A de Agreste
Señora de Agreste…
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El título suena demasiado bien cuando mis labios lo susurran.
Frente al espejo del tocador de mi habitación no puedo evitar repetirme mentalmente, una y otra vez, ese título. No es que fuese a cambiar mi apellido por el de él. No estábamos en una de esas novelas de época donde la mujer al casarse toma el apellido del marido. Pero…todo lo que se relacionaba a él me hacía fantasear…Porque sentía que estaba viviendo mi propia novela romántica…mi propio cuento de hadas…
-Si llegas al altar con la sonrisa de boba y enamorada que te traes, te aseguro que no va a hacer falta que te maquille en otra vez para dejar con las babas cayendo a tu futuro marido- Dice entre risas Alya.
No podría haber elegido a una mejor dama de honor en la vida. No solo se ofreció, cuando le di la gran noticia, a grabar todo el evento y tomar fotos para un futuro álbum de bodas, sino que también se encargó de ayudarme con todos los preparativos que me traían loca mientras yo quería confeccionarme mi propio vestido.
Adrien me insistió en que no era necesario que me diera ese trabajo antes de la boda. Hasta su padre, el mismísimo Gabriel Agreste, se había ofrecido para confeccionar un vestido exclusivo de novia solo para mí. Pero tuve que declinar la oferta aunque me hacía mucha ilusión. Llevo prácticamente toda la vida soñando con este momento e imaginándome ir con el vestido de novia perfecto colgada de su brazo. Tantas veces me había planteado diseñar mi vestido que no podía dejar pasar la oportunidad de crearme un vestido que marcaría un antes y un después en mi vida.
Aunque solo fuese a durar unas horas…
Alya había llegado hoy en la mañana a mi casa con varias horas de antelación a la ceremonia para ayudarme a vestirme y arreglarme junto con mi madre. Ambas están presentes en mi habitación, contemplándome, mientras me veo prácticamente lista ya para lo que venga. Mi padre nos esperaba abajo para ir en coche hasta la Iglesia.
-Hija, estás tan guapa…-Dice mi madre mientras se limpiaba una lágrima rebelde del rostro.
-Oh, mamá por favor no llores…-Digo apenada mientras me acerco a ella y nos abrazamos con fuerza la una a la otra.
Aunque este va a ser uno de los momentos más felices de mi vida, no puedo evitar querer llorar como una niña. Este es el inicio de una nueva vida que voy a compartir con el chico de mis sueños desde siempre. Pero también es una despedida del lugar donde me crie. No voy a dejar de ver a mis padres. Los adoro. Pero ya no será lo mismo. No podré compartir esos desayunos tan alegres con ellos, jugar videojuegos con mi padre o ayudar en la panadería tan seguido. Iba a extrañar toda esa parte de mi vida que iba a quedar un poco atrás…
-Oh, no, no, no…Sabine, te quiero mucho pero por favor, no hagas llorar a la novia ahora. Que se le va el maquillaje que tanto me ha costado aplicarle.- Dice alegre la periodista de TF1 actual.
Nos aparta con suavidad a ambas y entonces enfoco mi vista en las dos mujeres que más importancia han tenido en mi vida. No puedo evitar alzar los brazos y crear un abrazo en grupo entre las tres. De verdad que hoy me siento muy sentimental y a pesar de que intento reprimir las lágrimas, una logra escapar de mis ojos.
-Las quiero…
-Oh, chica, nosotras también te queremos. No llores, ¿Vale? Ahora sonríe que es lo que tienes que hacer hoy. Es tu día y el de Adrien…de nadie más- Me susurra mi amiga con sus dos manos acunando mi rostro y quitándome con suavidad con su pulgar la lágrima rebelde que escapó de mis ojos.
-¡Chicas! No es por meter prisa, pero acaba de llegar una limusina preguntando por la novia y me imagino que el novio está desesperado por verla en la iglesia- Grita mi padre desde la planta baja. Las tres reímos ante aquello y lo predecible que era mi novio…o más bien mi "marido" ya prácticamente. Seguro nada más dejarlo Gorila en la Iglesia junto con su padre, le mandó a este que fuera a recogernos a mi hogar.
Por mucho que lo conozca, nunca me llegaré a acostumbrar a los lujos con los que él ha vivido siempre. Soy de una familia humilde, aunque según él, eso no es un impedimento, sino una de las cosas que más aprecia y envidia de mí.
Su padre nos ofreció vivir en la mansión Agreste por lo inmensa que era y el sistema de seguridad que poseía. Pero ambos nos negamos. Adrien, al igual que yo, quería un hogar más sencillo y acogedor para ambos donde pudiéramos crear nuestros propios recuerdos; donde pudiéramos tener en armonía una familia. Ese era uno de los deseos que más fervientemente él quería cumplir: tener una familia y darle el amor que el sintió de joven no tener. Y yo quería cumplirle ese sueño. Nunca me hubiera negado a ello, pues de joven ya fantaseaba con los nombres que les pondríamos a nuestros hijos.
Con cuidado y con ayuda de mi madre y mi amiga, logro bajar las escaleras de mi habitación al salón de casa, donde nos espera mi padre. La cara de sorpresa y maravilla de mi padre lo decía todo. Mi vestido era largo y entallado al cuerpo con escote en forma de corazón. Al no tener un pecho excesivo, no quedaba vulgar, sino que realzaba más mi figura delgada. Era de seda y brocado. Llevaba el pelo recogido ondulado en un moño y con una peineta con pequeñas piedrecitas azules y verdes en la parte de atrás que servía para usar luego el velo de novia.
Toda novia debía llevar para su boda algo azul, algo viejo, algo nuevo y algo prestado. La peineta era de mi madre de cuando se casó; por lo que era lo viejo y lo azul. Llevaba una pulsera de plata de Alya que llevó también ella misma en su boda hace cuestión de unos era lo prestado. Y por último, llevaba un sencillo pero hermoso collar corto alrededor de mi cuello. Era un regalo de Adrien que había guardado con mucho cariño para una ocasión especial…al rozarlo de vez en cuando con mi mano sobre mi cuello no podía evitar pensar en la reacción de él cuando lo viera en mi cuello el día de hoy.
-Estás hermosa, hija- Dice mi padre al yo terminar de bajar las escaleras y abrazarme con fuerza.
-Ten cuidado. A ver si le destrozas el peinado, querido-Dice mi madre preventiva.
-Por supuesto que no. La novia ha de llegar perfecta junto a su padre del brazo ¿no?- Dice apartándose con suavidad de mí aun con un brazo suyo en torno mi cintura, para después tocarme fugazmente la nariz con complicidad con el pulgar, tal y cual hacía cada vez que me contaba una historia de pequeña antes de ir a la cama.
Sonreí feliz por aquel dulce momento familiar en mi hogar.
Poco después nos dirigíamos en la limusina hasta la puerta de la Iglesia. Con ayuda salí del coche, mi madre me besó la mejilla antes de marcharse y Alya me entregó el ramo de rosas blancas y rojas que llevaría hasta el altar.
-Suerte. No lo dejes escapar.- Me susurra mi amiga antes de darme un último abrazo y marcharse junto con mi madre hacia el interior de la iglesia.
De repente me siento pequeña ante las puertas del templo. Los nervios los siento a flor de piel.
En pocos instantes ya no habría marcha atrás…
-Pss- Susurra mi padre con complicidad y con una sonrisa captando mi atención- Te acompañare hasta el final cariño.
El apoyo de mi padre era lo que más necesitaba en ese momento. Poco a poco, y agarrada de su brazo firmemente, fuimos subiendo las escaleras del templo para luego entrar mientras sonaba con lentitud una música de piano y violines en sintonía. Las primeras notas del piano me recordaron instantáneamente al rubio que habría de estar esperándome junto a Nino y Alya en el altar. Nino no hubiera faltado como el padrino junto a su ahora esposa.
Nuestros padres estarían en primera fila en la ceremonia, tras nosotros. Sentía pena porque Adrien no pudiera celebrar este día con su madre. Los días antes de la boda parecía un poco apenado por eso, y era inevitable. Pero poco a poco su humor fue mejorando hasta el día de hoy.
Llevo más de 24 horas sin verle y pienso que me estoy muriendo. Quería verle, estar junto a él. Me daban igual los tacones de infarto que llevaba, la cola del vestido, el velo o los presentes aquel día. Una vez entro y lo veo, no hay nada ni nadie más para mí.
Su esmoquin negro me hace sonreír recordando viejos tiempos saltando entre los edificios de París.
A medida que avanzo hacia el altar junto con mi padre veo entre los invitados a Fu, junto con los kwamis, que permanecerían con él el día de hoy para que no les descubrieran con nosotros hoy entre tanto invitado. Sonrío feliz a Tikki y a Plagg.
Estaba pletórica y no podía sentirme más dichosa si era posible. Todos los que quería en mi vida o los que conocía estaban allí, viviendo el momento conmigo…con nosotros dos…Pero ambos estábamos en un mundo totalmente paralelo a aquel.
Sus ojos esmeralda transmitían tanto que la sonrisa de felicidad, complicidad, nerviosismo y timidez se mezclaban entre sí al verlo. Al principio me pareció verle sorprendido con mi entrada. Parecía tenso. Después poco a poco su cuerpo se relajó. Se ajustaba con nerviosismo los gemelos de un brazo o de otro o se rascaba la nuca de forma intermitente. Era un acto nervioso que no había desaparecido en él a pesar de los años que hacía que llegó a mi vida.
Su cabello brillante como el sol estaba arreglado y echado para atrás. Iba muy elegante. Pero verle tan guapo y perfecto una vez a mi lado, solo me hace desear revolverle el cabello para tener ante mí al auténtico Adrien; ya fuera imperfecto o no; porque con sus bromas y sus meteduras de pata siempre sería perfecto para mí…
Mi héroe…
Mi Chat noir…
Mi marido…
Mi Agreste…
