibles le distrajeron, pero no le dio importancia.

-Bien, ahora quiero que mandes esto a mis padres¿de acuerdo? Necesito que me den el dinero cuanto antes para poder administrármelo en función de lo que me den…

-Así que la Sangre-sucia ha sido la primera premiada con la beca¿no?

Unos nuevos pasos le hicieron erguirse y voltearse hacia la puerta. Draco Malfoy le miraba con los ojos prendidos en odio y con una repugnada sonrisa colgada en sus finos y pálidos labios.

-¿Y tú cómo sabes que he sido la primera? –preguntó, recelosa y aburrida de su persona.

-Por que… por que el segundo elegido ha sido de mi casa –comentó casualmente, sin mencionar quien había sido el segundo afortunado para la beca.

-Ya… -Hermione cruzó sus brazos en postura desafiante, frunciendo levemente el entrecejo- Es curioso que Pansy estuviera tan eufórica cuando volvía de la cena¿no crees? Normalmente solía estar un poquito deprimida por que no le hacías caso... –explicó con voz tranquila y los ojos fijados en su oponente.

Malfoy palideció por momentos.

-Se decía que si conseguías la beca, te acostarías con ella, como una especie de apuesta, ya que parecías seguro de no poseer el suficiente nivel como para alcanzar el premio¿no es así?

Aguda y observadora como siempre, Granger. Pensó frustrado interiormente.

-Te equivocas, yo…

-Claro, siempre me equivoco cuando se trata de desbaratar tus planes –sonrió de medio lado, irónica.- Si pensabas no decírmelo para poder fastidiarme el viaje, ya es demasiado tarde. El truco de la lechuza vigilante ya está muy visto.

Se aproximó a Hedwig, le entregó la carta en el pico y se alejó hacia la puerta con pasos altaneros… y casi tropezó con el pie de Malfoy.

-Apuesto a que cualquier otra persona se merece esa beca más que tú –la espetó la gryffindor con desprecio.

El rubio se sobresaltó ante tal contestación, una vez se hubo marchado la chica. Algo le oprimió el estómago cuando la muchacha le soltó aquellas palabras.

Miró hacia la ventana y se apoyó en el marco, contemplando la luna llena por unos segundos. Tal vez Granger tuviera razón y no debiera haber enviado a su lechuza para espiar al consejo. ¿Podría ser que…?

Se le encogió el estómago por segundos. No, Granger era una gryffindor y jamás delataría a nadie, ni siquiera a su peor adversario.

Pero no podía parar de pensar en ello, y estaba claro que si se atrevía, la beca la echaría a perder, algo a lo que sus padres y compañeros no estarían muy contentos (sobretodo los primeros…).

Hundió la cabeza entre las manos. Trató de tranquilizarse. Contaba con la esperanza del sentido del honor de los leones, aunque no le fuera de mucha ayuda. La guerra que los slytherin y los gryffindor libraban ahora se remontaba a siglos antes, y una vocecita le decía que no subestimara el modelo de personalidad de la gryffindor. En cualquier momento, la castaña podría sentirse vengativa y pagarla con él a cambio de los años de pesadez y desprecio con los que arremetía contra sus amigos.

Respiró hondo y se dirigió hacia su mazmorra, mirando su reloj de bolsillo; ya era muy tarde…