Mi vida depende de él, ahora puedo asegurarlo, lo hace con un absoluto control mental y físico de mí. Las mujeres lindas con las que antes solía salir quedaron en el más remoto olvido, y ahora todo mi mundo graciosamente recae en un hombre, en mi hombre; en el maldito infeliz que no se digna a aparecer a estas horas de la noche.

¿Trabajo? Tal vez…tal vez tuvo que quedarse hasta tarde a terminar sus diseños.

Sí Aspros, sí, eso debe ser…pero, ¿¡y si no lo es!? ¿Y si me engaña con ese tal Manigoldo? No es tan atractivo, ¿o para él lo será?, ¿¡es acaso más atractivo que yo!?

Me sorprenden mis propios pensamientos pero, ¿acaso no tengo un poco de razón? A pesar de que Thanatos ha sido sincero conmigo, y de que yo he sido sincero con él las sinceridades que le he confesado han sido de engaños por mi parte, ¿y si se está vengando?

La mentira no es parte de nuestras vidas, y quiero estar equivocado al pensar que me es infiel, porque estos celos aunque son producto de mi mente, son culpa suya en gran parte también.

Fue él con su cuerpo y su estúpido carácter.

Aquello me empujó a seguirlo más allá de la cama o el placer físico, y en cada uno de esos días aprendía algo nuevo además de haber memorizado ya cada sector de su cuerpo, al que me volví adicto; aprendí pequeños detalles, tan insignificantes que en un principio no creí mi obsesión se tratara de estar perdidamente enamorado de él. Tales detalles como preocuparme de más cuando llega una hora después de su habitual salida, o morir de ansiedad cuando al desayunar rápidamente deja su jugo para el final. Y ahora, el precioso detalle de combinar los celos y mi paranoia porque es más de media noche, no contesta mis mensajes y no da señales de aparecer.

Felicidades Aspros, ahora formas parte del círculo amoroso de la vida.

El paquete de frituras que comía al esperarlo terminó en la basura junto con una botella de bebida energética, media hora con cinco segundos después, al fin mi amado llega; sus ojeras muestran un terrible cansancio, pero para mí es prueba de una aventura de sexo con otra persona.

¿Locura? No lo creo.

Mis ojos nunca lo han engañado, es por eso que acaban de reflejarle mis pensamientos acerca de su retraso, y en vista de que ya ha descubierto mis intenciones me acerco sin pena, dándome el privilegio de soberbiar y acomodar su corbata y saco, oliendo discretamente a ver si algún aroma ajeno a su persona inunda mis fosas nasales.

El fracaso me lleva a sentir un poco de alivio, sin embargo su mirada aqueja algo más que molestia, y lo sé, está cansado, abatido y furioso conmigo por desconfiar de él. Sólo atino a tomar el copete de su cabello y acercarme quedando frente a frente.

— ¿Qué tal el trabajo?

—Necesito ir a la cama, el cuerpo me está matando.

Curvé más mi sonrisa y me acerqué hasta rozar sus labios—. ¿Estás cansado? ¡Claro! Después de tu reciente y por cierto muy alargada jornada de trabajo debes estarlo.

—No sé a qué te refieres o a qué intentas jugar conmigo Aspros, pero créeme, no estoy de humor para esto, necesito la cama, ahora.

—Estás en lo correcto, necesitamos la cama. —apreté sus cabellos entre mis dedos, y a pesar de notar un pequeño gesto de dolor supe que le gustó—. ¿No quieres relajarte un poco? O es que ya lo hiciste.

Le suelto analizando mis propias palabras, dejándome yo mismo, en la más humillante evidencia.

Sonrió aun con el ceño fruncido. — ¿Celoso Aspros? —Dejó su portafolio en el suelo y se abalanzó sobre mí, succionándome el cuello y abriendo ágilmente su camisa para que al final sea yo quien la arranque de su cuerpo, él hace lo mismo con la bata de dormir que llevo puesta. No hay tiempo para titubeos; bajé el cierre de sus pantalones sacando su miembro y lo acaricio con ansia.

Su respiración calienta mi pecho, y de pronto siento una punzada en mis pezones; pequeñas gotas de sangre emanan de ellos, pero no me importa. Intento devolverle el favor con éxito, y suelta un gemido profundo, masculino, como sólo él lo sabe hacer, cuando de su espalda brota sangre más espesa, aunque no llegando a exagerar.

—Me encanta que me lo hagas así. —Le digo, recibiendo con placer dos dedos en mi interior.

—Estás siendo muy agresivo…

—Romper muebles, discutir, tener sexo cada vez que me pongo celoso, ¿No es lo que siempre hacemos? —Thanatos sonrió por mi reciente comentario, y me abrazó con fuerza. No recuerdo que lo haya hecho antes, sólo atino a quedarme paralizado, sintiendo el calor que su cuerpo me transmite.

—Eres muy listo Aspros, pero a veces tan estúpido.

Después de algunas caricias más comenzó el tortuoso procedimiento de felación que me hizo morderme para no gritar. —Ser celoso puede traer sus ventajas, y sé que de nuestro hogar nada saldrá al exterior, ¿verdad? —Bajé el rostro para observarlo hincado en el suelo engullendo mi miembro con avidez; cuando lo sacó un hilo de semen corrió de mi falo a sus labios y no pude evitar sonreír con eso.

— ¿Qué? ¿Crees que se lo cuento a todos cada vez que te entregas a mí? Por favor. —Hizo un gesto de hastío y siguió con su tarea acariciando esta vez mis muslos. —O tal vez te importe más el hecho de ser yo quien vaya arriba.

—Era yo al que le gustaba soplar nucas hasta que apareciste tú.

Las caricias se detuvieron, y su cuerpo subió un poco hasta quedar su mentón sobre mi pecho; la mirada que me dedica es un enigma. —Lo sé.

Su reciente declaración me dejó desconcertado y me hizo dudar hasta qué punto me conocía, e incentivado a ponerle de mejor humor negué repetidas veces arrugando el ceño dándole un poco más de seriedad al asunto. —No quise decir eso.

—Ambos fuimos distintas personas antes, e incluso un tiempo después de conocernos. Me engañaste repetidas veces y lo perdoné, pero no me gusta que digas mentiras Aspros, ¿esto te parece bien, o no?

— ¿Preguntas eso con tu desempeño, tu cuerpo y tus caricias? Tengo mucho más que suficiente para disfrutar, pero…

—Entonces no te gusta.

Sonreí y acaricié los cabellos de su nuca. —Me refiero a que deberíamos probar otra cosa.

—Tú arriba. —Afirmó, y asentí sin pena, aunque mis mejillas ardieron. —…bien.

Mi mano pasó de su cabeza hasta su cuello acariciando esa zona erógena de su cuerpo, cuando lo sentí temblar le tomé del mentón para obligarlo a mirarme aún recargado sobre mis pectorales. Imagen tentadora a mis deseos carnales. —Te va a gustar.

De pronto resentí el calor proporcionado a mi estómago cuando se levantó. Cruzó los brazos delante de su pecho y parecía estar meditando el asunto antes de ir escaleras arriba.

— ¿Qué tienes planeado hacerme entonces? —Dijo mientras yo lo seguía de cerca, cubriéndome con la bata que se encargó de despojar de mi cuerpo. —Sabes que no vas a necesitar eso ahora, ¿verdad?

—Probablemente. —Le tomé de los antebrazos y lo abracé contra mi pecho.

—Tengo frío.

—Estarás caliente en un momento. —Dije succionando la piel de su cuello.

—No lo sé.

Detuve mis caricias. — ¡Qué?

—Aspros, estoy cansado, mi objetivo no era morder la almohada. ¿Entiendes?

Bufé, exasperado. —Lo hiciste, ¿verdad? —me miró desconcertado—, me engañaste. Sólo…sólo dímelo.

—No te engañé, sólo digo que no puedo hacerlo ahora, no tengo fuerzas para nada.

—Hace un rato estabas arrancándome los pezones y mordiendo cual vampiro mi cuello y me dices que no tienes fuerzas para esto.

—Aspros…

—No me gusta dejar las cosas a medias. —Mi mente dictaba retirarme con el orgullo herido, pero mi cuerpo reaccionó antes de razonar y pronto ya me encontraba en sus brazos. —Al menos hay que idear algo—lo pegué más a mi cuerpo—, al menos dime la verdad.

Se inclinó para darme un beso corto. —La verdad, es que nos amamos, y eso debería ser suficiente.

— ¿Recuerdas cómo nos conocimos?

—Le robaste la cartera a mi hermano.

Reí recordando eso. —No contenía nada.

— ¿Cómo nos encontraste después?

—Verás…en los barrios bajos es fácil identificar personas de la alta sociedad como tú.

— ¿Y cómo es que te fijaste en mí?

—…No quiero hablar de eso, quiero tener sexo contigo.

Me sorprendió cuando tomó mis labios en un beso posesivo. — ¿En verdad crees que te engañé?

—Soy un paranoico, ya deberías saber eso. —besé repetidas veces su pecho, acariciando sus costados con suavidad, sintiéndolo temblar cuando el contacto llegó a su pelvis. —No vuelvas a llegar tarde.

—Gracias por tu paciencia...por esperarme, siempre. —No entendí en qué punto las cosas se tornaron tan emotivas para ambos, pero volví a la realidad cuando depositó un beso en mi cabeza.

— ¿Cómo no esperarte? La vida da muchas vueltas, podría ocurrirte algo… ¿y simplemente no puedes contestar el teléfono?

—Creí que sólo te preocupaba tu propia existencia. —Callé al escuchar mis propias palabras salir de sus labios. Callé porque no supe en qué momento aquello dejó de ser cierto. Estuve tentado a revelarle que mi hermano era lo único que me había mantenido con vida hasta su aparición, pero recordé que lo mismo ocurría con él.

—Sólo no vuelvas a hacerlo…eres lo único que cruza por mi mente ahora. —apreté mis puños y dejé una mano viajar hasta su espalda, pegando mi frente a su abdomen—. En serio.

— ¿Por qué? —sentí sus dedos sosteniendo mi mentón, e intenté mantener el rostro abajo—, ¿Aspros?

Su mirada entre la preocupación y la ternura me obligó a retener mis lágrimas. No fue por mucho. —Es que…no sé qué haría sin ti.

—Al final tu hermano acertó. —Con ambos brazos nos rodeamos, quedando así por largo tiempo, entre caricias leves y besos castos. La discusión llegó hasta ese punto, y callé de nuevo porque una vez más tenía razón.