No sabía cuánto tiempo estaría allí antes de que Ichigo y los demás vinieran a por ella; ni siquiera sabía si llegarían a tiempo antes de que Aizen dijera que ya no era útil; y mucho menos sabía cómo, ni por qué, había acabado por fijarse en lo guapo que era su secuestrador, daba igual el hecho de que su piel fuera blanca como un papel, pero tenía los ojos más hermosos que jamás había visto, unos ojos esmeralda que le robaban el aliento cada vez que lo miraba "y a esto se le llama síndrome de Estocolmo, muchas gracias" pensó Orihime de forma sarcástica, y eso que ella no era una persona de esas ni mucho menos, pero aquel lugar se estaba llevando su cordura, aunque más que ese lugar… su cordura se la estaba llevando él: Ulquiorra Schiffer, el cuarto Espada, el más fiel a Aizen, aquel que amenazó la vida de sus amigos, el causante de todo este drama, y al que ya puestos, le pediría su último deseo; además pensándolo bien, había sido él quien fue a por ella al mundo humano, y quien la trajo a Hueco Mundo, ya era hora de pedir una retribución ¿no?
Sin embargo tendría que esperar para volver a verlo, pues allí no había reloj, y al ser siempre de noche (valga la redundancia con el nombre del palacio), no tenía forma de saber la hora que era, ni a qué hora llegaría el Espada, por tanto decidió dormir un rato hasta que él llegase, sería vulnerable, pero… ¿qué otra cosa iba hacer? No había nada con lo que entretenerse; de modo que se quitó la capa del vestido, que tanto le molestaba, se tumbó en el sofá y se echó la capa por encima para no pasar frío.
Al poco rato se quedó dormida, y como si su mente lo invocara, soñó con él; no lo entendía, de todas las personas con las que podía soñar (Kurosaki, Rukia, Ishida, inculso Sado) tuvo que soñar con Ulquiorra, como si no pasara suficiente tiempo en su cabeza, encima pensaba en él hasta dormida: estaba en medio de la habitación, y de repente le sintió a su espalda, se dio la vuelta, y efectivamente ahí estaba, tan impasible como siempre, se fue acercando a ella, dio un paso atrás de forma inconsciente, pero se topó con la mesa en la que comía, cuando volvió a mirarle, desapareció con Sonido, para aparecer justo delante de ella, a pocos centímetros de tocarla, se pegó aún más a la mesa, pero él no se quedó corto y apoyó las manos en la mesa, a cada lado de su cuerpo, se acercó hasta que sintió su aliento en el oído, y le susurró:
– ¿Tienes miedo… mujer?
Orihime se despertó de golpe, pero se quedó a medio camino de sentarse en el sofá, porque justo delante de ella se encontraba el rostro del cuarto Espada; estuvieron mirándose durante unos segundos que parecieron eternos, hasta que al fin habló:
– Tu comida está en la mesa, mujer – dijo retirándose de ella.
– Gracias – respondió ella levantándose.
Ulquiorra se volvió para irse, "ahora o nunca" pensó:
– ¡Espera!
El chico se detuvo, y la miró interrogante, esperando que hablase:
– Me gustaría hablar contigo un momento, en privado.
Al principio se quedó mirándola impasible como siempre, y creyó que él no aceptaría, pero se equivocó, cerró la puerta, dejándolos solos en la habitación, luego caminó hasta quedar a pocos pasos de ella, y la miró expectante, con sus habituales manos en los bolsillos; de repente todo su valor se fue de vacaciones, dejándola sola y sin defensas ante esa intensa mirada esmeralda, no encontraba las palabras para decirle lo que quería, pero tenía que hacerlo como fuera, antes de que él se impacientara, así que se obligó a mirarlo y reunir el suficiente coraje para hablar y decir:
– Me gustaría pedirte algo… yo… no sé cómo decirlo…
– Mujer…
– Quiero pedir un último deseo – soltó de sopetón – no sé cuando dejaré de serle útil a Aizen-sama, así que me gustaría decirlo y que pudieras hacer que se cumpla.
– Ya se te dio la oportunidad de hacerlo antes de venir – le dijo él con su habitual calma.
– No, me diste 12 horas para despedirme de una persona, no para que yo hiciera lo último que quería hacer.
– ¿Qué es lo que quieres? – preguntó.
– ¿Sabes qué es un beso?
– ¿A qué viene esa pregunta?
– Solo responde.
– Si.
Orihime soltó el aire que estaba conteniendo, ahora venía la parte difícil:
– Quiero que me beses.
Ulquiorra abrió los ojos con sorpresa ¿había oído bien? ¿esa humana le acababa de pedir que la besara? ¿de verdad era esa su última voluntad? Tenía que reconocer que la chica tenía valor, sobre todo para pedirle eso a él:
– Grimmjow lo haría encantado, puedes pedírselo a él.
– No le quiero a él, te quiero a ti – dijo de forma firme y que no admitía discusión.
– ¿Por qué?
– Bueno, tú fuiste el que me ordenó, bajo coacción que viniera contigo, quien amenazó la vida de mis amigos, y quien me trajo aquí ¿necesito más razones?
Vale la chica tenía un punto, así que le daría el estúpido beso y se iría; pobre Ulquiorra, no sabía donde se estaba metiendo, hasta que ella le dijo:
– Quiero me beses, en los labios.
"Vale, eso, no me lo esperaba" pensó, pero ya se había decidido a hacerlo, y no podía echarse atrás, de modo que se acercó con paso decidido hasta ella, y por primera vez se fijo en ella, no llevaba la capa del vestido, de forma que sus brazos y la parte superior del escote quedaban a la vista; colocó una de sus manos es su mejilla y la otra en su cintura para acercarla a él, fue acercando su rostro al de ella, y antes de posar los labios en los suyos, se acercó a su oído para susurrarle:
– Cierra los ojos.
Orihime lo hizo, agarrándose a sus hombros para que fuera más fácil, y lo siguiente que supo después es que tenía los labios de Ulquiorra sobre los suyos, al principio como un mero roce, y eso no era lo que quería, así que paso sus manos a su cuello para acercarle más y profundizar más el beso, y lo consiguió, el beso se hizo más profundo, seguía siendo lento, pero no por ello menos apasionado; acabó descubriendo que Ulquiorra estaba correspondiendo al beso con la misma intensidad que ella, o puede que incluso más, porque tal y como la estaba besando, parecía que quería comérsela entera, hasta el punto de que la tenía agarrada de la cintura con ambos brazos, pegándola a él como si no quisiera dejarla ir. Siguieron besándose como si no hubiera mañana durante unos minutos, pero la falta de aire se hacía presente, por lo que el beso, llegaba a su fin, Ulquiorra le dio un último beso, con el que parecía transmitir todo aquello que decía no sentir, pero que en realidad sentía, pegó su frente a la de ella, durante unos segundos, luego se separó un poco para mirarla:
– Come – dijo con voz suave – volveré dentro de una hora.
– Ulquiorra, gracias.
El Espada se separó de ella y caminó hasta la puerta, se volvió para mirarla un momento, sus ojos transmitían todo lo que él no decía, pero a Orihime no le hacía falta, de modo que se dio la vuelta, y cerró la puerta tras él. Ella se quedó a solas en la habitación pensando "¿qué has hecho conmigo, Ulquiorra?"
Fin.
