Título: Boca de Serpiente
Autor: Lightning On The Wave
Sumario: Harry regresa a Hogwarts, decidido a proteger a su hermano Connor, el Chico-Que-Vivió, y permanecer en las sombras. Pero el año pasado, dos personas aprendieron la verdad sobre Harry... y este año, dos más lo harán. AU de Harry Potter y la Cámara de los Secretos. Continuación de Salvando a Connor.
Advertencias: Lenguaje, violencia, eventual Drarry a partir del libro 4to y más allá. También, a partir de este punto, múltiples muertes, incluyendo las de personajes que no ocurren en el canon. Nadie está a salvo.
Descargo de responsabilidad: Como siempre las personas, lugares, eventos y hechizos reconocibles en esta historia no pertenecen ni a la autora ni a su traductora si no a JK Rowling. La trama es adjudicable en su totalidad a su autora Lightning on the Wave y la traducción me pertenece. Ninguno de los implicados en este trabajo recibe ni recibirá un beneficio económico por el mismo.
Nota de la traductora: Es indispensable leer la primera parte de la historia, "Salvando a Connor" para poder entender esta historia.
Serie Sacrificios
Libro 2. Boca de Serpiente
Capítulo 1: Un verano escamoso
"(…) Querría que mi amor te matara; estoy harto
de verte viva, y bien preferiría tu muerte.
Querría que la tierra se alimente de tu cuerpo,
y nadie más que la serpiente te halle dulce."
Anactoria por Algernon Charles Swinburne
—Harry, ¿estás bien?
Harry tragó un quejido antes de que pudiera formarse, y sonrió a su hermano, que estaba sentado en su cama. Connor usualmente dormía lo suficientemente pesado como para no despertarse por cualquier sonido en la misma habitación. Harry debió haberse sentado más fuerte de lo que pensaba, o gritar cuando el sueño lo liberó.
—Estoy bien —murmuró—. Sólo una pesadilla. Voy a salir por un rato —volvió a tirar de las mantas y se aseguró de que los botones de su pijama estuvieran abrochados. Luego se puso el jersey que había usado ese día, uno que había sido descartado en un extremo de su cama.
—¿Estás seguro de que no quieres que vaya contigo? —las palabras de Connor ya estaban enjutas, y un bostezo se le escapó de la garganta. Harry soltó una pequeña respiración agradecida. Podía despertarse, pero nada podía impedir que su gemelo se volviera a dormir.
—Estoy seguro. Gracias.
—Muy bien… —Connor estaba roncando antes de que pudiera terminar la frase. Harry salió cuidadosamente de su habitación, cerrando la puerta detrás de él, y bajó las escaleras. No había ruidos procedentes de la habitación de sus padres más allá de las escaleras, y ninguna luz se movía en la cocina. Sólo para estar seguro, Harry usó un hechizo Lumos para mirar el reloj de la familia en la pared.
Por supuesto, las manecillas de todos apuntaban a EN CAMA, incluso a Sirius y a Remus, aunque no estaban en el Valle de Godric ahora mismo. La manecilla de Harry señalaba HOLGAZANEANDO, pero se trasladó a ENTRENANDO mientras Harry decidía qué haría con su tiempo libre.
Debería, ya que estoy aquí, pensó mientras salía de la casa, igual de silencioso, y se acercó al borde del césped. No dormiría más esta noche.
Habían pasado dos semanas desde que regresaron de Hogwarts para el verano, y todas las noches Harry había soñado con dos figuras oscuras. Una se acurrucaba en un lugar demasiado pequeño para ella, gritando de dolor y miseria. La otra se estremecía en un lugar que parecía apenas un poco más grande, una corriente constante de gemidos saliendo de su garganta. Harry no tenía ni idea de qué hacer con esos sueños. Supuso que podrían ser restos de la confrontación con Voldemort, pero no entendía por qué lo atacarían a él. Podría entender si Connor los tuviera. Su gemelo era el Chico-Que-Vivió, el que tenía la cicatriz en forma de corazón y la conexión con Voldemort.
Pero Connor dormía tranquilamente, mientras que cada noche, Harry soñaba.
Sacudió la cabeza y lo sacó de su mente. Tuvo sueños extraños durante el año escolar, también, y preocuparse por ellos no le llevó a ninguna parte. Cuando, y si, el significado de las dos figuras oscuras alguna vez se revelara, estaría listo para hacer algo al respecto.
Por ahora, él repasaría una serie de hechizos sin varita.
—Wingardium Leviosa —dijo, concentrado, y cuando retiró su mano, su varita flotó en el aire. Harry sonrió y alzó la vista hacia el crujido brillante de las guardas de aislamiento que rodeaban su casa y la separaban del resto del Valle de Godric, de alguna forma oscurecía la visión de las estrellas más allá. Las guardas habían estado allí toda su vida, evitando el ataque de Mortífagos vengativos y otros secuaces de Voldemort. También impedían al Ministerio detectar el uso de cualquier magia de menores de edad dentro de ellas.
Su madre había dicho una vez que era un efecto secundario accidental de las guardas. Harry dudaba de ello. Lily Potter rara vez hacía algo por accidente. Además, de alguna manera nunca se reportó al Ministerio.
Se lanzó fácilmente a través de la serie de hechizos que había practicado durante tanto tiempo sin su varita que casi podía hacerlos dormido, y que por lo tanto, eran buenos para utilizar durante la transición entre el sueño y la vigilia. Nox, Lumos, Finite Incantatem, Wingardium Leviosa, Incendio, Accio, Protego, Reducto, la Maldición Explosiva, y varias otras, salieron rápidamente de su boca, formaron sus efectos y le dejaron sintiéndose nada más que relajado y un poco más despierto.
Harry frunció el ceño cuando terminó con ellos, concentrándose. Sabía qué hechizo quería hacer a continuación: el hechizo de jaula que Voldemort había usado en Connor durante su batalla mortal a finales de mayo, Cavea. Harry quería ver si podía hacerlo, y, lo más importante, invertirlo. Si hubiera sabido cómo invertirlo durante la batalla, podría haberle salvado a Connor un poco de dolor y pánico.
Pero la última vez que lo había intentado, había resultado en un pulso de cegadora luz azul que había irradiado a través de las ventanas y despertado a sus padres. Harry tuvo que disculparse e inventar un cuento de magia accidental mientras dormía para James, que no sabía sobre el entrenamiento extra de Harry y el voto silencioso para proteger a su hermano. Su madre lo había llevado a un lado después de eso y le advirtió que no lo intentara de nuevo hasta que ella estuviera allí para guiarlo.
Ella no estaba aquí ahora.
Harry cerró los ojos y pensó en un hechizo diferente, Diffindo. Estaba a punto de probarlo cuando una voz habló desde la hierba a su lado, sorprendiéndolo.
—¿Qué estás haciendo? La magia está perturbando mi sueño.
Harry se giró y reunió su magia en un solo punto enfocado, llamando un escudo hecho de Protego. Eso derrotaría a la mayoría de los maleficios, y después de tanta experiencia, era tan rápido como sus pensamientos.
Pero no vio a nadie en la hierba, y parpadeó, vacilando. Tal vez Connor había salido a jugar con él, pero no creía que su hermano estuviera tan bien escondido a simple vista, ni tan sonriente.
Podría ser un truco de Sirius, pensó, y sonrió. Su padrino visitaba a menudo el Valle de Godric, y él pensaría que era una broma magnífica el esconderse furtivamente en la oscuridad y asustar a Harry así.
—Muy gracioso, Sirius —le dijo a la oscuridad—. Puedes salir ahora. Me atrapaste. Me aburría y practicaba mi magia.
—¿Quién es Sirius?
Esta vez, Harry vio un movimiento en el borde de su hechizo Lumos. Se quedó mirando mientras la hierba se separaba y una pequeña serpiente salía de ella, deteniéndose para mirarlo con curiosidad. Su lengua se movió como si probara su olor.
Harry apenas respiró. Reconoció las marcas de la serpiente, coloreada de negro sobre dorado. Si inclinaba la cabeza hacia un lado y entrecerraba los ojos un poco, podía distinguir la forma de una calavera y de una tibia cruzada, repetida varias veces. Era una serpiente Locusta, una criatura mágica rara en Gran Bretaña. Una pequeña mordedura de ella podía matar a un hombre, y una serpiente contenía suficiente veneno para asesinar a una ballena. Peor aún, el veneno en sí era mágico, cambiando de hora en hora para tratar de contrarrestar cualquier antídoto aplicado, y las serpientes eran lo suficientemente listas y sádicas para cazar a los niños pequeños cuando estaban enojados, y dirigir su veneno para que se ralentizara en lugar de matar enseguida.
Harry no sabía cómo una Locusta había cruzado las guardas del Valle de Godric. No sabía cómo le estaba hablando. Sabía que no la quería cerca de Connor.
—Vete —susurró, deseando conocer el Avada Kedavra y preparando su magia en un intento de poner toda su voluntad detrás de la Maldición Explosiva—. Sólo lárgate.
—¿Por qué debería? Acabo de llegar aquí. Y estoy disfrutando bastante con tu compañía —la serpiente se deslizó unos centímetros más cerca—. No es frecuente que una encuentre un mortal que pueda hablar con las serpientes. Una vez conocí uno, pero ella y yo no teníamos mucho en común. Ella me repudió y me dijo que me fuera después de menos de tres temporadas a mi alrededor —la serpiente levantó la cabeza y se retorció de un lado a otro en patrones de baile, lo que hizo que el cráneo brillara más fuerte sobre ella—. ¿No soy hermosa?
—No sé de qué estás hablando —dijo Harry—. No puedo hablar con las serpientes —el hecho de que lo estuviera, y la entendiera, empezaba a molestarlo. Trató de no dejarlo. Lo importante, como siempre, era proteger a Connor.
—Oh, sí puedes —dijo la Locusta, sonando divertida. Ella bajó la cabeza y parpadeó. Sus ojos eran de un verde increíblemente brillante, como el de Lily cuando estaba enojada—. Podías hace un tiempo, al menos, cuando tu batalla perturbó el bosque en el que vivía, y te vi pelear contra el otro que habla con las serpientes. Él le dio una orden a su serpiente —la Locusta soltó un pequeño silbido enojado que Harry pensó significaba lo mismo que una mueca de matriarca sangrepura ofendida—. Criatura degradada. ¡Que ella se lo permita! Moriría antes de someterme a ese control.
—¿Viste la batalla de Connor con Voldemort? —Harry jadeó. Recordó a Voldemort hablando a Nagini, ordenándole que atacara, pero...—. Él habló en inglés.
—No lo hizo —dijo la Locusta, y se acercó un poco más—. Le ordenó en pársel. Lo entendiste. Hablas pársel incluso ahora, pero a tus oídos suena como tu propio idioma. No sé por qué —ella tampoco parecía muy interesada en eso—. Te seguí porque tenía curiosidad, y por lo que he visto, lo harás muy bien.
—¿Hacer muy bien qué? —Harry mantuvo su varita apuntándola, y recordó otras cosas que había oído acerca de las serpientes Locusta. Atacaban muy rápido, casi tan rápido como las runespoors. Eran bastante obstinadas, no servían a un maestro durante mucho tiempo. Los magos que mantenían a las serpientes para criarlas, observarlas u ordeñarlas por su veneno, casi todas morían, y las serpientes vagaban libremente, convirtiendo la mera posesión de una Locusta en un crimen en Gran Bretaña.
Por supuesto, de lo que Harry podía recordar, ninguno de los magos que las habían estudiado había sido nunca hablante de pársel.
Y yo tampoco, pensó de inmediato, con la mente hirviendo abruptamente al borde de la histeria. Sólo los magos Oscuros tienen ese talento, y yo no soy Oscuro. No lo soy. El Sombrero Seleccionador me puso en Slytherin, pero Connor dijo que yo todavía era bueno. Debo serlo.
—Hazte cargo de mi —dijo la Locusta, captando su atención. Harry se regañó por haberla perdido en primer lugar. Si era o no un hablante de pársel, no iba a usar alguna vez ese don, por lo que no se preocuparía por ello—. Necesito que alguien me cuide, que me queme las escamas y que me diga que soy hermosa y que me alimente con los pedacitos más selectos de su comida. Me gustan los huevos. Y la leche. Y la carne de aves. Y los dulces. Y…
—¡No voy a cuidar de ti! —Harry siseó de nuevo hacia ella, y por un momento, él pensó que escuchó su voz como debía estarse oyendo, llena de intrincados giros y vueltas y suaves silbidos. Ciertamente no estaba hablando inglés.
Bloqueó el pensamiento de su mente. No era malo. No se lo permitiría.
—Sí, lo harás —dijo la Locusta—. Te he visto. Tu posesión más querida es ese bulto humano que comparte tu nido. Si no cuidas de mí, lo morderé.
Harry tragó saliva. Sabía que ella podía hacerlo. No había manera de que pudiera vigilar a Connor a cada momento del día y de la noche, y a menos que la destruyera ahora, encontraría algún camino y lo mordería.
A menos que la destruya ahora.
Levantó su varita, a punto de lanzar una maldición, pero la Locusta se movió, lanzándose hacia adelante, arremangándose por su pierna, y enrollándose alrededor de su brazo izquierdo. Harry se preparó para ser mordido, pero cambió el ángulo de su varita. Todavía la mataría, aunque muriera. Siempre había estado dispuesto a sacrificar su vida por Connor. Podría hacerlo ahora.
La Locusta no lo mordió. En cambio, ella brilló una vez, y luego no estaba.
Harry acercó su varita, para ver su brazo a la luz de un Lumos. La Locusta era un brillante patrón dorado y negro en su antebrazo izquierdo. Harry lo empujó con su varita. No sentía nada más que piel.
Como la Marca Oscura, pensó, y por un momento tembló de repulsión.
Mi nombre es Sylarana, dijo la locuaz voz de la Locusta en su cabeza. Me cuidarás y me mimarás mucho mientras esté así contigo, o voy a volver a la vida y morderé a ese bulto humano. O a cualquier otra persona que quiera.
—¿Cómo pudiste hacerlo? —susurró Harry—. Nunca oí que las serpientes Locusta pudieran hacer esto.
Podemos, con alguien que habla con las serpientes. Y yo quería. Ahora, acaríciame y mímame.
Harry acarició la piel de su brazo, sintiéndose ridículo, pero sin atreverse a hacer nada más. Pensó en algunos cumplidos que le hicieron sentir la boca llena de azúcar y los murmuró.
Su siseo contento resonó en su mente un momento después.
Harry luchó contra el deseo de enfermarse y continuó acariciándola.
—¡Mamá! ¡Mamá!
Harry levantó la vista, sonriendo. Connor y él habían pasado la mayor parte del día fuera—Harry haciendo la tarea extra que el Profesor Snape le había asignado durante el verano, Connor estudiando los libros de historia mágica que Lily había insistido en que empezara a leer—y el calor había dejado a Connor medio estúpido. A Harry no le sorprendió que, cuando la vieja lechuza de los Weasley, Errol, había tropezado en el agujero especial creado en las guardas de aislamiento para ellas, Connor se había apoderado de Errol y de la carta que llevaba para distraerse.
Por el sonido de la voz de su gemelo ahora, Harry pensó que la carta había traído buenas noticias.
—¿Qué pasa? —preguntó Lily Potter, saliendo de la casa. Harry se sintió relajar un poco. Su madre era la única que sabía todo lo que Harry había entrenado y preparado y había pasado, quien lo había alentado a ser el guardián secreto de Connor, quien sabía que Harry sacrificaría su vida por su hermano si era necesario y permanecería en las sombras, protegiéndolo y no superándolo, en cualquier momento. Ella no sabía todo acerca de Harry, pero ella sabía la mayor parte, y así él podía bajar la guardia con ella, y no tener cuidado de mantener una máscara.
—¡Los Weasley quieren que vaya de compras con ellos al Callejón Diagon el 31 de julio! —exclamó Connor, saltando de un lado a otro. Hizo una pausa durante un largo rato, luego añadió, como si Lily olvidara el significado de la cita—. ¡Ese es nuestro cumpleaños!
—Lo sé —dijo Lily, y miró una vez a Harry. Harry se encogió de hombros y parpadeó, dejando que su madre supiera que Connor yendo al Callejón Diagon estaba bien para él, siempre y cuando tuviera protección adecuada. Su madre se volvió hacia Connor, cuyos ojos avellana le sonreían con esperanza—. De acuerdo, Connor. Puedes ir. Tu padre, Harry y yo iremos. Podríamos comprar material escolar ese mismo día.
—¡Sí! —dijo Connor, y abrazó a Lily alrededor de las piernas—. ¡Gracias, mamá! ¡Voy a escribir a Ron ahora mismo!
Entró corriendo en la casa, presumiblemente para encontrar una pluma y un pergamino. Harry sacudió la cabeza. Connor había dejado todos los instrumentos de escritura que había estado usando para tomar notas al lado de sus libros, y podría haberlos usado.
Lily se quedó mirando la casa por un largo momento. Luego se volvió y se acercó a Harry, sentado en la hierba junto a él.
¿Qué quiere?
Harry ignoró la pregunta de Sylarana, aunque sí tocó su brazo izquierdo para apaciguarla. Sylarana parecía más curiosa que amenazadora cada vez que hacía preguntas sobre sus padres. Y estaba dispuesta a esperar las respuestas, que su madre dio en el momento siguiente, hablando en voz baja e intensa.
—Harry, ¿cómo dirías que el entrenamiento de Connor va?
Harry suspiró y dejó que el último rastro de una sonrisa saliera de su rostro. Cuando hablaba con Lily, casi de igual a igual, y de un guardián del Chico-Que-Vivió a otro, no podía mentir. —No tan bien como yo esperaba, madre. No ve por qué necesita aprender toda esta historia y política ahora, después de haberlo mantenido ignorante durante tanto tiempo. He hablado con él unas cuantas veces, sobre que el Chico-Que-Vivió necesita unir y dirigir el mundo mágico para que pueda deshacerse de Voldemort, pero no lo ve así. Él lo ve como una dramática batalla entre él y Voldemort, como la de mayo. No piensa en lo que sucede después o en tener ayuda.
Lily suspiró a cambio y asintió. —Pensé eso —dijo—. Bueno, seguiré dándole libros y diciéndole que él necesita aprender. También le diré a Remus que le cuente algunos cuentos sobre la vida entre los hombres lobo. Eso podría permitir que las virtudes que necesita aprender se deslicen sin vigilancia. A Connor le gustan más los cuentos que la historia.
Harry asintió, sintiendo un resplandor de cariño en su pecho. A Connor le gustan más los cuentos que la historia, y los cuentos de duelos más que nada. Le gustaban los dulces mejor que el aprendizaje. Conocía los hechizos del primer año que debía conocer y los realizaba con competencia, sin ambiciones de tener mayor poder. Hasta su confrontación con el Señor Oscuro, él había sabido poco incluso del verdadero mal; Voldemort había venido a cazarlo y le había marcado la cicatriz cuando Connor reflejó el Avada Kedavra hacía él, en una época en que era demasiado joven para recordar algo al respecto.
Pero Connor estaba marcado por una vida de penurias, y Harry no iba a permitir que esa privación lo corrompiera o lo matara. Conocería la historia, las cortesías de sangrepura, los hechizos, oscuros y de otro tipo, que Connor no tenía tiempo ni uso. Quizás por eso había sido colocado en Slytherin, para que él pudiera buscar el mejor camino entre los magos Oscuros para que Connor lo tomara. Era la única razón que tenía sentido para Harry.
Eres un tonto, dijo Sylarana cómodamente en su cabeza.
El aspecto de su relación con la Locusta que más perturbaba a Harry era la forma en que parecía ver sus pensamientos. Él le dijo que era hermosa como la luz del sol en la hierba, y ella silbó y se dejó distraer.
—¿Harry?
Parpadeó y volvió al presente, la realidad en que su madre se inclinaba sobre él.
—Sirius irá con ustedes a Hogwarts este año —comenzó Lily.
Harry la miró fijamente. Su madre rápidamente puso sus manos sobre sus hombros y negó con la cabeza.
—No por eso —dijo ella—. No por lo que no hiciste, Harry. Nadie podía saber que Voldemort estaba escondido en la cabeza de Quirrell. Nadie —ella le dio una pequeña sacudida—. No te culpes por eso.
Harry asintió, pero lentamente. Pensaba que la culpa era valiosa. Si lo tomaba en serio, entonces estaría más alerta en el futuro, cuando los ataques del Señor Oscuro sobre su hermano pudieran llegar a ser aún más sutiles.
Un tonto de nacimiento, anunció Sylarana.
—Oficialmente, será ayudante de Madame Hooch, y ayudará a arbitrar los partidos de Quidditch —continuó Lily, sonriendo a Harry—. No oficialmente, él cuidará de Connor, incluso en la torre de Gryffindor y las clases donde tú tengas dificultad de estar. Sólo un poco de ayuda, Harry. Pensará que es el único guardián de Connor, por supuesto, ya que no sabe nada de ti, pero ambos sabemos qué trabajo tan maravilloso has hecho por él —ella lo abrazó y lo abrazó durante un largo rato.
Harry se relajó poco a poco. No, no había fallado. Había protegido a Connor de un troll, y de los Lestrange, y ayudado a retener a Voldemort hasta que Connor pudo derrotarlo con el amor puro que llevaba en su piel. Podía hacer esto. En realidad, debería dar la bienvenida a la presencia de Sirius. Su padrino era maravillosamente divertido, él lo ayudaría con Connor, y no tenía tolerancia con todos los Slytherin o cualquier cosa Oscura. Si Harry comenzaba a meterse en caminos turbos y sombríos, entonces Sirius seguramente se lo diría y lo llevaría de regreso a la Luz—por el cuello de su camisa, si fuera necesario.
—¿Remus no puede venir? —preguntó. Remus era el padrino de Connor, y tan protector del hermano de Harry en su propia manera suave como Sirius era en su áspera forma. Además, él era el mejor en entretener a Connor con cuentos.
Lily negó con la cabeza. —Aún no han perfeccionado la poción Matalobos. Hasta que lo hagan, los padres no tolerarán que Remus esté en Hogwarts.
Harry asintió con la cabeza. Bueno, incluso la adición de Sirius era una buena suerte que él no tenía derecho a esperar. Disfrutaba de la compañía de su padrino.
Él es quien más me gustaría morder, dijo Sylarana soñadoramente en su cabeza.
Harry abrió la boca para decir algo, casi olvidando la presencia de su madre, y luego la oyó exclamar. Harry levantó la vista.
Un águila-búho negra estaba revoloteando fuera de las guardas de aislamiento. Después de un momento, encontró el agujero que Harry había cortado en previsión de su llegada, y planeó regiamente hacia abajo, aterrizando a unos metros de distancia de Harry. Sacó una garra, alrededor de la cual había una carta atada.
—¿Y quién es éste? —las cejas de Lily casi le llegaron al cabello.
Harry se sonrojó al liberar la carta. Había pensado que tendría tiempo de explicarle a su madre antes de que esto ocurriera, sobre todo porque no había pensado que sucedería. —Um, madre, este es Imperius, el águila-búho de Draco.
Imperius miró fijamente a Lily con brillantes ojos amarillos. Lily le devolvió la mirada con unos verdes brillantes, que se estrecharon.
—Un búho Malfoy puede hacerse camino a través de nuestras guardas —dijo.
Harry hizo una mueca de dolor. —Um. ¿Sí?
—Harry —dijo Lily, con la voz dulce y triste que demostraba que estaba muy decepcionada con él—. Eso fue peligroso.
Harry agachó la cabeza, ruborizado. —Lo sé. Pero Draco quería escribirme, y pensé que sería menos peligroso que un búho viniera aquí, tal vez, a que vieran a Hedwig salir.
—Podrías haberlo rechazado —dijo su madre.
—Fue difícil, sin decirle por qué —admitió Harry. Su madre no había estado allí para oír la alegre voz de Draco, y ella ciertamente no había estado allí para ver el shock y la consternación que arrugaron el rostro de Draco cuando Harry insinuó que podrían no ser capaces de comunicarse durante el verano—. Y no pensé que debía decirle por qué.
—Bueno, claro que no —dijo Lily, y siguió mirando a Imperius un momento más. Luego sacudió la cabeza—. ¿Qué dice el joven Malfoy?
Harry escaneó la carta, luego cerró los ojos con un suspiro de exasperación. —Quiere reunirse conmigo en el callejón Diagon. En nuestro cumpleaños.
—Por supuesto que sí —murmuró Lily—. Bueno, ahora es imperativo que vayamos contigo y Connor —ella se puso en pie—. Escríbele y dile que irás.
Harry asintió, de pie. —¿Y quieres verificar si hay hechizos de rastreo en Imperius? —preguntó, pero la varita de su madre ya estaba fuera.
En silencio, entró en la casa, encontró utensilios para escribir y buscó comida para Sylarana, quien indicaba que la carne de Connor sabría muy bien si no hubiera ranas de chocolate.
Lily suspiró. Había realizado todos los encantamientos de detección que podía imaginar, y no había aparecido nada. Imperius se movió de una pata a otra y le dirigió una mirada de disgusto tranquilo, luego voló a la lechucería improvisada en el fondo de la casa, donde los búhos de la familia pasaban la mayor parte de su tiempo.
Tal vez era una tontería preocuparse, pensó Lily, sentándose y dejando que el sol y el viento le pasaran por el pelo. Pero estos son los Malfoy.
Había estado casi frenética con preocupación después de la primera carta de Harry del año escolar pasado, cuando escribió que se estaba haciendo amigo de Draco Malfoy. ¿Qué planeaba el niño Malfoy? Más, ¿qué pensaba Harry que estaba haciendo? Sabía que los Malfoy eran Mortífagos. Había estudiado en detalle a todas las familias que eran enemigas de Connor o podrían serlo.
Pero la necesidad de mantener en secreto el poder y la posición de Harry en relación con Connor la habían alentado a permitir la amistad. Hasta ahora, no había tenido muchas consecuencias negativas que ella viera; Harry había sobrevivido incluso a una visita a Malfoy Manor en Navidad.
Hasta ahora.
Lily cerró los ojos. Los Malfoy siempre han estado atraídos por el poder. Y Harry...
Harry era el brujo más poderoso de su edad que había visto, sin embargo. Desde la noche en que ella y James habían llegado a una casa desierta donde el Señor Oscuro supuestamente mantenía cautivos a sus hijos y se dieron cuenta, en terrible temor cegador, del truco que Peter había jugado con ellos, y habían corrido de vuelta a la casa del Valle de Godric para encontrar las guardas bajas y el Señor Oscuro muerto o menos que muerto en el suelo, había sido así. El poder de Harry hervía a su alrededor inquieto, buscando algo que hacer. Podría haberlo llevado fácilmente a la Oscuridad. Lily había dispuesto que él protegiera a Connor por su causa, también, para que pudiera aprender hechizos e incluso magia sin varita con un propósito dedicado, trabajando para la Luz en lugar de contra ella.
Pero sólo parcialmente por su bien. Connor era el Chico-Que-Vivió, la figura más preciosa en esta guerra. Harry era el sacrificio, el caballero en las sombras al rey brillante que era Connor. Si Harry tuviera que morir, o renunciar a la vida y la seguridad y la salud y una infancia normal para proteger a Connor, entonces lo haría, Lily lo sabía. Lo haría con mucho gusto, después de su larga formación. Pensaba que no había un propósito más elevado en la vida.
Ella sabía que era lo correcto, ya que la profecía había proclamado tan claramente que el gemelo más joven de los dos era el salvador.
Lily Evans Potter agachó la cabeza y apretó los puños.
Sé que fue lo correcto. Pero aún permanezco despierta por la noche y me pregunto si fue lo más justo.
Pensamientos como ese eran otra cosa que la animaba a permitir la amistad de Harry con el chico Malfoy. Hasta que Draco hiciera algo para herir a Connor, todavía podría estar bien, incluso un premio de consolación para un chico que había renunciado a muchas otras cosas.
Pero en el momento en que lo haga…
Bien. En el momento en que intente herir a Connor, Harry sabrá qué hacer.
—¿Lily? —la voz de James llamó desde detrás de la casa.
Lily se levantó y buscó su suave y feliz máscara, acomodando los bordes de nuevo en su lugar. Ella y Harry habían renunciado a su inocencia; Connor y James conservaron la suya. Era demasiado preciosa para mancharse. James nunca debe saber lo que estaba mal.
—Aquí, James —dijo ella, y dejó que su marido se apresurara por un lado de la casa y la abrazara.
Cerró los ojos mientras se apoyaba en él. Sostenme, por favor, pensó y no se atrevió a decir. Cuando me abrazas así, entonces puedo creer que todo va a estar bien, y no tengo que creer en Señores Oscuros.
