Slugterra/BajoTerra es propiedad de Asaph Fipke.
Sigue Ahí
"Te lastimaré por esto. No sé cómo, pero dame tiempo. Llegará un día en que te sientas seguro y feliz, y de repente tu alegría se convertirá en cenizas en tu boca, y lo sabrás; La deuda esta pagada."
George RR Martin - Choque de Reyes.
El horizonte ardió con la caída del sol. El mundo de abajo brillaba con una misteriosa luminiscencia celeste cuando el día y la noche chocaban con el apogeo del astro rey. Una figura solitaria cruzaba la densa vegetación de la caverna jungla con pasos lentos y pesados, permaneciendo alerta ante el menor sonido que se produjese en el ambiente; el chasquido de una rama al romperse o el aleteo de una Zipper entre la maleza. La noche había caído sobre sus hombros. Los monstruos nocturnos salían a cazar.
Goteo.
El Diablos Nachos se detuvo en frente de la frontera que remarcaba el territorio sombrío del Clan Sombra. El follaje amortiguó sus pisadas, minimizando el sonido que producía al caminar; el flagelo sostuvo su mirada en alto mientras diseminaba el panorama que se tendía en frente de él. Con ojos oscuros y ardientes como el propio infierno, miró hacia la gruta que pronto correría buscando siluetas entre las sombras, escudriñando a través de estalagmitas y paredes húmedas con la escasa luz que ofrecían los hongos de la jungla. Las hojas caían en espiral a su alrededor en un completo silencio donde solo silbaba el helado viento desde el interior de la fosa de los primates, como gritos fantasmales. Trayendo consigo la esencia de su premio hasta su nariz. Hacía demasiado frío, pero eso no evitó que el flagelo deambulara más y más lejos de su guarida, había muchas cosas por hacer y ver, como para regresar en este mismo momento directo al calor de su propio escondite. Inhaló profundamente, luego dejó que el aire caliente abandonase por completo sus pulmones por medio de un halo de vapor.
El olor a humedad y cobre en el aire era algo que descubrió pronto que le fascinaba, le conferían una sensación de calidez y familiaridad en medio de esta circunstancia peligrosa. Con la adrenalina disparando corrientes eléctricas por cada fibra de su cuerpo a cada segundo, Diablos no temía por las consecuencias que acarrearía su próxima acción. Se sentía fuerte, que no vaciló al reanudar su marcha y empujar sus pies hacia adelante (sin dejar que la confianza nublase su juicio en ningún momento, permanecía alerta ante todo pronóstico), rompiendo la delgada línea que limitaba el bosque con las minas. Repasó su entorno una vez más asegurándose de que el área estuviese completamente despejaba. No había ni una sola alma a la vista, y si la había, lo más probable es que estuviese observando desde las sombras. Una sonrisa maliciosa se escurrió por las comisuras del demonio, perfecto para lo que tenía en mente.
Goteo.
Se adentró en la caverna. El ruido era constante. Repetitivo. Él siguió avanzando.
Goteo.
Sus ojos se entrecerraron, sus cejas se torcieron en un ceño fruncido por la carencia de luz. Diminutos hongos iluminaron tenuemente su camino a través de la gruta. El flagelo arrastró a su presa con una garra alrededor del flácido cuello.
Goteo.
Se sentía helado, el hueso había dejado de ofrecer resistencia, pero sus extremidades se negaban a ceder. Por sus dedos destilaba un líquido oscuro y viscoso. El aroma metálico lo embriagaba.
Goteo.
Su memoria estaba fresca, recordó con detenimiento las cosas que lo habían conducido hacia esta situación. La venganza, junto a un poco de hambre por el peligro, habían devuelto al demonio a BajoTerra por medio de una grieta desconocida para sus héroes. Tras recuperar su libertad y dejar atrás a sus compatriotas, al Diablos Nachos se le fue encomendada otra tarea por su mismísimo rey.
Tenía una nueva misión. Un motivo diferente para estar aquí. Un pequeño...regalo, para sus viejos amigos. Para que no los olvidasen tan fácilmente.
Goteo.
La sangre manchó los dedos pálidos, los zapatos y la ropa de Diablos mientras llevaba a rastras el cadáver destrozado de uno de los integrantes del Clan Sombra. Había sido silencioso. Las Negashades confundían a las criaturas sombrías y las hacían vulnerables a ataques y emboscadas. No eran tan fuertes como sus contra-partes demoníacas, ni tan temibles cuando no contaban con el efecto sorpresa que les ofrecían las sombras, fue fácil someterla con la fuerza de sus garras. Su sonrisa se amplió; jamás se lo vio venir.
Solo cuando le exprimía el aire de la garganta y la vida abandonaba poco a poco sus pulmones, fue cuando el primate se dio cuenta de la identidad de su enemigo.
Fue satisfactorio. Diablos se regocijó en sus últimos segundos de vida, disfrutando del sorpresivo horror reflejado en el semblante de su adversario comúnmente inexpresivo. Aquellos fueron momentos invaluables, sentía que por fin la balanza se nivelaba a su favor.
En la actualidad, reconocía el gran riesgo que representaba el adentrarse por si solo en el territorio de las sombras. No porque temiera a la oscuridad, sino porque sabía que los miembros del Clan estarían cerca y probablemente querrían destrozarlo, igual como había hecho con su compañero hace unas horas. Pero valía la pena. Los héroes debían saber que él seguía ahí.
Estaba ahí. No se había ido. No se había olvidado de lo que le habían hecho.
Se detuvo en frente de una pared; tenía la forma de una puerta y sobre su arco había varios símbolos dispersos alrededor del portón tallados en piedra. Las marcas brillaban del mismo color de las setas, confiriendo a la entrada una sensación de misticismo y antigüedad. En el medio de las figuras, se vislumbraba un sol. El flagelo centró toda su atención sobre el astro rey.
Las palabras de Brimstone resonaron dentro de su cabeza.
"Hazle saber quién hizo esto. Hazle saber que los flagelos no se han ido, que los flagelo no han terminado con BajoTerra."
Se acercó a la estructura colocando con sumo cuidado el cadáver de la criatura a un costado de la gran puerta, para que su mirada congelada y vacía se encontrase con quien-sea que viniera a investigar. Después, desgarró el sol celeste que había en la pared con su garra derecha, tres trazos profundos cortaron el símbolo en diagonal; las trazas del dibujo dejaron de emanar luz. Satisfecho con su obra, Diablos Nachos caminó lejos de la entrada del antiguo pozo.
Su trabajo estaba muy lejos de concluir, sin embargo, esto podría considerarse como un pequeño avance hacia su objetivo real. El flagelo salió de las minas por donde había entrado e hizo una breve pausa para mirar hacia atrás por encima de su hombro, su mirada se encontró con dos ojos nublosos que le observaban desde la distancia.
Hubiera deseado poder quedarse cerca de la escena por más tiempo, para ver la cara del ser o de la persona que encontraría su mensaje. Pero tenía que huir, de lo contrario, corría el riesgo de arruinar su obra maestra con salpicaduras de su propia sangre. Caminando, siguió el sendero del bosque.
—Que le quede claro a todo el mundo, y especialmente al chico Shane. —murmuró al gélido viento, con una sonrisa siniestra que mostraba una hilera de dientes afilados y amarillentos—: El sol ha muerto.
Y habiendo dicho eso, el diablo se adentro en la densa selva, desapareciendo a través de los grandes arboles una vez más.
"Las sombras se avecinan y la sangre tiñera los ríos. Y será entonces cuando el agua se tornará de rojo."
Utilizó este pequeño espacio para declarar que he vuelto. Y que esto es solo una alegoría de mi regreso. Saludos.
