Recuerdos de una Vida Incompleta

Prologo

"Ley de Continuidad"

Lo que fue… lo que es… lo que será…

El ciclo del tiempo nunca se detiene. Es como un maratón sin meta en el cual todo ser viviente es obligado a participar. Es un viaje redondo, que en el camino construye tres escalas en el tour llamado vida. Cada una de esas tres escalas, siempre presentes pero nunca iguales, llevan la firma intransferible de cada persona. Aquellas en las que se guardan los recuerdos, proyectos y expectativas.

El pasado…

El presente…

El futuro…

Los tres protagonistas de todas las historias humanas, el trio de estaciones que dan parada a los autobuses del corazón. No importa en qué tiempo te encuentres, ni hacía donde quieras ir, porque al final del viaje, incluso aunque no lo desees, habrás formado parte de este círculo infinito y tu nombre quedará inscrito en la interminable lista de la existencia.

Cuando por fin el tiempo terrenal se acaba, cada ser de este círculo se dirige a la última terminal. Donde se descarga finalmente todo su equipaje: culpas, arrepentimientos, pérdidas, amores, alegrías, orgullos, mentiras, lágrimas, risas… todo se vacía en forma de recuerdos ante sus ojos. Nunca es fácil dejar atrás todo aquello por lo cual luchamos, incluso en el borde de la muerte… jamás es sencillo decir adiós y para muchos, el abandonar lo que les ata a un cuerpo latente, es a veces, infinitamente más duro que cargar con el propio peso de sus mismas vivencias. Pero siempre llega el desenlace.

Porque con la llegada de la oscuridad inicia el nacimiento de la luz.

Ese el ciclo de la existencia; siempre así ha sido y siempre lo será.

Los custodios de las tres estaciones de la vida se encargan de que este curso nunca se vea interrumpido. Con su sabiduría milenaria y las habilidades que el universo les brindó para cumplir con su encomienda, ellos serán eternamente los vigías silenciosos en el tiempo: Orión el Cazador del pasado, Kaluz el Sembrador del presente y Drianna la Vidente del futuro.

Ningún mortal está a salvo de su escrutinio, todo lo acontecido ronda bajo la lupa de sus ojos. Ya fueran extinciones, guerras, hambruna, pestes, abundancias, revoluciones; tenían absoluto control sobre cualquier percance y transición de la humanidad. En miles de años nunca habían titubeado si quiera en alguna decisión.

Salvo en una ocasión.

Aquella en la que el pilar del ciclo estuvo a punto de desquebrajarse. En la que la Ley de la Continuidad fue transgredida; muchas vidas fueron puestas a prueba y muchas otras recibieron la indulgencia de los vigías para tener un nuevo inicio. Pero la vida de un hombre – el causante de aquel crimen – nunca volvió a ser la misma.

Desde ese día el nombre de Clow Reed quedó grabado en la historia.

Lo que Fue:

En un principio solía ser llamado "El mago más poderoso," mucha gente lo respetaba y admiraba por las cualidades especiales e innatas que le brindó su linaje – humanos con una chispa de magia en la sangre – protegidos y guiados por los astros e iluminados por la fuerza del universo. Seres humanos así, eran a menudo tratados como dioses o temidos como bestias.

Y Clow era un hombre solitario; fue por eso, que decidió hacerse amigo de la luna, el sol y los otros elementos que rodean a cualquier ser viviente en este mundo. Les otorgó una forma mítica y etérea para que pudieran estar a su lado con más facilidad y que pudiera disfrutar de su compañía en la vida vacía a la que le habían obligado a vivir. Sin embargo y a pesar del gran poder que poseía; el ciclo de aquéllos años fue llegando a su fin. Sabiendo incluso sobre este inevitable acontecimiento, preparó todos los detalles antes de su partida, dejando órdenes explícitas a sus queridos confidentes: Cerberos, el enorme león dorado y Yue el Ángel de alas plateadas, para que aguardaran a la llegada de su próximo dueño. Así, sus queridas creaciones fueron selladas a resguardo en un antiguo y misterioso libro, hasta que la nueva propietaria naciera y continuara con su legado.

La ley de la Continuidad se lo exigía. Él debía abandonar aquel cuerpo marchito para retornar en uno nuevo; debía continuar hasta que el ciclo terminara, hasta que su sentencia fuera cumplida.

Lo que es:

Ahora mismo es la mitad de lo que fue, literalmente y en todos los aspectos; empezando por la cantidad de magia que posee y la edad tan joven en la que pudo retornar. El pasado de su vida se dividió en pedazos, algunos claros y otros demasiado confusos como para comprenderlos. La razón de su regreso ha sido para acatar la tarea que se le fue asignada: velar por el bienestar de esas mágicas criaturas y también el de su nueva dueña, de eso ya hace 7 años. La repartición de sus poderes fue por decisión propia, pues desea que en el presente, su vida ya no sea una sombra de lo que alguna vez fue.

Fujitaka Kinomoto – su otra mitad – había nacido de Clow antes que él con el mismo propósito. El profesor de arqueología había velado y brindado amor a la nueva dueña de las cartas como su padre; un hombre mortal que tuvo la fortuna de enamorarse de una hermosa joven llamada Nadeshiko Amamiya y junto con ella había formado un hogar. Sus dos hijos – Touya y Sakura – recibieron en sus genes una ínfima parte de aquella magia que había creado a Fujitaka, pasando a ser ambos un eslabón más en la dinastía de los Reed.

Mientras que él: Eriol Hiraguizawa, reencarnó con la cantidad restante de la magia de su antecesor. Su tarea ayudó a la Card Captor a dar el último paso de la transición de poderes; había causado una serie de sucesos extraños para que la pequeña Sakura Kinomoto transformara las legendarias cartas Clow a cartas Sakura. Y aunque la misión se había cumplido con éxito, tuvo además, muy gratas sorpresas y experiencias. Conoció el significado de la verdadera amistad, gracias a la misma Sakura Kinomoto, Shaoran Lee – un descendiente lejano de su antecesor - y Tomoyo Daidouji, una compañera muy querida de la nueva dueña. Ellos lo aceptaron, lo acogieron dentro de su pequeño e incondicional grupo de amigos, a pesar de los malos ratos que les ocasionó en Japón en esa época.

En este momento con la apariencia de un joven próximo a los diecinueve años, Eriol vive la vida que siempre anheló tener. En una hermosa casa con un gran jardín bajo los cielos nublados de Londres. Tenía a su fiel familia, Nakuru Akizuki y su muy peculiar compañero felino Spinel y también, a esa mujer: Kaho Mizuki. Una bella dama japonesa de cabellos y ojos cobrizos; podía apostar que se había enamorado de ella en el mismo instante en que la conoció. Era extraordinaria y tan parecida a él, que el magnetismo entre los dos fue inmediato. Kaho no era una humana común, ella poseía ese don especial de percibir cosas más allá del entendimiento. La sabiduría y el misterio resguardado en el color de sus pupilas fueron la señal para que Eriol la eligiera como compañera, confidente y cómplice para sus travesuras en tierras niponas.

No obstante, esa relación se fue estrechando con el tiempo hasta convertirse en un sentimiento de amor; la brecha de edad era más que evidente, pero para ambos carecía de importancia, al fin y al cabo, eran dos seres con cuerpo joven y el alma vieja.

Lo que Será:

Pero el pensar de la sociedad humana difería mucho de opinión. Los primeros años fueron realmente difíciles ¿cómo explicarle al mundo que un niño de tan solo doce años estaba locamente enamorado de una mujer que le doblaba la edad? Aquello había sido la etapa más frustrante de esa nueva existencia. Él, que estaba acostumbrado a aparentar frente a los demás se empezaba a cansar de su propio juego. Por esto, al haber alcanzado la mayoría de edad, inició a idearse un escenario diferente. Uno, que a pesar de su larga existencia jamás se había atrevido a pisar: el matrimonio. Aunque tenía muy claro parte del pasado de su antecesor, estaba seguro que el mago Clow nunca tuvo pareja si quiera. Muchas veces pasó la noche en vela pensando en ello y siempre llegaba a la misma conclusión, Reed fue un hombre con una mente prodiga, llena de ilusiones e imaginación, de sabiduría infinita y personalidad misteriosa pero en cuestiones del amor era casi un bebé. Quizás fuera su misma personalidad complicada la que terminó por aislarle; es decir, si él como Eriol Hiraguizawa era complicado, entonces Clow debía ganarle con creces.

Por muy triste que eso le parecía, su actual yo poco podía hacer. Al menos le quedaba el consuelo que una parte del mago había conseguido una vida normal y feliz a través del profesor Kinomoto e igualmente lo haría a través de él muy pronto.

En lo alto de su balcón y con el viento meciéndole sus cabellos, Eriol Hiraguizawa miraba el atardecer húmedo de Londres. El sol se ponía justo en frente, el día se iba a dormir y dejaba en relevo a la luna, como una brillante promesa de que el mañana llegaría a salvo y radiante. Tan radiante como el pequeño diamante de la sortija que sostenía en sus manos.

Aquel anillo era su promesa personal de que el mañana y los días que le siguieran a ese serían brillantes y hermosos. Con esa hermosa joya le prometería a la mujer que amaba que su futuro junto a él sería mágico.

- Seremos muy felices Kaho… - Le confidenció al viento con esperanza en el corazón.

Confiando en que su verdadera vida apenas estaba por comenzar.

CONTINUARÁ…