Había sido un lunes bastante aburrido de clases, en realidad, todos los días de clases eran aburridos. Se había acostumbrado a no estudiar estando en el Digimundo y aún debía retomar el ritmo de una vida normal. La única ventaja de ese día era que sus compañeras le habían obsequiado un par de tarjetas de felicitación y, sinceramente, lo único que quería era llegar a casa y rezar por que su padre regresara temprano del trabajo para comer pastel todos juntos. Se acomodó su mochila dispuesta a salir del aula cuando notó que Taichi Yagami la esperaba en la puerta. Debía admitir que era una agradable sorpresa verlo ahí.

—¡Toma! —. Le dijo él mientras le extendía un bento envuelto con un furoshiki verde con sakuras —. Espero que te guste — Mimi esbozó una enorme sonrisa ¡Taichi había recordado que era su cumpleaños!

—¿Me acompañas? —preguntó ella con el bentou en las manos.

Taichi estaba muy nervioso y eso le causaba mucha gracia. Caminaron hasta el parque más cercano y se sentaron bajo un árbol donde Mimi decidió que era pertinente comer de su bento. Al abrirlo observó que su contenido consistía en un chirashi que decía su nombre con tiras de sashimi. Sonrió enternecida por el gesto, pero su expresión cambió a una de completo asombro al probarlo.

—¡Está delicioso, Tai!

—Si quieres, puedo preparártelo cada año —le dijo.

Aunque se arrepintió en el instante en el que un chillido de felicidad llegó a sus oídos, llevándose las manos a ellos para cubrirlos como acto reflejo ¿por qué Mimi tenía que ser tan escandalosa? Pero al darse cuenta de que los brazos de Mimi lo rodeaban afectuosamente, no pudo evitar sentir el color subir a sus mejillas. En un intento de escapar de tan bochornosa situación, se puso de pie y la retó a a ver quién pisaba más hojas secas. Aún conserva algunas de esas hojas como separadores de libros.