• Los personajes no son míos.
• Naruto/Hinata.
• Advertencia: Posible violencia, contenido sexual y palabras soeces.
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Sepan que olvidar lo malo, también es tener memoria.
—Jose Hernandez.
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Cayó a gatas en el frío y duro suelo de madera mientras respiraba agitadamente. Observó con ojos cansados como las gotas de su sudor caían al suelo, mientras se mezclaban con sus frías lágrimas.
—Levántate — ordenó una voz demandante y agria.
La pequeña niña que contaba con sólo cinco años, apretó los puños que aún estaban en el suelo manteniendo su peso. Lentamente se fue incorporando para después tomar la posición de pelea que era típica al ser una Hyuga.
El hombre quien decía ser su "padre" empezó a tirar golpes hacia la niña que hacia hasta lo imposible por esquivar la velocidad de su padre.
Grito adolorida al sentir el golpe de su padre impactando en su brazo izquierdo, provocando que los puntos de chakra se cerrarán y que este perdiera completamente la movilidad. Abrió los ojos al ver que su padre no se detenía ante eso. Aún que, no sabía por que le sorprendía.
Brinco hacia atrás rechazando el puñetazo que su padre iba a propinarle mientras se detenía el brazo con una mueca de dolor.
—No te detengas Hinata.
La pequeña Hinata lo miro suplicante pero su padre ni se inmutó por esa mirada que le mandaba su hija.
Rendida, se hizo hacia el frente y corrió hacia su padre para golpearlo con su brazo sano, pero de nada servía.
Un nuevo golpe y otra vez en el suelo.
Hiashi miro a su hija con decepción para después negar con la cabeza. Siempre sería lo mismo.
Sin decir palabra, o al menos tratar de ayudarla a levantarse, salió del dojo con porte erigido y sin mirar hacia atrás donde su hija se retorcía de dolor. Era demasiado para su pequeño y débil cuerpo. En cada entrenamiento que tenía con su padre siempre sentía que moriría gran cada golpe. A afortunadamente o desafortunadamente, siempre llegaba alguien a auxiliarla.
—¡Hinata-sama! —exclamó un chico de cabellera castaña y ojos perlados corriendo hacia adentro del dojo.
Hinata cerró lentamente los ojos aún en el suelo dándole rienda suelta a su llanto.
Adiós Clan Hyuga.
—Es una desgracia — afirmó un anciano quien estaba rodeado de más personas de su edad.
—Eso ya lo sabemos — contestó otro viejo que miraba al patriarca del clan quien estaba sentado en la cabecilla de la larga mesa.— Lo que no sabemos es lo que haremos con ella.
Hiashi alzó una ceja ante lo dicho por uno de los miembros de su consejo. —Ella es la heredera del clan — les recordó.
—Pero no califica para serlo. Es débil Hiashi-sama — habló uno de los tantos ancianos que habían ahí. —El Clan Hyuga es el más poderoso de Konohagakure —habló con arrogancia. —Es una vergüenza que alguien tal débil sea el próximo heredero de este imperio.
—Es una niña, sólo tiene cinco años. Aún no demuestra todo su potencial..
—Pues ningún líder de nuestro clan fue débil con cinco años. Ninguno fue débil a esa edad, ni usted por ejemplo.
—Tarda en aprender pero lo hará. Logrará sus expectativas.
—Seremos directos Hiashi-sama— habló un viejo llamando la atención de los demás.— Faltan dos años para el anunciamiento oficial de la futura heredera. Tienen dos años para prepararla y si en ese tiempo no esta lista entonces le cederemos el liderazgo a Hanabi. Sólo esperamos que ella si cumpla nuestras expectativas.
Hiashi suspiro resignado. —De acuerdo. Tendrán a la líder que quieren.
—Eso esperamos Hiashi-sama. No podemos darnos el lujo de cambiar así como así a la heredera. Ya sabe, daríamos de que hablar.
Hiashi asintió cansado de escuchar a ese grupo de viejos agrios. Si fuera por él, ya los habría mandado al diablo desde que los conoció, pero él no podía hacer eso. El era el respetado líder del clan Hyuga. Debía mantenerse como tal.
Fuera de aquella habitación de juntas, se hallaba un pequeño niño de cinco años escuchando todo eso. Sabía que no debía escuchar conversaciones ajenas pues era una falta de respeto. Pero, había pasado por casualidad por ahí y paro de inmediato al oír el nombre de su prima Hinata.
Para él, Hinata era una niña muy tierna y bonita. Lo supo desde el primer momento que la miro. De hecho ella le caía bastante bien. No tenía mucho compartiendo momentos con ella, tan sólo la conoció hace menos de dos semanas pero de verdad disfrutaba bastante su compañía. Jugaban a todo los juegos que podían siempre todas las tardes. A veces, por una razón que el desconocía, su prima no podía jugar. Kô, el protector de Hinata, siempre le decía que estaba algo cansada o estaba enferma y por eso no podía jugar.
Cuando escucho todo lo que el consejo había dicho, se quedo pensando en que podría significar aquello. Ya una vez su padre le había explicado que Hinata al ser primogénita, tenía que ser la cabecilla del clan en algún punto de su vida. También sabía que entre su familia había una especie de separación. Por ejemplo, el pertenecía al Bouke y Hinata al Souke.
Sinceramente el no entendía muy bien esas cosas pero tampoco es como si le interesará mucho, el sólo quería seguir jugando con su prima. Pero aun así…no podía evitar sentir una especie de preocupación al oír todo lo que había dicho el Consejo.
¿Significaría algo malo?
Hinata tenía su brazo apoyado en el comienzo de la cuna color blanco y su barbilla recargada contra esta mientras miraba dormir a una pequeña niña recién nacida.
No la odiaba, a pesar que su madre murió por tenerla, no la odiaba ni un poco. De hecho, le parecía muy linda, y hasta sentía que la amaba. Sentía unas ganas tremendas de protegerla de todos a toda costa sin importar que. Quería el bien para esa pequeña niña.
Se enterneció al verla abrir un adormilado ojo que revelaba el poderoso Byakugan.
—¿Por qué será tan poderoso? —se preguntó la niña mientras miraba como ahora ambos ojos de su hermana se abrían. —Quisiera hacer lo mismo que hace outou-san. — susurro refiriéndose a las veces que su padre hacía que unas venas saltarán alrededor de sus ojos.
—¡Hinata-sama! —exclamó un chico de algunos quince años de edad.
Hinata al oír la voz de su protector Ko, dio un saltito e hizo que se cayera de pompas al suelo al estar parada de puntitas en un banquillo.
Kô suspiro corriendo hacia ella para levantarla en sus brazos. —Le dije que tenía que quedarse descansando Hinata-sama— la regañó, acostándola en el futón mientras ella se dejaba ser.
—Lo siento Kô, e-es que estoy algo a-aburrida… —dijo jugando con sus dedos.
Al ver esa reacción, Kô sólo se limitó a sonreír. —Tengo una idea ¿Por qué no hacemos origami?
Los ojos de Hinata brillaron al escuchar esa palabra salir de los labios de Kô. Asintió varias veces con la cabeza, a lo que Kô asintió y se levantó del suelo para caminar a una de las estanterías de libro a que había en la habitación. Tomó unos papeles de varios colores y se sentó cruzado de piernas a un lado del futón de Hinata, extendiéndole los papelitos.
Inmediatamente comenzó a doblar los papeles de un lado para otro mientras Kô le imitaba. Así duraron varias minutos hasta que Hinata fue la primera en terminar mostrando su origami a Kô.
Kô sonrió impresionado. –Que bonita flor Hinata-sama.
Hinata agradeció y apuntó con la mirada el origami de Kô. –Quiero ver tu origami Kô ¿puedo?
Kô asintió nervioso. Estiró su figura y miro como la cara de Hinata hacia diferentes expresiones.
—¿Qué es, Kô?
—Se supone que es un cisne.
Hinata carcajeo tapando su boca con ambas manos. —Eso no parece un cisne.
Kô se rasco la nuca mientras él también reía apenado. —Quisiera ser tan bueno como usted en el origami Hinata-sama.
Hinata parpadeó sorprendida. —¿Enserio?
—Hai —contestó asintiendo mientras miraba la rosa que tenía Hinata en las manos.
Al ver que la mirada de Kô no se despegaba de su rosa, se le ocurrió una idea.
Kô se impresionó al ver que Hinata le extendía la rosa. Parpadeo interrogante.
—Consérvala y cuando aprendas a hacer origami me la entregas — dijo tímidamente la pequeña Hyuga mientras en el rostro de Kô se dibujaba una sutil sonrisa.
—Prometo que aprenderé, Hinata-sama —prometió tomando con delicadeza la rosa. Miro hacia la ventana y supo que era la hora de dormir para la pequeña Hinata.— Hinata-sama, ya anocheció. Es hora de que duerma.
Hinata suspiro triste. Ella no tenía sueño, quería que Kô jugará con ella más tiempo.
Al ver el visible puchero que hizo la pequeña, Kô no pudo evitar reír. Se acerco a ella y la tapó con el edredón mientras ella se acomodaba.
—Buenas noches Hinata-sama.
—Buenas noches, Kô — dijo la pequeña mientras veía como el chico salía de su habitación no sin antes apagar las luces. —Buenas noches Hanabi-chan —dijo volteando a ver la cuna donde se encontraba su pequeña hermana quien estaba dormida. Volteó su mirada al techo. —Buenas noches mamá — tras eso, sólo pasaron unos minutos para que pudiera sumirse en el mundo de los sueños.
Pasaron un par de horas y algo hizo que se despertará alarmada.
Rápidamente se incorporó en el futón y miró a todos con la respiración agitada. Todo estaba en penumbras así que le era imposible ver algo ahí.
Se tapó la mitad de la cara con el edredón al escuchar un quejido venir de una de las oscuras esquinas de su habitación.
—¿Qui-quien anda ahí? — preguntó temerosa sin dejar de ocultarse bajo su cobija.
Lentamente, una pequeña silueta empezó a salir de las penumbras para después quedar visible debido a la débil luz que emitía la luna.
Hinata quedó impresionada al ver que era un niño de su edad quien se había colado por su ventana a altas horas de la noche. El niño era de cabellos rubios y alborotados, tenía unas marcas extrañas en sus mejillas y sus ojos eran de color azul cielo. Eran muy bonitos, pero unas lágrimas hacían que estos se tornaron tristes.
—¿Qui-quien eres?
El niño abrió los ojos con sorpresa antes de apartar la mirada con aparente miedo. —Si te digo quien soy… ¿prometes no hacerme daño?
La pequeña Hinata se sorprendió ante la pregunta del niño. ¿Por qué habría de hacerle daño? Ella no tenía nada contra el. Vamos que ni lo conocía, pero queriendo saber como se llamaba el niño que se había metido en su habitación, sólo asintió.
—Me llamó Naruto Uzumaki —dijo mientras retrocedía unos pasos y ladeaba la cabeza con los ojos cerrados. Al no sentir ni escuchar que alguien viniese hacia el para atacar, abrió los ojos con incredulidad y miro que la pequeña ladeaba la cabeza mientras se sonrojaba.
Sin poder evitarlo el también se sonrojo. —T-tu, ¿cómo te llamas?
—Me lla-llamó, Hinata Hyuga. –contestó la niña sintiéndose confiada ante la presencia del rubio. —¿Qué haces e-en mi ha-habitacion? —pregunto inquieta haciendo que este agachaba la mirada.
—Necesitaba un lugar en donde esconderme, dattebayo.
—¿Esconderte? —pregunto sin entender absolutamente nada.
Naruto asintió. —Por alguna extraña razón a veces algunos adultos me persiguen en la noche para querer golpearme. —contó para después sobarse la cabeza. —También niños de nuestra edad dattebayo. Me lanzan piedras y cosas cada vez que me ven. Las demás personas sólo no se me acercan. —los ojitos de Naruto se fueron llenando de lágrimas. —Yo no se porque se portan así conmigo, nunca les he hecho nada. —Se trató de limpiar las lágrimas con su brazo. —ya les dije que si es por lo de las travesuras que hago a veces lo dejaré de hacer pero que no me sigan lastimado dattebayo.
Hinata al ver que el niño lloraba no pudo evitar sentirse muy triste por el y más al escuchar su historia. —No e-entiendo por que te ha-hacen eso pero yo no creo que seas mala pe-persona —dijo Hinata mirando como el rubio dejaba de llorar para mirarla.
—¿Enserio? —pregunto el oji azul mientras Hinata asentía.
—Si te escondes de ellos entonces no te preocupes. Puedes quedarte aquí está noche y cada vez que necesites esconderte. —dijo segura de sus palabras la pequeña niña mientras Naruto la miraba con impresión.
—¿No te doy miedo?
Hinata negó rápidamente. —No — ¿Cómo podría darle miedo un niño tan lindo como el?
Al escuchar eso, Naruto atinó a sonreír ampliamente. —Gracias Hinata-chan.
Hinata se sonrojo al escucharlo decir su nombre con ese sufijo. Nadie jamás lo habían usado con ella y al parecer le agradaba que la llamarán así.
Los días pasaron y Hinata y Naruto habían entablado una muy buena amistad. Casi diario se veían a escondidas para jugar en el bosque al igual que casi diario el chico iba a esconderse en la habitación de Hinata. La mayoría de las veces si iba a esconderse de aquellos que querían hacerle daño, pero la otra parte iba sólo por gusto. Queriendo pasar tiempo con su nueva y única amiga.
Hinata a veces lo esperaba despierta y a veces se quedaba dormida esperándolo. Las veces que ella estaba despierta, jugaban en silencio en su habitación o simplemente hablaban de cualquier cosa mientras que cuando Hinata estaba dormida, el se acostaba a su lado para hacer lo mismo que ella.
Era agradable tener compañía, nunca había sentido esa conexión tan especial con alguien y eso se debía a que nadie nunca se le había acercado a hablarle. Todo mundo rehuida de el sin explicación alguna. Decían que era un monstruo y que tenían que desaparecer de la faz de la tierra.
La verdad es que el no creía que fuera suficiente razón el ser odiado sólo por hacer unas cuantas travesuras.
Esa misma noche salió de su departamento para pasar desapercibido por las calles oscuras y peligrosas de la aldea. Iba directo hacia la casa de su amiga, mas bien hacia la habitación de ella. Jamás había salido de ahí para ver lo demás de su grande casa.
Una vez que llegó a los recintos, comenzó a escalar el frondoso árbol que estaba a un lado de la ventana de la habitación de Hinata y sin mayor dificultad logró trepar rápidamente para después saltar hacia el gran ventanal.
Hinata siempre dejaba la ventana abierta para que el pudiera entrar sin dificultad a su cuarto así que rápidamente entró a la habitación cayendo en cuclillas. Estando apuntó de saludar energéticamente a Hinata, sus ojos observaron una escena que lo dejó helado.
Un hombre alto y fuerte sujetaba a Hinata mientras con una mano tapaba la boca de su amiga. La niña tenía los ojos llorosos y muy abiertos al ver que Naruto estaba ahí.
Naruto frunció el ceño. —¡Hey! ¡Deja a Hinata-chan!
El hombre al que no se le podía ver el rostro por lo oscuro que estaba, sólo soltó una risa. —Hazte a un lado mocoso.
Naruto plantó sus pies en el piso, no estando dispuesto a dejar que ese hombre se marchará con su amiga. —¡Que la dejes, dattebayo!—exclamó Naruto enojado, sintiendo un leve picor en su estómago.
—¡Y yo he dicho que te muevas! —grito el mayor empujando al rubio hacia el suelo.
Hinata miró con impresión al el rubio que se hallaba en el suelo, para después morder con fuerza la mano de el hombre.
—¡Maldita escuincla! — bramó el hombre estando a punto de soltarle un golpe, pero un peso en su pierna hizo que parará su acción. Bajo la mirada y observó al niño rubio abrazando su pierna con una fuerza que no era normal en un niño de su edad.
—¡No dejaré que te lleves a Hinata-chan!
El hombre frunció el ceño fastidiado y lanzó contra la pared al pequeño rubio.
—¡Naruto-kun! —sollozo Hinata con preocupación ala ver el cuerpo de Naruto rebotar contra la pared para después caer duramente al suelo.
Naruto se incorporó lentamente mientras soltaba un quejido de dolor, se paró completamente al ver que el hombre estaba apunto de salir de la habitación usando la ventana, aún con su amiga en brazos.
—¡Hey! —exclamó para después correr hacia el para tirarse sobre su espalda.
—¡Quítate mocoso! —bramó el hombre sacudiéndose para que el niño lo soltara de su agarre.
—¡Nunca, dattebayo! —grito Naruto sosteniéndose con toda la fuerza que le permitían sus delgados brazos. No podía dejar que ese hombre se llevará a Hinata.
El hombre rugió y sin quedarle de otra saltó de la ventana para caer fuertemente en la rama superior del frondoso árbol de al lado. Lamentablemente el salto hizo que el agarre de Naruto perdiera fuerza, y que debido a eso, cayó desde esa gran altura hacia el suelo.
—¡Naruto-kun! —grito desgarradoramente la niña al ver desde arriba el cuerpo inmóvil de su amigo. No podía creer lo que estaba pasando, ni siquiera entendía que sucedía. Ella sólo se hallaba plácidamente dormida y sin aviso un hombre había entrado por su ventana para secuestrarla.
Ahora, por su culpa, su amigo estaba probablemente muerto.
El, quien había tratado de ayudarla. Con el que probablemente compartió los mejores momentos de su niñez, ese que había creado maravillosos cuentos para ella en noches de insomnio, el… su único amigo.
Las lágrimas empezaron a desbordar por sus ojos, haciendo su visión borrosa mientras sus pupilas aún se encontraban hacia donde su amigo estaba tirado. Tan ensimismada estaba observándolo, como en un estado de shock, tanto así que no observó cuando su padre salía corriendo en busca de ella, ni escuchó los gritos de los demás Hyuga. Ella sólo lo miraba a él, mientras dos hombres de su clan se acercaban hacia el pequeño rubio.
Después todo fue negro para ella.
Sus ojos comenzaron a parpadear, tratando de acostumbrarse a la luz que se filtraba en ellos. Rápidamente los recuerdos comenzaron a acoplarse en su mente. Después de recordarlo todo soltó un sollozo al recordar que estaba aparentemente con un extraño y que su único amigo probablemente estaba muerto.
Se removió inquieta, pelando los ojos y mirando que dos hombres estaban sentados frente a ella conversando de algo que ella no comprendía.
Desesperada trato de moverse, de levantarse para correr pero no podía. Estaba atada de pies y manos, y claro, amordazada.
—¿Qué haremos?
—Pues seguir el plan, idiota ¿Qué más?
—Pero ese chiquillo me vio cuando me la lleve...
—¿Te vio el rostro, Taro?—pregunto exasperado el hombre.
Taro negó con la cabeza.—No...
—Entonces deja de preocuparte.— dijo comenzando a pelar la manzana.—Además, probablemente ahora este muerto.
La pequeña volvió a soltar un silencioso sollozo.
—Si, tienes razón. Además también esta el hecho de que cambiamos el color de sus ojos para que nadie pudiese reconocerla. Eso fue muy astuto.
—Esos ojos Taro... esos ojos son una mina de oro.
—Lo se Kazuma. Pero recuerda, no son nuestros.
—Si, son del jefe.— dijo con molestia, mirando las llamas de la fogata frente a el.—Deberíamos quedarnos con los ojos.
Taro negó temeroso.—Por supuesto que no.
Kazuma lo miro de reojo y sonrió.—Eres un cobarde.
—¡Lo que dices es estúpido! El jefe nos encontraría y nos haría trizas.
Kazuma rodó los ojos y se levantó del tronco.—Bien niñita —insulto.—Vámonos.
Taro frunció las cejas pero igual asintió.—¿Quién carga a la niña?
—¿Qué importa? Ella esta muy libia...— cayó de golpe al ver que la niña ya no estaba donde la había dejado unos minutos atrás.—¡Mierda! ¡Se escapó la escuincla!
Taro se alteró al no verla por ningún lado.—¡Vamos! ¡No debió de haber ido lejos!
Ambos corrieron hacia la misma dirección, sin darse cuenta de que Hinata se hallaba escondida tras unas ramas de un arbusto. Cuando la pequeña vio que ya no estaban, comenzó a brincar a como podía.
Brinco por vario tiempo, tratando de aflojar las cuerdas que la oprimían. Tan concentrada estuvo en su trabajo, que no se dio cuenta de que frente a ella había un pequeño acantilado. Acto seguido, cayó hacia él y rodó por varios segundos hasta que se golpeo en la cabeza con una gran roca.
Después nuevamente todo se volvió negro.
—Ah, ¿Qué tenemos aquí? —un hombre de no más cincuenta años miro con extrañeza un objeto plateado que estaba en el suelo. Se agachó y lo tomó para alzarlo y verlo con detalle. Era un collar con el dije de la letra H. —Uh, seguro es de plata ¿Cuánto me darían por el? —se pregunto rascando su barbilla. Alzó los hombros y guardó el dije dispuesto a irse de allí pero, un sonido hizo que se detuviera al instante.
Se puso alerta y paro la oreja para saber de donde provenía ese sonido. Puso atención hasta que lo escucho de nuevo, dándose cuenta que eran quejidos que provenían de abajo del pequeño barranco. —Una niña… —pronunció sorprendido cuando asomó su cabeza y pudo mirar a la dueña de esos quejidos.
Sin pensarlo ni un segundo, salto hábilmente hacia donde se encontraba la pequeña y la tomó con delicadeza en brazos.
Quito con sus dedos la tierra del rostro de la infante y se dedico a revisar si no tenía algún rasguño de seriedad. No fue hasta que movió un poco su brazo cuando pudo ver la mano que sostenía la cabeza de la pequeña, llena de sangre.
—Cielos —exclamó preocupado. Se levantó del suelo dispuesto a llevarla a su casa para atenderla pero fue detenido por unas voces masculinas. Con rapidez se agachó nuevamente y cubrió a la niña en su regazo.
—Maldita sea — maldijo la voz de un hombre mientras se escuchaban sus pasos sobre el mojado césped — esa estúpida mocosa se escapó.
—¡El jefe nos va a matar!— exclamo otro hombre con aparente miedo.— ¿Qué le diremos?
—Que la buscaremos hasta encontrarla. Que no importa el tiempo que nos lleve, la encontraremos si o si.— dijo el hombre para después comenzar a caminar hacia otra dirección junto a su compañero.
El hombre parpadeó extrañado y luego frunció el ceño. Eran unos secuestradores, de eso estaba completamente seguro. La niña posiblemente se las había ingeniado para huir de ellos y de lo asustada que estaba no se había fijado por donde pisaba, ocasionando que cayera está ahí. Tenía que moverse con rapidez, o de lo contrario esa niña no saldría bien de todo eso.
Con la pequeña bien asegurada en sus brazos, inspeccionó el lugar y una vez que estuvo seguro de que no habría amenaza, salió de ahí para caminar con rapidez hasta su estancia. No tardó mucho en llegar a lo que parecía ser una pequeña cabaña de piedra, arrinconada en lo más profundo y solitario del bosque. Entro a dicho lugar y velozmente puso a la niña en su cama. Cogió una plagana de metal y la lleno de agua para después tomar un paño, gasas y alcohol. Una vez con esas cosas en mano, regresó hasta la cama para curar las heridas de la pequeña niña.
Mientras hacía esto, se dedicó a examinarla. Sus ropas parecían costosas y finas, así que probablemente era hija de alguna familia adinerada y de renombre. Además, sus rasgos eran muy bien parecidos. Su piel era nívea y sus pestañas eran largas y tupidas. Era una niña muy linda y al parecer no tenía más de cinco años.
De verdad esperaba poder ayudarla.
Pasaron horas y la pequeña aún yacía completamente dormida. Para su alivio no tenía fiebre ni nada parecido, hasta había recuperado algo de color. Su respiración lucia normal y ya ninguna herida sangraba.
Estuvo a su lado, sentado en una incómoda silla mientras cabeceaba. Eran apenas las seis de la tarde pero eso no quitaba que él no tuviera sueños reparadores a esas horas.
Justo cuando estaba pensando que lo mas probable era que ella despertara hasta el día siguiente, la niña comenzó a pestañear lentamente.
Con rapidez se levantó de la silla y se situó a su lado mientras se ponía de rodillas para quedar a su altura.
—Oye...— le susurro mientras tocaba su hombro.
La pequeña pareció reaccionar, movió sus ojos color azul hasta el hombre y lo miro con incógnita.
—¿Do-donde estoy? —pregunto mientras trataba de levantarse.
—Tranquila —dijo mientras la acostaba de nuevo —. No es bueno que te esfuerces en este estado.
—¿Quién es usted? —pregunto ignorando el comentario del viejo.
—Soy Takeshi—se presentó con una sonrisa descarada —. Se que debes de estar asustada pero no lo estés. Yo te encontré herida en un barranco y te traje aquí para curar tus heridas. Dormiste mucho, pero al parecer ya estas mejor —suspiro aliviado —. Dime, ¿dónde están tus padres?
La pequeña pareció confundirse ante esa pregunta. Pareció pensarlo un poco hasta qu su rostro mostro una mueca de desconcierto.
—No-no recuerdo quienes son mis padres...— musito pensativa.
Takeshi parpadeo sorprendido antes de asentir.— Debe ser por el golpe que te diste, seguro recuperaras esa memoria en un rato o hasta mañana.
La niña pareció aún más confundida.
—Tampoco recuerdo mi nombre — dijo mientras sobaba su coronilla.
Takeshi pareció más impresionado al escuchar lo que la niña había dicho. De verdad no se esperaba que fuera tan grave como para olvidar incluso su propio nombre.
—Ese si que es un problema...—musitó pensativo. De repente recordó algo que tal vez era de importancia en ese caso —. Mira —metió su mano en uno de los bolsillos de su pantalón —. Encontré este collar cerca de donde estabas tú, quizá es tuyo — dijo mientras se lo extendía.
La niña tomó el collar y lo examino. No lo recordaba pero se le hacía extrañamente familiar. Tal vez si era de ella después de todo.
—Me llamo...¿H? —preguntó con inocencia, sin dejar de ver aquel dije.
Takeshi hizo un sonido pensativo.—No creo que ese sea un nombre.
La niña bajo la mirada.
—Pero puede serlo mientras averiguamos el verdadero — le dijo mientras sonreía.
La pequeña pareció más animada. Al menos ya tenía un nombre.
Antes de que pudiese hacer o decir algo, el estómago de "H" gruño, anunciando que requería de alimento.
H se sonrojo y Takeshi sonrió divertido.—No te avergüences, es natural —dijo para después levantarse del suelo —¿Qué quieres comer? Creo que tengo arroz y verduras. Siento la escasez, pero no esperaba visitas.
—No se preocupe, Takeshi-san—pidió la pequeña mientras negaba con delicadeza.
Takeshi suspiro ante el formalismo de la niña. Definitivamente era de una buena familia. Esperaba poder encontrar pronto a esta pues no tenia tiempo para lidiar con una niña. Aunque... en realidad tenía tiempo de sobra.
—¡Hare un poco de arroz frito!
Pero no quería pasar su tiempo de sobra con una niña.
Continuará...
N/A: Esta idea se me había ocurrido desde hace mucho tiempo y por fin pude publicarla. Espero que les haya gustado el primer capítulo, si fue asi saben que pueden dejarme un sensual review. No duden en preguntarme cualquier cosa. Nos leemos y gracias por leer.
Disculpen cualquier error ortográfico.
