Disclaimer: Digimon no me pertenece, tampoco sus personajes. Sólo hago uso y goce con el ánimo de entretener (me).
Escribo esto tomando el reto que dejó Genee, en el foro "proyecto 1-8". El cual ha sido escribir un fic usando la canción love me again de Jhon Newman
Quiero dejar en claro, que el fic no es de un capítulo y este es más que nada introductorio para que se entienda. Tampoco creo que sea de más de 2 o 3, pero al menos se entiende ahora.
¡Nos estamos leyendo pronto! Espero les guste (:
Ámame de nuevo
Siempre he leído frases o historias en los mismos libros, de gente que comete errores y luego está el resto de su vida comiéndose las entrañas preguntándose qué habría pasado de no ser así.
A veces obramos por miedo al qué dirán o el qué vendrá. O simplemente no pensamos nuestras propias acciones, y menos en lo que se desencadenará luego de.
¿Sería posible tener un don para saber el futuro? Digo, con la intención de que a cada paso que uno de, sepa cómo repercutirá en el futuro.
Pero al mismo tiempo, es interesante no tener la certeza de un mañana. De si me voy a arrepentir por el chocolate que me tomé ayer o que si el trabajo que espero conseguir sea el del resto de mi vida. Si seré feliz en lo que decidí estudiar o quién ganará la próxima copa mundial.
Existe un súbito y creciente, que nace cada noche cuando uno cierra los ojos cansados con la idea de entregarse a Morfeo. Porque el mañana es el futuro, y por más planes que uno tenga estos siempre se pueden arruinar a último momento.
Y aquí estoy yo, temblando en mi posición con la mano estirada a punto de apretar ese botón blanco. La casa de Yamato se me hace grande, como si fuera a comerme de un solo bocado ¿o sólo soy yo?
Alguien muy sabio me dijo que para eliminar la tensión hay que tomar aire, contar hasta 10 y botarlo.
Pero como mi suerte es la de una hoja seca, antes de siquiera tocar el jodido timbre alguien ya había abierto la puerta. Frente a mi Takeru me sonreía invitándome a entrar y al mismo tiempo confundido de que esté ahí sin moverme, llevaba una chaqueta lo que daba a entender que iba de salida. Ahogue mis propios nervios y prejuicios, sonreí como siempre.
—¡T.K! — Le saludé, su sonrisa se ensanchó.
—Sora ¡tanto tiempo sin vernos! — Debo confesar que desde que me fui de vacaciones con mi familia que no venía hasta esta casa, él tenía razón, llevaba mucho tiempo sin asomar ni la punta de la nariz.
—Lo sé, acabo de volver de la playa — Le comenté, el hermano pequeño de Yamato siempre me producía paz y alegría, era tan honesto e irradiaba un resplandor que cualquiera le gustaría tener siempre. — ¿Está tú hermano?
Esa era la pregunta, yo no estaba aquí para verle a él. Sino que para hablar con Yamato, había sido una cobarde y había escapado de la ciudad con la idea de evitar esta conversación, pero ya no había más excusas, el futuro no se forja solo.
M—Sí, está tocando la guitarra en su cuarto, pasa, pasa — Me invitó a entrar. Asentí con la cabeza y caminé a su lado, por el rabillo del ojo noté que en su mano derecha llevaba escondiendo un regalo con envoltorio rosa.
—Gracias… salúdame a Hikari de mi parte — Solté sin mirarlo y seguí caminando.
Adentro la casa estaba cálida, el frio afuera era notorio pero adentro el calor te invitaba a entrar. El olor familiar me invadió y saturó las fosas nasales.
Podía escuchar a lo lejos una melodía que se colaba por todos lados, caminé siguiéndola, notando que la casa estaba vacía. Un malestar me llenó el estómago ante eso.
Cuando estuve frente a la puerta, dudé una vez más. Sentí las piernas tiritándome y las ganas de salir corriendo se volvieron más tangibles que nunca, pero ahí, colgado en la pared había una foto de todos.
Los ocho niños elegidos, cada uno diferente y con historias comunes que nos entrelazaban para siempre. Un gemido de dolor escapo desde mi garganta en el momento que me fije en él. No había pasado tanto tiempo desde esa fotografía, pero a mi juicio propio parecía más que una eternidad.
Toqué la puerta con miedo, subiendo la rudeza de los golpes cada dos. De repente la música dentro del cuarto cesó, me quedé quieta unos minutos conteniendo la respiración, luego de aquello que parecieron horas la puerta se abrió con suavidad.
El rostro de Yamato se asomó con curiosidad, y sus ojos se abrieron un poco cuando me vieron plantada en la mitad del pasillo de su casa. Su cabello rubio se encontraba revuelto y por la chaqueta que llevaba encima, no esperaba visitas en lo más mínimo. Sus ojos se posaron en mí y su mandíbula se tensó sin querer.
—Sora…— Habló, parado frente a mí se veía más grande que nunca. Me sacaba casi una cabeza de alto, lo que nunca me había parecido mucho, hoy me hacía sentir que era una enorme distancia hasta sus ojos.
—Matt… — Las palabras se ahogaron en mi garganta. ¿Cuándo había sido la última vez que nos habíamos visto?
Lo recuerdo, en noche buena.
— ¿Qué haces aquí? — Me preguntó sacándome de mi propio torrente de pensamientos, le miré buscando una respuesta, ni siquiera yo sabía cómo empezar.
—yo… yo… — Sentí que el aire comenzaba a faltarme, la fotografía en la pared parecía torturarme. La sonrisa de él estaba colando hondo una vez más dentro de mí, y yo me sentía tan desnuda frente a los dos hombres que habían marcado mi vida.
Frente a los dos, y eso que uno ni siquiera estaba presente.
— ¿Quieres ir al salón? — Volvió a hablar, le miré desde su posición. Me sonrió con naturalidad como siempre, como si nunca nada hubiera cambiado. Asentí algo aturdida por la situación que yo misma había creado.
Caminé tras su humanidad por el angosto pasillo, el salón se veía algo desordenado pero lo mínimo. Me senté sin siquiera pensarlo, fueron mis piernas las que fallaron y caí de forma pesada sobre el sofá más cercano. Matt desapareció de la habitación, dejándome otra vez con mis pensamientos ahogarme.
No estoy segura cuál es la fuerza la que me lleva a cometer cada acción o decisión que tomo. ¿Por qué lo hago? Ni yo misma lo sé, sólo sé que cada día tomo peores decisiones.
Cada vez que cierro los ojos ahí están esas pupilas marcadas por un dolor que aquella vez no comprendí. Me atormentan como uno de los peores fantasmas que pueden existir, y yo sé que fue culpa mía, porque sentí miedo y me desesperé.
La peor decisión que he tomado. ¿Habrá sido esa? ¿Cuántas más personas puedo dañar por mi propio miedo?
Sentí una sonrisa amarga florecer, yo tenía el emblema del amor.
Siempre me dije que era una broma del destino, recuerdo que intentaron que me la creyera, que de verdad tenía las características para portar ese emblema. Hoy otra vez, vuelvo a darme cuenta que no lo merecía ni un poco, que siempre fue un chiste de mi propio y cruel destino.
—Te traje jugo — Traía una bandeja con dos vasos y un pequeño plato con galletas, volví a sonreír con aquella culpa que me carcomía por dentro. No le merecía, no merecía a nadie.
—Yamato yo… — Las palabras comenzaron a atascarse una vez más en mi estómago, la garganta me ardía como si estuviera por escupir fuego y las lágrimas comenzaban a agolparse en mis ojos.
—Antes que digas algo — Me miró, tan serio y calculador como siempre le había sido, desde pequeño admiré su tranquilidad para tomar cada momento, contrarrestándose a la pasión que le ponía Tai en cada situación.
¿Es que siempre iba a volver, día a día, minuto a minuto, a golpear mi pobre corazón?
—Yo no puedo hacer esto — Soltó de pronto, le miré confundida —Sé lo que pasó el día de noche buena, tú lo sabes — Mi corazón comenzó a golpetear contra mi pecho con fuerza.
Una y otra vez me preguntaba por qué había dicho eso aquella noche, porque me había comportado de esa manera. Son las decisiones las que forjan el futuro, son las decisiones las que nos dan un pie para el nuevo día. Decidimos sobre todo lo que nos concierne, sobre cada punto de nuestra vida.
Todo se resume en malditas decisiones.
—¿Hacer qué?
—Esto… tú y yo, no puedo — La lentitud de su forma de hablar me exasperó un momento — Sé que ese día dije cosas, y tú también… pero no quiero herirte, somos amigos y hemos vivido muchas cosas — Sus explicaciones no las escuchaba en ese punto, me encontraba mirándole, aturdida, quizás como si fuera una loca.
Sus ojos azules me inspeccionaban esperando una respuesta, pero qué iba a decirle, ¿sabes? Venía a decirte lo mismo, lo que pasa es que ese día me idiotice y pensé que decir que me gustabas tú era una mejor salida a aceptar mis reales sentimientos. ¿Eso?
— Matt — Le callé, sé que seguía dando explicaciones vanas que realmente no me importaban —No me expliques nada — Sonreí, mientras tomaba sus manos, como lo había hecho tantas veces en nuestros años de niños, sus ojos seguían igual que siempre, él seguía siendo el mismo de siempre —Creo que ese día ninguno actuó bien, yo… Venía a decirte lo mismo — Me sinceré.
—¿Sabes? — Me miró un momento y sonrió, avergonzado —Sí me gustas —
Aquella frase detuvo el palpitar de mi corazón, le miré con los ojos abiertos como platos. Sentía un ruido sordo en mis oídos y la boca pastosa, ¿Qué debía hacer? ¿Por qué me había dicho eso antes?
Su sonrisa seguía ahí —No te preocupes — Afirmó, mientras alejaba sus manos de las mías —Debe ser un gusto que dejaron tantos años, el hecho de que eras diferente — Sus palabras fluían, parecía tan seguro de sí mismo en ese momento —Lo que quiero decir, es que, por más que me pase eso, no dejaré que tú cometas un error —
—Un error — Susurré, aquella frase me había taladrado tanto tiempo, bajé la vista a mis pies, a los suyos y luego de vuelta a él, encontrando una respuesta a todo lo que me decía.
—¿Ya se lo dijiste? — Su voz fue más alegré, se estiró para tomar su vaso y bebió del jugo que había servido —¿O recién lo notaste tú? –
—¿De qué hablas?
—Sobre Taichi, todos sabíamos que te gustaba… Menos tú y él –
¿Me había sentido alguna vez tan tonta y desnuda como en este momento? ¿Había tenido esta sensación tan fuerte antes?
El corazón me bombeaba con fuerza, sentía el fluir de la sangre por mis arterias y venas, el movimiento microscópico de cada bacteria. Cada sensación se encontraba llenando mi cuerpo de sensaciones y emociones que no podía describir.
El error de una decisión como la que tomé aquella noche había repercutido en mi cabeza, y no sólo ahí, sino que en mi corazón.
No había vuelto a hablar con Tai, tampoco con Matt hasta ahora. No había vuelvo a asomar mi cabeza por ninguno de los lugares que solíamos frecuentar, pero sí había visto cada álbum de fotos que guardaba recelosamente bajo mi cama y en mi buró.
Cada sonrisa, cada gesto, cada movimiento nuevo que podía encontrar lo escaneaba para no perderlo. Porque para seguir siendo yo, tenía que meter la pata antes de entender la verdad sobre todo.
Porque desde que le conocí llevaba enamorada de él, sólo necesitaba que sus ojos me gritaran lo que yo ya sabía y que mi propio cuerpo se diera cuenta, para que la chispa se prendiera en mi cabeza.
Él y yo nos necesitábamos como las plantas al sol, porque siempre habíamos estados destinados a estar juntos y seguir un camino juntos.
Pero mi ceguera y miedo habían cortado el puente, me había quedado de un lado y él había cruzado al otro.
¿Cuánto dolor le había causado? De sólo recordar que fue el mismo Taichi quien alentó a darle el regalo a Yamato hacía que mi corazón saltara, le había lastimado de la peor forma, haciendo que él mismo me ayudara con mi supuesto "enamorado".
¿Me odiaría? Yo si fuera él me odiaría, pero…
—Ustedes están destinados a estar juntos, debes decírselo — El consejo de Matt una vez más me trajo de vuelta a la tierra. Le sonreí.
Si estábamos destinados, esto solo debían ser pruebas. Y si es así, quiero creer que no arruiné mi futuro con una mala decisión marcada por el miedo del qué dirán.
