Disclaimer: Ninguno de los personajes aquí mencionados me pertenecen, todos son propiedad del estudio Seven Arcs.
Capítulo 1.
―Sensei, creo que debería revisar a esta chica… ―Fate se giró y levantó una ceja. La enfermera insistió en su pedido con la mirada. Era extraño que la llamaran sin siquiera un detalle, una historia clínica, una anécdota. La enfermera de turno, Shario, una joven con la que solía coincidir, la tenía acostumbrada a mantener la calma incluso en las situaciones más complejas, que le dirigiera una mirada así al inicio de su turno matutino estaba fuera de su experiencia. Dejó la taza de café que había estado bebiendo y la siguió "lo poco que se puede comer en este trabajo es alarmante…"
Por naturaleza no era muy dada a la conversación ni a las preguntas, cosa que podía interponerse en su profesión, pero tenía una disposición natural a escuchar los problemas de los demás y a la bondad, sumado a una mente aguda la hacían una doctora capaz de ocuparse de los casos regulares e irregulares que se podían ver en una sala de emergencias.
Supuso que este sería un caso irregular.
Mientras seguía a la enfermera castaña al cubículo separado por telas que les daban algo de intimidad a los pacientes en la sala, miró el reloj digital de la pared. Ocho y poco de un martes. Negó con la cabeza, emergencia fuera de hora pico, usualmente eran personas de mayor edad que se caían al desayuno o algún estudiante que quería pasarse de listo con algún justificativo que no necesitaban en realidad. Shario descorrió la cortina que separaba el cubículo del mundo exterior, dentro la esperaba una paciente joven. Su mirada se desvió de manera inevitable al trozo de metal que atravesaba su abdomen.
Al fin y al cabo sí que tengo que revisar a esta chica…
Los paramédicos habían cortado el tubo, y ahora solo una parte sobresalía de su cuerpo, parecía estar clavada solo en la punta y en uno de los laterales de su abdomen. Estaba sentada en la camilla, por el ángulo de entrada desde la espalda era imposible que se recostara. Quizás lo que más le sorprendió fue escucharla reír con suavidad, mientras charlaba con la enfermera que le administraba los primeros cuidados. La chica giró la cabeza, por lo menos tenía el buen recaudo de no intentar voltear el cuerpo y empeorar su herida.
―Buenos días... Takamachi-san ―revisó la historia que colgaba de la camilla, la hoja estaba casi limpia, solo contenía los datos personales como su nombre y edad, además de detallar el procedimiento que se había seguido por los paramédicos.
―Buenos días, Sensei ―la chica conservaba un buen ánimo poco común para la situación, la sangre le manchaba parte de la bata que le habían puesto y otros apósitos rojos se amontonaban a un costado, de todas maneras no parecía ser que hubiera una gran cantidad de sangre, la punta de fuera lo que fuera que tenía en el estómago servían de tapón a la herida. Escaneó con rapidez su cuerpo en busca de más heridas, anotó mentalmente detalles como las zapatillas manchadas de tierra y pasto, sus calcetines de deporte, le llamó la atención que no se los hubiesen quitado. ―Parece que la práctica de hoy terminó de manera algo abrupta.
―Fate Testarossa, seré su doctora mientras esté en la unidad de emergencias… ¿Qué sucedió? ―se puso un par de guantes de látex y tocó casi de manera imperceptible el objeto de metal.
―Estaba en el lugar equivocado cuando una de mis pupilas lanzó su jabalina de entrenamiento. Es una lástima que tuvieran que cortarla… ―la rubia sacó una de las pequeñas lámparas que utilizaban para medir las pupilas de sus pacientes y alumbró a través del tubo de metal para observar la herida. Se sorprendió al ver que la punta era sólida, no se veía un solo rastro de sangre o material orgánico.
―¿La punta de la jabalina es sólida?
―Es lo único que se hace de un material distinto. Tiene unos 5 centímetros y es de acero sólido… es lisa, así que eso puede estar a nuestro favor.
―Shario, pide la máquina de rayos-x, quiero asegurarme que no se haya dañado un vaso sanguíneo o un órgano… ―la castaña asintió y se perdió rápida por los pasillos, rodeó la camilla y devolvió la atención a su paciente. ―Voy a presionar su estómago ¿Sí? Quiero cerciorarme que no tenga una hemorragia interna al menos de manera provisional ―sus dedos ya auscultaban su abdomen, cerca del área dañada. Le sorprendió encontrar una consistencia normal, no sintió la reconocible sensación de hinchazón y dureza de una hemorragia interna. Quizás la paciente había sido afortunada y no tenía un mayor daño interno.
Siempre que trataba con un caso nuevo intentaba centrarse en la afección y luego en la persona, por lo que luego de observar su abdomen desde la parte frontal se fijó en su rostro para hablarle. Los ojos azules la miraban con curiosidad mientras realizaba las pruebas. Se sorprendió otra vez de la calma con que tomaba la situación, lo usual sería estar algo más agitada y asustada, de todas maneras era mejor, sino tendrían muchos problemas para extraer la jabalina.
―¿Es una atleta, Takamachi-san? ―preguntó, descolgándose el estetoscopio de su cuello para examinar el ruido de su corazón y pulmones, procedimientos de rutina. Ahora más pendiente del rostro de la chica, joven y de alguna manera, suave.
―Oh, no, solo soy la entrenadora del equipo universitario… ― "Pues parece que no ha perdido nada de músculo" se comentó a sí misma mientras terminaba los exámenes de rutina. Shario regresó con el equipo de rayos móvil junto al técnico que lo operaba. En cuestión de minutos tenían una imagen limpia del abdomen de la mujer. Fate se retiró hacia la zona de recepción, seguida de su compañera de turno, para analizar la radiografía. La punta de metal se veía con claridad en la pantalla, inserta un par de centímetros en la piel y músculo.
―¿Qué te parece, Shario?
―Que tiene mucha suerte… y un buen set de abdominales ―la imagen era bastante clara, no había un daño interno mayor. Sorprendida tomó una de las tablets con las que trabajaban en la sala, había recibido la imagen a través del sistema del hospital y podía acceder a ella desde todos los dispositivos, y regresó con la única paciente algo seria a esa hora de la mañana. Descorrió la cortina del cubículo, la joven conversaba con alegría de algo con su enfermera, por el movimiento de los brazos parecía describir el incidente que la había llevado al hospital.
―Bueno, Takamachi-san, creo que tuvo bastante suerte… ―la sorpresa daba paso a la alegría, un caso al principio complicado que se resolvería, si todo iba bien, de manera sencilla, la mejor manera de empezar una mañana. ―La punta de la jabalina no daño ninguno de los órganos internos, me parece que podremos extraerla sin problemas.
―Bueno, es lo que intenté hacer en el campo de entrenamiento, pero las chicas no me dejaron extraerla sin ayuda médica… ―parecía disculparse, como si su llegada a emergencias fuera una molestia. Una pequeña gota de sudor frío le corrió por la espalda a Fate, sacarse un elemento metálico incrustado en el cuerpo sin ayuda del personal médico, en un área claramente contaminada… quizás esa sonrisa era la de una persona un tanto irreflexiva de sus acciones. Agitó levemente la cabeza, sacándose la idea de encima, lo importante era el aquí y el ahora.
―Chicas, ayúdenme, Shari, sostén la herida y los elementos de sutura, nosotras sacaremos la jabalina ―. Le hizo señas a su ayudante y pronto todas estuvieron en posición ―Takamachi-san, necesitamos que se mantenga quieta y nos avise si siente cualquier cambio.
―Llámeme Nanoha, sensei ―la mujer sujetó los bordes de la camilla con fuerza. Una fina capa de sudor le cubrió la frente y su gesto se volvió serio por primera vez. Esa reacción calmó a Fate de alguna manera, parecía caer al fin en cuenta de su posición y de la situación en la que estaba. Asintiendo tomaron el resto de la jabalina metálica y, a la cuenta de tres, hicieron fuerza sostenida. Sin oponer resistencia, la pulida superficie de metal salió, dejando a la vista una herida limpia y redonda. El sangrado fue poco y pronto estuvo suturada y parchada. La rubia sonrió y se sacó los guantes, ya estaba listo.
La joven pelirroja se tendió en la camilla, solo tenía conectada una vía con calmantes suaves para mitigar el dolor que podía ocasionarle la herida. La doctora miró el reloj de la pared, casi las nueve, había sido rápido y, con algo de suerte, sería su caso más serio del turno.
―Muchas gracias, sensei, supongo que fue algo un poco chocante de ver ―Fate mantuvo un rostro impasible, pero en su yo interior estaba levantando una ceja Una jabalina incrustada en un cuerpo humano es siempre algo chocante de ver… ―Las chicas estarán algo preocupadas, pero como la practica recién empezaba y las competiciones se acercan les pedí que siguieran entrenando con normalidad.
―Eso fue bastante valiente de su parte, Nanoha-san ―como doctora acostumbraba a reconfortar a sus pacientes, lo hacía casi de manera automática ya. Pero en el fondo sentía que la chica había demostrado bastante coraje en casi la hora que la conocía para ganarse un elogio. ―La dejaremos un momento en observación y en cuanto estemos seguros de que todo anda bien le daré el alta ¿Sí? ―la chica asintió y luego se concentró en el celular que tenía en la mesita junto a su cama provisional. Ella garabateó un par de cosas en la historia clínica y se alejó para brindar su atención a otros pacientes. En cuanto se alejó por los pasillos Nanoha levantó la vista y observó por donde se había perdido, un muy ligero sonrojo le coloreaba el rostro. Qué manera de empezar su mañana. Al menos había sido rápido. Su celular vibró en sus manos, mensajes cayendo en cascada a medida que la noticia de su visita al hospital. Lo encendió de manera natural, años de convivir con el aparato lo habían vuelto parte de ella. Varios mensajes esperaban a ser leídos, pero atendió primero a los de sus pupilas, que terminaban la práctica y le escribían preocupadas.
Bueno, al menos Sigmun estaba preocupada, Vita se leía entre la línea de la ira y la preocupación.
Me debes una jabalina de entrenamiento.
―Sí, sí ―respondió para sí misma. Pronto estarían ahí, hablando y riendo. No le molestaría estar en el hospital unos momentos más mientras pudiera tenerlas a su lado. Dejó el celular sobre su regazo, observando las máquinas y objetos que rodeaban su camilla. El zumbido del aparato no cesaba, la noticia de su accidente empezaba a circular entre sus conocidos y amigos. Intentó ignorarlo, registrando lo que la rodeaba, veía a las enfermeras ir y venir, a gente esperando, caminando de un lado a otro o pasarse las manos por la cara. Esperó unos momentos más, quería ver a su doctora de nuevo, pero la mujer no apareció, otros pacientes la reclamaban. Volvió a tomar su teléfono y pasó a través de los mensajes hasta que uno de ellos llamó su atención, lo abrió y sonrió algo avergonzada. El mensaje era corto y bastante certero.
Nanoha, siempre sabes cómo empezar una semana.
Pensó en responder, pero lo dejó de lado. Cerró los ojos y se recostó sobre la camilla, su estómago palpitaba con un dolor sordo, pero era increíble que hacía solo 10 minutos tenía un pedazo de metal saliendo de su cuerpo. Había escuchado de lesiones así, en sus años de atletismo, desde que era una niña, había escuchado y visto muchas cosas. Se había sorprendido y, al final, se había acostumbrado. Quizás por lo mismo ese martes había perdido la concentración por un momento y, cuando se dio cuenta, la jabalina de entrenamiento de Vita le había agujereado la espalda. Un descuido de un segundo que la dejaría marcada de por vida. A pesar del dolor los calmantes la embotaban y, con calma, empezaba a dormirse. Cerró los ojos para descansar por unos momentos, pero cuando los abrió tenía a sus dos alumnas ante ella y a la doctora un poco más atrás, observándola con cara sorprendida.
―Nanoha-san, me sorprende que pueda dormir tan fácilmente luego de una experiencia así… eso es bueno, sanará más rápido.
―Takamachi siempre ha sido de una psique privilegiada… y parece que de mucha suerte también. ―Signum cambió el peso de su cuerpo de un pie al otro, sus brazos cruzados y un semblante austero la hacían parecer la mujer más seria del cubículo. Nanoha sonrió con algo de culpabilidad. A su lado la enfermera cambiaba la bolsa que se conectaba a su vía.
―Bueno… ―empezó una frase destinada a no terminarse, mientras se rascaba la mejilla con suavidad.
―Signum, no te olvides que, además de todo eso, me debe mi mejor jabalina de entrenamiento. ―La pelirroja pequeña sorprendió al personal médico, no se esperaban a una chica de metro y medio lanzando una vara de metal de más de 2 metros. Fate no se pudo reprimir una sonrisa cálida le alegraba cuando un grupo tan animado se formaba en la sala, le indicaba que había hecho un buen trabajo.
―Sensei ―la alta joven con el cabello del extraño color rosa se giró para observarla ―, muchas gracias por cuidar de nuestra entrenadora ―dijo, acompañando la frase con una reverencia. La pelirroja que la acompañaba imitó su gesto. La joven doctora aprovechó ese momento para observarlas en mayor detalle, mientras les aseguraba que no había sido nada.
Las dos ocupaban el mismo uniforme deportivo, la reverencia había expuesto sus espaldas y podía distinguir algunas letras. Pertenecían al grupo de atletismo de la universidad local, Uminari University. Tomó una nota mental de eso y luego lo dejó estar, información que podría necesitar en algún momento.
—Si me permiten… ―se abrió paso entre las estudiantes para acercarse a la cama estrecha y leer los valores en las pequeñas máquinas. Todo parecía normal, le hizo un examen rápido, palpando el abdomen, observando la herida e inquiriendo las preguntas de rigor «¿Te duele? ¿Qué tipo de dolor? ¿Sientes ardor?». Al finalizar asintió para sí misma, satisfecha- ―Te daremos algo más para el dolor y ya podrás regresar a casa. Shari, démosle otra dosis, vendré a firmar el alta y a revisarla una vez más, Nanoha-san.
―Ah, sí, muchas gracias. ―Las tres esperaron a que tanto la doctora como la enfermera se alejaran para respirar. Se habían salvado de un regaño, al menos de momento.
―De todas formas, es verdad que tienes mucha suerte. Te dio una jabalina de punta afilada y saliste caminando por propio pie… ―Vita cruzó los brazos y levantó una ceja.
―¿Qué sucedió? No es común de ti distraerte de esa manera… ―la secundó Signum. Ambas estaban extrañadas.
―No fue nada, solo estaba algo adormilada… ―La respuesta se topó con dos expresiones de incredulidad. ―No es necesario preocuparse al respecto… ¿No volverán a sus clases? Como miembro educativo de la institución debo recordarles sus clases…
―Tonterías.
―Si mal no recuerdo la asignatura de hoy tiene asistencia…
―¿Y?
―Creo que ya faltaste unas cuantas veces.
―¡Está bien! Signum, vamos, nada puede con nuestra entrenadora y su tozudez.
―Te visitaremos en casa, Takamachi.
―Hazlo que la doctora sonrisa te diga, ¿eh? ―Vita le palmeó una pierna, escondidas bajo las sábanas celestes del hospital.
—Sí, sí, entrenadora. ―Las despidió con un gesto y observó cómo se iban. Luego recuperó su móvil, olvidado durante la visita.
Más mensajes, qué sorpresa. Uno de ellos le llamó la atención de manera especial.
Yuuno.
Sus dedos temblaron por un momento sobre la pantalla, decidió ignorarlo. Ya lidiaría con ello luego.
Volvió a escribirle a Hayate, quería que le echara un ojo a Vita, no contaba con que se comportara durante la jornada, pero la castaña la podía mantener a raya solo con un par de palabras. Un don admirable. Se sentó recta sobre la cama, una punzada de dolor le recorrió el cuerpo a pesar de los calmantes. No esperaba estar de vuelta en las pistas dentro de dos días, pero al menos esperaba que pudiera realizar algún tipo de ejercicio ligero dentro de la semana. Solo era martes, aún tenía mucho trabajo por delante. El móvil vibró por quinceava vez esa mañana y, al leer el nombre en la pantalla del teléfono, se golpeó suavemente la frente con la palma. Suzuka y Alisa, por supuesto que se habrían enterado, la información se extendía como un reguero de pólvora, provocando una reacción en cadena. Las tres compartían un chat privado y le habían comunicado que estaban en la sala de espera listas para llevarla a casa cuando le dieran el alta. Al menos eso sería más sencillo.
Tipeó un mensaje de gratitud con rapidez y apagó su teléfono, era bastante cansador estar respondiendo a cada mensaje que la instaba a hablar del incidente de la mañana. El reloj en la pared mostraba que eran casi las 11 am, pronto llevaría algo más de tres horas. Quería regresar a casa.
"Me pregunto si la doctora sonrisa volverá pronto para dejarme libre…" Era un buen sobrenombre, se ajustaba a esa expresión serena adornada con una sonrisa suave, tranquila. Como si la llamara con una campana, la doctora con su sonrisa ―marca registrada― en el rostro. Venía a liberarla y desocupar la cama para alguien que la necesitara más. Se fijó que traía una bolsa en las manos, tenía un gran «Pertenencias personales» estampado al centro. Su «uniforme de trabajo» estaría ahí, manchado de sangre y pasto del campo de deportes. Daba igual, usarlo un poco más no sería peor que quedarse ahí.
―Bueno, Nanoha-san, creo que ya podemos darle el alta sin temores. ―La mujer revisó por última vez su historia clínica y se guardó las manos en los bolsillos, parecía satisfecha ante la vista de un paciente en vías de recuperación.
―Sensei ¿Puedo recuperar la punta de la jabalina? Creo que sería un buen regalo para Vita-chan.
La mujer alta la miró, tras sus ojos rojos se leía diversión, parecía esperar un pedido similar. Negó levemente con la cabeza, sin sacar las manos de los bolsillos.
―No, no de momento, al menos, tiene que ser evaluada como material desechable y el hospital decidirá cómo disponer de ella ―dijo.― Aunque… quizás podría arreglar algo… ―agregó, al ver una delgada capa de decepción asentarse en el rostro de la pelirroja.― ¿Qué tal si vienes en una semana o algo así, cuando tengas tu control de rutina y preguntas en recepción si la tenemos? ―era un caso especial, y como tal podía tratarlo de manera excepcional. Le guiñó un ojo, garabateó su firma en las hojas que colgaban de los pies de la cama y le dio la mano.― Fue un placer, Nanoha-san, por favor sea más cuidadosa la próxima vez que estén en el campo de tiro.
―Muchas gracias, sensei.
―Fate está bien ―le dijo, antes de despedirse con la mano una última vez y perderse tras las cortinas que separaban el cubículo. Nanoha la observó irse, mientras la enfermera Shari le desconectaba las vías de sus brazos, cambiaba el vendaje de su herida y la ayudaba a vestirse para ir en busca de sus amigas a la sala de espera.
Le dijo que volviera en una semana a revisar como cicatrizaba la laceración y para que le sacaran los puntos. La joven sonrió y asintió.
Además, tenía que regresar a ver a su doctora, recordaría llamarla por su nombre la próxima vez.
Fate.
Fate-chan.
NdA: Si han llegado hasta acá ¡Muchas gracias! Es el primer fic que escribo de Nanofate y lo escribo simplemente por el gusto que me da escribir sobre estos dos personajes... inició como un pequeño bosquejo y terminó siendo un primer capítulo de una extensión aceptable. Ha sido todo un desafío enfrascarme con dos personalidades con las que no suelo trabajar en mis historias, si les ha gustado me alegro mucho. Esperen un próximo capítulo dentro de una semana y yo espero recibir sus comentarios al respecto.
Hasta la próxima ¡Saludos!
