AMOR PREDESTINADO

Autor: Ilya Salcedo /Daliivenuskou / Ilya D. Roronoa

Nota: Los personajes no son mios, son propiedad de Naoko / Sailor Moon.


Sinopsis.

Mina Aino es una acaudalada chica necia, engreída y caprichosa. Ha estudiado con la única intensión de ser la sucesora en la industria familiar, pero una mala decisión los ha llevado a la quiebra. Mina deberá casarse con un magnate millonario para establecer una sociedad y rescatar su empresa. Su situación se verá complicada cuando ella y su futuro hijastro, se enreden en una relación de amor y odio que jamás se hubieran imaginado.


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Prologo.

Las campanas de la capilla de la Hacienda Kou tocaron por segunda vez en aquella mañana. La desesperación que sentía por el suceso comenzó a consumirlo, cada vez con mayor rapidez. Desde que había despertado, el tormento de saber la fecha que marcaba el calendario, lo tenía al límite de los nervios. No podía dejar que sucediera, tenía que detener aquel absurdo a como diera lugar.

Comenzó a caminar de un lado a otro por la espaciosa habitación, sus pasos eran amortiguados por la impecable alfombra de lana que precisamente ella, la dueña de sus pensamientos, había elegido para él. Negó recordando la discusión que habían tenido por semejante elección; mientras él alegaba que aquel pedazo de tela, excesivamente costosa por supuesto, era demasiado colorida, ella insistía en que era perfecta, que los diferentes tonos en colores azul y rojo le daban a su habitación el toque perfecto de luz que necesitaba, pero que debido a que eran tonos neutros y oscuros, no perdería el aire de misterio y seriedad que lo caracterizaba. Ella había tenido razón, siempre la tenía. Sin importarle su opinión, la fémina en cuestión había mandado confeccionar la alfombra a la medida, hecha por pequeños cuadros regulares, la mayoría en tonos oscuros, solo unos cuantos llamaban la atención por su color, lo que daba calidez, serenidad y profesionalismo por igual al lugar.

El chico meneo la cabeza volviendo a andar al darse cuenta que se había detenido a contemplar la peculiar adquisición que ella había traído para él hacía apenas dos meses. Cerró los puños murmurando una maldición cuando a su mente llegaron imágenes de su musa desnuda, con su rubio cabello suelto y alborotado.

Se maldijo al recordar sus propias manos sobre la piel desnuda de ella, recorriendo cada curva de su cuerpo, cada rincón de su piel, cada suave y delicada parte de su anatomía. Recordó la sensación de sus dedos entre los lisos y suaves cabellos mientras la tomaba, la hacía suya justo sobre esa alfombra que ella neciamente había elegido para él. Se maldijo una y mil veces al recordar como ella había gemido su nombre mientras llegaban juntos al máximo placer carnal. Se torturo al recordar la sensación de sus labios recorriendo sus pechos, su cuello; mientras ella con manos temblorosas lo acariciaba y lo sujetaba por el cabello, y sus uñas trazaban líneas rojizas por sus brazos y espalda. Las paredes de aquella habitación habían sido sus testigos. Testigos de las noches incesantes que pasaron, testigos de las largas noches en las que el tiempo fue poco para amarse, en las que el amanecer llegaba demasiado pronto y las horas de dormir abrazados parecían reducirse a minutos, a segundos.

Se miró en el espejo, buscando algún rastro de ella que permaneciera por siempre en él, pero lo único que el espejo le mostró, le provocó asco. Era como si su reflejo le sonriera con suficiencia por su dolor, por la ironía de los sentimientos que sentía, mientras que su interior rugía encolerizado por su estupidez.

Contempló, sin ningún tipo de ánimo, el elegante traje sastre que juntos habían mandado confeccionar aquella tarde, cuando él la había insultado por millonésima vez y se había negado por completo a su compañía. Ella había regresado fingiendo esa sonrisa astuta y socarrona tan suya y lo había sacado con artimañas para llevarlo; con el único sastre que tu padre considera eficiente en el continente Asiático. Pero a pesar de sus palabras, la traviesa chica lo había llevado a un lugar que posiblemente solo ella conocía. Los había atendido un hombre con ademanes amanerados que tenía una infinita familiaridad con la rubia, casi podía jurar que se conocían de toda la vida. Ambos se habían pasado la tarde burlándose a costa de él, hasta que salió casi huyendo de ambos, aunque poco después hubiera tenido que admitir que no se divertía como aquel día en mucho tiempo.

Sacudió la cabeza y gruño poniéndose la corbata en el cuello, el color negro contrastaba con la blanca camisa de vestir. Sin poder hacerse el nudo pensó en como ella, su rubia, había escogido y preparado cada detalle para aquel día. ¿Por qué? ¿Por qué él tenía que haberlo jodido todo tan solo unas semanas atrás? Sabía la respuesta, era simplemente sencilla. Era estúpido. Y se había enamorado de ella.

Volvió a maldecir, esta vez a plena voz y golpeo el espejo con el puño, haciéndolo estallar en pedazos. Su mano se llenó de sangre en apenas unos segundos. Esta vez, cuando miró el espejo, ya no había un reflejo que pudiera mostrarle. Caminó decidido hacía la puerta, le pondría fin a su tortura.

Cuando salió, el pasillo estaba desierto, la revolución del día se llevaba a cabo abajo, en la cocina y el recibidor. El jardín estaba recibiendo los últimos detalles para la recepción, estaba seguro de eso. Era por ello que los únicos en aquel piso eran los habitantes de la propia casa.

Abrió la puerta con sigilo, manchando de sangre el pomo de la puerta en el proceso. Cuando entro, ella jadeo al verlo lleno de sangre, él la imito al ver su aspecto. Lucia hermosa o más que eso, parecía un ángel que había bajado del cielo y lo bendecía con su divina presencia. Su largo cabello estaba atado en un moño de lado, adornado con una pequeña peineta de diamantes y un pequeño velo. Un vestido en corte sirena le entallaba el cuerpo hasta el comienzo de sus piernas, donde caía suelto hasta el suelo, resaltando su figura.

-No deberías estar aquí.- susurro ella, en su voz casi se podía palpar el dolor que la consumía. –Estas sangrando, ¿Qué has hecho?-

Contemplando su esplendor, había perdido la capacidad de hablar, por lo que no atino a responder. Olvido las circunstancias que lo habían llevado hasta ahí, y por un momento, quiso imaginar y creer que era suya, que ese momento era de ellos, solo de los dos. Sus nudillos acariciaron la mejilla femenina y ella suspiro en respuesta; cerró los ojos y ladeo la cabeza disfrutando de su tacto.

-Déjame ayudarte.- no supo en qué momento se alejó de él, solo se sintió vacío, sin saber que hacer o hacia dónde ir. Ella regresó, moviéndose con gracia pero cierta dificultad en aquel vestido antes perfecto. Ella le tomó la mano llena de sangre y se la envolvió en un pañuelo de seda con sus iniciales bordadas. –Eres torpe, siempre estas metiéndote en problemas.- le recriminó, su voz tomo un tono agudo y bajo en la última parte. Estaba conteniendo las lágrimas. Tomó un pedazo de algodón con sus manos delicadas y lo lleno con alcohol, lo puso sobre la herida desinfectándola. Él siseo al sentir el escozor en los cortes.

-No puedes casarte.- fueron sus primeras palabras desde que entrara a la habitación.

Ella lo miro con una sonrisa triste, sus ojos reflejaban la pena que sentía en el alma. A él le partió el corazón. Ella lo miraba como si fuera un crío, un muchacho al que hay que explicarle las cosas con paciencia y cautela. Como si ella tuviera que decirle lo que pasaría, cuál sería su vida y lo que tendrían que hacer a partir de aquel día. La forma en que debían comportarse y que pasara lo que pasara, tendrían que dar lo mejor de sí.

Pero él se negaba, se negaba a dejar que aquello pasara, se negaba a permitir que se casara.

-No puedes, Mina.- negó, sintiendo un nudo en la garganta que le impidió seguir hablando. ¿Cuándo en su vida había llorado? Desde el funeral de su madre a los diez años, no lo había vuelto a hacer jamás. Y ahí estaba, conteniendo las lágrimas por la mujer frente a él.

-Tengo que hacerlo, es así, ya lo sabes.- termino de vendarle la mano, entonces acarició su mejilla con delicadeza. Él reclinó su rostro hacia la suave caricia. –Es mejor que te vayas, debo maquillarme y terminar de arreglarme…-

La frase se cortó cuando él la tomo por la muñeca con una fuerza casi dolorosa. Sus miradas se encontraron, cada una con el mismo miedo, el miedo de perder al amor.

-No puedes casarte con mi padre.- su voz, un ronco susurro corto la habitación. Ella contuvo sin éxito un sollozo.

-Tengo que hacerlo y lo sabes, no me hagas esto.- sollozó. –Por favor…-

Él la besó ahogando las palabras con sus labios, un beso largo y apasionado que los dejo casi sin aliento. Un beso que revelaba su amor, aquello nunca antes dicho. Aquello que él no había querido admitir y aquello que ella se había callado para no empeorar su situación. Ella sollozo en sus labios y él le limpio las lágrimas con los pulgares.

-Detén la boda,- susurró cerca de su rostro. –aun puedes hacerlo. Hallare la forma de que no te perjudique, solo dame tiempo. Posponla y hablaré con papá…-

-Yaten.- pronunció ella llena de lágrimas, sosteniendo su rostro para que viera a través de sus ojos, a través de su alma. Él pudo ver la desesperación que ella sentía. –Estoy embarazada.-

...


Una sorpresita para mis lectoras. Inicio este nuevo fic con la esperanza de que sigan por aquí conmigo, y por supuesto; que sea de su agrado. Estaré actualizando dos veces por mes los fines de semana, quizá sea poco, pero mejor así que quedarles mal si les digo que actualizaré por semana. Espero que les guste el prologo y que me sigan en esta nueva aventura ^^

Este fin publicaré el primer cap, de ahí serán publicados una semana sí, una semana no. ¡Espero sus reviews! Me animan mucho para seguir escribiendo para ustedes :3

¡Besos!